XVI. Cautivando al enemigo
—La pregunta es: ¿Qué pretendes tú estando aquí? —Castiel, quien no se había movido de su posición desde que abrió la puerta, le dirigió una severa mirada a la castaña. Ambos parecían estar retándose de esa forma, una batalla feroz entre azul mar contra gris intenso.
Ella pareció afligida, o al menos eso denotaban sus facciones, que se acomodaron de tal forma que su rostro parecía sumamente ofendido y afligido.
—Gatito... Esa pregunta no es muy dulce de tu parte—comentó en tono melancólico acercándose a Castiel en busca de su contacto.
El guitarrista dio un paso hacia atrás sin despegar sus orbes plomizos de ella.
Observaba la escena con una mezcla de nerviosismo y zozobra, parecía que Castiel me creía, pero ver a Debrah actuar de esa forma me provocaba querer golpearla.
— ¿Quieres un contrato más grande? —cuestionó el pelirrojo hundiendo una de sus manos en el bolsillo interior de su chaqueta y de él extrajo los boletos de avión, dejándolos a la vista de todos —. Gánalo... ¿O tan poca confianza tienes en ti misma?—Debrah contemplaba el sobre con el que ahora Castiel jugaba y el pánico se hizo presente en su semblante—. Pensé que ibas a jugar limpiamente, Debrah... Pero vamos, ¿Qué podía esperar de ti?
—Gatito... No sé de lo que estás...
— ¡No me llames así! ¡Y por supuesto que sabes de lo que hablo, no niegues que esto es parte de una trampa, te aliaste con la demente de Alanis!—agitó la envoltura frente al rostro de la castaña que a juzgar por su expresión se sentía atrapada—. ¡Esto no es porque me quieras ni porque me hayas extrañado, esto es por ti, todo es por ti, siempre fue por ti!
— ¿¡De dónde sacaste eso!? ¿¡Acaso esa chica te convenció de todas esas mentiras!? —giró su rostro y me dedicó una expresión de aversión a la que le correspondí—. ¿Le crees más a ella que a mí, Castiel?
— ¿Tan poco claro he sido?—cruzó los brazos por encima de su pecho y su rostro se endureció, manifestando la poca paciencia que tenía.
— ¡Tienes que ir, no puedes perder la oportunidad por una mentira de estas! ¡Es ella quien quiere interferir!
— ¡Yo no quiero interferir en los planes de Castiel, pero no voy a permitir que ninguna de ustedes, le haga daño a las personas que me importan!—intervine, caminando con lentitud hasta allí, no iba a quedarme sin hacer nada teniendo tantas cosas que decirle a esa... chica—. A ti sólo te importa el maldito contrato, jamás te interesó Castiel, y no voy a dejar que lo consigas, no dejaré que vuelvas a engañarlo, no voy a dejar... —conseguí llegar hasta la puerta y me ubiqué frente a Debrah—, que le hagan daño de nuevo—empujé a la castaña que al estar desprevenida dio unos pasos hacia atrás tratando de recuperar el equilibrio.
Castiel me dio un empujón, haciéndome caer sentada sobre uno de los asientos de su sala y se dirigió hacia donde estaba Debrah sin cambiar de ninguna forma la seriedad que habitaba en su rostro.
—Dile a Alanis—sacó un encendedor de entre el bolsillo y quemó los boletos frente a su exasperada ex novia —, que si es tan valiente, venga hasta mi departamento... Esta misma noche.
— ¡No, Castiel, no! ¿¡Te volviste loco!? ¡Es peligrosa, lo sabes, no hagas estupideces!
— ¡Pero díselo!—tomó a Debrah del brazo y abriendo la puerta la empujó fuera de su vivienda; acto seguido, cerró de un portazo.
— ¡Castiel, estás mal, no puedes encerrarte aquí con ella!
— ¡Cállate, no estoy de humor para tus sermones! —vociferó con una rabia que pocas veces le había visto.
Caminó por el pasillo, huyendo de mis temores y reclamos, escapándose y exponiéndose. Permití que se quedara a solas ya que hablar con él en ese estado era completamente inútil.
Me recosté en el sofá una vez más y dejé que el sueño y el cansancio me vencieran.
~Debrah:
— ¿¡Qué!?—un agudo grito rompió el silencio de la habitación y la calma que, hasta el momento, había mantenido la conversación—. ¡Te contraté para algo y no fuiste capaz, eres una inútil, Debrah!
— ¡Es tu culpa, no apretaste demasiado las sogas! ¡Pudo escaparse y avisar a Castiel, maldita sea! —bufé con frustración.
— ¡Se supone que debías estar con él! ¿¡Qué hiciste en todo ese tiempo!?—la peli-negra caminó por su habitación como fiera enjaulada claramente afectada por los acontecimientos que estropeaban sus planes.
— ¡Eso hice! Pero... Me detuve por un momento en la tienda de discos, estuve... Bueno, en el local hay un chico que me invitó a comer, no podría negarme, ¡es un gran fan de Stars of Nightmare, creí que todo estaba bajo control, pero cuando llegué esa chica estaba en casa de Castiel!
— ¡Mierda, eres una completa idiota!—bramó plenamente irritada, lanzando varios objetos al suelo—. ¿¡Te das cuenta de todo lo que estás perdiendo, estúpida!? ¡Tu tan ansiado contrato no va llevarse a cabo jamás!
— ¡Eso no lo voy a permitir! Castiel dijo que quería verte esta noche en su casa, podrás resarcir el plan si tienes éxito.
— ¡Por supuesto que tendré éxito, yo sí lo lograré! ¡Y olvídate de tu contrato, no estuviste a la altura!—Se sentó sobre su amplia cama y tomando un control activó una alarma que rápidamente atrajo a sus guardaespaldas—. ¡Sáquenla!
Dos segundos después, un par de hombres altos me sostuvieron por los brazos retirándome del lugar.
— ¡Maldita sea! —me quejé viendo como los dos sujetos cerraban el enrejado dejándome fuera del alcance de la peli-negra y sus planes, alejándome de mis sueños y mis esperanzas.
Sola allí, sin siquiera mi dignidad intacta.
~Kim:
Di un gran bostezo y me estiré lentamente, había descansado bastante bien, aunque sintiera una amenaza latente en el pecho. Estaba sumamente preocupada por lo que pasaría entre Alanis y Castiel, temerosa de que trajera consigo un arma de fuego o que simplemente lograra convencerlo. No sentía más que un nudo en la garganta que se extendía minuto a minuto.
Abrí los párpados encontrándome con una manta sobre mi cabeza, seguramente Castiel la había arrojado allí sin detenerse si quiera en ver si estaba situada en el lugar correcto. La retiré con mis manos encontrándome la sala vacía, sólo el murmullo del televisor interrumpía el silencio. Giré mi rostro y me encontré a Demonio profundamente dormido, todo parecía estar en completa paz hasta que los acordes de una guitarra me distrajeron. Me levanté siguiendo la melodía y me encontré caminando hacia la habitación de Castiel. Al llegar, una hoja de papel arrugada cayó sobre mis pies, haciendo que mi atención se centrara en ella.
— ¿Qué estás haciendo?—pregunté observando el suelo de la habitación del pelirrojo cubierto por papeles dispersos en todas direcciones.
Castiel me observó y luego centró la vista en su instrumento.
— Me estoy lavando los dientes... —ironizó y continuó inmerso en la melodía, luego anotó algo en su cuaderno pero la hoja terminó en el sueño acompañando a las demás.
— ¿Compones también?—me acerqué despacio con una sonrisa implícita en mi rostro, si se trataba de música, mi fascinación era tremenda.
— ¿Es el día de las preguntas estúpidas?— su satírico tono me congeló un instante y recordé el terrible humor que tenía horas antes de haberme abandonado en los brazos de Morfeo.
Me senté tímidamente sobre su cama, estando así era mucho más difícil acercarse a él o hacerlo entrar en razón. Mi atención se centró en las hojas esparcidas sobre el suelo, tuve que reprimir un impulso por levantarlas y leerlas porque sabía que si lo hacía, Castiel se enojaría aún más... Si es que eso era posible.
Después de un rato de silencio, en el que ninguno de los dos parecía querer hablar, finalmente fui yo quien rompió el silencio.
—Temo por ti...—confesé en un murmullo.
— ¿Eh?—él dejó de tocar y sentí su mirada posándose en mí.
Giré mi rostro y lo contemplé; hasta ese momento no había notado lo guapo que era: Su tez pálida, complementándose perfectamente con el carmesí de su cabello, sus oscuros y centelleantes ojos que podían hipnotizarte o simplemente aborrecerte; su nariz recta y sus pómulos amplios y varoniles, todo hacía parte de ese bello rostro que con anterioridad había ignorado.
— ¿Vas a decirme o no?—cerró los ojos y giró el rostro, quizá le había incomodado que estuviera viéndolo de esa forma.
—Temo por ti, me preocupa que hayas hecho venir a esa tonta hasta tu apartamento, no quiero que te pase nada, es demas...—un par de cálidos labios se posaron con delicadeza sobre los míos, como ligeras plumas rozando con suma suavidad la superficie. El contacto fue corto, pero eso no menguó la intensidad.
—Calla... Te dije que no quería sermones—se alejó y tomó su guitarra, tocando acordes como lo había hecho con anterioridad, evitando hacer contacto visual conmigo.
Me quedé estupefacta, pero con cierta emoción invadiéndome. Este había sido un beso corto pero tan estimulante... Me había hecho feliz por completo. Permanecí en mi lugar con la mirada perdida en él, sonriendo como una tonta. Castiel no me miraba, parecía estar pensando en algo. Me moví hacia atrás acercándome a él, tratando de distraerlo.
—Entonces... ¿Me enseñas?—mi dedo índice señaló su guitarra y esperé que aquello pudiera atraer su atención.
Sus ojos grises recorrieron mi rostro y luego una sonrisa traviesa apareció en sus labios.
—Demasiado complicado para una mente tan corta de entendimiento como la tuya, mejor intenta tejer...
— ¿Besas a una chica y luego la tratas de esa forma? Eres tú quien está algo corto de entendimiento, seguro tu ínfimo cerebrito no alcanza a deducir que un beso es algo importante y que no debes tratar así a la chica que te gusta—me crucé de brazos intentando parecer ofendida.
— ¿Que me gusta? Si que te tienes confianza... —Aunque no lo veía notaba su característico tono jocoso tiñendo su voz —. Pero no te lo negaré, para no romper tus frágiles esperanzas de chica romántica y cursi que cre...—fui yo quien silenció sus labios con un beso, jamás había pasado antes, de hecho no era de las que iniciaba un beso, pero en ese momento sentí que debía, que podía, me sentía cómoda en su compañía, como antes, como siempre, como desde el día en que lo conocí...
Moví despacio mi boca una vez él respondió y mis manos se desplazaron hasta situarse en el mar carmesí de su cabello. Lo abracé por el cuello, muy despacio y con timidez sintiendo como de repente nada parecía importar, ni el dolor que tenía, ni mis preocupaciones, todo aquello era ínfimo comparado con el cúmulo de sentimientos que afloraban de mi interior.
Él se alejó y yo abrí los párpados con lentitud encontrándome con ese torbellino grisáceo que me observaba entre atónito y complacido. Apreté un poco los puños y me encogí ante esa mirada, estaba avergonzada.
—No soy... Frágil—murmuré sonrojada y con la cabeza inclinada—, a pesar de todo lo que me ha pasado, de resultar en el hospital, de terminar golpeada, de verte ser atacado por una chica obsesiva... Yo sigo recobrando las esperanzas, sigo creyendo que nos libraremos de todo esto, así que no me llames así, Castiel.
—Bien, bien, de una u otra forma siempre sueles hablar mucho, así que terminemos esta discusión aquí y dame tu teléfono—ordenó dejándome completamente perpleja.
— ¿Qué? ¿Por qué?—pregunté sin entender su súbita petición.
—No estoy de broma ni de muy buen humor así que hazlo.
Le di el teléfono por el simple hecho de evitar una discusión y me mantuve alerta por si hacía algo que no quería.
—Si es por Nathaniel, no sigo enviándole mensajes...—me detuve porque él hablaba con alguien a través de mi móvil ¿quién podría ser?
—Está en mi casa algo herida, lo más inteligente es que vaya directamente y descanse, si, bien, la espero aquí—colgó y me devolvió el aparato, examiné la última llamada y leí "mamá" en la pantalla.
— ¿¡Por qué llamaste a mamá y le dijiste eso!? ¡Va a preocuparse mucho, yo estoy bien!
— ¿Planeabas quedarte a dormir en mi casa?
— ¡N-no, por supuesto que no, pero no tenías que decirle eso, si querías que me fuera sólo tenías que decírmelo!
— ¡Cité a Alanis, tarada, si no quieres que termine matándote lo mejor es que no estés aquí! —Exclamó con exasperación y se levantó de la cama en un ágil movimiento.
— ¡Castiel idiota, no me iré de aquí, no te dejaré solo! —Traté de seguirle el ritmo pero era difícil, estaba dolorida y cansada aunque decidida a no salir de ese apartamento.
Me arropé bajo el edredón de su cama y permanecí allí enojada y dispuesta a no ceder. Hasta que, unos quince minutos después, el sonido de mi celular rompió el silencio alertando al pelirrojo de la presencia de mi madre. Maldije en mi fuero interno, no me había dando cuenta que Castiel cambió la configuración de mi teléfono de "modo silencioso" a "ruidoso"
—Ya es hora—su voz impaciente retumbó en la habitación y yo me aferré a su cama como si mi vida dependiera de ello —. ¡Kimberly, no seas estúpida, deja de hacer esto!
— ¡No, no te dejaré con esa chica, no voy a dejar que nada te pase!—grité dejando que mis temores me dominaran por completo.
—Bien, te lo buscaste—sentí como arrojaba con fuerza el edredón y tomándome por la cintura me levantó como si de pronto pesara menos que una pluma y me apoyó con brusquedad sobre su hombro. Mi cabeza en posición invertida sólo lograba ver el suelo y la espalda de Castiel.
— ¡Bájame!—golpeé su espalda con mi mano y recibí como respuesta una nalgada que me tomó por sorpresa —. ¡Castiel!
— ¡Quédate quieta!
Al llegar encontramos el taxi en el que mamá nos esperaba. Castiel me dejó en la silla trasera del auto y de inmediato mi progenitora se situó a mi lado.
—Hija, por Dios ¿qué te pasó?—acarició mi rostro y notó el rasguño —, ¿quién te hizo esto?
Yo la miraba, pero mi desespero por proteger a Castiel era aún muy fuerte, así que al verlo alejarse tuve que gritar.
— ¡Castiel, no, por favor no!
Él cerró la puerta del auto y caminó de vuelta a su departamento. El taxi aceleró y me quedé con toda la preocupación abarrotando mi interior. Sabía que mi reacción era exagerada ¿pero cómo no hacerlo después de pasar por tantas calamidades gracias a esa chica?
Palpé mis bolsillos, mi móvil no estaba allí, seguramente en el forcejeo lo había olvidado. Me lamenté de inmediato por no darme cuenta antes y eso aumentó más mi frustración, ahora no tenía cómo comunicarme con él directamente.
—Hija... Háblame, dime qué pasa... Siempre ocurre algo contigo, ese instituto no es bueno para ti, debo sacarte de ese lugar—mi madre hablaba con la preocupación a flor de piel mientras mi mente trabajaba a mil kilómetros por hora, tratando de encontrar una forma de regresar con Castiel —. ¡Kim!
— ¡Mamá!... Mamá yo... ¡No quiero que nada le pase!
— ¿A quién? ¿Cariño, ese chico te hizo esto?
—No... No, mamá, por supuesto que no... Pero está en peligro, yo no puedo dejarlo, no otra vez... Si le pasa algo yo...—la frase se extinguió en mi garganta, pensar en ello era demasiado abrumador, sobre todo después de haberlo besado, de haber descubierto finalmente lo que sentía por él...
— ¿Peligro? Hija, si sabes que es así cuéntamelo, creo que podríamos llamar a la policía si llegara a ser muy grave—sugirió mi madre en un vano intento por calmar mis ya muy fuertes sollozos—. Calma, Kim... Si el muchacho es tan especial para ti lo ayudaremos, pero tienes que ponerme al tanto, tienes que decírmelo, amor...
Sentí sus manos tibias acariciar mi cabello con una paciencia implacable. Adoraba poder estar con mi madre, saber que a pesar de todo ella estaría allí.
Al llegar a casa me senté en el sofá, mamá preparó un té Twinings de durazno, mi favorito. Estaba más tranquila después de haber llorado y ahora me esperaban varias horas de explicaciones y narraciones sobre todo lo que había sucedido.
~Castiel:
Estaba ansioso, así que mientras esperaba a que la hora se acercara hablé con Lysandro, aquello había disminuido mi estado en unos cuantos grados, sin embargo, me dejó con una duda importante que no dejaba cabida a nada más en ese momento.
Dejé mi chaqueta sobre el sofá y tomando un paquete de galletas, decidí divertirme un poco.
—Hey, Demonio, vamos a jugar—mi mascota movió la cola respondiendo a mi llamado y su entusiasmo se acrecentó en cuanto reconoció el paquete que tenía entre mis manos.
Busqué con la mirada el balón de rugby que había comprado como juguete y lo lancé hacia el pasillo, logrando que el enorme perro corriera tras ella. Un momento después la traía entre su hocico, y se dedicó a mordisquearla pero sin entregármela.
—Bien, no habrán galletas—giré fingiendo desinterés en guardar la bolsa de sus bocadillos favoritos. Su reacción fue predecible, ya lo conocía; había llamado su atención y ahora estaba allí mirándome entre arrepentido y esperanzado—. Ok, atrápala—lancé la galleta al aire y dando un salto la pescó en el aire—. Buen chico.
Jugamos con la pelota por un rato hasta que el sonido del timbre nos distrajo. Me acerqué a la puerta y la abrí con una expresión inescrutable en el rostro. Frente a mí, tal y como me lo esperaba, estaba la delgada peli-negra. Me hice a un lado sin decir palabra y ella frunció el ceño, tal vez tenía la esperanza de una mejor bienvenida.
—Castiel...—entró y se puso de puntillas para besarme la mejilla. Sentí repulsión al instante, casi me pareció como un ácido que resultaba altamente corrosivo. Aún así, permanecí en silencio—. Qué bonito departamento, está algo chico... Si deseas puedo ordenarle a mi chofer que nos lleve a algún otro lugar.
—Aquí estoy bien.
—Ya veo—sonrió y la hipocresía era evidente —. ¿Por qué me llamaste? Si me necesitas no tienes por qué ser tan distante... Soy... Tu amiga... Íntima si así lo deseas...—me acarició el pecho de forma sugerente y sonrió con experta seducción.
—No deseo nada, siéntate—demandé en tono mordaz, ganándome una mirada de odio por parte de la chica.
Ella tomó asiento en el sofá y al ver a Demonio se alteró de una forma realmente patética.
— ¡Oh Dios mío, una bestia, sáquenlo, sáquenlo, que no se me acerque por favor!
Su espectáculo más que vergüenza ajena me dio repulsión, e ignorando sus quejas empecé a hablar. Entre más rápido lo hiciera, más cerca de librarme de esa estúpida cabeza hueca estaba.
—Me enteré de su plan, sé por qué está Debrah aquí y sé lo que pretendes, Alanis. Ya no tiene caso que finjas, no soy ningún idiota.
—Oh, Castiel, sólo fue un malentendido sin importancia, la verdad es que Debrah me comentó sobre tu talento con la guitarra y quería que estando en Los Ángeles conocieras a mi padre, él conoce buenos productores y músicos con los que podrías tratar.
— ¿Atrayéndome con publicidad falsa?
—No sabía de qué otro modo hacerlo, nos habíamos alejado tanto que pensé que de esa forma podrías interesarte... —Su voz parecía genuina y honesta, pero no era de ningún modo tan idiota como para creerle.
—Le ofreciste un contrato a Debrah a cambio de convencerme...
—Claro, tú no me querías cerca, ella me lo comentó y pensé que sería perfecto, ambos obtendrían beneficios.
— ¿Qué querías de mí en ese lugar?—inquirí tratando de parecer interesado.
—Bueno, es bien sabido por todos mis fans o debería decir, amigos, para ser más modesta—sonrió y se acomodó un mechón de cabello tras su oreja —, que siempre me has atraído, así que pensé que sería la oportunidad perfecta para acercarnos y que, además, pudieras obtener el contrato de tus sueños.
—Si eso es cierto, ¿por qué disparaste aquél día sobre mi pierna? ¿Por qué llevabas un arma y amenazaste a Kim? ¿Cómo supiste dónde era su casa?
—Cariño, lo siento tanto, en verdad... Estuve muy preocupada por ti durante el tiempo en el que no estuve, de verdad no fue mi intención herirte... Y... ¿Por qué te preocupas tanto por esa chica? Según me dijiste, ya no es tu novia ¿verdad?
—Me preocupo por mis amigos, y eso no responde a mis preguntas, Alanis, estoy tratando de entenderte, de poder conocerte más... Eres guapa, siempre se lo dije a Lysandro pero tu comportamiento francamente me desconcierta—me eché sobre la silla y la analicé.
— ¿De verdad eso crees?—levantó su rostro y una oleada de emoción avivó sus finas facciones.
—Sólo mírate...
—No puedo creerlo, pero... Bueno, yo... No soportaba ver a Kim siendo tu novia, ella... No está a mi nivel, es tan simple, tan tonta y su cabello está maltratado, necesita seriamente unas mascarillas, su piel es fea, seca y arrugada... Pero te tenía a ti y no soportaba saber que alguien de su calaña me estaba ganando...
— ¿Por eso la seguiste... Nos seguiste, aquella noche? Debo decir que me asustaste, realmente llegué a pensar que estaba en peligro... —Seguí analizándola, pero esta vez con una sonrisa en el rostro, demostrando la supuesta fascinación que sentía hacia ella.
— ¿Me...Viste? ¿Cómo sabes que era yo?—su mirada azul marino era cautelosa.
—Tu figura, tu cabello... Lo reconocería donde quiera que fuera, jamás lo olvido ¿sabes? Yo siempre soñé con tenerte, pero verte haciendo esas cosas sólo me hizo alejarme de ti...
—Me rechazaste... Cuatro veces, ¿por qué dices que soñabas con tenerme?—consultó y noté cierta emoción en su voz.
—Por tonto, es obvio que no me sentía muy capaz de relacionarme con alguien de tu clase... Por eso me comportaba tan distante y frío, pero aquél día que salimos, que nos besamos... Ese día mi interés en ti aumentó.
—Ya... Veo...—un sonrojo en sus marmóreas mejillas hizo su aparición confiriéndole por un momento un aspecto de inocencia y fragilidad que nunca había vislumbrado —. Pero... ¿Y Kim? ella parecía feliz torturándome por tenerte, es una maldita...
—Quería saber si sentías celos, y los sentiste ¿verdad? Por eso te presentaste con esa arma, por eso continuaste siguiéndola, por eso la empujaste a ese automóvil... Por mi has actuado así, me siento muy halagado... Pero tienes que saber que Kim y yo nunca fuimos nada, ella me ayudó fingiendo que así era para ver tu reacción... Todo era parte de mi plan para ver si me querías...
—¿Lo... Fingió? ¿Por... Mí? —Ella parecía confundida, lucía como si por primera vez comprendiera algo importante.
—Así es...
—Y yo... Casi mato a esa chica... La Envíe al hospital...—estaba aterrada o esa era mi impresión —, la amenacé con un arma, la encerré en el... Por Dios, Castiel, y todo era por mí, por conseguir mi atención... Eso es muy dulce.
—Quiero que de ahora en más no hayan más de estas cosas, quiero que estemos los dos, sin trampas, sin ese comportamiento que a todos nos afectó, ¿crees que podrías?
—Si... ¿Estar los dos? ¡Claro! Kim está fuera de esto, no le haré daño nunca más ¡soy increíblemente feliz!—corrió hasta mí y me abrazó con efusividad, respondí el gesto tratando de que se sintiera genuino y sonreí para mis adentros, mi plan iba marchando a la perfección.
Acaricié su espalda y su cabello durante un rato, y luego me separé de ella.
—Debo ensayar con Lysandro ahora—miré el reloj de pared —. Componer en las noches se le da bien, pero ¿nos veremos mañana, verdad?
—Claro... Sí... Donde quieras...
—En la azotea, en el receso
—Si... Allí estaré—me besó la comisura de los labios y yo sonreí como un tarado aunque sintiera un asco inmenso en mi interior.
Finalmente se largó de mi apartamento, y cuando me quedé solo retiré de debajo de mi chaqueta el celular que había grabado toda la conversación. Esta era la prueba que necesitaba para inculparla, esto nos sacaría la pesadilla de una vez por todas.
Me dirigí al ordenador, lo guardé allí haciendo copias en todas partes. Bebí un poco de soda y me recosté en la cama complacido con mi éxito, hasta que el sonido de un celular llamó mi atención, lo busqué dejándome guiar por la dirección del ruido y me encontré el móvil de Kim entre el edredón.
Abrí el mensaje, el estúpido de Nathaniel volvía a escribirle
"No he recibido ningún mensaje tuyo desde entonces, ¿está todo bien?"
—Idiota... —Murmuré, pero entonces un momento de lucidez llegó a mí.
Busqué el número del delegado y pulsé en "llamar" esperando que, si creía que era Kim, me respondiera al instante. Tal como lo imaginé, el rubio desabrido contestó.
—Kim, que gusto escucharte, estaba preocupado...
—Soy Castiel, idiota, y tengo algo importante que decirte...
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