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Capítulo 27

—¿Qué es todo ese alboroto? —preguntó una sirvienta al escuchar unos ruidos extraños en las escaleras. Sonidos metálicos, lloriqueos y gritos eran los que se asomaban.

—Son los soldados. —anunció una de cabello claro trenzado. Se escondieron detrás de una esquina mientras los sonidos eran más fuertes.

—¡Brick! ¡Por favor! —pedía a lágrimas soportando los fuertes agarres de sus subordinados. Podría jurar que terminaría con marcas en sus blancos brazos. Pero eso no es nada en comparación al dolor que sentía por el rechazo del amor de su vida. Parecía sordo ante sus plegarias, algo que le dolía en el pecho como una daga atravesandola. —¡Perdóname te lo imploro! —su garganta se desgarró ante tan triste súplica. Antes no había tenido esa necesidad de justificarse con nadie, tampoco esa dependencia emocional. Era un alma libre pero nunca había estado más encarcelada. Aferrada a un amor imposible.

Si Dios era amor ¿por qué era cruel con ellos?

Los pasos siguieron hasta los calabozos subterráneos. El hedor se sentía apenas bajar los peldaños de la escalera. La humedad con la orina de las ratas no hacía buena combinación. Bombón aún se resistía intentando llamar la atención del príncipe. Parecía que lo hacía en vano. Una de las puertas se abrió, el sonido del metal oxidado no se hizo esperar. La empujaron hacia el interior de una celda oscura y húmeda. Bombón se abalanzó hacia las rejas cuando tuvo la oportunidad de levantarse del suelo. Se cayó, derrumbada y desgarrada. Casi como si le quitaran su corazón.

—Brick por favor, por nuestro amor. —imploró una vez más. Su rostro lleno de tristeza torció el dolorido corazón del príncipe. Hacía solo unos minutos que había pensando en un futuro con ella. Viajar, casarse y formar una familia. Esos sueños se destrozaron con una sola confesión.

El sonido de sus pasos al retroceder hizo callar a los demás prisioneros. Se agacho hasta llegar al alcance de su rostro. Frunció el ceño y los labios. El dolor y la impotencia del momento solo provocaban que sus palabras saliera sin control.

—Bombón has mentido a la futura corona y no ha sido cualquier mentira. —los delicados dedos de la gitana rozaron la mano del príncipe.

—L-lo sé pero debía decirte la verdad, ¿es que acaso no cuenta aquello? —apartó la mano y susurró evitando que los guardias escucharan.

—Me has mentido sobre quién eras, me engañaste y ocultaste información. —la miró con cierto desprecio. —Eres gitana Bombón, —su verdadero nombre nunca había sonado tan frío y ausente. La ilusión de escuchar su nombre a través de sus labios con euforia se había roto en mil pedazos. —debería mandarte a la horca. Ni mi perdón es lo que mereces. —se levantó sacudiendo sus ropas. —Agradece que estás aquí, aún con vida.

Los pasos se volvieron más solitarios y menos sonoros a medida que el príncipe y los soldados desaparecían. Una ventana a altas alturas iluminaba su espalda. Se abrazaba las piernas intentando entender cómo había llegado hasta ahí. Sabía que su mentira no le daría alas pero no pensaba que terminaría en el fondo de un pozo. Sola y deprimida, las lágrimas seguían saliendo de esos bellos ojos rosados. Sentía como su vida se iba de sus manos.

Por otro lado, Brick fue hasta su despacho cerrando de un portazo la puerta. Respiro profundo antes de que su ataque de ira llegara. Los pergaminos, cartas y tinta que había en su escritorio fueron arrojados violentamente al suelo mientras unos gritos tomaban posesión de su boca. No entendía cómo no supo quién era ella realmente. Había muchas incoherencias en su historia. Debía haber sospechado. Cómo dicen algunos, el amor es ciego y vaya que lo había cegado. Su hermano había tenido razón desde un principio; era gitana y posiblemente la ladrona del mercado. Gritó frustrado. ¿Acaso lo había engatusado para robarle dinero? De solo pensar que fuera una afirmación, le hervía la sangre. Pero sabía que no iba por ahí el porqué. No tendría sentido que fuera honesta con él, terminaría con su plan de hurto.

—¿Qué sucede aquí? —la puerta de la habitación se abrió dejando ver a su hermano menor. Tenía el rostro preocupado y con cierto rubor en sus mejillas por la agitación. —Brick... —lo llamó luego de ver el desastre repartido en el sitio. —¿Quién ha hecho esto?, ¿acaso hay un ladrón en el palacio?

—No. —habló con determinación. Se tomó la frente mientras se desplomaba en su asiento. Suspiró evitando la mirada de Boomer. —Lo he hecho yo. Llama a alguien para que lo arregle. Debo salir.

—Brick espera... —lo llamó por última vez antes de que pudiera escabullirse. No tuvo éxito. El pelirrojo no dudó en ir a su habitación. Se vistió más sencillo; una camisa blanca de mangas holgadas, pantalones de cuero oscuro y unas botas también oscuras. Tomó su espada envainada y se la llevó consigo. El palacio ya no era un lugar seguro para pensar.

«Debe confiar en su corazón si quiere recibir el tesoro más grande de todos»

Aquellas palabras de la gitana volvieron a él. Era cómo si supiera exactamente lo que iba a pasar. Habló incluso de la oscuridad que lo rodeaba. Otra pieza en el rompecabezas o solo una mala casualidad. Decían que los gitanos tenían habilidades para ver ciertas cosas que los demás no. Al parecer estaba rodeado de ellos y no se había dado cuenta. Debería capturarlos a todos y asesinarlos para evitar más problemas pero eso no iría a favor de su moral. No habría un porqué correcto ante aquello. Sin embargo le gustaría hablar con esa señora. Sospechaba bastante de lo que sabía y la conveniencia de sus palabras.

Ahora, ¿cómo la encontraría? Bombón no era una opción, lo tendría que hacer por sus propias manos.

Se dirigió a los establos y recogió a su caballo. Lo montó y salió hacia el pueblo, a las zonas más humildes del reino. Aún era de día por lo que no se sentía amenazado por los misterios de la noche. Tranquilizó a su equino una vez bajó de él. Lo ató al frente de un bar, uno que estaba rodeado de rumores. Blossom era su nombre. Decían que allí se encontraba cualquier tipo de personas, desde asesinos, mercantes, mercenarios, soldados y por supuesto gitanos. El ambiente estaba lleno a pesar de la hora, muchas mujeres servían y tomaban pedidos, el dueño se encontraba detrás del bar sirviendo tragos y los clientes se reían a carcajadas. Mantuvo su perfil bajo, se sentó en una mesa apartado. Varias conversaciones fueron filtradas por él. Leyendas, quejas, saludos y anécdotas pasaron por sus oídos pero una en particular llamó su atención.

—Kavi, buenas tardes. —una voz saludó al dueño quien poseía una cicatriz. Su voz le parecía familiar. Posó su mirada sobre la mujer. Definitivamente era la gitana que había ayudado antes. De espalda se podía ver su cabello castaño y la misma vestimenta que la última vez.

—¿Desea algo señor? —preguntó una joven interrumpiendo su transe.

—No, gracias. —dejó unas monedas y se retiró. Permaneció un tiempo esperando al lado de su caballo, fijo con la mirada en la entrada del bar. Al verla salir se acercó y la tomó con fuerza del brazo. La mirada oscura de la gitana tembló por unos instantes. Luego la sorpresa se apoderó de ella.

—Su alteza. —susurró.

—Usted me debe muchas explicaciones.

—Lo que le dije la última vez fue por gratitud hacia usted. —frunció el ceño. —Ahora le pido que no haga que pierda esa gratitud y me suelte. —Brick acató y mantuvo su semblante serio.

—¿Cómo sabía mi situación?, ¿acaso utilizan informantes? —Ría se mantuvo firme.

—Es inteligente su alteza, sabe cuáles son los dichos alrededor nuestro. No necesitamos informantes. —la gitana permaneció en su sitio, analizando a su príncipe. —Sin embargo no ha seguido mi consejo.

—¿Cómo puedo seguirlo si esa mujer me ha mentido con algo tan grande como su religión?

—¿Dónde está Bombón? —preguntó la castaña. Su tono ahora había perdido firmeza. —¿Qué ha sucedido?

—En el calabazo pero debería estar en la horca como la traidora que es. —arqueó una ceja. —Vaya, entonces la conoces. Eso solo me hace sospechar más. —las manos Ría empezaron a temblar. Su hija ahora se encontraba en un calabozo por mentiras estúpidas por un impuro. Su rabia estaba subiendo.

—Bombón lo ama ¿y así le paga?

—No, ella así me ha pagado por amarla.

—Por favor, perdónela. —se agachó y tomó de las manos. —Le daré lo que desee con tal de ayudarla. —no había mucha súplica en sus palabras pero sí en su mirada. Se notaba cómo la falsa Berverly le importaba. Brick lo pensó un poco. Utilizar a los gitanos a su favor podría ser mal visto pero no lo despreciaría. Tal vez su corazón roto serviría para algo.

—Tomaré en cuenta su petición. —la mujer se levantó al oír aquello. Sacudió el polvo de su falda. Se movió incómoda. Ahora vendría la peor parte; el trueque. —Necesitaré de sus medios de información.

—No funciona así su alteza.

—Tendrá que hacerlo funcionar. —Ría refunfuñó. —Liberaré a Bombón a cambio de información de Silas Bracco.

•••

—Butch, ¿estás seguro que es por este lado?

—Por supuesto. Vi el mapa muchas veces. —señaló las altas montañas. —Esas colinas son los límites del Bosque Encantado con Merdur. Sería imposible para nuestras tropas ir por allí, tomaron el camino del sur. —indicó un sendero ya marcado. —Por ahí está el Valle Tyop. Brick me dijo allí harían vigilancia. —el silencio se esparció por el bosque. El príncipe sorprendido giró su cabeza para ver a su amada. Su rostro estaba deprimido y melancólico. Giró con su caballo y se frenó paralelo a ella. —¿Estás bien?

—Pasando el Valle Tyop fue donde asesinaron a mi hermano. —Butch abrió y cerró la boca. Era extraño estar en el sitio donde su mejor amigo había muerto. Tener al enemigo a pocos metros sólo empeoraba la sensación de impotencia. Extendió su brazo rozando las manos que sostenían las riendas. —Algunas veces he pensado que sólo encontrando su cuerpo habría encontrado paz, pero ni siquiera esos monstruos nos han permitido eso. —frunció el ceño mientras se imaginaba el cuerpo de su hermano incinerado o siendo despedazado. —Espero que mi padre no caiga en el mismo destino.

—No lo hará Bellota. Te lo prometo. —apretó fuertemente su mano. —El general sabe lo que hace. Solo harán vigilancia y espionaje.

—Tú sabes mejor que nadie que si tienen oportunidad atacarán. —se calló por unos minutos. —Se han llevado más hombres especialmente para un ataque sorpresa. —el príncipe no quiso acotar más. Bellota no era ingenua, había crecido con un general como padre y aunque no tuviese los conocimientos suficientes sabía los movimientos bélicos.

—Lo mejor será descansar en las orillas del río antes de llegar a los pies de las sierras. —Butch comandó una orden a su equino para avanzar por delante de su amada. Bellota hizo un trote enfrentándose a Butch.

—No, debemos llegar al campamento. —Butch negó varias veces con la cabeza. —Mi padre debe volver conmigo.

—No quiero desilusionarte, pero no lo hará. Nuestro ejército necesita de alguien que lo guíe. No volverán hasta haber cumplido con su misión. Y menos si se trata de tu padre. Es terco como tú, no permitirá que su hija le dé órdenes.

—Por eso necesitaré de ti. —lo afirmó con convicción. —Más que nada, necesitaré de tu apoyo.

—No sé cómo mi ayuda te servirá de algo. —mencionó apenado.

—Pronto lo sabrás, pero para ello necesitamos llegar al campamento.

—Bien, más vale apurarnos para ello. —miró alrededor. Las ramas de los árboles se movían y el olor a humedad y moho cada vez se hacía más fuerte. —No me gustaría pasar más noches solos en este bosque.

—Ey. —le golpeó el hombro. —Las estaba empezando a disfrutar. —guiñó un ojo antes de trotar y sobrepasar al príncipe. Su alteza se rió antes de perseguirla.

•••

En el castillo, ya casi a las altas horas, se encontraba Boomer intentando disfrutar de una pequeña fiesta de té que su prima había hecho. Algunos caballeros fueron invitados agregando un poco de testosterona entre tantas jovencitas. La princesa Bell había tenido compañías nuevas desde que su tío hizo contactos con algunos duques con hijas de la misma edad que su sobrina. Algunas ya eran rostros conocidos en ese palacio.

Mientras las damas discutían sobre libros, los últimos rumores y los apuestos jóvenes que las pretendían luego de sus debuts, los hombres disfrutaban de las competencia atléticas; arco y flecha. No era una competencia oficial por lo que las bromas no faltaron. Ya estaban tomando un pequeño descanso luego de la mayoría de tiros.

—Su alteza, me había olvidado de lo malo que era en los deportes. —bromeó uno de sus conocidos.

—Señor London, guarde sus habilidades carismáticas para las mujeres. —contestó con una sonrisa. Miró por el ventanal hacia el sitio de descanso donde se encontraban las señoritas reunidas.

—Sabe que no es lo mío encontrar una pareja su alteza y espero que nunca sea una de mis virtudes. —agradeció el muchacho de cabello castaño claro.

—¿Acaso no desea tener una mujer para siempre a sus brazos? —se burló otro de los caballeros, esta vez el señor De Ilinaus, hijo del conde con el mismo nombre. London sonrió y se limpió el sudor del rostro con su vestimenta superior.

—¿Para qué tener una esposa si puedo tener muchas amantes? —algunos hombres acompañaron la pregunta con una risa.

—La familia hace el prestigio London, y sin matrimonio no hay familia. —acotó esta vez el príncipe.

—Ahí está equivocado su alteza. El hombre es quien hace el prestigio, una esposa solo se aprovecha de este. —aunque la opinión no carecía de verdad, Boomer no estaba de acuerdo. Tal vez estaba estúpidamente enamorado pero si no estaba con Burbuja, nunca formaría una familia tan prestigiosa e importante como lo haría con ella.

—Supongo que nunca llegaremos a un acuerdo.

—Me temo que no su alteza, pero no permitiremos perder tan linda amistad por opinión. —arqueó una de las cejas.

—No, por supuesto que no. —hizo una pausa antes de invitarlos directamente a pasar a la sala de estar. Allí pudieron escuchar muchos murmullos y risas por parte de las damas.

—Dijeron que había sido un accidente por parte del vestido pero estoy segura que fue la propia su alteza April. No puede dar un paso sin tambalearse.

—Oh Díos qué escándalo. Si así ha sido su debut, ¿que le esperará en su vida?—se rieron todas en unísono.

—Nunca conocerá a un hombre que se sienta siquiera atraído por ella. —se rieron todas al unísono.

—Nunca conocerá a un hombre que se sienta siquiera atraído por ella. —se burló Sophie, hermana menor de George de Ilinaus. Los comentarios cesaron cuando las jovencitas vieron pasar a su alteza, como si estuvieran avergonzadas. Por el contrario Bell mantuvo el rostro guasón y lleno de ego.

—¿Cómo ha sido el resultado? —preguntó la princesa rompiendo el hielo.

—Cómo debe ser su alteza, el príncipe ha triunfado. —interrumpió London mintiendo. Boomer lo observó sorprendido. No entendía su necesidad de mentir.

—Vaya me alegra oír eso. Mis primos siempre son los mejores. —sonrió. Sus acompañantes también lo hicieron en señal de amabilidad. —¿Le gustaría a los caballeros compartir el té con nosotras? Esta vez tenemos una nueva bebida para probar, cortesía de su alteza Brick.

—No nos gustaría interrumpir prima.

—No lo harán, ¿verdad señoritas? —su mirada seria con su sonrisa fingida no daba espacio para una negación. Muchas asintieron y otras mostraron un rostro de aprobación. —Estábamos probando el café. Siento que será de buen gusto para algunos de ustedes. Por favor tomen asiento. —con el permiso de la princesa, se sentaron y los sirvientes agregaron vajilla para los nuevos invitados. Bell frunció el ceño al ver que su primo se sentaba alejado. Le susurró unas órdenes a una de sus invitadas pidiéndole que cambiara su asiento con él. Muy apenada, la joven cumplió con su palabra. Boomer, como todo un caballero, intercambió asiento. —La próxima vez, siéntate a mi lado. —le susurró acercando una de sus manos a su pierna. Boomer adecuadamente la apartó.

—¿Qué intenta hacer? —preguntó en voz baja guardando la compostura.

—Solo estoy asegurándome de demostrar mi cariño. —pestañeó varias veces destacando su mirada y su maquillaje. Su rostro era blanco como su cabello, una singularidad única. Tenía un pequeño lunar en su mejilla izquierda. Sus ojos eran grises símbolo de la realeza Feroland.

—No debes, no tienes porqué.

—Bueno, ahora que la señorita de los Neutres se ha ido creo que es un buen momento para evaluar nuestros casos. —Boomer frunció el ceño. No quería entender lo que su prima insinuaba. —He pedido una audiencia con su majestad. Hemos estado hablando sobre el futuro.

—¿En qué momento ha hablado con mi padre? —preguntó disgustado.

—También le he escrito a mi madre, y los tres hemos llegado a un acuerdo. Creemos que un matrimonio entre nuestros reinos será lo mejor para el futuro. —el príncipe se levantó abruptamente llamando la atención de más de uno. Tomó el brazo de la princesa y la arrastró hacia su aposento. La soltó una vez cerró la habitación. Bell sonrió al ver lo frustrado que estaba Boomer con la situación. Empezó a recorrer la habitación. —Con que aquí se acostabas con esa ramera...

—¡No la llame de esa forma! —le advirtió.

—Realmente no entiendo que le has visto. Es una sirva que tuvo la oportunidad de ascender de clases gracias a mi madre. No puede ofrecerte nada, ni siquiera matrimonio.

—Eso no es de su incumbencia.

—Por supuesto que sí, no quiero que ninguna pieza esté fuera de lugar cuando nos casemos.

—¿Casarnos? Por Dios Bell, te he visto desde la cuna y crecer. Eres mi familiar. —intentó convencerla. La albina se acercó tomándole de las manos.

—Pero también soy una princesa y tú un príncipe. Ambos solteros y dispuestos a ayudar a la gloria de nuestras familias. —acarició con delicadeza sus manos, siendo gentil.

—Tú eres la única soltera y dispuesta a ayudar a la gloria de nuestra familia. —su prima se apartó bruscamente.

—Ya es un hecho nuestro casamiento. Su majestad y mi madre están de acuerdo.

—Pero yo no, y aunque te disguste no tienes autoridad ni jurisdicción aquí. —le dedicó una fría mirada. —Deberías aprender además que cuando un hombre dice no es un no, y aún más siendo príncipe. —abrió su puerta y señaló el camino. —Bell no vuelvas a meterte en mi camino de la felicidad. Ahora por favor vete.

Bell frunció el ceño y se mordió el labio, aguantando las ganas de gritar y repudiar todo lo que su primo acababa de decir. Las lágrimas caían por su rostro corriendo parte de su maquillaje. Sus sirvientas la siguieron y abrieron la puerta de su aposento. La arreglaron rápidamente para que volviese a su fiesta. Su rostro estaba limpio pero su corazón cada vez se ensuciaba más.

•••

Al caer la noche, la celda de Bombón se volvía más oscura. Ella se encontraba de rodillas mirando hacia la pequeña ventana que le permitiría ver la luz lunar. Rezaba y rezaba esperanzada con salir de allí y tener el perdón del futuro rey. Susurraba sus oraciones mientras los gritos y lamentos de los demás prisioneros se hacían escuchar. Repetía sus palabras una y otra vez a pesar de ciertas burlas. Pedía pero prometía que luego agradecería. Frenó cuando escuchó unos pasos hacía su celda. Se dio vuelta y su ilusión volvió a aparecer cuando vio a Brick junto con unos soldados.

—Ábranla. —ordenó. Los soldados abrieron la puerta de la celda en unos segundos. Entraron a la celda, tomaron a Bombón y le pusieron unas esposas antes de llevarla ante su alteza. Esta vez no se quejó ni lloriqueó a pesar de los fuertes agarres. Las antorchas iluminaban gran parte del sitio pero el rostro del príncipe permanecía oscurecido. Bombón no se animaba a hablar, no sabía ni siquiera que decir así que esperó que él hablara. —He hablado con su madre. —el rostro de la pelirroja se transformó. Alzó la mirada y frunció el ceño. —Afortunadamente pudimos llegar a un acuerdo para su liberación. —Bombón hizo una pequeña mueca con felicidad pero una idea aterradora atravesó su mente.

—No intercambié mi lugar con ella. —anunció con decisión. Preferiría morir antes que permitir aquello.

—Ella me garantizó que me ayudaría a encontrar a una persona a cambio de liberarle. —la jovencita se mordió el labio. ¿La utilizaría para embaucar a los demás gitanos? No quería ser la causa de muerte de su comunidad. —Su nombre es Silas Bracco.

—No sé quién es.

—Lo sé, su madre me avisó al respecto pero dijo que apenas él te viera te reconocería. —Brick la observó con detalle. A pesar de estar hecha un desastre por el estado de la celda, seguía siendo una belleza. Una belleza peligrosa. Exactamente como una rosa. Veía en su rostro confusión lo cual lo relajó porque significaba que aquella señora no estaba mintiendo. Apartó la mirada, intimidado por los sentimientos que volvían a surgir en él. —Ordenaré que te alisten, den comida y un buen sitio para dormir. El viaje de mañana no será fácil.

•••

Ya habían perdido la estela del sol. Los árboles del bosque no ayudaban reproduciendo los últimos rayos solares. Butch hizo una antorcha para que puedan guiarse entre las malezas del bosque. Tenía cuidado con las ramas, hojas y árboles secos. Ambos estaban cansados y los caballos también. Habían podido hacer unas paradas para beber agua y alimentarse. No parecía pero el camino era largo, mientras más avanzaban el terreno se volvía más complicado. Era una aventura que nunca se olvidarían seguro.

—Espera. —le advirtió Butch estirando se mano hacia ella. Tomó su ballesta y apuntó a la zona donde escuchó unas ramas quebrarse. Bellota también se posicionó para atacar. Ya habían tenido esta discusión, pero ella no lo abandonaría para salvar su pellejo. Aún no había desenfundado su espada. Luego ambos escucharon unos gruñidos muy extraños. No eran de un lobo ni de una bestia así. Solo pasaron unos segundos cuando un jabalí saltó sobre Bellota tirándola del caballo. El suino estaba sobre ella. El golpe había sido muy fuerte. Butch rápidamente giró su torso y apuntó al jinete del jabalí, dándole un tiro certero en la espalda. El jinete se quejó y gritó aún más fuerte cuando otra flecha se clavó en su cabeza. El hombre se desvaneció permitiendo que el animal huyera. Butch se bajó lo más rápidamente posible. Su caballo entrenado se quedó a su lado. Acudió a su amada. —Mierda, Bellota ¿estás bien? —la joven de cabello corto se sobó el brazo que había recibido todo el impacto. Sentía mucho dolor.

—Joder, joder, ¿qué ha sido eso? Salió de la nada. —se enderezó y vio el cadáver al lado suyo. Era un hombre cubierto de pieles invernales. Butch le dio media vuelta. La flecha de la cabeza había cruzado todo el cráneo hasta el otro lado. —¿Conoces un tipo de vestimenta así? —Butch negó lo que alarmó a Bellota. Si él no conocía de qué bando se trataba ese hombre estarían en un problema. Si hay uno, hay más de seguro.

—Ven, te ayudo. —dijo sosteniéndola para pararse. Su caballo había desaparecido por el susto. Tomó su brazo y automáticamente recibió un golpe.

—Eso duele Butch. —le reprochó. Su alteza se mordió el labio. No podía ver el golpe pero se notaba hinchado y al tocar ya dolía. El que no tuviera sangre era una buena noticia. Tomó las riendas de su caballo y lo trajo hacia ellos.

—Te ayudaré a subir, pero debemos irnos ahora.

—Butch... —lo llamó con voz temblorosa. —No creo que podamos irnos. —el muchacho observó el rostro de su amada y podía ver visiblemente el terror. Luego miró a su alrededor. Estaban rodeados por más de esos jabalíes y sus jinetes. Respiró profundo. Eran muchos. Sus risas se hicieron sonoras cuando vieron el temor en ambos. Butch aún tenía su ballesta en la mano pero ni siquiera con una velocidad única podría matar a todos sin que salieran heridos. Bellota ya estaba lastimada. ¿Qué podría hacer ahora? Estos hombres no tenían aspecto de llevarse bien con la diplomacia. Instintivamente tomó la mano de la joven y la escondió en sus brazos. Acercó su boca a su oído y le susurró unas palabras:

—Te amo Bellota. —cerró los ojos pero el dolor que en algún momento esperó sentir, nunca llegó. La hija del general sin embargo aún mantenía los ojos abiertos. Unas sombras grandes se habían abalanzado sobre los jinetes. Gruñidos, alaridos e incluso aullidos se escucharon detrás de gritos desesperados. El caballo que tenían a su lado relinchaba asustado. Sangre se esparció por todos los sitios. Podía sentir el líquido en su rostro. Todo parecía ser en un abrir y cerrar de ojos. La antorcha que en algún momento había estado encendida, ahora daba destellos de brasas. Se aferró fuertemente al cuerpo del príncipe. Este último la abrazó con mayor intensidad.

Cuando los sonidos se disiparon, se miraron intentando comprender qué es lo que estaba pasando. Ninguno de ellos había sufrido algo. Sorprendentemente estaban sanos y salvos, por el momento. Se apartaron unos segundos aún tomados de las manos. Los jabalíes estaban muertos y los jinetes despedazados. Tragaron con dureza cuando vieron a las nuevas bestias que tenían a su alrededor. Unos lobos gigantes. No podían divisarlos con certeza pero sí a sus amarillos ojos. Uno de ellos se adelantó a ellos. Ambos instintivamente se alejaron. El lobo de gran tamaño, bajó parte de su torso al suelo antes de dejar a ambos con la boca abierta. El pelaje robusto, la postura en cuatro patas, el rostro canino, todo eso había desaparecido, dejando a la vista un hombre desnudo.

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Hola hola!
¿Cómo están? Yo por suerte muuuy bien. Estoy rindiendo finales y me ha ido bien :).
Hice una mi votación en mi perfil para ver qué historia actualizar, la ganadora fue esta.
Espero que les haya gustado <3.
Cómo siempre muchas gracias por la paciencia y el apoyo.

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