20. Draken es un duque inglés
Cause you remind me every day I'm not enough
but I still stay
—Yo odio esto —soltó Mikey, suspirando una y otra vez con el cuello quebrado sobre el borde de la mesa, mientras Mitsuya ordenaba lo que habían comenzado a preparar—. Apesto para cocinar; me aburre y me sale mal. Las cosas que me salen mal no me gustan. No se me da, y no quiero hacerlo.
—Si tu plan era que yo cocinara tus chocolates para Draken, estás muy equivocado —le dijo a regañadientes—. Además, se supone que es un gesto de amor de tu parte, ¿no? No tiene gracia si lo hago yo.
—No, no te preocupes —negó con la cabeza, dejando pasar aquella bromilla—. Ya lo haré yo. Solo dame unos minutos. No vaya a ser que además de comerte hermanos, te comas novios de otros.
—Si hubiese estado en mis planes echarme a un hermano, habría elegido a Yuzuha. O a Emma —le respondió, encogiéndose de hombros. Aquella sección de bromas sobre el tema era la que menos le fastidiaba—. No es un fetiche, sabes.
Una vez que encontraron un punto de comprensión mutua, se laminó el ambiente y una tregua se formó ligeramente. Mikey dejó de arremeter contra él y Mitsuya dejó de percibir esa actitud bélica por parte de su amigo. Por un breve instante salvavidas, Mikey llegó a empatizar con la postura ajena, sintiendo algunas de las emociones en juego y comprendiendo sutilmente las razones y las acciones de Mitsuya. Ese segundo bastó para que la paz se restaurara, al menos temporalmente.
Al sentirse en la misma sintonía y haber cimentado un puente entre ambos, sintieron la comodidad que había menguado entre ellos por mucho tiempo. Se volvieron a sentir como los amigos que eran y, ciertamente, se percataron de que en todos esos años de amistad nunca habían fortalecido su amistad; jamás habían tenido un tiempo a solas. Aquello, por tanto, se sentía como un momento único. Fue como si ambos omegas hubiesen reconocido los límites de cada territorio. Mikey comprendió que Mitsuya no quería robarse su alfa, mas aunque no le cerrase mucho todo aquel asunto con los Shibas, se había calmado.
—Yuzuha no habría servido para el chiste —le dijo—. El morbo de tirarse al hermano de malas relaciones, mala junta y violento, y que nadie quiere cerca, ese es el verdadero condimento que enturbia la trama.
—¿Qué?
—Piénsalo —propuso Mikey, encuadrando sus manos hacia el rostro de Mitsuya—. Tú conoces los fanfics, ¿verdad? Y si no lo conoces, tus hermanas te harán el favor en unos años —le dijo, serio—. Emma me ha enseñado de su existencia. ¿Y sabes qué atrocidades encuentro? Títulos como "enredándome con el cocinero". Y si no es el cocinero, es el hermanastro. Y si no es el hermanastro, es el cuñado. Y si no es el cuñado, es el mejor amigo del novio en plena boda. Y así sigue esta hórrida cadena. A la gente le gusta el morbo, y siempre preferirá las relaciones que den mil vueltas, y cuanto más se enreden, mejor.
—A mí no me gusta eso...
—Irónico.
—Bueno, oye, no hablo de mi vida, hablo del tipo de historias que me gustan leer —le dijo, terminando de atiborrar de ingredientes la pequeña mesa.
—Ah, Mitsuya, a mayor salseo, mayor sabor.
—A mí no me gusta eso —negó, esbozando una sonrisa por primera vez en compañía de Mikey—. Me genera una mayor satisfacción leer una historia donde las cosas salen bien, antes que una historia donde hay vueltas, infidelidades, celos y ridiculeces.
—Irónico —carraspeó Mikey, golpeándose el pecho como quien se ha a atorado con el hueso del pollo.
—¡Oye! —exclamó—. No soy un tipo celoso, y en esta historia no hay infidelidades. No puedes burlarte de mí en eso.
—Pero en el resto sí —alegó con cizaña. Se calló por un par de segundos en los que Mitsuya le observó en rendición—. A la gente no le gusta las historias simples.
—A mí me gustan.
—Sin conflicto no hay historia, hombre —le dijo, recostándose nuevamente y colocando sus brazos detrás de su nuca—. Piénsalo. Es como cuando te ves un shoujo, de esos que te comes las uñas ante el primer malentendido. Y tú dices "oye, a la primera que lo hablen se soluciona". Pero no lo hablan, porque si el conflicto se resuelve en un dos por tres, no tenemos con qué rellenar la trama —razonó. Acto seguido, mientras buscaba un ejemplo que complementase su teoría, sus labios se cerraron repentinamente en desazón y largó un suspiro, como si un recuerdo agrio acabase de arribar a la conversación—. Es como... esperar que Kazutora aceptase la culpa por haber hecho lo que hizo; estaría esperando demasiado y sin ello el conflicto habría quedado en nada y nuestra relación no se habría resquebrajado de esta manera.
Mitsuya se mordió la mejilla con sutileza y observó los ojos vacíos de Mikey. Si de por sí no sabía tratar con Mikey, menos aún sabía hacerlo con ese tópico en particular.
—Pero tú ya lo has perdonado, Mikey.
Éste se enderezó en su asiento y le observó con solemnidad.
—Así es —asintió, permitiendo que el aura inerte de su mirada se perdiese en la mesa frente a ellos—, pero perdonarle no me devolverá nada de lo que me quitó. No le guardo rencor, pero tampoco le quiero cerca. Tuvo suerte de que Takemitchy lograra detenerle antes de que se cargara a Baji también, y se llegó a un entendimiento. en el que nos vimos a las caras.
Mitsuya se mantuvo en silencio, sin saber adónde mirar. Se limitó a rascarse la cabeza y a suspirar. Mikey notó eso mismo y recuperó la compostura.
—Pero eso está fuera de tema —reinició la charla, sacudiendo la mirada—. Lo que quería decir era que, si esto fuera una historia, y solo si lo fuera, ese sería el razonamiento detrás de la misma —comentó, reanimando su voz a duras penas—. Ya sabes, si las cosas fueran tan sencillas y los personajes actuaran racionalmente, todo acabaría en dos capítulos. No hay sentimiento, no hay emoción ni excitación, ni ganancia. A la gente no le gusta eso.
—Me has puesto el ejemplo del shoujo, pero he dejado de leerlos y de verlos en televisión desde que me han estresado demasiado —destacó, suspirando hastiado—. Quiero decir, la comunicación existe, ¡y es muy sencilla! Cortar lazos y asumir cosas es estúpido, y ¿qué quieres que te diga? No me sirve ni para identificarme, porque lo veo y digo ¡vamos, que yo no haría eso!
—Relájate, defensor de píxeles —se burló—. Es ficción, y son pubertos. Déjales exagerar las cosas y ser estúpidos. A los quince años tienen menos inteligencia emocional que un pepino, no les pidas tanto.
—Tú tienes dieciséis. De hecho, tenemos dieciséis.
—Oye, en medio año ya tendré diecisiete, niño —objetó, haciendo un ademán despectivo—. Además, en la adolescencia cada año importa. Cada año es una etapa diferente. Mira a Baji, mira cuánto le duró el querer estudiar para no ir preso; su mayor prioridad actual es meterse entre las piernas de Chifuyu. Ni las lágrimas de su mamita detienen las hormonas de los dieciséis.
—Yo los cumplo dos meses antes que tú, Mikey —fue lo único que alegó, cerrando los ojos con el objetivo de ignorar el final de la oración.
—Bueno, ¡en fin! Es ficción.
—Es ficción, pero choca con mis valores morales que hagan esas cosas, o determinados mensajes que se plantean —respondió, exhalando con lentitud—. Como esas historias donde el mayor recurso cómico por parte del autor proviene de las niñas golpeando brutalmente a sus intereses amorosos. ¡Es que no entiendo de qué debo reírme! No es muy divertido de ver, ni mucho menos me representa.
—Mitsuya, el defensor de píxeles.
—Eso es porque tú eres insoportable con tu interés amoroso, y te proyectas.
—Al menos mi interés amoroso no es el hermano desterrado de nadie.
—No lo es, pero es el mismo interés amoroso de tu pobre hermana que solo puede mirar.
—Emma y Hakkai serán los mejores amigos, entonces.
—No puedo creer que te rebajes a permitir que alguien comente algo sobre Emma —murmuró, golpeándose la cabeza con frustración.
—Mientras no la insultes ni le causes algún dolor, di lo que quieras —aclaró, sacándole la lengua como si le dijese que no había insulto que pudiese dolerle. Acto seguido se apoyó sobre la mesa y observó a Mitsuya con cautela—. De cualquier manera, te quejas de las acciones estúpidas y poco representativas, pero el haberte enamorado de ese tipo es exactamente eso.
Mitsuya le miró atentamente, mas en sus ojos no se encontraba la hostilidad de antes. La mirada inquisitiva de Mikey en él no era dañina tampoco. Pestañeó unas cuántas veces hasta encontrar una respuesta que satisficiese a ambos.
—Eso es pasado, y no es como si pudiésemos elegir ese tipo de cosas —fueron las palabras que iniciaron la pequeñez de su perorata—. En parte... se podría decir lo mismo de Koko e Inupi. Inupi es un muy buen muchacho, tan tranquilo, pasional y leal, y Koko es todo lo opuesto. Teniendo todo el historial en mano, yo pondría mis manos al fuego de que Koko habría traicionado a Inui en otra circunstancia. Y sin embargo, ahí está Inui, enamorado y encadenado. No afirmo que sea infeliz ni mucho menos, pero poseo la certeza absoluta de que habría elegido algo mucho mejor, y que le haría menos daño, si tan solo pudiera —expresó aquello que le hacía ruido en la mente cada vez que veía aquella pareja—. Quiero decir, Inui es un muy buen tipo, alguien a quien respeto y que es mucho mejor que yo, y Koko no es ni la mitad de dañino y problemático que Taiju, pero comprendes lo que intento plasmarte.
—Sí, sí, no es necesario que te justifiques tanto, hombre, que cansa.
Mitsuya arrugó el rostro como si le dijese "¿y de quién carajo crees que es la culpa que deba justificarme ante todos ahora, incluso más que antes?". No obstante, lo dejó pasar para inhalar profundamente y continuar con su monólogo explicativo.
—Kokonoi amó toda su vida a alguien que perdió irresolublemente. Anheló a alguien que jamás pudo tener a su lado —alegó—. No sé tú, pero yo por ahí no paso. Viéndolo objetivamente, ningún ser humano con media pila de apreciación se metería ahí a comprobar si es que Koko ya lo superó o no. Y sin embargo, ahí está Inupi, siendo ese ser humano que demuestra ser la excepción —explicó, encogiéndose de hombros—. Puedo decir lo mismo de mí. Ninguna persona con dos dedos de frente se habría metido con ese tipo violento, pero ahí estuve yo, siendo esa insensata excepción. Viéndolo objetivamente, no lo habría hecho. Mas la circunstancia no me permitió verlo de esa manera —finalizó—. No obstante, bueno, no es como si yo me hubiese metido a un ciclo tóxico. Ese tipo, a pesar de todo lo malo que ha hecho, conmigo demostró reivindicación. Pero bueno, siempre habrá gente que quiera a personas cuestionables. No todos nos enamoramos de hombres buenos como Draken.
—Me parece que se te está yendo la lengua, querido Mitsuya.
—No se me está yendo la lengua —se rio—, pero no lo sé, mira a Chifuyu, enamorado de un malandro mujeriego que golpea gente cuando tiene sueño e incendia autos. O Smiley, mariposeando con un ex-convicto que ha dejado a niños discapacitados. Draken es un duque inglés al lado de ellos.
—Ya sé que tengo buen gusto, gracias.
Mitsuya suspiró por décima vez en ese rato y exclamó:
—Bueno, Mikey, ¡para hoy, cocinemos!
El catorce había llegado más rápido de lo que había deseado, y sus pies habían decidido por él que debía hacer lo que se había propuesto a principio de mes. No podía echarse atrás.
Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que había ido a la morada de Mitsuya. Y cuando se hablaba de mucho tiempo, era mucho tiempo. Se podría decir que desde hacía unos nueve meses, quizás diez. Casi un año.
De por sí, Mitsuya no habituaba a invitarle. Ni a él, ni a nadie. Hasta donde él sabía, ninguno más allá de él y Draken habían acudido al lugar en determinadas ocasiones, mas ni ellos dos se habían quedado a dormir alguna vez. Entonces el haber aparecido allí de improvisto, le ponía de los nervios. Se sentía un forastero, y ciertamente le aterraba la idea de ver a las hermanas de Mitsuya, quienes no le hacían ni el menor caso. No le miraban, no le buscaban en absoluto, rechazaban sus invitaciones a jugar, y no les gustaba que se acercara mucho a su hermano.
Hakkai suspiró antes de acercar sus temblorosos y sudorosos nudillos a la puerta. Una vez que lo hizo, aguardó unos segundos hasta que la puerta reveló a un Mitsuya anonadado ante quién era.
—Vaya, Hakkai —murmuró Mitsuya, elevando las cejas y entreabriendo los labios—. Inesperado. ¿Qué necesitas?
—Yo he venido a verte a ti —carraspeó, cabizbajo—. Lamento venir sin previo aviso, es que estaba bastante nervioso.
—Oh, eso es grandioso —respondió Mitsuya, con el afecto rebosando en cada palabra.
Hakkai inhaló con profundidad, sintiendo que el temblor de su cuerpo hacía que el sonido de su respiración fuese intermitente pese a ser una acción continua. Clavó su mirada en los pies de Mitsuya y abrió su mano hacia él, descubriendo una pequeñísima cajita que había escondido en la palma de su mano, tan grande como era de esperarse con su altura.
—Yo... tú eres... —tartamudeó. Cerró los ojos y abrió la boca, dando movimientos errados con los labios. No pudo evitar juzgar cuán patético debía verse en aquel momento, y tampoco deseaba que la mirada de Mitsuya se lo confirmase—. Quizás yo no sea... —se cortó, revoleó los ojos y se los tapó con la yema de los dedos antes de inhalar profundamente—. Tú me gustas mucho, Taka-chan, mucho, ¿sí? No es una novedad, y tampoco pretendo nada como tal, ¿sí? Solo quería cumplir en esta fecha, porque es que el amor es muy bonito, ¿lo sabes? Y se merece su día, y se merece que yo te exprese mi afecto hoy.
Tampoco pudo evitar preguntarse si Taiju se había confesado mejor que él, sin saber que jamás lo había hecho como tal. Lo máximo que este se había atrevido a decirle a Mitsuya había sido interrumpido por su llegada triunfal a la iglesia.
Misuya le miró, boquiabierto. Le alegraba que Hakkai se acercase a él, mas no esperaba que volviese con todo.
—Eso ha sido muy...
—Yo... no... no, no digas nada, por favor. No es necesario que respondas —y ciertamente no deseo saberlo—. Solo deseaba expresártelo —le interrumpió, bajando la mirada y elevando la pequeña caja de chocolates hacia él—. Qué vergonzoso.
Mitsuya le sonrió con dulzura.
—Ha sido muy gentil de tu parte —tomó el presente y lo sostuvo con delicadeza. Con temor a romperlo, a perderlo—. ¿Quieres pasar un rato?
—Si no estás ocupado...
—Solo estoy cuidando a Mana y a Luna.
—Ya veo —suspiró. Cerró los puños y asintió—. Muy bien, acepto.
Mitsuya se hizo a un lado y Hakkai se inclinó ligeramente para pasar por la puerta. Se quitó los zapatos mientras veía a Mitsuya dirigirse al comedor. En cuanto este llegó, sus hermanas lo bombardearon a preguntas, con una excitación en su voz "¿quién era?", "¿quién era?", "¿quién era?".
A lo que Mitsuya respondía "es mi amigo, alguien que ustedes ya conocen" entre risas tiernas por la actitud de sus hermanas, ansiosas y curiosas. Cuando ellas oyeron aquello, exclamaron "¿en serio?". Sin dejar lugar para una respuesta, echaron a correr atolondradas hacia la entrada en la que Hakkai se alistaba. Sin embargo, cuando arribaron y le vieron de frente, los esbozos de sus sonrisas se desdibujaron y el brillo en sus ojos menguó. Armaron una trompa arisca en sus labios, se tomaron de las manos y le dieron la espalda para volver hacia donde estaba Mitsuya a paso lento.
Hakkai se percató de que, a su gran pesar, no era a él a quien querían ver.
Carraspeó y desvió la mirada mientras acababa de descalzarse. Una vez acabó con aquella longeva tarea, se encaminó a pasos tímidos hacia la sala de Mitsuya, donde este le esperaba, y donde sus hermanas destacaban por su ausencia. Llegó, largó un suspiro y se sentó en el suelo junto a él. Mitsuya le sonreía radiante, verdaderamente feliz de tenerle en su compañía.
Hakkai le devolvió una sonrisa pequeña y dejó su mirada en la mesita frente a ellos.
—¿Draken ha venido últimamente? —soltó contra todo pronóstico. Su tono de voz reflejaba su inhibición, una curiosidad párvula.
Aquella duda sin base aparente descolocó la cabeza de Mitsuya, ladeándola ante la incógnita.
—¿A visitarme, dices? —le preguntó. Sus labios se arrugaron con duda y sus cejas acompañaron el gesto—. No, no ha venido en los últimos meses. ¿Por qué lo preguntas?
—No es por nada —respondió, sintiendo esa punzada en el abdomen al obtener la respuesta que quería, mas que no deseaba confirmar, ni mucho menos escuchar. Sin embargo, ahí persistía—. Y él... ¿él le agrada a tus hermanas?
—Lo mismo que tú. Si todo este cuestionamiento es por cómo te ignoraron en la entrada, quédate tranquilo, que a Draken lo ignoran igual que a ti —respondió, encogiéndose de hombros—. No son muy afines a ustedes.
—Y eso, ¿por qué es? —le preguntó, forzando una sonrisa.
—Supongo que es porque ustedes lo intentan mucho —se rio—. Ellas se agobian fácil cuando alguien quiere caerles bien. Prefieren moverse a su ritmo y con quienes le interesen. Además, bueno, de que tienen una tendencia a repeler a cualquier ser humano que se me acerque. No aprueban a casi nadie.
—¿Casi? —interrumpió Hakkai, con aquella sonrisa chocando violentamente contra sus pómulos.
—Sí, casi nadie —confirmó Mitsuya, cada vez más perdido en la conversación—. Quieren a Hina, y también a Yuzuha.
Se ve que viene de familia.
—Tienes razón —asintió.
Mitsuya se mantuvo observándole unos segundos más en un silencio analítico.
Hakkai le devolvió la mirada como si acabase de darse cuenta de que se le estaba yendo la olla. Escrutó los ojos de Mitsuya en busca de algo que resolviese todas las dudas que revoloteaban en su interior. Sin embargo, no encontró nada; ni humo ni llave.
Suspiró para serenarse de aqjuella oleada de sentimientos nefastos para concentrarse en las bellezas que le habían guiado hasta la puerta de Mitsuya aquella mañana. Pudo, en su acto de sosegarse, sentir los dulces latidos que le generaba el observar aquellos ojos que le habían salvado la vida con su candidez y ternura. Porque, al final del día, eso era lo que importaba: lo que Mitsuya significaba para él y lo mucho que le apreciaba y le respetaba. Le adoraba, y con verle a su lado en ese momento, lo recordaba fervientemente.
—Hoy te ves muy bien —le dijo, embelesado, como si fuese tan fácil dejar sus demonios atrás por él.
—Tú también —le respondió, con suma honestidad. Su tono amable denotaba la pureza de sus palabras.
Hakkai amplió su sonrisa, maravillado.
—Ah, ¡te quiero tanto, Taka-chan! —clamó antes de echarse sobre él para oprimirle en un abrazo de aquellos que no le daba hacía mucho.
Sin embargo, cuando Mitsuya encontró aire y un poco de movilidad para responderle el abrazo, sumamente feliz de sentir su aprecio pese a que se estaba asfixiando, llegaron las hermanas de Mitsuya a todas velocidad.
—¡Aléjate de él! —exclamó Luna, echada sobre el hombro de Hakkai—. No es tuyo.
—¡Es nuestro! —exclamó Mana, ayudando a su hermana.
Mitsuya solo se dejó caer al suelo y resopló entre risas. A Hakkai no le hizo mucha gracia.
BUENO, finalmente he vuelto a mi casa luego de un mes de estar conviviendo con mi pareja debido a trámites, viajes, trabajos y blah, blah, blah. Como soy una persona solitaria que ama su espacio, definitivamente, se siente hermoso volver a casita. La vida de adulta independiente es una tragedia constante.
Entre otras cosas, había gente que preguntaba por Kazutora, y ahí está. La realidad es que lo excluí de la historia pese a no meterlo preso, porque no me gusta. Y si un personaje no me gusta es porque no me parece lógico; si no me parece lógico, no lo puedo escribir, porque no encuentro un patrón sensato en sus acciones, por lo tanto me quedaría demasiado fuera de personaje a la hora de retratarlo. Y prefiero no hacer nada antes que hacer un trabajo mediocre 😌💕.
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