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21. Toda la vida, Kenchin

I'm a mess and you are a work of art

Cuando Draken afirmó que no sabía qué iba a hacer el catorce de febrero, no era una mentira, ni mucho menos una exageración.

Desde año nuevo hasta aquella funesta fecha, su alma había estado en un limbo de indecisión; no solo respecto a Mikey, sino a Mitsuya y sus dramas, a Hakkai, a Inupi y su relación con Koko. Estaba siendo una temporada intensa, y lo sabía. Sin embargo, aquello que auténticamente le concernía era Mikey.

Se habían visto desde año nuevo hasta aquella fecha en reiteradas ocasiones. Habían salido de aquí para allá y de allá para acá. Habían estado en casa de Mikey. Habían visto películas. Habían almorzado juntos. Y se habían besado; no mucho, quizás en un par de ocasiones. Quizás en una más.

Draken había abandonado sanamente aquel ensañamiento que poseía por la bellísima conceptualización de la amistad, y se replanteaba todo al respecto. Se había dejado guiar por los deseos de alfa, atreviéndose a querer a Mikey y perseguir su aroma constantemente, incluso en su ausencia.

Se había encontrado a sí mismo recordando una y otra vez aquellos besos sorpresa y espontáneos, vastos en su ternura y su fugacidad; capturando hasta la última reminiscencia del candor de los labios de Mikey sobre los suyos. Los labios de aquel omega que en un inicio habían querido devorarle, se habían adaptado a él y habían encontrado una calma en el toque deseado y deseoso. Draken no era afín a los cambios, mas podía adaptarse encantado a cada vuelta de tuerca que Mikey le propusiese. Todas las veces, toda la vida.

Por lo tanto, aquel momento en el que Mikey hizo acto de presencia en la puerta del edificio y le llamó por teléfono para que bajara aquel mismo catorce de febrero, no emitió cuestionamiento alguno. Se limitó a asentir y a obedecer; y una vez que le tuvo frente a él con aquella sonrisa socarrona digna de la deidad más letal del Olimpo, lo único que pudo hacer fue sentir aquella sensación que había descubierto tan solo semanas atrás. Su pecho vibró y su sonrisa se mimetizó con la situación.

Mikey, ni lento ni perezoso, se aproximó a él, dejando detrás de su paso a su motocicleta y el bullicio del centro de la ciudad.

Y Draken le observó de pies a cabeza. Desde su perspectiva, desde su estatismo frente a las puertas de vidrio, era una presa. La majestuosidad que destilaba Mikey con cada paso que daba siempre le cazaría sin misericordia ni indulgencia alguna; cuando rascaba la mínima posibilidad de ocupar el papel de espectador en primera fila de aquel espectáculo, simplemente tomaba asiento y e inhalaba profundamente.

Maravíllame, Mikey, maravíllame hoy y mañana. No interesa cuándo te lo diga. Que sea hoy y mañana.

Mikey llegó a su alcance bajo aquellos ojos devotos y pronunció su sonrisa. Habiendo llegado con las manos en los bolsillos de su pantalón, hundió más una de ellas para rebuscar. Una vez que lo encontró, lo sacó para exponerlo. Era una cajita, y Draken no necesitó pensar con profundidad para saber que se trataba de los chocolates.

—¿Me los darás aquí? —balbuceó, alarmado, tomando las manos ajenas para ocultar la caja, dando una veloz vista panorámica—. Estamos en plena calle y está a reventar de gente.

—Por mí, dejaría que me tomes aquí mismo —le murmuró, aproximando su rostro hasta que sus narices se rozasen. Draken inhaló hasta el último fragmento de su aroma. Sos ojos le desnudaron el alma por completo—. El espacio público y la mismísima ley son lo que menos me importa.

Draken tragó duro y asintió con lentitud, indicándole a Mikey que se los diese, soltándole. Este último obedeció y dejó la cajita en las manos de Draken.

—Yo no estoy para vueltas hoy —le dijo, con una sonrisa que desbordaba seguridad—. Tú me gustas. ¿Quieres que lo haga como en los mangas y grite "me gustas, por favor, sal conmigo"? Solo un idiota haría eso.

—Ni me lo digas —se rio a la par, olvidando su nerviosismo previo.

—Así que, solo me queda decirte, que tú sabes perfectamente cómo me siento —continuó—. Me gustas, me gustas muchísimo, Kenchin.

Draken sonrió por milésima vez en ese rato y su corazón se llenó de aquel sentimiento abrumadoramente bello y ridículo.

—Mikey, yo...

—No estoy para mediocridades —le tajó, transformando su sonrisa en una insidiosa—. Guarda tu respuesta para el día blanco. El catorce de marzo espero la declaración-respuesta de todas tus vidas. No una vida, sino de todas tus vidas anteriores.

Draken se carcajeó con ganas mientras asentía con la cabeza. Le daría lo que quería, y lo planearía con toda la antelación posible.

—Superaré con creces tu carencia de romanticismo en este momento. Anótalo y no te sorprendas cuando tu declaración sea penosa junto a la mía.

—Lo mío no es el romanticismo y la cursilería barata. Eso es de Baji —alegó, dando un largo para cortar distancias y poder apoyar sus manos en el pecho ajeno. Posó sus ojos en él y curvó sus labios con lentitud, deleitándose al sentir los latidos acompasados de Draken alborotarse paulatinamente—. Lo mío es la sensualidad y la seducción.

Draken, nuevamente, se perdió en el tiempo y en el espacio. Solo podía abocarse al fragante aroma que largaba su pareja. Enganchó su mano a la cintura ajena y se inclinó ligeramente para olerle más de cerca. Posterior a aquello, besó su mejilla con una tranquilidad que no tenía dentro de sí y, con el mayor descaro, le dijo:

—No sé de qué hablas.

Mikey aflojó su sonrisa para que su rostro tomase un aire más solemne. Ese tipo de muestras de afecto por parte de Draken le generaban unos escalofríos muy distintos a lo que podía causarle alguna insinuación sexual. Era relajante, reconfortante y le invadía todo su ser. Era un placer de aquellos exiguos que no le generaba culpabilidad alguna. Era el placer más sano y humano que podía sentir.

Deslizó su mano de manera casi imperceptible y la posó sobre la nuca ajena para acariciarla. Draken emitió una sonrisa ante el cosquilleo consecuente y se atrevió a dilucidar su mayor duda desde el momento uno de aquel día:

—Ahora, ¿puedo preguntar cómo has hecho tú unos chocolates?

—Mitsuya —le tajó luego de unos breves segundos de silencio y de sacudir los ojos.

—Mitsuya, ¿qué?

—Me ha ayudado.

—¿Mitsuya te ha ayudado? —fueron las palabras anonadadas que se desparramaron en medio de su estupefacción. Su tono denotaba que creía aquello imposible, una resolución ficticia.

Mikey respondió con un asentimiento mudo, como si desease que el tópico y la mención de otra persona —otro omega— entre ellos cesase.

—Eso es increíble —murmuró Draken, desviando la mirada, pensativo. Ciertamente, no había captado la señal de reticencia de Mikey—. Hablando de eso —carraspeó, tomando aire para el chisme que le iba a largar—, me ha llamado estallado de felicidad para decirme que Hakkai le ha ido a visitar hoy, y me ha parloteado de lo maravilloso que es y lo mucho que le aprecia. No ha parado de estirar la lengua sobre cómo siente que las cosas están mejorando entre ambos y sobre los sentimientos que han dado vuelta en aquella sala.

—¿En serio? —aquello había quebrado la previa convicción de Mikey que aseguraba que no deseaba oír sobre nadie más—. Qué idiota es Hakkai.

—Oye —le regañó con la mirada—. No le llames así.

—Lo siento, ¿no? —le respondió, abriendo los ojos con gravedad como si aquella reprimenda le irritase—. Pero es estúpido volver a un lugar donde volverás a ser dañado. No hablo de perdón ni redención, sino de retomar su papel de arrastrado a pesar de lo sucedido.

—Pero si habías dicho en navidad que los querías juntos.

—Hasta que el conflicto progresó, intercambié ideas con Mitsuya y analicé la situación fríamente —asintió—. Ya no. Prefiero que Hakkai se quiera un poco.

—Mitsuya también debería quererse —coincidió y acotó—. Te he comentado la llamada de hoy porque ha sido... muy efusiva, sabes. Su reacción fue muy repentina. Entiendo que estaba muy feliz de recibir una especie de perdón y recuperar acercamiento, mas la oleada de babosadas que me ha largado, vomitando brillos por Hakkai me hace ruido, sabes, sus palabras parecían extraídas de una novela adolescente, cuestionándose sus propios sentimientos. "¿Qué es esto que estoy sintiendo?", ya sabes. Sin embargo, para mí no es más que una reacción exagerada.

Mikey observó su gesto de preocupación y se encogió de hombros.

Quién sabe.

Ladeó su cabeza en busca de cautivar su atención y distraerle de aquellas minucias que ellos no podían solucionar, enseñándole su mejor perfil, solo para liberar unas sutiles feromonas de satisfacción al percibir su pequeño logro. Los ojos de Draken se colgaban de él y sus manos se dejaban caer a cada lado de su cuerpo, como si le dijese que era todo suyo.

—¿Podemos, por fin, pasar a lo nuestro? —inquirió con aquella voz que no sacaba asiduamente a relucir, pero que poseía la capacidad absoluta de voltear el mundo a su disposición y separar los mares que se cruzasen en su camino, acompasada con aquella sonrisa vivaracha, casi ladina, que acababa de armar el combo letal. Sus ojos, usualmente vacíos, encontraban un objetivo que se reflejaba en los mismos y se convertía en su objeto de deseo y su anhelo indiscutible.

Sin embargo, no todo aquello que se le paraba en frente se reflejaba en la oscuridad de sus ojos; solo aquello que amaba fervientemente y pretendía profundamente. Esos sentimientos que ostentaban la fuerza suficiente para otorgarle una razón de añorar, querer y ambicionar.

Draken fue una víctima recurrente en ese momento, una más, de aquel engatusamiento. No obstante, lo era con fascinación irresoluta. Le sonrió y asintió tiernamente a la par que oprimía la caja de chocolate entre sus manos para observarla.

—Yo... no te he preparado nada, puesto que tampoco esperaba nada.

—¿Porque somos amigos? —le consultó con ironía, acercándosele para acariciar el dragón que reposaba en su cabeza.

—No es eso —negó, con una risa producida por los cosquilleos aniñados que recibía cada vez que Mikey le acariciaba de esa manera. De esa manera, como si le gustase recordarle en todo momento, como si se cerciorase que se encontraba con él, que era real, y que no deseaba perderle—. Simplemente, no había considerado ese nivel de... ¿seriedad?

—Nadie habla de niveles de seriedad —que ya deberías tener asimilados—, es solo un gesto de mi cariño.

Draken tomó la mano que aún se apoyaba sobre el lateral de su cabeza y la bajó a la altura de sus labios. Besó aquella mano con dulzura y pronunció con los ojos cerrados:

—El catorce de marzo corre por mi cuenta.

—Eso es señalar una obviedad —le respondió—. Además, ya intuía que no darías tú este paso.

—¿Sí?

—Te conozco, Kenchin —le dijo con una dulzura que empalagaba los oídos—. Toda la vida te he conocido.

Draken se aferró a aquel tono aterciopelado y la mirada que lo escoltó.

—Y me seguirás conociendo —le respondió, deslizando su mano con timidez para rozar la ajena.

Mikey permaneció quieto en un silencio solemne y reflexivo. Le miró y le miró mientras los ruidos de su alrededor se desvanecían ante el estruendo de sus pensamientos y sus miedos. Su sonrisa se aflojó sutilmente.

¿Seguiría conociéndole? ¿Seguiría estando ahí? ¿Seguiría teniendo oportunidades para amar su compañía? ¿Seguiría él mismo siendo una persona digna de su respeto? Y no, por supuesto que no lo sería. Ni sería el mismo al día siguiente, ni mucho menos en muchos años.

No obstante, le observó una vez más, deslizando sus ojos como un escáner por todo su rostro. Sus pensamientos caladores hablaron.

—Tú... ¿estarás conmigo toda la vida, Kenchin? —soltó. Acto seguido, carraspeó innecesariamente y aclaró:—. No pretendo sumergirme en un tema amoroso ni mucho menos. Solo pregunto si estarás ahí, no me interesa la manera ni la razón.

Draken le dedicó la mirada más comprensiva y cargada de paz que pudo darle, absorbiendo cada trozo de su corazón. Encontró, entonces, la fortaleza para acabar de tomar la mano de Mikey y apretarla en el mayor gesto de amor y, como si percibiese cada una de sus ideas, liberó sus feromonas para calmarle y respondió sin dudar.

Toda la vida, Mikey.

—Lo siento, Chifuyu, no es mi estilo ser el único que recibe detalles en esta relación —le dijo entre carcajadas al contemplar el rostro sonrojado hasta las orejas de Chifuyu—. Soy un romántico empedernido y el mejor novio de la Touman. No hay nada que hacer al respecto.

Se encontraban enfrentados en el suelo de la habitación de Baji. Ambos con una pequeña caja de chocolates en sus manos y sus ojos en los del otro. La mirada de Baji, taimada y victoriosa; la de Chifuyu, fascinada y temblorosa.

—No comprendo qué es lo que te pone de los nervios —se burló ante la ausencia de respuesta—. Si el hecho de que mi madre te ha recibido en la puerta y se ha percatado de la carita de colegiala enamorada que te cargas, o el hecho de que te irás de aquí con unos chocolates de mi parte también. Mi mamá ya sabe, no te preocupes.

—Eso ya lo sé, Baji-san —suspiró de repente luego de una breve pausa—. Me ha recibido con una sonrisa que desbordaba su rostro.

—¡Cómo siempre, Chifuyu! —exclamó, sonriente al oír aquello—. ¿Cuándo mi mamita te ha recibido de otra forma?

Chifuyu ignoró involuntariamente su bochorno para dedicarle una sonrisa y una palpitación a aquel amor que Baji le profesaba a su madre. Aquel contraste era, sin lugar a dudas, una de sus predilecciones acerca de Baji: el cómo podía ser impío y osado cuando se trataba de otros, y cuán devoto y considerado era cuando se trataba de ella.

—Tienes razón —asintió con ternura.

Bajó la mirada y observó la caja delicadamente envuelta que Baji le había obsequiado. Sus dedos temblaron al roce y su corazón se alborotó. A pesar de todo lo que había pasado, le requería un gran esfuerzo valorar la situación a la que habían llegado. Baji jamás le había dado chocolates a nadie ni había otorgado respuestas en un día blanco. La unicidad que le caracterizaba en ese preciso momento en el que se aferraba con adoración a aquel regalo que había recibido de su persona favorita en la faz de la tierra y del alfa más codiciado, le estremecía.

Baji se percató de aquello y ladeó la cabeza, ampliando su sonrisa. Se arrastró sutilmente hacia él en el suelo hasta que sus hombros se chocaron. Una vez allí le observó atentamente.

—¿Puedo hablar ahora, o lo harás tú primero? —le consultó—. Solo nos hemos obsequiado los chocolates, y en cuanto te di el mío te paralizaste.

Chifuyu exhaló con lentitud y respondió:

—Lamentablemente, debo ir yo primero. Si vas tú, me enmudeceré de nuevo.

—Me parece justo —coincidió, inhalando y exhalando con suma lentitud. Por primera vez, Baji sentía el corazón galoparle con fuerza en el pecho en la previa a una confesión o a unas palabras aterciopeladas.

Porque había oído demasiadas confesiones; muchas más de las que todos sus amigos juntos oirían en su vida. Sin embargo, solo en el último cumpleaños de Chifuyu había oído una que le gustase y que anhelaba, y fue por parte del niño del cumpleaños. A pesar de ya ser una pareja a esa altura del partido, aquel catorce de febrero, aún deseaba oír palabras de amor por parte de aquel a quien tanto quería, y todavía sentía las mismas sensaciones alborotadoras y los cosquilleos.

—Bueno, Baji-san, yo... —comenzó. No obstante, sintió su lengua temblar errante en su boca al percibir la cercanía de Baji y ver el brío en sus ojos. La vergüenza le apabulló de tal manera que bajó la mirada y enderezó su espalda. Apretó el chocolate entre sus manos—. A diferencia tuya, yo no sirvo para expresarme románticamente. Me cuesta asimilar la fortuna que me cargo al tenerte aquí hoy. Pienso en cuánto omega mataría por ocupar mi lugar, y es que aún no me lo creo.

—Tienes toda una vida para asimilarlo, cariño —le respondió entre pequeñas risas.

—No creo que tarde tanto —le sonrió, aún cabizbajo—. O al menos, no deseo que tanto tiempo pase y te lleve sin poder reconocer cuánto tuve y cuánto perdí. Porque puedo perderte, Baji-san, y lo sabemos muy bien.

—Eso no pasará, Chifuyu —respondió. Lejos de un consuelo, su voz se expresaba como una obviedad—. Emma me ha leído el horóscopo de su revista semanal y me ha dicho que cuando los escorpios se emperran, es para toda la vida.

—Eso es... agobiante de oír. Suena, incluso, un poco obsesivo —objetó, soltando risas intermitentes y ligeramente incómodas. No obstante, le había calmado y había quebrado esa atmósfera lúgubre en la que estaba sucumbiendo—. Sin embargo, ¿qué hacía Emma leyéndote el horóscopo de sus revistas adolescentes?

—Había ido a buscar a Mikey para salir a almorzar, pero él no se levantaba. Mientras esperaba a que estuviera listo, Emma me recibió y, bueno, una cosa llevó a la otra y... acabamos leyendo el horóscopo de toda la Touman y analizándolo uno por uno. ¿Sabías tú que los Kawata y Mitsuya son de géminis? Eso explica que tengan un gusto penoso en hombres.

—Yo... no sé lo que es un géminis —respondió, inseguro acerca de qué respuesta iba a recibir. Levantó su mirada y la clavó en Baji con incertidumbre.

—No te preocupes, lo único que debes saber ahora es que tienen un gusto en hombres pésimo.

—¿Por qué es pésimo?

—Porque no les gusto yo.

—Entendible, que tenga un buen día.

—Siempre son buenos días cuando estoy contigo, Chifuyu —respondió socarrón.

—Ya me lo veía venir —se rio, ruborizándose inevitablemente—. Sin embargo, hablando en serio...

—Bueno, el hecho de que yo no sea su tipo ya dice mucho de ellos —insistió, recostando su espalda sobre su cama—. Sin embargo, tú sabes quiénes les gustan o les han gustado a esos tres.

—Sí, lo sé, pero...

—Pero nada, Chifuyu, son la verdadera malaria. Ni yo me atrevo a tanta maldad y violencia.

—Pero Angry es...

—Indefendible —sentenció—. Eso es lo que es.

—La situación de Angry es muy complicada, y lo sabes. Él no puede simplemente sincerarse, puesto que ello destrozaría todo lo que han construido hasta ahora —murmuró—. No puede permitir que la confianza se destruya por alguien que claramente no le corresponde.

—Yo creo que puede ser correspondido —opinó—. Solo debe esperar a que ese idiota madure y se dé cuenta de que quien le conviene es él.

—Como si esas cosas pasaran, Baji-san.

—A ti te ha pasado —le dijo—. Yo senté cabeza porque decidí tomar el momento indicado para querer a la persona indicada. Eso requiere madurez.

Baji se inclinó sobre Chifuyu hasta que la cercanía fuese la suficiente para poner a temblar s este último.

—Sí, tienes toda la razón —asintió Chifuyu, sintiendo el calor correr y esparcirse por su rostro—. Y estoy muy agradecido.

—Ahora, continúa con lo que ibas a decir desde un principio, por favor.

Chifuyu asintió y deslizó sus ojos hacia la mirada atenta de Baji. Le encantaba. Podía verle y agradecer una y otra vez el haberse atrevido a quererle, a anhelarle y a esperarle. Pese a lo improbable que le parecía, consiguió llegar a ese punto, y observándole en medio de su gratitud, supo que haría todo por atesorarlo. Tomó aire y sostuvo la mirada, dispuesto a dar el primer paso con respecto a sus sentimientos.

—Baji-san, yo... —comenzó. Acto seguido se enmuideció y comenzó a boquear como pez fuera del agua.

Baji recordó aquello que había sido dicho y pensó "se enmudeció igual". No obstante, guardó silencio y le acarició el dorso de la mano que reposaba junto a la suya en el suelo.

—Yo jamás creí que llegaría a esta situación, sabes —optó por ir por la familiaridad y no arriesgarse con boconerías. No era capaz de recibir un halago de su pareja sin estallarse, menos aún podría parafrasearle a Wilde. Para excentricidades y lenguas adulazadas, ya estaba Baji—. No solo contigo, sino con cualquier otra persona. Yo amo el romance, mas no me considero una persona romántica como quien dice. El solo hecho de pretender traer a la realidad algo de las lecturas en las cuales me inmerso, me apena, y siento que me queda enorme. Y hay ciertos actos de amor que no me nacen pero que siento que debería hacer. ¿Me comprendes?

Aunque la pregunta era retórica, Baji le respondió que sí con un asentimiento acentuado, que siempre le entendía. 

—Eso no significa que yo me sienta forzado a hacer este tipo de cosas. Resumámoslo con que no sirvo para estas cosas —continuó, dando lo mejor de sí—. Me he practicado cientos de veces lo que te diría en este momento, y sin embargo, a la hora de la verdad, las palabras no salen. Si quisieras, hasta podría enseñarte el borrador que utilicé, con la hoja borroneada. Practiqué con un montón de cosas y cursilerías, pero... al final del día, no me ha servido de nada. En parte, esta es mi manera de decirte que me gustas, incluso aunque es una obviedad —inhaló hondo y, al saber con lo que proseguiría, su labio inferior comenzó a temblar con nerviosismo. No obstante, pudo sentir el acopio de valor que hizo para soltar las palabras de sopetón—. Me gustas, Baji-san. No puedes ni intentar imaginar todo lo que auténticamente deseo decirte acerca de todo lo que adoro de ti. No veo el día en que pueda ennumerar cada una de tus virtudes.

A pesar de que Chifuyu miró fijamente a Baji durante aquellas palabras, no le había observado. Cuando retomó la atención y se enfocó en aquel rostro que tanto le gustaba, reparó en que este estaba maravillado. La mirada de Baji se posaba en él como si estuviese presenciando la aparición de un ser etéreo. En cierta forma, para él, lo era.

Baji no medió palabras. Simplemente, le abrazó con fuerza, uniendo sus brazos detrás de los hombros ajenos. Chifuyu le correspondió el abrazo inmediatamente y sonrió, liberando en un gran suspiro todos sus conflictos.

Lo he logrado, ¿eh?

Baji se aferró a él por un minuto, quizás dos, y se separó para mirarle con detenimiento y juntar sus frentes. Deseaba sentir el aroma de Chifuyu, por lo que inhalaba con profundidad y cariño. Se miraron una, otra, y otra y otra vez. Baji le vio tan feliz, tan realizado, tan tranquilo, que se enamoró aún más. Deslizó una de sus manos para acariciar la nuca de su pareja, tanteando el terreno, y al percatarse del estremecimiento de Chifuyu y la mirada entregada que poseía, tomó aquello como una luz verde que venía esperando desde hacía casi dos meses. Se arrimó con una lentitud digna de slow-motion, analizando la reacciones ajenas. Cuando sus narices se rozaron, le observó una vez más, como si le pidiese permiso, mas en aquel momento, Chifuyu se encontraba embelesado, ya entrecerrando los ojos, por lo que Baji no vaciló ni una sola vez más y le besó.

Había esperado muchísimo para aquel momento, quizás no más que Chifuyu, pero sí un montón. Sus labios se movieron con su destreza reconocida, contrastando con la torpeza de su pareja. Sin embargo, aquello solo hacía que le gustase más. Habiendo besado tantos labios, ninguno le había encantado de esa manera. Le besó una y otra vez, probando todo aquello que había aprendido en su experiencia, y todo sabía y olía mejor. A la par, había desplazado sus brazos, acariciando los hombros de Chifuyu en el trayecto, uniendo sus manos en la espalda de este nuevamente, apretándole contra él para sentirle más cerca. Chifuyu, por su parte, se sentía en un sueño, experimentando todo tipo de sensaciones novedosas.

Sin embargo, sintió y recordó a la mitad de aquel primer beso, que le habían faltado palabras, y aprovechando la osadía que circundaba su alma, posó su mano en el pecho de su pareja y se separó, sintiendo el labio enrojecido pese a no poder verlo, y luchando por respirar. Baji le miró a la expectativa, curioso y, ciertamente deseoso.

—Te quiero tanto, que no puedo ni decírtelo sin ponerme a temblar —le soltó Chifuyu, sintiéndose estallar de confianza en aquel momento entre sus brazos, escondiendo su rostro en el hueco del cuello ajeno, tan querido y tan bienvenido.

Baji se conmovió hasta la médula, ampliando su sonrisa hasta que sus colmillos formasen parte entera e íntegra de ella.

—De verdad quiero leer ese borrador —le dijo Baji, abrazándole aún más para colocar su barbilla en el hombro ajeno. Ambos se sentían, ciertamente, satisfechos.

—Puedo dártela para el catorce de marzo —observó—. Tómalo como una respuesta.

—No necesito una, pero aceptaré todo lo que venga de ti.

Voy a tratar de hacer capítulos más largos, porque sino no termino más la historia, askjhas. Quedan como 20 capítulos ya medio escritos en borradores, o sea, PRÁCTICAMENTE LA MITAD. Voy a tratar de reducir eso en capítulos más largos, porque quería escribir una historia larga por primera vez, pero me pasé 3 pueblos. 

De paso, vengo a desperdigar odio, porque este manga y yo ya no somos amigos. Yo comparto profundamente todo lo que Chifuyu le dijo a Takemichi y, lejos de que me duela, estoy muy satisfecha de que lo haya hecho. Mi niño le ha cantado las cuarenta, y alguien tenía que hacerlo.

Me di cuenta de que si dejo de escribir por varios días este fanfic, me desapego de TR y se me pasa el fanatismo debido a lo descontenta que estoy con este último arco. Sin embargo, cuando vuelvo a escribir, me termino amargando. Escribir este capítulo me ha dolido mucho pese a lo mucho que he disfrutado el pensarlo y llevarlo a cabo.

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