XV. Dominando el dolor
Un dolor lacerante se extendía por todo mi cuerpo, provocando que fuera una completa odisea permanecer de pie. Me dejé caer exhausta y cerré mis ojos esperando el impacto con el suelo, pero jamás llegó; un par de fuertes brazos me sujetaban por la cintura, aferrándome, levantándome, apoyándome. Abrí mis párpados y examiné la pulcritud de las mangas blancas que vestían las extremidades de mi salvador, y mi corazón dio un vuelco al reconocer a quién pertenecían. Inhalé despacio para así infringirme tranquilidad y giré mi rostro con lentitud encontrándome con la mirada dorada más preciosa que hubiera visto jamás...
Eran innumerables las veces en las que había soñado con despertar y ver esos amberinos ojos a primera hora del día, pero ahora que los tenía frente a mí, regalándome su más sincero desconcierto, no me sentía contenta, no encontraba ningún atisbo de emoción acrecentándose en mi interior, al contrario; me sentía vacía, llena de resentimiento, ira y miedo. Sentí sus piernas flexionarse y acabé sentada en su regazo, con mi cabeza reposando en su hombro, contemplándolo con tal intensidad que intentaba de esa forma ponerlo al tanto de todo lo que había sucedido. Él desató hábilmente la mordaza que me cubría los labios y con preocupación observó los nudos alrededor de mis muñecas, tobillos y muslos.
—Dios mío, Kim, ¿quién te hizo esto?
—Tengo que... Tengo que impedirlo, es una trampa...—murmuré empezando a agitarme —. Tengo que ir con él... Tengo que hacerlo ahora...
Él me vio entré confundido y asustado pero en vez de decirme algo, simplemente se movió, de modo que terminé sentada en el suelo con la espalda apoyada detrás de unas enormes cajas. Lo observé de reojo, forcejando con las cuerdas que se ceñían en mis muñecas pero el dolor que me producía el roce del material sobre mi piel resultaba quemante, obligándome a cesar con el movimiento. Nathaniel buscaba algo a toda prisa entre las tantas cosas que había allí y después de lo que me pareció una eternidad, volvió con una navaja y un botiquín de primeros auxilios. Se arrodilló frente a mí y tomó mis manos con el objetivo de cortar los fuertes lazos teniendo cuidado de no lastimarme; cuando logró liberarlas recorrió con las yemas de sus dedos la lastimaba muñeca, lo que me produjo una leve molestia que mis labios se encargaron de alertar, él desvió su mirada de mis heridas y examinó mi rostro con preocupación.
— ¿Quién te hizo esto, Kim?—repitió su cuestionamiento pero eso sólo terminó apresurándome; Llevé mis manos hacia las ataduras fuertemente anudadas en mis muslos y traté de tirar de ellas con desesperación, intentando romperlas con mis manos, desgarrarlas con mis uñas, pero era inútil. Solté un gruñido de frustración y sentí como Nathaniel apartaba mis extremidades de los lazos—. Basta, tranquilízate, estoy aquí... No te hagas más daño, por favor...
Lo miré con lágrimas en mis ojos y los apreté con fuerza dejando que el cristalino líquido se dispersara con libertad por mis mejillas. Moví las manos sobre el nudo una vez más, y al no obtener resultado, lloré aún con más intensidad. Noté al delegado cortando las cuerdas con agilidad, y al culminar con su tarea me abrazó, con tal efusividad que me desconcertó.
Lloré apoyada en su pecho, aferrada a sus brazos, permitiendo que todo el miedo se desvaneciera en un abrazo. Apreté su camisa con mis dedos, y me acerqué tanto a él como me era posible. Enterré mi cabeza en su hombro, manchando con rímel la prenda, dejando que mi dolor me superara como pocas veces en la vida.
—Shh... —El ángel rubio apoyó su mentón en mi cabeza y me acarició el cabello con tanta suavidad que parecía irreal—. No dejaré que nada te pase... Nunca más, te lo prometo...
Mi corazón dio un vuelco al oírlo pronunciar aquellas palabras, eran todo lo que siempre había querido escuchar, eran la constatación de que aún en la oscuridad siempre había una luz, era él, era Nathaniel, mi Nathaniel...
Sonreí un momento y levanté mi rostro para verlo, para agradecer por medio de una mirada sus bellas intenciones y cuando nuestros ojos se conectaron, supe que lo había comprendido, aún sin necesidad de palabras... Palabras que se ahogaban en mi garganta producto del llanto, pero que viajaban directamente a mis pupilas, haciéndolo saber cómo me sentía. Lo contemplé desde allí, tan cerca de su rostro como nunca lo había estado y de inmediato noté como nuestros cuerpos se amoldaban a la perfección, como dos piezas de un rompecabezas. No pude dejar de verlo, hasta que la sensación creciente de vacío se intensificó haciendo que volviera a romper en llanto.
—No... No llores... No de nuevo...—suplicó.
—Tengo que irme... Tengo que impedir... Alanis... Ella, ella...—sollocé con desespero—, ella... Con Debrah, quieren a Castiel... ¡La trampa, tengo que ir!
Nathaniel me miró consternado, y me apretó contra su cuerpo mientras sus manos se posaban con suavidad sobre mis mejillas.
—Escúchame, todo estará bien, pero tú estás herida...—levantó su extremidad y buscó el botiquín de primeros auxilios del que extrajo un poco de gasa humedecida en antiséptico—. Déjame encargarme...—pidió colocando el pequeño lino sobre la mejilla que Alanis había rasguñado provocándome un agudo ardor. Cerré los párpados, fruncí el ceño y soporté —. No sé muy bien cómo proceder con las heridas que provocaron los lazos, así que es mejor que vayamos a enfermería.
— ¡No! ¡Tengo que ir por Castiel! ¡Debrah se alió con Alanis, para llevárselo lejos... Ellas lo engañarán, ellas me encerraron para que no interfiriera, no puedo dejarlas... Ellas no pueden... No!—estaba levantándome del suelo con las fuerzas que me quedaban, y cuando estuve de pie decidida a irme a casa del pelirrojo, el delegado tomó mi brazo con decisión.
—No, no irás tú sola, es peligroso, además si bien sé que Castiel es un idiota de los grandes, dudo mucho que llegue a creer en Debrah cuando llega tan misteriosamente con Alanis.
— ¡Castiel irá, no puedo dejarlo, ellas lo convencieron, lo escuché!—exclamé con cólera queriendo caminar, pero el agarre me lo impedía.
—Definitivamente, Castiel es un idiota...—murmuró con saña —. Te acompañaré, después de esto y de lo que vi en tu casa lo mejor es que tengas compañía.
—Gracias... —le sonreí y limpié mis lágrimas con la manga de mi chaqueta —. Siento... Lo de tu camisa.
El delegado observó la mancha y luego sus ojos dorados se posaron sobre los míos.
—No es nada—replicó mientras su mano se hundía en su bolsillo y de él extraía un pañuelo, se acercó a mí y limpió mi rostro con tanta suavidad que me hizo estremecer. Permanecí quieta deleitándome con el contacto y cuando sentí que se alejaba abrí mis párpados que durante la caricia se habían cerrado —. Mucho mejor... ¿Segura que puedes ir hasta allá? ¿No te duele nada?
Sí quise responder, pero mi corazón sólo deseaba poder impedir que Castiel cayera en la trampa, así que el dolor que sentía era lo que menos me interesaba.
—Estoy bien, y gracias por sacarme de allí, gracias por todo... —Las palabras eran honestas, cargadas de genuino agradecimiento, de hecho, creo que era el "gracias" más sincero que había pronunciado en toda mi vida.
—Tuviste suerte de que me pidieran traer los materiales de gimnasia a aquí abajo, no quiero pensar en lo que te habría pasado si no te hubiera sacado de ahí — comentó dando un paso para que lo siguiera.
Lo hice, moví mis pies que pesaban y dolían por la incómoda posición que tuve que adoptar en el casillero y por las heridas que los lazos provocaron sobre mi piel. Caminé despacio hacia la entrada con ayuda de Nathaniel quien se aseguraba de que no tropezara sosteniéndome por la cintura. Cuando llegamos a la escalera, ahogué un gritito de dolor al ver tantos escalones. Mi acompañante, me examinó durante una fracción de segundo y me levantó del suelo con suavidad, acomodándome entre sus brazos mientras subía hacia la primera planta. Me dejó en el suelo inspeccionando que no me hubiera hecho daño y sonrió.
— ¿Estás bien?—se situó a mi lado dejando que su brazo envolviera mi cintura y empezamos a caminar.
Pude ver el sol de la tarde asomándose en el horizonte a través de las ventanas y me horroricé al saber que fueron muchas las horas que había permanecido dentro de la taquilla. Giré mi cabeza hacia el delegado y asentí para tranquilizarlo. Él me devolvió el gesto con una sonrisa y nos dirigimos hacia la entrada del edificio.
Caminamos despacio, tomando pausas cuando las necesitaba y hablando de cosas desagradables como Debrah y Alanis. Nathaniel me puso al tanto de la relación que mantuvo la castaña con Castiel durante un tiempo y me comentó de cómo el rumor sobre el abandono al pelirrojo se extendió por toda la escuela, ocasionando que Castiel discutiera con medio instituto y que se tornara incluso violento con algunos estudiantes. Escuché con atención todos los detalles de lo que sabía Nathaniel y aquello me hizo odiar más a Debrah.
—Es una chica ambiciosa, que no le importará nada excepto ella misma. En ese tiempo Castiel parecía realmente enamorado de ella, pero si quieres mi opinión, creo que ella sólo lo usó como medio para conseguir el contrato que le ofrecieron aquella vez.
— ¿Qué ocurrió con eso?—inquirí llena de curiosidad, porque aquello me daba muchos más argumentos para enfrentar a Castiel cuando llegara a verlo.
—Lo único que sé, es que las ventas no fueron suficientes, ignoro lo que haya pasado en realidad, sin embargo no me sorprende que así fuera.
— ¿Por qué?
— ¿No has escuchado su disco, verdad?—miró hacia el horizonte e hizo una mueca de desagrado.
— ¿Tan mal está?
—Admito que tiene talento y una gran voz, pero su música es... Algo hueca, además el sonido no es muy llamativo, no lo sé, esa es mi opinión.
— Debiste escucharlo cuidadosamente para llegar a esa conclusión... —hablé en tono jovial disfrutando de la amena platica a pesar de que fuera a cerca esa chica.
Un rato después, arribamos al departamento de Castiel, Nathaniel parecía mantener una discusión consigo mismo sobre si debería estar ahí o no, pero al verme caminar hasta la entrada de la edificación, fue hasta mí sin dubitación alguna. Subimos al ascensor y al llegar al cuarto piso pude divisar como el rostro del rubio se endurecía por completo.
—Nath, sé que no es de tu agrado estar aquí, llamaré a mamá para que venga por mí, de verdad, ya hiciste suficiente—manifesté, claramente preocupada por el estado del delegado.
—No te dejaré sola... Está bien, no es la primera vez que nos verás discutir —
Asentí insegura y me dirigí hacia la puerta del pelirrojo, di un par de golpecitos y luego toqué el timbre temiendo que se encontrara dormido. Esperé observando de reojo a Nathaniel que se veía realmente ansioso, y luego de unos momentos Castiel abrió la puerta.
— ¿Qué haces aquí?—cuestionó algo pasmado por mi repentina visita. Sus ojos se movieron por mi rostro como si fuera una especie de fenómeno y un momento después, estuvieron sobre el rubio— ¿¡Y con él!?—gruñó con furia entornando los ojos con una repulsión que no creía posible.
—Castiel yo... Por favor no te vayas—solté sin premeditación, demostrando así el desespero que sentía al saber que estaría lejos cayendo en una trampa que una estúpida chica había planeado para tenerlo cerca.
Él me analizó con la mirada y golpeó la puerta haciendo que chocara con la pared e intentara cerrarse de nuevo. Con mi mano la detuve para no quedar fuera del apartamento y vi a Castiel caminar como fiera enjaulada por toda la habitación.
— ¿¡Cómo demonios te enteraste de eso!? ¡Maldita sea, de nuevo metiéndote en lo que no te importa! ¡Todo sería más fácil si no hubieras venido hasta aquí pero luego te presentas como si nada y con el idiota ese!—comenzó a descargarse sin prestar mucha atención al tono que estaba usando.
Di un débil paso hasta quedar dentro del hogar del pelirrojo y sentí como Nathaniel se posicionaba detrás de mí.
— ¡Es una trampa, Castiel, lo oí! Escuché a Alanis decírselo a Debrah, tienes que creerme, no puedes ir, el concurso es una trampa para atraerte.
— ¿Cómo se te ocurre venir aquí a inventar todo aquel lío?—cuestionó caminando directo hacía mí y sosteniendo mis brazos mientras me sacudía—. Di que no quieres que me vaya porque me necesitas contigo pero deja de mentir—me dejó algo aturdida con su grito y mucho más con sus palabras y acto seguido se dirigió a Nathaniel—. ¡Y tú maldito imbécil, sal ahora mismo de mi departamento si no quieres que te saque a patadas!
—No me iré—respondió Nathaniel con una tranquilidad que sabía que le estaba costando.
— ¡Pues tú te lo buscaste, idiota!—el pelirrojo se acercó a él y antes de que pudiera hacer algo lo abracé por detrás, dejando sus brazos inmovilizados, mientras me aferraba a su chaqueta con fuerza. Sabía muy bien que no le resultaría difícil liberarse, pero al menos de esa manera logré contenerlo un poco—. ¿Qué demonios haces?—se dirigió a mí algo consternado por mi manera de actuar.
—Por favor, créeme, todo es un engaño para que Alanis pueda alejarte y quedarse contigo—empecé a sollozar mientras me aferraba más a su espalda.
Sentí como Castiel giraba sin deshacer el abrazo y me atraía por la cintura.
—Si no quieres que me vaya... Demuéstramelo—musitó con una sonrisa adornando sus facciones. ¿Cómo podía? ¿Cómo pasaba de una emoción a otra en menos de un segundo?
Levanté mi cabeza de su pecho y observé sus ojos grises oscurecidos por algún tipo de promesa que aún no lograba discernir ¿qué quería decirme?
— ¿Cómo?—pregunté con curiosidad.
—Haciendo el amor conmigo—su sonrisa aumentó al notar mi rostro completamente rojo y perturbado.
—No seas canalla, Castiel—el delegado se puso a un lado de nosotros mirando con furia contenida al pelirrojo que no dejaba de sonreír.
— ¿Entonces qué dices, Kim?—cuestionó él ignorando completamente a Nathaniel.
¿Qué iba a responder? No podía decir que sí a algo como eso, mucho menos frente a Nathaniel, eso sería como renunciar a él; y por otro lado, ¿era realmente eso lo que quería para quedarse? Yo no estaba preparada, pero me resultaba doloroso saber que lo alejarían de mí.
No sabía qué hacer, de repente la situación había quedado en mis manos de una forma en la que no me hubiera imaginado. Estaba entre la espada y la pared, sabiendo que la petición de Castiel no era justa.
—Sabía que eras un cretino, pero no pensé que caerías tan bajo—el delegado empujó a Castiel, pero la agresión, que no lo tomó por sorpresa, no consiguió moverlo ni un ápice, todo lo contrario sucedió cuando el músico le devolvió el empujón, logrando sacarlo del departamento. Cerró la puerta de un portazo un segundo después.
— ¡No te metas!—le gritó cuando habíamos quedado encerrados y tomando mi brazo me llevó hacia el sofá —. ¡Voy a hacerla gritar hasta que ya no lo soportes, Nathaniel idiota!
Me quedé quieta, esperando el próximo movimiento de Castiel, y mirando de vez en cuando hacia la puerta, ya que me sentía extremadamente mal por el delegado. Quise abrir, decirle que no dejaría que Castiel me extorsionara, pero no tenía fuerzas ya, estaba terriblemente dolorida, cansada, y lastimada, sin contar con el hecho de que si intentaba algo, el pelirrojo me lo impediría, y en este estado no podría soportar un forcejeo. Me sentí mal, mal por pagarle de ese modo al dulce rubio, mal por permitirme estar aquí sentada sin hacer nada por él, mal por dejar que el guitarrista se saliera con la suya. ¿Qué más podría salir mal el día de hoy?
Castiel se desplomó sobre el canapé, de forma tan despreocupada que me dio envidia, aunque de inmediato noté como se tensaba cuando sus plomizas pupilas hicieron contacto con las mías.
—Entonces... Lo que dijiste... ¿Es de verdad?—consulté con timidez sintiendo mi rostro arder.
— ¡Jajajajajaja! ¿De verdad me creíste? ¡Si que eres tonta!—sus carcajadas me dejaron helada y sobre todo sintiéndome una tarada —. Dime quién te hizo eso en el rostro.
— ¿Te irás? — cuestioné entre mal humorada y temerosa. Noté rápidamente como su temperamento volvía a cambiar, volviéndose frío y cauteloso.
—No quería verte, ni a ti ni a Lysandro porque sabía que sería más... Difícil—explicó con una seriedad que me impresionó —. La oportunidad vale la pena, no podía negarme... No después de que Debrah me lo pidiera.
— ¡Es una trampa, Castiel!—mi mal humor salió a relucir ahora que me había hecho sentir estúpida—. ¡Escúchame bien, tonto, bajé al sótano a buscar la libreta de Lysandro, y cuando llegué, escuché la conversación entre Debrah y Alanis, ella le decía claramente que el concurso era una farsa para atraerte y quedarse contigo a solas a donde sea que quieran llevarte, pero como sabía bien que no lo conseguiría por ella misma, buscó a Debrah para que te convenciera, ofreciéndole algo así como un contrato! ¿Ahora lo ves, genio?
— ¡No me hables como si fuera un idiota!
— ¡Lo eres, y uno de los profesionales! ¿¡Como es que no te diste cuenta de que la presencia de esa tonta de Debrah y el regreso de Alanis tenían algo que ver!?
— ¿¡Cómo sé que no me estás mintiendo!?—inquirió mirándome con irritación, pero al ver mi expresión pareció haberse arrepentido.
—No seas tan tonto, Castiel... No mentiría con algo así, no por nada estoy herida—le enseñé las marcas de los lazos en mis muñecas y tobillos—. ¡Me encerraron en un casillero para que no interfiriera con sus planes, si Nathaniel no hubiera llegado aún estaría allí! ¡No te atrevas a decir que estoy mintiendo una vez más porque no respondo!
— ¿Así que no respondes, eh?—sonrió por un segundo, pero sus ojos escrutaban mis heridas con lo que parecía ser preocupación—. Por eso Debrah me dijo que pasaríamos la tarde juntos...
— ¡Aleluya!—exclamé mirando hacia arriba y levantando un las palmas en señal de que había ocurrido un milagro.
— ¡Me estás haciendo perder la sangre fría, chiquilla!—profirió ladeando el rostro en dirección a su mascota quien había llegado hasta allí y de un salto se acomodó en el espacio vacío entre nosotros—. Esperaremos a que Debrah llegue, así la enfrentaremos de una vez, mientras tanto tú—sus ojos gélidos se situaron en las marcas de mis muñecas —. Ve a descansar, prepararé algo de comida y te advierto, no esperes manjares.
—Pero... Nathaniel... él... —me detuve porque el rostro de mi interlocutor se desencajó por completo mostrando la colosal molestia que emanaba de al nombrar a su eterno némesis. —Bien... Como quieras.
El músico asintió como si hablara con una niña de cinco años que le obedecía por primera vez y se marchó directo a la cocina dejándome en la compañía de su enorme Beauceron que a juzgar por su expresión estaba muy a gusto echado en el sofá. Me recosté mientras acariciaba el suave pelaje del perro y extraje el celular de mi bolsillo, debía escribirle a Nathaniel, agradecerle de alguna forma todo lo que hizo por mí y ponerlo al tanto de lo mucho que lamentaba que las cosas hubieran salido así. Escribí el mensaje una y otra vez y nada parecía llenar mis expectativas, hasta que escuché los pasos de Castiel acercarse y pulse 'enviar' de manera precipitada. Era tonto que escondiera el hecho de que me mensajeara con Nathaniel, pero no quería hacer que el humor del pelirrojo empeorara.
—Ten—me lanzó una Coca-Cola y puso una sopa instantánea en mis manos —Era mía, pero viendo esa cara de muerto que traes, te la cedo.
— ¡Gracias!—observé la comida con entusiasmo, hasta ese momento no me había dado cuenta del gran apetito que tenía.
—Demonio, baja de ahí—ordenó Castiel a su mascota cuando ésta intentaba robarme un poco de comida. El perro pareció ignorarlo hipnotizado por el olor—. ¡Demonio!—Sólo basto una exclamación de su dueño para que el pobre animal se bajara del sofá y se echara en el lugar donde dormía.
Castiel nuevamente se acomodó en el sofá y encendió el televisor haciendo zapping una y otra vez sin que nada captara su atención.
Mi celular vibró en ese momento y deslicé el dedo sobre la pantalla para ver de qué se trataba. Vi la cartita que indicaba la respuesta de Nathaniel y luego pulsé 'leer'
"No hay nada que agradecer, pero me preocupa que Castiel te obligue a hacer algo que no quieras, si algo sucede sólo llámame."
Me alegré de inmediato como si tuviera un interruptor que al relacionarse con Nathaniel se encendiera automáticamente. Respondí el mensaje:
"Pierde cuidado, Castiel nunca haría nada que yo no quisiera... Por lo menos nada de ese nivel. Estamos esperando a Debrah, espero que todo salga bien."
Continúe comiendo observando la televisión mientras esperaba la respuesta y fue en ese momento en donde el comercial falso de Alanis apareció de pronto captando la atención de Castiel y la mía, por supuesto.
—Me pregunto qué pasará con las personas que querrán participar, cuando se den cuenta de que es una farsa — comenté en tono ameno para no exaltarlo demasiado.
—El padre de Alanis pagará lo que tenga que pagar por la publicidad engañosa—respondió Castiel como si fuera lo más obvio del mundo.
—Estamos hablando de mucho dinero.
—Sí, y estamos hablando del padre de Alanis también— Parpadeé un par de veces sin entender a dónde quería llegar y al no notar respuesta añadió: —. Vaya que eres lenta, todo el mundo sabe que esa chica es millonaria, sus padres son dueños de numerosas empresas importantes—culminó dándome un golpecito en la frente.
Enterarme de eso sólo hizo que la chica me pareciera mucho más peligrosa. Con dinero hacías lo que quisieras sin preocuparte por nada, y eso era justo lo que hacía mi 'queridísima compañera'
—Ya veo...—en ese momento recordé la charla que mantuve con Nathaniel y al pensar en Debrah, deduje que el contrato que Alanis le ofreció debió ser bastante grande comparado con el que ya tenía. Ahora comprendía más los motivos por los que la castaña había accedido a volver.
Miré mi celular y en ese momento Nathaniel respondió el mensaje, había que admitir que el delegado era bastante oportuno.
"Ten cuidado, si de algo sirve ese idiota que te proteja. Me volveré loco si te pasa algo. Mantenme al tanto. Hasta entonces"
¿Qué era esto? ¿Un sueño? ¿En verdad estaba leyendo esas palabras? Siempre había soñado con ellas y ahora que las leía, me parecían irreales. Sentí un calor sobre mis mejillas, y no pude evitar observar con adoración las palabras de aquél mensaje; estaba feliz, dichosa, completamente renovada, como si de repente me hiciera fuerte, como si de aquellas letras pudiera extraer energía.
Sonreí bobamente olvidándome de todo, del hambre, del dolor, de la molestia... Nada podía arruinarme el sentimiento, era completamente invencible. Palpé mis mejillas que ardían producto de la exaltación, e ignoré lo que el pelirrojo planeaba hacer: sus manos se dirigieron con total agilidad hacia las mías, tomando el aparato y arrebatándomelo sin que pudiera hacer nada para impedirlo. Me abalancé sobre él tratando de recuperar mi teléfono, pero no tuve suerte; él se levantó y caminó alejándose de mí. Intenté ir tras él pero mis piernas no estaban cooperando.
—Veamos...—su sonrisa de diversión se desvaneció al instante al leer el mensaje y el remitente—. ¿Así que esto es lo que te tiene tan contenta, verdad? ¿¡Por qué diablos no te fuiste con él entonces!? ¿¡Qué haces aquí en mi habitación tan tranquila enviándole mensajes a este idiota!? ¿¡Es que no tienes vergüenza!?
Me sorprendí al volver a escuchar sus gritos y el gigantesco enfado que le produjo.
—C-Castiel... no se trata de eso, él sólo me hizo...
— ¿¡Te hizo qué!? ¡Maldita sea! ¿¡Qué te hizo!?
— ¡No, nada, quiero decir que me ayudó y que a raíz de lo de Alanis está preocupado!
— ¡Oh sí, claro, ahora te envía mensajes cursis e idiotas diciendo que está "preocupado" y tú caes redondita! —gritó al tiempo que me lanzaba el celular.
Iba a responder pero en ese instante el sonido del timbre nos distrajo. Me tensé de inmediato mientras veía como el pelirrojo se encaminaba a la puerta y cuando finalmente la abrió un par de delgados brazos se acomodaron alrededor del cuello de Castiel.
— ¡Gatito!—exclamó la voz de Debrah tan falsa que me dieron nauseas.
La seguí con la mirada y mi sangre hirvió al ver besando a Castiel de forma tan íntima como si aún mantuvieran relación alguna, ¿acaso la había y yo lo ignoraba?
Me puse de pie, despacio, sin importarme nada y cuando la vi separarse de él fingí aclararme la garganta. Sus azules ojos se sorprendieron al verme allí y noté como una ráfaga de confusión adornaba su semblante.
— ¿Qué hace ella aquí?—cuestionó a la nada misma sin apartar la mirada de mí.
Continuará...
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