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25. Angry, no seas un tibio

And finally you have found
Someone perfect
And, finally you have found
Yourself

—Y hazlo —respondió Baji con una simplicidad atropelladora, encogiéndose de hombros mientras devoraba su desayuno—. Llama a Taiju.

—¡Baji! —exclamaron al unísono sus amigos.

—¿Qué? —les increpó, apuntándoles con su pocillo de té—. Hakkai está siendo un ridículo. Tiene lo que siempre quiso servido en bandeja de plata, y no lo toma porque está atiborrado de inseguridades.

Mitsuya, quien ya se encontraba sereno como siempre, calmo y arrepentido de sus palabras hirientes de la noche anterior, suspiró profundamente y se masajeó las sienes, como si su gesto solo dijese: "claramente no puedo hacer eso". Se masajeó la sien al pensar en cómo el destino se las apañaba para no permitir que nada saliese a su bien. Se había levantado tras no dormir más de dos minutos, había dado una vista panorámica y había encontrado a Takemichi durmiendo en todas las posiciones posibles durante la noche.

Al levantarse, bajó al desayunador un rato antes de la hora que habían acordado previamente, rezando por encontrar a Draken. Su objetivo se cumplió y se echó sobre él puesto que sentía que, si no hablaba aquello, explotaría de angustia.

A mitad del relato se vio interrumpido por un "¿cómo dijiste?" de Baji, quien venía acompañado de Chifuyu al bajar de las escaleras. Mientras esperaban a los demás, los cuatro se sentaron a charlar en una mesa, y antes de que se diera cuenta, se encontraba todo el grupo oyendo la novela y opinando a su gusto. A excepción de Hakkai, por supuesto, quien, a palabras de Angry, salió muy temprano en la mañana hacia la playa, y que suponía que pasaría allí el resto del día. Ciertamente, una buena opinión ajena en aquel momento desesperado, a Mitsuya, no le venía mal; al final del día, seguían siendo sus amigos. Al menos, las opiniones que le importaban mínimamente.

—Lo que dices es muy egoísta, y claramente no te interesa empatizar con él en lo más mínimo —le reclamó Mitsuya, entonces, desganado—. Estás siendo muy desconsiderado.

—¿Yo? —le cuestionó, elevando las cejas y posando su mano en su pecho—. Espera, ¿he sido yo el que se ha revolcado con su hermano y le ha generado esas inseguridades? Oh, no, pero si ese has sido tú.

Mitsuya permaneció en silencio.

—Baji-san —le reprendió Chifuyu a su lado, dándole un zape en el muslo.

—¿De qué lado estás, Baji? —le reclamó Draken—. Estás tirando misiles para todos lados sin importar el bando. Decídete.

—Claramente estoy en el bando de Mitsuya, pero no puede tacharme de desconsiderado cuando el origen de este problema radica en sus propias acciones. Que no me endilgue sus responsabilidades —respondió Baji, tenaz. Al observar el ambiente tenso, se sosegó a la fuerza—. Sin embargo, ya saben lo que pienso. Demonizar a alguien por haber salido o haberse acostado con otras personas antes es retrógrada y estúpido. No se casarán sí o sí con la primer persona a la que se han tirado.

—Yo creo que Hakkai no reaccionaría así si no se tratase de Taiju —acotó Draken—. No considero que esté demonizando a Mitsuya por haber abierto las piernas. Es algo que va más allá.

—Bueno, pero sea cual sea el razonamiento detrás, se está autosaboteando y se está tirando abajo él solito —respondió. Acto seguido, vació su pocillo de té de un largo trago—. Si él es tan cobarde como para atreverse a quererte sin acusarte de que le estás comparando con su hermano, pues déjalo. La pasabas mejor con el hermano, ¿o no?

—Baji, si estamos aquí reunidos tan temprano, es porque no quiere llamar a Taiju —soltó Mikey, quien había sido el último en llegar, desganado.

—Mala decisión —respondió, apuntando a Mitsuya con su dedo índice y enarcando sus cejas mientras fruncía sus labios—. Yo no perdería mi tiempo con alguien que no está dispuesto a fortalecerse por mí, que me reclama mi pasado y desconfía de mí. Porque lo que está haciendo Hakkai es escapar y achicopalarse.

—Bueno, en eso quizás puedas tener razón —suspiró Mitsuya, desinflándose—. Ya no sé qué hacer con él. Me enloquece el hecho de que desvalorice mis palabras y que no me crea la buena voluntad que le estoy poniendo.

—Ya te lo he dicho yo —contestó Baji, echándose sobre el respaldo de su asiento—. Llama a Taiju. Fíjate que él te dijo que vendría a buscarte sin dudarlo; está dispuesto a tenerte de vuelta. No como Hakkai.

—Baji-san, deja de jugar en contra de tu propia gente.

—¿Mi propia gente? —le cuestionó—. Mitsuya es parte de mi gente. Es como un hermano para mí; lo lamento por Hakkai, pero yo velaré por el bienestar de mi amigo más cercano —giró su rostro y sus ojos retornaron a la mirada dubitativa de Mitsuya—. Ya te he dicho quién te conviene más. Llámale, no pierdas tu tiempo con alguien que no es capaz de quererse un poco a sí mismo para quererte a ti, porque todo esto también te está dañando a ti.

—Baji, yo estoy del lado de Hakkai, así que te controlas o te controlo —le asaltó Mikey.

—Yo no estoy del lado de Taiju ni mucho menos; estoy del lado de Mitsuya y lo que a él le haga feliz —le respondió, indiferente. Lejos de lo que podían pensar los demás, él verdaderamente no estaba ensañado con Hakkai; incluso le tenía un buen aprecio—. Me importa un rábano si su ex es Taiju o Yuzuha o una de las ex de Smiley. Yo solo quiero que esté con alguien que respete su valía y tenga los huevos para quererle.

—A decir verdad, creí que en navidad ambos habíamos cerrado el ciclo, mas parece que él no ha cerrado nada —respondió, pensativo—. Estuvo relativa y aparentemente bien todo este tiempo hasta este momento en el que comenzamos a tener un poco más de intimidad. No lo sé.

—Llama a Taiju y tíratelo. Disfruta la sexualidad en nombre de los que no pueden —al recibir la mirada de regaño de Chifuyu y otro zape, exclamó—. Oye, ¡que hablo por Pah!

—¡No lo hagas! —saltó Mikey.

—Llámalo.

—¡Que no!

—Ya cállense, que el que debe reflexionar ahora es Mitsuya —intercedió Draken.

—Me gusta cómo piensas, Baji —respondió Mitsuya, sereno—. No obstante, todos tenemos inseguridades, y eso tampoco es algo a demonizar.

—Por supuesto que todos las tenemos —respondió—. Me dices eso cuando yo estoy enamorado de alguien como Chifuyu —soltó sin vergüenza—. Por supuesto que sé bien eso. Pero él, a pesar de sus inseguridades, no duda de sus sentimientos hacia mí ni me dejaría ir así porque sí. El cariño que siente por mí es mayor que sus miedos. De eso se trata.

Ante la mirada impresionada de los demás, carraspeó ante su falta de límites, y continuó.

—Todos tenemos inseguridades, pero en cuanto eso comienza a afectar a quienes te quieren y te rodean, el problema es exclusivamente tuyo —aclaró—. Y tú de terapeuta no tienes nada como para lidiar con ello.

—Sin embargo —se lamentó Mitsuya—. Has dicho bien antes. Cosecho lo que siembro. Me lo he ganado a pulso.

—Pues —intervino Draken, dispuesto a ser la voz de la razón—, si mi opinión importa, yo creo que Hakkai hizo bien.

—¿Qué?

—Tú no lo ves, Mitsuya, porque estás empecinado en intentar enamorarte de Hakkai, pero la verdad es que tú ya estás enamorado de alguien —le dijo—. Nunca has dejado de estarlo.

—¡Eso no es así!

—Bueno —murmuró Baji—. Este lado de la historia no lo conocía. Vamos, larguen el chisme.

—¿Cuál chisme?

—No hablen en secretito en medio de una sala repleta de chismosos.

—No son secretitos —alegó Draken—. Son...

—¿Le estás ocultando cosas a tu noviecito Mikey? —objetó, cruzándose de brazos—. Que no me entere, Draken, que no me entere. Ya te lo he advertido.

—Qué va, alarguen la lengua ya —soltó Pah, bostezando en el rincón, hastiado del ambiente atarantado.

Draken miró a Mitsuya en busca de apoyo, mas este le asintió con resignación, como si le otorgase el permiso. A aquella altura, ya no se esmeraba de sobremanera en mantener una privacidad que era prácticamente nula.

—Mitsuya está enamorado de Taiju.

¡Estaba!

¡Estás!

—Oh, ¡qué picante se ha puesto el desayuno! —exclamó Baji, frotándose las manos.

Draken procedió, bajo la atenta mirada de Mitsuya y su requerido permiso, a comentar, muy a grandes rasgos, lo que él sabía de lo que había acontecido el último verano, que, a decir verdad, no era ni la mitad de la entereza de los sucesos. Durante su breve y escueto relato, Mitsuya se mantuvo cabizbajo, percibiendo las miradas intermitentes de los presentes. Sin embargo, la única que auténticamente le incomodaba era la de Baji, del cuál ya percibía un regañón.

—Diablos, Mitsuya, ¡lo ves! Esto lo cambia todo —exclamó Baji—. Nada bueno sale de intentar ser un puto terapeuta. Intentaste ayudar a uno y se enamoró de ti hasta generar una dependencia emocional, y luego intentaste ayudar al otro y te enamoraste tú. ¡Los mandas al psicólogo y luego te metes y hasta te mandas un trío si te place!

—Chifuyu, ponle un bozal, por favor —murmuró Mitsuya, golpeándose su frente antes de arrastrar su mano por toda su cara—. Un bozal legal.

—¡Un bozal de la verdad, querrás decir! —clamó Baji, cerrando el puño—. Sigo siendo equipo Mitsuya, pero no estoy contento contigo, ¡no lo estoy! Lo que has hecho no es de buen tipo, ¡es de idiota! —le regañó—. Bueno, no lo has hecho de mala fe, y ciertamente quisiste ser un buen tipo, ¡pero eres un imbécil!

—¿Cómo puedes ser defender a Mitsuya luego de oír la historia completa? —le reclamó Mikey, irrumpiendo en su tanda de improperios. Acto seguido volteó su rostro hacia Mitsuya, quien se estaba escondiendo ligeramente detrás de Draken—. Oye, Mitsuya, yo te aprecio mucho, ¿va? Y ya no deseo arremeter contra ti. No es personal y hemos llegado a entendernos en ciertos puntos, pero así como en este momento no me gusta nada que te estés escondiendo bajo el ala de mi alfa, puedo comprender vívidamente lo que siente Hakkai. Lo siento, pero así es.

—Porque Mitsuya es tan libre de esconderse bajo el ala de tu noviecito como libre de querer a quién le salga del culo —alegó Baji.

—La libertad de Mitsuya terminaba donde empezaban sus códigos con Hakkai —alegó Mikey—. No ha sido correcto.

—¡Pero qué códigos, hombre! —exclamó—. ¿Había una regla explícita que dijese "no has de ponerte en cuatro para el hermano de Hakkai"?

—A mí no me gusta hacerlo en cuatro... —murmuró Mitsuya.

—¡Que te estoy defendiendo, Mitsuya, cállate!

—Pero es que no me gusta —se quejó—, es una posición muy impersonal, y...

—Si te tiras al mayor de los Shiba, hermano, ¿qué me cuentas? —le cuestionó—. Te debe gustar hasta que te cacheteen.

—¡No había códigos que necesitasen estar escritos! —exclamó Mikey, interrumpiendo aquel desvío del tema, oscureciendo su mirada—. Hay cosas implícitas. Yo jamás hubiese intentado una movida en Chifuyu sabiendo que te gustaba, y no porque me lo hubieses dicho.

—¡Sí que te lo dije!

—Bueno, pero ¡digamos el hipotético caso de que no! —le dijo—. No lo habría hecho, por ti.

—Yo tampoco habría hecho nada con Draken. Pero porque él me interesa un rábano —alegó—. Pero ¿y si yo lo amara tanto como tú?

—No es lo mismo —respondió Mikey con recelo.

—¡Es lo mismo! —le reclamó— Estamos hablando de códigos implícitos. ¿O no? —le explicó, elevando sus hombros inquisitivamente—. Si yo lo amara tanto como tú y él me diese la chance a mí en lugar de a ti, ¿debería yo cagarme en una oportunidad bellísima de la vida de tener un amor correspondido, por una felicidad que tú nunca tendrás debido a que no te corresponde a ti, solo por códigos?

—Si lo romantizas de esa manera, romper códigos suena como algo inofensivo y de todos los días, ¡cosa que no es!

—Y si lo ensalzas de esa manera, dejar tu felicidad de lado por unos putos códigos y un tercero suena sano, ¡cosa que no es!

—No es solo un tercero —objetó Mikey—. Es un tipo que le ha hecho mucho daño a Hakkai.

—A Hakkai, no a Mitsuya.

—Querer a tus amigos implica no relacionarse con quienes les han lastimado —anunció como si fuese ley absoluta.

—¡Cuando te conviene a ti! —exclamó Baji, con un semblante serio—. Querer a tus amigos también implica respetar su libertad, y no condicionarlo a tu vida y tus problemas.

Baji sostenía aquello con la mayor de las firmezas, porque él era el vivo ejemplo de ello. Jamás le dio la espalda a Kazutora pese a lo que le había hecho a Mikey y a su familia, y no lo habría hecho ni a petición del mismísimo Mikey.

—Eso es muy egoísta.

—¿Por qué? —le cuestionó, encogiendo sus hombros y curvando sus labios hacia abajo—. Va de los dos lados. Mis amigos tienen su individualidad, y no pretendo que la dejen por mí. No me deben nada más que su palabra y su compañía, y en ocasiones ni siquiera pido eso. Tienen derecho a pensar primero en sí mismos. El ser humano es egoísta por naturaleza, puesto que es la fuente básica de la felicidad.

—Está bien respetar las libertades ajenas —coincidió—, pero no cuando ya están meando fuera del tarro. Es egoísta pensar que puedes hacer lo que quieras y desligarte de toda responsabilidad afectiva.

—Prefiero ser egoísta si eso significa velar por mi felicidad —le respondió—. En mi caso, apoyar a mis amigos y proteger aquello que les importa es algo que me hace feliz. A su vez, me hace feliz estar con Chifuyu —acotó, elevando su brazo para atrapar los hombros de su pareja bajo el mismo—. Pero son cosas que yo decido hacer, porque me traen alegrías. No existen los actos puros y benévolos sin egoísmo. Yo me comí una paliza por cuidar tu motito vieja hace unos años, ¿lo recuerdas? —Ni siquiera aguardó una respuesta—. Yo lo hice porque yo quería hacerlo, porque me sentía bien velando por tus pertenencias. No fue algo que yo hice exclusivamente por tu felicidad, sino por la mía también.

—¿Cuál es tu punto? —le tajó.

—Que Mitsuya hizo esa misma estupidez, pero no por su felicidad —alegó—. Quiero decir, el muy idiota creyó que su felicidad era dejar la mitad en un lado y quedarse con la mitad moralmente correcta. Ahora se está atragantando como un imbécil con todo el sufrimiento y los problemas que le cayeron en consecuencia. Evidentemente, para que estemos en esta reunión matutina, él no eligió su felicidad. Incluso aunque él, al igual que yo, es feliz protegiendo a su gente, no puede sentir el verdadero sabor en eso. Al final del día, abandonó a una persona para acompañar a otra. El resultado es el mismo.

—Hay veces en las que no se puede tener todo —alegó—. Eso no implica que por pequeñas cosas que has ido dejando en tu vida vayas a perecer en la infelicidad.

—La cosa es corta, Mikey —le dijo, cortando el aire de repente con su brazo libre—. ¿Tú dejarías tu amor correspondido con Draken, por mí, que soy un tercero?

—¡Claro que no! —exclamó antes de que pudiese retenerlo.

—Exacto —se encogió de hombros. Miró a Mitsuya con compasión—. Sé que el asunto de Hakkai y su hermano es otro y va mucho más allá de un debate de esta índole, pero el resultado es el mismo. Lo que ha pasado entre ellos es solo de ellos, por más cruel que sea y suene, y tú no eres más que un tercero. Un tercero que no tiene por qué verse enredado en un conflicto ajeno ni sufrir al respecto; te criticaría, quizás, si te hubieses acostado con Taiju mientras abusaba de ellos, mas ahora no es más que algo del pasado, y quedarse en el pasado nunca es bueno; ellos tienen que sanar, no tú. Comprendo lo que debe sentir Hakkai, pero tú no le debes una mierda. Le has dado todo tu apoyo, compañía y consuelo, ¿qué más quiere? Tú no le debes a nadie tu maldita felicidad, Mitsuya; te corresponde solo a ti, y es hora de que tengas los huevos tú también de tomarla. Si él mismo te ha dado el permiso que tanto necesitabas, hazlo.

—Yo apoyo a Baji —soltó Draken, solemne.

—Yo también apoyo a Baji —bostezó Pah desde su silla, apoyando su desinteresado rostro sobre su puño.

—¡Yo también! —exclamó Peyan.

—Yo no puedo apoyarte, Baji-san —suspiró Chifuyu, cabizbajo—. Yo verdaderamente comprendo a Hakkai, y si bien respeto la voluntad y alegría de Mitsuya-san, no puedo evitar empatizar con su dolor más que con el de él.

—Yo secundo a Chifuyu —acotó Takemichi con timidez.

—A ti nadie te preguntó, llorón —le tajó Baji, mordaz.

—A mí me gusta la polémica —dijo Koko—, así que yo apoyo a Baji, ¡qué tanto!

Ciertamente, que Koko apoyase a Baji no era una mera cuestión de que le gustase el disturbio y el drama, sino que auténticamente creía en la libertad del accionar y que, ciertamente, no le gustaba deberle nada a nadie. La vida era demasiado corta para que Mitsuya anduviese rindiéndole cuentas a alguien.

—Partamos de que parte de este desastre es culpa tuya, maldito cuervo cizañero —le siseó Draken.

—¿Cómo? —preguntó Mitsuya.

—Yo no puedo apoyarte, Baji, lo siento —intervino Inupi con parsimonia, procurando que Mitsuya desviase su atención de Koko para evitar mayores conflictos.

—¿Y tú, Angry? —le consultó Draken. Sabía de antemano la respuesta que recibiría, mas era necesario su aporte.

—Yo... es que todo esto me entristece mucho, porque...

—¡No llores, por favor! —exclamaron todos al unísono.

—¿Qué? —preguntó con dulzura, sobresaltándose ante el alboroto—. No, no voy a llorar.

—Ah, me parece bien —dijo Baji, suspirando y relajando el esfínter—. Ahora, vamos, danos tu reseña de por qué defiendes a Hakkai. No te hagas, todos sabemos que eres su amigo más cercano y tomarás partido por él.

—Yo... yo sí tomo partido por Hakkai, y es por ello que debo de apoyarte, Baji.

—¿Cómo dices? —murmuró Chifuyu en nombre de todos— ¿Cómo es eso?

—Vamos, Angry, no seas un tibio —le dijo Koko.

—Tú cállate, que está de nuestro lado —le dijo Baji.

—Me entristece porque Hakkai puede estar sumamente dolido, y créeme que lo sé, pero también recuerdo algo que me dijo meses atrás, unos días antes de navidad, antes de que estallara el conflicto —relató—. Me había dicho que le dolería mucho que una pareja se separase por su culpa si se trataba de alguien que él apreciaba, incluso aunque esta persona estuviese con un patán. Cuando hablábamos de mi hermano, él me dijo "si él está enamorado, ¿por qué no le dejas ser feliz?" —recordó, observando la mesa a la que estaba sentado—. Yo creo que él solo está herido porque no se esperaba este desenlace ni que sus palabras se posasen en su contra, y que no ha sanado desde que empezó todo esto, pero que en el fondo sigue deseando la felicidad de Mitsuya, e incluso la de su hermano. Si Baji apoya eso, yo debo responder en nombre de los verdaderos deseos de mi amigo. Yo te apoyo, Baji.

—Vaya...

—Si tuviste la maldita respuesta todo este tiempo, ¿por qué no lo dijiste? —le escupió Baji.

—No me lo han preguntado —respondió, encogiéndose de hombros.

Todo el mundo pareció conforme ante aquellas palabras que resultaron conmovedoras cuanto menos, particularmente Mitsuya, quien permaneció rumiándolas por un buen rato en silencio, aferrado al respaldo de la silla frente a él. Todos se conmocionaron, a excepción de dos personas.

—¿Y tú, Michael? —le incitó Baji con una sonrisa victoriosa, como si el argumento vencedor lo hubiese soltado él—. ¿Cuál es tu voto?

Mikey le observó en un silencio, sumido en una seriedad que le extrañó a Baji. Aunque ninguno se hubiese percatado, Mikey había quedado cavilando significativamente desde la última respuesta que dio. Baji tenía un punto; si el caso hubiese sido al revés, él no se habría hecho a un lado si se trataba de anhelar a Draken. Sin embargo, no podía dejar de defender a Hakkai.

—Yo me abstengo —respondió, calmo, bajo una sarta de miradas de ligero desconcierto. Una vez pronunció ello, miró a Mitsuya—. Gracias al punto de Baji, te comprendo más. Y gracias a las palabras de Angry, puedo ampliar mi punto de vista. Sin embargo, sigo empatizando mucho con el dolor de Hakkai —razonó—. No puedo elegir un lado.

—Eres un tibio, Mikey —le soltó Koko, sacando la lengua.

La otra persona que no estaba satisfecha era Chifuyu, quien pensaba igual que Mikey, mas que sentía que debía hacer algo por Hakkai.

El alboroto y las chácharas volvieron antes de lo esperado. Todo era risas y risas en aquella mesa enorme, a excepción de Chifuyu, que seguía ligeramente afectado, y de Mitsuya, quien seguía deliberando consigo mismo lo que haría a continuación; salir a caminar y a refrescar su mente para valorar las opiniones de sus amigos y perdonarse a sí mismo era la primera en su lista.

No obstante, la carita de Angry se transformó en cuanto vio llegar a la pareja faltante. Smiley atravesaba la puerta con un brazo de Mucho encadenado a su cadera, riendo y bostezando mientras caminaba a paso lento, como si no estuviese llegando sumamente tarde a desayunar y como si no le importase nada más que su acompañante. Más que un viaje entre amigos, parecía que se habían tomado el lujo de aprovechar la ocasión como si se tratase de una maldita luna de miel.

Angry arrugó la trompa ante la frustración y bajó la mirada, llamando la atención de sus acompañantes.

—¡No llores, por favor!

—¿Qué harás? —inquirió Draken, insistente mientras le seguía.

—No lo sé.

—¿Te ha servido la charla? —le preguntó—. Mikey estará de mal humor un buen rato.

—Algo, sí —asintió Mitsuya, sincerándose.

—¿Has decidido algo? —curioseó, a sabiendas de que estaba siendo un pesado.

—Aún no estoy seguro —le respondió, bajando la mirada—. Sigo rumiando todo lo que ha sucedido en estos días. Hay algo allí dando vueltas, pero necesitaré estar conmigo mismo el resto del día.

—Yo solo quiero que decidas bien —suavizó—, y que lo hagas por ti. No por ellos, ni por los Shiba, sino por ti mismo.

—¿Y cómo se supone que sabré que estoy decidiendo bien? —le cuestionó, hastiado—. Todo lo que haga va dañar a alguien, y una mierda. Y si al final decido algo de lo que luego me arrepentiré, será una mierda también.

—Tú lo sabes —respondió, encogiéndose de hombros—. La cagada ya está echada. Hakkai ya está más dolido que antes y ya te ha dicho todo lo que tú ya deberías haber sabido. Depende de ti lo que suceda ahora. Lo que pretendías evitar, ya sucedió; no puedes mantener todo bajo control.

—Ni puedes complacer a todos —acotó en un suspiro que escapaba de sus labios, moribundo y desamparado.

—Exacto —le dijo—. Así que, si vas a buscar a Hakkai y tratar de arreglar las cosas con él y comprometerte con él de verdad, inténtalo por ti, que sea porque de verdad lo quieres. Y si vas a tomar otro camino, que sea el que te augure felicidad para ti, el que eliges por tu propia mano y dictado por tu corazón.

Mitsuya arrugó la trompa por primera vez en mucho tiempo, siendo nuevamente Draken quien presenció aquello; la segunda persona con la cuál se había abierto plenamente y que le conocía hasta las mañas, crudezas e imperfectos y, por azares del destino y decisiones penosas, la única en aquel momento.

Era Draken quien le escuchaba, le comprendía y le reprendía. Era él el más incondicional de sus amigos, aquel que lograba que, pese a la frialdad de sus facciones y la aspereza de la piel de sus manos, su vulnerabilidad saliese a flote y su fragilidad rompiese su alma. El único amigo con el que sentía que podía desgarrarse, puesto que sabía que era el único capaz de contenerle a él.

Sentado sobre la arena, decidió que la soledad sería su mejor amiga, y la reflexión su mentora. Cerró el puño en un acto de frustración absoluta, recordando todo lo que había soltado su boca la noche anterior. No había conseguido pegar el ojo en toda la noche; se la había pasado lloriqueando sobre el hombro de Angry. Llegó un punto en el que las palmadas de la mano ajena se chocaron con el cansancio al no obtener una respuesta que demostrase que estaba surtiendo efecto. Cuando ese momento frustrante para ambos llegó, Angry también lloró con él. 

Cuando eso sucedió, Hakkai se enderezó de golpe y, al verle refregándose los ojos, sollozó más y le pidió perdón. Le dijo que aquello no era lo que deseaba para él. Acto seguido, en medio del llanterío aturdido, se percató de que Angry no era un peligro cuando lloraba. Le abrazó y cuando amaneció, se dio cuenta de que era momento de parar. Se lavó la cara y le avisó que se iría, no sin antes agradecerle de corazón. 

Pasó su mañana, su día y su tarde allí, sentado en un rincón en la sombra, observando el mar y pensando y repensando todo. Dado que su mente no había parado de maquinar desde que Mitsuya y él discutieron por primera vez en diciembre, cada evento a lo largo de esos meses había sido analizado en su mente, y cada uno de ellos lograba echarle para atrás día a día. Cada mirada esquiva de Mitsuya, cada coqueteo sutil infructífero, todo aquello había calado en él. No hubo día que su mente no le rebobinara y repitiese incansablemente el encuentro entre él y Taiju. La manera en la que la realización se extendió frente a él la noche anterior era más que esperable, por lo que una vez que la discusión terminó y golpeó la puerta de Angry, comenzaba a sentir la llegada de los primeros arrepentimientos. Se cuestionaba el trato que le había dado, lo que se habían dicho, lo que Mitsuya le había enrrostrado y lo que él le había reclamado, y no podía más que sentir remordimientos. ¿Qué sucedió con aquella amistad maravillosa?

¿Había realmente un culpable?

Había pasado su tarde entera deliberando las respuestas a aquellas preguntas, y comprendiendo y ordenando su propio sentir. Debido a que cada detalle para él había sido analizado a lo largo de esos meses, no quedaba mucho por analizar al respecto: él sabía lo que sucedía ahí, y sabía lo que debían hacer. Sin embargo, lo que le quedaba por estudiar era si aquella respuesta encontraría congruencia con la respuesta a sus propios sentimientos. Cuando la noche se hizo presente, seguía buscando el equilibrio.

No pasó mucho tiempo luego del nacimiento del anochecer cuando el aroma de Mitsuya se hizo presente en su organismo, y ahí sus manos comenzaron a sudar. Desconocía si sus sentimientos estarían de acuerdo para enfrentar una charla con él en aquel momento, mas estando ya calmo y cierta y ligeramente avergonzado por su comportamiento de la noche previa, no evadió aquello que era necesario.

Cuando Mitsuya le encontró y se sentó a su lado, Hakkai no le ahuyentó. Simplemente clavó sus ojos en él por medio segundo y se hizo a un lado, dejándole un lugar para que se sentara. Mitsuya obedeció sin dudar, sentándose a una distancia prudente mas una que no quebrantaba la cercanía que deseaba con él. Se encerraron en sí mismos y cada uno se puso en una posición que lo demostraba, cruzando sus brazos o chocando sus rodillas. Ambos, cabizbajos. Parecía que la reunión había sido para compartir sus penas en silencio, y no rechazaban aquella idea del todo. Había momentos que ameritaban silencios, y aquel sería el primero de varios durante aquella charla. No obstante, llegó un punto en el que el incipiente nerviosismo de Hakkai comenzaba a picarle la columna, por lo que levantó su mirada expectante y distante hacia su compañía, quien sintió la presión de aquellos ojos sobre su persona y preocedió a suspirar lentamente antes de darle inicio a aquella conversación que ninguno deseaba tener, pero que ambos necesitaban.

—Quizás lo forcé —confesó Mitsuya, como quien da los buenos días—. Quizás aún estoy enamorado de él. Y quizás verdaderamente necesitaba un permiso o un perdón.

—No es que no me sorprenda, pero no me sorprende —le soltó con una frialdad apaciguada. No deseaba darle el mismo trato de la noche anterior, mas aún había mucho que necesitaba soltar.

—Lo sé.

Hakkai guardó silencio, aquel silencio que preludiaba una conversación dura, que anticipaba una disculpa y promovía la comprensión mutua.

—Ayer he dicho muchas cosas hirientes, y lo lamento —inició Hakkai—. No me retracto, pero lo lamento. Ahora que tengo la cabeza fría, había formas diferentes de plasmarte mis inseguridades, y hubo palabras que sobraron.

—Tal vez —asintió Mitsuya—, pero no te culpo. Soy yo quién te debe perdón por haber forzado estos sentimientos. No lo he hecho adrede, hasta yo me he convencí a mí mismo de estos falsos sentimientos, de que esto debía ser así.

—Yo nunca me los creí realmente —le confesó—. Sin embargo, confiaba en ti. Es decir, si tú estabas de acuerdo con esto, ¿por qué habría yo de cuestionarlo?

—Lamento haberte lastimado con estos sentimientos que de verdad creí eran sinceros —murmuró Mitsuya en respuesta. Inhaló y exhaló profundamente hasta que aquel aire se transformó en un suspiro hastiado.

—No me has herido tanto como crees —le dijo—. De alguna manera, siempre lo supe. Además, no te preocupes, que Koko ha acabado por bajarme de las nubes hace un par de días.

—Koko es un hijo de puta.

—Quizás, pero me ha ayudado a darme cuenta de las cosas —Fue su contestación. Su tono de voz pecaba de penoso.

—Sí, a mí también. 

Una vez las disculpas fueron hechas, llegó el entretiempo silencioso. El momento reflexivo en el que el viento de la costa les sumergía.

—En cierta forma rebuscada, si lo piensas, la raíz de este problema es tan compleja y tan vieja, que no podría haber un culpable específico —analizó Hakkai—. Si hubiese tenido padres, seguramente mi relación con mi hermano habría sido inmensamente mejor, y no habría tenido razón para apegarme a ti. Y sin ese apego emocional, no me habría enamorado de ti, posiblemente.

—Eso es una verdad, pero te estás yendo demasiado atrás.

—No es irme atrás, es soñar con la vida que podríamos haber tenido.

—Eso ha sido tristísimo —le respondió—. Pero de nada sirve soñar con escenarios que jamás sucedieron y que nunca sucederán.

—Y si mi hermano no hubiese sido un bastardo, no me habría generado un conflicto el hecho de que tú salieses con él ni aunque hubiésemos sido amigos. Ni siquiera aunque me hubiese enamorado de ti.

—Tal vez.

—No he sido justo contigo. Me decepcionaste de alguna manera que me veo incapaz de explicar, pero no he sido te merecías que volcara en ti toda mi maldad —dijo—. Así como yo estaba en mi derecho de entristecerme por ello, tú estabas en tu total derecho de quererle a él y de haber estado con él. Mis inseguridades hablaron por mí y trajeron desastres.

—No puede decepcionarte alguien a quien le has puesto falsas expectativas —objetó Mitsuya, indulgente, mas rígido—. Te defraudaste por lo que tú esperabas de mí, no por lo que yo era. Yo jamás fui esa persona que tú deseabas. 

—Lo sé.

—Yo creí, auténticamente, que luego de esa navidad, te sentías mejor al respecto —respondió, retomando el resto de lo que Hakkai había dicho.

—Las inseguridades respecto a ser un alfa débil no te las quitas con nada —le dijo—. Y menos aún cuando el omega que amas, ama a un alfa que jamás en tu vida derrotarías en ningún aspecto.

—Comprendo —No se molestó en negarlo. 

—Pero ¿sabes qué? Eso ya no me afecta tanto. Anoche te dije que no eras digno de mí, pero la realidad es que no estamos hechos el uno para el otro. No es una cuestión de merecerse o no —le dijo, de repente sintiéndose más sosegado que antes, quizás más que todo el último mes—. Una vez que comprendes eso, ya no afecta tanto; duele, por supuesto, pero no es la muerte de nadie. Así como Taiju es un alfa más fuerte que yo, ha de haber uno más fuerte que él. Así son las cosas, y eso no me hace menos. Habrá alguien que me verá como el más fuerte y para quien seré el indicado. Me hiere que no seas tú, pero no hay nada que pueda hacer al respecto.

—Yo veo tu valía —le consoló—. Jamás te he comparado con tu hermano, y menos aún en calidad de alfa. Eso no me interesa en lo más mínimo —declaró—. El problema fue que me enamoré de él, pero no es como si fuese una lista de requisitos que él cumple y tú no. Fue algo natural y completamente imprevisto. Si ambos hubiesen sido betas u omegas, el resultado habría sido el mismo.

—Te entiendo, pero no precisamente el mismo, sabes, porque el vínculo que los une a ustedes dos es de alfa-omega.

—No tengo interés en esos mitos.

—Lo sé —se rio con amargura—. Eres un buen tipo. Lamento no haber puesto una pizca de comprensión a tu situación.

—No tienes que lamentarte nada —le aseguró—. Tú también tenías derecho a sufrir, y lo mío, aunque no fue un acto de mala fe de mi parte y tenía mi derecho, fue poco ético y desconsiderado —dijo—. Lo lamento. Es por eso que me arrepiento de haberme enamorado de él y que todo desembocara en esto. Si pudiese elegir las cosas, te habría elegido a ti. Lo siento. Y es una mierda que te lo diga, pero prefiero sincerarme.

—No tienes que arrepentirte ni pretender cambiar nada —le dijo—. Amar a alguien nunca debería ser un problema. Es lo más hermoso que hay, aunque duela como el infierno.

—Sí, tal vez...

—Crecer también incluye aceptar que el amor no se puede forzar ni con la persistencia. Y que tampoco es una competencia de nada. Yo nunca tuve oportunidad; estuve atrapado en un amor unilateral todo este tiempo, y no ha sido hasta ahora que lo he notado —dijo—. Yo sé que tú tampoco supiste que jamás te enamorarías de mí, y que tu voluntad era real. Te convenciste de que me querías para lidiar con la culpa, y eso en parte me convierte en un culpable también. No haberte comprendido y haberte explotado encima llevó a que quisieses remediarlo a toda costa, y lo mal que te traté te llevó a despreciarte de esta manera, convencido de que merecías lo peor por lo que habías hecho, cuando nunca debió ser así. Tú sabías que yo reaccionaría así, por eso me lo ocultaste también en su momento.

—Así es —murmuró en su burbuja—. De hecho, él también pensó en ti al final —soltó. Cuando la mirada de Hakkai se posó en él, inquisitiva, se echó para atrás, inseguro de si podía darse el lujo de hablarle tan abiertamente sobre él—. Quiero decir, él me dijo ese día que era mejor que no lo supieras.

Hakkai soltó una risa irónica.

—Muy dulce de tu parte, pero estoy seguro de que lo dijo pensando en ti —le contestó con la certidumbre colándose en su voz. No obstante, una parte de él deseaba creerle—. Quizás, él compartía la misma culpa que tú, y si deseaba proteger a alguien aquí, era a ti.

Aquellas últimas palabras manifestaron un rechazo enfatizado. Ciertamente, si Taiju se enorgulleciera de lo que sucedió, no le habría propuesto semejante cosa. Además de que, por supuesto, no se habría tragado el secreto de esa manera tan impertérrita. 

—No lo sé —negó—. Yo no puedo hablar por él.

—Si tú me aseguras que Taiju ha cambiado, yo te creo, y una pequeña parte de ello ya lo he presenciado en carne propia —dijo—. Y en su momento me hirió que le defendieses, porque me esperaba cualquier cosa menos eso de la boca de quien más adoraba en la vida. Pero ahora lo entiendo. Entiendo que tus intenciones siempre fueron sinceras, y que lo defendías porque lo amabas y porque tus ojos estaban embadurnados con la imagen de la persona de la cuál estabas enamorado.

—Siempre es una cuestión de perspectivas —asintió—. Yo jamás te exigí que le perdonaras, simplemente creí que lo habías hecho. Para mí, él es ahora un hombre más sereno y maduro, pero quizás para ti siempre sea tu pesadilla andante, y no te juzgo por ello.

—Quizás solo contigo es así.

—Eso tampoco lo sé —murmuró. Deseaba refutar aquello y plasmar su visión de él, mas aquel mismo alegato fue lo que les generó los primeros problemas entre ellos, por lo que se guardó sus palabras. 

—Yo no he perdonado a Taiju aún; al menos, no del todo y pese a saber que quizás nunca podremos llevar una relación fraternal, no le deseo mal alguno —dijo—. Y hoy por hoy comprendo que encontrases cosas buenas en él pese a que yo no las vea, y comprendo asimismo tu ridículo afán por ayudarnos a los dos.

Ambos pensaron simultáneamente: "¡qué estupidez!" , mas ninguno pronunció palabra. Se mantuvieron callados, disfrutando la compañía que, por primera vez en mucho tiempo entre ellos, era meramente pacífica, transparente e igualitaria. Era, quizás, el encuentro más amistoso que habían tenido en sus vidas. Era la primera vez que Hakkai le veía sin un filtro que empañase su perspectiva, sin que suspirase ante cada palabra suya. Mitsuya se mostraba puramente, y Hakkai hablaba sin atragantarse con sus sentimientos en el medio.

—Y tú, ¿qué harás, entonces? —La pregunta salió sola de la boca de Hakkai, a la deriva, abandonada como su voz. Pese a todo lo que habían conversado, su voz salió ligeramente mortificada. Se había amigado con el final inminente, mas al tenerlo tan cerca, se estremeció.

—Así como me he dado cuenta de mis propios sentimientos, también he decidido finalmente obedecerles —le respondió Mitsuya, franco y fiel a sí mismo—. Necesitaba hablar contigo ahora y disculparme, mas decidí asimismo que buscaría a Taiju una vez más, así tú estuvieses en desacuerdo o no. Sin embargo, me hace feliz que lo comprendas. Estoy harto de complacer a los demás, y todo lo que sentí y ventilé ayer fue la prueba de ello.

Hakkai asintió y se mordió la mejilla. Suspiró profundamente antes de encarar la situación, y aún así decidió hacerlo de manera indirecta, flanqueando el asunto fuerte.

—Dime la verdad —le pidió en un tono calmo, mas que vaticinaba una incógnita que le producía un dolor—, ¿tú pensaste en él en este tiempo? —una vez que la duda salió, cerró los ojos y la boca de golpe—. No es un ataque, es una verdadera duda.

Mitsuya contempló su rostro medio segundo antes de responder sin un ápice de duda:

—No —negó con la cabeza. Preparándose para lo que pronunciaría luego, bajó su mirada y la escondió entre sus rodillas—. Dejarle fue lo más difícil que he tenido que hacer, por lo que nunca me permití volver a pensar en él desde navidad. Me dije "asunto cerrado" y lo estanqué ahí, en el fondo de mi cerebro —confesó—. Cada vez que mi mente amagaba con recordármelo, yo me recriminaba a mí mismo. Sacudía la cabeza, me maldecía y seguía. Por eso me enfurecía cada vez que lo mencionaban. Si yo no podía pensar en eso y hasta fui juzgado por ello, incluso por mí mismo, ¿por qué los demás sí podían hacerlo libremente?

—Comprendo.

—Sin embargo, si no fuese por ello, quizás no me hubiese percatado abiertamente de la situación —razonó—. Siento que el hecho de que nadie me haya dejado olvidarle, fue por algo. Quiero creer que algo bueno llega después de las desgracias; que todo pasa por algo, y que quizás es así como debió haber sido todo —su voz se debilitaba y reflejaba su sensibilidad en aquel momento. Elevó su mirada y paseó por todas las estrellas—. No obstante, lo que deseo hacer es verle una vez más, si él desea lo mismo. Quizás, a esta altura, él ya no me quiera, ¿sabes? Y sería natural, sería en cierta forma lo correcto —murmuró, arrugando la nariz, notando cuánto le dolía aquella idea. Quizás, el no pensar en Taiju no se trataba solo de convencerse a sí mismo de un cierre, sino de que le aterraba pensar en esa posibilidad—. Yo no sé qué será de él ni qué pensará de mí ahora. Solo sé que pretendo dejarme llevar por esta insistencia del destino que no me permitió dejarle atrás, y ver si puedo conseguir un atisbo de felicidad luego de toda esta tormenta. Si sale mal y no significó nada mi interpretación, pues que salga mal. Pero al menos lo intenté, ¿no?

—Tú solo quieres ver qué es lo que la vida tiene para ti —asintió. Suspiró con el agrio sabor de la entrega en su lengua—, si valió la pena romper con él, y si hubo una razón detrás del por qué no lograste olvidarle —recapituló—. Sin embargo, es obvio el razonamiento de por qué no lo olvidaste. No puedes borrar los sentimientos así como así. Somos ahora mismo dos idiotas intentándolo, y no es fácil.

Mitsuya se giró hacia él con pena.

—Yo estoy seguro de que tus sentimientos por mí mutarán y se perderán, porque si no soy yo, será otra persona —le consoló, mas su voz mostraba certeza—. Así es la vida, tú mismo lo has dicho.

—Así es —asintió—. No obstante, desearía que a ti te sucediera lo mismo en este preciso momento.

—Más allá de lo que desees, es algo francamente posible —suspiró, tragando duro. Sus labios se estiraron en una línea delgada, pálida y lamentable—. Si él me rechaza, pues no será él; será otra persona quien me quiera. Y si nadie me quiere el día de mañana, también está bien.

—Supongo que es enternecedor pensar en algo tan flexible y a simple vista trágico como el mañana —comentó Hakkai, suspirando con lentitud. Su apariencia alicaída, rendida—. Espero que lo que hoy duele tanto, sea solo una risa mañana. Hemos pasado por tanto, que es de no creer. Solo espero que tu mañana sea algo verdaderamente bueno, sabes.

—¿Por qué lo dices?

—Porque nunca me perderás, Taka-chan, tenlo por seguro, porque nada borrará lo mucho que has significado en mi vida. Sin ti, jamás sería ni la sombra de quien soy hoy —le dijo, con un tono que se diferenciaba de las tonalidades lúgubres con las que había hablado durante la noche; uno, quizás honesto y esperanzador para ambos. Esbozó una sonrisa que arrugó sus ojeras y que era de aquellas que sueltan—. Sé feliz. Haz lo que debas hacer. Tiene que ser bueno, porque ahí debo estar.

Así son las primeras atracciones, ¿no? Algunas salen bien y otras no.

El concepto inicial, es decir, una de las dos opciones de esta pareja era que el primer amor nunca es determinante de nada; y que todo amor se puede superar y seguir tanto en compañía. Sin embargoooo, cuando empecé a escribir este ff y releí partes del manga para inspiración y analizar personajes, dije "esto es demasiado unilateral, nopuedeser". Porque me pueden decir LO QUE QUIERAN pero aunque Hakkai se muere por Mitsuya en el manga, Mitsuya no le para bola y hasta lo trata como a un pesado a veces, especialmente en el futuro.

Siendo, entonces, que yo escribo las parejas con base en lo que interpreto de los personajes involucrados y su manera de relacionarse entre sí, no podía encontrar, por tanto, una manera natural de que Mitsuya le correspondiese, y bueno, eso llevó también a que quisiera plasmar que no se puede forzar el amor, porque sinceramente me parece que el hecho de que Mitsuya le correspondiese incluso canónicamente es imposible. Esa era mi segunda opción, que fue la que terminé por elegir al ver que les importaba más Hakkai que cualquier otro ser vivo con sentimientos en este fanfic.

Yo aclaré y reaclaré que Hakkai es de mis favoritos, y este capítulo me parece la prueba más sólida. Que se amase a sí mismo (AKA, que dejase de ser tan simp) me importaba más que el hecho de que amase a alguien más, y es mi manera de querer al personaje. Encima esa es una de mis canciones favoritas, y lE QUEDA PERFECTO. 

Que creciese como persona y aceptase lo que es, lo que tiene y lo que quiere fue mi objetivo desde el primer capítulo, más allá del camino que tomase y la opción que eligiese. Pero bueno, que se quiera lo suficiente significa que no se va a meter en una situación que le lastima, no que va a desenamorarse por arte de magia, porque eso nO ES REALISTA👀👀. Lamentablemente, así es la vida. Enbeses la bida no es como keremos

P/d: Quiero aclarar brevemente que Baji ha demostrado que adora a sus amigos y a nadie más que a sus amigos. Me parece lógico que no le interesen mucho los sentimientos de Hakkai y que apoye a Mitsuya, porque ha demostrado claramente sus prioridades y que le importa un soberano rábano los demás en comparación a sus amigos, siendo capaz de perdonarles absolutamente todo. Aclaración antes de que me quemen en la hoguera, aH.

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