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23. Chifuyu hasta puede darte cátedra

I'm dancing alone
I'm praying that your heart will just turn around

El día por el que habían sudado la gota gorda había llegado. El día por el que Koko les había explotado, había llegado.

Era temprano, quizás demasiado temprano para malandros perezosos como Mikey y Baji: a este último le había despertado Chifuyu, quien mañanero y con mayor voluntad y buen humor que él, había llegado tempranísimo con la mochila al hombro y la emoción brotando con cada pestañeo. Pese al humor de perros que se cargaba Baji al despertar, no podía negarse a ninguna petición que proviniese de su pareja, y menos aún si lo primero que vislumbraban sus ojos era su ternura. Aún tumbado en su cama, se estiró para atraer a Chifuyu hacia sí y le abrazó.

Draken no tuvo la misma suerte, teniendo que sacar a Mikey a rastras de su cama para peinarle y vestirle. Lejos del sentido que implicaba el desvestirle, la experiencia, ya habitual, había sido la de vestir a un niño que debe, aún dormitando y dando tumbos, ir al jardín de preescolar.

Sin embargo, el romance ausente no disminuía los sentimientos de Draken en absoluto; al contrario, esos detalles incrementaban su adoración por Mikey y cada detalle de su ser.

Los miembros de la pandilla que habían sido invitados se reunieron a medio camino. Reunirse en el santuario o algún punto que no estuviese involucrado en el trayecto era un despropósito, una perdida de tiempo que, en el glosario de Kokonoi, era una pérdida de dinero. Este último se había limitado a transmitirles en unas cuántas llamadas el lugar diana para emprender el camino en grupo, y los demás obedecieron sin oposición.

Mikey se negó a viajar en su motocicleta, por lo que en el momento en el que se encontraron, dormía sordamente en la espalda de Draken, quien era el verdadero piloto. Chifuyu no se atrevió a viajar en el mismo vehículo de Baji pese a que llevaban más de tres meses juntos, por lo que ambas motos formaban parte del grupo. Sin embargo, teniendo aquello previsto, Chifuyu había acordado con Takemichi que pasaría por él, por lo que fue la excusa perfecta para huir de la vergüenza pese al inmenso disgusto de Baji. Smiley, Mucho y Angry andaban en sus respectivas motocicletas asimismo. Hakkai y Mitsuya iban juntos, al igual que Pah y Peyan. Finalmente, Kokonoi, en su exiguo gusto por los paseos en motocicletas, iba en la misma que Inui, prendido de su cadera, a diferencia de las demás duplas, donde se sostenían del respaldo.

El punto de encuentro era una mera formalidad para corroborar que no faltase nadie, por lo tanto, una vez hecho el recuento y los arreglos, continuaron sin mucho diálogo mediado. Pese a la buena predisposición de la mayoría, todos y cada uno de ellos estaba muerto de sueño y deseaba llegar.

Recorrieron por una hora o más hasta que el primero de ellos debió cargar gasolina, y alguno que otro acreditó su necesidad de ir al baño. Fue en aquella parada que se vieron las caras y, ya más despiertos, entablaron conversación en la veintena de minutos que fue la espera. Mucho y Smiley por un lado conversando junto a las motocicletas; Mikey durmiendo, hecho un bollo en equilibrio en el asiento de la motocicleta; Draken, Baji y Pah se separaron del grupo para ir a comprar comida mientras el resto fue a recargar las motos y al baño.

Inui y Kokonoi eran de los que recargaban combustible; más bien, Inui maniobraba la situación y Koko observaba a metro y medio de distancia.

Hakkai y Mitsuya, por su lado, cumplían la misma labor a unos metros; en aquel caso, ambos colaborando.

—¿No estás ansioso, Taka-chan? —se exaltó entre sonrisas.

—Sí, quizás —asintió con una sonrisa sutil mientras obraba—. Sin embargo, no puedo evitar pensar en si Emma podrá con mis hermanas.

—Ellas la adoran, no te preocupes —le dijo con intención de animarle, aunque la envidia y el fastidio le rozasen la lengua.

—Lo sé —respondió, insistente en sus asentimientos automáticos.

—¿Qué es lo primero que quieres hacer?

—Quizás descansar.

—¡Buah! —exclamó sonoramente—. Qué aburrido, hombre. ¿Cuántas veces tendremos oportunidades así?

Mitsuya acabó de cargar el combustible y Hakkai ayudó a acomodar las cosas.

—Ojalá tuviésemos más oportunidades —le contestó, sonriéndole como solía hacer, de aquella manera tan reconfortante—, en general.

El corazón de Hakkai latió con fuerza y sus pómulos sobresalieron por la dulzura de su sonrisa, tan sincera como evidente.

—Siempre eres tan sabio —le alabó, ladeando su cabeza. Pese a parecer un abierto coqueteo, lo único que estaba haciendo era entregarle su corazón una vez más, como en cada ocasión que le acompañaba, maravillándose por cada cosa pequeña que realizase—, y tan bondadoso.

—No es así —se rio con amargura mientras sus ojos perdían su brío—. Bájame de ese pedestal.

—No es un pedestal —alegó con inocencia, esta última siendo el contraste perfecto del significado de las palabras de su interés amoroso—. Es lo que veo en ti.

Mitsuya, a sabiendas de que no era nada de lo que salía de la boca de Hakkai, arrugó el rostro en desazón.

—Yo soy un idiota que se mete donde no le llaman —alegó, negando con la cabeza, sintiéndose abombado ante aquellos halagos—. Uno con la necesidad de sanar el ala rota del pajarito que se arrastra en el marco de su ventana.

—Eso es una tontería —rechazó la idea—. Tú no eres eso. Te preocupas por los demás, y eso es todo. Es lo que le dio luz a mi vida en su momento.

Mitsuya iba a renegar una vez más de aquellas palabras, mas se vio interrumpido por el largo paso que dio Hakkai para acercarse a él y tomarle de la mano con delicadeza. Este le observó y le quitó el aliento. Clavó sus ojos profundamente en él y le dijo:9

—Te adoro, Taka-chan.

Mitsuya le miró con los ojos tan abiertos como su boca, ante lo inesperado del accionar de Hakkai. Su corazón rebotó violentamente y sudó frío. El impacto había sido tal que permaneció en blanco. Le miraba fijamente, percibiendo cada emoción ajena, olfateando la intensidad de sus sentimientos y sintiéndose tan ajeno a ellos, sintiendo aquella misericordia inmerecida. Quizás fuese una reacción propia de una declaración, o quizás fuese el nerviosismo de un reconocimiento no merecido. Quizás ambas cosas, o quizás otra. Desconocía la razón, mas aquello le descolocó.

Sin embargo, en medio de su estupor, sonrió sinceramente ante la inmensidad del cariño que le llenó. Sentir el afecto de Hakkai una vez más le sosegó.

Yo...

—Oye, Mitsuya —llegó Baji, perfecto para interrumpir—. Draken ha pasado por la estación de servicio a comprar algo y me ha pedido que te llame.

Mitsuya volteó a una velocidad asombrosa, sobresaltándose como si demasiadas cosas estuviesen sucediendo en simultáneo.

Su mirada comenzó a brincar entre Hakkai, expectante, y Baji, impaciente. Comenzó a boquear hasta que, conociéndose, aceptó que entraría a una laguna mental en cuanto quisiese comunicarse con Hakkai, por lo que le hizo un gesto de que ya volvería.

—Qué raro que tú hagas de mensajero de alguien —le sonrió Mitsuya a Baji en respuesta para luego suspirar, sintiendo sus nervios calmar aún más antes de dirigirse hacia el lugar del cual llegaba su amigo.

—Le debía un favor —masculló, para luego engullirse el snack que había comprado e ir junto a Chifuyu.

—Inupi me ha estado mirando raro —objetó Mitsuya al llegar junto a Draken, cruzándose de brazos—. Asumo que tú has estado transmitiendo el Evangelio por todo el pueblo.

—No es como si yo fuese un chismoso —se quejó con un tono jocoso sin mirarle. Su vista reposaba en los estantes del local, buscando y rebuscando algo que pudiese saciar el hambre de Mikey cuando este se despertase—. Me preocupas. Además, solo lo he hablado con Inupi y Mikey, e Inupi ha sido quien me ha preguntado por ti. Por cierto, buenos días.

—Buenos días —suspiró, caminando detrás de Draken cual niño que persigue a su madre por todo el supermercado.

Draken, mientras se inclinaba sobre un estante para comparar unas marcas, soltó la pregunta con total soltura e impunidad, cual figura materna que se entromete donde no le llaman. El aroma curioso de este previno a Mitsuya de lo que vendría, quien, en momentos como aquel, solo podía pensar en lo madre que podía ser Draken pese a ser un alfa.

—¿Qué hiciste el catorce de marzo?

—Yo no he hecho nada —respondió a la defensiva. Acto seguido, profirió risitas nerviosas.

—¿No te había dado Hakkai unos chocolates el catorce de febrero?

—Oh, sí, qué adorable —murmuró para sí, esbozando una sonrisa llena de ternura—. Sin embargo, me dijo que no deseaba una respuesta. A su vez, yo también le di unos chocolates en febrero, ¿lo recuerdas? Quiero decir, sí salimos el día blanco, pero no hubo confesiones ni nada de ese estilo de estupideces. Mis hermanas volvieron a repudiarlo, así que no fue un día muy romántico que digamos.

—Bueno, mentiría si dijese que me sorprende —respondió, encogiéndose de hombros y torciendo los labios como si dijese "qué se le va a hacer"—. Los niños se acostumbran, sabes...

—Cállate.

El viaje continuó sin ningún pormenor hasta que arribaron al hotel que, para sorpresa de ellos, no era ninguna baratija. Confiar en Koko había valido completamente la pena.

Todos, exhaustos como estaban, compartieron una mirada de aprobación grupal e ingresaron. Por supuesto, Kokonoi encaminó la marcha una vez que las motocicletas fueron estacionadas. Una vez dentro, se limitaron a esperar en la entrada mientras el organizador del grupo tramitaba las reservas.

En ma espera, Mitsuya, quien no supo detectar sus ganas de orinar en el camino, se excusó y corrió al baño más cercano.

Segundos luego, arribó Koko con las llaves numeradas de todos los cuartos en las manos y una sonrisa triunfal en el rostro. Quizás, un regateo exitoso.

—Bueno, con lo que los he explotado he conseguido una ganga —comenzó su explicación Koko—. Hay habitaciones para cada parejita. Conveniente para la trama.

—¿Cada parejita, dices?

—Bueno, a decir verdad, sí —respondió con elegancia. Juntó sus manos y comenzó—. Ya saben, Draken y Mikey por un lado; Baji y Chifuyu por otro, Inupi y yo en otro. De ahí en más, ¿qué desean los demás?

Al no recibir ninguna respuesta, continuó, picante.

—Vamos, niños, no me vengan con esa actitud de virgen salida de un convento —se quejó—. Que compartan habitación no significa que necesariamente follarán, calmados.

Nahoya y yo compartiremos habitación —soltó Mucho, impúdico.

Smiley asintió y Angry estalló.

—¿Cómo? ¿Y yo, hermano?

Smiley respondió con un ligero lo lamento, Souya, a la par que tomaba el brazo de Mucho con delicadeza, como si temiese perderse en el camino hasta la habitación. Angry estuvo a punto de echarse una rabieta.

—¿Y yo con quién dormiré?

—Bueno —murmuró Koko en su raudo razonamiento —. Puedes compartir habitación con Hakkai, que tiene menos oportunidad de ponerla que yo de perder dinero.

—¡Oye, pero si yo ya tengo mi pareja! —exclamó, frunciendo los labios ante la humillación. Podía oír las risitas maliciosas de Baji y Mikey a un costado; incluso Draken reprimía una sonrisa—. ¡Pero es que no me tienen fe!

—¿La verdad? No —negó Koko. torciendo sus labios en desaprobación—. En fin, ¿dices tú que compartirás con Mitsuya? —cuestionó antes de reírse un par de veces más, como si estuviese oyendo el mejor chiste de la temporada.

—¿Qué te hace tanta gracia? —le increpó, sintiendo su orgullo herido.

—Vamos, Hakkai, bájate de las nubes —le respondió Koko, con aquellos ojos viperinos y esa lengua venenosa—. Mitsuya ha dormido con esa bestia. ¿De verdad crees que puedes competir contra eso? ¿Acaso no era prácticamente su alfa destinado también, o algo así? Ya sabes, ese tipo de ridiculeces que comparten los alfas y omegas. Pobre Mitsuya, dejarle ir así —finalizó en un falso lamento.

Aquella compasión que había tenido por Hakkai en el cumpleaños de Chifuyu, se había debido a que no deseaba que se enterase a través de un verdad o reto; pero una vez que Hakkai se enteró de la manera correcta, esa bondad había desaparecido. Koko no despreciaba a Hakkai ni a Mitsuya, mas adoraba ser la manzana de la discordia. A su vez, no podía negar que aquella payasada que había hecho Mitsuya de dejar a su pareja idónea por lástima a otra persona, le parecía repulsiva y nada más que un acto de falsa benevolencia del tan moral y correcto Mitsuya. Kokonoi jamás habría hecho eso; jamás habría dejado ir a alguien que amaba, por voluntad propia.

—Koko, ya basta —se mortificó Inupi a su lado, golpeándose la frente.

—¿Qué? Lo siento, pero yo no lo creo —finalizó, encogiéndose de hombros y dejando caer la llave de la habitación entre las incrédulas manos de Hakkai.

En aquel momento, ninguna de las tres sabandijas de antes profirió risa alguna. Hakkai se mordió la mejilla, frunció el ceño y se echó sobre el sofá nuevamente.

—Eso no fue necesario, Koko —alegó Takemichi, cerrando los puños.

—¿Y a ti, qué? —le cuestionó, apuntándole con una de las llaves—. Tú compartirás habitación con Angry. Pah y Peyan, tomen la última llave.

—¡No sé qué haré, Takemichi!

—¿De qué hablas?

—He soñado un millón de veces con salir con Taka-chan, y muchas veces más con hacerlo con él, sabes, y ahora que siento proxima esa oportunidad, me siento aterrado.

—Creo que te has equivocado de consejero —le respondió—. No puedes pedirle opinión a alguien más virgen que tú, ve a preguntarle a Baji.

—Quiero respuestas, no que me humillen por ser virgen.

—Bueno, tienes un punto.

—Además, Baji y yo no somos cercanos, ni mucho menos amigos —acotó—. Y es famoso por su falta de tacto. Si yo le digo que me siento intimidado por mi hermano, me dirá "uf, estoy seguro de que él y Mitsuya se habrán dado unos buenos revolcones que nunca podrás alcanzar ni en tu séptima fantasía".

—Y llorarás.

—Y lloraré.

—Muy bien, ¿qué es lo que te da miedo?

—Mi hermano.

—¿Tu hermano? —le preguntó, perdido—. ¿Has vuelto a verlo?

—No, pero él... él ha sido la primera vez de Taka-chan, lo sabes, y eso ya convierte a ambos en personas más experimentadas que yo, y eso me deja muy atrás.

—Bueno, tengo entendido que han salido unos meses, por lo que tiempo les habrá sobrado para... eso.

—¿Qué?

—Que te doy la razón, ¿no?

—Creo que prefiero escuchar a Baji decirme de qué color cree que le quedaron los muslos a Taka-chan luego de una semana con Taiju —tajó mientras se paraba.

—Oye, ¡lo siento, soy un idiota! —exclamó, arrojándose a sus piernas para que no se fuera—. Quédate, te escucharé.

Hakkai bufó y aflojó sus facciones antes de dejarse caer en el suelo de la acera. Todos habían ido a las habitaciones, incluido Mitsuya, a quien le dio las llaves en su regreso. Una vez cumplido aquello, había zamarreado a Takemichi y le había arrastrado hacia afuera.

—Esto es una mierda.

—Te estás dejando mancillar por las palabras de Koko —le regañó Takemichi—. ¡Debes resistir!

Hakkai guardó silencio unos segundos, entrecerró los ojos y abrió la boca con cautela, como si se estuviese preparando para largar la duda más estúpida de su repertorio.

—¿Y si él...? Ya sabes.

—¿Él, qué?

—Si él la tiene más...

—¿Más...?

—¡Ya sabes de qué hablo!

—¡No, no lo sé, si soy un maldito virgen!

—¡Y yo igual!

—Me pregunto si él la tendrá más grande que yo —le dijo, apenado. Acto seguido se golpeó la frente por la masiva estupidez que soltó. En su cabeza, el plan no parecía tan ridículo.

—Bueno, es que yo había dado por sentado ese hecho —admitió Takemichi, elevando las manos con las palmas hacia arriba. Al sentir la mirada ajena se rectificó—. ¡Oye, no lo digo yo; lo dicta la naturaleza!

—Eres un amigazo.

—¡Pero no es el tamaño lo que importa, sino cómo lo utilizas! —exclamó—. ¡No importa el tamaño de la varita sino el poder del hechicero!

—Yo nunca he podido ganarle a mi hermano en un uno versus uno —le respondió, fastidiado—. Me estás diciendo que no solo su varita es más ostentosa que la mía, sino que la utiliza mejor que yo, debido a que tiene más poder.

—Es que te has elegido un contrincante feroz —se lamentó, echándose hacia atrás con decepción sobre el suelo.

—Tú no sabes lo que se siente que la persona que amas se haya acostado con otra persona antes que tú.

—Yo no —le dio la razón—, pero Chifuyu hasta puede darte cátedra de ello. Es que yo no entiendo cómo no posee una maestría en ello.

—Oh, tienes razón en eso —reflexionó, pensándolo seriamente.

—Pregúntale luego —le propuso.

—Definitivamente, lo haré —asintió—. Sin embargo, es diferente. Baji es quien ha cortejado a Chifuyu este último tiempo, y está enamorado de él hace años. En mi caso, soy yo el que está arrastrándose detrás de Taka-chan, y él hasta hace no mucho tiempo atrás estaba detrás de mi hermano. El amor que Baji siente por Chifuyu es decenas de veces más fuerte que el interés que Taka-chan tiene en mí.

—No seas tan negativo, hombre, que para llorar ya estoy yo.

—Lo siento, pero es que, a pesar de lo que pueda decirme él, yo sigo creyendo que la conexión que tuvo y tiene con Taiju es muchísimo más fuerte y significativa que la que tiene conmigo —murmuró alicaído—. Le creo cuando me asegura que ya no está enamorado de él, porque, diablos, ¿cómo no creerle? A él le seguiría a tientas en la oscuridad y sometería mis manos al fuego ante cualquiera de sus palabras y voluntades. No obstante, no puedo evitar que mi mente confirme una y otra vez que el enamoramiento que tuvo por él fue un millón de veces más fuerte que cualquier sentimiento que pueda desarrollar hacia mí.

—Vamos, hombre, te tolero todo menos el final de tu propia sentencia —le regañó—. ¿Qué importa si Taiju le calienta más o si le amó con más intensidad que a nada? Tan fuerte como dices que ha sido lo que ha habido entre ellos, lo dejó por ti. Esa es, a mi parecer, la mayor muestra de amor hacia ti.

—No comprendes cuánto duelen tus palabras, Takemichi —le sonrió amargamente. Se cerró sobre sí y pegó sus rodillas a su pecho, enroscando uno de sus brazos alrededor de las mismas y utilizando su mano libre para mirar el agua de la playa frente a él haciendo viseras—. Me temo que no me resta más opción que desprestigiar esa muestra tan devota de amor, porque pura no es. ¡Y aún así lo sigo intentando, persisto en mostrarle mis sentimientos!

—Considero tu respuesta un incordio total para lo que Mitsuya ha hecho —le contestó, frunciendo el ceño—. No pretendo que le debas nada por su actuar ni que le felicites, mas ciertamente no considero que merezca que tú pienses eso de él.

—Yo hubiese preferido que se quedara con él —le confesó.

—¿Qué dices?

—Porque claro que deseo vencer a Taiju, no hay mayor anhelo en mi vida que el de no rendirme ante él, el de seguir intentando enamorar a Taka-chan por voluntad y esfuerzo propio, mas me temo que eso es poco poco probable; que, por más que lo intente, no habrá manera de que yo logre desatar en él lo que Taiju logró. Sin embargo, allí sigo, y allí seguiré. Quizás me equivoque.

—¿Puedes dejar de compararte con él por medio minuto? —le respondió, incapaz de comprender el punto hasta el que había sido arrastrado Hakkai por sus inseguridades—. Te estás empequeñeciendo. Me das grima.

Hakkai le miró.

—Lo siento mucho —musitó.

—Llegaste a tanto y creciste aún más, aprendiste a marcar límites y a protegerte a ti y a quienes amas, lograste superar tus miedos y cobardías —le dijo—. ¿Y ahora te preocupas por los sentimientos de Mitsuya? Recompónte, hombre.

—Taka-chan siempre ha sido la mayor de mis debilidades —soltó, tapándose los ojos—. Puedo crecer, aprender y afrontar vicisitudes, pero cuando se trata de él no puedo más que volverme un niño repleto de inseguridades.

Takemichi no respondió.

—Además —añadió desganado—. Si yo le rechazara y me alejara de él, o si en un futuro, por más lejano que fuere, él y yo rompiésemos, él volvería con Taiju. Es lo que creo.

—Mitsuya —es de géminis—, no es el tipo de persona que arruinaría su vida por compasión. No dejaría un ligue por otro que no valiese más la pena. Es lo que creo yo.

—Te equivocas —le respondió—, porque él rompió con Taiju cuando aún le quería. En ese momento no había en su vida nadie más especial que él. No fue un ligue por otro; fue por amistad y lealtad.

—¿Y qué? Fue su decisión. Él sabrá sus prioridades y sus verdaderas emociones, ¿no?

—Así es —coincidió—. Una decisión poco valedera que no hizo por él mismo, sino por mí. Se negó a sí mismo la posibilidad de saldar su duda de saber hasta dónde podría haber llegado.

—¿Y por qué sigues aquí, atrás de él, si crees eso? —le cuestionó, ya irritado de remar en círculos.

—Porque también hay una gran parte de mí que cree que son conjeturas sin peso alguno —respondió, expresando su exaltación—. Quizás me equivoque acerca de toda mi teoría.

—De seguro te equivocas. A él le hace feliz hacer las cosas por los demás —respondió—. Dudo mucho que Mitsuya sepa lo que es pensar en sí mismo antes que en los demás.

—Es un idiota —sentenció—. Quererse es esencial, y ponerse a sí mismo por delante de los deseos de los demás cada tanto es sano.

—Tú estás echándote abajo y anteponiendo los deseos de él antes que los tuyos. No eres el ejemplo.

—Porque yo le quiero más que a nada —respondió—, y se lo merece más que nadie. Se merece ser feliz sin observar en derredor. Ojalá pueda ser yo quien se pare a su lado.

—Pues él piensa lo mismo de ti, imbécil —alegó, frustrado—. Ni Chifuyu se ha atrevido a ser tan inseguro, y mira que no debes de tomar mis palabras a la ligera.

—¿Chifuyu?

—Mira que te hablo de un muchachito que fue incapaz de entender cuando Baji le dijo que solo saldría con un amante de los gatos y de los mangas.

—Bueno, eso es... un montón.

—Bueno, ¡me entiendes!

—No se trata de que yo no me valore —respondió, negando con la cabeza—. Se trata de que Taka-chan no tendría que haber dejado a la persona que quería, ¿sabes? Si hubiesen estado juntos y hubiesen rotos por un cauce natural, yo lo hubiese tomado y le hubiese esperado. Pero esto no me genera más que una  incomodidad, por lo forzado que fue. Es como si él pensase que nunca se enamoraría de mí si no se alejaba de él.

—¡Quizás sí pensaba eso! ¡Y qué! —exclamó—. Lo hecho, hecho está. Él no se arrepiente de haber hecho lo que hizo, ¿no? y te puedo asegurar de que ahora mismo está más preocupado por ti que por otra cosa.

—¿Preocupado en qué sentido, Takemichi? Esa es la cuestión —reflexionó—. De cualquier manera, esperé mucho tiempo para que las cosas llegaran a este punto. Prefiero empujar esos pensamientos. Porque, ¿sabes? Nunca me había sentido tan cerca de él hasta este momento. Quiero decir, las últimas semanas con él han sido maravillosas, hemos estado tan unidos, y él ha sido tan dulce. Siento que este es mi momento, de alguna manera.

—Cambiemos de tema, que me estás agobiando.

—¿Y si no complazco a Taka-chan de la misma manera?

—¡Maldita sea, Hakkai!

—¿Te sientes mejor?

Inui, sentado en la cama de la habitación luego de que juntaran ambos colchones para poder descansar juntos, giró hacia Koko perplejo, quien, sentado a su lado, miraba sus manos en su regazo. Se preguntó cuánto le había costado pronunciar esa interrogativa.

—¿Respecto a qué?

—Respecto a lo que hablamos hace un par de semanas —le respondió Koko, aún sin elevar su mirada.

Inupi contempló su actitud con detenimiento. Las cosas habían mejorado entre ambos desde aquella ocasión; no obstante, lo que le maravillaba era la opacidad de Koko y su consecuente capacidad de ocultar sus sentimientos. Por la manera en la que se había comportado durante el día, jamás habría adivinado lo que surcaba los lagos de su mente.

—Estoy mejor —le respondió aquella verdad a medias—. Creo que solo me he resignado. Las cosas duelen menos cuando las expectativas son nulas.

Koko apretó los labios y deslizó sus ojos de lado a lado en movimientos lerdos. Prosiguió con una sonrisa que Inui no creyó real.

—Resignarte no es la solución.

—No, no lo es —negó con la cabeza—. Sin embargo, disminuye los conflictos. No puedo exigirte ser alguien que no eres y que, ciertamente, nunca fuiste. Los detalles me importan; mucho, de hecho, pero no puedo forzarlos de ti, y tampoco deseo perderte por ello —respondió con sinceridad absoluta, con la mirada perdida—. Me enamoré de ti y te tomé sin esos detalles.

Por primera vez en esos años, Koko deseó llorar, cual cristiano que es perdonado una y otra vez por sus pecados sin merecer perdón alguno.

—Además —continuó, esbozando una sonrisa cargada de afecto. Sus ojos, aún divagando, se suavizaron al estirarse—, te estás esforzando más y se nota.

—¿Tú crees? —le preguntó, bajando la mirada. Su voz, apagada. La incredulidad era inmensa, y la amargura en su sonrisa lo comprobaba.

—Por supuesto que sí —asintió, su sonrisa se amplió en una alegría sincera.

Levantó la mirada y observó a su pareja de reojo. Desde el punto de vista de Kokonoi, se podía ver el bellísimo perfil delicado de Inui: su cicatriz, que a ojos de muchos era una rareza; Koko prefería llamarle una particularidad. Le encantaba, y no se reducía a un mero esteticismo, sino al inmenso cariño que conllevaba, porque esa cicatriz era la marca personal de Inupi. Era su esencia, aquello que le había marcado hasta el alma. Era, ante todo, un recordatorio de la vida misma.

Lo siguiente que le maravilló fueron aquellos ojos que, transparentes como siempre, le gritaban que lo adoraba aún en aquel momento. Con la luminiscencia de los rayos del sol de la mañana chocando en su espalda a contraluz, se presumían inalcanzables e impolutos. La media sonrisa que podía ver fue el detonante total. Lo que Koko veía solo podía ajustarse a la descripción de un ser etéreo. Un ángel que, una vez más, demostraba que jamás le daría la espalda.

—No puedes perpetuarme un perdón —le dijo, embelesado. Sus ojos brillaban—. Quiero decir, en este momento me tienes a tus pies, y no deseo que sea por enamorarme de tu indulgencia y nada más.

—El hecho de que persista en tu mente la idea de que no mereces un perdón, es la prueba de que no te enamora únicamente mi indulgencia —le respondió, calmo—. Tu preocupación te expone.

No era un concepto errado. Kokonoi había decidido que debía ser digno, tanto de su amor como de sus perdones.

—Tienes razón —asintió. Había comenzado a claudicar ante él—. Siempre me he preocupado por todo lo que te rodea a ti, sin embargo; la única diferencia es que ahora lo transmito por lo que me has pedido.

—¿Lo ves? —le preguntó, con una dulzura propia de un maestro que ha visto un gran logro—. Te estás esforzando.

—Me estoy esforzando por ser un ser social y románticamente funcional —el sarcasmo en su lengua había retornado más rápido de lo esperado—. Qué increíble.

—Un ser románticamente mediocre —le respondió—, mas es un esfuerzo al final del día. Eso es lo valioso.

—Sí, supongo —le dio la razón, pensativo—. Sin embargo, mis muestras de afecto aún son pobres, y mi instinto detallista va por el mismo camino.

—Anoche me preparaste la cena —alegó, sonriente ante aquello—. No te quites méritos.

—Anoche comiste demasiado bien, hijo de puta —contestó, cediendo ante las risas que nacieron en su garganta—. Lo mínimo que me merecía era que lo premiaras con tus palabras hoy.

Inupi se rindió asimismo y se dejó contagiar.

—No puedo negarlo —respondió, asintiendo positivamente con la cabeza—. Ha sido estupendo. Sin embargo, puedo premiarte con más que palabras.

—Para ser tan adorable y sereno —elevó las cejas—, solo piensas en una cosa.

—En ti, únicamente. Vélo como desees.

Koko rio auténticamente, permitiendo que el júbilo llenase sus pulmones. No pudo evitar sentirse como un quinceañero una vez más. Inui se sumó.

Se rieron hasta que el eco de las risitas remanentes se callaron y la habitación se sumió en el silencio. Si bien sus silencios no acostumbraban ser fatídicos, Koko percibió una incomodidad ajena. Cuando observó a Inui de soslayo, vio que le estaba mirando directamente, con los labios sutilmente arrugados y ojos de reprimenda.

—No tuviste que ser tan malvado con él.

—¿Con quién?

—Con Hakkai —murmuró, paseando sus ojos cuesta abajo. Suspiró sonoramente. Aquel tema seguía siendo, de alguna manera, un punto sensible para él. Pese a comprender las palabras de su pareja y creer en ellas, había un sentimiento de familiaridad hacia Hakkai. Quizás, más que una familiaridad, una lástima, puesto que Inupi era el más cercano a comprender su situación.

—Bah —profirió la queja y la enfatizó con un movimiento de su mano como si ya se esperase el sermón—. Alguien tenía que decírselo.

—Eso no te da derecho a ser un tan desalmado —alegó, elevando su mirada hacia él. No obstante, no negó lo dicho—. Quiero decir, no te ha hecho nada. Ni siquiera es tu amigo.

—No, pero me asquea ver lo que está pasando entre esos dos —respondió con franqueza total—. Puedo ser un patán, pero le he dicho lo que veo y que todos ven. Si sus propios amigos no se lo dicen, alguien debe de hacerlo.

—No te correspondía —insistió, sereno—. No obstante, quizás te equivocas.

Quizás —farfulló—. Sin embargo, tú piensas lo mismo que yo.

Inui guardó silencio por unos segundos en los que meditó sus palabras.

—Mira, yo creía lo mismo de ti y de mí —me confesó—. Sin embargo, no es así. Si yo tuviese que creer aquello que aseguras de Hakkai, debería creer lo mismo de mí. No obstante, no es el caso. Yo decidí creer en ti, y erosionar aquel pensamiento de mi mente, por lo tanto, me niego a creer que Hakkai esté en ese punto sin retorno.

Kokonoi analizó aquello y se encontró arrinconado. Sin embargo, como buen negociante persuasivo, encontró las palabras que necesitaba.

—Inupi —suspiró, mas su tono era solemne. Le tomó de la mano y clavó sus ojos en él. Abrió la boca y repasó sus palabras una vez más—, quiero que entiendas que aunque comprendo tu similitud con Hakkai, yo no soy Mitsuya.

—Eso es una obviedad.

—Lo es —asintió—. Sin embargo, es menester aclararlo. Yo no estuve con nadie antes de ti ni tengo asuntos pendientes. Además, yo te he profesado mi amor de maneras retorcidas, pero lo he hecho. Mitsuya, hasta donde me llega el chisme, jamás le ha dicho a Hakkai explícitamente que le quiera, y menos de esa manera.

—Dudo que se lo haya dicho a Taiju tampoco —alegó. Se calló un breve momento y apretó la mano de su pareja—. Sin embargo, tienes razón. No es lo mismo, pero aún así, deja en paz a Hakkai. Que pase lo que tenga que pasar.

—Las camas están demasiado separadas para mi gusto —farfulló Mikey, con las manos en los bolsillos y los ojos, inspectores analíticos, barriendo la habitación.

—Y sí, son habitaciones regulares, Mikey —le contestó Draken, acomodando el bolso y sus demás pertenencias—. Deja de quejarte y apúrate, que Koko nos dijo que nos reuniésemos en la entrada en unos minutos para ir a conocer la playa.

Mikey chasqueó la lengua en un movimiento prácticamente silencioso y reveló su verdadera molestia.

—Koko debe estar en una suit con una cama matrimonial de tamaño King, y todo con nuestro dinero. Su opinión y sus órdenes me valen un rábano.

—Tú no trabajaste, Mikey.

—No, pero yo me encuentro en la cima de la pirámide alimenticia —objetó, tornándose hacia él—. Yo puedo hacer lo que quiero, y hacerlo gratis.

—Porque el mundo es tuyo —asintió, sentándose en una de las camas, observando atentamente a su acompañante.

Aquellas palabras resonaban en los oídos de Mikey como nada más que una absoluta verdad, verídica e irrefutable, mas el escucharlas partir de los labios de Draken, le estremecía.

—Así es —afirmó con confianza—. Y tú me ayudarás a que eso se convierta una certeza para todos.

Draken enfocó sus ojos en la sonrisa que Mikey le obsequió, tan efímera como dulce. Verle en aquel momento, exudando seguridad y determinación, le regocijaba. Quería verle así cada día de su vida, viviendo su crecimiento y persiguiendo sus ideales a su lado.

—Así es.

La naturalidad y la certidumbre en sus palabras alborotó el corazón de Mikey sin pena. Este último, dejándose guiar por sus más pertinentes deseos, se aproximó a él con una lentitud amortiguadora. Le quería mucho, muchísimo; sin embargo, en aquel momento su alma estalló de un afecto inconmensurable. Porque el amor que venía de la compañía y la incondicionalidad era supremo.

Se acercó a él hasta que chocó sus piernas con el colchón en el que Draken estaba sentado recostado sobre sus manos detrás de él, con las piernas separadas y su pecho, esbelto y agrandado, imponente, por la postura. Los ojos de Mikey escarbaron en los de Draken en busca de una señal que le detuviese, mas no encontraba ninguna, porque él había decidido que era suyo en su integridad tiempo atrás. Todo en él era un sí rotundo ante cualquier deseo de Mikey.

La mirada de Mikey lucía embriagada, y la de Draken, embelesada ante su cercanía. Ambos podían sentirse entre sí y a sus respectivos aromas, y no había nada que les fascinase más en aquel momento: al alfa le encantaba, en su naturaleza instintiva, ser el único que pudiese percibir la divina fragancia que, para él, goteaba copiosamente del omega. A este último le encantaba que solo él le sintiese de esa manera.

La mente de Draken quemaba sus fusibles en el intento de fusionar las imágenes del niño al que le había jurado su lealtad y al omega que tenía encima. Asimilar que habían terminado así era demasiado para maquinar. Aún podía recordar la pureza de Manjiro Sano y su majestuosidad. Esta última prevalecía intacta y reforzada, mas aquella pureza había cultivado una colonia de sentimientos por él que la mutaron en una lascivia capaz de devorarle vivo. Recordaba la cantidad de veces que Mikey le había tumbado y se había tirado sobre él, y ninguna de ellas se acercaba a la dominancia que le montaba.

La naturalidad con la que esperaba ser besado una vez más le alarmaba. Se habían besado más veces que las que podía contar con una mano, y lo único que podía esperar era que se incrementaran sus deseos de que la cifra creciese.

Cuando el teléfono de la habitación sonó, Mikey lo ignoró olímpicamente, mas Draken, que sonrió sobre sus labios, se echó hacia atrás para tomar el teléfono, puesto que sabía que no cesaría, y aquello le rompía la atención. Además de que era más que seguro que persistirían en llamarles hasta obtener una respuesta.

Al descolgar el auricular del teléfono, los gritos de Baji le aturdieron.

¡Bajen, malditos, que ya les estamos esperando hace un buen rato! Hasta he tenido que volver a mi habitación para llamarles. Si no obedecen, tendré que derribarles la puerta.

Aquello se traducía claramente en un "si yo no tiro, nadie tira".

Draken respondió entre risas al captar su mensaje. Colgó el teléfono y observó a Mikey sobre él. Rogó que la tarea de abandonar la habitación no fuese un imposible.

—Adivino —inició Mikey, cruzándose de brazos, reacio a bajarse de allí—. Era Baji, imponiendo su carencia de sexo sobre los demás.

—Has acertado.

Draken le miró por unos segundos con una sonrisa incipiente, bailarina.

—Te estarás preguntando si me bajaré de aquí, y la verdad es que sí —confesó, con un ligero desinterés forzado—. La verdad es que no me apetece que Baji me destroce la paciencia. No quiero noquearlo y arruinarle el día a Chifuyu. Además, también me apetece dormirme una siesta en la playa sobre la barriga de Pah.

—Ya veo —sonrió Draken mientras sentía una excitación en su cuerpo olvidada encendida.

Sintió cómo Mikey se quitó de encima suyo para tomar la mochila de playa que Draken ya había preparado para ambos y se dirigió hacia la puerta. Afortunadamente, todos habían ido con los trajes de baño ya puestos, por lo que no restaba nada más que hacer. Draken solo le siguió detrás, ligeramente frustrado. Deseaba que se fueran puesto que también tenía ganas de ir a la playa, mas no se esperó que fuese tan sencillo. Sinceramente, no quería que lo fuese. 

Cuando Mikey llegó frente al ascensor, comentó:

—Con los salarios miserables por los que han trabajado ustedes, me impresiona que Koko haya conseguido un puto hotel con habitaciones individuales y ascensor. Lo que nos merecíamos era una pocilga.

—Es Koko —suspiró Draken—. No solo no dudo de sus habilidades para conseguir lo que se proponga aunque solo tenga cincuenta yenes en sus manos, sino que sería incapaz de dormir en un colchón duro y de subir escaleras por gusto.

Mikey asintió y se rio mientras oprimía el botón para que llegase el elevador. No obstante, su risa era atractiva de más. Una vez que acabó, echó su cabello hacia atrás con un movimiento elegante de la cabeza y ladeó su rostro para mirar a Draken. Este se sintió abrumado ante semejante escena y sonrió con complicidad en medio de su hipnosis. Sabía lo que Mikey hacía.

Una vez que llegó el elevador e ingresaron, esperó pacientemente con una sonrisa vivaz a que las puertas se cerrasen. Una vez que aquello sucedió, tomó a Mikey entre sus brazos y apretujó su cintura con ganas. Este último sonrió aún más.

—Comunicar las cosas de manera verbal era más sencillo.

—Eso es aburrido —le dijo, acariciándole los hombros y acercándose a su rostro mientras se echaba hacia la pared—. Si no tengo un compañero que lea mis necesidades solo con mirarme, no quiero nada.

Las comisuras de los labios de Draken se estiraron con una satisfacción indecible. El brillo en sus ojos exclamaba ¡he pasado la prueba!

Su festejo fue, entonces, obedecer a sus pulsiones, aquellas que le rogaban que besase a Mikey. Sus labios se ensamblaron con comodidad con la necesidad apremiante que les acuciaba desde la última vez que se habían besado, quizás un par de semanas atrás. No recordaban cuándo había sido la última vez, mas recordaban cómo se había sentido, cómo se habían añorado y sabían asimismo cuánto lo querían. Disfrutaban de avanzar paso a paso y conocer más el cuerpo del otro con cada beso nuevo, espontáneo y deseoso. Porque a eso les encantaba jugar, al tira y afloja, a la excitación fogosa y constante pero nunca concreta.

Pese a la lujuria que caracterizaba su relación, el afecto transmitido en cada beso era único y crecía paulatinamente. Sus corazones se alborotaban hasta que se encontraban en el mismo campo de carreras y se chocaban el uno al otro por ver quién alcanzaba la meta primero.

Como sabían que tan solo tenían segundos, pretendieron aprovecharse al máximo. Fue, quizás, la máxima demostración de su necesidad de sentirse y sus consecuentes reparos. La apabullante necesidad de sentir sus pieles en la yema de sus dedos y sus aromas en las puntas de su narices hasta fusionar sus toques y ahogarse en sus feromonas, la feroz necesidad de besarse como si fuese la última vez y apretarse las bocas con violencia, en un vaivén constante y húmedo; y los frenos que se imponían entre sí en circunstancias normales.

Mientras Draken le besaba los labios con ímpetu y Mikey le mordía, solo podían concentrarse en el sabor y la suavidad de los labios del otro junto con sus sectores ásperos. Esa mezcla bendita que les declaraba humanos ante el tacto mismo. Las manos de ambos se perdían tanto sobre la ropa como debajo de ella. Las manos tibias de Mikey pasaron del cuello de su alfa a su camiseta hasta encontrar su cauce en el borde de su traje de baño. Draken se curvó para que su mano alcanzase más abajo de golpe, movilizando una de sus manos hacia su nuca para dar el acto de clausura del beso fugaz mientras su otra mano ya acariciaba con la fuerza de sus falanges las voluptuosidades más marcadas de la cadera de su omega.

Cuando quedaban milésimas de segundos para que la puerta se abriese, se soltaron como si la piel del otro estuviese hirviendo. Acto seguido, con la entrada principal frente a ellos, se desternillaron de la risa, por el frenesí y el golpe de adrenalina.

Anhelaban tenerse de todas las maneras durante toda la vida. Incluso aunque la adolescencia juraba una efímera eternidad, para ellos era una eternidad segura y duradera.

Ay, ver a Hakkai en el arco actual del manga me hace feliz. Es terapia gratuita. Mi niño bonito<3.

A veces, mientras escribo, pienso "estos personajes se convencen demasiado rápido", sin embargo, lo sigo viendo realista de alguna manera, porque yo soy así, ah. No me gustan los extremismos, y me gusta recrear a estos muchachitos como personas abiertas de mente, siempre dispuestas a evaluar la situación y a considerar un cambio de postura en caso de encontrar validez... excepto Mikey, con ese no hay argumento que funcione.

Btw, quedan 6 capítulos. Así de largos, y el último tiene como 10.000 palabras (xdn't), pero 6 al fin y al cabo.

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