Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8. Instinto puro y duro, Mikey

Are we getting too close?
Do we dare to get closer?

Mientras Mikey esperaba pacientemente, revoleando sus pies de lado a lado en la acera, pensaba y repensaba sus planes. Con las manos en los bolsillos, su idea cobraba validez y el razonamiento detrás de la misma no le parecía tan patético y problemático. Al contrario, comenzaba, entre tumbos, a gustarle cada vez más su propio descaro.

Había decidido, luego de su extremadamente vergonzoso ataque de celos, que se lo devolvería. Era una idea que, a oídos de cualquiera, se presentaba como nefasta cuanto menos; era, incluso, un propósito ciertamente egoísta y carente de mayor lógica, mas no era más que una prueba de su desesperación.

Había llamado a Draken una vez que se había apaciguado y le había invitado a comer algo la noche siguiente. Y esa noche siguiente se había convertido en la actual.

Cuando Draken frenó su motocicleta frente a él, Mikey le sonrió con dulzura y dio un par de pasos hacia él, retirando el abrigo que colgaba de su antebrazo para ofrecérselo.

—Esto te pertenece —le dijo, mirándole a los ojos sin sentir ni una pizca de pena por el uso que le había dado.

Draken le miró, incrédulo ante su poca o exigua vergüenza. Tomó la ofrenda con un movimiento raudo y evitando el contacto; bajó la mirada cuando los recuerdos del día del celo de Mikey le golpearon con fiereza. Si ya sentía una pequeña inquietud en el pecho por la escena que se había montado con Mitsuya el día anterior, en aquel momento se arrepintió de no haberle dicho a Mikey que su guía espiritual le había recomendado que no abandonase su hogar aquella noche.

—Lo he lavado —soltó—. Así que no te preocupes.

—Se agradece tu consideración —carraspeó, a sabiendas de que tendría un gran problema si aquella tela estaba impregnada con las feromonas de Mikey. Cosa que, a su vez, no podía descartar como estrategia ajena.

—Hoy es diecisiete de diciembre —le dijo, como si el asunto previo fuese de nula relevancia—. Anótalo en tu calendario, porque será el día en que haré que te arrastres por mí. ¡Quiero oírte plañir!

—¿Plañir?

—¡Plañir!

—Como digas, Mikey —suspiró. Acto seguido, hizo un ademán con su cabeza—. Súbete.

El aludido hizo lo propio y se prendió velozmente de Draken. El motor arrancó y Mikey comenzó a parlotear para aminorar el viaje.

—¿Sabías que Baji se había ausentado a la reunión de ayer porque le apeteció merendarse unos puñetazos? —soltó. Se moría de ganas de delatar a Baji.

—¿Ah, sí? —le preguntó; su sorpresa era prácticamente inexistente—. ¿A la novia de quién se habrá tirado esta vez para que suceda eso?

—No lo sé —le respondió—. Ahora que está modo célibe por Chifuyu, dudo que haya sido por acostarse con alguien.

—¿Y tú cómo te has enterado?

—Chifuyu me llamó para pedirme disculpas —le dijo—. Que no soportaba la carga de haberme mentido acerca de la razón de la ausencia de ambos. Le respondí que no me importaba, pero ya sabes cómo es él.

—Seguramente habrá sido unas cuántas toneladas de disculpas —respondió. Instantáneamente luego, dio inicio a una larga tanda de remedos—. Lo siento mucho, Mikey. De verdad, lo siento. No volveré a mentirte, lo lamento.

—Te faltaron un par más —me respondió, entre risas.

Draken se dejó absorber por aquellas risas y la tensión menguó. Se sumó a las burlas de Mikey y comenzó a disfrutar de las manos ajenas jugueteando frente a su ombligo por sobre la ropa.

Al llegar a aquel lugar, se percató de que Mikey se había vestido demasiado bien para la ocasión; además, la noche anterior le había llamado y especificado adónde quería ir a cenar. No se trataba de los lugares de comida rápida que solían frecuentar.

Fue cuando Mikey bajó que notó que los ropajes que llevaba y la cantidad de gente que les rodeaba.

Porque todas las miradas se posaron en Mikey.

—¿Adónde tan apretujado entre ropas? —largó Draken una vez que acabó de estacionar y le siguió el paso en la acera—. ¿A quién le has robado esas prendas? ¿A Emma?

—¿Te importa? —le preguntó, erguido y con un paso embellecedor. Su sonrisa triunfante imperaba en aquel rostro soberbio—. ¿O es que te molesta que me miren?

—Ya sé lo que intentas hacer —le respondió, sonriente, llegando a su lado—. Y no funcionará.

—¿Qué intento hacer? —le preguntó, disminuyendo la velocidad de sus pasos para voltearse hacia él y confrontarle. Su sonrisa taimada se ensanchó y sus ojos se desviaron hacia un alfa que pasaba por detrás de su acompañante. Sus miradas se toparon y la sonrisa de Mikey cambió de protagonista. Draken se volteó, incómodo por la manera tan súbita en la que Mikey le había ignorado para observar a otra persona.

A otro alfa.

El puño de Draken se cerró al ver las intenciones de aquel transeúnte plasmadas en sus ojos. Su mirada se clavó en el rostro de aquella persona con saña. Cuando su molestia fue percibida, el circo de miraditas se rompió.

Si bien las feromonas de Mikey tenían un olor débil de más, cualquier alfa que pasase frente a él notaría su condición de omega; no obstante, no por su olor, claramente, sino por la forma en que se había vestido. Mikey, aquel día, se había ilustrado con ropas ajustadas que resaltaban sus cintura que, pese a no ser muy pronunciada, era notoria debido a que la ropa la acentuaba más que a si marcado torso. Sus caderas también relucían en aquellos pantalones negros que, lejos de parecerse a los holgados que llevaba normalmente, provocaban que resaltasen en él atributos que ciertamente no poseía. Su figura delicada de aquella noche clamaba a los cuatro vientos que era un omega. La manera en que su cuello estaba abiertamente expuesto solo lo reforzaba.

Draken tenía cero pruebas y cero dudas de que Emma le había elegido la ropa y le había asesorado al respecto.

—Deja de arruinarme los ligues potenciales —le dijo—, que si tú no me quieres, habrá una fila detrás.

—Nunca he dicho que no te quiero —respondió, con la mirada esquiva—, específicamente.

La sonrisa de Mikey se amplió y el triunfo se dibujó en la oscuridad de sus ojos, justo al lado de la ilusión.

—¿Por qué no entramos de una vez? —añadió Draken ante el silencio sugestivo se Mikey, mirando en derredor y viendo que aquel alfa de momentos antes no sería el único al que tendría que enfrentarse.

Sin embargo, cuando ingresaron, la situación empeoró. Decenas de pares de ojos se habían posado en el recién llegado cuya presencia era imponente y llamativa en su atractivo.

—Cuánto baboso por aquí —masculló Draken.

Tomó a Mikey del antebrazo con delicadeza para guiarle hacia la primera mesa alejada que encontrase. Si le dejaba parado ahí por medio segundo más, se pondría a posar cual modelo.

Cuando se sentaron y las miradas que manoseaban a Mikey por todas partes se calmaron, otro obstáculo se presentó de imprevisto.

Llegó el mesero a una velocidad inaudita, y Mikey se apoyó sobre la mesa con ambos codos, depositando su mentón sobre el dorso de sus manos y exponiendo la sonrisa más cara de su repertorio, de esas que ni a Draken le dedicaba.

El mesero les dio la bienvenida, particularmente a Mikey, y dejó los menús para retirarse por un período de tiempo que se caracterizó por su escabrosa brevedad.

Ni bien Mikey bajó el menú para depositarlo en la mesa, Draken se extrañó de que no le preguntase nada al respecto. No obstante, antes de que pudiera formular su pregunta, el mesero llegó cual perro tras su dueño. Cuando este le preguntó a Mikey qué deseaba ordenar, Draken comenzó a hablar, debido a la costumbre de ser él quien ordenaba por los dos, el mesero le frenó.

—Le he preguntado a él —le dijo, otorgándole una mirada inquisitiva a Mikey.

Draken comenzó a hervir cual pava al fuego.

Mikey respondió con una sonrisa endiablada y unos ojos alucinantes en su coquetería, y a su compañía se le cayó la mandíbula sobre la mesa al oír que no había pedido ni comida chatarra ni el menú infantil. Cuando se le preguntó de mala gana a él qué pediría, ordenó lo mismo que Mikey para no pasar vergüenza.

Quedaron solos cuando el mesero le guiñó el ojo a Mikey y le hizo soltar unas cuántas risitas de simpatía. Draken la estaba pasando particularmente mal. Jamás se había sentido amenazado de esa manera.

Y para colmarle la mente, había una vocecita en su mente que le picaba los sesos.

Esto no sucedería si no te hicieras el difícil.

Se enfadó consigo mismo. Posó su mano en su frente y cerró los ojos antes de largar un suspiro de hastío. Acto seguido, decidió ahogar sus preocupaciones en la hogaza de pan condimentada en la canasta entre ellos. Sin embargo, no contaba con que Mikey ya la estaría asaltando, por lo que sus manos se chocaron y sus dedos se acariciaron en aquel momento fugaz. Draken se exaltó y sintió ese malestar en el estómago que le daba de cuándo en cuándo en situaciones similares con él.

Sus pieles no habían hecho contacto alguno desde el cumpleaños de Chifuyu, por lo que ambos se habían estremecido de pies a cabeza. Sintió una vez más esa bellísima conexión que podía tener con Mikey en cuanto este movió sus dedos para sentirle más, y los celos de antes volvieron a hacer acto de presencia. Volvió a sentirse amenazado.

Quitó su mano y se golpeó la frente con ella.

—¿Por qué te cabrea admitir que te gusto? —le dijo Mikey ante su reacción desacatada—. No es tan difícil.

—Porque me fastidia saber que soy tan débil como para que me guste mi amigo de esa manera —farfulló, aún con la mano en la frente.

—El amor en sí es una debilidad —le respondió con elegancia—. Yo siempre consideré ese criterio, sabes, con la creencia de que solo podía acarrear problemas a nuestra relación actual —le confesó—. Sin embargo, cuando supe que era omega, fue como si hubiese nacido en mí el derecho a quererte. Lo vi como un permiso. Sabes que no me interesan las jerarquías ni las etiquetas, pero esto implicaba una conexión aún más profunda que la que tú y yo ya poseíamos. Y eso me emocionaba.

Draken no respondió ante aquella lluvia filosófica. Por la manera en la que el otro se expresaba, parecía que no deseaba ni pretendía una respuesta de su parte.

—Porque ¿sabes cuál sería el auténtico conflicto irreparable, más allá de que nos enamorásemos? —le preguntó retóricamente—. Que tú te enamorases de alguien más.

—Entonces, eso te llevó a aceptar lo que sientes por mí —le dijo—. No puedo más que reconocer lo razonable que es lo que me has dicho, pero tú tuviste años para adaptarte a la idea y planear cómo engatusarme. Yo solo llevo unos días de destapar una mentira y tú ya quieres que te preñe, dame mi tiempo así como tú has tenido el tuyo.

—Tienes razón —respondió, llenando su sonrisa de suficiencia ante aquella respuesta, deslizando su pierna bajo la mesa con delicadeza hasta alcanzar el muslo de Draken con su pie descalzo, con un movimiento que oscilaba entre el atrevimiento y la sutileza.

Su acompañante no supo en qué momento Mikey se descalzó, mas esa era la más parva de sus preocupaciones. Dio un respingo en su lugar y abominó la pequeñez de la mesa que permitía que una pierna tan vulgarmente corta llegase hacia él.

—Maldito hijo de puta —le incordió, pasmado, tomándole del tobillo para detenerle con brusquedad—. La vergüenza te la has dejado en el útero de tu madre, enano de mierda.

—Este enano te calienta —le respondió, sonriente como nunca antes.

—Puedes calentarme de la manera que desees, Mikey —le dijo, apretándole el pie—. No obstante, sigues siendo mi amigo y no termino de desligarme de ese concepto.

—¿Todos tus amigos te calientan, dices? —le cuestionó, depositando su desinteresado mentón sobre su puño cerrado y su codo sobre la mesa e interrogándole con unos ojos inquisitivos e insolentes. Una sonrisa digna de un bribón surcaba su rostro.

—Si fuese así no me alteraría el hecho de querer voltearte aquí mismo —le contestó, en la misma sintonía, sintiendo el calor hormonal que le recorría el cuerpo entero ante la osadía de Mikey—. Y créeme, mi preocupación es auténtica.

—Cuéntame más de eso —le dijo, irreverente, agrandando la picardía tanto como su sonrisa—. Profundízate en ello, ¿cómo has dicho? Ya sabes, eso de voltearme.

—Te ofrecen una mano y tú te prendes del codo, ¿eh?

—Lamento ser una persona ambiciosa que no se conforma con bagatelas e ilusiones —le respondió—. Yo quiero todo lo que puedas darme; nada a medias.

Draken le sonrió con complicidad, sintiendo la emoción fluir por sus vasos sanguíneos. Ese tipo de actitudes eran las que obstruían su amistad. Mientras él deseaba mantener la castidad de aquella relación, Mikey adoptaba el papel que le había gustado tantísimo todos esos años y, por sobre todo, dirigidas hacia él. Sin embargo, no había más que razón en lo que le había dicho Mikey previamente: ciertamente, no había una vuelta atrás. No podía retroceder el tiempo y eludir el haberle visto en su celo, ni conseguir que su yo puberto no se fijara en cuanta cualidad bella y maravillosa presentaba Mikey. Asimismo, no había manera de que este último se desenamorase de él.

Su amistad nunca retornaría a lo que era. Y si lo analizaba objetivamente desde la maquiavélica mente de Mikey, el objetivo final jamás fue que fuesen amigos, viendo y considerando que pensaba revelarle su segundo género una vez que estuviese preparado para convertirle en su pareja.

No obstante, pese a estar plenamente consciente de su situación, y a que ya se había resignado a los deseos de Mikey unos días antes, aún lo intentaba, porfiado.

—Casi me olvido de un factor claramente relevante —mencionó como salvavidas—. ¿Emma no está enamorada de mí también? No puedes tirarte al que le gusta a tu hermana de una manera tan desconsiderada, por lo que me veo obligado a atragantarme con mis ganas y mantener una dulce amistad...

—¿Emma? —le interrumpió, entre risillas—. Ella y yo tenemos un pacto.

La seriedad inundó la cara de Draken de manera súbita. Aquel había sido su último recurso, y su mejor arma. No había manera de que fuese fútil.

—¿Un pacto?

—Claro —asintió, como si hubiese estado esperando aquella alegación—. El que lo consigue se lo queda.

—¿Se refieren a mí como el último dorayaki que queda, par de hijos de puta?

—Lo siento —se rio—. El que consiga enamorarte es el que gana. En caso de default, también accedimos a compartirte. Aunque, por supuesto, huelga decir que la decisión es tuya al final del día, pero no te preocupes por mi relación con ella, porque tenemos nuestros acuerdos.

—Tiene que ser una maldita broma —bramó.

—Las cuentas claras conservan amistades —le dijo, encogiéndose de hombros, sonriente ante la tentativa ajena fallida—. Además, sabes, Emma se rindió hace mucho tiempo. Ella cree mucho en el simbolismo de alfas y omegas. Al ver que yo era un omega, bajó los brazos. Eso me lastima.

—Pero no hay algo que puedas hacer al respecto —le respondió—. Yo nunca estuve cerrado a la opción de enamorarme de un beta. Y ella lo sabía. Estoy seguro de que más que rendirse por creer o no que tuviese oportunidad, lo hizo por ti.

—Quizás —reconoció—. Pero con más razón he de agradecer y aprovechar su sacrificio. ¿Qué clase de hermano sería si dejara escapar aquel ser adorado por quien ella se ha hecho a un lado?

—Sigues siendo un mal hermano por ser tan persistente con alguien que ella quiere —intentó rebatir. Aquello que había expresado no eran sus pensamientos, mas estaba echando lo que le venía en boca para alejar a Mikey.

—No te creo, Kenchin —le respondió, sonriente—. Tú no piensas así. Te conozco.

—Las relaciones amorosas arruinarán nuestra amistad —sacó a flote súbitamente, buscando más excusas.

—Enamorándome de ti ya la he arruinado —le dijo, con toda la razón de su lado, encogiéndose de hombros.

Draken quedó pasmado ante aquello, y su corazón se alborotó con una violencia como si tratase de hablarle. Como si le dijera tómalo, imbécil.

Se salvó cuando el mesero llegó con la entrada y las bebidas. Presenció una vez más el intercambio de sonrisas cómplices y la descarada actitud del trabajador, y estuvo apunto de ponerse a gruñir, mas luchó por mantener la compostura. En cuanto quedaron solos nuevamente, se juró que si al final de aquella noche aparecía el tipo con alguna invitación para Mikey, le rompería la quijada aunque no le correspondiese en absoluto y fuese un descortés y salvaje total.

—Me gusta que seas celoso —le confesó Mikey al observar su cara de pocos amigos—. Espera, déjame rectificarme; me gusta sentir tus celos, porque, bueno, ya sabes, no es como si tú pudieras limitarme en absoluto.

—Jamás lo intentaría tampoco —le dijo, exhausto ante la oleada de sentimientos.

—Por eso también me gustas —respondió con naturalidad—. A su vez, me gusta que no lo niegues.

—¿Para qué he de negarte placeres, Mikey? —le respondió, siguiéndole el juego, comenzando a sonreír pese al cansancio en su voz.

—Anotaré eso para más adelante.

—Además, ¿para qué negártelo, si tú puedes saberlo con precisión? —le respondió—. Puedo ser testarudo, pero siempre de manera comedida.

—Eso es verdad —asintió—. Negarlo sería patético cuando te pones a rabiar cada vez que alguien se me acerca.

—No es cada vez que alguien se te acerca —negó por primera vez—, es cada vez que un alfa se te acerca con actitudes sospechosas. Es una cuestión instintiva.

—Estoy seguro de que este mesero no es un alfa —le dijo, riendo—. ¿Tú crees que todo se basa y se justifica en el instinto?

—La mayor parte, sí —afirmó, sereno—. Eres el omega que acompaño en todo momento; es lógico cuanto menos que desarrolle una postura positivamente posesiva hacia ti, más allá de lo que sienta y lo que no.

—De toda esa perorata rebuscada que acabas de largar, solo he captado que te gusto, a que sí —le dijo, lleno de sí, tan galán como Baji cuando se lo proponía.

—No precisamente —negó, sonriente—. En general, no me dotaría con el título de persona celosa —se sinceró—. Las cosas se me van de las manos cuando se trata de ti, exclusivamente.

—¿He de sentirme halagado? —le preguntó con una sonrisa inocente pintada en su rostro.

—Es instinto puro y duro, Mikey —rio—. Está en mi naturaleza desear protegerte de cualquier mano que no sea mía.

—Un alfa solo protege lo que le pertenece —le dijo, con una mirada ladina—. O lo que cree que le pertenece.

—Yo no tengo un sentido de pertenencia hacia ti —declaró—. Y jamás lo tendría, porque tú no eres de nadie, Mikey, y nunca lo serás.

—¿Eso te gusta de mí?

—Eso es algo que me encanta de ti.

—¿Como colegas, dirás ahora, para bajar el azúcar y enfriarme las mejillas? —predijo.

—Por supuesto que sí.

—No te lo crees ni tú —le escupió, burlón.

—De cualquier manera —escapó Draken—. Los celos son nefastos; ojalá fuese un maldito beta. Si pudiese evitarlo, lo haría sin dudarlo. Vaya actitud patética ser celoso, solo a Baji le enorgullece esa salvajada.

—Tú intentas reprimirlo; Baji, no —rio—. Además, bueno, de que pareces celar a Mitsuya asimismo.

Lo intentó. Trató intensa y seriamente de reprimir sus celos, y lo había logrado estupendamente hasta ese momento. Quiso morderse la lengua, mas deseaba aún más despejar sus dudas.

—Y dale con lo mismo —suspiró—. ¿No conoces otro tema de conversación además de Mitsuya?

—Solo quiero comprender —le respondió, escogiéndose de hombros—. Tengo tantas dudas y veo pocas respuestas a tu comportamiento. Me celas a mí y luego te emperras cuando Mitsuya habla de Taiju Shiba.

—¿Para eso mencionaste a Taiju ayer? —preguntó con desazón en cada palabra—. ¿Para sembrar la discordia?

—Solo quería observar tu reacción ante la mención de ese hombre, y me ha sorprendido —admitió, asintiendo con la cabeza.

—No sé qué estás pensando —tajó.

—¿Por qué habría de fastidiarte la mención de un alfa y la probabilidad prácticamente nula de que a Mitsuya le atrajese ese mismo? —le cuestionó—. O bueno, cualquier otro alfa. Me da la sensación de que no te pones así al oír el nombre de Hakkai porque él no te intimida como alfa.

Draken se limitó a observarle en silencio y a tragar duro.

—Entonces, dímelo tú —soltó, inquieto, en el filo de la noche—. ¿Qué ha pasado entre tú y Mitsuya?

¿Yo? ¿Escribir el capítulo que sigue en orden? Na.

¿Yo? ¿Tener casi terminado el capítulo 9, 10, 14 y la mitad del 12, 15 y 18, en lugar de los que siguen correctamente? Yas.

A eso se le llama "tener miedo de que se me olviden las cosas poco heterosexuales que maneja mi mente a las 3 de la mañana".

Mi pareja me dice siempre "para algunas cosas sos una vaga, y para otras manejás una ansiedad sin sentido. Nunca un punto medio". Y déjeme decirle que tiene razón. No necesito dormir; nECESITO RESPUESTAS.

P/d: quiero aclarar que a mí los celos me parecen la cosa más inmadura e insensata del mundo, y no los tolero, pero escribir este tipo de capítulos me parten de la risa. Estos dos son muy explotables en cuanto a los celos. Y bueno, el omegaverse mismo tiene mucho de esto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro