
Capítulo 24
Butch, preocupado por su amiga, se atrevió a subir las escaleras con dirección a una sola habitación. Abrió de un portazo ocasionando un gran estruendo. Cómo habían dicho las siervas, la habitación estaba vacía y muy bien ordenada. Abrió el armario y todos los vestidos y abrigos estaban allí. Revisó un poco más y no había indicio de algo extraño. Recordó aquel pantalón que siempre usaba. No lo encontró por ningún lado. Tampoco estaban sus botas de montar. Bajó las escaleras, apurado. Lo que estaba pensando no le agradaba nada.
—Llévenme con los cocineros. —ordenó con brusquedad. Lo guiaron a la cocina. —¿Han notado la falta de algún alimento? —preguntó sin saludar. Los ayudantes de cocina se miraron entre ellos.
—Ahora que lo menciona su alteza, faltan algunas frutas y una botella de vino. —Butch abrió los ojos aún más asustado. No estaba el equipo de equitación de Bellota, faltaban alimento y justo esa mañana habían robado un caballo. Todo le indicaba que se había escapado.
—Daré alarma a la armada real. Encontraremos a la señorita Wilson cueste lo que cueste. —observó a los sirvientes mientras resonaba su voz por las paredes de aquel hogar. Intentó que no le temblara la voz pero cada escenario que se imaginaba era uno peor que el otro. ¡¿Cómo se le había ocurrido escapar así?! Sabía que sus locuras la llevarían a hacer cosas sin sentido, pero nunca se imaginó algo así. Apenas pudo subirse a su yegua, trotó rápidamente hacia el castillo. Debía hacer una inspección rápida sobre el reino con algunos soldados. Si aquello no resultaba, debían buscar por el Bosque Encantado, y eso tenía que ser antes del anochecer. No podía permitirse investigar en aquella zona de noche.
Ni siquiera se dio la oportunidad de ir a los establos y dejar a su caballo. Terminó en la entrada, alterando a aquellos guardias que permanecían tranquilos. Frenó en seco y con una voz que hacía mucho no utilizaba, les ordenó:
—¡Divídanse en cinco escuadrones y registren el reino! Debemos encontrar a Bellota Wilson. ¡Rápido! —sus propia nervios y ansiedad le estaban jugando en contra. Tironeó de las riendas volviendo a trotar.
Empezaría por los alrededores del reino, cerca de donde entrenaban. Tal vez estaba haciendo eso, entrenar. No dudó ni un segundo y se dirigió hacia allí. Luego le comunicaría a Brick sobre lo ocurrido, esperaba que para ese entonces Bellota ya estuviese en su hogar sana y salva. Recorrió todo el gran predio entre las mansiones de los burgueses y políticos mas influyentes pero nada. No había ni un rastro que la llevase a ella. Esperaba que sus soldados tuvieran mejor suerte que él. Se dirigió al castillo una vez terminó su búsqueda allí. La tarde ya estaba haciendo sus últimos efectos en el cielo. Necesitaba investigar algo más antes de adentrarse en el bosque. Cuando bajó de Casey, se la encargó a uno de los cuidadores del establo. Eso le dio una pista. La última vez que había visto a Bellota fue con un joven. ¿Acaso habrá tenido algo que ver con su repentina desaparición? Dudó unos segundos al no encontrarlo con la mirada.
—Llame a todos los encargados. —dictó al delgado señor que lo había asistido antes. El hombre cumplió la orden y todos los encargados estaban allí, incluyendo a Mitch. Butch los observó a todos mientras hacían un reverencia. Sabía que si veía su rostro lo reconocería. Las pecas y el cabello castaño claro no se hicieron esperar. —Usted, —lo llamó una vez estaban enfrentados. —¿sabe dónde está la señorita Wilson? —Mitch mantuvo la cabeza gacha. Le temblaban las manos al escuchar al príncipe hablar directamente. ¿Cómo había llegado a aquella conclusión? Bellota le había dicho que nadie la buscaría, ¡pero qué niñita tonta!
—N-no sé de lo que habla su alteza.
—¡Claro qué sí! Ha sido usted quien la ayudó a robar el caballo. —el silencio repentino de Mitch lo convenció aún más de su hipótesis. —¡Soldados! —llamó a algunos uniformados que cuidaban la entrada. Habían aumentado la seguridad luego del robo de la noche anterior. —Arréstenlo, por cómplice de robo. —le tomó del brazo antes que vinieran sus peones. —Y juro que si Bellota no aparece con vida, te mataré yo mismo.
•••
—Burbuja. —la llamó Blanca por décima vez. —¡Burbuja! —le advirtió con un grito más audible.
—¿Qué? —preguntó asustada y con la mirada perdida en su amiga.
—Si me podrías pasar aquella falda. —le señaló Blanca con con una aguja en la mano y el hilo en la otra, intentando no perderlo. Burbuja asintió apenada por su comportamiento. Con delicadeza, tomó la prenda y la dejó apoyada sobre la mesa de trabajo de su amiga. La princesa se había puesto quisquillosa y había pedido muchos vestidos. Al final de aquella declaración, pidió que fueran hechos exclusivamente por su corte. La mirada que luego le dedicó a Burbuja le podría haber dado escalofríos a cualquier persona. Esa advertencia fue más que evidente y eso la tenía en alerta. —¿estás preocupada por la actitud de la princesa? —preguntó tomándola por sorpresa.
—Eh, no. —mintió mientras mantenía su concentración en la aguja. —Siempre le gustó tener muchos vestidos ¿no?
—Tienes razón, pero últimamente ha estado más.... quisquillosa. —murmuró Blanca mientras terminaba de hacer su trabajo.
—Si la reina la viese seguro pegaría el grito en el cielo. —bromeó Burbuja arrancándole una sonrisa a su amiga.
—Espero que podamos volver pronto a casa. Extraño la primavera de Feroland.
—Sí... —alcanzó a decir Burbuja antes de que todos sus pensamientos la atacaran. La carta ya había sido enviada, y solo esperaba que Cody y la reina empatizaran con ella. Si se separaban, ella tendría que vivir aquí con Boomer, siendo una nueva princesa. Extrañaría mucho su ciudad, familia y vecinos. De seguro los podría visitar las veces que ella quisiera. —Siento que esta pequeña visita de su alteza se están extendiendo demasiado... —Blanca le sonrió con picardía.
—Tú lo que quieres es estar en los brazos de tu flamante esposo. —Burbuja, incomoda por aquella respuesta, desvío la mirada. Distraída, se pinchó el dedo. No pudo evitar dar un pequeño quejido. Se levantó automáticamente de la silla, Blanca la copió.
—Uy, espera que busco algo para limpiar. —tomó una tela que había quedado de un recorte que habían hecho antes. Se la extendió y Burbuja envolvió su dedo.
—Y-ya vuelvo. Me lavaré rápidamente. —tomó el pomo y abrió la puerta. —Avanza lo que puedas, así podemos terminar antes ¿si?
—Está bien, no tardes mucho. —le mencionó antes de que se marchara.
Burbuja dirigiéndose al baño, la comieron sus pensamientos de nuevo. ¿Qué pensarían sus amigos? Seguro la tratarían como una golfa. Casada y acostándose con el príncipe de otro reino. Esas preocupaciones no se irían aunque pensara en el amor de su vida. Abrió la puerta y con agua fría y jabón se lavó el dedo. Chilló un poco. Hacia mucho que no se cortaba o pinchaba. En la panadería de su podré tenía mucho cuidado, y en costura también lo tenía. Realmente la afirmación de su amiga la tomó desprevenida. ¿Se lo tendría que decir? Blanca era una joven muy conservadora, apenas se enterase la tacharía de traidora del señor. Todo el reino se enteraría. Lavó la tela y luego salió del baño. A la vuelta un brazo la tomó repentinamente y la encerró en la habitación. Iba a gritar pero al ver a Boomer no pudo evitar sonreír. Saltó a su cuello y le dio unos pequeños besos en la boca. No se habían visto por la mañana ni la tarde, y cada segundo a solas era una tortura. Boomer le acarició aquel cabello rubio trenzado. Esos ojos celestes la miraban con un amor tan puro, tan pleno que solo unos segundos con ella y todo problema de su vida se desvanecía.
—Verte es una caricia al alma. —murmuró él sobre los labios de ella. —No sabes lo mucho que extrañaba tocarte, hablarte y verte. —Burbuja sonreía encantada por toda la situación. Boomer notó la humedad de las manos de su amada. Curioso le preguntó: —¿Qué pasó que vienes con las manos así?
—Un accidente en el trabajo, cosiendo un vestido.
—Vaya, entonces es cierto que mi prima mandó a hacer más vestidos. —murmuró divertido Boomer. Burbuja arqueó una ceja arrancándole una carcajada al príncipe.
—No es nada gracioso. Creo que lo está haciendo apropósito. ¡Tal vez sabe de lo nuestro! —murmuró preocupada. —Seguro ya lo está divulgando con todo el mundo. —Boomer negó con la cabeza. —¡Boomer no es gracioso, en serio!
—Lo siento cariño, pero tu imaginación no tiene límites.
—No estoy imaginando. A ella le gustas. Daría todo para estar contigo... —mencionó molesta mientras se secaba las manos con su vestido. El rubio sabía de lo que hablaba su amada, y en parte esa actitud celosa de ella le acusaba una excitación en el corazón que lo halagaba. Le tomó las manos llamando su atención. Las besó y la encantó con su mirada.
—Tú eres la única para mí Burbuja, desde el primer momento que te vi supe que fue así. —dijo recordando aquel altercado en la cocina donde ella mantenía una altitud altiva y empoderada. —Y si mi prima se atreve a hacerte algo o a nuestro amor, sabrá quién soy realmente. —Burbuja lo miró con ternura, maravillada por la protección de sus palabras. —No lo negaré, ella sabe que tenemos una relación. Incluso algunas de sus tácticas para separarnos funcionaron.... —dijo aquello con una espina en el corazón. Se sentía culpable por dejarse caer en las palabras venenosas de su prima. —Es por eso que hay que tener cuidado. Nunca sabremos cuál será su próximo movimiento. —Burbuja asintió, atenta a las palabras del príncipe. —Podré protegerte cuando estemos a juntos, pero no lo podré hacer cuando estés a solas, no hasta que tu divorcio haya terminado... —la rubia volvió a asentir. Aquello estaba muy claro. Con él cerca, nadie se animaría a atacarla. Por el contrario, aquella fortaleza se perdería automáticamente estando sola. Era una simple sirvienta, no tenía rango social ni jurisdicción. Adicionándole que estaba casada, si mencionaba que era amante del príncipe la apedrearían por adulterio. Hasta que el divorcio no fuera aceptado por la reina de Feroland y los ministros religiosos eso se mantendría así. Boomer le acarició la mejilla. —Sé que estás arriesgando mucho Burbuja, pero todo será recompensado con nuestro amor.
—Lo sé muy bien. —dijo con la mirada perdida en sus manos entrelazadas. Hizo puntas de pie y lo besó en los labios tomándolo por sorpresa. —Te amo.
—También te amo. —susurró entre sus labios. —Ojalá el tiempo pudiese detenerse en estos instantes. —suspiró frustrado. —No me gustaría terminar estos momentos, pero debo terminar unos asuntos.
—Sí, yo también. —se miraron unos segundos antes de darse un último beso. Burbuja salió primera, Boomer esperó unos segundos y salió después. Bajó unas escaleras con dirección a las oficinas de los religiosos. Quería averiguar qué podría hacer para adelantar un divorcio. Sabía que la jurisdicción total de aquel asunto lo tendría su tía pero si había una forma de revertir aquello, lo haría sin peros. En el camino se topó a Brick y Butch hablando exaltadamente. Frunció el ceño ante aquello. Desde las declaraciones de su padre sobre su medio hermano, no le había dirigido la palabra. ¡Y lo seguiría haciendo! Era un bastardo al fin y al cabo. Su padre tampoco era santo de su devoción, les había mentido a los tres y solo por un error suyo debió contar la verdad, de no haber sido así las cosas seguirían iguales.
—¡Boomer! —lo llamó Brick una vez lo vio. El rubio se acercó con el ceño fruncido. Miró a Butch despectivamente, quien no se dejaba intimidar.
—Andan hablando como urracas. Todo el palacio se enterará si siguen hablando en ese tono.
—Eso no importa. —mencionó Butch.
—Claro que no, tu reputación ya está manchada de por vida. —replicó.
—¿Puedes dejar por unos segundos tu egoísmo y cerrar la boca? Esto es serio Boomer. —le advirtió el moreno, despeinándose por la frustración. El rubio volvió a fruncir el ceño. Se cruzó de brazos. —Bellota ha desaparecido.
—¿Cómo qué ha desparecido? —miró a su prometido. —¿La ha buscado, dieron una alarma?
—Sí, ya lo he hecho pero no está por ningún lado.
—¿Fuiste hasta el bosque encantado?
—No, pero tengo el presentimiento que no estará allí tampoco. —mencionó Butch. Boomer observó a sus hermanos.
—¡¿Entonces basaremos nuestra búsqueda en un presentimiento tuyo?! —preguntó con un notorio enfado. —Por favor dime Brick que no estás de acuerdo con esto.
—Faltó comida y ropa de su casa, y se robaron un caballo. —afirmó Brick. —Seguro fue a buscar a su padre. Ella se enteró ayer sobre la verdad del viaje de Francisco. —Boomer chistó frustrado. Aunque no se tratase con Bellota, era una amiga de la familia y la prometida de su hermano. Debía regresar sana y salva.
—¿Qué vamos a hacer?, ¿enviar soldados tras ella?
—Yo iré a buscarla. —anunció Butch con la mirada firme y la expresión dura. —La traeré cueste lo que cueste.
—¿Por qué no vas tú Brick? —preguntó confundido Boomer. En parte no le gustaría que fuera Butch, no confiaba en él a pesar de saber sus habilidades físicas y lógicas, pero por otra parte lo indicado era que fuese su prometido a buscarla, quien para ese momento no se mostraba tan preocupado al respecto.
—Brick será el futuro rey, no le debe pasar nada, y además yo quiero hacerlo. —el moreno le tomó de los hombros al primogénito. —Te prometo que ella estará a tu lado más rápido de lo que piensas. —Boomer los observó con cierta incomodidad. Más le valía cumplir con esas palabra.
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Los leo 👀
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