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CAPITULO 5


Un grato ambiente acompañaba un momento único para la vida de estas dos chicas que parecía como si el destino las uniera en ese momento, o había hilos moviéndose sobre ellas que propiciaron este encuentro.

Akay estaba preparándose para lo que sería el discurso de su vida; no dejaba de poner su mayor cara de concentración mientras estaba de pie intentando recordar cada detalle para no omitir nada. Por otro lado, Soe, contemplativa, muy tranquila y pareciendo gozar por primera vez la compañía de alguien más.

A la escena se sumó otro elemento: a las afueras de la cueva comenzaba una tormenta de arena que no permitía que, por el momento, pudiese iniciar la conversación. Ambas conocían claramente cómo funcionaban esas tormentas, con un sonido muy intenso, sumado a que la duración tiende a ser bastante larga. Pero este no fue el caso; la tormenta se detuvo, pero los sonidos fuertes continuaban.

Soe se puso de pie en un instante, con la mirada hacia el vacío, como si ese sonido le recordase momentos tan antiguos que le costó unos segundos volver a sí. Ambas salieron de la cueva tomadas de la mano; ninguna de ellas sabe en qué momento lo hicieron, pero ahí estaban, ambas con cara de sorpresa, viendo cómo, hacia el lado inferior del risco, entre una neblina de arena que se desvanecía lentamente, emanaban cinco figuras.

Eran cinco robots, pero muy diferentes a los conocidos en la casa de Soe. Estos eran de aspecto humanoide, tenían extremidades e, inclusive, un rostro que se asimilaba lo más parecido a una calavera: cuatro de color plateado y uno de ellos negro. Detrás de ellos se asomaba una nave esférica de un color que parecía camuflarse con la arena, pero la parte inferior de esta máquina tenía claros elementos de despegue, los cuales aún estaban encendidos, generando pequeñas oleadas de arena alrededor de los robots que avanzaron hacia la cueva.

En el momento en que las chicas quieren escapar, son rodeadas por los mismos robots que llegaron volando hacia su dirección muy rápido. El robot oscuro rápidamente toma a Akay y la lleva en dirección a la ciudad Niutron; la pequeña se va entre lágrimas, alargando sus brazos lo más posible, como queriendo llegar a los brazos de su amiga. Pero Soe tiene otro destino: es llevada a la fuerza por dos robots dentro de la nave. Ya dentro de la nave, sometida por los robots, es amarrada a una silla. Momentos después, los cuatro robots que la acompañaban se quedan quietos por completo, apagándose las luces que emanaban de sus ojos. Por un momento, pensó que se había librado de ellos, pero frente a ella se abren cuatro compuertas, y en ellas figuraba la misma imagen: un hombre sentado con los ojos cerrados, rodeado por cinco robots, y estos robots sí eran los mismos de la casa de Soe.

Pasaron unos segundos y los cuatro hombres se acercaron a la chica atada, quien se percató de que existía una quinta compuerta que aún estaba cerrada. Los cuatro hombres parecían discutir si realmente tenían o no a la persona indicada, pero parecía que había un método para determinarlo. Dos de ellos se fueron a otro cuarto y los otros se quedaron sentados al lado de Soe.

— Bueno, chica, vamos a repetirlo solo una vez. Queremos encontrar al robot dorado y se nos informó que una persona con tus características... — Dijo el captor rubio mientras analizaba detenidamente el rostro de Soe. — Exactamente, debías tener esa cicatriz tan característica en tu mejilla, además de la forma de tus ojos. Eso definitivamente lo confirma, pero la verdadera razón por la que te encontramos es debido a esa pequeña, quien trabajaba para nosotros, por cierto; es hija de nuestro jefe.

— Así es. — Dijo el otro captor calvo, mirando seriamente al captor rubio e interrumpiéndole rápidamente. — Pero, por más que sospechemos de ti, solo hay una forma de saber si eres o no realmente quien buscamos. Mis demás compañeros no estaban de acuerdo, pero debo insistir: si traes el robot dorado ahora mismo, podremos irnos y acabar con esto de una vez. — Dijo el captor mientras se levantaba de su asiento en dirección a los demás captores que habían ido a una sala contigua.

Soe, quien estaba completamente inmovilizada, no pudo decir una sola palabra. Lo que había escuchado resonó de una manera muy intensa en su ser, pero al quedarse por momentos a solas con el captor rubio, se le vino una idea a la mente.

— Pues, si soy a quien buscaban, lo admito, pero nunca van a encontrar al robot a menos que me hablen más sobre Akay. Es mi amiga y sé que no me traicionaría. — Dijo Soe, mientras analizaba sus propias palabras, que buscaban que su captor le diera información útil, pero que le hicieron dudar por un momento si realmente pensaba así. — La verdad es que ella me dio toda la información sobre ustedes, los puntos débiles de cada uno de ustedes.

— Claro que esa chica es muy buena para parlotear, pero no te diría nada. — Dijo el captor rubio, pensando seriamente en sus próximas palabras. — Además, nuestros cinco robots son invencibles. Incluso sin nuestro jefe, que se llevó a Akay bajo la ciudad, solo los cuatro podemos vencer, sin dudas, a tu robot dorado. — Dijo mientras cruzaba tensas miradas con Soe, quien esperaba recibir más información. — Además, tu madre no pudo haberte enseñado a usar ese robot. Nosotros la tenemos capturada en nuestra base hace ya bastante tiempo, y no existe la posibilidad de que alguien más pudiese enseñarte, a menos que esa otra anciana siga viva.

La conversación es interrumpida por el resto de captores que llegan junto a Soe, donde todos miraron al captor rubio con ganas de querer golpearlo, como si supieran que había hablado más de lo que debía. Pero la verdad era que desde donde estaban no lo escuchaban; solo era una persona conocida por hablar indebidamente. Incluso Soe miraba al sujeto, pero estaba totalmente perdida en sus pensamientos. El escuchar que su madre estaba viva pero apresada le trajo rápidamente recuerdos de su último sueño, en donde había aparecido la silueta de su madre en la orilla de la playa.

Además de este sueño, Soe intentó buscar recuerdos de su madre, pero solo pequeños momentos de su infancia parecían recordar a alguien parecida a ella. Uno de esos recuerdos es muy difuso; estaba dentro de una tormenta de arena, intentando escuchar a la que parecía su madre, pero la tormenta no lo permitía. Estos pensamientos son interrumpidos por los captores, quienes inyectan un líquido en el brazo de Soe, quien poco a poco se va sintiendo como lejana a su propio cuerpo, confundida por si en ese momento iba a quedarse dormida o si lo que parecía sentir también era lo mismo que experimentaba cada vez que meditaba. Justo antes de que su mente abandonara su cuerpo, se le vino otro recuerdo a la mente: es Akay en el momento de ser capturada. Al verla en ese estado, llorando y queriendo ser rescatada, avivó un sentimiento de empatía nunca antes experimentado. Además de sentirse aliviada, sabía que esa chica no la había traicionado. Entre lágrimas, Soe abandona su cuerpo y se dirige flotando a toda velocidad hacia su casa. La imagen se vuelve completamente oscura y se ve la figura del rostro de calavera con bordes dorados.  

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