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15. Prejuicios

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Fredrick

Mis ojos se abren por inercia al sentir como algo es lanzado a mi lado como un costal de papas bastante pesado. Mi cuerpo duele, me levanto cuando veo a la princesa a mi lado totalmente inconsciente; tiene moretones por todos lados, como si la hubiese estado peleando por su vida. 

Su rostro está rojo, pero su aura es tranquila porque duerme profundamente, ningún ruido que hago la despierta, así que dejo de intentar despertarla. Miro el lugar con enojo, no me quiero dar por vencido, debo encontrar una manera de salir de aquí o voy a morir. 

No recuerdo nada de lo que sucedió ayer o hace días... Ni siquiera sé que día es o en que fecha estamos, pero me da igual, solo quiero irme para estar con mi madre y mi... Con Elsa. 

¿Qué estás pensando, Thorsell? 

Estoy pensando cosas demasiado extrañas últimamente. Toda esta situación me hace preguntarme, ¿cómo llegue aquí en primer lugar?

Yo sé cómo...

Fue por culpa de la princesita.

Verla allí dormida me causa envidia y rabia. Envidia, porque ella puede dormir tranquila, sin preocuparse, porque alguien venga por ella y la golpeen. Rabia, porque estoy aquí por su culpa. Si no me hubiera ofrecido a ayudarla esa noche de la emboscada, yo no estaría aquí y ella tendría que sufrir las consecuencias de sus actos. 

Me acerco a gatas hacia ella, la observo por unos momentos; sus labios fueron golpeados con fuerza, la sangre se secó en estos. Mi mano se dirige automáticamente hacia su cuello, hago presión sobresaltándola en el proceso sin ella saber qué sucede. 

Intenta gritar, intenta luchar para zafarse, pero es inútil, está débil. No controlo mi fuerza, no soy consciente de lo siguiente que pasa hasta que me golpea con una botella en la cabeza provocando una cortada en mi cuero cabelludo, no tan grave, pero dolió. 

—¡¿Qué carajos intentabas hacer?! 

—Intentaba matarte...

Mi respuesta salió como un murmullo, estuve a punto de matar a la princesa...

—¡¿Por qué?! 

—¡No lo sé! ¡Simplemente, quería hacerlo! —mis lágrimas empezaron a salir sin previo aviso, haciéndome ver como un tipo demasiado patético antes sus ojos. 

—Eres un imbécil, querías matarme para sentirte menos culpable por todo lo que está pasando, ¡¿o qué?! —su pregunta me hace analizar la situación. 

¿Qué carajos estaba a punto de hacer?

—No sé por qué hice eso, pero si sé que todo esto es tu culpa —se queda impasible ante mi acusación —. Tú me despediste, me quitaste mi único trabajo que me ayudaba para sostener a mi familia; me usaste para tu beneficio y... 

—Y tú en ningún momento te quejaste, ¿no es así? —contraataca. 

—Podría decir lo mismo de ti.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? 

Sonrío irónico, la acorralo hacia una de las paredes. 

—Esos gemidos que soltaste aquellas noches, no te escuche quejarte —le susurre al oído.

—Eres un idiota Thorsell.

—No más que tu general.

Me empuja con enojo.

—Él no es nada mío. 

Su tono cambió a uno de asco total. Mi sonrisa socarrona no dejaba mis labios hasta que vi que ella buscaba algo dentro del lugar. 

—Logre quitarle la llave de aquí, parece que estamos en un subterráneo, por lo que recuerdo haber olido cuando nos sacaron anoche —las esperanzas me provocan un alivio en el cuerpo, pero todavía faltan muchas cosas que debemos de tener en cuenta antes de todo.

—¿Cómo saldremos de aquí sin que los guardias nos maten primero? 

—Wilber tiene ojos en la puerta, pero esta llave no coincide con esta —la observa detenidamente —. Creo que es la llave de otra puerta y puede ser de aquí. 

—¿Puede ser?, ¿eso es todo lo que tienes? 

—¿Tienes una mejor conclusión o idea? —pregunta tajante —. No tenemos otra alternativa que averiguar que abre esta llave. 

Lo medito por un momento, tal vez deba tranquilizarme para que podamos salir de aquí lo antes posible. 

—¿Cómo podríamos evadir a los guardias? 

Piensa por un momento, mientras detalla la habitación, ambos logramos ver una especie de taladro en malas condiciones, pero fue perfecto para que ambos estuviéramos de acuerdo en algo. 

—¿Piensas lo mismo que yo? —inquiere.

—Por primera vez desde que nos metieron a este lugar... Sí.

﹌✿❀✿﹌

Henrick 

Estoy en la oficina real husmeando por esta mientras espero a que se realice la reunión de alianza entre Dinamarca y Suecia. Por fin podre hacer lo que tanto quería hacer desde la muerte de esos reyes buenos para nada. 

Por fin seré dueño de Suecia, seré su rey y podre tener todas las riquezas de ese país tan rico en minerales. 

—General, el rey dice que ya puede entrar —me informa una de las sirvientas que me mira con morbo mientras paso a su lado, haciéndome como un hombre inalcanzable para ella. 

Me gusta hacerlo. 

Entro a la sala, el rey de Noruega está sentado frente a mí con su traje formal en el que lleva sus medallas ganadas en las guerras que Noruega ha sufrido años atrás. A su derecha se encuentra su consejero real, a su izquierda está sentado el presidente de Finlandia y, por otro lado, se encuentra el canciller de Suiza. 

Todos como testigos a punto de presenciar la alianza que habrá entre Dinamarca y Suecia. 

—General Wilber —me llama el rey —, le quiero presentar al Canciller de Suiza y al señor Presidente de Finlandia. 

Me acerco a estos dos con sumo respeto, si quiero tener una alianza con esos países debo ganarme el respeto de estos dos viejos enclenques que algún día morirán seguramente de un ataque cardiaco. 

—General, un placer en conocerlo —habla el canciller —. Su majestad nos ha hablado mucho de usted, la princesa debe estar encantada de tenerlo al frente de sus tropas. 

—Si es que en serio los rumores son ciertos —opina el presidente.

—Eso es lo que son, solo rumores y chismes del pueblo —aclaro. 

—Si es así, ¿por qué no la vemos aquí? —este viejo es más difícil de lo que pensé. 

—Me dio la autorización de venir personalmente en representación de la corona —le explico. 

—¿Acaso tiene miedo de dejar su territorio? 

—Como ya dije, señor presidente —trato de controlarme lo más que puedo para evitar responder de mala manera —. Su alteza real prefirió que yo fuera quien asistiera a la reunión. 

—Déjalo ya —reclama el canciller con sutileza —, seguramente está haciendo sus deberes de princesa. 

Dejamos el tema a un lado prestándole atención al príncipe de Dinamarca, quien entra con su consejero real a la sala vestido de manera impecable. Nos sentamos cada quien en su sitio para comenzar con la reunión, el rey se toma su tiempo para tomar agua y así dar inicio a la debida alianza. 

—Bien, los reuní a todos aquí para comenzar con la alianza entre ambos países, que serán el ejemplo para comenzar una época de paz y serenidad —anuncia el rey —. No solo habrá alianzas entre Dinamarca y Suecia, sino también entre Finlandia y Suiza para que todos quedemos a mano y terminen las guerras de una vez por todas. 

Hace un mes, Suecia quedo a mano con Noruega y con Suiza, por eso sus mandatarios se encuentran aquí. La única razón por la que Suiza acepto la paz es porque el rey les ofreció una gran cantidad de armas de última tecnología. 

—Solo tengo una pregunta antes de dar por sentada esta alianza, majestad —el príncipe toma la palabra. 

El rey y yo nos miramos por un momento deseando que se calle de una vez y deje de darle largas a esto. 

—General Wilber —llama mi atención —. ¿Dónde se encuentra la princesa en estos momentos?

—Steecwood —respondo sin pensarlo dos veces.

—Tengo entendido que ella vendría hoy a la reunión —asegura el príncipe de mierda. 

—No se me fue dada esa información al salir de mi país. 

—Pues, creo que debería preguntárselo a su princesa —me reta con la mirada, está sospechando de algo —. Porque hace poco más de un mes, ella me envió un mensaje afirmando que ella estaría aquí presente. Intente comunicarme con ella, pero ningún mensaje ha llegado a su teléfono. 

Maldita hija de puta. 

—Debio haberlo perdido —respondo con lo mas logico. 

—No mienta, Wilber —se levanta y me enfrenta —. Hace poco, me entere del ataque que hubo en la frontera con Noruega, la princesa lideraba el ataque en ese momento. 

—Seguramente te informaron mal, ella nunca sale del castillo sin avisarme —trato de aclarar sus conjeturas. 

—¡¿Donde esta la princesa Lundin?! —me grita, eso jamas lo he tolerado. 

—¡Principe, le ordeno que se calme en este instante! —interviene el rey. 

—¡El General Wilber nos esta mitiendo! —declara el mocoso infeliz —. ¡La princesa esta desaparecida desde hace un mes y nadie ha hecho nada para buscarla! 

—¿Como puede estar desaparecida si ni siquiera sabemos si existe realmente? —inquiere el presidente —. Nadie jamas la ha visto, tal vez ni siquiera exista y contrataron a una actriz para que se haga pasar por la princesa. 

—Ella existe, señor presidente. 

—Lo unico de lo que estoy seguro es que estoy perdiendo mi tiempo aqui tratando de aliarme con una princesa fantasma —reprocha. 

—Ella es real y se los voy a demostrar —el principe rodea la mesa para acercarse mas a mi —. Voy a usar todos mis recursos para descubrir donde la tienes Wilber, se que ella jamas dejaria a su pueblo en manos de cualquiera. Voy a buscarla en cada rincon de Steecwood asi tenga que quitar los obtaculos que me encuentre en el camino, pero ella va a aparecer y tu no vas a intervenir. 

Estoy a punto de explotar, tomo mi arma y le apunto con esta en la frente provocando que los mandatarios hagan lo mismo conmigo. 

—Intenta tocar el pueblo y sera lo ultimo que logres en tu vida, principe —amenazo. 

—Eso crei —la guardia de Dinamarca entra por la puerta a la fuerza —. ¡Disparen! 

Esquivo a los que puedo para salir de la sala, cuando lo logro corro por las escaleras del palacio huyendo de la guardia vestida de azul con amarillo. Un asco de combinacion. 

Llego a la limusina, el chofer acelera sin pensarlo dos veces y nos perdemos en el camino para evitar que al principe se le ocurra la gran idea de seguirnos. 

Estoy mas que enojado, voy a darle a la princesita una leccion para que no vuelva a cometer este error otra vez y sera el peor castigo de su vida. 

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