Capítulo 02 parte II
PRESENTE
SIANNIA
Muchas veces deseé que algo malo le pasara, cualquier cosa que nos permitiera seguir adelante, borrar y olvidar todo lo malo que habíamos hecho. Cuando estás enojada puedes pensar muchas cosas, hacer otras de las que después te arrepentirás. Eso pasaba cada vez que estaba cerca de ella, la mayor parte del tiempo me agradaba porque somos más parecidas de lo que puedo admitir, otras tantas me hacía apretar los dientes hasta hacerlos rechinar por la impotencia y desesperación.
Nunca he sido buena controlando mis impulsos, la diferencia entre Chantelle y yo es que a mí me aterran, los evito e intento compensarlo para equilibrar la balanza, a ella le daba igual y disfrutaba explorándolos.
La conocí luego de que unas chicas maltrataran y quisieran cortar el cabello de Zoey, la defendí y llevé a un lugar seguro, me aseguré de tranquilizarla como la psicóloga me había enseñado para lidiar con mis ataques de ansiedad, respirando hondo y exhalando. Cuando salí del baño para enfrentar a las abusadoras vi a Chantelle acercándose a esas chicas, les pegó un chicle masticado en el cabello y les dijo algo al oído que las dejó pálidas y las hizo correr. Más tarde supe que ella las amenazó con herir a sus padres.
La conocí antes que cualquiera de nuestras amigas, en ese momento surgió una conexión entre nosotras, pues hizo lo que yo deseaba hacer, quería lastimar a esas chicas por herir a alguien inocente e indefensa, pero era demasiado cobarde como para hacerlo.
Yo defendería a mis amigas, ella no dudaría en vengarlas.
Ignoro la mayoría de mis oscuros deseos porque no quiero parecerme a mi madre biológica. No quiero ser como ella, no quiero acabar como lo hizo. No obstante, su oscuridad corre por mis venas.
Al ver a Chantelle ahí, en el suelo, la sangre en sus muñecas heridas por el cristal, me pregunto si este fue otro de sus locos impulsos, los incontrolables que me hacían pensar que un día acabarían con ella.
¿Estará en el infierno arrepintiéndose? Me la imagino haciendo una mueca en medio de las llamas, lamentándose porque su cabello se quemará, y a la vez tan contenta porque el cielo no puede ser divertido si no te deja pecar.
No le tendría miedo al diablo, se sentaría a tomar té con él para envenenarlo y ocupar su lugar.
Pero también pienso que es probable que esté retorciéndose, arrepintiéndose de todo lo que hizo. ¿Cuál sería su castigo en los círculos del infierno de Dante? Sea cual sea estará viviendo una tortura. La lujuria podría llevarla a ser empujada por una tormenta infernal por haberse dejado llevar por las corrientes de irrefrenable pasión; su avaricia podría ser castigada con empujar pesos de oro durante toda la eternidad; la ira contenida será inmersa en los pantanos y su soberbia vagará en el Purgatorio; quizá arderá en la hoguera por ser una hereje y una bruja; su maldad la llevará a sumergirse en lagos de sangre hirviendo o la convertirá en árbol por haberse quitado la vida.
Pensar que acabaré de la misma manera, siendo juzgada por pecados parecidos, me roba un escalofrío.
Siempre supe que algo sucedía, era arcana, ocultaba misterios y lo disfrutaba. Ella amaba los disfraces, sobre todo aquellos en los que podía usar un antifaz. Pasaba largas semanas planeando las fiestas de Halloween, su disfraz era el tema predilecto en las conversaciones de Septiembre y Octubre.
—Es la única fecha en la que puedo usar máscara sin levantar sospechas —decía.
La sinceridad no era parte de ella, era una experta engañando, maquillando la verdad. Lo aprendió de sus padres y de su abuela, los tres actúan sin importar si están frente a las cámaras.
A pesar de que Chantelle seguía un papel, nunca pensé que haría esto, que escondía tanto sufrimiento, pues siempre la vi como alguien que tenía un corazón frío. Todavía no puedo aceptarlo, quiero que se levante y este sea uno de sus jueguitos, de sus pruebas para asegurar la amistad que tenemos.
Cuando Sabira se quitó la vida en el colegio vimos su cuerpo suspendido en el aire, con una soga alrededor de su cuello donde antes había un collar de perlas. Chantelle la miró desde abajo con ninguna expresión en el rostro y chasqueó la lengua como cada vez que pensaba que algo era ridículo. Definitivamente no lo era, eso me destrozó, creo que ese día nuestra amistad se fracturó.
Las manos de Chantelle Faber están llenas de sangre, así como las mías, las de todas nosotras.
Por eso la odiaba.
Al ver a Adria y a Fiorela destrozadas me siento mal por no encontrarme de la misma forma, incluso Zoey se ve afectada, y eso que Chantelle siempre fue una perra con ella. ¿Cómo puede llorar si le quitó al chico que quería? ¿Cómo puede sentirse triste por alguien que arruinó uno de sus sueños sabiendo bien lo que hacía?
Quizá soy una insensible.
—Miren esto —susurra Zo, quien se aproxima a nosotras y podría jurar que sus rodillas tiemblan.
Levanta una hoja, ofreciéndola, todas miramos fijamente la nota pensando lo peor. ¿Quiero saber qué cruzaba por su mente durante los últimos minutos de su vida?
Adria es la que se atreve a alcanzar la hoja y desdoblarla, yo no estoy muy segura de querer leer lo que hay ahí. Me debato entre quedarme a escuchar o largarme, elijo la primera opción porque no puede ser tan malo, ¿o sí?
—«Cuando las niñas se convierten en monstruos hay que acabar con ellas. Escondan los dientes, princesas, porque la reina ya cayó y nadie podrá protegerlas» —lee. Respira hondo y continúa—: «Vamos a jugar un último juego, ¿están listas? Puede que esté muerta, pero me aseguraré de atormentarlas si no hacen lo que les digo. Les mando besos desde el infierno, mis queridas amigas, las estaré esperando, aquí hay un lugar reservado para ustedes. Chantelle»
—Qué mierda de carta de suicidio —suelto—. Maldita y narcisista incluso en la muerte.
Zoey me mira, puedo ver el reproche en su mirada por mis palabras, pues suenan frías e insensibles. Giro los ojos. Fiorela tiembla y Adria solo suspira, seguramente agotada por todo.
—¿Qué significa esto? —pregunta Adria—. Suena a que se suicidó para castigarnos. ¿Ustedes creen que llegaría a tanto? Que se vengaría así.
Fiorela le arrebata la hoja para leerlo, por su expresión sé que no puede creerlo. Niega con la cabeza.
—No haría esto —murmura—. Es demasiado, me lo hubiera dicho. Quizá lo escribió otra persona, alguien que nos odia y quiere lastimarnos.
Me muerdo la lengua para no decirle que no importa si alguna vez la apoyó y ayudó, Chantelle estaba fuera de control últimamente, era capaz de esto y más. Veo más factible que lo hiciera para jugar con nosotras a que lo hiciera por tristeza. Además, estaba furiosa porque no queríamos jugar este año.
Por supuesto que lo que dice Fiorela es una opción porque hay muchas personas allá afuera que nos lastimarían si tuvieran la oportunidad. Sin embargo, la mansión Faber está llena de seguridad, nadie desconocido entra a la casa, solo nosotras estábamos aquí.
—Es su letra, amiga, obviamente lo escribió —dice Zoey—. Y son las hojas que utilizaba para las invitaciones, las guarda en su caja fuerte, solo ella conoce el código.
Le doy un vistazo inclinándome hacia adelante, ahí está su inconfundible letra elegante, la combinación de trazos curvos y rectos.
—N-no... n-no p-puedo creerlo.
Fiorela se escucha frágil y devastada.
—Era una puta loca.
—Ya cállate —dice Fiorela entre dientes—. No hables así de ella, está muerta, Siannia, ten un poco de respeto.
—No la defiendas, Fio, ya deja de solapar lo que hacía, no es ninguna víctima y lo sabes. Esta es otra de sus locuras, ¿o ya se te olvidó que nos amenazó cuando le dijimos que este año no queríamos jugar con las de nuevo ingreso? Es su venganza, tan típico de ella.
Se le escapa un sonido ahogado, su mano temblorosa le entrega la hoja a Zoey y se lleva las palmas a los ojos, esconde su rostro. Pone distancia y llora, desconsolada, sus sollozos me hacen sentir culpable. Fiorela no merece que la trate mal, al contrario.
Quiero acercarme y abrazarla, debería comportarme como una amiga y decirle que todo estará bien, pero no puedo asegurarlo. Sé bien que Chantelle era un escudo, nuestra protección, ya que nadie la cuestionaba ni enfrentaba por todo el poder que tiene su familia. Ahora que no está estamos solas y no quiero pensar lo que sucederá.
—Tenemos que entregarle la nota a la policía —susurra Adria, quien ha estado muy callada y pensativa.
—¿Estás loca? ¡Claro que no! —exclama Zoey—. No la entregaremos porque harán muchas preguntas.
Nunca he logrado definir el color de los ojos claros de Adria, a veces se ven azules, otras verdosos, también los he visto grises. Cuando está enojada, como en este momento, adquieren una chispa peligrosa y se ven más verdes.
—No podemos esconder esto, son sus últimas palabras, también sus padres tienen derecho a saber.
—Como si a sus padres les importara, Adry. ¿Qué crees que pensará la gente si lee esto? —responde Zoey—. Nos arriesgaríamos por nada, esta es Chantelle burlándose de nosotras una vez más, no es nada importante.
Adria me mira en busca de ayuda, me ruega en silencio, todavía con los rastros del enojo en sus ojos. Aunque también hay miedo, no quiero pensar en lo que su padre le haría si se llegara a enterar de lo que ha hecho. Somos su escape, ese recordatorio de que es libre, de que no está encadenada a una cruz. Eso no le gusta a Judas Olmos.
—Pienso como Zoey, si entregamos esto nos van a preguntar y se destapará la coladera, las ratas van a salir. Lo que debemos hacer es mantener un perfil bajo para que esto se olvide, no podemos encender nuestra propia hoguera, Adria.
—No la entregaremos —suelta Fiorela, se limpia las lágrimas con el dorso de la mano.
Al menos estamos de acuerdo con algo.
Zoey mira a Adria, esperando que diga algo, no muy convencida asiente, así que mi mejor amiga la dobla muy bien y la guarda dentro de su escote. No le digo a Adria que era obvio que terminaría aceptando, siempre hace esto, se repite que quiere hacer lo correcto y seguir las reglas, pero acaba haciendo lo opuesto.
Cuando llega la policía la mansión se llena oficiales armados, se escucha cómo la música se corta en el exterior y una ola de pánico provoca gritos que me hacen sentir como si estuviéramos en una casa del terror. Esa que ponen todos los años en la feria.
No soy consciente de nada, me entra esa sensación de vivir en tercera persona, donde un narrador se encarga de dirigirme y yo no puedo intervenir. Veo todo en cámara lenta, medio borroso. Me convierto en un títere de la realidad. Las voces son murmullos, los gritos y el ajetreo se convierten en un eco lejano, no logro concentrarme por más que lo intento y eso es perturbador.
Hay mucho movimiento, sucede muy rápido. Nos llevan a otro cuarto, mientras ellos se encargan de... de ella.
Me dejo caer en un sillón, mis extremidades se sienten pesadas, en mi espalda hay un peso invisible que me dobla. Tengo que apoyar los codos en mis muslos y esconder la cara con mis palmas.
—Hola, chicas, soy la oficial Nereida, lamento mucho la pérdida de su amiga —dice una mujer. Solo puedo ver sus botas de combate limpias. Lo que dice suena monótono y vacío, no puede lamentarlo, es imposible después de lo que pasó hace un año—. ¿Podrían contarme qué sucedió?
—Adria y yo la estábamos buscando, fuimos a su habitación —explica Fiorela.
La oficial se gira hacia Zoey, no la estoy mirando, pero sé que está esperando que responda. Conozco a Nereida lo suficiente para saber que esa voz aterciopelada busca meterse en tu cabeza.
Le gusta fingir que es la policía buena y, si existe un malo, no es su compañero, es ella. Esto lo sé porque mi padre es el jefe de la policía y he escuchado algunos secretos que podrían atormentar a cualquiera. Pero delante del mundo esboza una sonrisa y espera con paciencia, tiene que aparentar. Su falsa amabilidad es más evidente cuando se trata de esta familia.
Zoey está de pie a escasos centímetros de mí, como se queda callada alzo la cabeza. La encuentro pálida, con los dientes castañeando. Pasó de perder su sueño y soportar las burlas de su amiga a enfrentar su suicidio.
—No sé qué sucedió, estaba dormida —dice.
Y sí, ella estaba dormida porque el alcohol que tomó para intentar olvidar ganó la batalla.
Entonces es mi turno. ¿Yo qué estaba haciendo? Me encontraba detrás de la casa de la piscina con un tipo que conocí hoy mientras bailábamos, pero por supuesto que no puedo decirle eso, ¿verdad? Porque mi padre se enterará que follaba contra una pared con alguien que ya olvidé.
Mis padres son los seres más comprensivos y amorosos que conozco, así que no puedo confesarles lo que hago a escondidas, pues temo decepcionarlos. Debo hacer lo que sea para que se sientan orgullosos, si debo mentir lo haré. Ya han hecho demasiado por mí como para preocuparlos con esto, así que tomo una respiración profunda para tranquilizarme, mientras pienso en una idea que me saque de esta situación.
—Bailaba, vine por agua y escuché un grito de Adria, así que desperté a Zoey para que me acompañara —digo—, me dio miedo subir sola. La encontramos así.
Nereida asiente como si comprendiera realmente lo que estamos pasando, como si supiera lo que es perder a alguien de esa manera, como si entendiera lo terrible que es responder preguntas a las que no les encuentras una respuesta.
—¿Les dijo algo que les llamara la atención? —pregunta.
—No —responde Adria—. Estaba contenta, recibió la corona, esta es su fiesta.
—A mí sí —suelta Zoey—. Bueno... no hablamos, pero vi que sonrió de forma extraña cuando bailábamos abajo.
—¿Le preguntaste qué le sucedía?
—No, la verdad es que no, estaba molesta.
—¿Molesta?
—Conmigo —interrumpo. Digo cualquier estupidez para desviar la atención—: Le dije algo sobre sus zapatos.
No hace falta darle información que no te está pidiendo a la policía.
—No se preocupen, chicas, nosotros nos encargaremos. —Detesto su condescendencia y la ligera sonrisa que aparece en su boca.
Sé que estoy pensando y analizando cualquier cosa para no concentrarme en las ráfagas de recuerdos que aparecen en mis pensamientos. Son como fotografías, vívidas y perturbadoras de sus muñecas abiertas, cristales de la corona encajados en su piel, la sangre empapando su vestido y la alfombra, corriendo por el suelo.
Gracias al cielo entran mis padres.
Papá Bran es el primero, se ve alterado, eso no sucede a menudo, pues es un experto controlando sus emociones, yo nunca puedo saber lo que está pensando o sintiendo, años de práctica como psiquiatra y terapeuta. Está pálido y trae su cabello castaño claro muy despeinado, creo que pasó sus dedos durante todo el trayecto.
Detrás de él viene mi padre usando un traje negro y corbata como cada vez que va a trabajar, se toca la barba con su pulgar e índice, sus ojos oscuros van de un lado al otro buscándome. Cuando me encuentra me barre con su mirada, sus hombros caen tan pronto comprueba que estoy bien. ¿Cómo supieron que estábamos aquí? ¡Fácil! Ciro Videla dirige a la policía, alguno le avisó, posiblemente Nereida, quien lo sigue a todas partes, haría cualquier cosa por su aprobación.
Los dos se acercan dando zancadas hasta que están junto a mí y me enfundan en un abrazo que, para ser sincera, me alivia. Les regreso el abrazo con la misma fuerza. Estar a su lado es lo mejor que me ha pasado.
Me adoptaron cuando era una niña, luego de una infancia traumática y de que mi madre acabara en prisión. Conocerlos fue un respiro, amarlos fue sencillo, me dieron el hogar con el que soñé cuando era pequeña.
Uno de ellos cepilla mi cabello ondulado, mientras el otro me deja refugiar la frente en su cuello.
—Ya estamos aquí, terrón —susurra Bran con ese tono que identifico bien porque lo usa para calmar a sus pacientes en una crisis—. Tranquila.
Las palabras de aliento se sienten reales, es así como me doy cuenta de lo que ha sucedido, salgo de ese nubarrón, por fin comprendo. Dejo los análisis, detengo el buscarle significado o explicación a todo para convertirme en una tormenta.
Pasé de odiarla hace unas horas a estar completamente nublada por la culpa y el dolor. Porque me duele, a pesar de todo, a pesar de que muchas veces quise golpearla yo misma para hacerla reaccionar, de que jamás le dije cuánto la quería. La adoraba porque tenía todo lo que me faltaba y la admiraba, sí, incluso con esas partes que me aterraban.
¿Cómo no admirar a Chantelle? ¿Cómo no querer algo de ella? Esa chica tan determinada y fuerte, ¿cómo no querer ser parte de lo que sea que ella formara?
Yo, que vengo de un lugar terrible, obviamente tenía que buscar a alguien que me dijera que todo estaría bien, fue esa persona.
En algún momento todo cambió, se volvió retorcido y perverso.
No puedo explicar nuestra amistad porque estoy segura de que también deseó ahorcarme más de la cuenta, podía ver en sus ojos la furia cada vez que se me ocurría contradecirla, pero también podía ver el cariño, esa lealtad, la conexión que nos unió una vez.
Por eso siempre me decía a mí misma: «así son los amigos». A veces estás bien, otras no, pero te quedarás junto a ellos, aceptando las partes malas y las partes buenas. De eso se trata querer a una persona, con todos sus errores e infiernos que desate.
Aun así, no puedo llorar ni temblar, solo siento esta gran presión en el pecho que me impide respirar con normalidad, mis brazos y mis piernas a punto de colapsar, la cabeza punzando y la sensación de eco que me repite que estoy en una pesadilla.
—No más preguntas, hay que dejar que las chicas descansen, ya vieron demasiado —le ordena mi padre a Nereida, quien asiente con obediencia y se va.
—Vamos abajo —dice Bran—, Dora les preparó té.
Acto seguido, toma del brazo a Zoey, quien sigue temblando y se ve agradecida por el apoyo, también sostiene a Fiorela, la cual no ha soltado a Adria desde que entramos a esta habitación.
Vamos por el pasillo, evito mirar hacia el cuarto de Chantelle porque no soportaría ser testigo una vez más de su muerte. Al caminar puedo ver que hay mucha gente, hay muchas personas uniformadas. Una vez que estamos abajo, por los grandes ventanales, veo al tumulto de invitados en el patio, también ahí hay policías.
Mis padres nos conducen hacia los grandes sillones, donde nos espera Dora sosteniendo un pañuelo, sigue llorando como cuando bajaba las escaleras, viéndose realmente afligida. Al verla no puedo evitar pensar en que es la única en esta casa que se preocupaba por Chantelle, después de todo la vio crecer. Marina y Fabricio Faber siempre han sido padres ausentes, nunca están.
Aunque mi infancia fue una mierda, tengo a dos personas que me aman y siempre están para mí. Eso no lo tenía, nunca lo tuvo, es triste si lo piensas, su vida fue solitaria en este lugar. Era doloroso para ella, podíamos saberlo porque lo veíamos en todo lo que necesitaba para llenar los vacíos de su interior.
La charola con las tazas y la tetera ya están en la mesita. El té caliente en las tazas me recuerda a ella, amaba el té de canela cada vez que buscaba confortarse, como cuando sus padres no contestaban ni regresaban sus llamadas o cuando no aparecían para su cumpleaños o días especiales.
Mi padre se disculpa, tiene que trabajar, supervisar lo que están haciendo y dar muchas órdenes.
—Hay que llamar a los padres de Chantelle —dice Fiorela—. Querrán estar aquí.
—¿Estás segura? No la querían cuando estaba viva y usaba perfume Chanel, imagínate ahora que apestará —tuerzo haciendo un mohín.
Me gano una mirada molesta de papá, también aprieta mi mano porque así es él. Me regaña y suaviza la reprimenda al mismo tiempo. No es un secreto que me desagrada la familia Faber, solamente la abuela Clementina es agradable, y eso porque su parafernalia histriónica es graciosa, con todas esas plumas en sus sombreros y los ademanes, es una diva del cine antiguo que exagera las cosas actuando como si estuviera en un musical. En uno bueno, cabe aclarar.
—Ya nos encargamos de eso —informa—. Ya vienen en camino, llegarán pronto.
—¿Les dijiste lo que vimos?
Él me mira luego de lanzar un suspiro y asiente.
—¿Qué están haciendo?
La voz de Zoey interrumpe, así que volteo a verla para ver de qué está hablando. Está mirando hacia el ventanal, mi vista corre, se refiere a los invitados siendo cuestionados por los policías.
—Les preguntan sobre los sucesos de la noche —le aclaro.
Estoy bien informada sobre el trabajo de papá, sé lo que hacen en estos casos. Muchos pensarán que en esta ciudad no pasa nada malo, pero la verdad es que está llena de escoria, Thornlive es un nido de animales letales.
Por eso mi sueño es ser abogada, deseo acabar con todos ellos, aunque yo también tenga veneno. Bien dicen que una alimaña muere por otra.
Un par de minutos después, flashes provenientes del patio me aturden, no puedo creer lo que está pasando. Mi boca se abre por el asombro.
—¡Por Dios! —exclama Zoey y suelta un sonido ahogado.
Adria suelta lamentos y llora más fuerte. Fiorela se levanta furiosa para cerrar las cortinas y ocultarla de la gente, de esos moscos desesperados por encandilarse. Está muerta, pero todavía quieren un poco de ella.
Se llevan su cuerpo envuelto en una bolsa mortuoria negra.
Si pudiera verse en ese saco volvería a morir porque eso no combina con su vestido ni con la grandiosidad de Chantelle Faber.
PRESENTE
FIORELA
Me tallo los ojos una vez más, ya sin importarme el maquillaje o cómo luzco. Lo único que quiero es regresar en el tiempo y volver a despertar esta mañana para cambiar las cosas, no separarme de ella, preguntarle cómo se encuentra y escucharla, tal vez eso habría hecho la diferencia.
Sé lo que las chicas piensan, pero yo no pienso lo mismo. No puedo creer que lo hiciera con malas intenciones, debe ser otro mecanismo para esconder el dolor que sentía. Deseaba parecer fuerte, indomable.
Le ayudé hace unas horas, estuve ahí para arreglar su cabello y preparar su vestido. La vi decaída, pero pensé que era debido a que nadie más me acompañó. Cuando entré a su habitación y me vio sola su sonrisa se borró un segundo, luego la recuperó como si nada.
—Es una lástima que no hayan podido venir —dijo y, aunque se esforzó para que sonara creíble, en su expresión se veía la decepción.
Cuando abrí la boca para hablar de ello encendió la secadora, luego cambió el tema. Me habló sobre su icónico vestido Chanel negro con detalles plateados bordados, era su marca favorita, la usaba cada que podía. Hablaba tanto y de nada, evadiendo.
—Sabes que Zoey te adora, ¿verdad? —solté, aprovechando uno de sus silencios.
Su mano se quedó suspendida sosteniendo la brocha para aplicar rubor y me miró a través del espejo.
—No me adora en estos momentos, Ela, creo que me odia. —Solamente ella me llamaba así, los demás usaban «Fio», el mote de mis padres. La vulnerabilidad que tenía reservada para nuestras conversaciones salió a flote. Vi un movimiento en su mandíbula que me hizo pensar que estaba apretando los dientes—. Mi madre me obligó a tomar la corona cuando se enteró de que iba a cederla.
—¿Marina? ¿Por qué?
—Soy una Faber, «las Faber nacimos con coronas» —susurró citando a su madre, ese era parte de su discurso—. Quería que fuera mía para presumirle a los medios. Me amenazó con lastimar a Zoey, sabes que haría cualquier cosa, está más loca que yo.
Intentó bromear, pero su sonrisa forzada cayó .
—¿Por qué no se lo dijiste? Zo lo habría entendido.
Se giró en su pequeña silla del tocador y me enfrentó.
—No lo creo, Ela, era su sueño y lo arruiné... Está bien, en serio. Puedo soportar que mis amigas me odien si eso significa que estarán a salvo.
Esta vez su sonrisa fue sincera, acto seguido, volvió a prestarle atención a su reflejo.
Se veía espectacular, su larga y sedosa cabellera chocolate estaba llena de ondas perfectas, el maquillaje acentuaba sus ojos grises rayando el azul, sus labios rojos parecían un corazón. Una vez lista, dio una vuelta y sonrió. No se veía como alguien que planeaba estrategias perversas con intenciones de vengarse, aunque es difícil asegurarlo porque era imposible adivinar sus pensamientos.
No puedo pensar en otra cosa más que en ella, al hacerlo mi corazón vuelve a doler. No puedo evitar recordar lo que vivimos, lo que pasamos juntas.
Muchos la odiaban porque delante de la mayoría se mostraba de una manera, pero yo conocía el otro lado. Era dulce cuando quería serlo, comprensiva y leal con sus amigas, a pesar de su extraña manera de demostrarlo. Estuvo para mí siempre, me acompañó en los peores momentos, se dio cuenta de lo que sucedía antes de yo misma lo hiciera y no dudó en apoyarme como nadie lo hizo.
Sí, había cosas con las que no estaba de acuerdo, muchos de sus comportamientos me ponían nerviosa. Lo que nadie entiende es que ella sufría en silencio, bastaba con ver su mirada, sus ojos estaban llenos de sufrimiento, de rabia. Nunca puede preguntarle, a pesar de que muchas veces pensé que quería hablarme de algo y tuve muchas oportunidades.
Adria siempre dice que nada justifica sus acciones sin importar cuánto dolor lleve consigo. Yo no pretendo justificarla, era la única que le decía lo que no estaba bien, en ocasiones charlábamos y le pedía que dejara los juegos, ella lo entendía, pero no podía parar y yo jamás la abandonaría.
El padre de Zoey llega en cuestión de minutos, es el mejor en lo que hace, el abogado más reconocido de la ciudad, me atrevo a decir que del país. Se codea con las personas más importantes y nunca ha perdido un caso. He leído en los periódicos que lo comparan con un tiburón experto en cazar presas.
Es amable, pero callado, creo que al mirarte puede descubrir todo lo que piensas. A veces su aire de misterio y enigmas me intimida, supongo que a todas, excepto a su hija, quien corre para abrazarlo tan pronto lo ve.
De piel pálida, cabello negro y ojos obsidiana. Es atractivo, en el instituto muchas chicas suspiran cada vez que va a algún evento o junta con los padres de familia. No sé su edad, pero Elijah Barreto es joven, por lo que sé se casó con Beatrice, la madre de Zo, cuando eran adolescentes por orden de sus familias luego de que ella quedara embarazada, tenían solo quince años.
Ese es el tipo de rumores que escuchas si vas a la iglesia los domingos, o eso era lo que solía pasar, no sé cómo es ahora.
Ama a su hija, Zoey solo tiene que pedir lo que quiera y él lo cumplirá, es uno de esos padres consentidores. A veces creo que es porque Zo perdió a su madre cuando era niña, intenta compensar su ausencia
Mis padres son los siguientes en llegar. Mamá tiene la frente arrugada en señal de preocupación, apresura su andar cuando me localiza. Papá trae los labios en una dura línea, sé que está triste y preocupado porque he aprendido a leerlo, sin embargo, jamás lo dirá en voz alta, él no sabe cómo expresar sus emociones porque las deja en sus libros.
Me dan un abrazo rápido, mamá limpia el rastro de lágrimas con sus pulgares.
—¿Qué ocurrió? —pregunta.
—No quiero hablar de eso, mamá —susurro.
No se ve muy convencida, por un instante temo que sea la perseverante Kika Avellaneda e insista, la que puede conseguir cualquier cosa y se esfuerza hasta que llegan los resultados que espera, pero papá pone la mano en su hombro y acepta a regañadientes. No soy uno de sus experimentos, no soy su investigación.
Le dan un apretón a mi brazo antes de acercarse a Elijah, quien ahora conversa con los padres de Siannia. Ciro es el jefe de la policía, habla con ellos asegurándose de estar alejados de nosotras, me da una sonrisa tensa y se gira, es obvio que evita que lea sus labios.
Adria está sola en el sofá, así que me siento a su lado para hacerle compañía, pues creo que está temblando. Recarga su cabeza en mi hombro y suelta un suspiro.
—Mi padre se enteró y me mandó un mensaje para que vaya a casa, no ha dejado de llamar.
Yo no suelo guardar rencor ni odio, por lo general perdono con demasiada facilidad, Chantelle solía decir que soy blanda, pero cada vez que Adria menciona a su padre siento que el estómago se me revuelve y me dan ganas de golpear algo. El señor Judas Olmos es el director de nuestro colegio, un fanático religioso muy desagradable, tanto que en ocasiones creo que se apega a la biblia de esa forma porque su nombre lo atormenta. Vaya ironía, ¿no?
No tolera que sea mi amiga, tampoco es como que las demás le agraden demasiado, pero las soporta. Puedo imaginarlo despotricando contra Chantelle porque se ha suicidado, por ser una pecadora.
Los policías hablan con los invitados, piden sus nombres, los dejan ir poco a poco hasta que no queda ninguno.
Una media hora después un escándalo proviene en la entrada, parece un torbellino a punto de desordenarlo todo. Una voz conocida llega hasta mis oídos. Volteo a ver a las chicas, Siannia hace una mueca, Zoey parece perdida y Adria está demasiado preocupada mirando cómo su padre llama de nuevo.
Marina Faber aparece agitando las manos, detrás de ella viene su esposo y al menos una decena de guaruras. Es tan parecida a Chantelle que asusta, los mismos ojos de acero, el mismo cabello y figura curvilínea. El lunar que corona el corazón de sus labios es una de las diferencias.
La gran Marina Faber Blackthorne Stone es descendiente de la realeza de Thornlive, una sangre pura según muchos, pues sus ancestros eran los reyes y fundadores del país, siguen teniendo el poder, a pesar de que somos libres de monarquías desde hace mucho. También es la industria del cine en estos momentos, protagonista de las mejores películas, no puede salir a la calle sin ser reconocida y rodeada por sus admiradores; esa atención le encanta, por supuesto.
Fabricio ya tiene unas cuantas canas en su cabello caoba, pero sigue siendo el mismo galán que protagonizaba las novelas que hacen delirar a un montón de personas.
Cualquiera diría que los dramas que actúan han hecho que se comporten así, yo creo que no puedo tomar en serio nada de lo que hacen porque ella interpreta el papel de tonta cuando es claro que es demasiado lista. Al entrar, Fabricio se saca los lentes oscuros, afuera ya no hay sol, pero eso no importa cuando se trata de ellos, siguen sus propias reglas.
Parece que vienen de una fiesta. Él lleva un tuxedo, chaleco y un moñito negro. Ella un vestido digno de revista, de un color escarlata que me hace recordar la sangre de su hija en la alfombra.
Se quita la capa y la arroja al suelo.
—¡¿Dónde está mi niña?! —grita ella. El llanto viene, empieza a soltar sollozos descontrolados.
Con violencia y andar decidido intenta ir hacia las escaleras, pero los policías se acercan a ella y a Fabricio antes de que puedan continuar. Ciro es el que le explica. Marina llora más fuerte, es rodeada por su esposo, quien también tiene lágrimas en sus mejillas y le dice palabras de ánimo para tranquilizarla. Sin embargo, algo se enciende en sus ojos y una expresión de furia nubla su rostro, una molestia que se centra en una pobre señora de edad avanzada que trastabilla.
Marina va directo hacia ella, la sacude y le suelta un bofetada que me obliga a levantarme, las demás hacen lo mismo. Siannia da un paso para ayudarla, defenderla, ella no tiene la culpa. El crudo impacto resuena en mi cabeza, a pesar de que termina, todos están en silencio, intentando procesar que está más preocupada por reclamar que por su hija muerta.
Dora, la nana, llora y esconde su mejilla con la mano. Quiero gritar porque se ve herida y culpable, si Chantelle estuviera aquí le habría regresado la palmada a su madre porque esa señora es la única figura materna verdadera, cálida y cercana que tuvo. La adoraba.
—¡¡Tenías que cuidarla!! ¡¡Era tu puto trabajo y no pudiste hacerlo!!
—S-señora y-yo no sabía que la niña...
—¡¡Es tu culpa!! ¡¿No ves lo mucho que me duele?! ¡Y me dices eso! ¡Mira que eres descarada!
—P-por favor, señora, l-lo lamento.
—¡¡Lárgate de mi casa, maldita!!
Fabricio sigue hablando con la policía. Dora sale corriendo. Adria la sigue, solo por eso me siento mejor, porque le dirá las palabras que necesita para encontrar consuelo. Marina se deja caer en el sofá viéndose destrozada, llora y respira con dificultad debido al esfuerzo. Zoey, dudosa, se aproxima para sentarse junto a ella y abrazarla. La señora Faber acepta el abrazo y se pierde en el llanto, en un sufrimiento ruidoso, lleno de gritos y lamentos.
Una ola de escalofríos me cubre, como si Siannia lo supiera encadena nuestros brazos. Las dos miramos la escena, nuestros padres hacen lo mismo y podría jurar que los demás se encuentran en las mismas circunstancias.
¿Es esto real o es otra de sus actuaciones? No podría decirlo.
Más tarde los Faber tienen que irse para ver el cuerpo y hacer trámites. Nosotras decidimos que no queremos separarnos esta noche, excepto Adria, quien se despide con los ojos nublados, pues debe hablar con su padre que solo por un milagro no ha aparecido para llevársela a rastras, quizá porque teme armar un problema con los Faber. Para cuando salimos de la mansión los fotógrafos y la prensa invaden la acera. Toman fotos y nos ciegan, la policía nos guía para que lleguemos a la camioneta de mis padres. Estallan flashes y gritan preguntas.
Estoy más aturdida que al principio, el silencio sepulcral que nos invade durante el camino se mantiene incluso cuando llegamos a mi casa y entramos a mi habitación. Aquí hay cosas de las chicas en algunos cajones, cada una encuentra su pijama.
Aurora entra a la alcoba sosteniendo una charola con tazas. Es una buena chica, trabaja con nosotros desde que su madre murió de cáncer, ella ocupó su lugar.
—Su madre me dijo que preparara un poco de chocolate, señorita —dice. No estoy muy segura de querer tomarlo, supongo que se percata de ello porque continúa—: Lo necesitan para recuperarse, por el susto, deben tener algo caliente en el estómago.
—Muchas gracias.
Ella asiente, deja las cosas en la mesita y se va, pero antes de salir se detiene y me mira.
—Lamento mucho lo de su amiga, señorita Avellaneda.
—Ya te he dicho que me llames Fiorela, Aurora —respondo—. Y gracias, todas lo lamentamos.
Las tres nos quedamos solas. Me dejo caer en el borde de la cama justo cuando suena el móvil de Siannia.
—Es Adria.
Se apresura a responder la llamada y ocupa el espacio a mi lado, no sin antes tomar una de las tazas.
—¿Qué dijo tu padre? —le pregunto revolviendo el chocolate caliente y soplando para enfriarlo.
—No puedo hablar muy fuerte o me escucharán —dice susurrando—. No dejaba de gritar que mis amigas son la encarnación del mal y que me arrastrarían al infierno. Luego se calmó porque mi madre le dijo que soy un ser de luz que las iluminará.
Se le escapa un risa débil y que suena a tristeza e incredulidad.
»Estaba pensando... —prosigue Adria—. Si no le vamos a dar la nota a la policía hay que deshacernos de ella.
Zoey reacciona, sale de la neblina en la que estuvo sumergida y asiente, a pesar de que Adria no está aquí para verla.
—Sí, tienes razón, nos encargamos de eso cuando nos levantemos, estoy muy cansada.
—Intentaré escaparme mañana para acompañarlas.
—¿No vamos a hablar de cómo se comportó Marina? —La voz de Siannia suena dura y tensa—. Parecía un culebrón.
Puedo entender su postura, pues a mí tampoco me agrada.
—Hablé con Dora, está muy triste, era como su madre, se encargó de cuidarla y estar para ella siempre. Fue muy injusto lo que dijo, ¿cómo iba a adivinar lo que estaba sucediendo? Ni siquiera nosotras nos dimos cuenta.
—Pobre Dora. —Suspira Siannia—. Tiene que lidiar con su muerte y soportar a Marina, quien ahora quiere pretender que es una buena madre.
—Pero es su hija, aunque no supiera cómo demostrar su amor. Es normal que le duela, ya sabemos cómo reacciona. —Zoey se encoge de hombros—. Lo melodramático es de familia.
—¿Recuerdan la vez que hizo un escándalo porque Chantelle no le avisó que le entregarían un diploma? Llegó manoteando y gritando en la mitad de la ceremonia —pregunta Siannia con una sombra de sonrisa en sus labios—. La seguían las cámaras, se volvió tendencia al día siguiente.
—«¡¿Por qué nunca me tomas en cuenta, Chantelle Amalia Faber Blackthorne Stone?! ¡No te importa tu pobre madre que te adora tanto! ¡Mira cómo me tienes! ¡Mira cómo estoy! ¡Lo que tú quieres es que me muera! ¿Verdad? ¡Quieres matarme de tristeza y decepción!» —repite Zoey las palabras, echándose aire agitando la mano y tirándose a la cama de forma dramática, imitando a Marina.
—«Pero has llegado, madre, ¡oh, qué afortunada soy! Tú me vas a matar con tanto amor, ¿verdad?» —El gesto de alegría se borra de la cara de Siannia tan pronto repite lo que Chantelle respondió ese día.
Adria se queda callada en el otro lado del teléfono. Nos miramos las tres, ya perdimos la diversión y ahora se siente incorrecto, incómodo y nostálgico.
—¿Qué le habría dicho en ese momento? —pregunto sintiendo vacía una parte de mi corazón.
—Creo que se habría burlado de ella —contesta Siannia—. O le habría dado una bofetada para seguir el show.
—¿Cómo queríamos que Chantelle fuera diferente si nadie le enseñó a amar de la manera correcta? —cuestiona Adria, dejándonos mudas.
¿Existe una manera correcta de querer a las personas? No tengo idea. Soy de las que piensan que para amar no existen reglas, requisitos ni medidas. Pero no digo nada porque estoy de acuerdo con algo, necesitaba mucho amor. Pienso en la nota que dejó, dijo que era un monstruo. Yo creo que era un alma herida que tenía que lastimar a otros para sentirse mejor, aunque terminara más rota. Al final pasó lo que sucedería con cualquier cristal con grietas, se rompió.
Estoy más despierta que cansada, a pesar de que mis ojos arden por el sueño no puedo dormir por más que me esfuerzo. Zoey está junto a mí, Siannia prefirió estar sola en el sofá cama. Desde que llegamos no hemos pronunciado palabra, siento la lengua seca, la cabeza zumbando. Tan pronto cierro los párpados la imagen de Chantelle desangrándose en el suelo me ataca, los dejaré abiertos porque no soporto lo mucho que duele.
—Estaba muy enojada con ella, estaba furiosa y ahora está muerta. —Zoey solloza, su mano busca la mía, no dudo en darle el consuelo que quiere. Algunas lágrimas también me abandonan—. ¿Cómo puedes querer tanto a alguien que te hace rabiar así?
Trago saliva, no debería decirles porque me lo confesó en secreto, sin embargo, siento la necesidad de limpiar un poco su nombre.
—Hablamos antes de la coronación, nos preparamos juntas y me dijo algo... —digo. Se escucha el movimiento de una sábana, una sombra se acerca hasta que Siannia se sienta en el borde con una pierna debajo de ella y la otra colgando—. Marina se enteró de que te daría la corona y le dijo que te haría daño, por eso no cumplió su promesa.
Zoey se yergue lentamente, se estira y enciende la luz de la lámpara. Puedo verla. Se hizo un moño, pero su cabello rubio abundante parece que se desbordará en cualquier momento.
—¿Hacerme daño con qué?
—No lo sé, no me lo dijo.
—Qué jodido. —Siannia exhala.
—Tenía una extraña forma de querer, pero nos quería, así que no creo que quisiera lastimarnos, su nota debe tener algún significado, pienso que solo quería parecer fuerte, que pensáramos que no estaba triste.
Se quedan calladas, Siannia con la vista estancada en el edredón y Zoey no deja de mirarme, en sus ojos azules veo una serie de emociones, hay horror, tristeza y culpa.
—Nos amaba, sí, la nota lo deja claro —susurra Siannia—. Solo una persona que te ama te amenazaría con volver desde el más allá para torturarte.
A pesar de todo, las tres soltamos una risotada.
* * *
AY, uno larguito :B
Las y los amo mucho por estar aquí, no me cansaré de decirlo.
Espero que lo hayan disfrutado. Amo cuando hacen teorías, ya vi que empezaron \*-*/
En mi instagram está la lista de canciones de PDC en destacadas, debo decir que de todas las listas que he hecho para mis historias esta es mi favorita.
Estoy muy emocionada porque están haciendo muchos edits, en serio, me matan de amor, voy a llorar corazones. Intentaré mostrar todos aquí.
Les mando abrazos fuertes.
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