Capitulo 1
Jamie Rose Potter amaba su vida, tenía una familia perfecta: unos padres (aunque ya muy ancianos) amables y cariñosos, un hermano mayor que la adoraba y un precioso perrito Golden Retriever llamado Tico.
Su vida estaba llena de amor, comprensión y diversión. Era una niña dulce, amable, inteligente y muy hermosa. Poseía un grueso y desordenado cabello negro, intensos ojos negros y una suave piel blanca.
Corría el año de 1978 el 21 de marzo, pleno inicio de la primavera. Las flores estaban en su mas hermoso punto y en el jardín de los Potter, la pequeña Jamie revoloteaba alegremente por entre los arboles con su precioso vestido color morado. En cuanto diviso a lo lejos a los amigos de su hermano, sonrió emocionada y corrió hacía ellos.
—¡Chicos!—exclamo Jamie contenta.
—¡Hola, mini cornamenta!—saludó Remus con una sonrisa.
—Hola, Jamie.—sonrió Peter tímidamente.
—¡Hola, hermosa!—saludó Sirius cargándola entre sus brazos y dándole un sonoro beso en la mejilla.— ¿Cómo esta la niña más hermosa de todo el mundo mágico?
—Bien.—respondió Jamie sonrojada.
—¿Emocionada por la boda de tu hermano?—pregunto Remus y ella asintió repetidas veces.
—No te preocupes, hermosa.—Sirius le guiño el ojo— nuestra boda será mil veces mejor que esta—le aseguró.
—No bromees con eso, Canuto.—regaño Remus.
—¿Qué? Jamie si se quiere casar conmigo, ¿a que sí?—la miro y esta asintió tímidamente.
—Eres un caso perdido.—dijo Remus negando con la cabeza y todos rieron.
Aquella mañana sería la boda entre James Potter y Lily Evans, quienes aunque solo tenían dieciocho años y eran muy jovenes, se amaban profundamente y estaban completamente seguros de querer pasar toda su vida juntos. Jamie no podía estar más feliz por su hermano, especialmente porque la idea de una boda siempre le hacía mucha ilusión.
Jamie era una niña dulce que soñaba con encontrar a su príncipe azul con el cual se casaría y tendrían su felices por siempre, y muy dentro de sí, Jamie esperaba que ese príncipe fuera Sirius Black, el mejor amigo de su hermano y casi otro hijo de sus padres.
Era verdad que Sirius le llevaba casi siete años de edad, pero eso no le importaba a Jamie, pues Sirius era inteligente, atractivo, talentoso y muy divertido. Jamie consideraba que nadie era mejor que el y esperaba ingenuamente que en el futuro se enamorara de ella, aunque bien sabía que aún era una niña.
La ceremonia nupcial entre James Potter y Lily Evans fue hermosa, Jamie no tenía otra palabra para eso. Sirius había sido el padrino, Jamie la niña de las rosas y Remus el que llevaba los anillos, así como Peter fue quien colocó las alianzas.
—¡Muchas felicidades, hermano!—exclamó Jamie con alegría.
—¡Mi pequeña!—James la cargó y besó su mejilla.— Te voy a extrañar.—afirmó.
—Y yo a ti.—dijo Jamie con tristeza y miro a Lily.— Te ves muy bonita, Lily.
—Gracias, Jamie.—dijo Lily con una sonrisa.—Te prometo que vendremos a visitarte a ti y a tus padres muy seguido.—prometió.
—Eso espero—dijo Jamie alegremente.
La fiesta fue hermosa y animada, no tenían muchos invitados pero los pocos que estaban eran los más allegados a James y Lily. Mientras Sirius bailaba con Jamie, causando risas y estrés en James y Remus, la menor de los Potter pensaba que no podía ser más feliz.
Una semana despues de la boda, la carta de Hogwarts de Jamie había llegado y por lo tanto sus amorosos padres y ella habían tenido un productivo día en El Callejón Diagon, comprando todos sus útiles para aquel primer año en Hogwarts.
—¿Estas contenta, princesa?—pregunto Euphemia con una sonrisa amorosa en cuanto llegaron a la casa.
—¡Sí, mami! ¡Mucho!—respondió Jamie animadamente.
—Ohh, ven acá.—dijo Fleamont y ambos padres la abrazaron.
—Te amamos, princesa.—pronunciaron Euphemia y Fleamont con cariño.
—Y yo los amo a ustedes.—dijo Jamie, dejándose querer.
—Estamos muy orgullosos de ti.—afirmó Fleamont.
—Pero, ¿Qué pasa si no llego a quedar en Gryffindor?—pregunto Jamie, nerviosa.
—Absolutamente nada.—respondió Euphemia.—así seas una Slytherin, sabemos que serás la mejor de todas.—afirmó con seguridad y Jamie sonrió.
—Ahora, princesa.—hablo su padre acariciando su cabello alborotado.—¿porqué no vas a acomodar tu baúl mientras que nosotros nos encargamos de la cena?
—Sí, papi.—respondió Jamie.
Subió las escaleras apresuradamente, cargando con todas sus cosas y una vez en casa, se dedicó a acomodar su baúl con emoción, siendo seguida por Tico, su precioso Golden que la veía agitando la cola y olfateando a Crookshanks, un gato bebé color jengibre con ojos amarillos y de cara achatada, era mitad Kneazle.
Sus padres le habían ofrecido comprarle otra mascota para que estuviera acompañada en Hogwarts y aunque las lechuzas eran muy bonitas, en cuanto vio a ese pequeño gato, que según la dependienta tenía solo treinta días de nacido, Jamie supo que quería estar con él.
Mientras Crookshanks cacheteaba a Tico, Jamie acomodaba las cosas en su baúl. Miro su varita con curiosidad, era sumamente hermosa, de madera de Tilo plateado, núcleo de pelo de cola de Thestral, treinta y cinco centímetros, rígida. Era plateada con hilos negros trenzados, delgada y parecía brillar por si sola.
Jamie podía seguir viendo su varita sin cesar durante horas, pero el fuerte sonido de algo caerse en la cocina la hizo levantar la cabeza. Tico ladró y Crookshanks se colocó en el lomo de este.
Rapidamente Jamie bajo corriendo las escaleras y se encontró con su padre, desesperado, intentando levantar el cuerpo de su madre, la cual estaba en posición fetal en el suelo. De pronto, su padre se tocó el pecho, miro desesperado a Jamie y cayó al suelo junto a su madre.
—¡NOO! ¡MAMÁ! ¡PAPÁ!
Al día siguiente, toda la comunidad mágica estaría de luto por la perdida de Flemaont y Euphemia Potter. Según lo que dictaminaron los sanadores, Euphemia Potter había muerto de un infarto fulminante y Fleamont Potter tuvo uno al sentir mucho dolor por haber visto morir al amor de su vida.
En el funeral fueron muchas personas de la magia blanca, especialmente Dumbledore, los merodeadores y claramente Lily. James y Jamie estaban al frente de la lapida con lagrimas en los ojos.
Esa misma noche, Jamie se encontraba dormida en su habitación abrazando a Tico y Crookshanks cuando unas voces la levantaron. Se talló los ojos, los cuales le ardían debido a su incesante llanto durante el día. Sus sentidos empezaron a adaptarse y pronto distinguió que se trataba de la voz de James y Lily.
Confundida, se colocó las pantuflas y salió sigilosamente del cuarto y desde una esquina oscura, consiguió ver a su hermano peleando con su esposa en el primer piso.
—¡Soy joven! ¡Estamos recién casados! ¡No podemos cuidarla!—exclamó Lily furiosa.
—¡Es mi hermana!—reclamó James— ¡Solo tiene once años!
—¡Ya esta grande! ¡Ella puede cuidarse sola!—grito Lily e intento calmarse.— ¿Acaso has olvidado nuestros sueños? Prometimos irnos con los chicos a recorrer el mundo...¿en verdad lo dejaremos todo? Se que es difícil lo de tus padres pero...
No quiso escuchar nada más, Jamie se dio media vuelta y volvió a su habitación seguida de sus mascotas. No podía creer que Lily fuera tan insensible. Las lagrimas salieron de su rostro y escondió el rostro entre sus almohadas, comenzando a llorar. Acababa de perder a sus padres y Lily solo pensaba en ella.
Muy segura de que su hermano no la abandonaría, ni tampoco Sirius y los demás, Jamie sucumbió al sueño despues de unas horas de llanto, deseando que a la mañana siguiente su hermano fuera a levantarla con un fuerte abrazo.
Pero eso no sucedió.
Por la mañana bajó a la cocina, encontrándose con los elfos de la familia limpiando la casa. Confundida de no ver a nadie, se acercó a Silly, una elfina que era la favorita de Jamie.
—Silly, ¿Dónde esta James?—pregunto Jamie.
—Oh, amita...—susurró Silly con lagrimas en los ojos.
—¿Qué ocurre?—pregunto con el ceño fruncido.
—El amo se ha ido.—informó Silly con tristeza.— El amo ha partido con la ama Lily y los amitos Sirius, Remus y Peter. El amo James me pidió que la cuidara bien y le dejó una carta en el comedor.—explicó.
Jamie corrió hasta el comedor con el corazón martillándole furiosamente. Tomó la carta y comenzó a leerla. Con cada palabra, las lagrimas caían de sus ojos con rapidez. James le explicaba que la amaba y que sabía que ella estaría bien con los elfos. Le pedía que comprendiera que estaba recién casado y que ni el ni Lily sabían bien como cuidar de una niña.
A mitad de la carta, Jamie dejó de leer y la tiro al fuego. No le interesaba leer mentiras y tampoco quería saber nada más de su hermano, de Lily Evans o de los merodeadores.
Un mes despues, Jamie llegó a Hogwarts. El castillo era mucho más magnifico de lo que sus padres o su estúpido hermano le habían contado. No había hecho ningún amigo durante el tren, en realidad, se la pasó sola en un compartimiento leyendo un libro y acariciando a Crookshanks.
Pero ahora estaba ahí, en el Gran Comedor junto a muchos alumnos de primer año que también esperaban ver a que casa irían. En su familia siempre todos habían sido Gryffindor, pero solo de pensar que todos esperarían que se pareciera a su hermano, Jamie supo que no quería estar ahí.
—¡Jamie Potter!—llamó la profesora McGonagall.
En realidad, Jamie tardó más en caminar hacia el sombrero que lo que este tardó en gritar:
—¡Slytherin!
La mesa verde y plateada rompieron en sonoros aplausos mientras que la menor de los Potter se sentaba al final de la mesa, frente a una chica que lucia un año mayor que ella.
—Jane Yaxley.—se presentó la niña extendiendo la mano—tengo el presentimiento de que seremos muy buenas amigas.
—Ja...—hablo ella extendiendo la mano y carraspeó, corrigiéndose.—Soy Rose, Rose Potter. Espero que así sea.
¿Qué les parece la historia?
A los amantes del Dramione, los invito a pasarse por mi nueva novela SACRIFICES.
Los amo!
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