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Con una animadora

¡Auch!

—Lo siento.

—Evie, un jalón más y me dejarás calva —se quejó Mal, haciendo una mueca. Sentía como si su cabeza fuera controlada por una fuerza mayor, pero en realidad sólo era su novia tratando de hacerle una coleta alta—. ¿Puedes acabar de una vez? 

—Eso intento, pero no dejas de moverte —se justificó la otra, sujetando el cabello morado con un elástico.

Ambas chicas se encontraban en el vestidor del gimnasio, justo antes del partido de Tourney. El equipo de Auradon Prep se enfrentaría con los Chicos Perdidos, provenientes del País del Nunca Jamás. Ya habían salido victoriosos una vez, y esperaban que la historia se repitiera.

Como era costumbre, las animadores de ambas escuelas debían presentarse durante el torneo y alentar a sus respectivos equipos. Aunque Mal siempre había pensado que eran sólo un grupo de chicas superficiales y con ganas de lucirse —exceptuando a Jane—, se había visto obligada a participar en una presentación, pues necesitaba créditos extras para aprobar la materia de actividades deportivas luego de pasar la mitad de las clases dormida bajo las gradas.

—¿Terminaste? —preguntó. Sentía el peinado tan apretado que juraría que sus ojos se habían alargado y podrían confundirla con Lonnie.

Evie asintió y le dio un espejo de bolsillo. No el mágico, sino uno común y corriente.

—¡Me veo ridícula! —expresó, poniéndose de pie y gritándole a su reflejo.

—¡No es verdad! Te ves muy linda.

—¿Linda? —Mal puso una mano en su pecho y se arqueó, como si hubiera recibido el peor insulto de su vida—. Sigo siendo de la Isla. No se supone que me vea linda.

—Espera, falta algo.

Evie sacó de los casilleros dos pompones color azul.

—¿Qué se supone que haga con estas cosas?

Mal comenzó a hacer movimientos extraños con ellos, tratando de imitar una coreografía que había visto en un vídeo de AuraTube, pero más bien lucía como un caracol retorciéndose con sal. Evie hizo un esfuerzo por no reírse, pero no lo logró.

—Recuérdame entrar a clases la próxima vez —se resignó la peli-morada, sintiendo vergüenza por el ridículo que haría frente a toda la escuela.

Las hijas del Hada Madrina y Aurora entraron al vestidor, una detrás de la otra y portando sus nuevos uniformes. Era un juego de dos piezas blancas con detalles brillantes en azul y dorado, colores distintivos de la escuela.

—Mal, ¡te ves muy linda! —la halagó la hadita.

Put...

—¿Ya empezó la rutina? —la interrumpió Evie, dándole un golpe a su novia en la espinilla. Jane lo había dicho con buena intención.

—Casi. Pero tenemos que entrenar antes, así que Mal, te necesitamos allá —pidió Jane, señalando a la puerta.

—¡No! —Impidió Audrey, con el ceño fruncido. No le había hecho gracia integrar a la hija de la enemiga de Aurora a su equipo—. Ni siquiera traes maquillaje, se supone que te deben notar hasta la última grada. A ver, ven —sacó de su mochila un lápiz labial, pero Mal dio un paso atrás antes de que pudiera aplicárselo.

—No, espera. Tengo una mejor idea sugirió Evie. Le indicó a su novia que se acercara a ella doblando repetidas veces su dedo índice. Cuando lo hizo, la tomó de las mejillas y unió sus labios en un beso lento, esperando que el color carmín que portaba se le transfiriera a Mal.

—Awwww.

—Ewwww.

Los tres pares de ojos apuntaron a Audrey, quien tenía cara de desagrado. Rodó los ojos y miró hacia otro lado.

—¿Tienes algún problema? —preguntó Mal, apartándose del beso y alzando las cejas.

—No —mintió, con una sonrisa falsa tan falsa como los diamantes de su brazalete—. Por ese tipo de cosas es que pertenecen a la Isla, qué asco terminó entre dientes, con un tono despectivo.

—Ya, Audrey.

—No, Jane. Déjala hablar —indicó Evie, levantando ligeramente la barbilla. No era la primera vez que recibían un comentario de ese tipo; Chad, por ejemplo, ya lo había hecho antes.

—¿No pueden hacer eso en su habitación?

Evie y Mal se miraron de reojo, con una sonrisa cómplice.

—¿Sabes qué, Evie? Creo que aún no tengo suficiente color.

La peli-azul le dio otro beso a su novia, sujetando su barbilla y subiendo de tono la situación al incluir una pequeña mordida provocativa. Generalmente no lo hacían frente a otras personas, pero les pareció divertido hacer enfurecer a Audrey.

 —¿Es que ningún chico quiso estar con ustedes y tuvieron que juntarse? —blasfemó la hija de Aurora, todavía con expresión de repulsión—. No quiero a una chica lesbiana en mi grupo de animadoras.

—¿Pero sí utilizas el uniforme diseñado por una? —la acorraló Evie, con una ceja arriba. Los nuevos uniformes eran mil veces mejores que los anteriores, pero Audrey era la única que se rehusaba a admitirlo.

—Ya, calma Audrey. Sólo estoy en el equip...

—No. Ya entendí lo que pasa —la interrumpió Jane, hablando por primera vez en la discusión—. Estás molesta porque te están quitando tu lugar en Auradon, ¿no es cierto?

La descendiente de la Bella Durmiente se quedó callada, torciendo la boca y evitando mirarlas, pretendiendo no haberla escuchado.

—Antes tú eras la que mandaba con "la excusa de que eras la novia del Rey" —continuó, haciendo ademanes con sus manos—. Pero Mal te quitó la oportunidad apenas llegaron. Y, ¿sabes?,  estoy feliz de que lo hiciera. Ellas son mucho mejores que tú.

Las dos chicas de la Isla sonrieron por cómo Jane había saltado a defenderlas sin siquiera pedirlo. Generalmente se quedaba fuera de los conflictos, pero también tenía un límite. Era tan leal que no soportaba que hablaran mal de sus amigas.

—¡Jane! ¿Sí sabes de dónde provienen? De un lugar lleno de basura, como ellas. Claro que no son mejores que yo.

—¿De verdad? Estoy segura que Mal te puede superar en esto también.

—Sí... Espera, ¿¡qué?!  —se alarmó Mal, negando con la cabeza—. Yo-yo nunca dije eso.

—Saldremos a presentarnos, haremos la rutina, y cuando se termine el juego de Tourney preguntaremos quién lo hizo mejor. La que gane se queda como capitana y la que pierda no puede entrar de nuevo al equipo. ¿Trato?

Jane le ofreció la mano a Audrey, como si fuera la representante de Mal. La otra lo dudó un segundo, pero al final estrechó su mano y le dio validez al asunto.

—Suerte en tu última presentación —se despidió Audrey, de forma arrogante. Salió del vestidor, dirigiéndose al campo de juego para calentar.

—Jane, ¿¡qué estabas pensando?!

—Lo siento, ¡me alteré! —se disculpó, abriendo sus ojos azules como platos—. No sé que me ocurrió. Perdón, Mal. ¡Sólo quería ayudar!

—¿Saben qué? —comenzó Mal, sentándose en la banca y desatando sus cordones—.  No voy a hacerlo, todo esto es absurdo.

No era un secreto que Audrey fuera una de las mejores de de la escuela. Llevaba años practicando cheerleading y seguramente nunca dejaría de recordarle la victoria aplastante que tendría sobre Mal.

—Tienes qué —la motivó Evie, tomando asiento junto a ella—. No por Audrey, ¿por qué te preocupas por una persona así? Sal y hazlo por ti. Tienes que aprobar la materia, no puedes atrasarte en el curso.

—Puedo tomar la materia otra vez. Me quitaré el uniforme y acabaré con esto. Además, tú misma lo dijiste hace un rato. El blanco no es mi color.

—Pero... —Le susurró su novia, acercándose a su oreja con un tono de voz seductor—. Siempre quise hacerlo con una animadora.

Mal, sin protestar más o decir palabra abrochó de nuevo sus zapatos deportivos y se dirigió a la salida, lista para la competencia. Jane intentó pensar en qué le había dicho Evie para convencerla tan rápido, pero no se atrevió a formular la pregunta.




  ♕  




Por supuesto, la actuación de Mal fue pésima en todos los sentidos. Tal vez había perdido el enfrentamiento con Audrey, pero en realidad no le importaba: nunca le interesó formar parte del grupo, aprobaría la materia, y su verdadera recompensa la estaría esperando pacientemente en su habitación.


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