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28. Lo lamento, Takashi

WARNING: este capítulo tiene bastante Taiju/Mitsuya. Hay bajifuyu y drakey al final, pero está conectado a Taiju/Mitsuya igualmente.

No es un capítulo "extra" porque es lo que le da el cierre al arco de Mitsuya. No obstante, en el caso de no querer leerlo, no hace la diferencia puesto que ya se dijo en el capítulo 25 lo que él había decidido. Esto es solo la puesta en escena de esa decisión.

Por lo tanto, quien quiera leer, que pase; quien no, nos vemos en el final que ya está publicado a continuación💕

This is me praying that
this was the very first page,
not where the story line ends

My thoughts will echo your name
Until I see you again

Mitsuya no supo en qué momento sus pies lo llevaron a aquel lugar al que creyó que nunca volvería. Solo lo notó cuando le abrieron la puerta.

—Hola —murmuró.

—Hola.

—Yo... no sé a qué he venido.

—No te lo he cuestionado.

Se observaron el uno al otro entre miradas esquivas, que se encontraban, chocaban y se dirigían hacia el otro extremo del panorama. Uno miraba para un lado y el otro miraba para el opuesto. Cuando Mitsuya miraba a Taiju, su corazón latía con violencia al punto de necesitar desplazar su mirada; cuando Taiju le miraba, sentía la imperante necesidad de partirse en dos, de echarse a correr por los nervios. Sin embargo, ninguno sabía qué artilugio de la vida los había convocado aquella tarde a aquel momento, por lo que el silencio era lo único que contenía aquel encuentro en una nebulosa, dudosa y con miradas indecisas.

—¿Quieres pasar? —fue lo único que Taiju atinó a decir. Sabía que Mitsuya de negaría, mas aún así lo propuso, porque no sabía qué era lo que se debía hacer en aquel momento, pero sabía que eso era lo que anhelaba.

—No lo sé —fue la lábil respuesta que Mitsuya le pudo soltar.

—Muy bien —respondió, bajando la mirada ante aquel rechazo que sentía—. Dejaré la puerta abierta y me sentaré en la sala. Puedes hacer lo que gustes.

Ambos se comportaban de esa manera, completamente novedosa entre ellos. La transición tan abrupta desde la última vez que Mitsuya había estado ahí y se había percatado de que se había enamorado de él y en la que todo eran caricias y esperanzas falsas, hasta aquella misma tarde en la que se encontraba parado frente a aquella puerta abierta sin saber qué hacer. Desconocían las intenciones y los límites del otro, y ciertamente desconocían asimismo si eran las mismas personas luego de el tiempo que les había atropellado.

Había pasado casi un año, y aunque fuesen distintas personas, los sentimientos eran exactamente los mismos dentro de cada uno. Mitsuya lamentó no haberlo notado previamente.

Titubeó. Observó la espalda de Taiju hacerse más pequeña con cada paso que daba hacia adentro, y su cuerpo le golpeó con un temblor, un nerviosismo inminente. El miedo de volver a perderlo y, a su vez, de atreverse a seguirle. Al igual que en navidad, su voluntad flaqueaba cuando llegaba el momento de verle una vez más. Una vez más, dudaba cuando lo que más había anhelado estaba frente a él. Sin embargo, rememoró con un suspiro exhaustivo todo lo que se había acumulado y le había llevado aquella tarde a ese momento.

Los llantos, las discusiones, las decepciones. Sus errores se cernían sobre él, aprisionándolo y, simultáneamente, liberándole. Al sentirse arrinconado por todo aquel pensamiento pernicioso que le generaba una culpa, buscaba un escape. Inhaló con profundidad y recordó lo que había acontecido semanas atrás. Las palabras de sus amigos, las palabras de Hakkai, sus propios sentimientos y su propio razonamiento; ese amalgama de raciocinio y sensatez rebotó en su cabeza hasta que entró en razón y sus piernas menguaron sus temblores.

Menguaron, mas no cesaron. Ver a Taiju Shiba luego de lo que habían vivido juntos aún le estremecía. A su vez, no sentía preparación alguna que previniese a su corazón de partirse ante la indiferencia que podía sobrevenir al amor inmenso que había recibido de él casi un año atrás. El mero hecho de recordar su ruptura le hería y provocaba que quisiese morderse las uñas ante el temor.

No obstante, exhaló con su pecho tembloroso, y fue detrás de Taiju.

Al colocar su primer pie dentro, supo que nada había cambiado allí.

Los cuadros que habían estado ligeramente torcidos, seguían de esa manera, en el mismo ángulo, en la misma polvareda, en la misma pared y en el mismo lugar. El sillón donde habían descansado y reído tantas veces seguía en el mismo sitio. No había nuevos muebles, no había nuevas fotos, ni cuadros, ni cortinas. No había nuevos recuerdos.

La única novedad era el incipiente olor a tabaco, que se combinaba con el aroma propio de Taiju, fuertísimo, debilitante.

El dueño del lugar se había sentado en el mismo sillón que tantos recuerdos despertaba en ambos, expectante. Mitsuya volvió a inhalar y a exhalar con prudencia antes de encaminarse hacia aquel lugar.

Al notar que Taiju estaba atrincherado en una punta del sillón, Mitsuya hizo lo mismo en el otro extremo para respetar su espacio.

A pesar de que estaba ansioso en demasía por ir a verle, no había meditado ni una sola vez lo que le diría. Sencillamente, se mandó en blanco, esperando que las palabras se dibujasen con la circunstancia.

Sin embargo, luego de unos minutos de silencio en los que cada uno se clavó mirando hacia su respectivo lado de la sala, Taiju optó por no perder más tiempo.

—¿Y Hakkai? —le preguntó en primera instancia. Si Mitsuya le había buscado, la única respuesta era que había resuelto algo con Hakkai. No obstante, no pretendía ilusionarse aunque sus piernas le temblasen imperceptiblemente.

—No lo sé —confesó Mitsuya en respuesta, cabizbajo—. No hemos vuelto a hablar, y no lo haremos por un buen tiempo.

—¿Se han peleado? —inquirió, quizás curioso de más.

—Se podría decir que sí, pero al fin nos hemos sincerado y comprendido mutuamente —sonrió con amargura.

Taiju le observó por primera vez en silencio unos segundos, un tiempo que para Mitsuya pareció una cruda eternidad. Le inspeccionó de pies a cabeza, y al llegar a sus ojos, persistió la mirada analítica, que le desnudaba el alma. Lo único que pudo pensar Takashi en aquel momento fue en lo mucho que había extrañado aquella mítica sensación de sentir aquellos ojos sobre él, esos mismos que habían presenciado y adorado su cuerpo en su entereza, sus pequeñeces, sus puntos vulnerables, su fragilidad, su indecisión. Esos ojos que le habían bajado la presión en navidad y a los que les había fallado.

—No te veo bien —le dijo Taiju finalmente—. No tenías que venir si no querías.

Aquellas últimas palabras golpearon el pecho de Mitsuya con un arpón.

Si supieras cuántas veces deseé poder venir, cuánto esperé por esto.

—No me he forzado a venir —le respondió, juntando sus manos sobre su regazo.

—Entonces, ¿por qué te ves tan desmejorado? —le preguntó, mordiéndose la lengua para evitar decirle que seguía viendo violentamente bello—. Tus ojos siempre me transmitieron una ligera tristeza, mas ahora mismo te veo... intensamente solo.

—Estuve solo todo este tiempo —comentó, asintiendo con la cabeza. No obstante, una sonrisa plena invadió sus labios al mismo tiempo que sus ojos le ardieron. La sola presencia de Taiju le incitaba a prorrumpir en llanto. Era la única persona con la que podía abrirse, incluso más que con Draken. Era su lugar seguro, su sitio de vulnerabilidad. El hecho de no haber llorado frente a él cuando se separaron, y el conjunto de momentos en los que quiso llorar y no se lo permitió en los últimos meses, le estaban partiendo el alma. Sentía como si aquellos ojos le estuviesen diciendo está bien, ya no tienes que ser fuerte. Su voz se quebró—. Luego de la navidad, sentí que todo el mundo me dio la espalda.

Se tapó los labios para ahogar un sollozo que quiso escapar. Taiju abrió los ojos ampliamente ante aquello. No obstante, se mantuvo lo suficientemente calmo para preguntarle con una franqueza atropelladora.

—¿Viniste a verme porque estás solo?

Mitsuya, sin embargo, nunca se había sentido intimidado por ese tipo de desplantes de Taiju. Tomó aquello como una muestra de confianza.

—Al contrario —le aseguró, negando con la cabeza. Acto seguido, inhaló profundamente, con el pecho tembloroso, para soltar su intención—. Fue porque te elegí a ti que me quedé solo.

A pesar de que el corazón de Taiju reventó en su pecho ante aquello antes de ponerse a marchar a mil latidos por minuto, respiró hondo para responderle con su lengua ponzoñosa.

—¿Te tengo que felicitar por tus decisiones de mierda?

Mitsuya negó con la cabeza.

—¿Debo sentirme culpable, entonces, porque haces un sacrificio al estar aquí?

Mitsuya volvió a negar con la cabeza. Pese a la tierna sonrisa que profesaba su rostro, el nudo en la garganta se sostenía firme, y el ardor de sus ojos solo empeoraba cada minuto.

—¿Entonces?

—Tú me dijiste una cosa, y yo te di la razón detrás de tu observación —le dijo, levantando las manos en su defensa.

En aquel momento, Taiju se contagió de su sonrisa y cedió. No obstante, su sonrisa se ablandó y sus ojos cayeron.

—Lo lamento, Takashi.

—¿Qué lamentas?

—Que tengas que pasar por toda esta mierda por mi culpa.

Aquellas palabras fueron las que ablandaron, entonces, la sonrisa de Mitsuya, quien arrugó la nariz ante la picazón que advertía las lágrimas.

—No es tu culpa —negó, cerrando su mano sobre su muslo para refrenar las ganas que le atacaban para tomar la mano de Taiju. Dudaba de que estuviesen preparados para eso.

El mismo pensamiento se instauró en la mente de Taiju y logró un retroceso en el movimiento que iba a provocar que tocase el hombro de Mitsuya.

—La última vez que te vi, nadie te había dado la espalda —fue lo único que pudo responder a eso—. El hecho de que la consecuencia de haberte relacionado conmigo fuera esa, solo me hace creer que sí fue mi culpa. Todo lo que toco lo rompo.

Mitsuya entrecerró los ojos con los labios torcidos en dolor, antes de comenzar a pestañear con velocidad. Abrió la boca, la cerró, tragó con dificultad y volvió a abrir la boca. Posó su mano en su pómulo.

—No, no volvamos a eso —le contestó—. Deja de dar lástima. Tú no eres así, ni estabas así la última vez que te vi.

—Cuando se trata de ti, puedo dar aún más pena que esto —soltó sin vergüenza alguna.

—Supongo que ambos damos pena y estamos en la mierda luego de separarnos —sonrió Mitsuya amargamente, sintiendo la primera lágrima caer.

Se enderezó en su asiento bajo la atenta mirada de su acompañante y se refregó los ojos con violencia antes de que la situación empeorase. Sabía perfectamente que Taiju ignoraba enteramente cómo lidiar con el dolor, ajeno o propio. Sabía asimismo que no encontraba la manera de consolarle, y ciertamente él no esperaba consuelo. Su mera compañía le brindaba el apoyo que necesitaba; su aroma, sus ojos.

—Nunca me sentí tan solo —sollozó, dejando sus manos sobre sus ojos, apretándolos—. Nunca creí que tanta gente podría repudiarme por una decisión mía que en nada les incumbía. Nunca me sentí tan rechazado, ¿sabes? Ah, ¡por supuesto que lo sabes!

Taiju trató de no mirarle cuando le respondió:

—Así es —le hería de sobremanera ver a Mitsuya en aquel estado—. Tú fuiste el único que no me dio la espalda, incluso a pesar de que yo me lo merecía enormemente.

—Lo mismo puedo decir de ti —le respondió—. Al final del día, después de los errores, las idas y las vueltas, las separaciones y los reencuentros, eres tú el único que me sigue recibiendo con las puertas abiertas.

Y volvió a lagrimear. Apretó sus labios y sollozó con libertad absoluta.

Taiju cerró su puño y se mordió la mejilla antes de hablar.

—Muy ingrato sería de mi parte darte la espalda cuando tú me has dado todo —masculló—. Además, yo mismo te dije que me buscaras. Te dije que estaría para ti. ¿O no?

En aquel momento, Mitsuya lloró lo que no había llorado en todos esos meses, lloró lo que no se permitió en su represión y en su deshonestidad consigo mismo. Lloró por sus decisiones. Lloró lo que no pudo cuando dejó ir a la persona que tanto quería.

Bajó las manos y apretó sus muslos para contenerse a sí mismo, dejando ver sus ojos enrojecidos, largando lágrimas a borbotones. Sollozó con fuerza, demostrando cuán pequeño podía ser. Tan pequeño, tan frágil. Su torso vibraba con violencia cada vez que sorbía su nariz y sollozaba. Se dobló sobre sí mismo en su lugar y continuó.

Taiju, en aquel momento, no fue capaz de tolerar más aquello. Se arrastró lentamente hacia él, y una vez estuvo ahí, miró sus manos antes de actuar. Seguido a ello, observó a Mitsuya, encogido en su lugar, temblando. Su corazón se partió a la par de cada sollozo.

Sin embargo, no supo si debía tocarle.

Volvió a mirar sus manos y a Mitsuya intermitentemente hasta que decidió intentarlo. Movió su vacilante mano repleta de inseguridades y la asomó al hombro ajeno, mas permaneció ahí, incapaz de acercarse más. Inhaló y exhaló lerdamente y decidió zanjar el asunto.

Takashi, yo... ¿puedo abrazarte?

El susodicho se mantuvo en su lugar y detuvo sus sonidos para abrir los ojos de manera exagerada. No se esperaba aquello, en absoluto. Se quedó mirando hacia su lado de la sala y musitó un por favor.

En aquel momento, Taiju tuvo la seguridad suficiente para terminar de apoyar su mano sobre su hombro. Lo apretó con ternura y el único pensamiento que surcó su mente fue el de el contraste entre su mano y el cuerpo ajeno. Si Mitsuya normalmente era mucho más bajo y delgado que él, en aquel momento de fragilidad se veía increíblemente pequeño bajo su agarre, endeble.

En cuanto tomó la confianza de acercarse un poco más y de deslizar su mano hacia su otro hombro para acabar de cubrirle, pudo sentir con solo tocarle todo aquello que le afligía, y el hecho de sentir los espasmos de su cuerpo con cada segundo que luchaba por respirar entre llanto y llanto, le encogía el corazón.

Cuando acabó de posicionarse, lo oprimió con fuerza y lo atrajo hacia él para abrazarle con sus dos brazos. Desconocía cómo consolarle, cómo profesarle su amor si no era a través del contacto físico, mas ahí estuvo. Para él, la fuerza había sido la llave de todas las puertas, y aunque reconoció que lo llevó demasiado lejos, había una parte dentro de sí que seguía creyendo eso. Fue por ese motivo que lo apretó con fuerza. Si eso podía calmar el llanto de Mitsuya, no le importaba si le rompía una costilla en el intento.

Sin embargo, Taiju había tenido una impresión de Takashi que lo revelaba como una persona a la que temía lastimar desde que se enamoró de él. Lo que él creía que estaba siendo una fuerza bestial, era de hecho muy suave, y Mitsuya lo sentía. Su llanto menguó gigantescamente al sentir su tacto. Pese a no ser un contacto de piel a piel, sintió que el corazón le dio un vuelco. No habían mantenido una cercanía semejante desde la última vez que habían estado juntos en esa misma casa, muchos meses atrás; un tiempo que parecía infinitamente más lejano de lo que era.

Giró su rostro hacia Taiju para acercársele y hundir su rostro en su pecho y posar su mano en el hombro de ajeno, deslizando sus dedos por su clavícula.

Ambos anhelaban aquel tacto; el alfa buscaba a su omega. Mitsuya, sin embargo, se permitió seguir llorando, mas contenido.

—Draken fue el único que me apoyó auténticamente, pero él también tiene su vida y está enamorado. No podía vivir pendiente de mí —soltó, descargando el dolor que había acarreado por tanto tiempo. Su voz temblaba—. Mikey me dio la espalda totalmente —sollozó, arrugando el rostro y enfureciendo su agarre sobre la ropa de Taiju—. Esa noche de navidad, el hecho de que todos estuvieran ahí, observando, e incluso la intromisión de Hakkai fue orquestado por Mikey. En todo momento que pudo me saboteó o me echó en cara el dolor de Hakkai —recordó, profundamente adolorido—. Y yo... yo no pretendo que mis amigos aprueben cada una de mis acciones, ni tampoco que me defiendan. Sin embargo, tampoco esperaba que buscase perjudicarme adrede, ¿sabes? Quiero decir, somos amigos desde hace muchos años. No puedo decir que eso no me duele —lagrimeó, invadido por la frustración—. Kokonoi me hizo la vida imposible con sus malditos comentarios desde el momento cero, cada día peor, tanto conmigo como con Hakkai. Y él... ni siquiera sé si Hakkai volverá a acercarse a mí, ¿sabes? No sé si todo lo que quise proteger habrá valido la pena, ¿me comprendes?

Inhaló y exhaló a fondo, tratando de controlar sus temblores. Cerró los ojos con violencia, echando las lágrimas que aún albergaba y que se negaban a abandonarle, y se dejó embriagar por el aroma que tantos efectos conseguía en él.

Taiju le apretujó entre sus brazos e inhaló su aroma con fiereza, enrabiado al oír todo aquello que había opacado a aquel ser de luz que tanto amaba, al notar cómo habían hundido en un vórtice sombrío a quien le había rescatado a él del mismo.

No tenía palabras que ofrecerle más allá de su afecto. Sabía perfectamente y a su pesar cuánto Mitsuya adoraba a sus amigos, y viéndolo desde su asiento de espectador, no podía más que lamentarse por él.

Cuando el cuerpo de Mitsuya comenzó a sacudirse más debido al incremento de su llanto, continuó liberándose.

—Hace unos días volvimos de un viaje, que fue donde todo se fue a la reverenda mierda —le contó, echándose aún más sobre el cuerpo ajeno. Taiju, al sentirse apabullado por la intensidad de los sentimientos de Takashi, tomó sus piernas y las colocó sobre las suyas, formando una cruz con ambas piernas de cada uno, de manera que se sintiesen más el uno al otro—. Desde que comenzó esto, lo único que he recibido han sido miradas de lástima y decepción. Nadie más que Draken se acercó a preguntarme cómo estaba, que si esto o que si lo otro. Y yo no... no pretendo que los demás se aten a mí ni que les importe lo que sucede conmigo, pero ya que todos se involucraron tanto y opinaron ávidamente sobre el tema, por lo menos me hubiese gustado sentir que yo le importaba a alguien en medio de aquel circo —murmuró, con la voz destrozada, hipando despacio—. Solo quería, por una sola vez, no ser yo el que se preocupe por los demás.

Taiju tomó el valor entonces de utilizar una de sus manos para acariciarle la cabeza. Desconcertado y herido en consecuencia de verle así, solo recordaba y repetía lo que Mitsuya hacía con él cuando le veía decaído. Noches enteras de cafuné en las que Mitsuya acomodaba a Taiju en su pecho y le escuchaba respirar mientras deslizaba sus dedos por la piel de su rostro, de su cuello, de sus cabellos.

—Eres... —inició con voz calma, desplegando su voz por primera vez en aquel rato—... un idiota.

Mitsuya cerró los ojos y sonrió entre hipidos y sorbidos. Quizás, en cierta manera, era eso también lo que necesitaba escuchar.

—Ya lo sé.

Dicho aquello, se centró en las feromonas de Taiju para distraerse. En ese instante, sintió que todo estaba bien, que todo valió la pena.

—Y tus amigos son unos hijos de puta.

—A veces, quizás —asintió, calmando su llanto paulatinamente. Inhaló y exhaló profundamente para comenzar a regularizar su respiración y sosegarse—, pero Kokonoi no es mi amigo. Lo quería recalcar.

—Lo sé, hablaba especialmente por Mikey —observó—. Ese enano sin alma debe ser cruel.

—Oye, no le digas enano —protestó, fregándose los ojos, enderezándose poco a poco—. Cualquier persona para ti es un gnomo de jardín.

En aquel momento, ambos rieron despacio, como si temiesen romper el aura de paz y confort que se había inaugurado en el ambiente.

Cuando Mitsuya acabó de erguirse sobre sí, se percató de la cercanía entre ambos y, lejos de espantarse o avergonzarse, se deslumbró por la conexión entre ambos, y notó cuánto tiempo había pasado desde la última vez que le había tenido tan cerca. Recordó su primer beso, recordó la primera vez que le vio sonreír honestamente. Los recuerdos lo atacaron como si se hubiese roto un hechizo. Antes de perder el control de la situación, se echó para atrás y cayó sobre sus codos en su lado del sillón, bajando las piernas del regazo ajeno. Pese a la intensidad de la situación, sus movimientos fueron delicados para evitar un malentendido de rechazo.

Ambos respiraron en silencio durante varios segundos, hasta que Mitsuya se acordó de cuál era el motivo principal de su visita. Había llorado como nunca en su vida, había dejado ir aquellos sentimientos lóbregos que le consumían el alma. No había podido conversar dados tópicos con nadie, puesto que no solo nadie se molestó en intentarlo, sino que tampoco se sentía en confianza con nadie. La única persona frente a la cual podía ser él mismo, se encontraba a su lado secándole las lágrimas. Un momento ciertamente invaluable.

Miró a Taiju atentamente. Este solo miraba sus manos, ligeramente apenado por el momento que acababan de compartir.

—Yo no pude responderte esa noche en la iglesia —comenzó Mitsuya, buscando cualquier tipo de reacción—. Y aunque lo hubiese hecho, te hubiese mentido de manera automática, sin pretenderlo.

—No te preocupes —le respondió, aún repasando sus nudillos y sus dedos. Su voz, suave—. Yo tampoco necesitaba respuesta para saber que en algún momento fue mutuo, o eso quise creer. El instinto no miente, Takashi; nunca perdí la esperanza de que pudieses volver. En cierta manera, eso fue lo que me encapsuló y me estancó. Podía ser una vana esperanza que me arruinaría la vida, pero me aferré a ella.

Ambos se sorprendieron ante la sinceridad.

—¿Lo sabías?

—No podría desligarme de la conexión que tenemos ni aunque lo desease fervientemente —le dijo, elevando las cejas, asombrado por l magnitud del giro de acontecimientos—. Eres mi omega, después de todo. No eres mío como quien dice, ni eres algo de propiedad, pero sabes a lo que me refiero. Por más que te hubieses quedado con Hakkai, mi alma siempre permanecería junto a la tuya —le explicó. Lejos de jactarse de ello, su voz reflejaba seriedad y comprensión.

—¿Por qué tan seguro de que eras tú? —le cuestionó sin el menor tacto—. Quiero decir, ni siquiera yo lo sabía. No quise verlo.

—Simplemente lo sabía —respondió, encogiéndose de hombros, inhábil de mirarle—. O bueno, lo creía. Quizás solo intentaba convencerme a mí mismo de eso —murmuró, desviando la mirada hacia un costado en retrospectiva—. Yo no... perderte fue algo que creí que superaría rápido, de alguna manera. Pretendía ignorar el hecho de que ningún otro aroma me había vuelto a llamar la atención, de que cualquier persona que pasase frente a mí me pareciera insulsa en comparación a ti, como diciendo, ya sabes, es normal esta "etapa" —las comillas al aire generaban en él una sensación de comodidad, en la que le restaba seriedad al asunto y disimulaba su vulnerabilidad—. Era normal para mí recordarte en cada momento, extrañar tu compañía, lamentar todas y cada una de mis decisiones y fumar cual chimenea. Era como ya se me pasará. Sin embargo, aquí sigo, en la misma situación.

Mitsuya abrió la boca con una grata sorpresa, con los nervios esfumándose en un pestañeo.

—Sin embargo, lograba manejarme así —continuó aquel monólogo de confesión. Su voz ronca se endureció, en un vano intento de esconderse detrás de la misma—. No me percataba de mi miseria, ¿comprendes? —rio amargamente, bajo y con sutileza. Apoyó sus codos en sus rodillas y su mirada en el suelo—. Hasta que te vi en navidad y me despedazaste el mundo.

Mitsuya también se escondió en su actitud cabizbaja.

—Lo lamento —murmuró, de manera sincera—. Creí que luego de verte por una última vez, podría seguir. Quería cerrar el ciclo.

—Pues eso lo haces solo —le recriminó casi sin pretenderlo—. No me necesitas a mí para cerrar tu pasado. No necesitabas aparecer ante mí nuevamente para recordarme todo aquello que deseaba olvidar de ti, ¿me entiendes? Quiero decir, ¿ir a recordarme tu existencia solo para luego, esa misma noche, buscar a alguien más? —se liberó sin escrúpulos. Aquello le había destrozado el alma en su soledad, y el guardárselo para sí mismo y el espejo, había propiciado aquella explosión. Había sido quizás la primera vez que le increpaba de esa manera a Mitsuya además del día que se separaron. Juntó sus manos y las apretó. Inhaló y exhaló antes de sacudir la cabeza con decepción—. Lo lamento. No todo es malo. Luego de esa noche te extrañé el doble y te recordé el triple para quererte aún más y percatarme de que no te superaría en un tiempo de lapso enorme, pero ¿sabes qué? Me quité de encima el arrepentimiento ensordecedor de nunca haberte dicho que te amaba. Eso, tal vez, sobrepasa con creces lo duro que fue volver a verte. Logré decírtelo, y después me comí la cabeza en cuál era la respuesta que querías darme cuando Hakkai apareció, pero valió la pena haberte confesado mis sentimientos de una vez.

Mitsuya abrió los ojos con violencia antes de procesar las plantas que corresponderían a aquellas emociones tan brutales.

—Fui muy egoísta —se lamentó—. Ya lo sé. Por favor, perdóname.

—No tienes que pedirme perdón. No seas imbécil.

—Sí, sí debo pedirte perdón —insistió—. Nada de lo que hice desde el momento en el que te despedí por mi puerta estuvo bien.

—No importa —le ladró—. Lo que importa es que estamos frente a frente una vez más. Así lo quiso la vida. Y el Señor, ¿no?

Mitsuya quiso estallar de la risa por lo inesperado de aquello, mas sabía que Taiju no comprendería la gracia.

—Yo no creo en esas tonterías, y lo sabes —fue lo que atinó a decir.

—Tú no crees en nada —suspiró—. Yo tampoco creía en eso, hasta que te conocí. Era algo que iba más allá de lo carnal y el apoyo, sabes. En este momento puedo sentir y comprender cada una de tus emociones; siempre ha sido así. Eres el lugar al que pertenezco, y si ya no me aprecias como antes, eso no cambiará. Tú podrás creer todo ese positivismo de "luego vendrá otra persona" o "no hay mal que por bien no venga". Todo eso me importa una mierda. Yo te quiero a ti, y no lo voy a cambiar. No pienso mentirme a mí mismo estando con otra persona. Eres tú, y solo tú.

El corazón de Mitsuya se encogió y sus ojos se rasgaron junto con su nariz arrugada. Sintió un escalofrío que le erizó los vellos del brazo, de las piernas.

—Qué dramáticos ha sonado eso.

—Cállate —refunfuñó—. Solo eres tú, y solo serás tú. Así lo decidí y así será. No necesito que tu afecto sea devuelto para que mis sentimientos por ti perduren.

—Eres tan testarudo como siempre —sonrió, percibiendo los latidos de su corazón destrozarle las costillas. Había pasado tanto tiempo desde que había sentido aquella gratificación y júbilo, que deseaba que el tiempo se congestionase allí, sin miedos, sin rechazos.

La manera en la que Taiju abría sus sentimientos hacia él, tan reveladora y abrumadora, solo le demostraba profundamente lo mucho que le había extrañado, y cómo estaba dispuesto a expresarle hasta el menor de sus afectos si con aquello lograba que se quedase a su lado, aunque fuese un rato más, aunque solo fuese para escucharle. Era como si se hubiese propuesto nunca más permitir que se alejara de él sin decirle todo lo que significaba para él, ni cuánto enardecía su corazón.

—No lo soy —alegó, girando la cara hacia un costado, juntando sus manos.

—Me culpabiliza pensar en todo lo que he hecho yo, y en lo bien que te has portado tú al respecto.

—He hecho demasiadas mierdas ya como para seguir dañando a mi familia —le admitió—. No iba a imponerme sobre ti como lo he hecho con ellos.

"Mi familia."

—¿Tu familia?

—Pues sí —le dijo—. Intenté forzar en ellos un sentimiento de familiaridad y lealtad que nunca conseguí; al final del día, lo nuestro era cualquier cosa menos una familia, y yo siempre estuve solo. Sin embargo, contigo no forcé absolutamente nada, y siempre me sentí en casa.

Mitsuya frunció los labios en una mixtura de ternura, adoración y ganas de llorar. Se cubrió la boca con una mano y sus ojos se empequeñecieron al mirar a su acompañante. Sin palabras que pudiesen consagrar una respuesta digna.

—¿Cómo me dices esto...?

—En su momento decidí quedarme pese a saber que se acabaría en su momento porque no sabía lo que era el amor hasta que te perdí de vista. Y luego te esperé sin rencor porque quería aferrarme a ese amor, que era lo único que tenía; y porque, vamos, siempre te entiendo, Takashi; comprendo tus miedos y tus prioridades, y me enamoré de ello también. Solo quedaba aceptarlo. Si debía ser, sería.

A Mitsuya se le llenó el alma y le tomó la mano en un movimiento veloz.

—Y es —le susurró, como si la fuerza que requería decir aquello agotase su voz—. Debía ser, y quería que lo fuera.

Taiju escrutó su rostro como si aún no creyese aquello posible. No obstante, se aferró a aquello con todo el amor que le tenía, porque quería creerle.

—Este tiempo que estuvimos separados... no me importa en quién te hayas convertido, ni qué hayas hecho —le dijo, acariciándole la mejilla antes de tomarle de la nuca y hacer que su rostro se pegase a su pecho—. Mientras que aún me quieras.

—Yo también te he amado todo este tiempo —le respondió como citando su poema favorito—. Incluso hoy, y seguramente mañana también.

Los corazones de ambos saltaron al mismo tiempo como si fuesen uno solo y, así como Taiju no sabía manejar sus emociones y Mitsuya no sabía lo que se merecía, ambos miraron hacia lados opuestos, avergonzados por lo cursis que estaban siendo.

Mitsuya decidió, entonces, bajar un poco el azúcar de la situación, justificándose una vez más. Ya habiéndole dicho lo que más le importaba, aún deseaba aclarar unos temas.

—Yo la cagué, sabes. Creí, involuntariamente, que convenciéndome de que me gustaba otra persona, te dejaría atrás. Y creí que podría hacer feliz a Hakkai —le dijo—. Pero esa convicción mutó hasta resultar en una gran mentira a mí mismo que nos dañó a los tres. Intenté convencerme todo este tiempo, mas ahora que me he reventado contra el muro y he hablado con Hakkai y me ha tirado las verdades en el rostro, puedo ver con claridad que nunca dejé de buscarte a ti. Y ahora que te veo, puedo saber que lo que siento en este momento es, por fin, honesto.

—¿Tú crees?

—No puedes olvidar a alguien echándote a los brazos de otra persona —le dijo Mitsuya—. Sería como si Hakkai saliese con Angry para superarme. Eso sería terrible y dañino para ambos, en especial para Angry. No se merecen eso. Si va a estar con él, que sea de corazón.

—Pues sí —asintió—. Particularmente él, tiene que aprender a estar solo primero.

—Así es —coincidió—. No es tan fácil como "no te acuestes con él, acuéstate con otro", porque hay gente que no disfruta del sexo si no está enamorada.

—Como tú —acotó Taiju, quizás con una pizca de orgullo.

—Como yo.

—La vida no es tan fácil como para deshacerte de sentimientos entregándote a alguien que no llena ese vacío.

—Así es —murmuró.

Y dadas las explicaciones, los descargos y las confesiones, se quedaron sin tema de charla.

Ya no quedaban trabas, no restaban preocupaciones. Solo faltaba el valor.

Taiju, impaciente, fue quien decidió poner el valor que le faltó un año atrás para pedirle que se quedara con él.

—Entonces, ¿tú quieres... volver conmigo? —carraspeó.

—¿Volver a qué? —le dijo Mitsuya, audaz—. Técnicamente, nunca fuimos nada.

—No tientes a la suerte.

—Pídemelo —se arriesgó, repentinamente sintiéndose lleno de alegría. Volver a esos juegos de ida y vuelta y presionar a Taiju para que se exprese, le hacía sentir en casa.

—Eres un pesado.

—Pídemelo.

—Sé mi pareja, Takashi.

La voz salió rasposa, casi reticente, como un choque de dientes, pero a Mitsuya le bastó. No obstante, persistió en ser un grano en el culo para su propia satisfacción.

—Repíteme de nuevo por qué quieres que sea tu pareja.

—No esperes que te vuelva a decir esa chorrada de cursilerías, mínimo hasta el año que viene.

—¿Ya piensas tan a futuro?

—Me hartaste —gruñó antes de levantarse de golpe para irse hacia su habitación.

—Ah, ¡Taiju, eres tan adorable! —exclamó con una sonrisa de las que había olvidado que tenía, saltando para treparse en su espalda—. Por supuesto que quiero.

Una vez que Taiju frenó sus pasos, se soltó para volver a sentarse en el sillón y le palpó el lugar junto a él para que volviera. Taiju, débil ante el paso que acababan de dar y la sonrisa invaluable estampada en todo el rostro de Mitsuya, obedeció.

—¿Me dirás ahora qué era lo que soñabas cuando soñabas conmigo? —le preguntó entonces—. Ya no puedes decirme esas idioteces de que no hablarás de sueños que no van a cumplirse.

—Si te lo digo ahora, no van a cumplirse los demás.

Se miraron como si se hubiesen reconstruido mágicamente todos los puentes que se destrozaron meses atrás.

Se sonrieron con cierta timidez, como si no se hubiesen amado intensamente en la oscuridad por tanto tiempo, como si al darse otra oportunidad se conociesen desde cero.

Mitsuya, entonces, envalentonado por el mismísimo valor que le había transmitido Taiju al mostrarle cada una de las heridas que él le había hecho y aún así permitirle amarlas una vez más, decidió que no deseaba perder más tiempo.

Con movimientos temblorosos mas certeros, se deslizó hasta que su muslo se chocó con el de Taiju y apoyó su mano en este. Se inclinó de lado sobre él y ladeó su cabeza con la vista en el frente, exponiendo su cuello, su glándula.

Taiju dudó asimismo al reaccionar, puesto que sabía que el ambiente se desvirtuaría en cuanto acercase su nariz medio centímetro más al cuello de su pareja. No obstante, la resistencia en aquel momento era vana y la necesidad era vasta.

—Tu aroma sigue... —susurró, sumergiendo su nariz en el cuello de Mitsuya, quien echó la cabeza acentuadamente hacia el costado sin vacilar, exponiéndose en su entereza ante él. Inhaló con profundidad—... siendo una maravilla.

A Taiju le disgustaban los tipos de mierda como él mismo. Lejos de ello, tenía un gran interés en las personas cuya moral inclinaba la balanza hacia el lado de la bondad. Le gustaba aquello que distaba decenas de kilómetros de lo que él era.

Por eso, entre otras razones, le encantaba Mitsuya.

Le encantaba la sumisión en su actuar, como en aquel momento que se deshacía bajo su cercanía. Sin embargo, lo suficientemente fuerte para no dejarse manejar. Una actitud sumisa que acababa cayendo ante el disgusto. Complaciente y abnegado, mas aquel día demostrándole que era capaz de despegarse de aquello si eso suponía abandonarse.

Le gustaban sus debilidades y sus miedos, sus errores y sus soluciones, los ideales que movían sus decisiones.

Mitsuya, hipnotizado por la cercanía, por la cantidad de tiempo que había estado olfateando un sitio que olía a Taiju en cada rincón y los contactos fugaces, no fue capaz de resistirse más. Le tomó del cuello y se pegó a él. En cuanto sus labios se rozaron, se reprodujo en la mente de Mitsuya una cantidad abrumadora de recuerdos. De repente, cuando cerró los ojos y le besó, no supo si se encontraba en primavera o en verano. No supo discernir entre abril y julio del año previo. Lo que era seguro era que no era agosto.

No supo si el beso era su primero o si era el de aquel momento, mas sabría reconocer a Taiju entre millones de alfas, en esa vida y en la siguiente. La sensación de su primer beso la recordaba como si fuese el mismo que le daba en aquel momento. Lo que era seguro era que no era la misma sensación del último.

Taiju, al igual que la primera vez, no dudó ni medio segundo en corresponderle y tomarle entre sus brazos con una fiereza peligrosa; quizás por el temor de que fuese a perderle una vez más, quizás por el terror de que fuese una vívida fantasía, quizás en nombre de la última vez.

Sus labios encajaban tan bien como la última vez. Sus pechos irradiaban un calor que se fusionaba para envolverlos, como si el mundo que los rodeaba fuese hielo puro, dañino y punzante, y lo único que les restase fuese sostenerse el uno al otro para sobrevivir. Eran lo que el otro necesitaba, sin lugar a dudas; lo que habían esperado todo ese tiempo, a lo que habían aspirado y lo que los había destruido para volver a encontrarse y repararse.

Eran la perdición y la salvación del otro, mas no les importaba si se perdían para salvarse juntos.

Desde que habían vuelto de las pequeñas vacaciones, cada uno volvió a la normalidad, como si nada hubiese sucedido y no hubiese sido una semana ciertamente trascendental.

Incluso Hakkai y Mitsuya optaron por dejar lo que pasó entre ellos como algo intrascendental. No le comentaron nada a nadie más allá de Angry y Draken, ni siquiera al volver. Habían decidido sabiamente que el asunto no debía salir de sus intimidades. Ya los demás se darían cuenta. No obstante, Chifuyu era ese tipo de amigo que se enteraba de todo al último, y que jamás deduciría por no cuenta propia lo que sucedió.

Por lo que, en el momento en el que pasó junto a un restaurante de comida rápida y vio a Mitsuya con Taiju Shiba a través de la ventana, casi trastrabilló. Luego de analizar la situación desesperadamente, decidió que antes de tomar decisiones estúpidas y sacar conclusiones, estudiaría el caso. Ingresó al lugar y se atrincheró en el primer lugar que encontró. Y ahí se quedó mirando en un falso disimulo, expectante.

Y en el momento preciso en el que vio a Mitsuya hacerle ojitos a Taiju, entró en pánico. Comenzó a mirar de lado a lado como si estuviese exclamando "¿alguien más vio eso, o estoy alucinando?".

Se deslizó hacia una mesa más cercana y tomó su teléfono para textearle a Baji. No escribió nada relevante, para otorgarle a Mitsuya el beneficio de la duda; simplemente, plasmó su desesperación con un "BAJI-SAAAAAN", a la espera de que su pareja resolviese sus dudas. Pensó en Takemichi, mas él no era tan amigo de Mitsuya como Baji, por lo que tendría un conocimiento tan nulo como él.

Persistió en su investigación, arremolinado sobre el asiento, sin quitarle la mirada de encima a ese par. Quizás había malinterpretado lo que sus ojos le habían enseñado; tal vez, se equivocaba. Al final del día, él jamás había entendido ni una de las indirectas que Baji le tiró durante esos años. Se dedicó a investigar como si una persona normal no fuese a percatarse de su penetrante mirada. No obstante, ese par estaban demasiado enfocados el uno en el otro.

Chifuyu comenzó a quitarle el mérito a su mente al cabo de unos segundos en los que ellos retornaron a una charla que podía pasar por amistosa. A su vez, en ese par de minutos, Baji no le respondió; supuso que debía estar preparándose para su visita. O mejor dicho, bañándose en perfume y acicalándose frente al espejo como el buen cuasi metrosexual que era.

Dado que era un lugar de comida rápida, nadie se aproximaría a tomarle la orden, por lo que se mantuvo en su husmeo con total impunidad. Con el teléfono en la mano, seguía llenándose de preguntas. Aunque Mitsuya no estuviese haciendo algo verdaderamente sospechoso, era extraño en sí que estuviese reunido con él. Y que estuviesen compartiendo asiento cuando eran de esos asientos dobles acolchados, estaba aún más fuera de lugar.

¿Qué, no pueden separarse dos segundos?

Se sobresaltó al sentir la vibración de su teléfono entre sus dedos. No obstante, aquello no fue suficiente para quitar sus ojos de la situación frente a él; cuando comenzó a ver movimientos, se agradeció el no haber dejado de meterse en lo que no le incumbía.

Mitsuya, en medio de aquella actitud devota y de sonrisa fácil, se sobresaltó en cuanto su acompañante le acarició la mano con disimulo. Chifuyu afiló la mirada y se convenció a sí mismo de que aquello no era algo de tonalidades muy amistosas, y cuando Mitsuya tomó de la mano a Taiju con seguridad y reafirmó el agarre, Chifuyu ahogó un chillido.

O son demasiado buenos amigos, o me estoy perdiendo de algo más.

Comenzó a patalear bajo la mesa y a mover los ojos con desesperación y apretó su teléfono entre sus manos. Acto seguido, oprimió un botón para ver la pantalla y logró visualizar en medio de su euforia la respuesta de Baji, que decía "¿qué sucede, cariño? ¿Por dónde andas? Estás perdiendo tiempo de tu cupón de amor de Baji".

No pudo eludir sonrojarse a pesar de la situación en la que estaba. No supo dilucidar cuándo se acostumbraría a sus fanfarronerías.

No obstante, recordó su misión y texteó con velocidad; un ojo en el teléfono y uno en la otra mesa frente a él: "¿En qué ha quedado el asunto entre Mitsuya y Hakkai?".

La respuesta que recibió era de lo más mediocre.

"Qué carajo he de saber yo. Creo que no han llegado a nada y que Mitsuya oyó mi consejo. Debe estar pasándola bien mientras le cachetean".

Suspiró y se echó hacia atrás en el asiento con los ojos clavados en el teléfono. Justamente por ese motivo, no notó cuando Taiju Shiba se paró de su asiento para ir a buscar una bebida. Solo se percató cuando pasaba junto a él, en el momento preciso en el que hicieron contacto visual y Taiju elevó la ceja, desconcertado y acusador, antes de continuar su camino.

A Chifuyu se le desorbitaron los ojos. Quedó estático, con el teléfono en las manos. Su corazón latía tan fuerte como si estuviese al borde de la muerte. Y no lo dudaba, si no lo mataba Taiju Shiba por osar mirarlo a los ojos, lo mataría Mitsuya por descubrir su secreto. O peor aún, por mirar a su hombre.

Tomó el teléfono en sus manos, atolondrado, y tecleó a una velocidad ejemplar.

"Por Dios, creo que Taiju Shiba me ha visto. Ven a buscarme, Baji, ¡tengo miedo!

No tardó mucho en obtener una respuesta, o tal vez el terror que le corroía hizo que el tiempo volase.

"Chifuyu, ¿dónde carajo estás? ¡Y qué está sucediendo!"

Chifuyu, sin pensárselo demasiado, respondió a lo pedido. Una vez que el mensaje se envió, no obtuvo respuesta alguna y se dio por entregado. Había tenido una buena vida; corta, pero buena.

Ni siquiera tenía energías para seguir chismoseando. Taiji Shiba le había pegado un susto que le había arrebatado el alma.

Justo cuando se daba por muerto y esperaba a la Parca, se sorprendió de oír la dulce voz de Mitsuya llamándole por su nombre.

Abrió los ojos en un sobresalto para encontrar a Taiju y a Mitsuya junto a su mesa.

—Chifuyu, ¡Chifuyu! —exclamó Mitsuya una y otra vez.

—¿Qué? —preguntó, perdido—. ¿Qué?

—Nada, es que te vi desde mi mesa desde que llegaste y te has estado comportando de una manera muy extraña —le respondió, cruzándose de brazos—. Luego Taiju me ha dicho que tenías cara de haber visto un demonio. ¿Estás bien?

Es que he visto un demonio. ¡Qué bocón!

—Sí, claro que sí, solo estoy esperando a Baji —fue lo único que supo decir. Mentira no era.

—Está bien —respondió Mitsuya, con muy poca convicción—. Nosotros ya nos vamos.

Chifuyu le miró y asintió. Vio a Taiju detrás de él con unos ojos que expelían promesas de asesinatos pendientes. Se preguntó cómo los vería la gente por la calle, debido a que era como un espectáculo de un joven amable caminando con un perro rabioso detrás. Eran Heidi y Cancerbero.

Cuando los observó salir por la puerta, encontró interesante que Taiju saliese primero y le sostuviese la puerta. No pudo negar que se dignó a respirar en cuanto lo vio fuera, mas aún se sorprendió de sobremanera al ver que acarició las caderas de Mitsuya en cuanto pasó junto a él.

¡El descaro! Si te viera Jesús, hermano...

Sin embargo, debido a una justa casualidad del destino, sus pensamientos se acallaron los unos a los otros en cuanto Baji llegó a trote.

—Esto parece una obra de teatro. Sale un personaje y entra otro —suspiró. No obstante, agradeció.

—¿Estás bien, Chifuyu? —fue su primera línea.

—Sí, Baji —asintió, sonrojándose ligeramente al notar que había acertado y que el olor del perfume de Baji inundaba la zona.

Verle sinceramente preocupado por él le llenaba el alma a niveles descomunales.

—¿Te ha hecho algo?

Me ha mirado feo.

—No, no —aseguró, enseñándole las palmas de sus manos.

Baji le observó ileso y dio una vista panorámica. Al ver que no había nadie conocido a su alrededor, se planteó la posibilidad de que Chifuyu estuviese desvariando, o que únicamente lo haya hecho para tenderle una broma demasiado bien tramada, o que solo buscase su atención.

—Chifuyu, tú sabes que no necesitas mentir para llamar mi atención, ¿verdad? —le preguntó, suavizando su voz y ladeando su cabeza. Le sonrió y estuvo apunto de guiñarle el ojo como tan aprendido tenía, mas frenó su maniobra al ver la ceja de su pareja elevada en indignación.

—¡Yo no miento! —exclamó—. Estaba aquí.

—De acuerdo, te creo —se rio Baji. Ciertamente tenía sus dudas, mas no cuestionaría la palabra de Chifuyu—. Sin embargo, no comprendo por qué Taiju Shiba te vería. ¿Qué hacía acá? —le miró y entrecerró los ojos, confundido—. Más bien ¿qué hacías tú aquí?

Chifuyu abrió la boca ligeramente, carente de respuesta al notar que había sido atrapado con las manos en el chisme.

—Es una larga historia —confesó, cerrando los ojos con hastío—, pero lo importante es que él estaba con Mitsuya.

Y ahí consiguió lo que quería. Porque eran una pareja de chismosos, y sabía que Baji caería fácil con eso. Al ver sus gestos exagerados de asombro, supo que salió invicto.

—¡Eso sí me cuadra! —clamó, tapándose la boca, seguro de que aquel era el mejor chiste de su semana, y quizás de su mes—. ¿Andaban manoseándose? Cuenta, cuenta, ¡detalles!

Chifuyu estalló en carcajadas.

—Vayamos a nuestra cita, y ahí te contaré todo —le sonrió, atreviéndose a acariciarle la mano.

Baji sonrió dulcemente y asintió para tomar su mano con firmeza y tironearle para que se levantara.

—Me fascina que puedas hablar de nosotros en una cita sin ponerte como un tomate.

Chifuyu bajó la vista y sintió los cosquilleos.

—Estoy haciendo mi mejor esfuerzo —murmuró, cohibido antes lo caradura que era Baji. Cada vez que mostraba un avance y Baji le felicitaba al respecto, se moría de vergüenza y había retrocesos—. Si te vuelves a acercar a mí de esa manera me desmayaré.

Ahí fue el turno de Baji de carcajearse. Lo tomó del hombro y lo abrazó con una fuerza enorme.

—Es la primera vez que no te duermes instantáneamente luego de comer —resaltó Draken, apoyando su mejilla sobre su mano y su codo sobre la mesa. Miraba atentamente los gestos de Mikey, quien curioso miraba todo lo que había sucedido en tan solo escasos minutos.

Mikey no le devolvió la mirada hasta que vio a Baji convertirse en una silueta pequeña en la distancia.

—¿Qué te digo? Esta vez he tenido la novela encendida mientras almorzaba. Eso es nuevo.

—Pues sí —asintió. No pudo esconder su sonrisa. El júbilo no cabía en él al ver a Mitsuya, por fin, ser sincero consigo mismo.

—¿A qué se debe tu sonrisa, Kenchin? —le preguntó, intrigado al sentirse excluido de sus ideas.

—Nunca vi a Mitsuya sonreír de esa manera —le confesó, ampliando su sonrisa.

—¿Esa sonrisa estúpida y babosa? —le cuestionó—. Yo tampoco —soltó toscamente mientras sorbía los último que quedaba en su vaso. Se quedó mirando el recipiente mientras lo sacudía ligeramente, oyendo los hielos chocar. Suspiró y torció su boca—. Pero me gusta verle así.

Draken soltó una risa inocente.

—¿Estás reconociendo tus errores?

—Para nada —negó—. Mitsuya sigue siendo un paria y ha provocado numerosos daños, y si yo fuera Hakkai no volvería a dirigirle la palabra en su miserable vida, ¿y sabes qué? Yo lo apoyaría —contestó, franco y frío—. Sin embargo, hace un tiempo tuvimos una charla al respecto, donde él me confesó sin temor a que yo pudiese usarlo en su contra, que no se arrepentía de haber querido a ese gorila nefasto. El hecho de que haya tenido el coraje de regresar a buscarle pese a la crucifixión que eso conllevaba, me parece algo que debo de admirar.

—Por supuesto que sí —le respondió—. Tú siempre has hecho lo que quisiste sin temor a ninguna repercusión. Deberías estar orgulloso de ver a Mitsuya lanzarse al vacío, de la misma forma en la que yo lo estoy.

—No es algo tan alto como enorgullecerme —se atajó—. Solo digo que me parece algo a respetar del Mitsuya que vivió arrastrándose y desviviéndose por los demás. Era repugnante. ¿Y que luego se martirizase? Ridículo.

—Vaya, qué dulce y empático eres —ironizó Draken, levantándose lentamente. Le hizo un gesto inclinando la cabeza, apuntando hacia la puerta. Mikey se desperezó y le siguió—. ¿En qué te alegra, entonces, verle sonreír?

Mikey bostezó mientras caminaba arratrando los pies. Desde su mesa que se encontraba en un rincón hasta la puerta, pasaron junto a la que habían ocupado Mitsuya y Taiju, a tan solo unos metros de distancia, y luego cruzaron el que Chifuyu ocupó para su obra dramática. Atravesaron la puerta y, una vez en la acera, se miraron, como si dijeran ¿y ahora, adónde vamos?

Mikey, sin embargo, se dignó a responder.

—A pesar de todo, sigue siendo mi amigo. Sigue siendo de la Touman —dijo, bajando el tono de voz. Quizás por el orgullo—. Me complace verle sonreír. De haber sabido que podría sonreír de esa manera con ese tipo horrendo, quizás hubiese sido menos duro con él.

—Ahora ves por qué no tenías que meterte —suspiró Draken.

Comenzaron a caminar lentamente y sin rumbo. En la calle había pocos transeúntes, por lo que el destino ya lo verían sin obstáculo alguno.

—He hecho más por Hakkai que lo que tú has hecho por Mitsuya en todo esto, mínimamente.

Draken bajó la cabeza y colocó sus manos en sus bolsillos.

—Sí —asintió, rememorando cada momento en el que falló, y pensó en la razón—. Fui un amigo de mierda; no tanto como tú, pero lo fui. No arrojé la piedra, pero tampoco logré detener las manos de los demás, ni tampoco me acerqué a verle luego de la lapidación.

—¿Cuál era la necesidad de arrastrarme contigo?

—Porque fuiste tú quien me distrajo de mi papel de amigo —replicó, deteniendo el paso para girarse y mirarle.

—¿Tu papel de novio, dices? —frenó e hizo lo mismo, observándole desafiante, sonriente—. Bastante mediocre diría yo.

Draken rio y se inclinó sobre Mikey para acariciarle la mejilla antes de tomarle de la barbilla.

—Quizás.

Susurró aquello y se entregó a sus instintos. Le besó en un instante, brevísimo, mas fue suficiente para desacomodarles las ideas a los dos. Abrió los ojos para la vista que tanto adoraba: Mikey, con amor en su mirada.

No obstante, la parte que más le fascinaba de esos momentos fugaces era quebrarlos.

—Debes reconocer, igualmente, que montaste toda esa mierda por celos.

—¿Aún seguimos hablando de eso? —se quejó sonoramente.

—Pues, sí —alegó entre risas, enderezándose para continuar la caminata—. Tus celos de omega se cagaron la historia entera.

—No es del todo cierto —mas reconoció una parte—. Sí, tuve mis inseguridades al respecto. Pero ¿y qué? Él solito me dio motivos de sobra para echarme en su contra. ¿Yo lo llevé a que se tirara al mayor de los Shiba un año atrás? ¡Pues no! Si yo no hubiese tenido mis momentos débiles, no habría arremetido contra él con tanta furia, ¡pero lo hubiese hecho igual! Mi opinión se mantiene.

—Qué terco eres, Mikey.

—Tú con tus necedades y yo con las mías. Tú lo defendiste y lo cubriste.

—Volvería a hacerlo.

—Lo mismo digo.

Se miraron de soslayo y sonrieron. Chocando y uniéndose, así les gustaba verse.

Antes yo estaba tipo "me gusta cómo está escrito Taiju, pero no entra en mis favoritos ni ahí", ah pERO AHORA?? TAIJU REY DE TODOS MIS PALACIOS, LA RAZÓN POR LA QUE SIGO LEYENDO ESTE MANGA DEL MAL, EL QUE MEJOR TRASFONDO Y ARCO DE DESARROLLO TIENE 🛐🛐🛐, SEÑOR DE LAS ENTRADAS ÉPICAS. En fin, se va Taiju y me voy con él, ahora sí.

Y si se sacrifica por Takemichi, le pongo una nota en escalas negativas al manga. Lo firmo💀

En fin, el final sigue ya. Les veo ahí💕

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