27. ¿Qué pretendes de mí, Souya?
Bueno, vine para lo que más me gusta: terminar todo a la verga publicando todo de una patada.
Quien quiera mandarle maratón tiene la advertencia de que este capítulo tiene 6000 palabras. El siguiente tiene 9000, y el último tiene 11000. Que Dios les acompañe, porque ni yo me vuelvo a leer eso. 🏃🏽♀️
Time after time,
I put my life on the line
But I ain't commited no crime
So take what you can find.
Forget what I say, 'cause I'll keep running away.
I only live for today,
But I'm one day behind
Cuando Smiley abrió los ojos y se encegueció con la luz de la mañana atravesando los resquicios de las persianas, supo que sería un largo día.
Mucho se encontraba a su lado, reposando semi acostado, despierto mas aún somnoliento. Se miraron al mismo tiempo, expectantes. La mirada que Smiley recibía era fría, y la seriedad en la mueca ajena le estaba erizando los vellos de la nuca. Desvió la mirada, sonriendo ampliamente, aunque no supo si por gracia o incomodidad. Si era por gracia, también desconocía la razón de la misma.
—¿Has descansado...?
—Quiero que seamos exclusivos, Nahoya.
Aquello atropelló al susodicho sin una pizca de delicadeza, y este se lo dejó saber sin tapujos:
—¿Cómo has dicho?
—Lo que has oído —le respondió—. Ya no estoy para estas andanzas. Y ciertamente, tú tampoco.
Smiley ahogó un suspiro en nombre de la decepción que se mezclaba con el hastío. Se sentó en la cama y se giró hacia su lado, dejando colgar sus pies.
En cierta forma, él había buscado aquello en un intento de pesquisar los verdaderos sentimientos ajenos. Había, inconscientemente, presionado a Mucho para ver cuándo frenaría aquello y hasta qué punto soportaría. Si la situación se le escapaba de las manos como acabó por suceder, era porque le sobrepasaba.
—Pues fue un gusto haberme acostado contigo, entonces —le respondió luego de unos instantes de silencio. Su voz, ecuánime.
—Así me imaginé —respondió Mucho, frío como nunca antes. Ciertamente, sabía que su movimiento sería infructífero, mas era válido el intento. No le dolió; más que asimilado lo tenía.
—Chifuyu, ¡no seas aburrido!
—No se trata de ser aburrido. Koko nos va a matar —argumentó, asegurando aquella como su mayor defensa. Enfatizó su oración para que comprendiese el nivel de gravedad—. Estoy seguro de que hasta Inupi le apoyará.
–¡Bah! Inupi es un dominado. Siempre le apoya en todas y cada una de sus maldades —fue su contraargumento—. Inupi es la mecha de la debilidad cuando se trata de Kokonoi.
—No es cierto. Es sensato y lo regaña cuando se excede.
—Chifuyu, ¡por Dios! —exclamó, golpeándose la frente. Acuclillado en el suelo frente a las camas que, al igual que Draken y Mikey, habían combinado—. Basta con que Koko le abra un poco las piernas a Inui, o que le dé una mínima muestra de afecto para que este caiga a sus pies.
Como si yo no fuese igual contigo de alguna manera, fue el pensamiento que trazó un camino por la mente de Chifuyu.
—Inupi actúa como la voz de la conciencia cuando la situación lo amerita.
—Audaz de ti asumir que Kokonoi tiene conciencia, o que le presta una mínima importancia a ello —alegó—. Es el tipo de persona que atracaría un banco y dormiría con la conciencia limpia. Koko sería emperador y le echaría la culpa a su propia gente por nacer en la miseria.
—Qué fea imagen tienes de él —negó con la cabeza, mirándole desde la cama, sentado, aún pidiéndole con la mirada que volviese a acostarse con él, que aún era muy temprano para lidiar con aquella situación—. A mí me agrada.
—Eso es porque tú eres el que menos le entretiene —objetó, ladeando la cabeza, reflexivo—. De hecho, eres el último al que apuntaría con su lengua venenosa.
—Tampoco es que viva molestándote a ti, Baji —suspiró, reparando paulatinamente en el hecho de que era la última mañana que tendrían juntos de esa manera, despertando en la misma cama y compartiendo un espacio de intimidad de aquellos con los que había soñado infinidad de veces—. Estoy seguro de que su blanco de burlas de todo este último mes es más que claro.
—Sí, sí, todo lo que anda en bocas del grupo es Mitsuya —respondió, esbozando una mueca de hastío—. Mira que yo soy un chismoso, pero estos tipos se han pasado. Kokonoi se ha tomado muy personal el amorío de Mitsuya. Le ha indignado más que a Hakkai, ya te lo digo yo.
—Sí, se podría decir que sí —asintió, con la mente estancada en su deseo de que Baji dejara el asunto de lado para retomar aquel momento que podría catalogar romántico. Luego del episodio de la noche anterior, aún se sentía apenado pese a que no hubiese razón para ello. Aún sentía preocupaciones al respecto; pese a las palabras tranquilizadoras de Baji, no podía evitar pensar en por cuánto tiempo sería así. Por aquella razón, quería eludir cualquier tipo de charla que pudiese guiar hacia aquello una vez más, deseaba únicamente disfrutar de la compañía que tanto adoraba.
—Por eso tengo una mala imagen de él. Es todo lo que me ha enseñado —continuó su descargue.
Chifuyu, harto del tema, comenzó a esquivarlo con distintos ajá, insistiéndole a su compañero para que volviese a acostarse. Por su lado, este último insistió con su pedido una y otra vez, procurando convencerle de que su plan era una buena idea.
—Que no, Baji, que no —renegó Chifuyu por última vez, largando un profundo suspiro antes de expresarse a todo pulmón—. ¡Que no tomaremos cosas del minibar, ya déjalo y acuéstate! No importa que las pague Koko luego, ese tipo te perseguirá con un machete hasta que le pagues cada centavo. Así que abandona la idea. Abandona tus ideas y duerme.
Baji quedó pasmado ante aquel sermón de alto calibre que salió de la boca de su amado niño bueno.
—Vaya, parece que finalmente has asesinado tu fase de "Baji-san" —pronunció descaradamente, remedando el tono de aquella mítica frase, incluso exagerándola con dotes más aniñados. A Chifuyu no le hizo ni media gracia, y ciertamente le sorprendió que se escuchase tan infantil desde la perspectiva de su pareja—. Para solo llamarme Baji y regañarme. Han pasado casi cuatro meses y ya muestras la hilacha, ¿eh?
Chifuyu abrió los ojos, estupefacto, y comenzó a mover la boca para justificarse, aterrorizado de haberse pasado de la línea.
—No te preocupes —le interrumpió Baji, finalmente levantándose del suelo y alejándose del minibar, para colocarse a gatas en la cama, acercándose a Chifuyu para hacerse un espacio junto a él. Una vez que llegó a su lado, apoyado sobre sus brazos, inclinó su rostro y bajó la cabeza para besarle de improvisto. Que de improvisto no tenía nada, pero que aún así acorralaba al menor. Se separó de él ligeramente para observar el colorido bermellón que presumían sus mejillas, y le sonrió—. Me gusta así. Me gustaba antes, y me gusta ahora.
Chifuyu esbozó una sonrisa y sus mejillas se encendieron aún más, con dulzura. Iba a buscar en su mente algo para replicar, mas Baji se le adelantó para acotar una cosa más, salvándole y alarmándole una vez más al mismo tiempo.
—El día en que logres llamarme Keisuke de manera fluida, te juro que me planto en la puerta de tu casa hasta que tu madre me deje llevarte conmigo.
—Baji —susurró, con la voz tan cargada de afecto que se le hacía imposible hacerla sonar en su totalidad. Aprovechó la cercanía para acercar su nariz hasta que se chocase con la ajena y le entregó su mirada como una manera más de amor, representante de todos sus sentimientos. Levantó su mano para acariciarle la mejilla con el pulgar y perderse en el momento, grabando aquella sensación plena, galopante y a su vez domada. Acostados el uno junto al otro, se tomaron y se apretaron aún más, sintiéndose absorbidos por la ternura del calor corporal—. Ve buscando una carpa para esperar en la puerta de mi casa, porque no hay manera de que mi madre te permita aquello, ni siquiera sobre su cadaver, luego de que la llamaras bruja, le dijeras que quieres manosear a su hijo y luego le dijeras descaradamente suegrita. Pero sobre todo, lo de bruja. Te pasaste.
Reunidos en la playa, la fogata de despedida que tanto habían visto en las películas donde los adolescentes viajaban, se encendía vivamente.
Baji, increíblemente, era el que se encargaba de asar los bocadillos y los colocaba en la bandeja que Chifuyu sostenía.
Mitsuya y Hakkai se encontraban situados en dos puntas opuestas de la ronda. Draken y Mikey se encontraban en el medio, junto a Inupi y Koko. Su otro lado se encontraba vacío antes de llegar a Angry, pues faltaban Pah y Peyan, quienes pensaban aprovechar su última noche para ver si podían contar con la presunción de haber conseguido el sí de algunas damas.
Smiley llegó entonces, dispuesto a sentarse cómodamente pese a lo que había sucedido aquella mañana. Había pasado todo el día paseando y pensando en dónde estaría Mucho, hasta que Baji se percató de su presencia, lo puso en palabras y lo dijo.
—¿Y Mucho?
—Él... no tengo idea —se percató Smiley en aquel preciso momento, rascándose la cabeza—. Quiero decir, supuse que estaría aquí.
—¿Supusiste? —le cuestionó Baji—. ¿No dormiste con él?
—Pues sí.
—Mucho se ha ido —explicó Mikey desde su lugarcito, comenzando a devorar los aperitivos que habían traído para cocer al fuego.
—¿Qué?
—Sí —asintió sin levantar la mirada de la bandeja de la cuál tomaba la comida. Su boca, llena—. Vino a buscarme a mi habitación para decirme que se iría al mediodía. Tomó su moto y se fue.
Smiley bajó casi imperceptiblemente la mirada, perplejo. Angry, por su lado, sentado junto a Hakkai, le observaba con unos ojos que tenían un pequeño consuelo en ellos, pero que aún así prevalecían fervientes en su evidente regaño.
—Oh, qué aburrido, ¿en el último día? —se quejó Koko—. Eso es dinero desperdiciado.
—Sí —respondió Mikey, serio. Sabía muy bien lo que había sucedido esa noche, mas no deseaba revelar nada.
Justo en aquella ocasión, Mikey se comportaba como el confidente más considerado. Mitsuya le observó con recelo, aquel sentimiento imposible de esquivar en aquella situación.
—¡Oh, ya entiendo! —exclamó Koko, esbozando una sonrisa burlona. Clavó su mirada en Smiley, impía, y continuó—. Ya comprendo.
—Es un dramático —tajó Smiley, reconociendo su papel en ello, bajando la mirada. Su sonrisa se mostraba más amarga—. Él sabía dónde se metía.
El silencio innavegable reinó entre ellos. Inui no tenía nada para objetar. Hakkai se encontraba ciertamente ensimismado. Mitsuya estaba harto de escuchar charlas sobre relaciones ajenas. Draken y Chifuyu miraban en derredor, incómodos. Mikey comía. Fue, entonces que el único héroe en pie metió su cuchara.
—Pero ¡carajo! —exclamó Baji, golpeándose los muslos—. Hemos vuelto con más divorcios que bodas. Mira esas caras largas; ya parece esto más un velorio que una clausura de un viaje —dijo mientras revoleaba su mano como si desease apuntar esas caras largas—. Oye, Chifuyu, no vayas a dejarme tú ahora. Lo que faltaba.
—No, Baji-san —respondió, golpeándose la frente. En público yen voz alta, aún le apenaba llamarle únicamente Baji.
—Los únicos que vuelven mejor son Mikey y Draken que tiraron toda la noche.
—¡Maldita sea, que no sabes callar tu puta boca, Baji! —le gruñó Draken.
—¡Nos separa una delgada pared, cerdo!
—¿Cerdo? —interrumpió Koko, con las piernas cruzadas y su mentón apoyado sobre su puño—. Tú de envidioso.
—¿Envidioso?
—O no tiraste, o ciertamente no has satisfecho a Chifuyu lo suficiente —alegó—. Nos separa una delgada pared, mi estimado.
Baji frunció el ceño con claras señales de expresarle a Koko qué tipo de persona era el ser que tuvo la desgracia de parirlo, Kokonoi se rio a la espera de aquello, y Chifuyu e Inui suspiraron. Chifuyu, sin embargo, bajó la cabeza y se encogió junto a Baji, sintiendo una vez más ese sentimiento ligero de culpa que aparecía intermitentemente con respecto a ese tema. Baji le vio de reojo y colocó su mano en su muslo con delicadeza, para oprimírselo con cariño, comunicándole tranquilidad. Inupi, sin embargo, intervino una vez más para hacer de mediador. O quizás, de madre.
—Koko, por Dios, me la he pasado regañándote durante toda la novela —le reclamó Inupi con dureza. Sus ojos, pese a su claridad, se opacaban por el hartazgo—. ¿Puedes comportarte por una vez? Una vez, te lo pido, nada más.
—Estás pidiendo demasiado —alegó—. Háblame de números y me comportaré como quieras.
Mientras las charlas avivadas se manifestaban de punta a punta, Smiley permaneció en silencio. Tomó un par de bocados de aquí y de allá y, en sigilo, se dirigió hacia la orilla, simplemente para observar.
—¿Te sientes culpable, hermano? —fue la manera en la que la voz de Angry se introdujo en su mente por detrás.
Smiley no se giró. Suspiró en resignación ante el sermón naciente. No obstante, lo esquivó.
—¿De qué debería sentirme culpable?
Angry, a sus espaldas, torció la boca en una mueca de desazón. Cerró los puños y, por primera vez, se posicionó a su lado. A pesar de ello, no le miró. Boqueó dos veces antes apretar sus labios y comenzar a hablar.
—Nunca me he metido en tus relaciones, de ninguna manera; pese a apoyar o reprobar tus decisiones al respecto, jamás abrí mi boca a no ser que tú me lo preguntases —le dijo—, y eso aplica a todo el asunto de Mucho. Mi molestia concerniente a esa relación fue siempre visible, mas jamás te abrí un cuestionamiento.
—Nunca te lo pregunté porque ya sé qué es lo que piensas al respecto —le comentó, encogiéndose de hombros—. Tan moralista, tan sensible. No poseo la energía para lidiar con ello.
Angry frunció el ceño y se cruzó de brazos. Decidió que no se dejaría amilanar por ello, y continuó.
—Yo no... yo me siento culpable —soltó Angry—. Para mí no hay persona digna de ti por la enormidad de mi afecto por ti, y nunca la habrá. Pero me siento mal de haber apostado en contra de Mucho todo este tiempo, jurando que él te haría daño, cuando el que acabó por ser el más hiriente fuiste tú —le dijo, cabizbajo—. Y me duele también por creer que te conozco mejor que nadie, cuando al final del día resultas ser de lo más impredecible.
—¿Qué pretendes de mí, Souya? —le cuestionó con dulzura. Aunque no le gustasen en absoluto las opiniones no requeridas, jamás podría desquitarse con su hermano ni negarle la palabra, puesto que el hecho de que él transmitiese algo que nadie le pidió era solo una muestra de su gran descontento o de su desesperación—. Yo no...
—Nada —le respondió—. Solo te reflejo mis pensamientos. Quizás te sirvan más a ti que a mí.
—Yo no tengo la culpa de nada —le contestó, meditando lo último oído—. Fue mutuo y siempre fue charlado; el que avisa no traiciona. Yo no soy niñero de los sentimientos de los demás.
—Tienes toda la razón —le dijo—. Pero me sorprende la inmensa falta de afecto que manejas —le recriminó—. Creí que, incluso a mi pesar, habías encontrado ese algo. Imaginé en mi infantilismo que, por fin, te quedarías en el mismo nido por un buen tiempo y que madurarías lo suficiente como para comprender que las personas no son huesitos. Mas veo que no —suspiró. Cerró su puño y desvió sus ojos—. Yo siempre estaré de tu lado incondicionalmente, pero aún así, hoy no apruebo tu decisión. Sé que no te importa, y de hecho, no deberías encontrar relevante lo que alguien más opine de tu vida sexual y sentimental, pero como tu hermano, me ha parecido necesario que te lo expresase.
Smiley largó una risita amarga y bajó su mirada. Ni él miraba a su hermano, ni su hermano lo miraba a él.
—El problema es que siempre me has pintado como un águila que vuela alto, inalcanzable y genial —le dijo, esbozando una sonrisa en nombre de la inocente admiración de su hermano—, cuando más bien soy un pajarito que vuela de rama en rama sin saber adónde va ni por qué. Que vuela porque puede, y porque cree que es lo único que puede hacer con las alas que le han sido dadas. Un bicho que vuela y vuela porque se aburre, y que teme formar un nido al que quizás nunca pueda volver, o al que, tal vez, algún día no vuelva a ser bienvenido —le confesó—. Yo solo soy un idiota inconstante que no sabe qué quiere hacer de su vida, Souya.
—Técnicamente, todos estos meses en que estuviste con Mucho, que fueron completamente diferentes a tus ligues previos, tejiste un nido con él, para bien o para mal —le dijo—. Y no hablo específicamente de uno romántico, sino de uno de cariño, confianza y buena relación. Has estado con él más tiempo que con cualquier otro ser humano, y no te aburriste, ¿no? Esa constancia de tantos meses es algo que se cimentó entre los dos. El hecho de que no puedas volver a eso ahora es consecuencia de tus propias acciones.
—¡Yo solo quería divertirme!
—¡Y lo hiciste, y podías continuar haciéndolo si tan solo no fueras tan cobarde al respecto! —exclamó en respuesta—. No es necesario que salgas con medio Shibuya para que una experiencia sea más o menos divertida.
—Habló el virgen —masculló, manteniendo su sonrisa, que en aquel momento resplandecía por su condescendencia e ironía.
—¿Quién crees que soy como para que creas que eso puede dolerme; Peyan? —le respondió, cruzándose de brazos nuevamente.
—Lo único que tengo para decir al respecto es que nuestros conceptos de diversión difieren enormemente.
—Hablo de que podías divertirte con él sin necesidad de echarte a cuarenta personas más —se explicó, suspirando—, si al final del día pasabas semanas enteras con él y no estaban más de dos días sin verse.
—¿Quieres hablar de la diversión que tenía con él? —le cuestionó yéndose por la tangente—. Porque en ese aspecto, ese tipo me divertía más que cualquier otra persona. Y estoy seguro de que no te place oír sobre eso.
Angry ladeó la cabeza mientras elevaba una ceja, asombrado por la inmadurez que estaba desplegando su hermano frente a él. Parecía un niño pequeño evadiendo el regaño. Notó que la risita que Smiley largó detrás de sus palabras, era una nerviosa, incómoda. Siempre le había horrorizado conversar sus sentimientos; le parecía una pérdida de tiempo, una ridiculez. Era por ello que Souya se había adjudicado la labor de analizarlos por él, de llorar por él. Tomó aire profundamente con los ojos cerrados mientras procesaba lo que diría a continuación.
—Me he sentido solo todo este tiempo desde que comenzaste a salir con él —le confesó, cabizbajo. Sabía que no necesitaba alzar la voz en algo que ambos sabían—. Y sé que no es tu culpa, porque hemos estado juntos desde el vientre y ya es momento de que cada uno encuentre su individualidad —esbozó una sonrisa temblorosa que vacilaba cada vez que intentaba volver a pronunciar palabra—, pero ha sido ese el problema a su vez. Hemos estado juntos toda la vida, y es difícil el duelo que significa dejar de tenerte conmigo en cada paso y en cada duda. He caminado detrás de ti cada día de mi vida, que ahora que ya no te tengo frente a mí, me siento desconcertado, como una sombra que ha perdido su luz y no puede actuar por voluntad propia.
Smiley le observó en silencio, sin tener idea de qué tipo de respuesta proporcionar en aquellos extremos. Había desconocido los sentimientos de su hermano hasta aquel momento. Fue entonces que miró en retrospectiva y recordó cada situación en esos últimos meses en la que le falló, en la que no estuvo a su lado, en la que ni siquiera le miró. De la misma manera en la que Smiley solo miraba hacia adelante, Angry también lo hacía. Miraba hacia adelante, a la persona que siempre iba al frente por él. Mientras Smiley trazaba su camino con total libertad e impunidad, Angry seguía a ciegas cada paso. En el momento en el que el camino comenzó a torcerse y tomó a otro acompañante, este último quedó a merced de aquella vida de la que siempre se había escondido.
—Lo que quiero decir es... que no sé si él habrá sido la primera persona a la que dejaste entrar para luego alejar. No sé si es la primera vez que dejas ir algo que te da un suelo firme por tu aversión a la monotonía, por tu cansina perspectiva sobre el compromiso, o por lo que fuera que hayas escogido esta vez como excusa, pero él logró separarte de mí —le dijo. Lejos de echarle la bronca a Mucho, su tono de voz denotaba reflexión—. Consiguió que dibujaras tu propio camino al punto de dejarme atrás, de quebrar espacios que compartías solo conmigo. ¿Me comprendes?
Smiley asintió con la cabeza, quizás con la vergüenza de reconocerlo endureciendo su cuello.
—Quizás, fui yo el que buscó separarse de ti —le confesó, sincerando sus inquietudes sobre el tema por primera vez al protagonista de las mismas. No obstante, Angry no se sorprendió; desde el lugar de espectador que había gastado hasta el hartazgo, se había percatado de ello—. Tanto por tu bien como por el mío. Porque sí, más allá de las cursilerías, él fue la primera persona con la que pude congeniar de maravilla luego de años de limitarme a la comodidad de tenerte cerca. Estaba aburrido de eso, y tomar decisiones por aburrimiento es lo más estúpido que se puede hacer. Ya me lo he anotado luego de esto.
—La única novia que tuviste fue una decisión que tomaste porque estabas aburrido y deseabas un toque fijo y constante —le recriminó, frunciendo el ceño—. No intentes culpar a Mucho por tu nulo aprendizaje de experiencias previas.
—No es cierto. Ella me gustaba —sonrió con dulzura antes de soltar una carcajada sutil, quizás ligeramente agria—. Por cierto, ¿planeas regañarme más tiempo? Estás desahogándote, verdaderamente.
—Estoy seguro de que ella no te gustó tanto como te puede gustar él —alegó.
Aquello provocó un disgusto visible y palpable en su hermano.
—¿Qué, acaso este tipo te ha pagado para que le defiendas? ¿Eres defensor de pobres y ausentes? —le recriminó de repente. Se mantuvo en silencio, clavándole la mirada a su impasible hermano—. Toda esta charla está siendo sobre ti faroleando y jactándote de que me conoces más de lo que me conozco yo mismo.
—Yo solo deseo que estés bien. No pretendo presumir que te conozco más o menos, mas sí que veo más de lo que tú quieres ver. Quiero que dejes de sabotearte a ti mismo —aseveró Angry bajo la mirada de su hermano—. Si de verdad ese tipo no significara nada para ti, yo no tendría nada por lo cuál ponerme moralista y sensible. Pero tú sabes que no es así, y lo reconociste recién —le explicó, acompañando sus palabras con gestos que le apoyaran—. Eres libre de vivir sin compromisos y marcando límites. El problema comienza cuando eso deja de hacerte feliz.
—No sé de qué hablas.
—Mira a Baji.
—Es distinto, Baji es un idiota —fue su argumento—. Él siempre estuvo detrás de Chifuyu. Simplemente estaba en modo supervivencia.
—Sí, por supuesto —supo aceptar—. Pero, estuviese en modo supervivencia o no, supo detenerse cuando sus intereses chocaron. Supo manejar la situación cuando llegó el momento —dijo, solemne—. Tu momento llegó, te pasó por al lado y te dejó atrás.
Smiley sintió un retorcijón en el estómago. Que le dijeran eso, incluso aunque no lo sintiese de esa manera, le dejó restos de un inquietante resquemor. No obstante, inhaló y exhaló con profundidad.
—¿Y qué quieres que haga al respecto? —era, quizás, su manera de pedir un consejo.
—Yo no soy el que tiene que querer algo aquí.
—¿No? —le cuestionó, cada vez más abombado por aquella conversación—. Porque parecieras ser tú el que busca esto.
—Yo solo busco tu felicidad —le dijo, tan calmado como el agua frente a ellos—. Si no es esa, reconoceré que me he equivocado. Si no es esa, dime cuál es.
—¡No lo sé! —exclamó. Giró su rostro hacia atrás al notar que había elevado el tono lo suficiente como para que sus amigos a varios metros de ellos se volteasen hacia él. Chasqueó la lengua al notar que Kokonoi paraba la oreja—. Ya te lo he dicho. Vivo porque vivo y es gratis, y conozco gente todo el tiempo para no aburrirme. No tengo un objetivo, no tengo una felicidad a la cuál apuntar. E incluso aunque así fuera, te juro y perjuro que no dependería de una pareja.
—¡Claro que no! —se alteró de la misma manera—. No hablo de una felicidad eterna y mágica. Hablo del día a día, de la compañía, ¡de cada momento! No te estoy diciendo que debes de casarte —le rabió—. Ni siquiera te estoy diciendo que te pongas en pareja; en este caso se dio esa situación, situación que tal parece te horroriza insensatamente, pero porque Mucho así lo quiso. No propongo que cedas ante la presión tampoco, pero no alejes a las personas que son esa compañía y que te hacen feliz.
—Tienes razón, ¡está bien! —farfulló, chocando los dientes—. Sin embargo, tampoco tenía muchas opciones. Él sabía que todo terminaría si sucedía lo que sucedió. Los términos fueron aclarados desde un inicio.
—Los términos pueden cambiar si así lo deseas —renegó—. Vamos, que no te hacía diferencia alguna. Quiero decir, no has estado viendo a más personas que a él. Solo te pones así porque estás encaprichado.
—¡Tú que sabes a quiénes veo!
—¡Niégamelo!
—¡Está bien! —balbuceó, ya sin mayor argumento. No toleraría un segundo más—. Lo pensaré.
Aquello menguó la insistencia de Angry. Se formó una sutil sonrisa en sus labios.
—Confío en que decidirás correctamente.
A pesar de que bien cierto eran las palabras de Baji al afirmar que aquella semana había causado estragos entre ellos, aún disfrutaban los espacios compartidos, como aquella noche. Sin embargo, las consecuencias se reflejaron en el poco tiempo que estuvieron juntos aquella noche, tan profesada como la gran última. La incomodidad entre Mitsuya y Hakkai y la actitud de Smiley solo diluían aún más la dinámica grupal, provocando que, pese al buen momento y al cariño, cada uno de los presentes desease que aquello culminase de una vez.
Luego de que Smiley y Angry se alejaron del círculo para charlar, el primero se giró para salir a caminar junto a la orilla. Angry retornó únicamente para invitar a Hakkai a hacer lo propio, mas para el lado opuesto al que se dirigía su hermano.
Pah y Peyan nunca volvieron, por lo que se asumió que habían tenido éxito. O que habían sido engatusados y despertaría con un riñón menos cada uno.
Inui y Kokonoi, como buena pareja añosa que eran, se despidieron temprano. Más allá del ambiente, verdaderamente precisaban de un tiempo a solas aquella noche en particular, tan encantadora, novedosa para ellos. Quizás se debiesen a sí mismos un buen paseo bajo la custodia de la madre luna, que se decía todo sanaba y presenciaba.
Quizás, y solo quizás, hubiese palabras que necesitasen ser reafirmadas. Palabras que enamoraban más aquella noche. Palabras que en otro contexto calmaban sus almas, mas que bajo la luz de la luna, daban certeza absoluta.
Los únicos que permanecieron, entonces, en su lugar frente a la pequeñísima fogata con buena voluntad fueron Baji, Chifuyu, Draken y Mikey.
—Oye, Baji —le llamó Mikey, con sus ojos fríos y desinteresados—. ¿Cuánto tengo que pagarte para que te lleves a Chifuyu bien lejos? Queremos privacidad.
—Muérdeme el culo, Mikey, no pienso moverme.
Draken suspiró y Chifuyu se golpeó la frente.
—Tú siempre tan fino —le respondió Mikey, impasible ante la respuesta más que esperada.
—Tú siempre tan insoportable.
—Estoy siendo amable —alegó, forzando una sonrisa que contrastaba con la emoción proyectada en sus ojos.
—Si eso es ser amable, no quiero pensar en tu crueldad.
—¿Quieres conocerla?
Baji chocó sus dientes con violencia, y Chifuyu se vio obligado a interceder.
—Baji-san, ¿por qué no nos vamos? —le preguntó. Ciertamente, a Chifuyu le importaba un rábano quedarse. Lo único que era de su interés era estar con Baji.
Draken asintió con la cabeza ante aquello, agradecido por no tener que ser él el que se metiera. Mikey le sonrió ampliamente; a los ojos de Chifuyu era una sonrisa de gratitud, mas para Baji era una de fanfarronería y burla.
—¿Por qué quieres irte? —le preguntó, elevando una ceja con indignación—. ¡No quiero dejar que esta garrapata me gane!
—¿A quién el dices garrapata? —le increpó Mikey, borrando la sonrisa de su rostro con suma indignación—. ¡Dígnate a hablar de mí cuando dejes de lavarte el cabello con jabón!
—Así y todo se ve mejor que el tuyo —exclamó, echándose hacia adelante en su asiento—. Y no hagas que comience con el resto de la lista de apodos, porque no peleamos hace mucho y te juro que me he anotado varios.
—¡Cómo te atreves a decir que tu cabello se ve mejor que el mío! —clamó en respuesta, echándose asimismo hacia adelante.
—¡Lo es! —rabió—. Guardabosques de Bonsái.
—¡Te voy a matar! —le gritó antes de saltar hacia él sin vacilar. No obstante, el salto se vio cortado a la mitad, puesto que Draken atinó a tomar su ropa en el momento exacto en el que se escapaba de su rango. Mikey volteó hacia él, hirviendo—. ¡Suéltame!
Para aquel entonces, Baji ya se había puesto de pie, dispuesto a recibirle. Chifuyu suspiró con una violencia que lo hizo audible y tomó a Baji del brazo. Carecía de la energía espiritual para que su esquema de viaje romántico acabe colocándole hielo en los moretones.
—Baji-san, por favor...
—Viven haciendo lo mismo todo el tiempo, ¿pueden parar? —fue Draken quien comenzó—. Ya cansan.
—Suéltame, Kenchin, suéltame —exclamó, inquieto, tirando hacia adelante—. Baji quería que le muerda el culo, ¡y pues ahí voy!
—¡Mi culo está muy alto para ti, arquitecto de legos!
Mientras que a Chifuyu le inundó la vergüenza ajena ante las cosas que maquinaba la cabeza de Baji; no descartaba que fuese verdad que hubiese anotado una lista; a Draken, por otro lado, aquello sí le arrancó un resoplido de risa que no pudo camuflar. Mikey se volteó hacia él, dispuesto a cambiar de objetivo.
Chifuyu aprovechó aquella distracción para darle un fuerte tirón al brazo de Baji y llevárselo a rastras mientras este perduraba en su enojo, exclamando cuanta palabra le iba a la boca.
—Te reíste demasiado para ser un puto edificio que depende de mí —le rabió Mikey. Debido a la situación de zamarreos, Draken llegó a tomarle de las muñecas y se había puesto a su altura para serenarle. Sus rostros se admiraban a una distancia prudente, mas aún pequeña.
Draken sonrió de medio lado.
—Así es —le respondió—. Dependo de ti.
Como siempre, decirle a Mikey lo que deseaba oír era la respuesta a los conflictos.
La sonrisa que abarcó su rostro fue preciosa. Le recordaba la pureza que aún restaba dentro de aquel cuerpecito.
A Mikey le hubiese gustado responderle que no era sano, que no debía depender de él, ni de nadie. Mas no podía. Deseaba fervientemente ser su único y su todo, su comienzo y su final. Quería cada parte de él, y su omega se sentía más que adorado ante ello.
Sin soltarle, ante la docilidad que recibió como respuesta, Draken se dejó caer nuevamente en el asiento, provocando que Mikey cayera sobre él. Le acomodó como pudo para que quedase sentado en su regazo.
Mikey, más que feliz. Aquellos gestos inesperados, intensos, sinceros, eran de los pocos que le alborotaban y le recordaban que era un adolescente enamorado.
Para ellos, cualquier momento podía ser sumamente romántico o trágico de un momento a otro. En ese caso en particular, las cosas se alinearon para que se adoraran con solo mirarse. Draken posó su frente en el hombro de Mikey y le apretujó como si fuese un muñeco antiestrés. Inhaló su aroma para llenarse de valor y grabarse aquel momento para el resto de su vida. Mikey hizo exactamente lo mismo.
Entre ellos jamás había tiempo ni lugar para los planes; así como a Chifuyu y a Baji los caracterizaba el compañerismo y la dulzura, a ellos los cruzaba la lujuria y la espontaneidad.
De la misma manera, aquel momento podía ser catalogado de cualquier manera, menos planeado.
—Mikey, has ganado —murmuró sobre su ropa.
Mikey retuvo el aliento por el medio segundo en el que le exigió a sus latidos que dejaran de aturdirle para poder escuchar plenamente.
—Yo siempre gano —le respondió en el mismo tono, expectante, siguiéndole la corriente.
—Siempre ganas —coincidió—. Me ganaste a mí.
—Y siempre le gano a Baji también, pero no viene al caso —le respondió despacio, entre risas delicadas. Sabía que Draken no precisaba de un ambiente cursi para expresar lo que cargaba en el corazón.
Draken se rio y asintió con la cabeza. Y sin mirarle, con su rostro hundido y nada más que el sonido del agua y de las chispas del fuego junto a ellos.
—Sé mi pareja, Mikey.
Sonó como un susurro, como un deseo a merced de la noche y las estrellas, que se combinó con los sonidos del ambiente para llegar a sus oídos.
Mikey respiró en profundidad para mantener cada pieza de su ser en su lugar. Sonrió para sí y, por primera vez en su vida, le tembló la mano cuando la posó en la nuca de Draken.
—¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?
—Por supuesto que sí.
En aquel momento, Mikey no supo qué hacer más allá de acariciarle.
—¿Qué se supone que hay que hacer cuando tienes lo que más quisiste en tus manos?
Draken sonrió y se dejó mecer por el tacto de aquella mano.
—Lo tomas, imbécil.
—De acuerdo —musitó, conmovido. Se sentía como un estudiante que acababa de recibir la nota que dictaba que podía descansar, y se desarmó espiritualmente—. Te tomo, Kenchin. Toda mi vida quise tenerte a mi lado, y aún lo sigo queriendo.
—Siempre he estado a tu lado —le dijo—. Y siempre lo voy a estar.
—Ahora más.
—Ahora más.
Mikey tiró suavemente de la trenza de Draken para levantar un poco su cabeza y poder besarle la frente. Ambos sabían que un momento de ese calibre jamás se repetiría.
Se abrazaron con fuerza mientras agradecieron una vez más el haberse conocido y el haberse elegido.
Iba a escribir lo de Mucho y Smiley en este capítulo pero me dio paja. Lo iba a dejar abierto a la imaginación, igualmente, así que me dio el doble de paja. Dije "para qué escribir algo que va a ser breve y va a quedar igual de abierto que la conversación entre los hermanos?". Así que lo dejé así. Síganme para más tips economizadores🤸🏾♀️
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