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Capítulo 22

Al salir del despacho, Brick volvió a su habitación y Butch a su habitación. En ella lo esperaba un soldado con una carta en sus manos. El príncipe curioso alzó sus cejas.

—¿Quién la envía? —preguntó con inseguridad. No esperaba cartas de terceros.

—La familia Wilson. —afirmó el joven con seriedad. Butch, con rapidez, abrió la carta. Quizás era del mismo general.

—Retírese. —ordenó para luego entrar en su habitación cerrando puerta detrás suyo. Desdobló el papel con una rapidez que no pensaba que era capaz de tener. No tardó mucho en saber quién la había escrito. El contenido y la escritura la delataban.

Te espero en los predios de mi familia. Nuestros entrenamientos han dejado mucho que desear y no me gustaría perder más tiempo.
Por favor no me falles.

Butch dejó la nota de lado. Claramente no iba a fallarle. Tenía ganas de verla y entrenar un poco. También quería estar allí apoyándola luego de la despedida de su padre. De todas formas, la nota lo había dejado sorprendido. Ella hacu unos momentos estaba en la habitación de su hermano, ¿por qué no buscarlo directamente?

Se preparó con la vestimenta adecuada. Tomó un escudo y una espada, la envainó y salió de su habitación hacia los establos en busca de su yegua. Antes de irse, ordenó que le diesen un reporte al final del día sobre la seguridad de la ciudad, especialmente de los ataques a las afueras. Ensilló a Casey con ayuda del amigo de Bellota, el tal Mitch. Permaneció con la cabeza baja, asustado por el posible comportamiento que podría tener el tercer príncipe hacia él. Afortunadamente su alteza no dijo ni una palabra más que un «gracias». Hizo un trote rápido hasta los terrenos de la familia Wilson. Estaba rodeado de árboles y los pastizales eran altos. El silencio reinaba junto con el cantar de algunas aves. Se bajó de Casey y la ató a una rama de un árbol cercano. Se acarició el hocico observando los alrededores. Sintió unas manos en sus ojos. Asustado forcejeó y tomó los brazos de aquella persona, tirándola hacia delante dejándola caer en el suave césped.

—Auch. —se quejó Bellota una vez en el suelo. Se quitó la capa que cubría gran parte de su cabeza. —Quería sorprenderte. —se acarició la espalda baja con dolor. Butch le extendió la mano para ayudarla a levantarse.

—Siempre se debe estar listo para los ataques sorpresas. —mencionó una vez que Bellota estaba parada. La joven observó sus manos juntas y levemente se avergonzó.

—Claro, ¿y ahora me dirá que también hay que ayudar al enemigo? —mencionó una vez arreglada.

—No, por supuesto que no. —desvío la mirada. —Pero si son damas es diferente. —Bellota sonrió levemente.

—Bien, ¿qué lección tendremos hoy maestro? —le preguntó la joven lista para entrenar. Butch sonrió levemente, un poco preocupado. Bellota no parecía afectada por la ida de su padre. A pesar de la situación, no sentía una insensibilidad de su parte. Frunció el ceño.

—Pensaba en tratar su defensa.

—Oh, ¿en serio? Defensa es muuuuuy aburrido. —se quejó dando un suspiro largo. —Practiquemos la ofensiva. Quiero ver de nuevo ese ataque por el costado derecho. —Butch frunció el ceño y negó con la cabeza.

—Bellota, sabes bien que una buena defensa es fundamental para un combate. —le mencionó el príncipe desvainando su espada. Apuntó con ella hacia un árbol. Ella lo observaba con detenimiento. —En el momento de un ataque, luego hay que reposicionarse para evitar el ataque del enemigo. —hizo un movimiento rápido quedando en su posición final. Su abdomen del lado izquierdo quedó libre. —Si no reaccionara a tiempo, este lado podría ser derribado. —se tocó su zona abdominal, haciendo que la explicación sea más fluida. —Es importante saber nuestros propios puntos débiles pero también saber cómo defender tanto a otros como a nosotros mismos. —Bellota mentalmente analizó las palabras de su amigo. En ese sentido tenía razón. También tendría que defender a sus aliados. Al principio ella quería practicar el ataque para impresionarlo. Desde la noche anterior que no había dejado de pensar en él. Se había quedado con un mal sabor en boca al ver que no tuvo ni un efecto en él, a pesar de haberse vestido como una dama preciosa. Pero no perdería tiempo de su entrenamiento por la aceptación de un príncipe que ni siquiera la ve como mujer, y menos luego de aquella explicación tan maravillosa de su maestro.

•••

—¡Boomer! —chilló bajo las sábanas mientras él le hacía cosquillas en su abdomen. Intentaba quitárselo de encima pero las risas y las cosquillas lo evitaban. Su sonrisa era más radiante que nunca. Una vez que Boomer se detuvo, la observó unos segundos maravillado por tenerla a ella entre sus brazos. La besó con una suavidad única. Tomó sus mejillas rosadas, deslizó su mano bajando por el cuello, por su pecho y luego por su cintura. Acarició cada rincón de su cuerpo.

—Amo tu piel. —murmuró mientras apoyaba su boca entre sus pechos. —Es tan suave, tan tersa... —Burbuja suspiró al sentir el calor abrazándola. Sus manos delgadas envolvieron el cabello rubio de su pareja. Ambos disfrutaban el contacto del uno como si fuera la primera vez estando en una intimidad así.

—Boomer, Boomer... —lo llamaba entre pequeños gemidos. El príncipe sonrió satisfecho por volver a escuchar sus sonidos. Tiró de su cabello, él alzó la mirada. Se encontró con una de las imágenes más encantadoras del mundo. Los ojos febriles y excitados de la mujer más bella. —Lo amo príncipe. —murmuró hipnotizada.

—La amo más señorita Burbuja. —le sonrió. —Me ha robado el corazón con la primera vez que la he visto. —ella se sonrojó más. —Y espero que nunca me lo devuelva. —le besó la frente.

Los minutos se hacían cortos al estar juntos. Tuvieron la suerte de no ser interrumpidos. Luego de la noche y la mañana más felices de sus vidas, Burbuja se decidió en escribirle una carta a su esposo. Tendría que aclarar la situación con su familia y con Cody. A pesar de su amor por Boomer, sentía mucho miedo. No sabía cómo el conde se lo tomaría y menos su padre. Tampoco la reina estaría muy contenta, menos al ser recomendada por ella para ese matrimonio. Tal vez todo sería más fácil al no compartir un hijo en común. Siempre le ocasionó mucha tristeza el no quedar embarazada en la primera noche de intimidad.

Se le secó la garganta imaginándose a su padre decepcionado de ella, y a su madre llorando. ¿El amor verdadero valía lo suficiente como para perder la palabra de su familia? La tinta en el papel caía en gotas, arruinándolo completamente. Sus pensamientos la nublaban, atormentaban. Por un momento quiso ignorarlos. Imposible. Se incorporaban en su sangre como veneno. Podría llegar a morir por el amor de su vida.

Un cierre de su puerta la dispersó. Era Bombón. Tenía el cabello enredado y suelto, como si hubiese estado en el bosque pérdida pero no había ni una hoja o rama en su cabellera. Venía con una sonrisa que era imposible de no ver. Estaba más radiante que nunca. Parecía que aquellos días depresivos se habían olvidados. Burbuja intrigada preguntó:

—¿Pasó algo Bombón? —la gitana sonrió. Se acostó en la cama junto al escritorio. Suspiró aliviada.

—Soy tan feliz Burbuja. —ambas se observaron. La rubia le sonrió con ternura. Era una muchacha tan buena y dulce, le alegraba verla con esa sonrisa. —Estoy enamorada, ¡y él me corresponde! —exclamó.

—Y ese «él», ¿es el príncipe Brick? —Bombón se acomodó, sentándose en las mantas que cubrían la cama.

—No podría ser otra persona Burbuja. —afirmó con un brillo especial en los ojos. —Lo conozco como si fuera de toda la vida. —se acarició las manos. —El amor que siempre soñé en encontrar y por fin lo tengo en mis manos. —dijo pensando en las veces que la habían rechazado. —Me siento amada a su lado, y deseo que él se sienta de la misma forma.

—Ay Bombón, escucharte hablar hace que se me calienta el corazón de amor. —admitió Burbuja con algunas lagrimillas asomándose en sus ojos. Ella esperaba que Boomer se sintiese así también. Se sentía más inspirada que nunca.

—Debo ir a mi hogar para hablar con mi familia. —se levantó con determinación.

—¿Acaso le contaste tu verdad al príncipe? —preguntó con miedo la rubia.

—No, aún no lo he hecho. —murmuró cabizbaja. —Deseo hablar con mi madre y hermano para que entiendan lo que siento.

—¿Lo harán?, ¿no te castigarán por estar enamorada de alguien como el príncipe? —el tono de preocupación de Burbuja era alarmante. Ella pensaba en los peores castigos; azotes, días sin comida ni agua, quemaduras, trabajo forzoso. No sabía qué podría pasarle si le comentaba a su comunidad de quién estaba enamorada. A pesar de ello, nunca le habían dado esa impresión sus familiares.

—No, por supuesto que no. Estarán decepcionados y posiblemente muchos no me dirijan la palabra. Pero yo sé qué mi madre me entenderá. —mencionó con un poco de tristeza en su voz. No abandonaría sus costumbres porque se identificaba con su pueblo, pero el corazón no manda. Se enamoró sin querer.

—Que Dios te escuche Bombón. —dijo en un suspiro largo.

—Iré a ver a mi madre y hablaré con ella.

—¿Y qué vas a hacer con el príncipe? —Bombón movía sus manos inquieta, tratando de encontrar algo de paz.

—Le diré toda la verdad a mi regreso. —Burbuja apoyó sus manos en sus hombros, tratando de relajarla.

—¿Tienes miedo de que te rechace? —la gitana asintió. —Ay Bombón. —le acarició el cabello.

—Confío en su amor, pero no sé si es lo suficientemente grande como para perdonar mis mentiras. —suspiró dejando atrás las penas. —Cambiemos de tema. —mencionó con una pequeña sonrisa. —A ti también te he visto muy contenta. —mencionó desviando la mirada luego de ver una marca debajo de su cuello. Soltó una pequeña carcajada y luego le señaló la zona. Burbuja, un poco confundida, se tocó el cuello y no sintió nada diferente. La pelirroja le pasó un espejo de tocador. Dio un grito asustada al ver la marca. Le tiró un almohadón a su amiga.

—¡¿Por qué no me lo mencionaste antes?! —se quejó tomando sus polvos para taparse la marca. Luego le reprendería a Boomer. Bombón no paraba de reírse. El rostro de susto de su amiga nunca se lo olvidaría.

•••

Bell se despertó con una furia en su interior. Había pasado toda la mañana con un mal humor que ni siquiera las amigas que había hecho en el palacio la aguantaban. Ardió aún más al darse cuenta que Burbuja no la atendió en todo el día.

—Esa ramera seguro estuvo con Boomer. —se quejó en su habitación, hablando sola. —Maldita. ¡Él se supone que se debe casar conmigo!

Ella era perfecta para él. Era una princesa de gran estatus y además podrían mantener la sangre real. Era joven, bella y rica. Lo tenía todo pero Boomer se fijó en una sierva casada.

Tenía que hacer algo al respecto. No podía perder al mejor candidato como prometido y menos por una buena para nada. Si hablaba con su tío seguramente pactarían una fecha de boda. También debería mandar una carta al conde de los Neutres, el esposo de Burbuja. Tendría que venir al palacio y asentar aún más su relación con Burbuja. ¡Y que se vayan! Eso le escribiría a su madre. Burbuja debe volver a Feroland con su marido.

Se sentó en su escritorio y comenzó a escribir las dos cartas; una a su madre y otra al conde. Detenidamente y con una caligrafía única escribió en las dos notas. Las cerró luego con cera y dejó el cello. Salió de su habitación y le encargó las cartas a Roger.

—Se lo encargo con toda la confianza señor Roger. —le agradeció con una sonrisa encantadora.

—Por supuesto su alteza, no tiene de qué preocuparse.

—Ah, y otra cosa. Me gustaría reunirme con su majestad, el rey. ¿Le podría encargar eso también? —le pidió con amabilidad.

—Por supuesto su alteza. —le sonrió el gordito. —Su majestad verá su agenda y establecerá un día para su reunión.

—También cuento con usted en aquello señor Roger. —Bell se acomodó el cabello. —Me despido entonces. —el mensajero hizo una reverencia y la princesa con una sonrisa gigante se retiró. Su plan de a poco iba marchando al éxito.

•••

Bellota se tiró al césped, agotada. Suspiró una y otra vez tratando de regular su respiración. Butch la miró con compasión. Soltó una carcajada.

—¿Te encuentras bien? —se animó a preguntar una vez que pudo calmar su risa. Bellota frunció el ceño. Intentó levantarse pero se rindió a la primera y permaneció sentada.

—El estúpido escudo estaba muy pesado. —se quejó. Butch le extendió la mano, ayudándola a levantarse. Se acomodó el cabello y se quitó las hojas de la ropa. —Gracias.

—Con un poco más de ejercicios de fuerza, podrás tener mayor facilidad con los escudos.

—Espero que así sea. —murmuró. Miró el cielo antes de afirmar;—Debo volver. Lo último que querría es que mis nanas le vayan con el chisme a mi padre de mi apariencia. No me creería que Brick y yo tuvimos una cita en el jardín real. —Butch bajó la cabeza, incómodo por el comentario.

—Le llegará el chisme un poco tarde ¿no crees? —Bellota arqueó una de sus cejas confundida. Soltó una risa nerviosa.

—¿Por qué dices eso? —preguntó de repente. Butch la miró con extrañeza. También soltó una carcajada nerviosa.

—Será un poco complicado que pueda recibir una nota sobre tus salidas indebidas estando en el Valle Tyop. —la joven abrió sus ojos sorprendida. Se acercó al príncipe con completa confusión.

—¿De qué hablas Butch?, ¿por qué mi padre estaría en ese sitio? —le preguntó tomando sus brazos con presión arrugando las mangas de la camisa. Sus ojos mostraban tristeza y preocupación. ¿Qué hacia su padre en un lugar tan desértico y peligroso? El príncipe dudó en decirle la razón, pero ver aquella vulnerabilidad le afectó más de lo le gustaría admitir.

—Tiene una misión de espionaje. —con el silencio de la joven continuó. —Partió en la mañana con un grupo de soldados. Pensaba que él te había informado...

—No lo hizo... —alzó su rostro junto con su mirada. —Lléveme a casa, por favor. —el príncipe, en silencio, asintió. Notó a Bellota decaída pero no se animó a preguntar directamente. Preparó a Casey, y ayudó a la hija del general a subirse a ella. Luego se subió él, posicionándose detrás de la joven. La cabalgata hasta su casa fue con tranquilidad y sin sonidos posibles. Se bajó sin ayuda y se despidió con una tristeza que era imposible no notar.

—Bellota, puedes contar conmigo ¿si?

—Gracias. —sonrió levemente para luego entrar a su hogar.

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Una actualización más para esta bella historia
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