
Capítulo 28
—¿Bellota?, ¿eres tú? —la voz le resultaba familiar. Era más ronca de lo que recordaba. Le temblaron las manos y el corazón. Resistió un suspiro antes de preguntar.
—¿Ramiro? —aquel hombre desnudo relajó sus hombros al escuchar su nombre. No se pudo resistir y la abrazó por los hombros. Butch por otro lado estaba anonadado que ni siquiera hizo un movimiento al respecto. —¿E-estás vivo? —preguntó aunque era más una afirmación para ella que no podía creer lo que veía. Le tocó su rostro ahora más delgado en comparación a años anteriores. Él se acurrucó en la calidez de sus manos, recordando esa calidez de su pequeña hermana. La luz se hizo presente cuando otra de las bestias se convirtió en humano y encendió unas antorchas. Se pasó un taparrabo a Ramiro. Este agradeció. Su mirada luego se dirigió a su amigo. Los ojos verdes oscuros del príncipe no encontraban repuestas en el rostro de su amigo, solo una sonrisa tímida.
—Espero que no me niegues un abrazo. —mencionó mientras se acercaba a él con paso ligero. Butch le extendió la mano y Ramiro la tomó. Un fuerte tirón fue suficiente para que el abrazo tan esperado se hiciera por fin realidad. Su alteza ocultó su rostro en su hombro. Lo mantuvo así unos segundos. Tenía miedo de llorar a mares si lo soltaba. Nunca esperó esto y parecía uno de los mejores regalos que la vida le pudo haber dado. El primero había sido Bellota. Ya cuando pasaron unos minutos, los tres se vieron entre sí. La mirada de la pareja aún era hostil ante los demás observadores. El único que permanecía tranquilo era el hermano mayor. —Será mejor que nos retiremos. No sería agradable encontrarnos con ellos de nuevo. —dijo mientras giraba con su pie la cabeza de uno de los cadáveres. Dio media vuelta y se dirigió a sus compañeros. Ellos se miraban entre sí antes de aceptar la petición de su líder. Bellota no dudó en seguirlo pero el que se encontraba reacio a hacerlo era su alteza. No porque no confiara en Ramiro, sino porque estaban yendo a la boca del lobo y no cualquier lobo.
—Bellota no quiero arruinar el momento pero debemos llegar con tu padre. —le tomó de la mano. —Si estaba este grupo de bárbaros aquí, significa que querían hacer una emboscada. —tensó la mandíbula. —Posiblemente ya sepan dónde está el campamento. —la mirada de Bellota se vio perdida en su hermano, quien daba órdenes mientras terminaban de saquear a los muertos, y en el camino que los llevaría a Francisco. Caminó hacia Ramiro. Le tomó la mano e hizo un pequeño apretón.
—No podremos seguirles. Debemos ir con padre. —bajó la mirada. —Quizás a ti también te gustaría venir... —Ramiro sintió la tensión y le fue muy fácil trasmitirla. Ella alzó sus ojos y frunció el ceño.
—No iré... pero les ofrezco cenar y luego un amigo los guiará hasta su campamento. —su voz no mostraba una pizca de arrepentimiento. La pareja estaba sorprendida, más que nada Bellota, no sólo sabía que Francisco estaba allí sino que sabía su ubicación exacta.
—Aceptamos tu oferta. —habló esta vez Butch. La de cabello oscuro le miró con el cuerpo tenso. Confiaba en Butch. En estos casos tomaría su decisión, al fin y al cabo sabía de estos asuntos mejor que ella.
—¡Genial! —sonrió. —No nos tomará mucho tiempo. Monten a los caballos y síganos. —acotaron la orden y emprendieron camino.
Ambos los siguieron en silencio. Había un camino marcado bastante oculto que les permitió llegar a un rápido de un río cercano. Cerca de éste había una especie de campamento rústico. Allí frenaron y fueron recibidos por otros miembros. Butch ayudó a Bellota a bajar. Tomaron las riendas de sus equinos y con precaución se acercaron. Algún que otro le dedicó miradas hostiles y desconfiadas. Los únicos que mostraban curiosidad eran los niños quienes corrían y abrazaban dándoles la bienvenida a su comunidad.
—Manada, —los llamó Ramiro mientras se subía a una roca, dándole más altura de la que tenía. Se podía ver robustez de sus brazos y espalda gracias a sus músculos. Tenía el cuerpo sucio de la tierra y sangre seca. Sus ojos, que Bellota recordaba de un tono verde como el de ella, ahora eran amarillos como el sol. Su melena que en algún momento había estado pulcra y peinada, ahora estaba larga, ondulada y con algunas ramitas. Su rostro seguía siendo el mismo, con ángulos filosos y aspecto varonil. Se destacaba la presencia de una barba poco cuidada. —la victoria de hoy ha sido éxito y eso es motivo de celebrar. —unos aullidos de hicieron presentes en forma de ovación. —No sólo eso, sino que he tenido el placer de reencontrarme con mi familia —señaló a su hermana y a su amigo. —que espero que sean recibidos como una parte más de esta manada. ¡Celebremos entonces! —más aullidos y aplausos se escucharon. Unos jóvenes los ayudaron a atar a sus caballos, cerca de una zona donde pudiesen comer y beber. Por otro lado ellos fueron sentados cerca de Ramiro que estaba a la luz de la fogata felicitando a sus miembros por la tremenda victoria que habían obtenido. Bellota apoyó una mano en el hombro de su hermano y lo miró esperando respuestas.
—¿Cómo es que... te convertiste? —se animó a preguntar. Ramiro le sonrió con cariño. Butch permanecía al lado de Bellota, sosteniendo su otra mano. Ambos estaban confundidos por muchas cosas. La primera de todas era cómo es que existía una manda tan grande de hombres lobos. Butch sospechaba de su existencia por los ataques en los límites de Lyendor. Efectivamente no se trataba de esta manada por lo lejos que estaban. Bellota por el contrario ignoraba totalmente su existencia. Era como estar en un cuento de hadas verdadero.
—Después de haber tenido unas victorias en el frente, nos ordenaron a los soldados sano hacer un último ataque al enemigo garantizando la victoria final. Era teniente para esos momentos por lo que sólo seguía órdenes. La mayoría de soldados estaban dispuestos a cumplir con lo ordenado, estaban listos para morir por Lyendor. —sus ojos se pegaron al fuego de la fogata, recordando los escenarios bélicos que a cualquier hombre podría haber dejado traumado. —Definitivamente no estábamos preparados para ese ataque sorpresa. Los enfrentamos en los límites en el sur, sin esperar que descenderían por las montañas encerrándonos. —su mirada se volvió triste, lejana. —Recuerdo haber sido herido con flechas por la espalda. Caí al piso mientras veía a mis compañeros ser despedazados. —su voz seguía con el ritmo calmo a pesar de la trágica historia que contaba. —Podría haber muerto si Alasie no me encontraba y me transformaba... —luego de la confesión alzó la mirada hacia la pareja. La luz de las llamas bailaban sobre su pecho. —Había sido el único que no había muerto con el ataque. Al parecer no verificaron la muerte de todos. Alasie estaba cazando con el grupo cuando me encontraron y me dieron una segunda oportunidad.
—Hermano, ¿por qué no has vuelto? Mi padre ha sentido una parte de su corazón al pensar que moriste en batalla. ¡Nos has hecho falta! —reclamó con cierta amargura en la garganta.
—¿Para qué volvería Bellota? —la réplica tan dura y fría lastimó en la fibras más sensibles. —¿Realmente crees que mi padre me hubiera aceptado con mi nueva forma? —sus ojos se endurecieron. —Mi vida como Ramiro Wilson murió cuando dejé de ser humano, ahora solo soy Ramiro, uno más de esta manada. —Bellota apretó los dientes y mantuvo en secreto las lágrimas que se asomaban.
Si hubiese vuelto, quizás su vida no habría sido tan miserable. Quizás su padre no la habría presionado tanto. Quizás no tendría que soportar sola el peso de su apellido. Quizás podría haber vivido la vida más libremente. Sus pensamientos la hacían sentir mal. Pensaba que estaba siendo egoísta al suponer esas cosas. En parte sentía que tenía razón. Habría tenido una vida completamente diferente pero a costa de la infelicidad de su hermano. ¿Realmente habría querido eso?
—Debiste haber dado una señal. —afirmó Butch haciendo un poco de fuerza en la mano de Bellota, no con intensiones de lastimarla sino de darle fuerzas. —No le deseo a nadie la muerte de un ser querido de esta forma Ramiro. Puede que tus deseos sean una suficiente justificación para tus acciones pero no la cobardía por la aceptación de tu padre. —su alteza sabía de lo que hablaba. Siempre había intentado ser el príncipe perfecto para su padre; uno táctico, economista y calculador. Intentó sobrepasar a Brick. Sin embargo una parte de él supo que nunca podría llegar a ser esa persona de gran estima para el rey. Ser un hijo bastardo parecía la justificación perfecta. En su momento habría matado por conseguir esa aceptación, ahora ni siquiera la necesitaba. El joven de cabello castaño hizo una sonrisa curiosa y soltó una pequeña risa.
—Nunca me esperaba un comentario tuyo así. —se despeinó aún más el cabello. —¿Tantas cosas han cambiado desde mi muerte? —los ojos oscuros del príncipe observaron a su amada mientras ella miraba a su hermano, siguiendo la conversación. Le acarició la mano con un gesto gentil.
—Mentiría si dijese lo contrario. —las palabras aterciopeladas de su alteza no pasaron desapercibidas para Ramiro.
—Deberían comer algo mientras me cuentan el porqué están aquí. —mencionó el líder mientras buscaba un plato con carne asada y frutas silvestres.
Cuando la historia y la comida habían terminado, Bellota le insistió una vez más a su hermano que fuera a ver a su padre. Este se negó rotundamente como también ayudar en el caso de que el ejército necesitara ayuda contra el imperio de Él. Ramiro no peleaba para conquistar o para exterminar, si lo hacía era por necesidad. Los soldados de Él estaban haciendo campamentos en zonas naturalmente de su manada pero si los campamentos fueran de Lyendor, habría hecho lo mismo. Esa afirmación había tambaleado sobre la confianza de Butch. Para él Ramiro seguiría siendo un amigo a pesar de sus decisiones y por eso mismo también las respetaba. Se despidieron con un gran abrazo y una Bellota casi en lágrimas. Quizás no se podrían volver a ver pero saber que estaba bien y vivo le alegraba el corazón. La despedida terminó con un rotundo:
—Cuida a mi hermana Butch si no quieres morir. —su alteza sonrió con humor. Ya estaba esperando un comentario así.
Fueron guiados hacia el campamento de Lyendor con un fiel seguidor de Ramiro. Este desapareció cuando estaban lo suficientemente cerca. Fueron recibidos por los soldados que los habrían atacado de no haber reconocido la voz de su alteza. Desmontaron a sus caballos y fueron directamente a la carpa principal. Allí estaba el general de los soldados. Llevaba una capa azul, en sus pies se podían divisar la botas de la armadura, a su lado izquierdo la funda de la espada con ella incluida. Bellota se precipitó, lo llamó mientras corría hacia él. Vaya que estaba siendo una noche sensible para ella.
—¿Q-qué diablos? —soltó sorprendido Francisco mientras recibía un cálido abrazo. Se giró y pudo ver el rostro frágil de su pequeña. —¿Bellota?, ¿qué estás haciendo aquí? —dirigió su mirada hacia la abertura de la carpa y vio al príncipe. —¿Su alteza?, ¿qué está ocurriendo aquí?
—Es un gusto verlo sano y salvo general. —mencionó el de cabello oscuro. —He acompañado a su hija para una importante petición.
—¿Y acaso no podía ser por carta? —las manos de Bellota rodearon el brazo de su padre. Hizo fuerza resistiendo las ganas de llorar. Su padre estaba bien. —Joder Bellota, ¿qué son esas vestimentas? No son dignas de una señorita. —murmuró al ver sus pantalones. La joven de mordió el labio inferior. En serio que había extrañado esos reproches por parte de él.
—No podía escribirle una carta si usted moría en el campo de batalla. —se enfrentaron esos ojos verdes claros con los ojos oscuros de su padre. Por unos momentos pudo ver los destellos que tenía su difunta esposa lo que le provocó un remolino en su corazón. —Debe regresar, por favor. —el general frunció el ceño. Aún estaba confundido con lo que sucedía ahí.
—¿Te has vuelto loca Bellota?, ¡el mismo rey me ha encargado esta misión! Soy el general del Ejército del Norte. —se apartó del lado de su hija. —Me has insultado con esa petición hija mía, esperaba más de ti. —las palabras filosas sólo hacían más daño en el corazón de la señorita. Butch se acercó a ella y la tomó por los hombros.
—Le estoy pidiendo con el corazón en la garganta que vuelva a casa, donde merecemos vivir y ser felices. —alzó la voz. —Quizás no soy una hija digna como las demás señoritas. Pero he heredado su carácter padre, yo no quiero perder a un Wilson más. ¿No podemos descansar nuestras almas de tantas perdidas? —un silencio de funeral se hizo presente. Francisco tenía los hombros tensos y el corazón galopando en su pecho.
—Su alteza si no le molesta, ¿podría dejarnos a solas?
•••
Cuando el amanecer amenazó con aparecer, al calabozo entraron dos soldados con sus uniformes. Bombón se levantó instintivamente cuando abrieron la celda. Uno de los muchachos era Steven quien en algún momento la había ayudado. La miraba con preocupación. Estaba siguiendo ordenes de su alteza por lo que no podía no cumplirlas si es que no quería perder su trabajo. La llevaron a escondidas a un carruaje cerca de la zona de la cocina, donde bajaban la mercancía. A Bombón le parecía conocido el lugar pero hacía un tiempo que no iba por esos lares. Se subió a un carruaje de aspecto humilde que la dejó más sorprendida cuando el interior parecía todo lo contrario. Había cojines, mantas e incluso comida. Al principio pensó que se habían equivocado pero esa hipótesis fue descartada cuando su alteza Brick se subió. Llevaba una vestimenta casual, algo que nunca había visto en él. Las veces que se encontraban en castillo, llevaba ropas finas con telas e hilos únicos. Esta faceta era tan extraña como guapa. Brick tenía ese algo de destacar incluso si no lo quería hacer. Sus cabellos rojos oscuros, su mentón y mandíbula marcada, la piel clara, su cuerpo entrenado... todo parecía perfecto en él. Bombón apartó la mirada al pensar en su belleza. No era el monumento de hacerlo. Miró hacia la ventana mientras el carruaje empezaba con sus primeros pasos. Podía oír las voces de los guardias que los escoltaban. Brick no tardó en cerrar ambas cortinas, llamando la atención de la gitana.
—Es solo hasta que salgamos del reino. —murmuró con tono frío. Ambos se miraron a los ojos y sintieron unos retortijones en el estómago. Ella fue quién rompió el contacto primero. Se encontraba con sentimientos confusos. Por un lado culpable por las mentiras y por el otro furiosa por lo chantajista que podía llegar a ser su alteza. Siempre vio el lado gentil, amoroso y caballeroso de Brick pero nunca pensó que llegaría a conocer ese lado ambicioso. Tal vez si lo habría conocido antes no se habría enamorado tan profundamente. Joder, ahora no lo sabría nunca porque aunque lo supiera, su corazón seguía palpitando fuerte por él. Maldito amor tan extraño.
—¿Puedo preguntar quién es la persona que buscamos exactamente? —dijo con el tono más dulce que pudo ofrecer por el momento. Aún era prisionera y no tenía sentido que fuera borde con él. Su vida estaba en sus manos y la de toda su familia. Brick se cruzó de piernas, tomó una manzana y le dio un mordisco antes de hablar.
—Es el capitán de una navegación muy importante. —arrastró las palabras.
—¿Y no se le ha podido contactar por carta? —preguntó inocentemente. Brick hizo una mueca.
—Los piratas no responden cartas y menos de la monarquía. —arrugó la frente. Bombón apretó los puños.
—¿Quieres que te ayude a buscar a un pirata? —la pregunta salió con enojo y desesperación. Sus hombros estaban tensos. —Tendrías que haberlo mencionado antes.
—¿Eso cambiaba algo acaso? —Bombón se mordió la mejilla del lado interno. No, no habría cambiado nada pero ahora su disposición no iba a ser tan amable. Iban en busca de personas peligrosas y sobretodo malas. Si los cristianos pensaban en los gitanos como ladrones, los piratas debían ser el diablo pero como no había ninguna diferencia religiosa no había problema. Al final todos eran unos hipócritas.
—¿Puedo saber algo más de él?, ¿su apariencia por ejemplo?
—Nunca lo he visto pero según los avisos de se busca, tiene el cabello canoso largo, varias cicatrices en el rostro y una barba de chiva de color rojo y al parecer trenzada.
—¿Y los ojos?
—Cualquiera que los haya visto, no ha sobrevivido para contarlo. —un escalofrío recorrió la espina dorsal de Bombón. Definitivamente eran unos animales. Ambos se distrajeron. El carruaje había partido junto con unos soldados. Había sido todo obra de Brick. Le pidió ayuda a Boomer quien no dudó en hacerlo. Lo harían todo en secreto de su majestad. Ya de por sí muchos hombres habían partido hacia la guerra, entre ellos Butch, el príncipe encargado de la seguridad del reino. Su padre tampoco había aceptado que fuera a hacer exploraciones en el nuevo mundo por lo que estaba desesperado. Quizás no era la mejor idea irse a escondidas siendo el futuro heredero pero necesitaba de los conocimientos de ese pirata. Nunca lo iba a poder contratar por lo que habría sido tiempo perdido pero tenía un poco de fe en contar con sus conocimientos de alguna forma. Si era necesario lo tomaría cómo rehén. Si conseguía esa sabiduría sacaría el triple de beneficios en las tierras nuevas, no solo por las riquezas físicas, también las culturales. Los piratas estaban acostumbrados a convivir con personas del nuevo mundo, sabían cómo manejarlas y comportarse con ellos. Si la guerra continuaba, necesitarían los recursos de esas tierras. Lyendor no era un reino con minas por lo que no contaban con piedras preciosas ni minerales. Destacaban por la agricultura y ganadería. Sus tierras eran las más fértiles del continente. Además tenían a los mejores forjadores a pesar de la ausencia del hierro y metal. Bélicamente eran buenos. Sin embargo no podrían contar con ello para siempre. Según Brick, un reino que no se renovaba era un país destinado a morir.
—Brick, —lo llamó tomándolo por sorpresa. Él asintió en señal de que continuara. —¿de verdad me dejarás libre si lo ayudo a encontrar a ese hombre?
Esa pregunta le estaba removiendo cosas en su corazón. Solo estaba hablando de salir de la prisión pero había un tono en esa frase que dejaba más a la imaginación. Si la dejaba libre estaba seguro que se iría del reino. El pensamiento le torcía el corazón. No le agradaba la idea para nada. Quizás estaba tan acostumbrado a su presencia que le dolía. O pero aun, la seguía amando y no quería que se fuera de su lado.
—Cumpliré mi palabra. —prometió sabiendo que lo haría. Dejaría libre a un amor traicionero por uno de sus mayores deseos. ¿Qué más podía pedir? Quizás si había algo más; que no desapareciera.
•••
Butch se había despertado temprano porque en toda la noche no había tenido noticias de Bellota y su padre. Cuando se acercó a la gran carpa supo que aún nadie había salido. Se acercó a la fogata y compartió el alimento con los valientes soldados. Estaba ansioso pero no lo manifestaba. Al final estaba saliendo todo a su favor, sorprendentemente. Bellota estaba a salvo, Francisco aún no atacaba y por si fuera poco Ramiro estaba vivo y... bien. Oh y estaba oficialmente con el amor de su vida. Bueno no oficialmente pero pronto lo estarían. Su vida que siempre la había visto de tonos negros ahora tenía colores. Era sorprendente como la confianza de esa mujer lo había cambiado. Le estaría eternamente agradecido por ello. Mientras comía hablaba con los muchachos que no podían creer su presencia ni su actitud. Aíran tenía ese aura de autoridad pero su tono de voz y preguntas eran amables. Se había enterado de los avances que habían tenido. Habían marcado en el mapa los campamentos de los enemigos y la fuentes de sus recursos. Venían del palacio y algunos pueblos del sureste. Tenían carruajes con un tipo de animal más grande y exótico. Sospechaba que usarían de esos si querían atacar a los soldados de la primera línea. Butch también se tomó el tiempo de escuchar las preocupaciones de esos hombres. Obviamente la muerte era un miedo inminente. Nadie querría morir pero se sentirían orgullosos si lo hacían por su patria, porque al fin y al cabo lo estaban haciendo por Lyendor.
—Su alteza. —la voz cansada de Bellota lo interrumpió. Se levantó rápidamente y observó su rostro. Podía ver que estaba cansada. No sabía si era porque no había dormido o porque la discusión había tomando un camino más bien violento. Se acercó a ella y tomó sus brazos.
—¿Cómo salió todo? —preguntó con cautela. Bellota observó a los saldados quienes apartaron la mirada antes de que volviera a hablar.
—No se irá, no hasta cumplir con su objetivo o que el mismo rey lo releve. —su tono era triste, definitivamente no había sido una buena discusión. —Joder Butch, esto es tan frustrante.
—Lo sé. —hizo una pausa. —Pensaba en escribirle a mi padre al respecto pero estoy seguro no hará nada. Tu padre es el mejor en lo que hace, afortunadamente o lamentablemente. —levantó su mentón con una de sus manos. Los ojos verdes de la joven se enfocaron en él. —¿Qué te gustaría hacer ahora? —vio dudas en sus esmeraldas.
—Quiero quedarme y poder ayudar en lo que pueda. —Butch frunció el ceño.
—Bellota ¿estás segura de eso? —hubo otra pausa.
—Siento que este es mi lugar. Quizás estoy pidiendo demasiado pero mi ayuda podría ser mayor aquí que en Lyendor. —se apartó del príncipe. —No te obligaré a quedarte Butch.
—Joder, no empieces con esa línea. —le tomó por las mejillas. —Prometí que te llevaría sana y salva además te amo Bellota. No podría dejarte. —le dio un beso en los labios. —Eres lo mejor de mi vida, ¿crees que me alejaría así sin más? —ella correspondió con una sonrisa.
•••
—¡Boomer! —el grito de su majestad se hizo presente una vez este volvió al palacio montado a caballo. Unos hombres se acercaron a él y le sostuvieron el equino mientras se bajaba. Se despeinó ese cabello rubio precioso antes de mirar a su padre quien tenía el ceño fruncido esperando respuestas.
—Padre. —lo saludó. Boomer en ausencia de Butch estaba cumpliendo sus deberes. Se despertaba temprano y ayudaba a patrullar el reino. Se sercioraba de que las nuevas reglas de seguridad se estén cumpliendo y que los soldados estén haciendo su trabajo. Ahora que Brick también se había ido, tenía que representarlo en reuniones políticas y económicas. En fin, era príncipe y hermano a tiempo completo ahora. El rey se acercó a él con paso decidido. Se notaba a leguas que estaba molesto. Ya sospechaba con qué exactamente.
—¿Dónde está tu hermano? —bajó el tono de voz. Tenía la mandíbula tensa.
—Tenía una tarea especial. —dijo con voz neutral y desviando la mirada. No estaba en las mejores con él, no desde lo que Bell le había dicho.
—¿Cuál exactamente?, y ¿por qué no me ha dicho nada?
—Me dijo que era secreta. —Thomas arrugó más su frente y tomó con fuerza uno de sus brazos.
—No me provoques Boomer.
—Tú tampoco. —se deshizo del agarre con brusquedad. —No me casaré con Bell así que vete olvidándote de esa idea.
—No estás en posición de negociar eso.
—Por supuesto que sí. Soy el segundo príncipe de Lyendor. —dijo con orgullo. Esta discusión sentía que ya la había tenido con su prima.
—Y yo el gran rey. —se acarició la mano.
—No me van a obligar a estar en ese matrimonio. —mencionó antes de desaparecer de la vista de su padre.
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Bueno por ahora la historia está a favor de los verdes (por fin igual porque estuvieron más de mitad de historia solos) y los amo. Butch es el verdadero ✨gentleman✨
Bueno como siempre espero que les haya gustado :)
Me gustaría saber sus personajes favoritos y qué es lo que más les gusta de ellos.
Gracias por leer <3.
Pd: voy a estar haciendo unos cambios en la historia para mejorar la trama igual son muy pequeños :)
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