26. Tómalo o déjalo, Kenchin
Bueeeeenas noches al pueblo!
Breve aclaración de mi parte:
Me tardé una infinidad de tiempo en escribir este capítulo porque le rehuí mucho a la idea de escribir smut. Detesto escribirlo, y la gente que me sigue desde que comencé a publicar en 2020, lo sabe. Si lo escribo es porque de alguna manera es necesario para la trama; para progresión, profundidad o caracterización.
Dicho aquello, también aclarar que, justamente, lo veo como una manera de expresar un comportamiento adolescente-hormonal (lol). No lo escribo con fines eróticos. Agradezco de antemano que no haya comentarios que revelen información que me van a perturbar a la hora de dormir (lmao), porque el solo pensar que hay gente de 13 años leyendo esto, me pone los pelos de punta, ajdjdk. Está hecho en nombre del arte y la estética, no para que me hagan saber que "están leyendo con una mano". Pls.
Si supieran las cosas que me tocan leer en los comentarios👁👄👁
Hoy, como siempre, no hubo tiempo de corregir, así que, que sea lo que diosito quiera, porque son 9000 palabras. Récord personal💀
And now I know why love is so blind
'Cause when you're out of my sight,
I'm out of your mind
El cómo Draken había sobrevivido al primer par de noches sin que Mikey se le echara encima en la habitación, era una incógnita irrevocable, irresoluble. No obstante, lo agradecía. Hasta cierto punto, puesto que no podía evitar preguntarse si aquello implicaba algo más. Algo que, quizá, señalase un retroceso.
Luego del conflicto de Mitsuya y Hakkai y la posterior tregua entre ambos, siendo pronunciada aquella palabra entre comillas al aire cada vez que alguno de la pandilla cuchicheaba al respecto. Porque, incluso aunque se lo explicasen con un souvenir de detalles, ninguno comprendería lo que habían sentido y habían pactado. Y, ciertamente, más allá de unos cuántos allegados de suma y necesaria importancia, tampoco intentarían comprenderlo. No les era de relevancia, y pese a tener sus irrelevantes opiniones al respecto, ninguno procuraba abrir la cabeza para analizar el lado opuesto. Kokonoi e Inui pertenecían a esta última categoría: no les importaba verdaderamente el conflicto entre esos dos, mas ambos discrepaban entre sí cuando el tema salía a flote en alguna vaga mención. Ambos absorbidos por sus respectivas posturas; Koko se mostraba reacio a comprender los sentimientos de Hakkai y la postura de Mikey en la charla, e Inupi se negaba rotundamente a comprender los sentimientos de Mitsuya y las palabras de Baji. Pese a que ambas personas en cuestión tenían sus razones para construir sus pensamientos, su empecinamiento era horroroso y su entendimiento mutuo, una ficción inalcanzable, por lo que hablar de ese tema en la intimidad era una discusión asegurada.
Era, de alguna manera, inevitable. Desde que Hakkai se separó de Mitsuya, el chismorreo se había incrementado. Ninguno sabía, más allá de Draken y Angry, lo que había sucedido verdaderamente. La única resolución visible para todos era que cada uno andaba por su lado. Más allá de sonrisas incómodas, ciertamente forzadas y sutiles de intercambio, no mediaban palabra ni se acercaban. Sin embargo, en cada mirada, había una paz interna punzante. Como si valorasen lo necesario que era aquello, y la calma que eso les otorgaba.
Finalmente, en medio de la conmoción que progresivamente disminuía, los cotilleos, las miradas curiosas sobre cada uno, se asomó la razón de aquel pequeño viaje: el cumpleaños de Kokonoi. Era, quizás y pese a los dramas que se montaron en el medio, lo más esperado por todos. Porque a cada uno de ellos le gustaba tener una excusa de calidad para beber un poco de alcohol aunque no les correspondiese; bailar, ligar, gritar y pavonearse. Se enredaban en la fascinación de una excusa para desconocerse.
Ninguno había hecho una actividad digna de destacar. Cada uno aguardaba desde su falso gesto de tranquilidad, a que el atardecer cayese y se llevase con él las ansias de salir. Sus actividades se habían resumido en un chequeo constante de la hora. La constancia entre cada ojeo era de diez minutos como máximo.
Pah, Peyan y Smiley eran los más ávidos representantes de la necesidad de salir. Pah y Peyan se la habían pasado eligiendo una y otra vez sus atuendos matadores. Smiley, por su lado, había tenido una sobrecarga de energía por la noche que se avecinaba y había enloquecido a Mucho, zarandeándole de lado a lado y trepándose a él en un arranque de hiperactividad. Necesitaba deshacerse de aquella energía premonitoria que sacudía su cuerpo con emoción.
Hakkai y Angry, por su lado, habían ido a la playa. Hakkai, a tomar sol, mientras Angry se sentaba a su lado bajo dos sombrillas enormes. Sin embargo, pese a lo opuesto de sus actividades, se la pasaron charlando y hablando de la vida misma, que se retorcía y les hería, les daba y les quitaba, pero que siempre seguía.
Angry no se había despegado de Hakkai en esos días. Había momentos en los que no conversaban; no porque no supiesen de qué hablar, sino porque Hakkai se retraía en sus pensamientos y bajaba la mirada, y Angry sabía que lo único que podía hacer era velar por él desde su silencio y su muda compañía. Su presencia y el sonido armonioso del agua era lo único que podía otorgarle.
Mikey y Draken, al igual que Chifuyu y Baji, no hicieron gran cosa, puesto que ninguno era excesivamente fan de las fiestas. Les gustaban, sí, pero les valía lo mismo ir que no ir. Lo único que les generaba un interés de aquella noche en particular, era que era el cumpleaños de Kokonoi. Un evento bonito, y no una noche más.
Mikey, el mayor desinteresado, se la pasó durmiendo siestas.
En el momento en el que se encontraron todos en la puerta del hotel para ir a la discoteca cuando el sol ya tenía un rato de haber caído, el ambiente tenso y de chismorreo furtivo se había desvanecido para dar lugar a un entorno estallado de aroma juvenil, sobrepasado de hormonas y feromonas, exaltación pura. Sus cueros vibraban y se montaron en sus motocicletas sin rechistar, apretando los aceleradores con frenesí.
El viaje fue veloz, silencioso, enfocado, y antes de que se traslucieran sus intenciones ya habían aparcado sus motocicletas y más de uno corría a trote hacia la entrada con cada entrada en su bolsillo, las cuales habían sido conseguidas con antelación por Koko. Utilizaron a Mucho para que diera la cara y representase a la banda entera. Si le dejaban pasar a él, se arremolinarían a su alrededor jurando que habían ido juntos a preescolar. Con solo verle la cara y calcular cuántas cabezas les sacaba, los guardias se hicieron a un lado y les dejaron pasar sin prestar mayor importancia. Ante el primer indicio conflictivo los echarían a patadas o a porrazos.
Una vez que ingresaron, se sumieron en el nirvana. Echaron a andar cual perro sin correa y se perdieron entre el tumulto de gente.
Angry se aferró a Hakkai y señaló unos lugares al costado para sentarse hasta que se les encendiese la chispa de bailar; eran de esas personas que precisaban de un pequeño empujón para lanzarse a la pista. Al menos, Angry; Hakkai no, mas debido a la semana que había tenido, necesitaba ese empujón asimismo aquella noche. Inui y Kokonoi señalaron otros lugares, solo que un poco más alejados y con otras intenciones. Esa era la manera predilecta y predeterminada que tenían para que se les encendiese su chispa.
Baji y Chifuyu, por su lado, permanecieron juntos. Este último no era un fan acérrimo de las discotecas ni de lugares extremadamente ruidosos, y debido a que era el hábitat natural de Baji y el tipo de ambiente en el que este se desenvolvía usualmente hasta hacía unos meses atrás, se prendió de él. Sin embargo, Baji no era de pasar mucho tiempo en la pista, específicamente, por lo que aquella noche sería de las primeras en las que se esmeraría en bailar hasta que a su pareja le apeteciese irse a descansar, a sabiendas de que solía ser el primero en irse.
Mikey y Draken, que permanecieron junto a la entrada sin decidir hacia qué grupo o zona migrar, se desafiaron con las miradas y sonrisas ladinas. Nadie sabía si se trataría de un duelo de control o uno de baile, mas había comenzado un confrontación silenciosa.
Los restantes se fugaron entre la multitud a sabiendas de que más temprano que tarde se cruzarían a los gritos y en un estado más eufórico. Quizás hasta les pasaría como en otras ocasiones, en las que se encontraban mutuamente al chocarse culo contra culo en pleno baile por mero azar.
La noche pasó entre zarpazos. Se reencontraron más veces de las que hubiesen preferido, se abrazaron, se rieron. Smiley era la estrella del grupo, chillando, bailando en cada rincón, incluso sin haber bebido ni una gota de alcohol. Pasaba de estar en los brazos de Mucho a perderse de él y reaparecer en el centro de una ronda de gente en la otra punta del lugar; a veces bailando con otras personas, y a veces bailando solo. Hakkai, quien veía desde su lugar a Smiley, podía sentir los piecitos de Angry sacudirse ligeramente al percibir a su hermano cerca. Quizás, al final del día, la chispa de Angry la despertaba su hermano, y las ganas de bailar que sentía eran resultado de la energía que recibía de él, deseando acompañarle. Hakkai sonrió y le golpeó dulcemente con el hombro. Cuando recibió la mirada sorprendida de su acompañante abstraído hasta aquel momento, le indicó con la cabeza que fueran a bailar. Quizás, al final del día, la chispa de Hakkai la despertaba la felicidad de sus amigos.
Deseó haberlo notado antes.
Cuando se pararon, dieron una vista panorámica. Ciertamente, Angry quería abiertamente ir con su hermano, mas al razonarlo en profundidad, la situación se tornaba inmanejable. Smiley duraba en un mismo sitio lo que duraba con un ligue, por lo que a la primera que se aburriera, se esfumaría, y Angry y Hakkai quedarían clavados en un lugar con personas que no conocían, por lo que desistieron de la idea. Observaron el ambiente una vez más y llegaron a la conclusión de que Baji les arrancaría un riñón y les obligaría a hacer gárgaras con el mismo si llegaban a interrumpir su momento con Chifuyu, aunque no estuviesen haciendo más que bailar y reír, y lo mismo con Mikey y Draken.
Cuando iban a resignarse a bailar solos, Hakkai recordó la presencia de Kokonoi e Inui cercana a ellos, mas al echarle un vistazo a los asientos que habían tomado, notó su ausencia y temió lo peor: que ya habían ido a mancillarse en la habitación, o peor aún, en los baños. Sin embargo, cuando iba a suspirar, Angry le dio unos golpecitos en el brazo para que viese hacia donde él le señalaba con la mano. Enfocó su mirada y encontró a Koko e Inupi en una pequeña ronda en la que se habían metido con Pah, Peyan y Takemichi. Esbozaron una sonrisa y echaron a andar.
Draken y Mikey, ya más familiarizados con la pista, persistían en aquella guerra fría, que de fría no tenía nada. Se largaban chistes sugestivos, se reían compinches. Poco a poco aumentaban el contacto, simulando ligeros bailecitos improvisados, jugueteando y coqueteando descaradamente.
No obstante, Draken comenzó a percibir pequeñas cosillas a su alrededor que le disgustaban.
Mucha gente miraba a Mikey.
No le importaba precisamente aquello, por el simple hecho de que él consideraba a su querido una belleza del patrimonio nacional. Pese a sentir celos en ciertas ocasiones hacia él, lo que más reinaba en su pecho era la preocupación. Las miradas que llegaban y rebotaban en él para llegar a su acompañante eran malintencionadas, lascivas. Nada de lo cuál Mikey no pudiese defenderse con suma facilidad, mas era inevitable el sentirlo de esa manera. Por más fuerte que fuese Mikey, había situaciones que escapaban de la fuerza de ellos, y no deseaba conocer alguna de ellas, y menos aún si alguien se percataba de que Mikey era un omega.
Suspiró y, decidido, le tomó de las manos para llevarlas hacia su rostro y besarle los nudillos, mirándole en cada segundo. A Mikey se le llenó el alma durante todo ese tiempo.
Entonces, Draken torció las manos ajenas con delicadeza hasta apuntar las muñecas contra su boca. Las besó y le preguntó, a sabiendas de que Mikey sabría a qué se refería:
—¿Puedo?
Mikey desconocía a ciencia cierta cuál era el motivo detrás de aquello, mas su instinto y sus más profundos deseos le impedían negarse a aquella petición. Asintió con el corazón latiéndole a mil, y clavó sus ojos en su pareja sin pestañear, deseando verlo y sentirlo todo.
Draken, entonces, acabó de llevar la muñeca ajena a sus labios, correspondiendo a aquella mirada que se le entregaba, abrió la boca, sacó a relucir sus colmillos, y le mordió.
Fue breve, fue rápido, pero ante todo, fue intenso. Fue una mordida superficial; lo suficientemente fuerte para que los dientes se le marcasen, mas lo suficientemente tierno para que no sangrase ni llegase a doler. Ambos permanecieron el uno junto al otro, embebidos en la conexión que acababan de formar que, aunque fuese temporal, era el primer paso en aquella unión implícita que se habían prometido y que, en aquel momento, habían comenzado a concretar.
Se perdieron por un instante en las más abrumadoras sensaciones para encontrarse en el otro.
—Por esta noche —le susurró Draken, tomándole la muñeca nuevamente y acariciándola, acercándose para hacerse oír solo por él—, eres mi omega.
Mikey le sonrió con una satisfacción inigualable. No obstante, sus labios profirieron un contraste desafiante.
—¿Solo por esta noche? —le dijo. Sus ojos ladinos se camuflaban en la oscuridad de la sala—. Yo soy para toda la vida. Tómalo o déjalo, Kenchin.
—Déjame pensarlo.
—Si necesitas pensarlo más de una vez es porque la bota te queda grande —objetó, invicto. Se soltó del agarre con un movimiento grácil y le dio la espalda para encarar la pista.
Draken esbozó una sonrisa boquiabierta; le había caído como agua helada, mas le había fascinado esa determinación de la que él careció con sus palabras.
Permaneció en su lugar, observando cada movimiento de Mikey, quien en menos de veinte segundos ya se encontraba arriba de una mesa junto a Smiley. Draken le miró de pies a cabeza ante cada movimiento, y Mikey sabía que lo hacía y se agasajaba a sí mismo.
Pese al tira y afloja constante, Mikey se encontraba deleitado por lo acontecido. No cabía en sí de la felicidad, ni mucho menos del placer, la satisfacción como omega de sentirse querido y deseado por quien anheló tantos años.
Pese a que sabían muy bien que no debían llamar la atención debido a que ni siquiera tenían el permiso legal de estar ahí, estaban alborotando el sitio.
Cuando Hakkai y Angry arribaron a la ronda, fueron recibidos con alborozo y griterío exagerado. Koko los recibió con los brazos abiertos para bautizar aquella reunión como la santísima reunión de los vírgenes. Una vez más, haciendo alarde de la broma que compartía con Baji de los cuatro solteros de la apocalipsis. Inui se resignó. No le reprendió; simplemente, le dejó hacer sus mezquindades. Era el cumpleañero, al final del día. Si había un buen regalo que podía darle con todo el amor del mundo, era dejarle explotar su lado más venenoso, si aquello le hacía aumentar el goce que sentía. De por sí, Kokonoi pertenecía al grupo de personas que adora su cumpleaños.
De alguna manera, Hakkai sentía que sus amigos parecían más exaltados que en otras ocasiones, si era posible. Quizás fuese eso, o quizás solo se tratase de que no lograba sintonizar con ellos y por ello le parecían demasiado explosivos.
Cuando se preguntó dónde se encontrarían los demás, los encontró esparcidos por todos lados. Lo único que le llamó la atención de manera peculiar fue notar un leve disgusto en el rostro de Mucho, sentado a la barra, quien buscaba a Nahoya cada tanto con la mirada, fría, expectante, alerta. Cuando no lo encontraba simplemente volvía a concentrarse en su bebida y retomaba su postura indiferente.
Comenzaron a bailar como podían, prestándose a las risas y entrando en calor lentamente. Hakkai, al no sentirse en su mejor momento aquella noche y no conseguir mimetizarse con las emociones de sus amigos, cualquier detalle le distraía. Vio, una vez más, a sus amigos en una onda completamente distinta a la de él, y solo pudo pensar en ellos. Sus amigos.
¿Dónde estaba Mitsuya?
Era aquella la pregunta que rondaba en su mente desde que se había sentado a charlar con Angry. No se trataba de que quisiese verle, sino de que no creería si le dijeran que se había quedado en el hotel mientras todos salían a divertirse. Cierto era que Mitsuya, al igual que Chifuyu, no era muy afín a las fiestas, mas definitivamente era un alma cuya presencia era relevante en las fiestas. Más allá de ser el que cuidaba a los ebrios y el que prevenía que Smiley rompiese cosas, era gracioso y se prestaba a las bromas, a los bailes y a bellas charlas en la acera de la discoteca cuando salían a tomar aire.
Porque le quería mucho. Esas cosas no eran unas que él deseaba perder. Porque más allá de su primer enamoramiento, Mitsuya era su primer amigo, su mejor amigo. Hablar con él durante horas mientras esperaban a volver a la pista, o simplemente volver a casa por la noche, era relajante. Constituía esos momentos que recordaría con cariño cuando pensase en su juventud.
Mitsuya no era para él. Lo sabía y ya lo había aceptado a las malas. Sin embargo, siempre sería su amigo, porque así lo había decidido, solo reafirmando aquello al recordar aquellas ocasiones en las que se divirtieron hasta partirse de la risa; y aunque se hubiese mantenido alejado de él aquella noche si hubiese ido, no podía evitar preocuparse por él.
Sus cavilaciones se vieron interrumpidas brutal y desconsideradamente al recibir en sus oídos un aumento en el barullo a su alrededor, de gente extasiándose. Al prestar atención a su grupo, se percató de que todos habían comenzado a hacer gestos de aliento con los brazos y a hacer comentarios obscenos entre risas. Cuando les siguió las miradas, vio a Mikey y a Smiley subiendo y bajando al ritmo de la música sobre una mesa. Como si su instinto de curiosidad suprema acabase de ser activado, comenzó a mirar en derredor hasta encontrar a Draken y, finalmente, a Mucho, en distintos puntos de la pista, observando entre sonrisas que podían variar entre el orgullo y la diversión ante semejante espectáculo. Finalmente, su investigación fue nuevamente interrumpida por Koko, quien le había estado observando intermitentemente durante los últimos minutos, simplemente para acotarle:
—Hakkai, eres un chismoso.
—¿Por qué lo dices...?
—Mitsuya no ha venido —le atropelló con sus palabras—. Se ha quedado en el hotel, si eso es lo que te preguntas. Draken intentó convencerle de que nos acompañase, pero se negó. Supongo que adivinaba que iba a estar solo aquí.
—Él nunca está solo —alegó Hakkai, encogiéndose de hombros. No obstante, en su mente las palabras retumbaron con una preocupación un poco mayor.
—Pues, Draken está muy enfocado en Mikey. De Baji con Chifuyu ni hablemos —resopló, revoleando los ojos—. Pah con Peyan, con Takemichi no acostumbra salir, a mí no me soporta, y contigo tampoco puede contar.
Aquello le golpeó el pecho a Hakkai. No pudo evitar preguntarse fríamente en aquel momento si su actuar era incorrecto. Desconocía hasta qué punto debía alejarse para sanar aquella etapa, y a su vez no sabía qué tan cerca debía permanecer para no perderle. Porque en aquel momento, potenciado por la compañía y el apoyo incuestionable que había recibido por parte de Angry, había aceptado que cualquier amistad valía más para él que cualquier amor. A aquella altura de su introspección, ser el dueño del corazón de Mitsuya no era la mayor de sus preocupaciones, sino el haber estado a punto de perder una amistad a costa de ello.
—No le respondas, Hakkai —intervino Inui. Una cosa era permitir que Koko hiciese sus comentarios desubicados, y otra muy distinta era permitirle meterse donde no le llaman, en un tema que él comprende en demasía—. Está tratando de sacarte información.
—Eres un dolor en el culo, Inupi —farfulló Koko, frotándose la frente.
Literalmente.
—Y tú eres maldad pura.
Hakkai ignoró el resto de la conversación entre amantes y se enfrascó en las palabras de Inupi que fueron dirigidas hacia él. Tenía razón. No debía escuchar a nadie, y menos a Koko. Era su duelo, su momento y, sin mayores herramientas que le ayudasen a decidir, lo único que le quedaba en la bandeja era actuar por instinto y empeñarse en buscar aquello que le hiciese olvidar y mantener la cabeza en alto. Lo único que podía ayudarle luego de tantos años de arrastrarse, era ponerse primero. Su preocupación por Mitsuya era palpable, mas aquello ya no era su responsabilidad; y ciertamente, jamás lo había sido. Comprender aquello le había conducido a decidir aquello por lo cuál Koko, entre sornas, se burló de su egoísmo. Su actuar no era incorrecto, fue lo que concluyó, y ser egoísta de vez en cuándo no era un pecado. Se lo dijo Angry, y no supo de dónde lo sacó, mas estaba comenzando a implementarlo aunque le partiese el alma.
Mitsuya estaría bien.
Al igual que él.
Ciertamente, nadie se percató de que cuando Mikey se bajó de la mesa luego de una larga sesión, volvió a los brazos de Draken, jugando con él y su paciencia. Smiley no se había bajado, así que el espectáculo no había terminado. Quisieron forzar a Angry a que se subiera con él, mas este se espantó enteramente y se negó con frenesí. Por lo tanto, Smiley solo fue quien quedó allí, llamativo, exuberante, captando la atención de más de una persona que podría ser de su interés.
Mikey se prendió del cuello de Draken, como si insistiese en que todo había sido montado para que le mirase a él y solo a él. En aquel momento, sus ojos, tan oscuros como en cada ocasión que se profundizaba en Draken, su mayor objeto de amor y deseo, le expresaban mucho más que el vacío usual. Quizás se tratase del mismo vacío que caracterizaba su mirada y su alma, mas en aquella noche, alumbrado por las luces escandalosas y con la música ambientando aquel escenario donde las feromonas, las mixturas de aromas, los toqueteos y el libido estallaban en cada rincón, a Draken le pareció un agujero negro que quería absorberlo sin darle tregua, y no pudo negar que le fascinó. Le tomó de la cintura y la manera en la que sus uñas se clavaron sobre la ropa de Mikey fue obscena, capaz de estremecerle. Porque Draken disfrutaba profundamente de ser dominado por Mikey; aquello no era secreto para ninguna persona sobre la faz de la tierra. Encontraba gozo en seguirle, complacerle y obedecerle.
Sin embargo, pese a que Mikey le gustaba inmensamente aplicar dominancia, también le gustaba percibirse como víctima de la misma. Y a Draken le encantaba todo lo que a Mikey le gustase, y se jactaba se aquella versatilidad bellísima que caracterizaba toda su relación con Mikey; el dinamismo, la adrenalina, la compañía y el entendimiento mutuo.
—Iba a pedirte que bailes conmigo —murmuró Draken, aproximando aún más sus rostros al agachar su cabeza—, pero no creo que haya tiempo para eso.
Aquella insinuación los atravesó como una flecha. Mikey, comprendiendo totalmente que era momento de irse y sonriendo ante la excitación que aquello le provocaba, le respondió:
—Igualmente —murmuró dulcemente en un rápido movimiento en el que alcanzó su oído—, has de ser un pésimo bailarín.
Cuando cerraron la puerta de la habitación, no se volcaron al cliché del manoseo desenfrenado. Se observaron mutuamente con cautela, como si ambos anhelasen dar el primer paso. Se miraron de pies a cabeza, se analizaron, se estudiaron y se desplazaron con la delicadeza de sus pies hacia el otro. Sintieron la presencia del otro en la cercanía cual par de animales que buscaban imponerse, cual felinos a punto de asaltarse; puesto que Mikey era un omega con la presencia imbatible de un alfa. Sin tacto de por medio, se inclinaron el uno sobre el otro para comprobar los deseos ajenos. Finalmente, sus ojos se absorbieron en la mutualidad de las sensaciones.
Con las cabezas sutilmente ladeadas y sonrisas incipientes y taimadas, sus manos jugueteaban entre sí a espaldas de cada uno, combatiendo con la impaciencia. Los ojos de Draken reflejaban todo aquello que había prometido a lo largo de esos meses.
Deseo, compañerismo, intereses, afecto.
Poniendo aquellas palabras en acción y jurándolas una vez más, fue él quien dio el primer paso, avanzando hacia Mikey con paso certero y envolviéndole entre sus brazos. Sus frentes se chocaron y las manos ajenas se posaron en su pecho para deslizarse hacia sus hombros y aferrarse a él. Pareciera que en todo ese lapso, sus ojos no se habían despegado. La sensación anhelante se había incrementado vertiginosamente, y sentían como si pestañear fuese un pecado, una imprudencia y una falta de respeto a la belleza que estaba aconteciendo para la vista del otro. Se miraron y se encontraron en lo más profundo de sus almas.
Se respiraron, se eligieron, se quisieron.
Acercó sus labios aún sin perderle de vista, utilizando una de sus manos libres para acariciar el cabello de Mikey que caía con rebeldía y tapaba su nuca, guiándole hacia él en un camino que ya conocía y en el que jamás se perdería. Cuando le tuvo a milímetros de él, se detuvo, retratando aquella situación que sentía, en el fervor del momento, única, distintiva de todas las demás veces que le había besado, donde sus besos eran más limitados tanto en cuanto a la lujuria en los mismos como en el amor que le profesaba en ellos; aquella noche en particular, todo ello se reducía a palabras que debían ser liberadas. Le olfateó una vez más, encantándose con su aroma que, en aquel preciso momento y solo para su deleite, se fortalecía segundo a segundo. Cuando sintió que la frecuencia respiratoria de Mikey ascendía, una sonrisa bailoteó en sus labios con delicadeza, y con la misma acabó de unirse a Mikey, besándole con todo aquello que guardaba dentro de sí y que diferenciaba aquella noche de todas las demás.
Se aferró a su nuca y con la otra mano a su cintura, sintiendo las manos de Mikey apretar sus hombros con necesidad. Acto seguido, una de ellas se desplazó al cuello de Draken, acariciándole, acercándole aún más a su cuerpo mientras uno de sus dedos se colaba por debajo del borde de su camisa y sus labios se tomaban con una lentitud que contradecía la desesperación de sus movimientos, mas que le alcanzaba en apasionamiento.
Sus labios se tomaban con movimientos veloces mas ciertamente precisos, buscando encarecidamente al otro. Fue en aquel dulce momento que agradecieron el haberse besado furtivamente en más de una ocasión, para que la torpeza del primer beso y su timidez inherente no estropease aquel momento en el que solo deseaban enfocarse en el otro. Las manos de Draken lo apretaron contra su cuerpo, y Mikey aprovechó aquella iniciativa necesitada para comenzar a dar pasos que los guiasen hacia las camas que habían unido previamente.
El primero en caer sobre el colchón fue Draken, asegurándose de sostener bien a su, en aquel momento, amante entre sus manos, para que no se le escapase nunca. Innecesariamente, puesto que Mikey habría permanecido su vida entera sin querer escapar de ahí. Su lugar seguro de toda la vida.
Cuando el calor comenzó a sofocarles, el primero en hacerlo saber quitándose la ropa fue Mikey. Draken no dudó en seguirle la corriente, haciendo lo que podía bajo el peso de su pareja. No obstante, no dejaron de besarse por más de medio segundo durante el trayecto. Incapaces de separarse, se buscaban con los labios, con las manos, con las yemas de los dedos, con sus respiraciones agitadas. Sus instintos se buscaban y se enroscaban.
Las manos del uno inspeccionaban el cuerpo del otro y viceversa como si jamás se hubiesen bañado juntos, como si todas esas tardes en las que pelearon descamisados hubiesen desaparecido de sus memorias. Era el descubrimiento de un nuevo tesoro para cada uno, uno del que deseaban apropiarse cuanto antes.
Draken deslizaba las manos en un aprendizaje lascivo por el torso de Mikey, acariciando cada migaja de piel que hubiese a su alcance, deseando que aquel camino que recorrían nunca se acabase, como si fuese una búsqueda de un tesoro infinito y la riqueza fuese invaluable. Acariciaba su abdomen, pasaba la punta de sus dedos sobre sus pezones, volvía y repetía. Mikey se exaltaba ante cada toque revelando su lado más primerizo y más vulnerable, necesitado. Había esperado por aquella noche por tanto tiempo, que retener su placer y sus sentimientos le parecía una insensatez y deshonestidad enorme.
Draken solo podía admirar aquel momento y grabárselo a fuego. Ver el lado más débil y devoto de la persona que admiró en su fortaleza por años y a quien siguió ciegamente y de quien acabó enamorándose, lo hacía vivir su enamoramiento a flor de piel, extasiado, preguntándose por qué había aplazado aquel momento por tanto tiempo. La respuesta, sin embargo, llegaba tan rápido como se formulaba la pregunta: porque aquel momento era perfecto. Aquella noche estaba puesta en su vida desde que le conoció.
Ante aquel pensamiento, rodeó la cintura de Mikey para tumbarlo y posicionarse sobre él. Solo observar y palpar le estaba enervando. Necesitaba conocer el sabor detrás de aquel aroma que le cautivaba y que, en aquel momento, le enloquecía. Se dedicó a besar guiado por la intensidad de lo que percibía su olfato, empezando por el cuello, mientras sus manos inexpertas, curiosas y desesperadas indagaban por las caderas de Mikey. Se deslizó hacia el pecho y se encargó de dejar una marca en cada rincón que su paciencia le permitiese cubrir, y mientras su boca bajaba, sus manos también.
Mikey se deshacía bajo la tormenta de sensaciones de todo tipo que le arrastraban y le elevaban en un vaivén al que podría acostumbrarse gustoso. Cuando las manos de Draken llegaron con una pizca de timidez a un punto del cuerpo de su pareja, esta jadeó de golpe. Ahí supieron que poco quedaba por hacer; habían llegado al momento en el que sabían en el que aguantar era una cuenta regresiva violenta y acelerada. Draken, al presenciar la reacción tan vívida de Mikey, decidió sin dudar que deseaba más, que deseaba verla una y otra vez hasta que en sus sueños fuese capaz de reproducirlo a la perfección. Comenzó a repetir lo que había hecho previamente y a tocar y besar los mismos lugares con el método de prueba y error hasta encontrar lo mejor para ambos.
Además de descubrir las reacciones, los sonidos y los espasmos que podía producir Mikey, anotó en su lista de descubrimientos que amaba con fervor el sabor de su piel y el tacto de su cuerpo.
Una vez que un gemido de Mikey llegó alto, Draken decidió que era el momento que más deseaban ambos, además de sentir las uñas de Mikey pellizcarle el hombro desde su lugar, indicándole que se dejase de ruedos. Su mirada, tempestiva y lujuriosa desde su posición acostada, imponía pese a su estado tan débil. Aquello acabó de incentivar a Draken, quien, entre las piernas de Mikey, se inclinó sobre él para rozar sus pechos y besarse una vez más, como si aquello fuese un permiso, un anuncio de aquello que sucedería.
Besándole y posando sus manos en los muslos de Mikey, sintió repentinamente cómo este le rodeaba con sus piernas para encarcelarlo allí, como alentándolo a hacerlo de una vez, siendo que la paciencia se le había agotado y le deseaba más que nunca. No obstante, Draken, siempre el más razonable y de mente fría, consiguió liberarse, distrayéndole con toques mientras se alejaba.
Mientras besaba a Mikey y se frotaba contra él, buscaba a tientas en la mesa de luz. Una vez que encontró lo que buscaba, rompió el beso para cumplir la parte más importante para ambos, que era prepararse. Mikey, por su parte, no precisaba de mayor trabajo previo debido a su fisiología omega, que le facilitaba la unión incluso aunque no lo desease.
Una vez que estuvo listo y seguro para proceder correctamente, se acomodó entre las piernas de Mikey. Siempre se imaginó a Mikey, en su dominancia, siendo quien le montara, mas en aquel momento en el que era la primera vez, la inexperiencia no ayudaba a Mikey, y debido a un conjunto de circunstancias alineadas, este estaba agotado para esa labor. El cúmulo de placeres le había sobrepasado.
Una vez que Mikey asintió con la cabeza y le tomó la mano, se unieron sin mayor problema, como si aquello estuviese destinado a pasar. Ninguno de los dos creía en el destino ni en las leyendas de las relaciones entre alfas y omegas, mas en aquel momento, todo se acomodaba tan bien que daba paso a que cualquier esperanza y cursilería echara raíces en ellos, tan enamorados, tan entregados.
Cuando Draken comenzó, ya sabía que poco quedaba. Lo que sentía al fusionar su cuerpo y todo su ser con Mikey superaba toda expectativa, despertaba cada una de sus señales y enaltecía cada uno de sus vínculos. Presionaba todos los botones de Draken y le enloquecía, cegaba su juicio y hacía que sus ojos solo buscasen a su omega y su cuerpo desease tenerle solo a él. Mikey se deshacía en sonidos lascivos y expresiones obscenas que a Draken le generaban una fascinación impura, salvaje. Mientras aumentaba sus movimientos y su ritmo, besaba a Mikey, usaba sus manos donde se le ocurría, y donde su pareja le indicaba con su propia mano. Le acariciaba donde precisase mientras sentía la más íntima de las conexiones entre ellos. Era como si hubiese alcanzado un punto de paz, paradisíaco, del que jamás quería irse. Un mundo en el que solo él y Mikey existiesen, porque lo único que deseaba era que pudiesen coincidir en ese mundo y en el siguiente, y en el siguiente.
Cuando Mikey se retorció con fiereza bajo su cuerpo, exclamó cosas ininteligibles en el éxtasis, donde estuvo seguro de oír su nombre, en la cima de su placer, y se asió a sus hombros y le miró como si fuese lo más bello de su mundo, este último supo que quería acompañarle en ese momento también, como en toda su vida, alcanzando el punto de culminación con su mente obnubilada por la imagen de Mikey y su mirada clavada en él, acariciándole con ella y jurándole que en aquel momento se le había entregado enteramente hasta que se le terminase el ciclo de vidas.
Baji no se había despegado de Chifuyu en toda la noche, como hacía en cada fiesta que Chifuyu asistía desde que había comenzado su voto de castidad. Previo a ello, solía estar con él hasta que este se iba y, ciertamente, era temprano cuando aquello sucedía. Chifuyu no era fan de trasnocharse en las discotecas, por lo que, pese a que ni siquiera tenía el permiso de estar ahí, era de los primeros en irse.
Aquella noche se fueron temprano, aunque no más temprano que Mikey y Draken.
Chifuyu había manifestado que se encontraba cansado y que tanto bochinche le estaba bajando el ánimo, por lo que abandonaron el lugar sin cuestionarlo. Al llegar, el nerviosismo que había estado ignorando activamente durante aquellos días se le subió a la garganta. Sabía, sin mediarlo, que Baji iba a procurar un avance en él, porque era el cliché de las historias; además de que ese tipo de noches conseguía que sus amigos se pusiesen mimosos de más, y más de una vez acababan en situaciones comprometedoras.
Ya habían pasado casi cuatro meses de que habían comenzado a salir, por lo que asumía enteramente que Baji iba a explotar. Además, teniendo el lugar y la comodidad idónea, la privacidad, el ambiente, la ventana a través de la cuál se colaba a la lejanía la bellísima imagen del agua combinada con la luz de la luna. Todo lo apuntaba.
Y no se equivocó. Entre risas y risas, Baji acabó por romper las distancias y besarle, abrazarle y acariciarle. Nada vertiginosamente novedoso.
Chifuyu no se consideraba un fiel adepto a las muestras de afecto públicas, por lo que su timidez no se revelaba en las calles. No obstante, se habían acostumbrado a besarse en privado. Poco a poco, Chifuyu había perdido la pena de tamaño industrial que le generaba el tacto de Baji, las ñoñerías y el toqueteo de pareja. No había mutado en un semental descarado, mas ya no huía ante la primera iniciativa de Baji. Su piel era atravesada y partida por los escalofríos, mas de una manera más leve. Los toques conseguían enrojecerle las mejillas y le quitaban las ganas de detenerse.
Sin embargo, cuando la situación adquiría matices libidinosos, el sentimiento era otro y los toques cobraban un peso mucho mayor para su alma. No le enrojecían las mejillas; se las enfurecía al punto de colorearlas con violencia y nerviosismo. Los escalofríos compartían asimismo aquellos rasgos agresivos que escaldaban su piel al compás de la desesperación apretujada en su corazón.
Cuando Baji profundizaba los besos y daba inicio a jugueteos entre sus manos y el cuerpo de Chifuyu, este comenzaba a agitarse. Jamás le había tocado por debajo de la cintura, y sentir aquellos dedos delgados pasear por primera vez por su rodilla para subir lentamente aquella noche, le estaba propiciando un ataque.
No conocía aquellos sentimientos elevados a aquel nivel, y ciertamente le espantaba. Su cuerpo no estaba programado ni entrenado para reaccionar a aquello, no conocía un camino a seguir ni cómo responder, y aquello empeoraba su sentir. Los nervios habían avanzado desde su garganta hasta su pecho, su abdomen. Era el tipo de nerviosismo que le dolía, que le obstruía la respiración y le impedía concentrarse. Cerró sus manos en puños temblorosos y comenzó a echarse para atrás lenta e instintivamente, mas al hacer eso lograba darle más lugar a Baji para que se posicionase sobre él. Comenzó a mover su pie de lado a lado mientras sentía el peso del cuerpo ajeno apoyarse ligeramente sobre su pecho.
Chifuyu había dibujado aquella situación en su mente numerosas veces, curioso, mas jamás creyó que se sentiría de esa manera. Y se sentía una persona nefasta. Se sentía incompetente y egoísta. El sexo estaba, definitivamente, sobrevalorado; y la primera vez, demasiado romantizada para su gusto.
Todo apuntaba a que sí: el momento, el sitio, la brisa que se colaba por el pequeñísimo resquicio de la ventana, la emoción, el amor que le tenía y la confianza que habían construido.
Sin embargo, los nervios, el temor y la inseguridad, el agobio y la asfixia, le rogaban por una negativa.
A medida que los besos de Baji se incrementaban en velocidad e intensidad, su garganta se cerraba y las piernas le temblaban. Las palmas de sus manos comenzaron a palpar el pecho de Baji con frenesí en un temblequeo incesante, presionando contra él en una señal que, finalmente, este interpretó como lo que era: un detente.
Baji alejó su rostro a una distancia mínima, hirviendo. Sus ojos se clavaron en los de Chifuyu y encontró ahí una desesperación. Los ojos de Chifuyu desprendían una quietud incomoda, como si no supiese cómo reaccionar y solo permaneciese en un silencio abarcador que fuese a salvarle la vida, como si se encontrase frente a una bestia ante la que solo puede entregarse; como si en su mente reinase la imagen de salvación de que si no se movía, no sucedería nada malo.
Aquello le removió el estómago a Baji, que atinó a murmurarle una pregunta mientras se alejaba más:
—¿Estás bien?
Chifuyu le observó con el labio tiritando. Sus ojos, arrugados con pena. Posó una de sus manos en su boca y la otra en su pecho, como si buscase normalizar su respiración antes de hablar. Le miró fijamente y luego de inhalar y exhalar durante diez segundos en profundidad, negó con la cabeza, atento a la reacción que recibiese.
Baji había realizado la pregunta por mera cortesía. No se trataba de que Chifuyu no le importase, sino de que no comprendía la situación. Había formulado la pregunta entre dientes debido a que desconocía cómo proceder. Había visto la expresión espantada de Chifuyu y nada más. Sin encontrarle un sentido o un origen a su sentir, se limitó a preguntar lo primero y más adecuado que arribó a su mente. Sin embargo, seguía tan perdido como el momento en el que sintió las manos de Chifuyu alejándolo ligeramente. Era la primera vez que alguien le frenaba el carro, y no se veía capaz de entender por qué. En su acotada perspectiva sobre las relaciones sexuales y la frivolidad con la que las trataba, no encontraba una razón que destacase lo suficiente como para impedirle concretar algún acto. Podía llegar a comprender que Chifuyu sí tuviese alguna debido a lo pudoroso que había sido siempre cuando se trataba de él, mas ignoraba enteramente cuál podía ser.
Suspiró con desazón y, desviando la mirada, apoyó sus manos sobre el colchón para acomodarse mientras tomaba aún más distancia de su pareja. Siendo que le faltaban números a sus cuentas para resolver la ecuación, lo que se encontraba en su repertorio de oraciones para responder a aquello, también era una cantidad reducida.
—¿Puedes...? —inició con cautela, aún inseguro de si mirarle ni de cómo hacerlo—. ¿Puedes decirme por qué?
Chifuyu le observó, ya más calmado, para volver a negar con la cabeza y luego desviar también la mirada.
—No es que no pueda decirte por pena o algo más, sino porque ni siquiera yo sé qué es lo que pasa conmigo —murmuró, juntando sus manos y apoyándolas entre sus muslos—. Lo único que sé a ciencia cierta es que me siento mal, por esto, y por haber fracasado en esto mismo. La situación aún me sobrepasa. No estoy listo para afrontar esto, y de alguna manera siento que no debería estarlo. Quizás sea que soy un año menor, o quizás sea que ya soy así. Sencillamente, no tengo idea.
Baji guardó silencio. La voz de Chifuyu sonaba quebrantada y expresaba una decepción hacia sí mismo muy marcada. Baji suspiró con una calma suprema para no alterarlo más.
—No entiendo a qué te refieres, para ser precisos —fue lo único que pudo formular. Estaba tan perdido como Chifuyu. Ciertamente, si ni su pareja sabía poner en palabras lo que le sucedía, difícilmente él comprendería la situación de manera amplia—, pero no hay nada reprochable en que no estés listo.
—No lo sé, Baji-san, pero tú esperabas mucho esto, lo esperaste por mucho tiempo y verdaderamente lo deseabas —le explicó, bajando la voz—. Y yo no pude dártelo ni siquiera ahora.
Nuevamente, Baji guardó silencio, uno prudente, en el que evaluaba cada segundo de aquella conversación.
—Sí, yo... he esperado esto mucho tiempo, sí, es verdad —respondió, asintiendo con la cabeza. Acto seguido, levantó la mirada hacia Chifuyu—, pero estar con alguien que no quiere estar contigo no es para nada placentero.
—Lo lamento mucho, Baji-san, yo...
—No —le interrumpió—. Yo lo lamento, me he...
—¡No, de verdad! —le imitó—. Yo he sido un idiota, con lo que has esperado y te has esforzado...
—¡Que no! —exclamó en su interrupción una vez más—. El imbécil soy yo, que me he apurado y no te he preguntado nada. Creí que estabas listo para esto, cuando la verdad es que yo no soy quien decide eso, ni podría decidirlo o saberlo nunca, debido a que para ti se trata del acto más sagrado y afectuoso, cuando para mí es un acto que carece de todo ello —se sinceró, encogiéndose de hombros—. Yo nunca podré saber el auténtico valor que tú le das a esto.
Chifuyu en aquel momento solo pudo esbozar una dulce sonrisa. No obstante, seguía sintiéndose culpable. Quizás lamentaba las expectativas que tenía del amor y las primeras veces; quizás lamentaba su timidez o la adoración desmedida que poseía por Baji, al punto de mutarlo en un manojo de nervios cada vez que sucumbía a sus miradas o sus toques.
—Ni siquiera yo sé cuál es el valor que le doy a estas cosas —reconoció en su timidez repentina. Pese a sentir que podía conversar cualquiera de sus preocupaciones con él, se sentía cohibido al poner en palabras algo que involucraba a su persona de manera directa y que se sentía inhábil de comprender—. No sé qué es lo que siento sobre esto, no sé si es normal, no sé si son los nervios o es mi interés en sí. Solo sé que no quería.
—¿Y por qué no me lo dijiste antes?
—Porque, bueno, en estos últimos días venía espantándome la posibilidad de que pasase, mas lo atribuí exclusivamente a los nervios. Pensaba cuando esté en el momento, me olvidaré de ello. Y sin embargo, no sucedió —le comentó. Suspiró ligeramente antes de continuar—. Y luego, en el momento, no supe qué hacer. Temía que te enfadaras conmigo —al recibir una mirada de una indignación furiosa, aclaró—. Ya sé, te conozco, Baji-san, sé que me dirás que tú jamás lo harías, y de hecho sé que es así, por eso eres en quien más confío, pero cuando estás en la situación y sientes la presión de estar ahí y de continuar, se te vienen mil pensamientos a la mente, uno tras otro, abarrotados y farfullando, y ninguno de ellos es bueno.
—Pero yo jamás te he presionado —dijo, tomándole de la mano, en busca de transmitir lo poco que comprendía a través de su afecto. Quizás no le entendiese, mas le importaba aquello que le inquietaba—. Y si lo he hecho, lo lamento. Yo estoy acostumbrado a una cosa y tú a otra, y quizás no logré disminuir la intensidad hasta tu nivel, y fue mi error. Sin embargo, no veo un motivo por el que alguien fuese a enfadarse contigo, porque ¡bueno! Yo soy impaciente, lo reconozco, pero...
—Porque una expectativa ahí, y lo veo en cada relación. Lo vi a grandes rasgos en Hakkai, en Mitsuya, en Inui, en mí —le dijo—. Sé que es irme por las ramas porque ya no hablo de una situación únicamente sexual, pero en todos ellos había una expectativa a llenar, una presión. Una cuestión de continuar a pesar de todo. Incluso aunque no te enfadaras, el no querer defraudar de ninguna manera a quien te importa es un peso de aquellos que te destrozan la espalda.Es una estupidez, ¡lo sé! Pero tú eres quien más me importa, y sé que la sexualidad, aunque demuestres un desapego emocional por la misma, es un pilar en tu vida. El no poder cumplirlo para ti, me hacía daño, y ciertamente me ponía nervioso mi inexperiencia. El no estar a la altura, el saber que de alguna manera te estoy fallando como tu compañero.
Baji resultó atónito ante aquella parrafada. Todo aquello que para él era diminuto, para Chifuyu era un mundo de dudas e inseguridades.
—Es una tontería —negó rotundamente, mas al ver cómo Chifuyu rehuyó la mirada ante ello, se rectificó—. Quiero decir, entiendo que no es una tontería para ti, ¿va? Pero es que aún me tienes en ese pedestal, ¿comprendes? No es algo de estar a la altura o no. No es como si yo fuese el semental de turno —respondió, encogiéndose de hombros—. ¡Que sí soy, en verdad! Pero no es como si yo fuese a exigirte algo por ello.
—Lo sé, lo sé —asintió, aguantando una dulce risa—. Pero el sexo para ti es tan importante que, justamente, tú estás acostumbrado a una cosa, y no conseguir seguirte el ritmo sería lo más penoso. Perdóname. Siguen siendo mis inseguridades, las que han quedado dando vueltas por ahí, las que me atan. Ese tipo de cosas e incompatibilidades acaban por desgastar una relación, supongo...
—El sexo no lo es todo —objetó—. Sería un cerdo si eso fuera así. Además de que es estúpido que esperes estar a cierto nivel en tu primera vez. Es tu primera vez y ya, no una película porno.
—No lo es, pero nadie puede culparte tampoco por no querer estar con alguien que no cumple un requisito que representa un lugar de importancia para ti —alegó—. Eres libre de buscar lo que verdaderamente deseas en una relación, ¿no lo crees? El amor por sí solo nunca es suficiente.
—Eso depende —ponderó Baji, moviendo la cabeza de lado a lado—. El sexo es muy importante para mí, claro que sí, pero he vivido de eso este último tiempo, y aún así te busqué a ti. Nunca me ha generado nada ni similar a lo que es estar contigo, me entiendes.
—Porque esperabas que en algún momento fueses a hacerlo conmigo —le dijo, tirándole la verdad en las narices—. Sin embargo, solo necesito más tiempo. Yo... —abrió la boca para pronunciar las palabras, mas el sonrojo repentino fue difícil de moderar—. Yo sí siento que te deseo de esa manera, Baji-san, pero la inmensidad de esto me ha ahogado. No me siento preparado para nada de esto, y siento que en cierta manera la vida no me ha preparado para esto. He estado tanto tiempo detrás de ti, que nunca valoré lo que haría cuando te tuviese.
—Porque creíste que eso jamás sucedería.
—Exacto.
Las risas invadieron, entonces, la habitación. Baji saltó en su lugar para acercarse a Chifuyu y abrazarle. Le apretó entre sus brazos e inhaló su aroma profundamente.
—Estoy tan caliente que no te das una idea —comentó como quien habla del clima—. Espérame que doy una ducha fría y me hablas de tus mangas.
Chifuyu se sonrojó hasta las orejas, mas murmuró un claro.
Baji se encaminó hacia el baño que poseía aquella habitación y, una vez junto a la puerta, volteó hacia él y, luego de mirarle con detenimiento, una sonrisa incipiente, que rozaba lo vergonzoso, apareció en su rostro antes de decirle:
—No te sientas presionado ni insuficiente. Si ese momento en el que estés listo nunca llega, igual me las arreglaré yo solito, pero no quiero que vuelvas a hablarme de cumplir requisitos ni esas estupideces —pese a sus palabras bruscas, su corazón latía nervioso—. Te quiero a ti, y se acabó.
Finalmente, predecible como era el cuento, Mucho se cansó de buscar a Smiley con miradas. Desde que se había bajado de la mesa, no volvió a verle. Hizo un fondo blanco y se levantó. Caminó entre multitudes, fue apretujado por las masas, aturdido por gritos cerca de su oído, asqueado por los olores repugnantes que llegaban a su nariz, fue intervenido por distintas omegas que le habían echado el ojo. Fue una odisea de casi quince minutos en las que no le encontraba.
Con un miedo incipiente batiéndole el pecho arribó a los lugares más alejados, que era donde más temía encontrarlo, y sin embargo, ahí fue.
No estaba haciendo nada que fuese digno de un escándalo de farándula ni hiriente. No aún. Mas Mucho sabía que quizás más tarde, sí lo hubiese sido.
Smiley se alejaba de la pista atrás de un tipo. Mucho le conocía demasiado bien a esa altura de su vínculo. Sabía sus mañas y sabía cómo terminaría.
Sin pensar mucho, de pasos largos llegó hasta él y le agarró del brazo. No fue brusco, no fue amoroso. Simplemente le tomó, con la esperanza de aún poder detenerlo, de llamar su atención. Smiley se volteó hacia él y no se sorprendió al verle, ni mucho menos intentó aparentar nada. No lo había hecho adrede ni con intenciones de que la gente lo supiese, mas no le importaba si sucedía.
—Espera, Nahoya, ¿de verdad? —le preguntó, profundizando su penetrante mirada en él. Directo, tajante.
Smiley ladeó la cabeza en desentendimiento, mas su sonrisa socarrona permanecía intacta.
—¿De verdad, qué? —le cuestionó—. No estás presenciando algo nuevo, ni algo de lo que no tuvieses idea alguna. Tampoco es que estés viendo algo que yo no he hecho en los últimos meses. Hemos sido perfectamente transparentes.
Mucho apretó la mandíbula, mas no dijo nada ni tampoco le soltó.
—¿Qué sucede, Mucho, es que te has encariñado? —le dijo Smiley, burlón—. ¿Te has enamorado de mí?
—Así es —le respondió ecuánime, con aquella voz tan inexpresiva y carente de romance, asintiendo con la cabeza, y elevando los hombros en un gesto desinteresado, como si le dijese y qué—. ¿Quieres oírlo? Sí, me gustas de esa manera. Así que quédate conmigo esta noche.
Smiley, una vez más, no se sorprendió. De alguna manera, esperaba que no sucediese, y Mucho no había demostrado abiertamente aquellos sentimientos nacientes, por lo que no lo predecía del todo, y aquel comentario provocativo que le había soltado aguardaba una respuesta negativa.
—¿Esta noche?
—Sí, solo esta noche.
—¿Estás consciente de lo que estás pidiendo?
—Totalmente.
—De acuerdo —asintió, volteando hacia el que iba a ser su acompañante aquella noche y saludarle agitando su mano, para girar otra vez hacia Mucho y posar ambas manos en el pecho ajdno—, pero no me responsabilizo de lo que suceda cuando despertemos.
—Esa será mi preocupación mañana, cuando se me pase este impulso —admitió—. Cuando despierte y me dé cuenta de que estoy cometiendo una idiotez sin precedentes; cuando se me pase la fiebre de no desear que te tome otro alfa. Sin embargo, por hoy, dejémoslo en que es nuestra noche de despedida.
Dije que me iba a tardar dos meses en bromita, pero no fue tan bromita al final del día, jiji.
Perdón yO no puedo dejar de ver a Chifuyu adolescente como un bebé en pañales. Escribir sobre esto cuando se trata de él me incomoda un huevo, akjsakas.
Out of context, pero gran parte de la caracterización que le di a Koko, salió de Gen Asagiri de Dr. Stone, porque me recuerdan mucho el uno al otro, basuras manipuladoras. Resultó que descubrí que cumplen el mismo día, ajdkaks. Las casualidades.
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