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I Desenmascarando sentimientos

Observaba desde el aula la lluvia torrencial que golpeaba con fuerza en el cristal de la ventana, nublando la poca visibilidad hacía el exterior, dejando una delgada capa de humedad que se extendía por toda su superficie. Con un suspiro dibujé sobre el ahora gélido cristal varios garabatos, disfrutando de dejar volar mi imaginación sobre el que se había convertido en mi lienzo improvisado.

Miré con algo de nostalgia el dibujo que había hecho y dejé que mi mente divagara sobre la vida de ensueño que llevaría el personaje que acababa de retratar, no sé cuánto tiempo pasó, lo único que sé es que una voz me devolvió a la realidad y me obligó a girar la cabeza en la dirección en la que se encontraba.

—Castiel... —murmuré al ver al pelirrojo mirarme con una mueca de burla en su rostro.

Su sonrisa aumentó aún más conforme se acercaba a mi asiento.

—¿Se puede saber por qué le sonreías tanto a la ventana? ¿Es que ya perdiste la cabeza?

—Yo... la perdí hace mucho...—balbuceé mirándolo esperando a que me destruyera con su inagotable sátira.

—¿No te da vergüenza? Hasta un niño de cinco años dibuja mejor que tú.

—Oh, claro... olvidé por un momento lo amable y atento que eres —ironicé sonriendo un poco manteniendo una fingida altivez impropia de mí.

Rompí el contacto visual, tomé mi mochila y pasé por su lado sin detenerme a contemplarlo; después de todo, Castiel no era una persona muy formal, así que yo evitaba serlo también. Salí de allí a paso rápido y me dirigí hacia la salida del instituto deseando con todas las fuerzas que la lluvia se detuviera un poco para poder regresar a casa y descansar.

Me detuve justo en la puerta de la salida y con decepción observé las gotas de lluvia caer fuertemente sobre el suelo. Coloqué sobre mi cabeza el gorro de mi abrigo y decidida a que mi cuerpo recibiera toda el agua que del cielo caía, di el primer paso hacia la estrepitosa lluvia. De repente sentí como una cálida mano rodeaba la mía impidiéndome continuar con lo que planeaba emprender.

Observé al dueño de aquella extremidad y me encontré con unas pupilas doradas tan entrañables que eran capaces de hacerte sentir serena aunque tu mundo estuviera en un completo caos.

—No pensarías salir con la tormenta que hay, ¿verdad?—Soltó su agarre suavemente y esbozó una sonrisa—. Tengo un paraguas, si gustas puedo acompañarte hasta tu casa.

—¿Estás seguro?—pregunté de vuelta sintiéndome un poco avergonzada producto del atento ofrecimiento de Nathaniel—. Es mejor que vayas directo a la tuya, no tienes que soportar la lluvia por mucho más tiempo sólo por acompañarme a mi hogar.

—Faltarías a clase si te resfrías, además, el paraguas es bastante grande, vamos—dio un paso invitándome a seguirlo.

Me acerqué a él y una vez me hube situado a su lado empezamos a caminar a un paso cómodo a pesar del fuerte sonido sobre nuestras cabezas. Al doblar la esquina decidí romper el silencio con el primer comentario que se me cruzó por la mente.

—Te he visto bastante ocupado últimamente —acoté acariciándome los brazos en un vano intento por protegerme del penetrante frío.

—La semana pasada estuve atareado con los exámenes, ahora tengo algo más de tiempo libre.

—Realmente se ve que te apasiona tu trabajo —La verdad es que había lanzado la pregunta con el objetivo de saber un poco más sobre él.

—Por supuesto, de no ser así, no lo habría aceptado ¿no crees? —Me sonrió atentamente mientras caminábamos en línea recta y nos acercábamos a mi morada.

Me sentí un poco tonta por la respuesta que me dio, sin embargo, decidí no insistir e intenté pensar en algo más para hablarle. Después de todo no quería que ese silencio sepulcral se extendiera hasta que llegáramos a casa.

—Exámenes... —murmuré con una mueca de desencanto adornándome el rostro —. De seguro a ti te fue extremadamente bien.

—Sé que eres una chica disciplinada, si necesitas ayuda sabes dónde encontrarme —Me dedicó una de esas miradas que hacían que mi mundo se detuviera y que mis pobres rodillas flaquearan a causa de ese interminable mar de sentimientos que se apoderaban sin remordimiento de mí.

—Claro... Desde luego —Asentí rompiendo el contacto visual e intentando recuperar un poco de compostura.

—¿Acaso crees que no aprobarás?

—Estoy segura de que no aprobaré Física... No soy lo suficientemente buena. Si me lo preguntas, prefiero la poesía...

Nos detuvimos frente a la puerta de mi  casa y por un momento lamenté que el camino fuera tan corto. Maldije en mi fuero interno ya que esta oportunidad no se presentaba a diario, y cuando al fin se daba la ocasión de hablar con él, no se me ocurrían muchos temas de qué hablar.

—Si escribes poemas, deberías enseñármelos alguna vez, también disfruto mucho de esas cosas—expresó tras un instante mirándome con su usual y afable semblante.

—No son muy buenas —Me limité a decir—. Pero tal vez algún día te las enseñe.

—Bien, hasta pronto entonces —Se despidió y continuó su camino.

Giré sobre mis talones y me apresuré a cambiarme la parte de abajo de mi ropa puesto que se encontraba húmeda. Dejé sobre la lavadora mis vaqueros junto a los calcetines y subí de inmediato hacia mi habitación para vestir mi ropa de dormir.

Deslicé los pantalones del pijama sobre mis heladas piernas esperando que con esto entraran en calor, y caminé hasta mi cama tumbándome en ella disfrutando de la sensación. Cerré mis párpados mientras descansaba y como si de un sueño se tratara apareció en mi mente la imagen de esos cautivadores ojos dorados. Abrí mis pupilas tan rápido como si la imagen me quemara las retinas y observé la cubierta de mi habitación.

— ¿Qué me sucede? Hace apenas un mes lo conozco y las pocas veces que me topo con él se ha comportado muy especial pero... Habla tan poco de sí mismo... Tampoco puedo esperar a que se abra a mí en apenas un mes y mucho menos sabiendo que no hemos hablado demasiado.

Me llevé el antebrazo hasta mi rostro y lo dejé descansar sobre mi frente recordando de inmediato aquellos días en los que recién llegaba a la escuela

—Es tan dulce... —se me escapó la expresión mientras rememoraba lo sucedido.

Flash back

Me dirigí al Sweet Amoris a gran prisa puesto que ese día mi despertador decidió revelarse en mi contra provocando que llegara tarde a la escuela. Corrí por el pasillo principal al llegar, pero con tal torpeza que caí al suelo con estrépito y junto conmigo, diversos cuadernos y útiles terminaron esparcidos por todo el lugar.

Varias carcajadas de alumnos a quienes desconocía retumbaron en todo el pasillo, mientras yo me incorporaba lentamente y me acercaba a cada objeto para guardarlo nuevamente dentro de la mochila.

—Aquí tienes—se acercó de rodillas un chico rubio, sonriéndome mientras me entregaba el resto de útiles.

Observé su mano y luego levanté mi rostro poco a poco para mirarlo; lo primero que noté fueron esos ojos tan dulces, tan cálidos como el sol y tan llenos de gentileza que era imposible llegar a desconfiar.

—Gracias...—musité y tomé tímidamente los objetos de su mano.

Giré mi rostro en dirección al chico y pude ver que me tendía su extremidad, invitándome a tomarla para ayudarme a levantar. No sé cómo o por qué, pero el sólo verlo me hipnotizaba, me llenaba de tranquilidad y me producía tanta confianza que no dudé un segundo en corresponderle.

Me levanté y lo miré de nuevo ¿qué diablos tenía ese chico que me atraía tanto? No lo sé, simplemente sonreí, gesto que me devolvió al instante. Con lentitud intenté retirar mi mano que aún descansaba en la suya y me sorprendí al sentir que la apretó un poco más.

—Soy Nathaniel—se presentó—, estuve afuera unos días así que imagino que debes ser de los nuevos alumnos que ingresaron ¿no es así?

Asentí a su acertada suposición y me presenté también

—Soy Kimberly y llevo apenas tres días aquí.

—Es un placer, soy el delegado, cualquier duda que se te presente estoy aquí para resolverla. Imagino que ya te han enseñado la escuela ¿Estoy en lo correcto?

—Sí, ya estoy enterada, gracias.

—Bien, ten cuidado entonces—soltó mi mano suavemente y se dirigió a la sala de delegados.

Me quedé observándolo hasta que su silueta desapareció tras la puerta del aula.

Fin flash back

Sonreí bobamente al recordarlo y al ser consciente de mi mueca tonta, sacudí la cabeza en un desesperado intento por sacarme de la cabeza al querido chico de mirada dulce.

—Es agradecimiento simplemente, nada más que eso...—repetí varias veces para auto-convencerme.

El timbre de mi casa se escuchó de pronto distrayéndome de mi infantil discusión y mermando momentáneamente los pensamientos que me agobiaban acerca del patético concepto sobre el "amor a primera vista"

Bajé las escaleras y abrí la puerta sin pensarlo; delante de mí un pelirrojo sonreía con burla como si hubiera visto algo completamente ridículo.

—Linda ropa—rió mirándome.

— ¿Castiel, qué haces aquí?—cuestioné sorprendida.

—Te vi salir con el idiota de Nathaniel y como te negabas a decirme dónde era tu casa, decidí investigarlo por mí mismo.

—Dudo mucho que alguien vaya a darte esa información si lo acosas de esta manera.

— ¿Qué? ¿Me estás llamando hostigador?

—Cerca, muy cerca... Ahora bien, dime qué quieres.

—Pero qué mala anfitriona, al menos ofréceme pasar, está lloviendo, no pensarás hacerme charlar aquí.

Suspiré y me hice a un lado para dejarlo ingresar mientras examinaba su ropa, la cual parecía bastante húmeda.

— ¿Charlar?

Castiel entró y se acomodó en el sofá de forma tan desinhibida que cualquiera que llegara pensaría que era un miembro más de la familia.

— ¿Qué? ¿Te vas a quedar ahí mirándome? ¿No me vas a preguntar si quiero algo de beber?

No pude evitar reír ante el comentario, ya que a pesar de que no éramos los mejores amigos, con Castiel era con quien mejor me llevaba en la escuela, y ciertamente, me sentía bastante bien en su compañía, no me costaba hablarle, al contrario, era como si pudiera sentirme libre de ser realmente yo.

—Por supuesto su real majestad—le hice una reverencia y luego lo miré —, ¿qué desea tomar, gran Castiel?

— ¡Ya no me hagas la burla, chiquilla, sólo siéntate!

Fruncí un poco el ceño ante el "amable" comentario de mi interlocutor y tomé asiento aún con mi mirada clavada en él.

—Estás asustándome, primero me acosas y luego te pones así de grosero, es mejor que hables de una buena vez.

—Deja de decir tonterías, no te creas tan importante que el único motivo por el que te pedí que me enseñaras el camino a tu casa fue por una razón—se sentó acercándose a mí viéndome con tal seriedad, que me preocupó al instante—. Alanis, la chica de la clase B, ¿la conoces no es así?

— ¿Cómo no he de conocerla? si me mira horrible porque seguramente cree que tú y yo tenemos algo—arqueé una ceja observándolo aún confundida.

—Exacto...—sonrió de costado —. La he rechazado cinco veces y la pesada aún sigue insistiendo, debió habérsele fundido el cerebro porque por más grosero que soy continúa ahí, y viendo el caso, la única manera de que deje de seguirme es que te hagas pasar por mi novia.

Me eché hacia atrás en la silla aún analizando las palabras que el pelirrojo acababa de pronunciar. No podía hacer eso, si Nathaniel me veía con Castiel seguramente me odiaría, tal vez ya no volvería a hablarme, y yo me perdería de esas miradas que tanto me gustaban, de todo lo que me atraía de él. Si aceptaba tenía la certeza de que el rubio no volvería a verme de la forma en la que lo hacía.

— ¿Eso era lo que me tenías que decir aquí? ¿No pudiste habérmelo comentado en la escuela?—inquirí analizándolo.

—No—negó rotundamente levantándose del sofá y caminando hasta la entrada —, espero que seas buena actriz...

Me levanté y fuí tras él sintiéndome ofendida ya que ni siquiera había pedido mi aprobación.

— ¡No me preguntaste siquiera!

La única respuesta que obtuve fue el sonido de la puerta cerrándose bruscamente dejándome en un estado de frustración y exasperación bastante importante. Abrí la puerta y vi la silueta de Castiel alejándose  y deseé gritarle que no le ayudaría, que le dejaría arreglárselas por su cuenta, pero decidí que mañana en la escuela le daría una lección.

Cerré la puerta y volví a mi habitación, encendí el televisor tratando con desespero de olvidarme de la petición de Castiel, pero simplemente se tornó imposible; lo único que pasaba por mi cabeza era la reacción que podría tener Nathaniel, el posible rechazo que recibiría de su parte y la pérdida de todos esos momentos que escasamente compartíamos.

¿Estaba aceptando ya el hecho de que me sentía fuertemente atraída por Nathaniel? Si, por supuesto... ¿Qué otra explicación habría? Tenía que aceptarlo y asumirlo, no podía mentirme a mí misma, era un hecho, tan real que lograba inquietar mi interior con tan solo pensar en perderlo.

Dirigí mi mirada hacia el cajón de mi mesa de noche y extraje de allí mi diario; ese peculiar cuadernito en donde las chicas solían desahogarse contando lo que sucedió en el día, dejando que los pequeños trazos del lápiz se convirtieran en su terapia diaria, en un mejor amigo, en un cómplice; era ese el rincón en donde podías contarlo todo sin miedo a que te juzgaran. Era el lugar en donde podía dar rienda suelta a mi imaginación y narrar en palabras dulces lo que sentía, lo que escuchaba... Era como vivir en un mundo en el que cada movimiento era sutilmente dicho, donde cada color llenaba el alma de alegría, donde las malas situaciones se podían embellecer con términos sublimes.

Tomé un lápiz y me acosté boca abajo situando el diario frente a mí y dejando a mi mente flotar en la inmensidad de la inagotable imaginación que me llevaría a trazar pequeñas letras en esa hoja de papel que sería mi acompañante.

"Tanta dulzura inspira tu ser que me obliga a querer verte otra vez.
Tu mirada radiante, divina, embriaga mis sentidos llenándolos de alegría.
Dime qué hiciste para que toda mi vida girara en torno a tu sonrisa..."

Dejé de escribir y observé con extrañeza mi móvil que vibraba ¿quién será? ¿Mamá? me pregunté mientras deslizaba mi dedo suavemente por la pantalla para desbloquearlo. Abrí el mensaje y vi el nombre "Castiel" en el remitente, y rápidamente leí el contenido.

‹‹¿Qué clase de ropa para dormir usas? Ja, ja, ja, llevo tu pijama en la mente, debí tomarte una fotografía para que todos en la escuela te vieran‹‹

— ¿Qué tiene de malo?—le eche un vistazo a mi pantalón blanco con ovejitas lila y a mi camisa de manga larga del mismo color con una oveja más grande en el torso—. Estúpido Castiel, mañana verá como su plan se arruina... —resoplé enojada.

Seguí escribiendo dejando que mi molestia hacia cierto pelirrojo se desvaneciera, hasta que la oscuridad cubrió el cielo con su manto y trajo consigo al dios del sueño que me arrebató entre sus brazos.

Continuará...

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Notas del Autor

¡Hola a todos y todas!

Estoy subiendo mis historias a Wattpad y este fanfic realmente quería que estuviera aquí, ya que tiene un lugar muy especial en mi corazón. Lo escribí hace más de 7 años y realmente puedo decir que cambió mucho mi vida, y que gracias a él, capítulo a capítulo, fui mejorando como autora.

Iré subiendo los capítulos poco a poco, ya que estoy editándolos nuevamente para que la escritura se aprecie mejor. Espero sea de su completo agrado.

Nos vemos en la próxima entrega.

¡Besos!

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