24. Por favor, Mitsuya
But I would rather not betray myself,
Just to keep your love at any cost.
And it's most tempting to give in
When you hear the firin' shots,
When you're steps from winning back
—Pero mira nada más, Smiley, esos deditos marcados en tus caderas —le soltó Baji, soez y entrometido.
Ante aquel comentario, todas las miradas de los presentes se clavaron en Mucho, quien aún permanecía vestido.
—Pues claro, raro sería que no reconocieras tú marcas de esta índole, Baji —contraatacó sin arruinar su sonrisa ni un ápice—. Aunque, por supuesto, tampoco me sorprende que Chifuyu no tenga ninguna.
—Quítate esa camisa y muéstranos tu espalda, Mucho —inquirió Baji, cabreado ante aquella respuesta no falta de razón.
—Olvídalo.
Ciertamente, los moretones digitiformes en las caderas de Smiley eran el menor de los problemas si se tenía en cuenta la enorme cantidad de mordidas y demás marcas territoriales a lo largo de su piel. Como Smiley ya estaba más que acostumbrado a ellas, se había desvestido sin medir las consecuencias de que él podía estar habituado a esas marcas, mas no los demás, quienes nunca podían verlas debido a la ropa. A pesar de que Smiley era un beta, Mucho era excesivamente posesivo con su cuerpo, y aquello había saltado a la luz con demasiada claridad.
—Baji-san, no hables así en frente de Angry —le regañó, codeándole—. ¿No ves que le dará una derrame?
—¿Un derrame? —le cuestionó, socarrón. Su sonrisa relucía acuñada bajo los lentes de sol—. Más le gustaría que Rindou le hiciera lo mismo.
Angry dio un respingo en su asiento.
—¡No digas eso!
—¿Qué? ¡Ni que fuera secreto de Estado!
—No, pero sabes, destruiría la confianza que tengo con mi hermano.
—Pues sí, no puedes quejarte de Mucho cuando tu situación es peor —razonó Chifuyu.
—Y luego me dices a mí, tonto —le codeó Baji, palmeándose la frente.
—Bueno, ¡pero es que tiene razón! —exclamó Chifuyu a la defensiva—. Le martilla el cerebro a Smiley indirectamente por su situación con aquel peligro, pero él no apunta muy lejos de eso.
—Ha de ser de familia que les gusten los malandros que son un potencial peligro —acotó Baji.
—Ni que fuera Ran —se defendió Angry instantáneamente, apuntándole con el dedo. Una reacción inesperada por parte de él, mas necesaria.
—Tienes razón —asintió, arrugando los labios reflexivo.
—Yo quiero que mi hermano esté bien —agregó Angry en su tono lúgubre usual—, ¡no que haga lo que yo hago! Quiero que él sea la mejor versión de los dos.
—¿Por qué no serlo tú? —le cuestionó Baji, cruzando sus piernas en la tumbona.
—Porque es más fácil decirlo que hacerlo —se sinceró, elevando los hombros—. Además, yo quiero que él sea el mejor, porque eso es lo que es para mí.
Chifuyu se conmovió ante aquella ternura y le dijo:
—Supongo asimismo que debe ser difícil aceptar que ya no son ustedes dos, de alguna manera.
Angry le observó atentamente y asintió a la par que bajaba la mirada.
—Ser consejeros del amor de los demás es lo mejor que podemos ser, sí señor —soltó Baji, una vez que estuvieron solos, henchido de orgullo, aún recostado sobre su tumbona, con una bebida entre sus manos y los lentes de sol que le robó a su mamá en una distracción, reposando sobre su nariz. Su sonrisa soberbia revelaba el carácter no irónico de sus palabras.
—Claro que sí —asintió Chifuyu a su lado, echado sobre su propia tumbona, contagiado del mismo orgullo de dudosa procedencia. Sus piernitas blanquecinas se disponían la una junto a la otra, conectadas por el contacto de los tobillos y el calor de sus tibias. Con los brazos vacíos detrás de su nuca y los anteojos de sol que le regalaron Takemichi y Hakkai, se mimetizaba con Baji a la perfección—. El don fugitivo del compromiso y el lector de mangas de romance, los mejores consejeros, claro que sí.
Baji rompió su aura pacífica para voltear hacia él con fastidio.
—Oye, tú bien podrías ser ambos —le espetó—, que el que ha tenido que remar por esta relación he sido yo.
—Baji-san —respondió con un tono irreverente. Con el tiempo y la confianza, se sentía cada día más libre de comunicarse con él de igual a igual, incluso aunque fuese un esfuerzo consciente y que aún le hiciese ruido en la cabeza—, el que ha estado enamorado de ti y viéndote ligar por años, he sido yo.
—El enamoramiento y el amor como tal no son suficiente para mantener una relación, Chifuyu —le dijo, lejos de dejarse amedrentar. Su sonrisa se amplió y sus caninos deslumbraron—. Y lo sabes bien.
Chifuyu se dejó deslumbrar sin oponer resistencia.
—Tienes razón —asintió—. Si el amor fuese suficiente, los amores contrariados no existirían.
Ahí fue Baji el que deseó ser iluminado.
—¿A qué te refieres?
Chifuyu se jactó en una sonrisa de obtener su atención.
—Los amores contrariados son la prueba de ello. Dos personas que no pueden estar juntas, entonces...
—¿No es eso un amor platónico?
—No, los amores platónicos son esos unilaterales que no te quitan el sueño, sabes —le explicó.
—Es como el que tú creíste que tenías conmigo, ¿o no? —la pregunta era sincera y la curiosidad, absoluta.
—No —negó con dulzura—. Eso era más bien un amor imposible. Un amor platónico es alguien que sabes que es total y humanamente inalcanzable, sabes. Al saber que no hay una mínima posibilidad de que esa persona se fije en ti, no te duele ni te afecta realmente. Es un gusto que está ahí, pero de hecho no vendría a ser una persona con la cuál apuntarías a estar.
—Como lo que tú creías de mí, que yo jamás te vería de la misma forma —insistió, señalando la obvia similitud.
—No es lo mismo —volvió a negar, mas con la cabeza acompañando sus palabras—, porque a mí me dolía verte con alguien más, y me hería más pensar que jamás podría estar a tu altura. Además, ya sabes, por no ser un omega.
—Deberías haber sabido de antemano que eso no me importaba en lo más mínimo.
—Bueno, pero mi punto es que eso que sentía que tenía yo contigo era lo que yo considero un amor imposible —le explicó—. Un amor que deseas y anhelas con todo tu ser, pero que no puedes tener ni aunque lo intentes severamente. Y duele, Baji-san. Duele un amor imposible que es, por tanto, no correspondido.
—Comprendo —asintió, bajando la mirada ligeramente. No obstante, se mantuvo firme—. Qué bueno saber que ya no estás en esa posición.
—Claro que no lo estoy, Baji-san —le sonrió en el movimiento previo a tomarle la mano con la mayor de las dulzuras.
Baji le otorgó una sonrisa acaramelada, de aquellas que traslucían toda la ternura que cubrían aquellos colmillos. Apretó su mano y preguntó:
—¿Y un amor contrariado?
—Un amor contrariado es aquel que encaja con lo que hablábamos —respondió, asintiendo con la cabeza y sin soltarle la mano—. Se trata de las situaciones en las que el amor no es suficiente. Cuando quienes se aman no pueden estar juntos por un motivo de fuerza mayor, ya sea por presiones, miedos, por épocas, por compromisos o por distancia. Es decir, algo que les sobrepasa ampliamente y que escapa de sus manos.
—Eso me suena a excusa barata. No hay impedimentos como tal que consigan que dos personas que se adoran no permanezcan la una junto a la otra.
—Bueno, las hay, Baji-san —murmuró, perdiendo su mirada. Suspiró y acotó—. Incluso en la ficción, ¿sabes? En esas historias embrolladas donde un plebeyo se enamora de la princesa, y ella desea estar con él mas sabe que eso jamás sería aceptado. Eso es un amor contrariado —le explicó, inmerso en el tema repentinamente, imaginando luces y colores. Su sonrisa tomó más calidez y apretó la mano de Baji—. O, si lo pones en el mismo contexto, cuando la princesa está enamorada de un tercero, plebeyo o no, pero ella ya está comprometida a un matrimonio arreglado. Ahí viene la línea de "te amo como no te haces una idea, mas he de admitir mi condena ante el conocimiento de que no puedo renunciar a mi compromiso..."
—Chifuyu, ya te entendí.
—¡No me cortes la inspiración, Baji-san!
—Esas babosadas siempre terminan predecibles, con la princesa escapando o renunciando a su compromiso —se encogió de hombros.
—No siempre, Baji-san —negó con lástima—. Y quizás así sea en la ficción; sin embargo, en la vida real, la resignación y la pena son moneda corriente. Hay muchas personas que viven en la soledad, pensando qué sería de su alma si esa persona amada estuviese a su lado, y hay tanta gente que incluso casada sigue rememorando y atesorando aquel amor que no pudo ser, mas que aún late indómito dentro de ellos.
—Gente ciertamente cobarde, si te interesa mi opinión —acotó, haciendo de sus labios una delgada línea—. No obstante, esa no debería entrar en tu lista de preocupaciones porque es algo que no te sucederá ni a ti ni a mí, porque esto —le dijo, elevando sus manos unidas para posarlas en su pecho. Clavó sus ojos en él, devoto, y continuó—, esto es para siempre.
Chifuyu entreabrió los labios, atónito.
—Tú quieres matarme, ¿verdad?
Baji se rio sonoramente y se paró frente a él y le extendió su mano. El sol chocaba contra su espalda y opacaba su imagen, oscureciendo su piel mas jamás su sonrisa. Sus colmillos se abrían en una sonrisa bellísima mientras el viento le despeinaba y la arena le entibiaba los pies. El aroma bellísimo que formaba una poción entre el olor natural de Baji con el proveniente de la arena mojada, solo enaltecía la imagen.
—Vayamos juntos.
—¿Al agua?
—A todos lados.
Draken, por su lado, sentía su piel arder bajo la mirada invasora de Mikey, a su espalda. Sentados en un esterilla a unos cinco metros de las tumbonas de Chifuyu y Baji, observaban el panorama: Mucho y Smiley se habían ido a rentar una de las canchas de vóley de la zona junto con Takemichi y Angry. Iba a acontecer un sangriento dos versus dos cuyo resultado era sabido tan solo en el pensamiento; Inui y Kokonoi se desplegaban a unos doce metros de distancia sobre otras esterillas, tomando sol. A simple vista, lucían como aquellos padres que dejaban a sus niños a la deriva en la playa para poder tomar sol como si en un spa estuviesen, y el hecho de que se hubiesen alejado tanto de ellos era solo la prueba fundamental.
En lo que concernía al mismísimo Draken, él disfrutaba la paz del momento. Era para él una maravilla el poder verse despreocupado, despojado de cargas sobre su espalda, contemplando a sus amigos en sus momentos de diversión, el ambiente y sus propios sentimientos. Siendo él un muchacho de suma tranquilidad, llenar su pecho con el aire adornado por los aromas del agua y la arena, le era una fantasía. Sin embargo, Mikey no pensaba igual.
—Kenchin, me aburro.
Aquella vocecilla perezosa retumbó en los oídos de Draken, y su paz acabó de destruirse en el momento en el que comenzó a sentir un dedo que le picaba la espalda al compás de "vamos, me aburro".
—¿Y qué pretendes que haga? —le respondió, con la esperanza de capturar aquella paz y mantenerla consigo antes de que escapase del todo.
—Entretenme —señaló la obviedad, acercándose hacia él desde atrás, arrodillándose a su lado para poder observarle desde más arriba.
—¿Quieres dormir?
—No.
—¿Quieres salir a caminar?
—Esa sería una buena idea...
—Olvídalo —negó—. Creí que te negarías. Vamos, Mikey, son las dos de la tarde. El sol hierve y darás dos pasos antes de cansarte y pedirme que te lleve cargado. No caeré en eso.
Mikey sonrió y le dio la razón.
—Pero quiero ir al agua, Kenchin —le murmuró luego, acercándose a su rostro como si le gustase tantearle, con la certeza de que así no podría negarse—. Acompáñame.
Draken sonrió en regreso y se deleitó con la cercanía y su aroma. Simplemente se limitó a asentir con la cabeza y a levantarse para dibujar su camino hacia el agua. Mikey fue detrás de él coleando.
El arena se metía entre sus dedos y calentaba sus pies sin llegar al punto de quemarles, era un mero recordatorio del lugar y del momento.
Una vez que llegó, sumergió primero los pies y los tobillos con calma y avanzó a paso de tortura. Nuevamente, Mikey no pensó lo mismo.
—No te hagas el delicado, Kenchin —fue lo que Draken oyó antes de ser fieramente empujado hacia adelante y caer de bruces sobre el agua.
Lo siguiente que oyó cuando logró sacar la cabeza, fue la estruendosa risa de Mikey, tan adorable como maliciosa. La mezcla perfecta para que Draken se enamorase una vez más mientras le tomaba la cabeza para ahogarle.
Cuando Mikey logró soltarse de su agarre y consiguió el contacto con el oxígeno nuevamente, se rio cual masoquista que esperaba que le devolviese el golpe. Solo porque se trataba de Draken; si hubiese sido Baji le habría dejado la cabeza bajo el agua dos minutos en respuesta.
Aprovechó la distracción de las algarabías para prenderse de su cuello y, aprovechando que se encontraba con el agua llegándole hasta los hombros, enroscar sus piernas alrededor de la cadera de Draken. Este tornó su sonrisa en una de complicidad. Devolvió el agarre sosteniéndole de la cintura y acercándole más a él.
No había nadie cerca de ellos, y aunque lo hubiese, para ellos no habría existido nadie más que el otro. Se abstrajeron en la mirada del otro, en las gotas de agua separando las pieles de sus pechos y empapándoles las manos, mas nunca enfriándolas. Mikey le quería tanto como para saber que ese cariño le era garantizado en su contraparte, y aquello le llenó el alma. Ese tipo de demostraciones era algo que le estallaba el pecho de alegrías y orgullo, puesto que eran la pura demostración de que Draken le aceptaba y le declaraba suyo frente a todos los demás. Su omega interior chillaba.
Apretó más el agarre en su cuello y trepó para besarle. Cuando Draken le siguió sin un pero, sonrió sobre sus labios y se aferró más a él. El sol sobre ellos, el agua como testigo, el viento, los murmullos a su alrededor y los labios dulces de su alfa habían convergido en un recuerdo maravilloso que atesoraría en un cofre de oro.
La magia se rompió cuando apareció Baji para patearles y arrojarles con la mano arena desde la orilla, al coreo de "¡descarados!".
A lo largo del día, Mitsuya había ido a jugar en el agua con Draken, Pah y Peyan, mas cuando los demás se abocaron a sus parejas y sus comidas, respectivamente, volvió con Hakkai, y permaneció el resto de la tarde con él. Cuando Hakkai quiso ir al agua, Mitsuya le acompañó. Cuando quiso descansar y tomar sol, Mitsuya le siguió.
Hacía mucho calor para que Mitsuya quisiese objetar algo.
Conversaron toda la tarde, entre risas y compañerismo. Si había algo que había extrañado era ese tipo de charlas con Hakkai, esas tardes memorables y agraciadas. Habían recordado momentos gratos y se habían burlado del otro. Mitsuya había recibido miradas melosas y halagos a dos manos, y había sonreído ampliamente en respuesta. Hakkai había reído luego de aquello, le había abrazado fuerte y había mirado lejos. Había aventurado su mano en su cintura y en sus manos sin recibir un rechazo, y para lo bajos que estaban sus estándares, eso era una victoria para él. En más de una ocasión se le acercó hasta que sus miradas colisionaron, y eso le removió las entrañas también, con la ansiedad de esperar esas mismas respuestas y sensaciones cuando decidiese actuar, cuando estuviesen a solas. De alguna manera, sentía una docilidad por parte de Mitsuya que no supo descifrar si eran nervios. Ni si eran de los nervios que auguraban y anhelaban la compañía de su persona especial, ni si eran los inherentes al temor y la resignación. Sin embargo, decidió pensar positivamente y se decantó por la primera opción pese a que su instinto le daba incertidumbres.
Cuando el atardecer pasó y todos juntaron sus cosas para volver al hotel, Hakkai y Mitsuya no fueron menos. Se sumaron y se dirigieron hacia su habitación con la sensación de un antes y un después inminente, mas ninguno sabía si era para bien o para mal.
Mitsuya ingresó después, cerrando la puerta detrás de sí con la cadera. Al entrar, vio a Hakkai sentado en su cama, recostado a la expectativa; muy acobardado para tomar, y muy decidido para soltar. Estaba ahí para jugar y no para escapar, mas esperaba su turno pacientemente.
Mitsuya vio la duda en sus ojos, mas al ver su sonrisa esperanzada en un trágico contraste, decidió seguirle. Le sonrió con amabilidad y se sentó a su lado. Hakkai sintió su cercanía y comenzó a sentir sus feromonas, su esencia. Inhaló profundamente antes de acercarse. Le miró y encontró la misma docilidad, la misma puerta abierta.
Al inclinar su cabeza y sentir sus frentes rozarse, sintió unas olas de aliento emerger desde su alma. Escrutó los ojos de Mitsuya, brillantes bajo la luz de la luna, mas impenetrables para él. Jamás había sabido lo que pasaba por su mente, y aquel momento no fue la excepción; podía percibir ternura en su mirar, mas eso era todo. Le atribuía a sus ojos la enormidad de su bondad y la manera sanativa en que se presentaba, porque pese a la oscuridad imperante y la carencia de transparencia, podía reconocer quién era el Takashi Mitsuya del que se había enamorado con un avistamiento veloz. Mientras sus ojos estuviesen sobre él, sabría las virtudes de la persona que se paraba frente a él pese a desconocer su sufrimiento o sus anhelos. Porque al final del día, sabía reconocerle, mas ciertamente no tenía idea de quién era el verdadero Mitsuya más allá de su idealización. Con sumergirse en su mirada, podía saber quién era la persona que él había construido a través de la dulzura que se escapaba de las acciones y las miradas de aquel omega, pero no sabía las imperfecciones de su ser perfecto, diseñado por él y sus especulaciones.
Porque Mitsuya jamás se había mostrado débil frente a él. Ni siquiera cuando tuvieron su primer conflicto ni cuando le echó en cara sus pestes esos tres meses atrás. Ni cuando se presentó la posibilidad de que se perdiese su relación, ni siquiera ahí flaqueó ni tiñó su rostro con el sabor salado de las lágrimas. Jamás había visto a su ser perfecto llorar, ni le había visto temblequear ni entristecido profundamente. Rememoró, entonces, que la única vez que le había visto temblar de los nervios había sido ante la mención de Taiju.
Sin embargo, a pesar de las vicisitudes y contra todo pronóstico, le tenía en aquel momento frente a él, observándole expectante con aquellos ojos tiernos. Los ojos de su ser perfecto.
Se acercó hasta que sus narices se chocaron. Miró los ojos de Mitsuya una vez más en busca de algún escrúpulo o algún retroceso o prohibición, mas no vio ningún tipo de sentimiento, ni positivo ni negativo, que le dijese para atrás o para adelante, por lo que dedujo que debido a la posición y evidentes intenciones, la quietud de Mitsuya era una señal de que estaba de acuerdo con ello. O que al menos no se repugnaba ante la idea de aquello. Si recibía un no se echaría para atrás desesperadamente y le imploraría perdón por mancillar su persona.
Con aquello en mente, su corazón latió desbocado ante la inminencia de su primer beso, e inhaló el aroma de Mitsuya con adoración, sin sentir emoción alguna en el mismo. Parecía como si Mitsuya no estuviese presente en aquel momento, como si estuviese en un viaje espiritual, despojado de sus sentimientos.
Suspiró y ante la intensidad de la situación, decidió aplastar aquellos sentimientos vacilantes que nacieron en su corazón besándole de una vez. Con delicadeza, a la espera de un empujón que cortase aquello pero que se viese disminuido ante la dedicación minuciosa de la que había dotado a su acción. Sin embargo, al probar aquellos labios, que resultaron ser infructuosos y fríos ante él, Mitsuya le correspondió abruptamente. Sus labios no encajaban ni lograban entrar en sintonía, mas había un afecto en el medio y Hakkai decidió absorber todo del mismo. Podía sentir cómo Mitsuya movía sus labios con calma mas no estaba perdido como él.
Y cómo no...
Cerró los ojos con fuerza para borrar aquello y concentrarse en la materialización de sus sueños entre sus brazos, uniendo estos para encerrarle en un abrazo. Mitsuya suspiró sobre sus labios y tanteó con su mano el hombro ajeno; un toque vago que flotaba sobre la camisa de Hakkai, tímido en su aterrizaje e inseguro de sus pasos. Sus labios, por su parte, correspondían con una lentitud lectiva, mecánica. Sentía claramente la paupérrima habilidad de Hakkai para besarle en su inexperiencia y su tangible nerviosismo; no obstante, no le adjudicaba a aquellos detalles un significado peyorativo. Simplemente, eran detalles.
No obstante, recordó inexorablemente su primer beso. Largó un suspiro mientras se preguntó si ese tipo de detalles de primerizos habían estado de su parte también: si había lucido vacilante, si su inexperiencia había sido notoria, si su nerviosismo había sido palpable. Era algo que desconocía y que jamás había preguntado, mas era una remembranza que prefería dejar ahí, intocable y pulcra; más aún, olvidada.
Hakkai, nervioso e incapaz de despejar su mente, se atrevió a posar su mano en la cintura de Mitsuya con delicadeza, como si rezase que no se percatase de aquel roce secreto. El omega no demostró si lo notó o no, simplemente continuó con aquel beso. No le devolvió el toque más allá de presionar su mano contra su hombro y suspirar sobre sus labios.
Persistieron con aquel beso un buen rato, hasta que Hakkai se recostó sobre la cama en un movimiento lentísimo en el que trató de llevar a Mitsuya con él. Este solo le siguió, se dejó llevar, porque eso era todo lo que hacía: seguirle y tratar de complacerle.
Hakkai suspiró y trató de continuar, mas no tenía idea de por dónde seguir, y en consecuencia de la falta de efusividad y reciprocidad auténtica, tampoco sabía si deseaba continuar.
Había una notoria incomodidad que se incrementaba violentamente segundo a segundo. Cuando Mitsuya rompió el beso sin mayores delicadezas y se escabulló de su agarre para colarse entre sus piernas para separar sus rodillas y proceder a tomarle entre sus manos, la maestría y la destreza de sus movimientos hizo que los hemisferios cerebrales de Hakkai se chocasen y se fusionasen; incluso pudo percibir el ligero clic que produjo su cabeza al unirse para generar el más despiadado de los pensamientos.
Todo esto... todo esto lo hizo antes.
Todo lo hizo con Taiju.
Lo que está por hacerme es algo que aprendió con él, y la forma en que lo haga es la que le gusta a él.
Aquel fue el baldazo de agua helada que necesitaba.
Cerró los ojos con dolor y se llevó la yema de los dedos a los ojos. Inhaló y exhaló con el pecho temblándole antes de hablar.
—Yo no puedo hacer esto, lo siento —musitó a la vez que cerraba sus rodillas.
—¿Qué? —le preguntó con la voz en un hilo.
—Vístete —le tajó, apretando sus dedos contra sus globos oculares, intentando espabilar. Suavizó su voz—, por favor.
—Pero ¿por qué? —le preguntó, enderezándose sobre sus rodillas y apoyando sus manos en sus muslos. Acto seguido, aclaró con celeridad—. Comprendo y respeto tu decisión pero, ¿a qué se debe esta reacción, Hakkai? ¿No era esto algo que deseabas?
—¿Yo? Soñé con esto —declaró—. Pero ¿y tú?
Aquello tomó desprevenido a Mitsuya.
—Yo... bueno, yo quería esto —respondió. Sus palabras perdieron validez cuando su mirada se deslizó hacia el suelo y sus manos comenzaron a juguetear entre sí.
—¿Lo ves? —le demostró, parándose de golpe—. Tú nunca quisiste lo mismo que yo. Te forzaste a ti mismo, y hasta llegaste hasta este punto, comprometiendo tu integridad. ¡Cómo pudiste ser tan idiota de hacer eso! ¡Cómo puedes odiarte de esa manera, y al mismo tiempo ser tan egoísta!
La mirada de Mitsuya se tornó en una de estupefacción, teniendo complicaciones al momento de digerir la situación y la manera en la que todo se había desvirtuado de un segundo a otro.
—Tú no me quieres, Taka-chan —sollozó Hakkai de una vez. Pese a las acusaciones, esperaba que Mitsuya al menos lo negase o profiriese palabra que le demostrase lo contrario, mas aquello jamás llegó, y fue esa misma ausencia lo que acabó por arrasar con él—. Estás conmigo porque sientes culpa. Eso no es amor.
—No puedo afirmar que esté enamorado de ti, puesto que eso sería apresurado, pero sí me siento bien en tu compañía y creo que eres maravilloso y alguien a quien puedo querer de esa manera...
—Eso no es suficiente —y no es lo que sentías por él.
—No, por supuesto que no —coincidió con una voz que reflejaba su desesperación. Su semblante era el de alguien acorralado—, por eso no te dije nada. Simplemente me dejaba llevar, sabes, porque el amor no es algo que se fuerce. Por momentos, creía que la cosa iba bien encaminada, o que era lo que creía que debía hacer; cuando estábamos bien y me hacía feliz estar en tu compañía y reíamos y me demostrabas tu más sincero cariño, creía que ese era el lugar donde tenía que estar. Quería disfrutar de tu compañía en calma y sin generarte ningún tipo de presión hasta que mis sentimientos se esclarecieran de una vez. Lo que hice ahora también fue porque creí que era lo correcto, que eso podía ayudarnos a mejorar y que podría, finalmente, corresponderte.
Como si fuese una receta a seguir.
—Nunca habías estado ni cerca de corresponderme —le dijo, batallando por mantener sus lágrimas dentro de sí y recuperar la compostura—. ¿Y ahora? ¿Te empecé a gustar luego de que rompiste con Taiju y te lloré como un idiota? ¿O fue luego de que estuviste con él y te percataste de que en algún momento yo me enteraría?
—Si lo pones así, suena como si esto fuese algo premeditado, y no lo es, en absoluto.
—Todos estos años he creído que yo no era digno de ti —soltó—. Pero si has estado con alguien como él, quizás quien no es digno de mí eres tú.
—Esto no se trata de ser digno o no...
—Me duele mucho, pero es momento de cuidarme a mí mismo —clamó, sintiendo que una parte de su alma se despegaba de él. Tragó duro y disminuyó notoriamente su vozhasta que largó una vocecilla lastimera—. Esto me está haciendo mucho daño, y yo quiero sanar. Necesito sanar.
—Lo comprendo, Hakkai, pero...
—Soñé años con este momento, con probar tus labios y quererte, hacerte mi pareja, pero nada se ha sentido de la manera en que yo quería —continuó, largando aquello que tenía atravesado en sus cavilaciones desde hacía tiempo—. Tus besos son fríos y tus manos se mueven como siguiendo un protocolo, y no quiero ni imaginarme por qué pese a saber la respuesta. Ciertamente, no deseaba saber cómo le gustaba a mi hermano que lo tocases. ¿Quién me dice que incluso no piensas en él en este momento?
Aquello desacomodó a Mitsuya y logró, por primera vez en mucho tiempo, que entrecerrase los ojos.
—¿Por qué todo gira alrededor de Taiju? —alegó, fastidiadísimo. Su tono de voz y su semblante cambiaron en medio segundo, solo con aquel comentario. Ahí viene otra vez—. Mikey, Koko, tú. Creí que confiabas en mí luego de navidad.
—Y yo creí puerilmente que tú me querías de manera auténtica —le espetó—. Tuve todas las señales frente a mí y nunca las vi, nunca quise verlas. Me negaba rotundamente a aceptar lo que significaba esta derrota para mí. Me cegué absurdamente con respecto mis valores cuando se trataba de ti, y es espantoso ver lo hipócrita que fui y estoy siendo, cantándole a Angry cuanto discurso de mi boca salía, que no, que dejara en paz a su hermano si estaba enamorado, que yo odiaría que una pareja rompiese por mi culpa, que yo esto y aquello, cuando me cerré enteramente, con el pensamiento de que te quería para mí y solo para mí a toda costa —sollozó y permaneció mirándole en silencio, con los labios fruncidos—. Sin embargo, ahora mismo esa felicidad y esos deseos se hacen cenizas en mi boca por mi propio egoísmo. Yo predicaba discursos de la felicidad de los demás, pero cuando se trata de ti, invalido mis propias palabras, porque me desespera que tu felicidad no sea conmigo. Jamás barajé la posibilidad de que eso no pudiese ser así, y menos aún que sería con aquel bastardo.
Mitsuya le miró en silencio, en una mirada que podía definirse como una miscelánea de congoja y molestia. No había nada más que pudiese decir en su defensa que no pecase de redundante. No existía consuelo, ni verbal ni físico, que pudiese calmar el dolor de Hakkai. Y ciertamente, él ya estaba cansado de ser el sanador de turno.
—Mas lo peor es que tú has sido el más ciego de los dos, incapaz de ver que aún no cauterizas tus propias heridas, y que aún lo quieres —continuó—. No, ¿sabes qué? Lo amas. Porque cuando él te lo dijo en la iglesia, tus ojos se iluminaron de una manera que nunca antes brillaron para mí. Por más que me arrastrara y te recitase hasta el último poema, tus risas eran vacías y tu mirada era ecuánime. Si Taiju es el dueño y señor de todo el amor que existe dentro de ti, vuelve el tiempo atrás.
—No, ¿sabes qué? No las cauterizo —reconoció en un tono que delataba una acusación—, y no por mi voluntad, sino por la de todos los demás que no cierran la boca un minuto —soltó de sopetón, expresándose sinceramente y sin tapujos— Hakkai, ni siquiera sabes qué es lo que sentí y lo que no sentí por él. Y no, verdaderamente no lo sabes, porque jamás compartí con nadie lo que aquello significó para mí —objetó crudamente, asombrado por todo lo que oía. Era un hecho obvio que Hakkai había pensado absolutamente todo a fondo una y otra vez, taladrándose con la idea de él y Taiju, y lamentaba aquello—. ¿Cómo puedes afirmar semejantes cosas? Nunca te hablé de él más que esa vez y jamás fui yo el que lo trajo a colación —se llevó las manos a la cabeza y sus ojos se desorbitaron. Mitsuya se desmoronaba, y se estaba agitando. Sus dientes se chocaron con impotencia y su entrecejo se frunció. Le enfurecía la desesperación que le recorría de pies a cabeza, incapaz de detener aquel constante picoteo de la mención de Taiju cada dos palabras. Por más que se esforzase, todos se empeñaban en recordarle lo que había hecho como si aquella fuese la cruz que debiese de cargar por el resto de su vida, puesto que los meses pasaban y los comentarios y el estrés de no conseguir frenarlo solo se incrementaban—. Siempre son los demás los que lo nombran y lo nombran y lo nombran —su voz se desgarraba y denotaba cada gramo de la frustración que precedía a cada raspante palabra—. Por estas cosas decidí guardar lo que fue esa pequeña relación, porque sabía lo que esto implicaría, y no me equivoqué, porque todo aquello que era un buen recuerdo para mí de alguna manera, es ahora palabra común en la pandilla. Eso no es mi culpa y definitivamente no es lo que quería ni para mí, ni mucho menos para ti —se sinceró, bajando sus manos hacia su cara para frotarse las mejillas en un intento por calmarse. En cualquier momento comenzaría a hiperventilar—. Lo único que deseé todo este tiempo fue dejarlo atrás, y es lo que ninguno de ustedes me permite hacer. Ni Draken, retumbando en mis oídos cada vez que tiene la oportunidad; que se preocupa, por supuesto que sí, y lo aprecio muchísimo, pero no hace más que prolongar mi duelo una y otra vez; ni Kokonoi haciendo un maldito chiste cada dos minutos, ni Mikey exponiéndome de esa manera la vez que encontré la oportunidad de perdonarme, ni tú pensando en ello todo el día. No puedo culparte por ello y te comprendo plenamente, ¿sabes? Pero nada de eso nos ha sido de ayuda.
Fue ahí que se percató de que aquellos nervios no eran de los que él hubiese querido, y que la docilidad y entrega que había recibido había sido una resignación absoluta. Como si le gritase "tómame de una vez si eso es lo que tanto quieres, y deja de chillar".
Hakkai contempló su expresión exaltada y su visible alteración, y suspiró para concluir aquello. Aquel reclamo de Mitsuya le tomó desprevenido, y ciertamente le indignó que tuviese el coraje de echarle la culpa a los demás cuando el enterrado en el pasado era él. Aquella respuesta había acabado por opacar su fragilidad para darle luces a sus más cruentas respuestas.
—Tienes razón —asintió, bajando la mirada. No obstante, se mantuvo implacable—. Ahora, hazme el favor de detener este teatro.
—Pero ¿de qué teatro me hablas?
—Por favor, Mitsuya —le detuvo, palmeándose la frente en un gesto mezclado entre dolor y hastío—. Piénsalo en frío, búscale y te darás cuenta de que lo amas a él, y de que lo que sientes por mí no es más que la encarnación de la culpa. Ya que tanto que hablas de un duelo, pruébalo y lo sabrás. Quizás si nadie más hubiese mencionado el tema, habrías logrado dejar aquello atrás, pero lo que importa no son las excusas sino los resultados —le respondió. El tono de Hakkai era gélido y su mirada, dañina—. ¿Necesitabas mi permiso? Pues ahora lo tienes.
Su voz ya no era demandante ni lastimera, sino decepcionada. Era, incluso, la única emoción que reflejaba: una entrega absoluta.
—Nunca quise una autorización como tal —alegó, hablando cada vez más rápido, sintiendo que la situación se escapaba de sus manos cual agua a través de la rendija—. Y sabes bien que toda ruptura en la vida es un duelo, toda separación amerita una. Era lo único que yo necesitaba: tiempo y silencio.
Mitsuya ya no pensaba lo que decía; simplemente soltaba lo que le venía en boca. El hastío arrancaba las palabras de su boca, impío. Era como si acabase de entrar en modo piloto y ya no estuviese allí espiritualmente para frenar sus palabras y reprimir sus emociones.
—¡Habían pasado seis meses desde que terminaron! —le recalcó—. ¿Necesitas más de seis meses para superar una relación de un mes?
—¡Necesito el tiempo que necesite para sanar el enorme daño que yo mismo me hice! —le exclamó de vuelta. Mitsuya, el impertérrito que jamás perdía la compostura, levantó la voz por primera vez—. En navidad, no había ido únicamente a decirle adiós a una persona que tuvo peso en mi vida, sino a perdonarme a mí mismo. A verle y a decir "quizás valió la pena", hasta que salí de la iglesia y me topé contigo y toda la maldita pandilla como espectador. Ahí supe que no, que los problemas que vendrían a continuación y el consecuente hostigamiento no valdrían el haberme puesto por debajo de los demás. Y ahí fue que me di cuenta que no solo me faltaba perdonarme a mí mismo por haber estado con él, sino por haberme menospreciado de esa manera.
Había pasado tanto tiempo pretendiendo ser una fortaleza indestructible, que a esa altura se caía solo a pedazos.
—Sí, quizás valió la pena esta bellísima situación—ironizó, como si las palabras de Mitsuya pasasen a través de él sin dejar ningún mínimo impacto.
—¡Diablos, Hakkai! —exclamó, golpeándose la frente con violencia. Gruñó y sintió que su cuerpo echaba humo, que le invadían los impulsos de querer sacudir cada parte de su ser hasta que aquella opresión asfixiante le abandonase por completo—. Nada de esto jamás me había pasado con él.
—Pues ahora tendrás todo el tiempo del mundo —le dijo, con el resentimiento a tope, porque aquello acabó de lapidar la montaña de cartas—, porque yo cambiaré de habitaciones con Takemichi —afirmó mientras comenzaba a guardar sus cosas con movimientos raudos. Tomó su mochila y comenzó a desparramar las cosas dentro.
—¿Qué? —exclamó, aún atónito. Elevó su brazo hacia él con intenciones de detenerle—. ¡Espera, Hakkai!
—Ya he sido claro —le tajó—. Haz lo que debas hacer.
El orden en el que escribí este capítulo fue desastroso, así que si hay errores, incompletos o incoherencias, pues ya ni los noto🏃🏽♀️. Me avisan y ahí voy 🏃🏽♀️🏃🏽♀️
El capítulo que viene lo tengo casi terminado hace como seis meses ajdjak, así que no debería tardar en subirlo. Quiero terminar el ff antes de terminar odiando los restos de este difunto manga y en consecuencia quedarme sin ganas de escribir🤡
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