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Capítulo 6

Escrito por PatitoFanfics

La mente de Isabella estaba confundida. Su madre le había insinuado, más bien ordenado atrapar a Edward Cullen. Claro que un buen partido, un hombre que cualquier mujer mataría por tener. Apuesto, con dinero y un caballero. Pero Bella no terminaba de creérselo. 

Lo había oído a escondidas el día que lo conoció. Ése era el verdadero señor Cullen, no el galante hombre que le pidió una cita al verla esmeradamente arreglada. Lo que Edward Cullen valoraba más era el aspecto externo. Ésa era la primera impresión que le dio y lo confirmó al pedirle salir. 

"Isabella Swan no se vende" pensó la indomable muchachita sin dejar de mirar al apuesto caballero que ya la esperaba con ojos ansiosos.

—Isabella, está usted hermosa— la saludó él.

—Gracias señor Cullen— marcó distancia.

Su madre sonrió de oreja a oreja. "Esa es mi niña, dándose su lugar, espero que esos libros que tanto lee le ayuden para que este magnate pique el anzuelo" pensaba la interesada mujer.

"No entiendo que hace mi pequeña saliendo con un tipo tan estirado, siempre creí que se enamoraría de un escritor" suspiraba el señor Swan.

"Hacen una linda pareja" pensaba con los ojitos aguados la hermosa Rosalie.

"Debo aprender a leer, a lo mejor así me consigo alguien como ese monumento de hombre" Jessica se lamentaba haber desperdiciado la escuela. Lo único que podía leer eran las revistas de chismes de las estrellas. Y a veces ni entendía.

"Que mal gusto tiene Edward, como va a salir con la más fea de todas" refunfuñaba para sus adentros Lauren a quien su madre había amenazado con cortarle el internet si decía algo desagradable cuando llegaran por Bella.

— ¿Nos vamos?— ofreció el magnate. Ella sólo le contestó afirmativamente con la cabeza. 

Salieron de la casa, entre suspiros y lamentos de la familia Swan.

Bella no sabía a dónde la llevaría. "De seguro va a impresionarme con su dinero" pensó. Y no se equivocó, salieron del pequeño pueblo hacia la ciudad más cercana. 

A Bella le hubiera gustado poder conversar pero no se atrevía, aquel hombre petulante que sólo la había mirado cuando se emperifolló no le decía nada, apenas le preguntó sobre el clima. Y, a su vez, Edward estaba paralizado. No sabía que tema tocar. Tal vez Bella no tenía mucho conocimiento del mundo, había crecido en un pueblito tan pequeño. ¿Qué podía saber ella del mundo?

Llegaron a Port Ángeles, una ciudad floreciente y el millonario estacionó su costoso auto en el restaurante más exclusivo.

"Es tan predecible" se lamentó Bella. 

Fueron recibidos por sendos mozos que se inclinaban ante el poderoso señor Cullen. Eso en lugar de agradar a Bella le causó un sentimiento de impotencia. "¿Por qué lo tratan como si fuera un dios? sólo es un hombre como cualquiera" maldecía por dentro.

La cena transcurrió tranquilamente, Bella conocía cada cosa que sirvieron, había leído docenas de libros donde hablaban de comidas exquisitas, platillos mundiales y etiqueta. Para ella no era nada nuevo, sólo que era la primera vez que lo presenciaba. Por su parte Edward todavía pensaba que decirle.

—Gracias por aceptar mi invitación— le sonrió.

— ¿Qué habría hecho usted si le yo le decía que no?— preguntó Bella atenta a la reacción de su compañero de cita.

—Pues... volver a insistir me imagino— dijo él turbado. ¿Por qué le preguntaba eso?

—Supongo que nadie jamás le dijo que no— susurró Bella llevando el fino tenedor a su boca.

—No. Nunca me ha pasado— afirmó él caballero categóricamente.

"Engreído" pensó la muchacha.

Terminaron la comida y él ofreció un paseo. Bella se mordía la lengua que purgaba por soltar todo lo que callaba. Edward pensaba una y otra vez que tal vez ella no estaba interesada en él.

Caminaron por uno de los parques más hermosos de Port Ángeles, altos árboles en flor, rosas por doquier, caminos zen y pequeñas esculturas adornaban el lugar. Perfecto para una cita romántica. 

Pero ambos corazones estaban aún muy distantes. Atrapados en la primera impresión que causaron, no se atrevían a mostrar su verdadero ser.

El día pronto terminaría y apenas habían abordado trivialidades. Nada importante, ni revelador. Gustos superfluos, pasatiempos... nada de sueños o metas. 

Era hora de regresar a la dama a su hogar. Edward estaba triste, ella no le daba oportunidad de acercarse, había un muro entre los dos.

Pero él no era de los que se daban por vencidos. Iba a conocer a Isabella a riesgo de llevarse una decepción.

—Es hora de volver Bella. Le agradezco estas horas de su tiempo— empezó.

—Más agradecida debería estar yo, señor. Usted debió tener miles de cosas más importantes que hacer que sacar a pasear a una pueblerina— Bella ya no sonreía.

—No le entiendo— Edward estaba desconcertado, ésta niña era una caja de sorpresas.

— ¿Debo agradecerle de alguna forma en especial?— sonrió Bella.

— ¿A qué se refiere?— la expresión de Cullen era totalmente cómica. Ya no entendía nada de nada. Sólo sabía que estaba siendo atracado de alguna manera. Trató de defenderse. – Yo no he dado indicios que desee ser agradecido de manera indecorosa— miró fijamente a la joven.

—Yo no he dicho tal cosa señor Cullen, sólo preguntaba como quería que yo agradeciera su valioso tiempo— Bella quería que el rico petulante se bajara de su nube. 

—No necesita hacerlo. Soy yo el que agradece su presencia— eso desarmó un poco a Bella pero no la amilanó.

— ¿En verdad agradece mi presencia? Pensé que no era suficiente para usted— le soltó Bella, por fin diciendo algo real. Esa frase había estado en su cabeza desde aquel día en que lo oyó. "No lo suficiente" Ella no era suficiente para alguien como él. Bella la muchacha sencilla no era suficiente pero con un vestido fino, maquillada y con zapatos de tacón ¿Si era suficiente? ¿O sólo era un caprichito más de un magnate?

Edward entendió a qué se refería, lamentó sinceramente que haya escuchado algo así. Ella debía tener una impresión errada de él. 

—Señorita Swan, le pido me disculpe si alguna vez la he ofendido— dijo muy seriamente.

— ¿Le pedirá también disculpas a todo el pueblo por sus desplantes?— presionó ella.

—Yo no he ofendido a su pueblo— se defendió el caballero.

— ¿Usted cree que por sus millones puede ir a cualquier lugar a pavonearse con su nariz respingada como si todos nosotros apestáramos? No señor Cullen, hasta las personas más humildes tenemos nuestro orgullo. Le ruego me devuelva a mi hogar— Bella dio por zanjada la conversación. 

Edward obedeció sin decir palabra. Nunca le habían hablado así, no tenía idea que con su forma de ser ofendía a la gente. Tal vez tenga razón pero él también tenía orgullo y Bella lo había herido.

Estacionó frente a la casa Swan, Bella dijo un breve "Adiós" y descendió de su auto. La vio irse sin poder detenerla. 

Los días pasaron, Renée no se cansaba de seguir interrogando a Bella, quien le había ocultado la conversación final.

—Pero ¿No te pidió otra cita? ¿No quedó en venir a verte a casa?— insistía la señora Swan.

—No mamá, sólo conversamos. Tal vez venga un día de estos, quien sabe— sonreía Bella para apaciguar a su madre.

"¿En qué habrá metido la pata la pobre Bella?" se lamentaba Renée. Si a ella la suerte le hubiera sonreído poniéndole un ricachón delante, ahora sus hijas serían una princesa.

Era sábado por la tarde, las bulliciosas Jessica, Lauren y Renée habían salido, Charlie estaba de pesca. Rose dormía una siesta y Bella leía un libro en su salita de estar. 

El sonido de la puerta la sorprendió y más la persona que estaba esperando. 

Un cartero. 

Hacía siglos que no veía un cartero. Desde que el internet llegó esas personas estaban en vías de extinción.

— ¿La señorita Isabella Swan?— preguntó aquel hombrecillo.

—Sí, soy yo— sonrió Bella.

—Carta para usted, gracias por usar el correo certificado— le devolvió la sonrisa el cartero. Bella firmó el documento de registro de entregas y despidió al postino.

"¿Carta para mí? No lleva remitente" pensaba Bella mirando aquel sobre blanco sellado. Lo abrió con mucha curiosidad.

Señorita Swan, he pensado mucho acerca de nuestra última conversación y debo darle la razón en todo lo que dijo. Pero también debo corregir algo importante.

No soy un snob o presumido como usted piensa. El dinero no sólo da comodidades sino también serios problemas.
El día que llegué a Forks había sufrido un desfalco causado por mi anterior administrador, un hombre en el que confié por muchos años. Esa es la verdadera causa de mi "nariz respingada" no era mi intención "pavonearme" delante de las personas que usted aprecia.
Le ruego una vez más me disculpe si la ofendí con mi actitud o mis palabras. Y le pido sinceramente una nueva oportunidad de volver a conocernos. Sin los prejuicio de las primeras impresiones.
Siempre suyo:
Edward Cullen

******************

¿Que piensan? ¿Bella hizo bien en poner en su sitio a Edward? Veremos que pasa con esta historia.

Gracias por leer

PATITO


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