—Chan —Jeongin lo llamó—. Espera, Chan, no te enojes, por favor —le rogó, Chan siguió caminando ignorándolo—. Vamos, Chan, por favor. Estamos en la cafetería, todos nos están viendo.

Se sentó en algún lugar que no era habitual para ellos, lejos de los demás, Jeongin a su lado.

—No volverá a pasar lo juro.

—¿Y cuál fue tu problema? —preguntó Chan, Jeongin desvió la mirada.

—Mi hermana se enfermó, muy enferma de verdad —mintió sintiéndose como escoria—, y papá no podía cuidarla, me quedé con ella.

Chan relajó su postura.

—Lamento haberme portado como un cavernícola —tomó su rostro y le dio un beso en su respingada nariz.

—No, no es tu culpa, es normal que te molestaras, debí avisar. Toma.

Jeongin le paso un chicle y Chan sonrió extrañado.

—¿Y esto?

—Es lo único que tengo a la mano para disculparme —se encogió de hombros y Chan lo atrapo en un abrazo.

—Bobo, yo te amo, no tienes que darme nada.

Luego lo besó en los labios, suave y cariñoso como siempre.