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9. Eres un bebé, Hakkai (Parte 1)

No sé si va a gustar este capítulo y el siguiente, pero yo estoy orgullosísima y es muy importante para mí. Me quedó medio largo, btw. Suelo escribir un capítulo en un solo día de concentración, pero este lo vengo escribiendo desde el 25/6 y me ha tomado millones de correcciones y adiciones, y muchísimas horas de Ed Sheeran. Está hecho con amor y revisado 40 millones de veces; si hay errores me tiro por la ventana. ❣️

Lo publico en partes porque ya estoy hasta la madre de no terminarlo. La parte 2 la subo otro día <3, pero al menos ya les saco las dudas parcialmente(?)

Oh, how you want it
You are begging for it
But you can't have it
Even if you try

—¡Yo quiero estar contigo!

—Estás conmigo.

—¡No de manera literal! —le clamó—. Estoy enamorado de ti.

—Eres un bebé, Hakkai.

—Taka-chan, ¡déjame protegerte! —le rogó, siguiendo los pasos de Mitsuya, quien daba vueltas alrededor del santuario para que su amigo se diera por vencido con aquella charla, al menos durante esa tarde.

—Yo puedo protegerme solo —suspiró, frotándose el cuello.

—Claro que sí, pero los alfas son peligrosos y cochinos cuando tú eres un omega —lloriqueó.

—Tú mismo eres un alfa —objetó, volteándose con una sonrisa astuta.

—Pero yo soy de la estirpe buena —argumentó, viendo cómo Mitsuya volvía a mirar hacia el frente—. Además, si yo intentara hacerte algo fuera de mis cabales tú podrías tumbarme en medio segundo. Nunca te he podido vencer en una pelea.

—Eso es verdad —razonó, sintiendo sus hombros sacudirse ante su risa. Le causaba mucha gracia las mil y un estrategias que utilizaba Hakkai para conquistarle sin, realmente, conquistarle.

—¿Lo ves? —le persuadió—. Si me conviertes en tu compañero con el lazo ningún alfa sentirá la necesidad de atacarte en caso de que entres en celo repentinamente o el alfa mismo, ya sabes, si al fin y al cabo nadie puede sentir tus feromonas además de tu pareja.

—Te estás saltando muchos escalones —le aclaró—, aunque saliera contigo no creas que me marcarás, y menos ahora.

—¿Por qué no? —que Mitsuya mencionase siquiera la posibilidad de salir con él le generaba un popurrí de emociones.

—Aún queda mucho por recorrer —comenzó.

—Otra vez me estás tratando como a un niño, ¿no es así? —se quejó, captando la insinuación—. Yo sé lo que quiero.

—Un poco, lo siento —se rio a modo de disculpa.

—Que sea un año menor que tú no implica nada.

—No se trata tanto de la edad, Hakkai, pero eres el bebé de la familia —le sonrió sin detener su andar. Se encontraba a punto de completar una vuelta más; podía ver los hermosos colores del atardecer inundar el horizonte.

Aquello hizo saltar la térmica dentro de Hakkai. Sus labios se curvaron con desazón y su presencia se apagó.

—¿Entonces, qué? —le preguntó con pesar. Como si hubiese tenido algo pesándole en el alma desde hacía días, sus facciones se habían debilitado y sus ojos se habían perdido en el suelo—. ¿Quieres un hombre como Taiju?

—¿Qué? —preguntó, frenándose en seco frente al santuario para voltearse a verle con los ojos desorbitados.

—Te oí charlar con Mikey y Draken el otro día —liberó de una vez, moviendo su mirada de lado a lado sin cesar—. ¿No sales conmigo porque te gusta mi hermano?

—Estás muy equivocado, Hakkai —enfatizó, sintiéndose acorralado.

—A mí me ves como un niño, pero a él lo ves como un tipo al que te tirarías, un alfa que te calienta —testimonió, rememorando sus palabras. Estaba atizando la situación mucho más de lo que creía.

—Ustedes dos son diferentes tipos de alfas, ya lo sabes —explicó en medio de balbuceos; era la primera vez que alguien le echaba de su zona de confort de una patada. Desconocía lo que creía Hakkai, pero poseía la certeza de que tenía la idea completamente errónea; el momento de despejar las dudas y decirle la verdad era inminente e ineludible, y aquello le espantaba infinitamente—. Yo soy un omega, bueno, es natural que sienta más atracción física hacia cierto tipo de alfas, ya lo sabes, ¿verdad? Es lógico. ¿No es así?

Comenzó a dar vueltas en su lugar y a morder su pulgar con nerviosismo. Su cabeza maquinaba mil y un maneras de afrontar la situación, ideaba mil y un soluciones, y él eligió el problema. Pensó en Draken y la culpa le apaleó.

Por su parte, Hakkai no comprendía qué estaba sucediendo; no creyó que sus palabras fuesen a tomar ese cauce. Nunca había visto a Mitsuya, el impertérrito y cuerdo ante cualquier situación, de esa manera, y la razón de ello le aterraba en su incertidumbre total. Los nervios de Takashi se le pegaron y su corazón comenzó a latir con violencia, provocándole un dolor sofocante en el pecho, de esos que vaticinan malas noticias y vislumbran tragedias.

—¿Tú me estás ocultando algo, Taka-chan? —le preguntó, a sabiendas de que la respuesta era más que obvia frente a sus ojos.

Mitsuya se mantenía en silencio, barajando las posibilidades.

—Sí —soltó por fin, agobiado, sabiendo que seguir en las sombras era un acto fútil y que sus mentiras caerían ante el primer vendaval. Eso fue todo lo que pudo articular en aquel momento de pánico. Le dio la espalda para poder ver el atardecer y procurarse sosiego.

—¿Puedes decírmelo? —preguntó con una lentitud mortífera; su voz denotaba su nerviosismo y encarnaba su inexplicable temor.

—Yo puedo decírtelo —contestó con cautela, resignado, aún sin mirarle y aún sintiendo una punzada de nervios en la boca del estómago. Decidió tirarse al abismo de un solo salto—. Pero no estoy seguro de que tú puedas oírlo.

—Dímelo, por favor —respondió en el mismo tono. Estar a la expectativa le dañaba casi tanto como lo que iba a oír.

—Yo... —comenzó, mas súbitamente sintió que la garganta se le secaba y se calló de golpe, arrugando su rostro con la sensación agria de las palabras que luchaban por salir. Eso era una mala señal, pero aún así se volteó hacia Hakkai, se refregó la cara con la brusquedad de su mano y confesó—. Yo salí con Taiju.

Y ahí, cuando Hakkai se echó hacia atrás para recostarse sobre uno de los pilares del santuario, sintió que alguien además de sus rodillas le había fallado. Comenzó a respirar con dificultad y se tapó la boca. Bajó su mirada porque no quería verle.

—¡Pero eso se acabó! —continuó Mitsuya en su defensa al verle en ese penoso estado. Se aproximo a él con la desesperación agarrándole de los tobillos. Podía mentirle a todo el universo entero respecto a aquel asunto, pero no a él. En ese preciso momento no sentía culpa alguna por haberle mentido descaradamente a Draken—. Duró un mes, solo un mes, no es algo que deba preocuparte ahora. Lo siento, lo siento; siento mucho no habértelo dicho antes, pero temía esta situación.

Hakkai mantuvo un voto de silencio de varios minutos en los que el anaranjado del sol se oscureció como su alma y el viento lloró a su lado. Se dejó caer, se empequeñeció juntando sus piernas, chocando sus rodillas y apretándolas contra su pecho mientras las abrazaba.

—¿Cómo pudo pasarme esto? —dijo cuando recuperó el habla.

—Simplemente pasó —barboteó. Respiró con profundidad y permaneció parado a su lado.

—Ahora solo deseo saber todo lo que me has ocultado, porque... es que no lo entiendo —soltó, aún encontrando una seguridad mayor escrutando el suelo que mirando a la persona frente a él.

Mitsuya suspiró. Dirigió su mirada al horizonte, para ver que en medio del escándalo se había perdido la puesta del sol. Los tonos anaranjados del cielo se habían esfumado en su mayoría y se habían acoplado al violáceo que abría el telón para que comenzara el anochecer. Para su desgracia, era ese punto aciago en el que no había sol para calentarse ni estrellas para guiarse.

Cerró los ojos para calmarse de una vez. La bomba ya había sido soltada; solo quedaba responsabilizarse y entregarse.

—Era un día diferente, o una tarde diferente —relató, permitiendo que los recuerdos le pasearan por un sendero que había jurado que jamás volvería a recorrer, volteándose hacia él mas incapaz de mirarle a los ojos. El dolor que le transmitía Hakkai solo menguaba cuando parpadeaba, para reaparecer con ferocidad. Su voz luchaba por abandonar su garganta sin temblar cual hoja en otoño—. Había llevado al parque a mis hermanas, como siempre, cuando lo vi sentado en un banco frente a los columpios. Bueno, estaba pero no estaba.

—¿Qué diablos significa eso? —le espetó.

—Miraba al suelo pero no veía nada; sus ojos estaban perdidos. Escuchaba el griterío de los niños pero no oía el viento que sacudía los árboles —murmuró. El mero recuerdo que tenía de ese primer encuentro con Taiju le crispaba los nervios. No era más que las ruinas del imponente hombre vivaz que había conocido meses atrás y con quien se había molido a golpes—. Lo noté tan gris que decidí acercarme a él.

—¡Y vaya que te acercaste a él!

Mitsuya permaneció callado, arrugando sus labios y los pómulos agriamente.

—¿Cuándo sucedió eso? —le cuestionó, intolerante.

—Unos días después de que cumplí dieciséis —soltó, aguardando el escándalo—. Hace seis meses, más o menos.

—¡Dios mío! —clamó con la voz más rota que él mismo, sosteniendo su cabeza con las manos—. Me evadiste casi un mes luego de tu cumpleaños, ¡y yo no entendía por qué! Que estabas ocupado con el taller de costura, que tenías que cuidar a tus hermanas, que si hacía mucho calor, que si ya era tarde.

—Fue lo mejor que pude hacer. Me sentí muy culpable —declaró en su defensa—. Escapar de la situación nunca es la solución, pero debía hacer algo para ordenar mis pensamientos —le explicó, sintiendo que la desesperación comenzaba a hablar por él—. Pero es que, Hakkai, no había necesidad de que lo supieras.

—¿Por qué no? —le cuestionó severamente.

—Porque te haría daño en vano. Fue algo que duró unas semanas y murió ahí —recalcó, enseñándole las palmas de sus manos. Respiró hondo y dejó caer el proyectil más doloroso que le quedaba por soltar, pero el más verídico de todos—. Y no era como si yo tuviera un compromiso contigo como pareja ni nada de ese estilo, Hakkai.

—¡Era mi hermano!

—Te hubiese molestado aunque hubiese sido otra persona.

—Quizás, pero lamentablemente no fue otra persona —le espetó—. Fue el que hizo de mi infancia un calvario.

—Ya se disculpó y se alejó —musitó, sabiendo el descaro que aquello requería. Sabía lo mucho que le hería a Hakkai que de alguna manera excusara a Taiju, mas él tenía la certeza absoluta de que el mayor de los Shiba había cambiado. Mitsuya, quien había secado sus lágrimas con sus labios lo sabía mejor que nadie.

—Aún así es despreciable —rabió. Hakkai sabía bien que la batalla de los Black Dragons contra Touman había cambiado a Taiju, que Takemichi lo había logrado, mas se encontraba cegado por el dolor que le ahogaba.

—Él cambió, Hakkai —expresó—. Incluso aunque dijo que no pretendía hacerse pasar por reformado, él comprendió y se arrepintió. No digo que ahora sea un samaritano puro y amable, pero ha aprendido de su derrota; ya sabes, cuanto más alto estás, más dura es la caída.

—No puedo creer que lo estés defendiendo —farfulló, sintiendo que la situación le superaba con creces. Deseaba gritar hasta raspar su garganta, gruñir y patalear hasta que aquellos sentimientos agobiantes le dejaran en soledad.

—Todos merecen una segunda oportunidad si se esfuerzan por ello —insistió, dulce y perseverante—. No juzgues a alguien por su pasado. Yuzuha lo perdonó. Creí que tú habías hecho lo mismo.

—Él te dio una paliza, Taka-chan —se porfió, reiterando una y otra vez cada error y defecto de Taiju como si Mitsuya no los conociese.

—¿Quién en Shibuya no me ha golpeado, Hakkai? —le preguntó, siendo sumamente sincero—. Inupi me ha metido ahí un fierrazo en toda la cara y ahora somos colegas, ¿no?

—Pero tú no saliste con Inupi —alegó, cruzándose de brazos. Acto seguido, desconfiando enteramente de la realidad y las personas que le rodeaban, añadió—. ¿Cierto?

—Draken y Mikey se han sacado la mierda cientos de veces y ahí los ves, no muy lejos de andar tirando.

—No es lo mismo —negó con movimientos débiles de su cabeza—. Y lo sabes bien.

Los ojos compasivos de Mitsuya se clavaron en él con el anhelo de poder revertir la situación, con el añoro de verle sonreír. Sentía que habían pasado mil años desde la última sonrisa de Hakkai; su rostro pusilánime con sus labios siguiendo un tortuoso camino de desdicha y decepción, y sus manos temblorosas, le partían el alma. Sentía que en aquel momento no quedaba ni un solo rescoldo de su alegría efusiva.

—Lo sé.

—No comprendo por qué no me lo dijiste —se lamentó una vez más, tallando sus ojos con sus manos una vez más cual niño que desea dejar de llorar.

—Lo único que te he otorgado con esto ha sido desgracias —le murmuró—. Esa es la razón. Vivir en la felicidad de la ignorancia era lo mejor para ti, y que seas feliz es a lo que siempre quise apuntar.

—Una acción muy honrada de un tipo tan magnánimo como tú, tan perfecto y correcto —le escupió—. Debía saberlo a como diera lugar. Tu propio egoísta sentido de rectitud y moralidad te llevó a creer que puedes decidir lo mejor para mí y qué es lo que puedo o no saber —añadió. Suspiró y cayó en cuenta de algo, por lo que, enervado, continuó con sus comentarios mordaces—. Hace un par de días fue su cumpleaños, ¿fuiste a verle? ¿Qué le regalaste? Cuéntame.

Herido como nunca antes, las cejas de Mitsuya decayeron junto con la comisura de sus labios. La desesperación de no conseguir una justificación lo llevó a defenderse a él y a sus decisiones una vez más entre balbuceos y palabras veloces.

—Serviría que te lo dijera si él y yo estuviésemos juntos todavía, o si nos hubiésemos comprometido para algo serio siquiera, o si yo siguiera enamorado de él —exclamó atropelladamente, observándole con un notorio nerviosismo. Se moría de ganas por taparse la boca o golpearse la frente con fiereza por el error descomunal que acababa de cometer, ese error que acabó por notar una vez que ya había dicho lo único que no necesitaba decir. Rogó en vano por que Hakkai no lo notara.

—¿Cómo has dicho?

—Que serviría si estuviéramos juntos hoy en día.

—¡Tú estabas enamorado de él! —vociferó, sintiéndose aplastar por el dolor. Se encogió aún más y se sostuvo a sí mismo entre sus brazos temblorosos, tomando sus codos entre sus manos y clavando sus uñas en ellos. Si no se sostenía se caería a pedazos, y en aquel momento sintió que nadie podría volver a sostenerle además de él mismo.

—No es como si pudiera enamorarme de alguien en un mes —objetó sin convicción visible. Una sonrisa frágil e insulsa se posó en su rostro.

—¿Quién diablos lleva la cuenta? —le increpó, levantando la voz. Un alfa enojado era ciertamente intimidante—. No me viste nunca de la manera en que yo deseaba, pero a él sí. A ese tipo de mierda.

—No, Hakkai, no es así —negó con lástima.

—Entonces, ¿qué? —le exigió. Sus dientes se chocaban entre sí con una violencia que solo podía ser resultado del inmenso dolor que cargaba—. ¿Qué hubo entre ustedes?

—Bueno, luego de ese día él me pidió mi teléfono —retomó el relato, preparado para largar la lengua con cada verdad. Hakkai no podía estar más lastimado que en aquel momento, por lo que nada que le dijera podría empeorar la situación—. Nos volvimos a ver la noche siguiente, bueno, él me invitó a cenar y...

—¿Adónde te llevó a cenar? —le tajó, aterrorizado de la respuesta.

—Un restaurante cerca de mi casa —soltó. Suspiró en resignación y continuó—, pero no fue una cita ni nada de eso. Luego de eso me dejó en mi casa. Al día siguiente le llamé yo, bueno, para no ser un patán.

—¿Con quién te preocupaba ser un patán? —le escupió. Mitsuya bajó la cabeza una vez más; jamás creyó que llegaría el momento en el que sentiría el desprecio de Hakkai.

—Le pregunté si quería que tomáramos un café al atardecer, pero él me dijo que prefería verme a media tarde; le respondí que no podía porque debía llevar a mis hermanas al parque otra vez —suspiró, sintiéndose cada vez más nervioso a medida que avanzaba con la historia—. Y él, bueno, me dijo que no había problema.

—¿Y no se vieron esa tarde?

—Bueno, sí —murmuró—. Él vino a mi casa y nos acompañó al parque. Fuimos los cuatro.

A Hakkai le dio un retorcijón de dolor y sollozó por primera vez, cerrando los ojos.

—Hakkai, esto te está haciendo muy mal, ¿por qué no lo dejamos aquí? —continuó Mitsuya, acuclillándose a su lado—. No es necesario que sepas nada de esto.

—Deja de tratarme como a un niño —le clamó, frotando las mangas de su camisa por sus ojos con furia—. No me ocultes nada más.

—Después de aquella tarde nos vimos todos los días —narró; lo mínimo que le debía era obedecerle y sincerarse íntegramente, augurando que Hakkai se iría llorando aquella tarde—. Él comenzó a buscarme a la salida de la escuela y a merendar conmigo cada tarde.

—Muy bonito todo, pero no me irás a decir que eso fue todo lo que hicieron porque no soy tan idiota.

—Pues, bueno, Taiju me acompañó y se quedó en mi casa varias noches que tuve que cuidar a Mana y a Luna —confesó, mirando hacia otro lado.

—No puedo creer que dejaste que se acercara a tus preciadas hermanas —le soltó, sollozando de golpe nuevamente—. Imagínate al punto al que llegaron como para que le dejaras cruzar todos esos límites.

—Sí, bueno, igualmente Taiju nunca se acercó a ellas —comentó a modo de defensa, recordando la forma en que Taiju las miraba de lejos, como si él no fuese merecedor de acercarse a un hermano menor nunca más. Estar con la familia de Mitsuya abría esas heridas que negaba tener—. Les miraba como si tuviera miedo de romper algo. Evitaba hablarles aunque ellas se colgasen de él y le arrastrasen para todas partes.

—¿Ellas se colgaban de él? ¡Tienes que estar jodiéndome!

—Bueno, no puedes culpar a nadie —se rio, aprovechando aquel interludio de paz, con una pequeña sensación de incomodidad que se acrecentaría—. Los niños disfrutan de molestar a quien menos atención les da. Cuando mis hermanas ven una cara ahogada en tristeza, sienten la necesidad de acompañar.

—Bueno —se resignó, encogiéndose de hombros. Otra cosa en la que su hermano mayor le ganase ya no le quebrantaba más de la cuenta—. No me cambies de tema. Dime qué sucedió en esas noches en las que ustedes eran tan buenos niñeros —inquirió con una voz que no le daba tregua ni lugar a bromillas. Hizo énfasis en la última palabra, soltándose a sí mismo para simular unas comillas con los dedos que resultaron muy hirientes a ojos de Mitsuya.

—Ah, diablos —soltó Mitsuya aquejumbrado, preparándose para la tormenta y parándose de golpe mientras se frotaba los ojos. Dio un par de vueltas en su lugar que pusieron a Hakkai de los nervios, sumió su rostro en arrepentimiento, posó su brazo en su nuca e inhaló para sosegar los latidos descarriados de su corazón—. Una de esas noches, cuando mis hermanas dormían, yo lo besé.

En aquel momento no supo qué le dolió más; si el peso de aquellos recuerdos atesorados que le hacían mejor permaneciendo enterrados, o las lágrimas que vio caer junto a sus botas. Se aferró al blanco de sus botas, se mordió sus labios con saña y se ensordeció para esquivar esos sollozos desenfrenados que luchaban por alcanzarle. Sabía que no debía disculparse, porque no le correspondía, porque no había nada establecido previamente, porque no lo hizo malintencionadamente; pero aún así deseaba hacerlo, porque se sentía irracionalmente culpable y porque albergaba las vanas esperanzas de que unas disculpas bastasen para sanar el malherido corazón de Hakkai.

Nada, Mikey —le había respondido Draken, sincero como solo él era—. No he sido yo el que se ha acostado con Mitsuya, te lo juro.

—Entonces, ¿por qué te comportas de manera tan impredecible y nerviosa cada vez que sale el tema, o incluso celoso? —le había cuestionado, intrigado. Lejos de querer increparle, necesitaba saber qué había sucedido. Lo que Draken fuese a responderle, él le creería y no volvería a entrometerse en su relación con Mitsuya de ninguna manera—. ¿Por qué este último tiempo te has hecho sorpresivamente más cercano a él?

—Porque creo saber con quién fue, y me cabrea de sobremanera, no por celos, sino por el hecho de que no me lo haya contado y que incluso me haya mentido descaradamente, siempre cargándose con todo el peso él solo —le había confesado—. Y si tengo razón con respecto a quién es, Mitsuya debe estar pasándola muy mal.

Jamás se me había ocurrido algo así hasta que encontré una página llena de fanarts de Taiju x Mitsuya y me reventó el cerebro. Nunca se me había cruzado por la mente la existencia de ese shipp del mal, pero luego de ver esos fanarts dije "POR QUÉ TIENEN QUE VERSE TAN BONITOS, NO QUIERO SHIPPEAR ESTO. FUERA, IMPULSO DE IDIOTEZ". Y bueno, después de mirarlos por 1 hora entera 50 veces cada uno, me di cuenta de que no iba a poder sacármelo de la cabeza y lo incluí.

Respecto a lo dicho en este párrafo previo, hasta compartiría algunos de los fanarts que me han ENAMORADO, pero no deseo repostear sin permiso, por lo tanto, me voy a limitar a decir que los tw de mis artistas favoritas, entre otras, son marru_twst y higashi_a_tou4. Es que hasta me he cambiado de bando por el arte que hacen estas personas.

Por otro lado, como dije, este cap lo escribí hace un par de meses, incluso antes de terminar los primeros dos capítulos. Mi intención inicial nunca fue que creyeran que podía ser Draken el que había estado con Mitsuya, pero vi que había tantas personas que creían eso que dije "mmmm, por qué no confundir a la mitad de ellas?". Y pues aquí estamos, luego de muchas correcciones para añadir eso en cada capítulo.

Igual este fanfic sigue siendo un Hakkai x Mitsuya así que no se espanten(?). Aunque ganas de hacerlo Taimitsu nO ME FALTAn, así que no me hagan enojar, ahre.

Y quiero aprovechar el espacio para recordarles amablemente que el hecho de que Taiju y Mitsuya se llevaron bien después del arco de los Black Dragons es canon✨. No lo digo yo, lo dice la ciencia. Y por ciencia me refiero al señor Wakui.

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