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4 | Potentia dicitur "scientia"


Luego de hablar con Lorraine y acordar pasar las próximas semanas en la biblioteca, subí a mi habitación a descansar para reponerme del día tan agitado que había vivido.

Al día siguiente bajé a desayunar como cada mañana, pretendiendo que nada había ocurrido mientras todos charlaban y reían como si nada hubiese cambiado para ellos.

Mi abuelo no dejó de mirarme en ningún momento, pero esquivé lo mejor que pude su mirada y subí nuevamente a mi habitación, asegurándome de cerrar la puerta con llave para que nadie entrara y así poder bajar a la biblioteca sin temor a ser descubierto.

Ésta vez, tomé el maletín que me habían facilitado y bajé las cosas conmigo. Tal como la primera vez, la gran puerta de piedra carecía de las palabras restantes para completar el mensaje, por lo que zapateé un par de veces hasta que el ladrillo a mis pies se hundió y las placas que contenían las palabras aparecieron.

Ubiqué todo en su lugar con rapidez y, dejando el maletín en el suelo, comencé a recitar el conjuro con las manos extendidas como había hecho el día anterior.

Las puertas se abrieron y yo tomé mis cosas para correr al interior, recordando las palabras de Lorraine: «Las primeras veces controlando la magia son las más caóticas porque tienes nulo control de la cantidad de energía mágica que utilizas. Y, aunque abrir una puerta es algo simple para un recipiente, la entrada de la Biblioteca Ancestral consume tanta magia que tu familia podría sospechar que algo malo está ocurriendo. Así que ten cuidado y has todo lo más rápido que puedas».

El sonido de la piedra cerrándose a mis espaldas me sacó de mis pensamientos. Miré a mí alrededor con la esperanza de encontrar a la chica cuando un mareo me golpeó, provocando que mi espalda chocara contra la pared.

El maletín cayó al suelo cuando llevé mis manos a la cabeza en un intento por controlar el fuerte dolor que me desoriento. Parpadeé un par de veces e hice un par de ejercicios de respiración para relajar la tensión en mi cuerpo.

—Tranquilo. —Una mano se ubicó en mi hombro dando suaves caricias—. Es por la falta de práctica. Cuando domines la cantidad de energía que utilices, los mareos cesarán.

Enfoqué mi mirada en el hielo reflejado en los ojos de Lorraine y comencé a recuperar mis fuerzas. Al menos no había perdido la consciencia como el día anterior.

Me separé con cuidado de la pared de concreto, luego de tomar el maletín caído, y seguí al espíritu familiar que me guió a una mesa en la que se encontraba una pila de libros perfectamente acomodados de todos los tamaños y colores.

Me indicó que me acercara y yo tomé asiento dejando el maletín sobre la mesa.

—Bien, por el momento lo que harás será aprender todo lo que puedas sobre los príncipes del infierno y los ángeles. Te prepararé lo mejor que pueda sobre lo que necesites saber y luego en tus manos estará la decisión de encaminar tus enseñanzas.

Lorraine rodeó la mesa, hasta que el objeto se interpuse entre ambos.

—Comenzaré hablándote sobre cada uno de los príncipes del infierno y las habilidades más importantes que debes conocer sobre ellos al momento de invocarlos.

Asentí, sacando una pequeña libreta que había logrado rescatar de uno de los cajones de la cómoda en mi habitación. Saqué un lápiz y comencé a golpear el grafito sobre la hoja, esperando que dijese algo sustancial para comenzar a anotar.

—Cada uno tiene características y habilidades distintivas, aunque la crueldad es una constante que cada uno de ellos posee. Controlarlos es complicado porque como fuerzas superiores del inframundo siempre tienden a llevar el mando cuando sus entrañas están hambrientas de dolor y miseria. —Tragué grueso ante aquello mientras tomaba nota—. Así que además de un férreo control de la magia, necesitas tener una fuerza de voluntad inquebrantable.

Abrió un libro extremadamente grueso y movió una serie de hojas con rapidez hasta que pareció encontrar lo que estaba buscando.

—Cada uno tiene una llave que te permitirá abrir la puerta de su templo para su invocación. —Alzó el libro y me mostró una hoja llena de símbolos extraños con inscripciones—. Cada uno tiene también un conjuro que debes pronunciar con cierta cantidad de energía mágica. Por ello debes controlar las cantidades de energía que salen de tu cuerpo en oleadas porque el exceso de magia o la falta de ella pueden ser factores que eviten que puedas entrar. —Asentí distraídamente tomando nota— Así que, una vez conozcas a cada antepasado y conozcas todo sobre los ángeles, te ensañaré las cosas más fundamentales que debes saber sobre la magia para su uso. Tendrás que aprender conjuros y llevar a cabo los hechizos más básicos.

Separé el lápiz de la hoja y alcé la mirada para encontrarla con la de Lorraine.

—¿Es tan fácil entrar?

—Entrar es lo más fácil, de hecho. —Lució pensativa por un instante—. Salir con vida, no tanto. Una vez accedas a su templo estarás bajo sus reglas.

Reflexioné por un momento sobre todas las generalidades que había escuchado.

—¿Solo debo tener en cuenta eso?

No parecía tan complicado por la manera en que lo estaba explicando. Con su ayuda, podría controlar esas cantidades de magia y podría acceder al lugar sin problemas.

Lorraine alzó la mirada del libro y me observó por un rato largo, antes de bajar el objeto y continuar con su exhaustiva inspección.

—Drystan, quiero que comprendas que nada de lo que ocurra de ahora en más será fácil para ti. Cada prueba, por más simple que parezca, tendrá una contraparte que podría convertirse en tu talón de Aquiles si te lo tomas a la ligera.

El dejo de reprimenda en su voz me hizo bajar la mirada avergonzado hacia el libro que sostenía en sus manos y descansaba en la mesa.

—Lo siento, me lo estoy tomando enserio, lo prometo.

—No se trata de tomarlo en serio o no, se trata de analizar cada situación de forma exhaustiva para determinar lo que está ocurriendo. —Se inclinó hacia la mesa y apoyó ambas manos sobre la superficie, a cada lado de libro, quedando más cerca de mí—. Estás ante príncipes del infierno, los seres más malvados y experimentados del Inframundo, ellos no dejarán que atravieses su templo sin antes comprobar que seas digno de poner un pie allí.

Inhalé y exhalé un par de veces cuando el pánico comenzó a convertirse en algo real.

—Y escúchame, no habrán pruebas más crueles y despiadadas que las que esos seres pondrán ante tus ojos. —No supe que expresión coloqué, pero su semblante se suavizó y extendió una mano para apoyarla sobre las mías con dulzura, en un toque casi maternal—. Pero no te preocupes por ello, no solo entrenaremos tu cuerpo, sino también tu mente y espíritu.

Asentí, intentando aferrarme con todas mis fuerzas a la efímera tranquilidad que me transmitieron sus palabras.

—Cuando finalicemos, serás capaz de ver cada prueba como una oportunidad y no como una dificultad porque tu mente será capaz de encontrar el camino en el que salgas victorioso, aunque sea el que más altibajos tenga.

Me mantuve por un largo momento en silencio, tan solo analizando sus sabias palabras hasta que un chasquido me trajo de nuevo a la realidad.

—¿Ha quedado claro eso?

—Sí

—Entonces, continuemos.

Luego de eso me explicó que, como me había mencionado anteriormente, existían siete príncipes del infierno que poseían habilidades específicas de acuerdo a su mismo rango dentro de su condición de realeza y de acuerdo a las circunstancias que había vivido y lo habían llevado a la caída del cielo, dado que todos habían sido ángeles de algún tipo.

—Lucifer es la autoridad suprema del Inframundo y con él podrás acceder a cualquier medio del infierno gracias a su condición de comandante supremo.

Fruncí mis cejas.

—Cuando dices, «acceder a cualquier medio del infierno», ¿a qué te refieres exactamente?

—Puedes invocar demonios de cualquier rango e invocar Hellhound —explicó—. Aunque el poder único que tiene Lucifer como príncipe son sus llamas infernales, capaces de hacer arder al mundo entero.

—¿Qué tienen de especiales?

—Nada puede apagarlas.

Asentí, aturdido, por lo que estaba escuchando.

—Al igual que los demás puede esparcir la semilla del pecado. En su caso, hace que la ira habite en los corazones de quienes caen bajo sus tentaciones como consecuencia de todo el enojo que experimentó al sentirse opacado por el poder y la majestuosidad de la Deidad Divina, su derrota ante el arcángel Miguel y su caída del paraíso.

Tomé nota de aquello.

—El siguiente en la lista es Azazel, el teniente del infierno y la mano derecha de Lucifer cuando de generar caos y miseria se trata. Es un demonio con la capacidad de crear armas que pueden usarse en guerra. Al igual que Lucifer, puede invocar a todos aquellos demonios de menor rango que se encuentren bajo su mando en el ejército del infierno. La semilla que esparce en el mundo está relacionada con el orgullo y tiene como habilidad principal la creación de armas de cualquier utilidad, siempre y cuando exista tal miseria que propicie alimento para su alma; también es el príncipe más idóneo para crear estrategias de batalla.

Hice un pequeño esquema de cada príncipe mientras Lorraine explicaba cada cosa que señalaba del libro que mostraba ante mí. Diseñé la llave de Azazel, tal y como había hecho con Lucifer y alcé la mirada, esperando.

—El siguiente en la lista es Belial y no hay ser en quien Lucifer confíe más que en este demonio cuya condición de querubín perdió en la caída cuando decidió unirse a la gran rebelión, siendo de los primeros en caer. —Dejó por un instante el libro a un lado para mostrarme la página de otro que poseía un ser extraño con cuatro cabezas—. Los querubines eran de los más cercanos a la Deidad Suprema, los encargados de cuidar el Jardín del Edén y proteger el Árbol de la vida. —Bajó el libro una vez más y tomó el de los príncipes—. Belial es el demonio de la corrupción, y el encargado de engendrar a la raza de demonios conocidos como Eidolon, quienes compartían su habilidad para el cambio de forma. Al caer junto a Lucifer se le prohibió tener una forma física, por lo que necesita poseer a un humano o demonio con tal de interactuar en la Tierra.

Bordeé un par de veces el diseño de su llave mientras memorizaba cada punto relevante que debía conocer para dominar a los príncipes.

—El siguiente es Asmodeus, también conocido como el Rey de los nueve infiernos y general de los ejércitos del infierno. Es el demonio que se encarga de custodiar uno de los extremos más grandes y llenos se miseria del Inframundo. Es uno de los demonios más letales e inteligentes que existen, dominando varias artes, aunque sin duda su mayor virtud es que proporciona invencibilidad y es capaz de mostrar aquello que está ocultado ante otros ojos.

Alcé la mirada porque la descripción que Lorraine estaba dando parecía más la de un ser perfecto que la de un demonio lleno de maldad.

—¿Qué pecado esparce?

—La semilla que esparce en el mundo es la lujuria.

¿Alguien así esparcía la lujuria?

Tomé la goma de borrar para eliminar mi suposición de que su pecado era la codicia y rectifiqué mi error.

—Por otra parte tenemos a Astaroth, el Gran Duque del infierno. Es un demonio de primera jerarquía capaz de tentar a los hombres a dar falsos testimonios, así como también se aprovecha de los afligidos. Su caída generó gran controversia pues una vez fue un Serafín y Príncipe de la orden de los tronos. Poseía uno de los mayores rangos en el cielo, aunque descendió al mal por su propia mano, asegurando que está libre de pecados. Puede otorgar a los mortales poderes sobre las serpientes.

—¿Qué lleva a un alto mando del cielo a dejarlo todo por algo sin sentido?

Lorraine apartó la mirada y, tras analizar por un momento mi cuestionamiento, se encogió de hombros.

—No creo que una causa impulsada por los deseos del corazón sea perdida, incluso si los deseos están cubiertos de putrefacción.

Mi cerebro se desconectó por un momento porque sus palabras me causaron una sensación extraña en el pecho. Ella comenzó a relatar la historia de Leviathán, pero mi cabeza estaba envuelta por la bruma de dudas que su planteamiento me generó.

¿No eran causas perdidas aquellas que seguían los deseos del corazón?

Mientras reflexionaba, logré atrapar algunos retazos de explicación en los que comentaba que Leviathán había sido un serafín hasta que siguió a Lucifer y cayó del cielo, tomando la forma de una bestia gigante marina con la capacidad de vuelo, velocidad y la regeneración, que representa el caos y la oscuridad en forma de tentaciones.

Anoté todo lo que pude rescatar en medio de mi ensimismamiento.

—Por último, pero no menos importante, tenemos a Belphegor, que es el demonio de menor rango entre los príncipes, aunque no es precisamente por debilidad sino por flojera.

Arrugué mi frente con confusión, deteniendo el movimiento del lápiz con el que tomaba nota de los aspectos más importantes de Leviathán. Alcé la cabeza y le dirigí una mirada inquisitiva a Lorraine.

—¿A qué te refieres?

—Belphegor es el encargado de esparcir la semilla de la pereza por toda la humanidad. Pero esto no le fue atribuido por simple conveniencia. —Cerró el libro que hablaba sobre los príncipes y tomó asiento frente a mí—. Es el demonio más perezoso que conocerás y aunque sus ganas de dormir son mayores a sus ganas de matar, su poder es directamente proporcional al nivel de flojera con el que deambula constantemente. —Apretó sus labios—. Es el demonio menos resaltante porque, mientras otros luchan, él está durmiendo. Es tanto así que Lucifer ni en un millón de años dejaría a su mando ningún ejército de demonios.

Así que Belphegor ya me había visitado, ¿eh?

—Ahora que sabes de quienes serás un posible recipiente, ¿estás preparado para conocer sobre los ángeles?

Solté un largo suspiro y me recliné contra la silla, frotando mis ojos por lo cansados que estaban. La cabeza comenzaba a dolerme y mi estómago comenzaba a realizar ruidos extraños por el hambre.

—¿Qué tal un pequeño descanso? —sugerí sintiéndome somnoliento—. De igual forma debo subir a almorzar con mi familia como todos los días para que no sospechen nada.

Lorraine cerró el nuevo libro en sus manos que acababa de agarrar antes de darme una señal afirmativa

—Está bien, lo dejaremos hasta aquí y continuaremos mañana. —Comenzó a jugar con la cubierta del libro, portando una expresión pensativa que me llenó de curiosidad. Pero antes de poder hacer siquiera el intento de preguntarle qué ocurría, alzó la mirada y la fijó en mis ojos—. Necesito que averigües algo por mí.

Alcé una ceja con intriga.

—¿Qué?

—Necesito que averigües si tú padre o tu abuelo tienen conocimiento de este lugar.

—¿Cómo se supone que haré eso?

—No lo sé, ingéniatelas. Lo cierto es que necesito saber qué tanto saben ellos para determinar si llevamos la ventaja o no. Algo me dice que solo tu madre conocía este lugar, y, aunque desconozco los motivos por los cuales ella era capaz de entrar aquí, presiento que había una razón para ello, totalmente ajena a tu familia.

Asentí, no muy convencido y me levanté de la silla para estirar mis extremidades. Mis huesos crujieron y di un suspiro de alivio, antes de dirigirme de nuevo a la salida del lugar tras despedirme de Lorraine y asegurar que conseguiría la información.

Llegué a mi habitación como la primera vez, observando todo el lugar con paranoia con la esperanza de que nadie notara el lugar al que acudía para aprender sobre el pasado de los Dankworth.

Salí de mi habitación, tras cerciorarme de que todo estaba en orden, y recorrí el pasillo para dirigirme a las escaleras y bajar al encuentro de mi familia que ya se encontraba instalada en el comedor.

Tomé asiento en mi respectivo lugar y esperé unos minutos mientras mis primos charlaban de manera ruidosa para soltarle a mi padre la pregunta cuya respuesta necesitábamos.

—Papá, ¿hay alguna biblioteca en la casa en la que pueda conseguir más libros de los que me dieron? —Mi padre me miró por un momento antes de quitarse las gafas para mostrarme sus ojos verdosos llenos de confusión y aburrimiento.

Desde el rabillo del ojo pude notar que mi abuelo se encontraba atento a nuestra charla, aunque nadie más se percató de ello.

—¿De qué rayos estás hablando ahora, Drystan? ¿Intentas sacarme de quicio? Cuando no le respondí, suspiró—. ¿No te basta con la biblioteca que tenemos en el gran salón?

Eso era todo lo que necesitaba saber.

Al parecer Lorraine había tenido razón al suponer que mi familia no estaba al tanto de la biblioteca que se ocultaba en mi habitación, lo que me llevaba a preguntarme cómo la había descubierto mi madre.

Me encogí en mi lugar ante la respuesta arrebatada de mi padre y fijé la mirada en otro lugar, encontrándome con los ojos de mi abuelo fijos en cada uno de mis movimientos.

La mirada me heló la sangre, pero intenté controlar mis nervios cuando una sonrisa extraña se formó en sus labios.

¿Lo sabría todo?

Intenté controlar mis nervios, bajando la mirada como si nada hubiese ocurrido para seguir comiendo con normalidad. No tenía la manera de confirmar con Silas si su sonrisa era conocedora o si solo estaba orgulloso por mi repentino interés por conocer sobre la familia.

Tampoco le preguntaría, pero algo me decía que nada ocurría en esta casa sin que él supiese.

Después de todo, «más sabe el diablo por viejo que por diablo».

Sonreí ante la ironía.

Sin importar como fuera, algo era seguro: tenía que salir de aquí.



Nuevo capítulo publicado O-O

¿Qué creen que haga Drystan ahora? 

Creo que ha llegado a un punto de no retorno en el que ya no se siente seguro ni en su propia casa:(

Opiniones aquí:

¿Qué Principe del infierno les llama más la atención por ahora? ¿Por qué?

Sin más, espero que les haya gustado el capitulo <3

Nos leemos pronto uwu

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