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Capítulo 16

A la mañana del día siguiente el reino seguía con sus deberes habituales. Los panaderos horneaban los primeros panes, los curanderos preparaban las medicamentos, las librerías abrían y los guardias empezaban a ser sus típicas vigilancias de la mañana. Para esa hora Burbuja y Bombón ya estaban despiertas. La gitana había ayudado a preparar el desayuno de Bell e incluso en terminar algunos vestidos. Querían llevar la carta sin interrupciones. Bombón esperaría en el centro mientras que Burbuja llevaría la nota.

Se alistaron antes de que alguien notara su ausencia. Salieron por la puerta del servicio, cerca de la cocina y evadieron a los soldados. Todo gracias a los conocimientos de Bombón. Fueron directamente a la plaza central. Allí había una hermosa zona verde donde varios vendedores ambulantes paseaban mostrando sus productos. Bombón la llevó hasta allí, antes de volverle a darle las explicaciones y precauciones que debía tomar.

—Sí, señorita Bom....Beverly. —dijo corrigiéndose en el acto. —Pasaré por el callejón y preguntaré por la Rosa de Fuego. —Bombón asintió y antes de despedirse le dio un gran abrazo como forma de agradecimiento. Burbuja sonrió por el abrazo.

Apenas se despidió de Bombón, Burbuja empezó su caminata hacia los varios bajos del reino, mejor conocidos por los barrios pobres. Burbuja no tenía miedo por cruzar por esos lares. Se había criado en barrios iguales. Su familia nunca había sido parte de la alta sociedad, es más eran unos simples panaderos. Con el compromiso de Burbuja, subieron en la pirámide social. Cody, duque de Los Neutres, había sido el partido perfecto para cualquier dama que buscase ascender en el estatus social. Sin embargo la familia Ross no buscaba eso. Tanto Dominik como Kailan, padres de Burbuja, querían que se casase con un hombre que amase sin importar su dinero o estatus. Y así fue como aceptaron el compromiso de Burbuja con Cody. Al ser parte de la corte de la reina Annabeth era imposible que no conociera personas de alto estatus. Apenas Cody tuvo la oportunidad, se presentó ante Burbuja. Con el paso del tiempo se terminaron enamorando. Y con la bendición de la reina y de ambas familias, el casamiento no tardó en realizarse.

Burbuja cruzó por el Valle del Comercio, antes de entrar a los barrios bajos. Muchos de los vendedores trataban de entrarle por los ojos con los productos, pero la señorita ya sabía manejarlos muy bien. No tardó en llegar a los barrios bajos. Siguió un camino de barro hasta encontrar un bar con un cartel de madera. En él había una flor tallada con el nombre de Blossom. Entró por las puertas tratando de ser lo más discreta posible. Sin embargo todas las miradas terminaron en ella. Se acercó a la barra y se sentó en uno de los banquillos.

—¿Gusta de algo señorita? —preguntó el barman limpiando unos vasos con un trapo más sucio que limpio. Tenía el cabello bastante largo y oscuro. En la mejilla tenía una cicatriz.

Burbuja, con los nervios en la garganta, susurró unas palabras antes de levantar la mirada hacia el hombre.

La Rosa de Fuego está floreciendo. —el muchacho alzó las cejas sorprendido. Dejó el vaso a un costado y se acercó a ella.

—Ven, vamos a admirarla. —terminó la frase. Burbuja suspiró de alivio. —¿A qué viene usted? —preguntó aún desconfiado. Burbuja sacó de su túnica la carta que había escrito Bombón.

—Es de suma importancia que se le entregue esta carta a la familia Lavinge. Es de parte de la señorita Bombón Lavinge. —dijo entre susurros. El joven suspiró.

—¿De Bombón? ¿Cómo está ella? ¿Dónde está? —preguntó preocupado.

—Ella se encuentra bien. Vive conmigo en el palacio. —aquel hombre frunció el ceño. —Soy parte de la servidumbre. Ella ha escapado de unos guardias y yo... la encontré y la ayudé a esconderse. —explicó la rubia. —Me ha pedido que le he envíe esta carta a su familia. Aún es peligroso que ella salga sola, y más si intenta venir para estos sitios...

—No se preocupe. He de entenderlo. Agradecemos su ayuda con nuestra amada Bombón. —agradeció el gitano.

—Para mí es todo un placer, señor...

—Kavi, señor Kavi para usted. —le sonrió estirando su brazo para terminar el saludo.

•••

Bombón había caminado alrededor de la plaza desde que Burbuja se había ido. Estaba de los nervios. Ella estaba en peligro en esas zonas, los ladrones y hasta rebeldes podrían hacerle daño. Se sentó en una de las bancas, pero fue aún peor. Sus nervios aumentaron. Sus piernas temblaban de la ansiedad.

—¿Y si le roban? ¿Y si la secuestran? ¿Y si la... matan? —pensaba en voz alta en las peores situaciones. ¡Ella tenía una familia! Si le sucedía algo nunca se lo perdonaría. Se levantó decidida a ir por ella. Nunca debió permitir que Burbuja se fuera.

Preocupada cruzó hacia la calle de enfrente. Aumentó su paso mientras caminaba entre los señores y señoras de la alta sociedad. Algunos la miraban con curiosidad y otros con pura ignorancia. Menos uno de ellos, que la miraba con ira y frustración. La tomó del brazo para que no se escapara.

—¡Usted! —dijo el soldado reteniéndola. Bombón fijo su mirada en la del muchacho. ¡Era el hombre de aquella noche!

—¿Qué hace? —preguntó fingiendo no conocerlo. —¡Suélteme, grosero! —dijo insultándolo. La atención hacia ellos no se hizo tardar. La muchedumbre empezó con murmullos y susurros.

—Está vez usted no se escapará, ¿me oye? —le murmuró tirando de su brazo. Bombón intentó forcejear varias veces, pero parecía imposible escapar de él. Le dio la espalda a la gitana y con una navaja guardada en su uniforme. La navaja rozaba su cintura, amenazando con cortarla. —No se mueva que sino la mato, señorita. —Bombón por segunda vez su vida, sintió miedo. Podía morir ahí, como un animal. Sin noticias de su familia, de su hermanito. Las lágrimas desbordaban de sus ojos. La angustia y rabia pesaban en sus hombros. La navaja casi cortaba la tela de su vestido. El soldado la llevó hasta otros guardias que miraban expectantes. —Aquí está la gitana de la otra noche. —le comentó a sus compañeros. Steven, uno de los soldados que trabaja más dentro del palacio que fuera de este. Steven reconoció apenas a Bombón. Ya hasta había rumores de la relación entre la señorita y el príncipe Brick.

—¿Señorita Beverly? —preguntó Steven viendo el rostro cabizbajo de la pelirroja. —William, ¿qué hace? Suéltela. Es una invitada del reino, la señorita Beverly. —William lo miró sorprendido.

—Imposible. —tiró el brazo de ella una vez más. Posiblemente el forcejeo dejaría una marca luego. —Ella es la gitana de la otra noche. Nunca me olvidaría de su apariencia. Sólo ha cambiado de vestimenta pero es ella. Estoy seguro de eso.

—¡Eso es una calumnia! Yo soy una señorita de educación. ¡Y es una falta de respeto lo que usted está haciendo conmigo! —exclamó aprovechando la presencia de Steven.

—William, suéltala si no quiere tener problemas. —murmuró preocupado por su compañero.

—Ya ha oído a la señorita y al soldado. —dijo una mujer detrás de ellos. —Suéltela ahora mismo. —las tres personas lentamente se dieron vuelta para ver a una muchacha con cabello corto y oscuro, con un vestido verde carísimo.

—Señorita, no debería meterse en asuntos ajenos. —explicó el guardia llamado William.

—Lo siento, eh... ¿soldado? o quizás ¿guardia? —dijo con ironía Bellota. —pero todo lo que esté relacionado con la seguridad del reino, es de mi importancia.

—¿Y quién es usted para darnos órdenes? —preguntó desafiando a la joven que tenía delante de ella.

—Bellota Wilson. —se presentó viendo la expresión de sorpresa de ambos guardias. —Hija del general Francisco Wilson. —sonrió mientras decía el nombre de su padre.

Tanto William como Steven bajaron las miradas apenados. William soltó a Bombón y guardó, discretamente, su navaja dentro del uniforme. Bombón suspiró de alivio. Se tomó las muñecas y se las acarició, aliviando el dolor del forcejeo.

—Ahora que acataron mis órdenes, se pueden retirar. —ordenó. Frunció el ceño al ver que ambos soldados se resistían. —¡Vamos! No pierdan más tiempo. —Steven fue el primero en seguir las órdenes de Bellota, William al final siguió a Steven, no sin antes mirar con desprecio a Bombón. —¿Se encuentra bien señorita? —preguntó una vez que estuvieron a  solas.

—Sí... Muchas gracias. —agradeció Bombón asimilando la situación. —Me ha salvado, señorita.

—No podía permitir que unos hombresotes como esos abusaran de su poder. —explicó con una sonrisa Bellota. Miró un segundo al cielo antes de volver a hablar. —Si me permite, debo retirarme. —le sonrió amablemente antes de irse al castillo.

Bellota había esperando toda la noche la respuesta de Brick. Él se había tomado el tiempo para responder, pero la respuesta no sorprendió a Bellota. Sabía que diría que sí, al fin y al cabo era amigos. Esa mañana se había tomado el tiempo de vestir adecuadamente, no quería llamar la atención luciendo como siempre lo hacía. Tampoco fue a caballo o a carruaje, eso hubiera llamado la atención de su padre.

El encuentro que había tenido con aquella muchacha había retrasado levemente su visita. Pero no pudo evitar ayudarla. La pobre parecía en problemas. Tal vez se llevaría una reprimenda por parte de su padre por usar así el apellido de la familia, pero sentía que había una buena acción. Tampoco creía que aquellos hombres dirían algo sobre lo que había sucedido, parecía que se habían llevado un buen susto. Soltó una pequeña carcajada al recordar la cara de sorpresa del más joven.

Luego de caminar por el barrio más rico de la ciudad, llegó al palacio. Allí se presentó ante los guardias y mostró la nota de permiso del mismísimo Brick. La guardia no dudó ni un solo momento en cederle el paso. Cruzó por el pasillo principal hasta el salón real. Allí estaban dos tronos. Uno para el rey y otro para el primogénito. Ambos estaban sentados allí.

—Su majestad, príncipe. —saludó haciendo una reverencia. Allí también había parte de la corte de Thomas y algunos integrantes de la corte de Bell, con ella incluida.

—Señorita Wilson. —contestó el saludo el rey. —Es una grata sorpresa tenerla aquí.

—Yo me encargaré de esto padre. —interrumpió rápidamente Brick. Según la nota de Bellota, era sobre un asunto personal, y yo quería meter a su padre en ello. Se levantó de su asiento y tomó el brazo de Bellota llevándola hacia su despacho. Pidió a los soldados de la puerta que se retiraran antes de entrar y cerrar la puerta detrás de ellos. —¿Qué sucedió? ¿Por qué pediste verme?

Bellota dio algunos pasos alrededor del escritorio, preocupada por cómo tomaría las palabras Brick.

—Brick... yo he dicho una pequeña mentirita a mi padre. —explicó Bellota.

—¿Una mentirita?, ¿y qué tengo que ver yo en este asunto? —preguntó Brick con una ceja curiosa mientras se sentaba en la silla frente a la mesa.

—Le dije que somos pareja... —Brick se levantó bruscamente de su silla.

—¡¿Le dijiste que estás saliendo conmigo?! —gritó desesperado. —¡Joder Bellota! Eso no es una "mentirita". —dijo repitiendo sus palabras.

—Ya, ya, ya, perdona. No fue lo mejor, pero no se me ocurrió nada en ese momento.

—Bellota, ¿te das cuenta que me pones en una situación de aprietos? —dijo Brick molesto.

—Sí, lo sé. No pensé en ti, —murmuró apenada. —pero no te vi con otra mujer, y pensé que sería buena idea...

—¡Eso no significa que me metas en tus asuntos Bellota! —le volvió a gritar. La joven la miró asustada a Brick, nunca lo había visto así.

—¡Perdona! —le replicó. —¿Si? No fue mi intención. Pero no se me ocurrió nada más en ese momento. —Brick suspiró tranquilizándose. Se acarició la sien.

—¿Por qué le dijiste eso a tu padre? ¿Qué querías ocultar? —preguntó esta vez más tranquilo. Bellota tardó unos segundos antes de responder.

—Me estoy viendo con una persona para hacer unos entrenamientos especiales... —explicó torpemente.

—¿Una persona?, ¿entrenamientos especiales? ¿En qué te metiste esta vez? —se estaba imaginando lo peor.

—Tu hermano me está dando clases de espadas. —respondió rápidamente. Por un momento se sintió juzgada, y el arrepentimiento acarició su garganta.

—¿Por eso él estaba contigo? —preguntó sorprendido y un poco aterrado. Nunca se imaginó a Bellota con una espada, ¡y muchísimo menos con su hermano!

—Le pedí que me enseñara para saber defenderme. —explicó sin dar muchos detalles. —No quiero sentir miedo Brick. Quiero salir sola y sentirme segura, caminar y tener el control. No quiero tener soldados alrededor mío por no saber defenderme. —Brick se acercó a ella y le acarició el cabello con amabilidad. Le besó la frente. El príncipe suspiró.

—Bellota, no acepto lo que estás haciendo pero voy a respetar tu decisión. —le dijo con una voz calma. —Y con respecto a tu mentirilla, te ayudaré. —Bellota sonrió de oreja a oreja y no pudo evitar abrazarlo como respuesta.

—En serio Brick, muchísimas gracias. No sabes lo que esto significa para mí.

—Sí, sí, sí, lo sé. —le acarició el cabello con delicadeza, aunque interiormente se estaba de a poco arrepintiendo.

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