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Capítulo 25

Dos semanas habían pasado desde el escape de Bellota. En el reino aún no tenían noticias de Butch y eso ya estaba alterando no solo al rey sino que también al hermano mayor. Ya habían tenido una discusión al respecto. ¿Cómo fue que permitieron que se fuera así sin más? ¡Dejó todas sus responsabilidades! Pero también estaba orgulloso. Estaba arriesgando todo por rescatar a la prometida de su hermano y la hija de un buen amigo. No todos los príncipes demostraban tal acto de valía. Significaba más que una competencia de caza o de pelea. Thomas no ordenó que lo fueran a buscar. No quería dejar el reino sin protección. Ya varios soldados capacitados se habían ido. No permitiría que aumentara la criminalidad por una decisión tonta. Le pidió a Boomer que ocupara el puesto de su hermano mientras él se ausentaba. El rubio no era del tipo de trabajo de campo. Él se encontraba mejor detrás de los documentos, todo lo contrario a los otros dos hermanos. Aumentó la seguridad en los barrios más humildes y en la entradas al reino. Últimamente habían recibido inmigrantes de pueblos pequeños esparcidos en el mapa gracias a la guerra con el imperio. Intentaba ser de ayuda permaneciendo con los soldados. Esperaba que todo esto sirviera realmente y ansiaba la vuelta de Butch aunque no podría ni dirigirle la palabra. Se bajó del caballo una vez que notó un carruaje muy elegante acercándose. Preparó su espada. Por lo general eran carruajes que habían sido atracados y que ingresaban al reino sin un chequeo previo. Si los que se encontraban en el vehículo eran delincuentes, no dudaría en meterlos en el calabozo. El chofer frenó una vez vio a los soldados preparados para atacar en el momento adecuado. Se podía ver al joven chofer nervioso al ver las espadas. Boomer se adelantó y ordenó que se presentara y dijera el motivo de la visita.

—¿Qué sucede pequeño Louis? —preguntó el hombre mientras su lacayo abría la puerta. Vestía unas ropas muy elegantes. Su cabello rubio estaba peinado hacia atrás. Poseía una espada envainada en su lado izquierdo. Se notaba que era un individuo importante.

—Están ingresando al reino de Lyendor, requerimos de su presentación y su motivo de visita. —habló Boomer interrumpiendo al joven que estaba por responder.

—Oh, con que eso era. —menciono despreocupado el recién llegado. —Mi nombre es Cody de los Neutres, el duque de los Neutres. —dijo con una sonrisa de puro orgulloso. A Boomer le tembló la mano al escuchar aquel nombre. Nunca esperó encontrarse con ese hombre y menos en su reino. ¿Acaso Burbuja había escrito una carta para que viniera y aclararan todo de una vez? No, imposible. Ella le habría contado.

—¿Cuál es el motivo de su visita duque? —preguntó el príncipe. Estaba intentando calmar su corazón. Era muy complicado controlar sus impulsos. Le habría encantado ordenarle que se divorciara de su amada. Él era lo que evitaba que estuviera junto a Burbuja.

—Vengo a visitar a mi esposa. —afirmó. —Forma parte de la corte de la princesa Bell Gilbert. —se acercó al príncipe. Abrió su chaqueta y de esta tomó un papel. —Y si eso no es suficiente razón para ingresar, aquí tengo un permiso especial de la reina Annabeth de Feroland. —se lo extendió demostrando su honestidad. Boomer tomó aquel objeto y lo leyó. Estaba en lo correcto. El príncipe hizo un movimiento de mano y los soldados alejaron su agresividad.

—Bienvenido a Lyendor duque. —saludó Boomer permitiéndoles el paso. Sentía tensión en todo su cuerpo. No le gustó para nada cómo se expresó sobre su pareja. Joder. Se sentía una miseria por no replicarle. Esperaba que su estadía fuera corta y sobretodo la peor de todas. Tenía esperanza de que fuera para determinar la situación de su matrimonio pero tenía un mal presentimiento. —Escóltenlo hasta el palacio, —ordenó a uno de los soldados. —y cualquier movimiento me debe ser informado. —le murmuró. Aquel muchacho asintió. El carruaje continuó su camino luego de un azote del chofer.

•••

La mañana por el Valle Comercio estaba muy bochornosa. Habían nuevos comerciantes y clientes gracias a la inmigración tan repentina. Intentaron aumentar la seguridad pero fue más complicado de lo esperado. Brick se ofreció a ayudar a regañadientes del rey. El futuro heredero no podía andar en las calles. Brick le replicaba diciendo que si el futuro monarca no conocía su reino de la punta a la otra ¿quién más lo haría? Este tiempo de peleas las tenían desde hace un tiempo. El pelirrojo era aventurero, valiente. Su vida no iba a ser en un trono. Por supuesto que no. Aquello era otro pendiente que tendría que hablar con él, esperanzado de que fuera una conversación sencilla.

Se había vestido sencillo, inadvertido. Al estar en una zona tan problemática, era muy probable que le ocurriera algo. No todos eran aliados de la
realeza y si tenían la oportunidad de hacer daño, estos la aprovecharían. Llevaba una capa que cubría su rostro. Tenía una camisa sencilla junto con un chaleco de cuero. Atado a su pantalón llevaba su espada envainada. Andaba por los senderos que recorrían cada puesto. Vigilaba en silencio. Había muchas voces juntas que podrían confundir a cualquiera pero sabía guiarse entre esas palabras. Sus viajes en barco le habían permitido aprender idiomas y lenguas de otras regiones. Tenía una habilidad intelectual única para ese tipo de cosas. Aún no era un experto en la escritura de aquellas lenguas pero tenía la esperanza de serlo.

Esa era la parte más divertida de sus viajes. Encontraba nuevas cosas que nunca se imaginaba. El aprendizaje de otras culturas lo llevaba a otros entendimientos, experiencias y decisiones. Era una lástima que su padre no lo viera de esa forma. Incluso si lo viera desde su punto de vista, no contaba con los conocimientos suficientes para seguir avanzando. Sus viajes fueron más bien cortos y nada efectivos en cuanto a remuneración. Por eso era fundamental que encontrara a ese pirata. Silas Bracco sería su salida. Lo contraría y utilizaría sus conocimientos a su favor, siempre y cuando pudiese convencerlo. Los piratas eran muy difíciles de ganar por buena mano. Eran los ladrones de las aguas. No iba a ser nada fácil utilizar el saber de un pirata a su favor. Menos si se trataba de Silas, un hombre que había demostrado tener pantalones y no tener miedo ante nada. Encima de inteligente era astuto. Nunca permanecía en un puerto el tiempo suficiente como para encontrarlo. Solo permanecían rumores de su estadía. Cuando Michael le informó sobre los rumores no dudó en utilizar algunos espías para que le informaran sobre los puertos del sur. Seguramente estarían restableciendo sus suministros. Si era lo que pensaba, harían dentro de poco un viaje largo. Estarían vendiendo los tesoros que encontraron y buscando alimentos, armamentos y por supuesto alcohol.

Por su parte también esperaba que Beverly aceptara la vida que le esperaban. Era una señorita de palacios, no de barcos y aventuras. Estaba seguro que se casaría con ella, y haría todo lo posible para hacerla feliz, pero esperaba que esa felicidad fuera junto a sus sueños. Por unos momentos sintió temor al imaginarse a aquella pelirroja rechazándolo. Tal vez se estaba precipitando pero casarse implicaba pensar en el futuro. Debería hablar con su padre también. Aún no conocía nada de la familia Allen. En el palacio nunca habían mencionado aquel apellido. Quizás se trataba de una familia honorable de otro reino. Su amiga era de Feroland, tal vez se conocían de allí. Le llamaba la atención que ella viviese aquí. ¿Cómo era posible que una hija de una familia honorable viviese sola en otro reino? 

En su divague mental, presenció un robo. Una mano rápida tomando una pequeña bolsa de cuero de una cintura ajena. Aquellos dedos se ocultaron rápidamente pero el individuo no. Tomó su hombro con fuerza provocando un giro precipitado del criminal.

—Pero ¡¿qué hace?! —le replicó con voz chillona. Tomó sus brazos haciendo una llave violenta llamando la atención de alrededor. Los rodearon rápidamente. Lo tiró al suelo y apoyó su rodilla en la espalda del ladrón. Este se quejó. Tomó sus muecas posicionándolas detrás de la espalda. Mientras las sostenía con una de sus manos, palpó el costado tomando aquel pequeño saco recién robado.

—Me parece que esto no es tuyo. —le mencionó. Varios caballeros se acercaron, tomaron al criminal y se lo llevaron. Muchos murmullos se escucharon alrededor. Brick fue hacia la víctima. Era una mujer, algo mayor para él, tenía el cabello castaño claro y sus ojos eran oscuros. Tenía un rostro cansado pero su sonrisa no se hizo esperar al ver el gesto tan honorable del muchacho. —Tome dama... —le entregó la bolsa esperando que extendiera su mano. Al hacerlo ella asintió agradecida. Pero el contacto no terminó ahí. Ella tomó su mano, viendo y analizando su palma.

—Es usted un hombre lleno de amor. —murmuró con voz tranquila. —Tiene una mujer que lo ama mucho —sonrió al escuchar aquello. Beverly apareció en su mente. —pero veo oscuridad en su camino de la felicidad. —ambos fruncieron el ceño. La mujer pasó su dedo índice por su mano. Veía con atención las líneas de sus manos. La señora alzó su mirada encontrándose con unos ojos rojos intensos. —Debe confiar en su corazón si quiere recibir el tesoro más grande de todos. —mencionó con una pequeña mueca en su rostro. Brick se quedó estático ante aquella declaración. La mujer había desaparecido en un abrir y cerrar de ojos. Sí que era valiente. Utilizar prácticas de gitanos en público y más con un desconocido era arriesgado. Lo hizo sin saber de quién se trataba realmente. Butch en su lugar la habría puesto en el calabozo para ser decapitada en la plaza mayor. Sin embargo eso no era lo que había tocado su fibra sensible, sino sus palabras. ¿Qué era aquella oscuridad que nublaba su felicidad?

•••

Bellota hizo una parada más en alrededor de treinta minutos. El caballo que robó al parecer aún no estaba adiestrado para largos caminos y menos si eran corriendo. Era muy sencillo que se cansara lo cual irritaba aún más a Bellota. Su padre tenía una gran ventaja, debía llegar antes que el general desate la batalla. No quería perder a otro miembro de su familia, incluso si se trataba de él. Llevó al equino hasta el arroyo que había encontrado. Tiró de sus riendas y este en un segundo comenzó a beber. «Si tuviese a Kaled llegaría en una corrida» pensó mientras suspiraba al ver al pobre animal muerto de sed. Aprovechó para llenar su cantimplora con aquella agua que parecía cristalina. Ató las riendas en un árbol cerca de las pasturas frescas y nuevas. Mientras esperaba que el animal descansara, buscaría más comida. Los alimentos que se llevó de su casa habían alcanzado para unos días. Luego se propuso a recolectar bayas y algunas frutas de la época. Agradecía tener un mínimo conocimientos sobre naturaleza. Su hermano le había enseñado lo necesario. Se limpió unas lágrimas al recordarlo, siempre fue fuerte y lógica cuando pensaba en él. Sin embargo ahora esa fortaleza se había quebrado. En estas épocas de guerra se sentía aún más fuerte el sentimiento de pérdida e impotencia. Esperaba encontrar a su padre y llevarlo a casa, aunque fuese a la fuerza.

—Ojalá estuvieses aquí conmigo mamá... —murmuró en voz alta mirando al cielo. Su madre, que en paz descanse, había sido una guerrera. Nunca se dejó avasallar por nadie. Estaba seguro que el general se había enamorado de ella por eso mismo. Analia había sido una madre ejemplar pero abandonó rápidamente la familia luego de una rara enfermedad. Al parecer el destino de los Wilson era desaparecer... Suspiró frustrada. En el recuerdo de su hogar apareció Butch en su mente. ¿Cómo podía ser que ese estúpido no se daba cuenta de sus sentimientos? Quizás se había dado cuenta pero no correspondía a sus sentimientos. ¡Mierda! Nunca había pensando en esa posibilidad. Qué inocente. Se llevó los dedos a la boca nerviosa. Frunció el ceño preocupada.

Volvió con algunas bayas silvestres. A medida que avanzaba el frío las hierbas eran más pobres y los arbustos perdían sus hojas junto con sus frutos. Recolectó lo que pudo pero también pensaba casar alguna liebre, ciervo o quizás algunos peces. La carne llenaba mucho y era muy eficiente cuando se viajaba. Si se cocinaba bien y se agregaba granos de sal, podría durar por un tiempo. Recogió algunas ramas secas y hojas. Las acomodó y buscó dos rocas filosas. Las frotó con fuerza provocando un chispazo. Tardó en hacerse el fuego pero con paciencia y buena dedicación Bellota lo consiguió. No se preocupaba por quienes estuviesen alrededor. No estaba en terrenos enemigos aún y si se encontraba con una pandilla peligrosa se podría defender correctamente. Había salido de su hogar con las armas suficientes. ¡Incluso había llevado un arco y flecha! No fracasaría por falta de armamento.

Estiró sus manos hacia la pequeña fogata, intentando tomar calor. Sus manos tan blancas y perfectas ahora estaban sucias y astilladas. Rió al darse cuenta de lo rápido que pueden darse vuelta las cosas. Podría estar en su hogar disfrutando de sus lujos pero decidió abandonar todo por un buen mayor. Comió algunas bayas mientras observaba al caballo descansando.

—Debería ponerte un nombre. No puedo seguir llamándote "caballo", "oye tú" o "equino". —mencionó para luego inclinarse y ver sus genitales. Al final era un padrillo. —Eres macho y debilucho, ¿y si te llamo Butch? —preguntó en voz alta. Se acercó a él con tranquilidad, le dio unos mimos en el hocicos y le sonrió mientras lo hacía. —También eres lindo como él... —mencionó por lo bajo. "Butch" relinchó con aprobación. 

Al cabo de unos minutos decidió buscar sus suministros proteícos. Se fijó en el arroyo si había algún algunos peces, para su suerte habían pequeños. Tomó una rama larga y le hizo una punta filosa con una daga. A las orillas del agua apuntaba con aquella jabalina casera a las pequeñas presas. Con fuerza y rapidez cazó a su víctima. La sangre tiñó apenas el agua. El pececillo se movía impaciente sabiendo que su muerte se avecinaba. Cuando el ser ya no estuvo vivo, le clavó una de sus flechas atravezando su anatomía de forma horizontal. Repitió el proceso con dos pescados más. Se turnó para asar cada uno de los cadáveres. El olor de la carne asada aumentó su petito y llamó la atención de otro individuo...

El príncipe que había ido con la intensión de buscar a la pequeña de la familia Wilson, estaba parado en un bosque frondoso y bastante tranquilo. Había pasado por algunos pueblos muy pequeños pero nadie le había dado información soobre Bellota. Eso le estaba empezando a preocupar. ¿Y si había tomado un camino diferente? Joder, ella era inexperta en viajes de ese tipo. Había tantos peligros que no podía contarlos con las manos. Sin embargo, no se rindió. Imaginar perder a alguien como Bellota le partía el alma. Había prometido que la traería sana y salva para su hermano, el general y por supuesto por su amigo Ramiro. Las esperanzas volvieron cuando el camino se había acortado a una opción; el bosque que separaba el este con el oeste. Si ella estaba bien orientada estaría ahí. Cuando llegó a ese tipo de ambiente, tuvo más cuidado. Los ruidos más extraños podrían ser los más peligrosos. Tampoco quería alarmar si había otra persona allí. Toda esa frustración y preocupación abandonó su cuerpo cuando vio una cabellera más bien de corte medio cerca de un riachuelo. Su complexión era de una mujer y cerca de ella había un equino, ¿eran muchas las posibilidades de que fuera otra señorita? Se quiso sacar la duda al instante. Avanzó con Casey quien con sus cascos delanteros rompió una rama alertando a Bellota. Esta se levantó velozmente dando una media vuelta. Sus ojos se encontraron sin quererlo pero en ambas mirada hubo un alivio que nunca habían sentido. Butch se bajó precipitadamente de su yegua y sus brazos rodearon la cintura de su amada. Se escucharon sollozos por parte de la señorita. Su lloro mojó el hombro del príncipe.

—Bellota, por fin te encontré. —mencionó Butch tomando las mejillas de la chica, verificando que estuviese en una pieza. Las lágrimas aún corrían por su rostro, pero él intentaba limpiarlas con sus pulgares. —¿Estás bien?, ¿no te sucedió nada? 

—E-estoy b-bien.—susurró mientras temblaba en los brazos del princípe. No podía comprender si era un sueño o si era una ilusión pero no quería dejar ir ese momento.

—Dios muchas gracias. —agradeció instintivamente. —Tenía tanto miedo de no encontrarte. —se separaron pero aún se tomaban las manos, asustados de perder el momento si dejaban de hacerlo. A Bellota se le hizo un nudo en la garganta, se había olvidado de cómo hablar. No esperaba esa afirmación por parte del moreno pero le alegraba tanto saber que el miedo de no encontrarse era mutuo. Butch frunció el ceño luego de unos minutos. —¿¡Por qué te escapaste mierda?! ¡No tenías a que hacerlo! ¡Estás comprometida!, ¡podrías haber muerto!

—T-tenía m-miedo Butch. —dijo apenada ante los retos de su amigo. —No quiero perder a nadie más, no lo quiero perder. —sentenció llorando de nuevo. —No lo soportaría...—el príncipe tragó duro ante su honestidad. Nunca supo lo que sentía y escuchar la verdad, lo sensibilizaba más de lo que creía.

—Tranquila, tranquila... —intentó relajarla tomándola una vez más en sus fuertes brazos. Quería que ese lugar fuese ahora su refugio, sabiendo que no tomaría nunca más ese rol.

•••

Cuando el duque llegó al palacio fue recibido por el propio rey. Lo invitó a un almuerzo de bienvenida. El duque de los Neutres era una persona que había hecho su riqueza por el campo y gracias eso si nombre había empezado a ser conocido. Todo integrante de la realeza estaba interesado en tener un aliado tan rico cómo él, más en estos tiempos de guerra donde la comida era escasa y la ayuda siempre era buena. Por petición de Cody, su esposa también estaba invitada pero la invitación no había sido bien recibida por parte de Burbuja.

Se había enterado por algunos rumores en los pasillos pero no los había creído hasta verlo en persona tocando en su puerta. Blanca sonrió de lado a lado cuando los vio de nuevo juntos. Sentía que Burbuja necesitaba del cariño de la familia, ¡y qué mejor que su propio esposo!

—¿Señor? —preguntó por lo bajo mientras asimilaba el abrazo que recibía. El rubio tomó sus mejillas y le dio un beso en los labios, uno corto y sin emoción. Le sorprendió la forma en la que se dirigió a él. Lo estaba tratando de usted.

—Burbuja, querida mía. —le tomó las manos luego. Vio el rostro de la joven que aún permanecí sorprendida. —¿Cómo has estado? Te eché mucho de menos ¿sabes? —le mencionó haciendo saber sus emociones.

—He estado bien, ¿y cómo ha estado? —preguntó recuperando su compostura. Se acarició el a cabello trenzado, aún nerviosa.

—Se siente mucha soledad en la casa sin tu presencia..., sin tu sonrisa preciosa que tienes. —dijo provocando una mueca leve en la rubia. —Estuve con tus padres, tan cariñosos conmigo. —Burbuja alzó la mirada al escuchar sobre su familia. Tenían brillo especial.

—¿En serio?, ¿cómo se encuentran? —se animó a preguntar mientras jugaba con su trenza.

—Han estado bien. —le sonrió. —Sin embargo la panadería ha tenido sus complicaciones.

—No puede ser, —frunció el ceño. —ellos no me han escrito nada al respecto.

—Claro que no lo harían, no querían preocuparte y además ellos cuentan conmigo. No debes inquietarte. —acarició su cabello y le acomodó un mechón detrás de su oreja. Saber que sus padres estaban bien la relajó, aún más cundo supo que Cody les había dado una mano. Lo miró fijo a esos ojos azules. ¿Por qué estaba aquí? ¿Acaso había recibido su carta? No, imposible. No estaría tan alegre, a menos de que también estuviese de acuerdo.

—Puedo hacerle una pregunta, —Cody asintió. —¿por qué ha venido?

—Mmh, recibí una carta de su majestad Annabeth dándome permiso a visitar el reino de Lyendor. Además de que me ha permitido llevarte a casa. —Burbuja se separó bruscamente. ¿Volver? No podía ser posible. Todavía la princesa Bell se quedaría aquí, no podía volver a su hogar.

—¿Regresar a Feroland? —Cody asintió.

—Me dijo que el favor que le debías ya ha sido saldado, y que espera tu regreso con ansias. —la rubia intentó murmurar unas palabras pero no lo lograba. Era mucha información en poco tiempo. ¿Cómo había ocurrido todo eso? No había recibido ninguna carta de la reina sobre ese tema. Eso la mantenía intranquila junto con la explicación que le debía dar a Boomer luego. ¡¿Cómo se lo diría?! —Ahora acompáñame, su majestad nos ha invitado a un almuerzo especial.

—¿Un almuerzo especial? ¡No hay forma! No puedo ir así. —mencionó apenada al ver sus pintas de sierva. Cody sonrió.

—Uses lo que uses te ves espléndida cariño. —le dio un beso en la frente. —En nuestra habitación, hay unos cofres con algunos vestidos tuyos. Me tomé la libertad de escoger los mejores. —Burbuja asintió incómoda. ¿Estarían durmiendo en el mismo cuarto ahora? Boomer no se lo tomaría nada bien.

—Adelántese, su majestad Thomas debe estar intrigado por conocerle. Me tomara un tiempo vestirme... pero lo alcanzaré en unos minutos. —el hombre asintió y antes de despedirse le tomó la mano y la besó en el dorso. Para ese momento Burbuja estaba más perdida que cuerda. En el mismo día que había llegado ya debían compartir habitación, regresar a Feroland y encima tener un almuerzo con la familia real. Parecía que Dios estaba jugando con ella. Esperaba que sus oraciones la ayudasen a enfrentar las consecuencias de sus actos.

Se vestió con un vestido largo de color rojo intenso. Tenía varias capas de telas finas y lisas. Era una prenda más bien simple pero elegante. Sus mangas eran largas y ajustadas hasta su muñecas. El escote era recto. Calzó unos abarcas básicas y de todos los días. No utilizó joyas muy extravagantes, solo unos aretes ajuego con el color del vestido. Se arregló la trenza en un moño bajo. Los mechones caídos se los colocó detrás de la oreja. Se dirigió al comedor principal donde se encontraban todos los invitados. En la punta se encontraba Thomas, a los laterales estaba Cody y enfrentado a este Boomer junto con su hermano Brick y Bell. El duque de Los Neutres no tardó en levantarse para recibir a su esposa. Burbuja desvió su mirada a Boomer quien permanecía serio. Ella hizo una reverencia antes de sentarse acompañada de su marido. Había un banquete digno de envidiar pero Burbuja no tenía apetito. Lo había perdido con las miradas de Bell y Boomer sobre ella. La incomodidad hacía que todo fuera más complicado.

—Es un placer verle de nuevo duque. —habló la princesa con una sonrisa tan encantadora como engañosa. Cody asintió.

—Siempre es un placer reunirme con la realeza.

—Mi hermana me ha dicho muchas cosas sobre usted. —habló el rey mientras un sirviente le servía la comida al plato. —¿Su familia siempre se ha dedicado al mercado agropecuario? —tomó su copa llena de vino mientras esperaba la respuesta.

—No, en realidad en mi familia siempre han sido caballeros. Heredé las tierras cuando mi padre falleció. Fueron un regalo del anterior rey de Feroland, el padre de su majestad Bill Gilberton. Yo solo lo aproveché al máximo. —mientras las conversaciones empezaban a fluir entre Thomas y Cody, Burbuja mantenía la cabeza cavizbaja, sin motivaciones algunas. Boomer por el contrario estaba irritado. La voz del sujeto le molestaba más de lo esperado. Aún no había podido hablar con la rubia, por consecuencia no sabía la razón sobre la visita de su perfecto marido. Tampoco le gustaba los toques que tenía con Burbuja. Estaba demasiado acaramelado y no podía culparlos. Veía que su amada estaba siendo fría con él pero tampoco podía levantar sospechas ¿no? Se estaba muriendo de los celos. —Luego, conocí a la dama más bella en una fiesta de su majestad Annabeth. —Cody desvío la mirada hacia su esposa. Tomó su mano y le dio un beso, repitiendo el gesto de hace unos momentos. —Nos casamos con la bendición de la reina.

—Aw, qué historia más bonita. —suspiró Bell con satisfacción. Brick asintió, incómodo. Sabía que su hermano tenía una historia con ella pero estaba casada, ¿acaso le había mentido? —¿O no primos? —preguntó obervando las reacciones del rubio. Burbuja también lo observó. Le temblaba el labio inferior y las manos.

—Sí, es encantador. —balbuceó el menor de los príncipes.

•••

Bellota y Butch aún no habían emprendido viaje. El príncipe aún intentaba convencerla de volver pero no había forma. Estaba convencida de que debía buscar a su padre. Aprovecharon para terminar de comer y darles un buen descanso a los caballos.

—Bellota, debemos volver. Brick estaba... preocupado y a tu padre le gustaría saber que estás en tu casa sana y salva.

—No volveré, no si no es con mi padre. —el moreno, un poco molesto por su actitud obstinada, se acercó y le tomó las manos. Las acurrucó como si fueran de cristal, delicadas y frágiles.

—Bellota debo llevarte conmigo, lo prometí.

—¿Por qué viniste por mí? —preguntó con tristeza en la mirada. Frunció el ceño ante la pregunta. Se rascó la nuca y se despeinó. Abrío su boca varías veces. Le sudaban las manos de repente. ¿Era el momento? Nunca lo sabría si no lo hacía. —Podría haberme buscado cualquier soldado...

—¡Por supuesto que no! Por culpa de ellos huiste. —gruñó frustrado. —Soy el único que podría cumplir con esta misión. —Bellota asintió ante esa declaración. Su respuesta no fue la esperada. Se alejó precipitadamente. Butch chistó ante aquello. —Por favor no te enojes con Brick, él debía quedarse. —la mujer ya empezaba a molestarse. Caminaba de un sitio así el otro con nerviosismo. No debió ser tan directa, ¡incluso evadió su pregunta!

—No estoy enojada con Brick. —aclaró rápidamente. —No entiendo porqué debería.

—Bueno como es tu futuro esposo pensaba que quizás...

—¡Pues no! —le gritó con despecho. —¡Estás equivocado!

—Tranquilízate Bellota. —le pidió como si fuera una plegaria. La veía demasiado nerviosa y ansiosa. Sabía que estaba inestable por todo lo que estaba viviendo. —Pronto estaremos con él ¿si?

—No entiendes Butch, —le mencionó con los ojos entornados. Su mirada podría causarle escalofríos a cualquier hombre. —yo no lo quiero. —hizo una pausa antes de seguir. —En la única persona que pensaba cuando me sentía en peligro y que me arrepentiría el resto de mi vida si no la volvía a ver eras tú. —admitió con la mirada triste. Cerró sus manos formando unos puños. —Te amo ¿vale? Y me importa un bledo Brick y los demás, pero cuando pensaba en los peligros que me rodeaban, temía más por no volver a verte que en mi bienestar. —hizo unas pequeñas ventilaciones antes de continuar. —No me sentía lo suficientemente valiente para decirte lo que sentía pero ahora que sé lo que sientes... es la mejor forma para que me dejes y vuelvas. —murmuró con su último aliento de confianza. Butch no tardó en encerrarla entre sus brazos.

—¡Por supuesto que no te dejaré! Menos ahora sabiendo la verdad. —tomó su rostro y acunó sus mejillas. Le dio un beso en esa boca que permanecía con una mueca triste. Bellota sorprendida por aquel beso, no pudo ni siquiera corresponder. —Te amo, te amo, te amo muchísimo.

—Pero tú viniste por Brick... —mencionó apenas pudo respirar.

—Mi amor hacia ti fue el único motivo para buscarte. —afirmó con seguridad, sin dudas o titubeos. Habían pasado muchas cosas como para dudar ahora. Si ambos se amaban, este era el momento de admitirlo. Una complicidad se hizo lugar en ambos corazones. Si a ambos les sucedía algo, se irían felices porque ya lo tenían todo.

No se resistieron a darse otro beso, está vez más apasionado. No se iban a restringir. No más. Esa pasión los movían y eso querían transmitirle al otro. Bellota le tomó el cabello despeinándolo aún más. Butch la tomó de la cintura con fuerza. No le gustaba admitirlo pero aquellos pantalones se ajustaban muy bien en su figura. En un mal paso, el príncipe se tropezó cayéndose al suelo. La morena cayó sobre el regazo del muchacho. Se rieron por ese momento tan torpe del chico que siempre había sido ágil. Sus miradas chocaron y soltaron chispas al instante. Bellota tenía sus piernas estaban a cada lado de las de él. Ambos estaban sentados a punto de dar la mayor entrega de amor. La joven tomó su cuello y tiró de él. Le besó los labios con intensidad. Sus manos temblaban mientras lo acariciaba con ímpetu.   Butch daba suspiros con cada contacto de ella.

—Butch, quiero... quiero ser tuya. —murmuró entre sus labios. Sus manos habían bajado de su cuello a su pecho. Jugaba con el lazo que sostenía su camisa verde pantano. Dio unos besos en su piel pálida del cuello. Ante esa declaración, el príncipe sonrió. Nunca esas palabras habían sido tan preciosas. Ella lo ayudó a desvestirse. Se quitó aquella camisa dejando su pecho al descubierto. Sus pectorales estaban tonificados y tenían algunas cicatrices que le daban un aspecto más rudo. Sus abdominales estaban bien marcados y al pasar sus manos por ellos se sentían bien al tacto. Butch no se quedó atrás. Sus dedos se pasearon por su vientre antes de subir hacia sus pechos. Los acarició disfrutando de las reacciones de la señorita. Hizo movimientos circulares alrededor de su pezón y los suspiros de Bellota eran música para sus oídos. Bajó su boca hacia el espacio entre sus tetas. Dejó un recorrido de besos hacia uno de sus pechos. Tomó uno de sus pezones y lo lamió delicadamente. La morena soltó un gemido al sentir su lengua en una zona tan sensible. Las sensaciones empezaban a subir de tono. Arqueó su columna dándole más terreno para avanzar. Sus pieles aumentaban de temperatura con cada paso que daban. Apurada e inquieta, se levantó desatando su pantalón de cuero. Se lo quitó dejando su parte más sensible a la vista. Se volvió a posicionar encima del joven, dispuesta a continuar con ese gesto que los iba a marcar para siempre. Butch permanecía sorprendido por lo directa que podía llegar a ser pero lo que le maravillaba más era el deseo que veía en sus ojos. Ese sentimiento no siempre se encontraba en otras personas, pero verlo en la persona que amaba era cien veces mejor. El príncipe la tomó apretándola aún más contra su cuerpo. Ambos se deleitaban con los suspiros y contactos del otro. Cuando ella estaba lista, se deshizo del cinturón de su pareja, bajó un poco la prenda inferior y pudo liberar su miembro. Se miraron a los ojos mientras Bellota se montaba encima de él. Ella no era virgen, había estado con Brick antes. Pero las sensaciones que le había provocado el primogénito no tenían nada que ver con las que Butch le provocaba. De apoco descendía, intentando acostumbrarse al grosor y el largo. Los gemidos no se hicieron esperar. Todo era perfecto para ellos. Cuando la comodidad se hizo un lugar, los sonidos y los movimientos no cesaron hasta llegar al cielo mismo. Butch la ayudaba con las caderas que perdían fuerza y velocidad por cada segundo que pasaban. Gimió aún más fuerte cuando sintió los dedos ásperos de Butch en su entrepierna permitiendo un orgasmo que nunca había esperado. Él gruñó con mas intensidad cuando sus paredes contornearon su pene terminando con una expulsión de su esperma. Bellota enredó sus flacos y pálidos brazos en el cuello del muchacho, intentando volver a respirar normal. Butch no perdió ni un segundo y le susurró al oído las palabras más bellas.

—Te amo, te amo con todo mi alma.

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¡Por fin!
Qué emoción me dio escribir este capítulo :)
Espero no tardar con el siguiente.
¿Qué opinan?

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