
Capítulo 26
Bombón estaba aprovechando esos días para juntarse con unos conocidos e intervenir más con la cultura que tanto la representaba. Al principio, los comentarios afilados y poco amistosos de los gitanos la habían herido. Se habían formado rumores horribles antes de que la carta llevara a manos de su madre. Solo fueron necesarias unas horas para que todo volviera a la normalidad, aunque bien sabía ella que eso nunca pasaría. Se había enamorado de Brick, un príncipe y futuro rey católico. Nada volvería a ser cómo antes. Suspiró angustiada mientras terminaba de beber la cerveza que Kavi le había ofrecido amablemente. Él la observaba apoyado en la barra.
—¿Qué te agobia tanto Bombón? —preguntó acomodándose el cabello largo detrás de su oreja.
—El futuro Kavi, el futuro. —entrecerró sus ojos. Su vaso estaba vacío. Gracias a esa taberna había aprendido a beber.
—Oh. —soltó sin saber cómo seguir la conversación. Esa pequeña se había criado entre esas paredes desde siempre. Le tenía un cariño como de hermano mayor, a pesar de llevarse muchos años.
—¿Acaso llegará un momento en el que sea feliz? —su pregunta se arrastró por el aire junto con una pizca de melancolía. Se distrajo viendo las botellas en los estantes detrás de Kavi.
—Por supuesto Bombón, ¿por qué no lo serías? —frunció el ceño. Tenía ciertas sospechas de a qué se refería. En su comunidad, ningún hombre había pedido su mano en matrimonio a pesar de estar ya en la edad. Aquello era símbolo de vergüenza. Debía estar casada y con varios hijos. Bombón apartó su rostro incómoda. Confiaba en Kavi pero no lo suficiente para explicar lo que sentía en su corazón. Nadie en su comunidad lo aceptaría. Oh Dios, ni siquiera su madre había aceptado su amor, ¿por qué los demás lo harían?
Agradeció una vez que Kavi desvió su atención a la entrada. Jugó con su vaso mientras se sobaba la mejilla. El alcohol no le estaba haciendo efecto. Maldita sea la vez que pensó que sería buena ida aprender a beber. Habría sido genial emborracharse fácilmente. Se sorprendió cuando sintió un toque en sus hombros. Desvió su mirada hacia esas gentiles manos. Siguió con sus ojos el camino hasta el rostro de la persona. Era su madre. Tenía una pequeña sonrisa de lado. En sus manos sostenía dos canastas llenas de comida. Seguro había ido al mercado. Se levantó y la saludó.
—Kavi, siempre es un gusto verte. —sonrió Ría dejando sus compras en el suelo. Unos hombres en una mesa gritaron el nombre del tabernero, este más dejó diciendo que volvería después. —Hija, te estaba buscando.
—Oh, aquí estoy. ¿Ha pasado algo? —notó una alegría en su mirada que no esperaba.
—Sí. Me han robado. —Bombón abrió los ojos rosas como dos platos, asustada. No esperaba algo así. Tenía una sonrisa en su rostro que parecía que fuera todo lo contrario. Tampoco estaba herida.
—¿Y me lo dices así?
—No he terminado. —suspiró. —Un buen hombre me ha salvado.
—¡Ostras!, ¿en serio? —la tomó por los hombros. Verificó que todo esté bien con ella antes de indagar más. —¿Pidió algo a cambio? —frunció el ceño.
—No, ha sido amable y además no me ha... denunciado. —si antes Bombón se había sorprendido ahora estaba aún más. ¡¿Denunciado?! Eso significaba que había admitido al frente del hombre que era gitana. Oh Dios. Eso siempre era peligroso. Muchos ciudadanos sabían sobre las comunidades gitanas pero muy pocos sabían detalles íntimos. Aquellas personas se les consideraban amigos dentro de los gitanos. Eran católicos, en su mayoría campesinos, que habían sido ayudados por algunos de su pueblo. Al final, aceptaron un voto de silencio por esas ayudas. Sin embargo la mayoría no aceptaban a los gitanos y la mínima información era vendida al reino. Bombón pudo presenciar la muerte de muchos conocidos por sus prácticas «poco normales» según para los de la realeza.
—¡Te has puesto en peligro! —le reprendió.
—Estaba segura que no me haría nada. Tenía un presentimiento al respecto. —Bombón se acomodó el cabello irritada. Su madre era inteligente pero se guiaba mucho por su presentimiento. Algún día le pasaría algo. Pero también le entendía. Esas sensaciones que recorrían el cuerpo eran muy difíciles de ignorar. —Además le he leído la mano. —la pelirroja aún no podía creer lo que le contaba. Desde ser robada, salvada y no denunciada hasta leerle la mano. Todo parecía tan extraño y ¡único! —Te he visto en su futuro.
—¿Q-qué dices? —su rostro era un poema. Sentía que lo que le contaba un cuento de mal gusto. Sin embrago si madre no era así. Nunca bromeaba.
—¿Sabes quién era el hombre que me ha salvado? —su pregunta parecía extraña. ¿Por qué sabría el nombre de una persona que nunca había visto? Negó con la cabeza.
—Era su alteza, el príncipe Brick. —a la pelirroja le temblaron las manos al oír eso. No sabía si por la impresión de que se lo encontrara o por las demás palabras. Se mordió el labio inferior indecisa por seguir con la palabra.
—¿Me viste en él? —Ria asintió. Respiró profundo.
—Nunca pensé que te enamorarías de un impuro. Ese sentimiento de terror no lo había vivido hasta el momento que me lo confesaste. —admitió con algunas arrugas en la frente. —Al parecer es de sangre, tendría que haber sido mas firme al respecto. Pero lo que vi en ese futuro querida mía, seguramente nunca lo habrías encontrado de no ser por valentía. —suspiró. —Te ama profundamente. —los ojos rosas de la jovencita se habían tornado vidriosos. Su garganta estaba seca de repente. Un nudo de había dispuesto evitando que algún sonido pudiese salir. ¿Su madre lo había aceptado? No, jamás lo haría. Confesó en alto que un impuro amaba a su hija y que nunca la podría traicionar. No sabía qué tipo de sentimiento era ese que fluía por su cuerpo pero se sentía satisfecha. Esa honestidad de Ría era lo único que necesitaba para volver y ser honesta.
•••
—¿Tienes todo listo? —preguntó Boomer mientras la tomaba de las manos. La rubia asintió un poco melancólica. En la noche se iría con un su flamante esposo y el exitoso duque. Aún no podía resolver sus problemas de ira cuando se trataba de ese hombre. Le tenía mucho envidia. No sólo estaba casado con ella sino que también podía demostrar su amor en público. Desde que empezaron a tontear, siempre tuvieron que hacerlo en las sombras. —Por favor vuelve pronto. —le robó un beso corto.
—Te escribiré cartas. —le prometió con una sonrisa.
—En serio Burbuja, haré todo lo posible para que tengas ese divorcio. —le tomó ambas mejillas. —Le escribiré a mi tía si es necesario, haré todo lo que esté en mi alcance.
—Te amo. —murmuró luego de darle un beso. Ese hombre estaba arriesgando todo por ella. Ambos estaban sacrificando mucho. Pero era todo por un bien mayor; su amor. Realmente esperó sentir ese tipo de emoción por Cody pero nunca había llegado. Había escuchado alguna vez que eso era una característica del amor; inesperado. —Te echaré de menos. —batió sus claras pestañas varias veces. Sus ojos a pesar de la tristeza del momento se mostraban alegres.
—Cariño, también lo haré. —le sonrió y tomó una de sus manos. —Por eso debemos despedirnos adecuadamente. —posó su brazo alrededor de su pequeña cintura ajustada por el corset. Entornó su mirada y ante aquellos zafiros inocentes no pudo evitar apartar los ojos y sonrojarse. —Quiero hacerte mía. —La rubia sonrió. Lo tomó del cuello y lo besó con pasión. Boomer se quedó petrificado ante aquella acción, Burbuja tomó valor y guió sus manos a los lugares correctos. Los dedos temblorosos del príncipe se preocupaban por desatar aquellos nudos del corset que le impedían tocar correctamente la piel desnuda su amante. La rubia se animó a aventurar más allá. Sus húmedos labios hacían un contraste exquisito con el cuello de Boomer. Sus pequeñas maños desajustaban aquella camisa de mangas larga y holgadas. Se detuvo cuando pudo admirar aquel pecho varonil y fornido. No había dudo de lo atractivo que era. Se sentía promiscua por tener un hombre como él a su lado.
—Eres tan apuesto. —canturreó hipnotizada por aquella imagen tan erotica. Boomer no respondió porque también estaba embelesado por ella. Las primeras capas de su vestido habían desparecido, dejándola solo en una camisola de tela fina que enmarcaban su cintura estrecha y sus pechos claros. No podía evitar no sentir deseo por Burbuja. Cada roce, suspiro y vista que ella le podía ofrecer era las cosas más bonitas. Lamentaba perder aquellas sensaciones por un tiempo.
La tomó por la cintura y la alzo entre sus brazos como una princesa. Ella pasó sus delgado brazos por su cuello. Acercaron sus bocas y pudieron soltar unos gemidos pasionales. La deja en su cama una vez estuvo lo suficientemente cerca de esta. Empezó a acariciarla por sus pies. Una pequeña y melancólica risa se escapó de la rubia. Sus manos siguieron ascendiendo convirtiendo las risas en suspiros nada silenciosos. Las telas restantes ya habían sido separadas de sus pieles. Sus dedos ásperos estaban atesorando la suavidad de sus pechos, acunándolos.
—B-boomer. —suplicó con la mirada febril. Sus ojos azules se entornaron, complacido por verla tan ansiosa como él.
—Déjame acariciarte más. —besó el espacio entre sus hinchados y sensibles pechos. —No podré tocarte por mucho tiempo... y quiero recordar cada rincón de ti. —esa petición sonaba anhelante. No tenía ni una pizca lujuriosa, aunque no fuese malo oírlo así. Burbuja sintió romanticismo y una genuina forma de expresar su cariño.
Se arqueó una vez sintió caricias más allá de la satisfacción. No pudo aguantar sus gritos. Jugaba con su deseo como si supiera exactamente dónde lo escondía. Pertenecerle significaba conocerla complementa y vaya que lo hacía. Lo tomó de los hombros intentando atraerlo. Quería besarlo una y otra vez hasta el amanecer. Se debía contentar con esa cita.
Sus cuerpos empezaban a sudar y con ello aumentaban su temperatura. Burbuja le rogó con la mirada que la dejara liberarse de aquella dulce tortura. Su placer se iba construyendo hasta un auge de no retorno. Boomer se sentó en la cama permitiendo que ella se subiera en su regazo. Cuando se rozaron gimieron aún más fuerte. Corrió uno de sus mechones rubios largos. Su rostro estaba ardiendo y transpirado pero no le importaba. Estaba tan bella así; desnuda y sobre él. Burbuja observó el dulce mirar de su amado. Le besó buscando una aprobación para continuar. Se introdujo en ella cuando bajó sus caderas. Frunció el ceño y todo su cuerpo se tensionó ante la maravillosa sensación. La ayudaba posando sus manos en su cuerpo y siguiendo sus movimientos. El ritmo se aceleró como un galope rápido.
—T-te amo Boomer. —alcanzó a decir entre sus agitadas respiraciones. Él sonrió hacia un lado.
—Te amo. —le dio un pequeño beso en los labios antes de terminar dentro de ella con un fuerte gruñido. Acarició su frente con la de Burbuja, haciendo que el roce fuera tierno. Tomó sus mejillas y las acunó. —Eres lo más precioso que tengo.
No mentía. Ella era la riqueza que atesoraría el resto de su vida.
Al terminar disfrutaron los últimos momentos de desnudez pura. Se cambiaron y Boomer la ayudó en los últimos detalles para arreglarse. Mientras lo hacía la miraba con melancolía. ¿Cuánto tiempo debería esperar?, ¿cómo podría seguir adelante sin ella a su lado? Se tomaron las manos antes de salir de aquella habitación y fingir que nada de lo que sentían era real. No fueron necesarias las palabras. El ambiente se notaba a leguas triste. Se miraron una última vez con amor. Burbuja fue la primera en salir, asegurándose que no la viese nadie. Boomer se quedó unos momentos a solas. Vio la cama hecha un desastre y sonrió. Qué persona tan maravillosa era su querida Burbuja. Un ángel caído pensó varías veces como referencia pero incluso así le parecía injusta la comparación. Era única y aunque no pudiese hacer nada en esos momentos, lograría tener a su querida en sus brazos otra vez.
•••
—Por favor, —suplicó Bombón ante los soldados que vigilaban la entrada del palacio. —debo hablar con su alteza Brick.
—Lo siento jovencita pero sin una convocatoria no podrá verle. —le repitió por tercera vez el sujeto de figura alta. Llevaban el uniforme de Lyendor acompañado de un buen armamento. Bombón si fuera otra situación, utilizaría su nombre falso para ingresar. Estaba seguro que Brick había ordenado que se le permitiese pasar a la muchacha que portara ese nombre. Sin embargo si planeaba decir la verdad, tendría que hacerlo desde el principio. Suspiró frustrada.
—¿Qué debo hacer para verle? —preguntó derrotada.
—Escriba una carta, envíela y recibirá una respuesta. —Bombón se mordió el labio inferior. ¡Eso podría tomarle meses! Hay muchas peticiones por parte de los demás ciudadanos ¿cómo podría esperar todo ese tiempo? Se alejó de los guardias cuando supo que insistiendo no conseguiría nada. Podría ser persuasiva pero tampoco para convencer a unos hombres seguros de sí mismos. Bajó las escaleras de piedra mientras sus zapatitos hacían ruido con cada paso. Se tomó el mentón pensativa. ¿Mandaría la carta? Si era la única forma, no lo pensaría dos veces. Suspiró una última vez y alzó la mirada hacia uno de sus costados. Había un carruaje lujoso y varias personas alrededor de una joven pareja de rubios. El hombre portaba un traje único y muy llamativo mientras que la muchacha llevaba un vestido fino y delicado. Distraída se fijó en ella y solo una mirada fue necesaria para que se reconocieran. Burbuja abrió los ojos y le sonrió. Le dijo algo a Cody antes de salir en busca de ella. Intentó no correr ya que de seguro tropezaría. La pelirroja avanzó también hasta ella.
—¡Burbuja! ¿Qué tal? —la saludó con un abrazo muy cálido.
—Bombón, temía que te había sucedido algo. —le acarició los hombros. —¿C-cómo has estado? —sonrió ante la preocupación de su amiga.
—He estado bien. —le informó mientras observa con detalle aquel fino vestido. No sabía que Burbuja poseía esas prendas. La sorprendió... —He regresado para decir la verdad. —admitió en voz alta.
—¿Cómo se lo ha tomado tu... comunidad? —interrogó con cierta complicación al expresarse sobre las personas que formaban parte de sus amistades y familiares. Bombón dudó en contarle la verdad. No quería preocuparla. Se arreglaría de una forma, como siempre lo pudo hacer.
—Bien. Muchos lo han aceptado. —mintió manteniendo el ritmo de su timbre. —Estaba en camino para hablar con su alteza Brick. —indicó con la cabeza la puerta cerrada y custodiada por los dos guardias.
—¿No te han dejado pasar? —preguntó extrañada la rubia. Frunció el ceño.
—No quería utilizar mi falso nombre. —Burbuja hizo una pequeña y amargada mueca. Lo que ambas estaban apunto de enfrentar era difícil y duro. Pero no por eso debía ser todo más complicado para resolverlo. Tomó su mano y tiró de ella hacia el carruaje donde estaba su esposo, su alteza Boomer y Bell. Bombón hizo una reverencia torpe y poco elegante. La futura reina de Feroland arqueó una ceja mientras que Cody miraba a su esposa con interrogación.
—Su alteza, ¿podría concederme un último favor antes de decir adiós? —preguntó con voz dulce y llena de cariño, algo que no pasó desapercibido. Bombón sin embargo, estaba confundida. ¿Decir adiós? ¿A dónde se iría?
—Por supuesto. —asintió y relajó su cuerpo.
—Mi amiga aquí presente debe verse con su alteza Brick. No ha podido realizar una reunión con tiempo, ¿usted podría ayudarla con aquello?
—Si la duquesa me lo pide de esas formas, no puedo rechazarla. —le sonrió. Bell miraba la situación en silencio. No sabía quién era aquella muchacha pero de algo estaba seguro, si traía problemas lo resolvería con sus propias manos. De todas formas nadie podría quitarle aquella sonrisa del rostro. Burbuja volvería a Feroland junto con Cody, y nunca más los volvería a ver por esos lares.
—Esposa, es hora de irnos. —advirtió Cody quien no tenía una de las mejores actitudes. Desde hacía un tiempo que sentía miradas filosas de parte del príncipe. Pensaba que solo era un presentimiento estúpido pero no fue así. —Su altezas, —hizo una reverencia. —agradezco su hospitalidad. —tomó posesivamente la cintura de Burbuja. Sus dedos largos y limpios se adecuaron a su figura. —Espero poder verla pronto su alteza. —murmuró dirigiéndose a Bell. A Boomer se le crispaba la mandíbula. Burbuja apenada miró al príncipe disculpándose. Le dedicó una sonrisa a Bombón antes de subir al carruaje custodiado por algunos soldados en caballos. El conductor dio una orden y los equinos acotaron emprendiendo viaje.
Bombón permanecía quieta y confusa mientras observaba esa escena. Esperaba recibir una explicación al respecto pero sabría que no la tendría por lo menos no en esos momentos. La princesa se retiró luego de dedicarle una sonrisa a su primo y una mirada asquerosa a la intrusa.
—Señorita Beverly si no le es mucha molestia acompañarme... —habló bajito mientras extendía su mano. La pelirroja la tomó apenada y avergonzada por escuchar ese nombre.
—Ella regresará, estoy segura. —aportó mientras avanzaba hacia la entrada.
—Tengo fe en que así será. —al llegar ante los soldados, estos no chistaron. Se aparataron y dejaron paso a ambos jóvenes. —¿Quiere que le acompañe hasta su despacho?
—No es necesario. Muchas gracias su alteza. —se despidieron. Bombón se sentía apenada por él. Era un buen hombre y la hacía muy feliz a Burbuja. Ojalá se hubieran conocido de antes. Pero no podía preocuparse por ellos, ya tenía los suficientes problemas ella sola. Algunos guardias la miraron con recelo mientras que los siervos que pasaban, susurraban palabras a sus espaldas. Se sentía tensa... incomoda incluso. Aquel pequeño mundo que le había tomado confianza ahora se había convertido en un pantano. ¿Y si ese mundo no era para ella? Quizás se estaba metiendo en la garganta del lobo imaginando que podría encajar. Sus manos temblaban y podía jurar que sus piernas tambaleaban.
Una parte de ella sintió alivio al descubrir que no se encontraba en el despacho. Se tomó el cabello nerviosa. ¿Debía seguir buscándolo? Tal vez era una señal de su querido Dios. Eso de cierta forma le reconfortaba. Su tranquilidad no duró mucho tiempo. Se lo encontró de frente al volver al salón principal. Su bello y lincelado rostro estaba acompañado de una barba en crecimiento muy atractiva. Su cabello de longitud media estaba atada en un moño mal hecho. Aquellos ojos fuegos no tardaron en detallarla. Sintió calor y unas fuertes ganas le besarle.
—Beverly, —la llamó sin poder creer su presencia. —¿qué haces aquí? —sus delgados y pecosos brazos rodearon su cuello, terminando en un abrazo.
—Eso es lo de menos ¿no? Ya por fin estoy aquí. —susurró con un rastro de tristeza. El príncipe sonrió con ternura. Era cierto. Lo único que importaba era que ella estaba allí. Tomó sus mejillas entre sus manos y le dio un beso en la frente. Estaba eufórico.
—Te he echado mucho de menos Beverly. —suspiró. No respondió ante esta confesión. Con impulsividad apoyó su boca en la de él, desesperada por un contacto así de nuevo. Sabía a aquella bebida amarga y oscura que alguna vez le había mostrado.
—Yo también. —frunció el ceño y aquellas cejas claras entornaron un rostro triste y angustiado. Las manos grandes y varoniles del príncipe aún no se retiraban del rostro. Acunaba su piel como si fuera la primera vez que lo hacía. Se estaba deleitando con aquel simple contacto. Se sorprendió cuando apartó sus manos de su rostro. Su mirada estaba perdida y distante. —Me gustaría hablar a solas contigo. —aquel deseo no sólo no le gustó sino que le dio un mal presentimiento. Se limitó a asentir y a guiarla a sus aposentos.
Ante la mirada de los soldados que custodiaban su puerta, la dejó pasar con caballerosidad y luego cerró para mayor privacidad. Bombón se encontraba admirando los muebles tan elegantes de aquel lugar. Brick se cruzó de brazos provocando que su espalda fuera aún más ancha. Sus músculos estaban tensos y sus ojos estaban opacos, sin su brillo característico de cuando la ve a ella.
Bombón se acercó y apoyó sus blancas manos en sus brazos, aún cruzados. Aquel gesto lo relajó. Se sentaron al pie de la cama. El vestido de la joven se había arrugado en el proceso. Eso le llamó la atención. ¿Por qué estaba utilizando una prenda tan humilde?
—Brick te he estado mintiendo. —empezó. —Mi verdadero nombre no es Beverly Allen, es Bombón Lavinge. —su voz empezaba a perder seguridad. —Tuve que mentir porque me estaban persiguiendo y... una conocida me brindó su ayuda para poder escapar. —el príncipe no parecía molestarse al respecto. ¿Sólo era una cambio de nombre verdad? Pero sí se sentía preocupado con respecto al por qué la perseguían, y lo más importante ¿quiénes la perseguían?
—¿Es por eso que te fuiste? —frunció el ceño ante aquel pensamiento. ¿Ya habrían ajustado cuentas con ella? Negó.
—Tuve que volver porque mi familia necesitaba saber que estaba bien y además quería advertirles sobre mi amor por ti...
—¿Por qué lo mencionas de esa forma? —¿Por qué era una advertencia?, ¿acaso no querrían que se casara con un futuro rey? ¡No entendía! Esa sensación de inseguridad de apoco fue creciendo en su pecho. Aquella que le había indicado que saber poco, de ahora Bombón, era preocupante.
—S-soy gitana Brick.
—¿Cómo? —preguntó aturdido por la confesión. ¡Eso era imposible! Ni siquiera tenía apariencia de una y tampoco había practicado sus ritos. Su corazón empezó a doler al pensar en lo lejos de su mentira. Cambiar su identidad por un escape no era tan doloroso como saber que fingió ser alguien quién no era. Había jugando con su amor. ¡Tal vez ni siquiera se había enamorado de ella sino de su versión cristiana y rica! Le faltó el aire por unos segundos y se agobió. Ahora entendía el sentimiento de traición.
La miró a los ojos. Se sintió peor cuando aún percibía amor al observarla. ¡Debía decapitarla por traición al reino y prácticas inhumanas! Pero no podría, no con ella. Estaba en un limbo. No hacerlo iba en contra de las leyes pero hacerlo iba en contra de sus principios...
—¡Guardias! —llamó en un grito. Los dos hombres que custodiaban la puerta entraron con una velocidad esperada. —¡Llévenla al calabozo!
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¡Por fin se han dicho todas la verdades!
Pero el camino es largo para felicidad y más para ellos seis...
Espero que les haya gustado, estuve toda la semana escribiendo ❤️
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