Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19. Así es, Mikey

Father, I have stolen
Stolen many times
Raised my voice in anger
When I know I never should

Mikey era, ante todo, un caradura.

Lo sabía. Él lo sabía, y todos lo sabían. Él lo sabía en aquel momento en el que se había parado frente a Mitsuya, y Mitsuya lo sabía y lo reafirmaba al tenerle frente a él y oír su petición.

No era del todo necesario que se revelase abiertamente su petición para llamarle caradura; con cortar la oración en la palabra petición ya bastaba para asegurar que era un descarado sin par. Mikey no estaba en condiciones de pedirle un favor precisamente a Mitsuya, y este último no estaba dispuesto a realizarlo.

—No creo que pueda serte de ayuda —carraspeó en su reticencia.

—No me mientas —le dijo Mikey con desinterés—. No te estoy pidiendo que lo hagas en mi lugar, solo te estoy pidiendo que seas mi guía.

—No tengo tiempo de ser tu guía —alegó, dando un paso en diagonal, tratando de esquivar a Mikey frente a él.

Sin embargo, Mikey se deslizaba de lado a lado, obstaculizando su camino.

—Hazlo.

—¿Qué gano yo? —preguntó retóricamente—. Nada. No gano nada.

—Ganas mi compañía.

—Para eso prefiero estar solo.

—¿Por qué tan resentido, hombre?

—Tienes una dulce hermana que puede ayudarte a cocinar los chocolates. Pídeselo a ella.

—Emma no estará. Se irá con las amigas —le contestó, encogiéndose de hombros—. Además, Baji me ha contado que le hornearás chocolates a Hakkai.

Ese maldito.

—Pídele cuando vuelva —rabió.

—Para cuando vuelva, ya habrá pasado el catorce de febrero —se quejó—. Ayúdame.

—Si mínimo dices "por favor", lo pienso —alegó, cada vez más malhumorado ante la idea.

Mikey refunfuñó e inhaló hondo.

—Por favor.

—Por favor, ¿qué?

—Por favor, ayúdame —masculló, desviando la mirada con violencia.

Mitsuya suspiró. Aquello no le satisfacía en lo más mínimo, porque no aunque se arrodillase frente a él y le implorase misericordia, Mitsuya no quería verle ni en figurita. Mucho menos, pasar tiempo con él.

No obstante, recordó que no era un hombre rencoroso, y se apegó a ello para mantenerse de pie y erguido.

—Está bien —soltó con voz queda—, pero los hacemos y te vas.

Mikey no profirió quejas; tampoco anhelaba la compañía de Mitsuya.

En cuanto Mitsuya dio por sentado aquel pacto, fintó a Mikey y siguió su camino hacia su hogar. No obstante, al dar unos pares de pasos, se percató de que Mikey le seguía cual perro callejero que había alimentado.

—¿Qué más quieres? —farfulló.

—Pues, estamos yendo a tu casa, ¿no?

—¿Quieres hacerlo ya? —exclamó, exaltado. No tenía ganas de lidiar con ello en aquel momento.

—Claro que sí —asintió—. Es doce. Quedan dos días, y esta vez no pienso quedar rezagado al respecto.

Mitsuya suspiró una vez más. Odiaba tener que adaptar su ocupada rutina a los caprichos de Mikey. Particularmente los de Mikey.

No dijo nada más. Se limitó a seguir caminando mientras oía los lentos y perezosos pasos detrás suyo.

El camino fue una tortura para Mitsuya: el constante sonido de las sandalias de Mikey golpeando el suelo, el barullo de las calles, la idea de todo lo que tenía que hacer cuando llegase a casa, la mera idea de tener que estar con Mikey en la misma cocina por horas, el cansancio acumulado, el resentimiento que le goteaba por las orejas de tan solo pensar en lo que había pasado en los últimos meses, y el estrés de pensar lo que le aguardaba aún. Se sentía abombado, y era cuestión de tiempo para que explotase; ya fuese en llanto, en ira, o en todo al mismo tiempo. Solo esperaba que eso tuviese lugar en la oscuridad de su soledad, y no con Mikey, y menos aún con sus hermanas.

Cuando llegaron, se pararon frente a la puerta; Mitsuya no deseaba abrirla sabiendo las horas de suplicio que le aguardaban, y Mikey tenía una flojera palpable. Se miraron el uno al otro a la expectativa.

Finalmente, Mitsuya suspiró y desvió la mirada para abrir la puerta. Una vez que lo hizo, sucedió lo esperado: sus hermanas fueron corriendo a recibirle.

Entraron, dejaron sus zapatos, y caminaron en un silencio tajante hasta la cocina. Ni siquiera Mana y Luna hablaban al percatarse del rostro de su hermano con facciones tan ajadas y ásperas. Estaba teniendo un mal día; quizás un mal mes. Fue por ello que, así como lo recibieron, lo evitaron y se encerraron a jugar en su habitación.

En el mismo silencio y con movimientos toscos, organizaba la cocina para acabar aquello lo más rápido posible. Sacaba fuentes de aquí y allá y tomaba y acomodaba las cosas que Mikey había comprado en el camino.

Y mientras tanto, Mikey se aburría. Se aburría mucho, muchísimo. Con solo mirarle trabajar se aburría más, y la idea de brindarle ayuda con las labores no era algo que cruzase su mente. A su vez, con la cara que se llevaba Mitsuya, era muy posible que le rechazase.

Por ende, lo único que se le ocurrió fue romper el hielo y cruzar el silencio.

—Así que... saliste con Taiju.

Soltó Mikey con el propósito de tajar la incomodidad que se había sembrado entre ambos desde que comenzó aquel circo. Mitsuya permaneció estático, incapaz de continuar con sus labores, y aún más incapaz de responder a un tema que ya había sido hablado y rememorado cien veces, y que ya le tenía bastante harto. Suspiró y le respondió con una voz apaciguada y pacífica sin voltearse.

—Así es, Mikey, mas no deseo hablar de ello.

—¿Por qué no?

—Porque no.

—¿Es porque te duele?

—No se trata de que duela o no, sino de que estoy hastiado de que mi intimidad esté yendo de boca en boca —le contestó, gélido. Su mirada, clavada en la pared, inexpresiva. Aquel había sido la gota que rebalsó el vaso—. Ha sido suficiente con la maravillosa exposición que has hecho en la iglesia al llevar a cada miembro a ver aquel conflicto y humillarme tanto a mí como a Hakkai.

—No ha sido para tanto.

—Pues no —coincidió—. Qué ha de importarte a ti, si ningún amigo te está despreciando sin fundamentos, ni te tachan de hijo de puta por lo que haces de tu puta vida o lo que no. Es fácil para ti desperdigar la privacidad de los demás, cuando ninguno de tus amigos anda revelando que eres un omega.

El rostro de Mikey distorsionó el gesto desinteresado que cargaba para mostrar su sorpresa.

—¿Cómo lo sabes?

—No es muy complicado de notar —le aseguró, negando con la cabeza. Sus ojos se abrían grandes.

—Me pregunto quién te lo habrá dicho —murmuró pensativo.

—¿Tampoco me crees en eso? Vaya —le escupió. Inhaló y exhaló con violencia, sintiéndose agitado—. No lo sé, Mikey —le dijo—. Sé que ya no somos cercanos como antes, pero no me esperaba esto de ti.

—¿Que no te esperabas esto de mí, dices? —le cuestionó con la misma frialdad despectiva—. ¿Qué no esperabas, que tomase partido por Hakkai y no por ti?

Mitsuya se volteó entonces hacia él, aún más dolido que antes. Sus facciones declaraban una indignación sin par.

—No es eso lo que me importa, Mikey —le respondió—. Jamás esperé ni conté con el apoyo de nadie. No me interesa ni necesito que alguien tome partido por mí. Lo que me importa es que hayas llevado a medio Shibuya a mirar aquello —le explicó—. Si solo le hubieses avisado a Hakkai de la situación, aunque no te correspondiese ni un poco, habrías obrado medianamente bien. Quizás, hasta podías haberlo acompañado tú, en tu magnánima consideración.

—Teníamos que ir por si las cosas se ponían feas.

—No te lo crees ni tú —bramó, inundado en decepción—. Y si de verdad hubieses pensado en Hakkai como dices, no lo habrías utilizado como tu entretenimiento. Ni siquiera sabías de mis intenciones, y aún así te metiste, y para colmo dejaste que Hakkai montara aquello en frente de todo el mundo. ¿Y si yo hubiese ido con malas intenciones? Si hubiese ido a ver a Taiju para volver con él, ¿qué habrías hecho? ¿Habrías permitido y propiciado el hecho de que todo el mundo viese el llanto de Hakkai? —le cuestionó—. Puedes odiarme sin razón alguna si eso te satisface a ti o a tu omega, Mikey, pero lo que le has hecho a Hakkai ha sido una actitud muy ingrata de tu parte.

La voz de Mitsuya expresaba su decepción absoluta y su hastío. El aroma de sus feromonas era agobiante.

—Mira al burro hablando de orejas.

—Yo no le he dañado adrede —le tajó—, y mis acciones fueron guiadas por amor, no por maldad y un resentimiento injustificado. No es lo mismo.

—Yo actúo por el amor que le tengo a Kenchin.

—Por supuesto, porque qué feliz debe hacer a Draken que seas tan egoísta y caprichoso —le siseó—. Era la clave para conquistarle.

La cara de Mikey ante aquellas palabras sí fluctuó. Inclinó hacia abajo la cabeza con ligereza, mas aún manteniendo su mirada clavada en él. Sus labios se torcieron con desazón.

—Imagínate cometer un error y que todo el mundo te cuestione al respecto —le vomitó Mitsuya de una vez, evitando toda posibilidad de que Mikey le respondiese algo que desatase su descontento aún más. Apoyó sus manos en la mesa y sintió el temblor de sus brazos. Su voz se agudizó ligeramente, adoptando matices lastimeros—. Yo estoy dispuesto a recibir todo el odio que Hakkai necesite liberar, incluso a respetar el tiempo que él necesite para acercarse a mí nuevamente —suspiró. Acto seguido, levantó la mirada hacia él con más frialdad que antes, caldeada con dolor—. Pero tú no tienes vela en este entierro, Mikey. Yo a ti no te debo nada, y mucho menos merezco que te metas en mi vida privada. Yo a ti no te cuestiono tus actitudes de mierda y tus caprichos, porque sé que no me incumben. Jamás destapé tu más burda mentira, porque no me incumbe. Jamás te fallé, jamás te traicioné. Jamás me metí en tu conflicto con Kazutora. Jamás me metí en tus peleas con Draken que disociaban a toda la pandilla, ni siquiera sabiendo que él tenía la razón absoluta. Sin embargo, tú sí.

—Somos diferentes, Mitsuya —le respondió, encogiéndose de hombros—. Hakkai es mi compadre.

—Ahora eres tan buen amigo —ironizó—. Cuando Pah o Baji golpeaban brutalmente a Takemichi frente a ti, tú no movías un dedo. Cuando te enteraste de la situación familiar de Hakkai, siendo el jefe, no moviste un dedo. Cuando Peyan traicionó a Draken de mala fe y lo entregó como una bolsa de carne a los enemigos, le perdonaste, y ni siquiera fuiste capaz de decirle que había sido un idiota. ¡Oh, pero ahora eres el amigo del año, y ahora es momento de preocuparte por Hakkai! Qué interesante, y qué casualidad.

—Te sorprendería lo buen amigo que soy.

Mikey no atendía a razones ni a sarcasmos. Repetía y repetía y atacaba sin importarle un rábano lo que Mitsuya objetase, ni mucho menos si había verdades en sus palabras.

—Tienes razón —asintió—. De hecho, me sorprende muchísimo, porque si no me lo decías no lo notaba.

Mikey era severamente inmune a los sarcasmos e ironías, por lo que se limitó a fruncir el labio como si le dijese no suscitas mi interés en absoluto.

—Que Hakkai esté dolido conmigo y decida alejarse de mí es más que comprensible —le reclamó Mitsuya una vez más, destartalado ante aquella indiferencia insoportable—. Que tú estés decepcionado de mí es comprensible. Que te metas en mi vida, me sabotees, desconfíes de mí, cuestiones y me critiques por mis decisiones, y que reveles mi intimidad, no te corresponde en lo más mínimo.

Mikey suspiró, dándole la derecha por vez primera y a regañadientes. No le interesaban los mil y un reclamos de Mitsuya, debido a que estaba encerradísimo en su propio pensamiento encaprichado, incapaz de ver más allá de su imagen de Mitsuya distorsionada por sus celos. Sin embargo, la persistencia ajena estaba comenzando a calar en su cabeza dura.

Mitsuya aprovechó aquel afloje por parte de Mikey y se serenó ligeramente antes de continuar.

—Has obrado muy mal, Mikey, y yo también, pero tú no tuviste ninguna buena intención con ninguno de los dos. Ni con él ni conmigo. No uses a Hakkai para tapar tu mezquindad.

A Mikey no le gustó la última palabra, mas clavó sus ojos en él y le interpeló.

—¿Qué querías que hiciera?

—No lo sé, ¿esperar antes de actuar? O no lo sé, ¿analizar la situación antes de ir a contárselo a Hakkai? O tal vez, ¿confiar en mí? No, eso es mucho pedir.

Mikey elevó una ceja ante la nueva explosión ajena. Mitsuya supo leer entre líneas y supo que era momento de calmarse. Suspiró profundamente y se recostó contra la mesada, chocando su cadera antes de refregarse los ojos con violencia. Al abrirlos y mirar a Mikey, su mirada denotaba su cansancio, sus ganas de cesar todo aquello, sus arrepentimientos que iban más allá de Hakkai y que le pesaban.

—¿Sabes qué? —le preguntó retóricamente, cerrando los ojos e inspirando con lentitud—. Lo siento, Mikey. Yo te aprecio mucho, y no quiero perder a otro amigo por esta misma situación. Lo único que pretendo de ti, tanto como de los demás, es que se deje de hablar de tema. Porque estoy harto.

Aquello pareció alivianar la actitud de Mikey, levantando su cabeza nuevamente y aflojando sus facciones, desarmando aquella máscara dañina e indiferente. Ladeó la cabeza..

—¿Harto de qué? —le cuestionó, mas en su voz no se encontraba reclamo alguno. Era una búsqueda de comprensión de su parte.

—Harto de que me juzguen por algo que hice en el pasado y que hice todo por remediar —contestó—. Y que, en cierta forma, nunca terminó de tener el título de incorrecto.

—¿Estás diciendo que no te arrepientes de ello?

—Yo no me arrepiento de haber querido a alguien de una manera sana y haber recibido reciprocidad de la misma forma —le respondió, bajando la mirada—. Quizás me arrepienta de que de todas las personas haya sido Taiju, pero si no hubiese sido él, no habría sucedido, al menos no en esta etapa de mi vida. Por lo tanto, no puedo arrepentirme de una situación que me brindó felicidad. Incluso si eso lastima a alguien más.

—Entonces, si no te arrepientes incluso a pesar de ello, ¿por qué te martirizas como si te deshicieses en arrepentimientos?

—No lo hice con la intención de dañar a nadie —dijo con la mano en el corazón y el alma en la boca. Bajó su mirada una vez más, quizás por décima vez en todo aquel rato—. Si pudiera evitar que aquello doliera, lo evitaría sin dudarlo. Pero no puedo retirar lo que he hecho, ni puedo arrepentirme al no haber sido un acto de dolo, porque eso es parte de lo que me ha convertido en lo que soy hoy.

Porque Mitsuya era una persona que no odiaba su pasado; había aprendido a lidiar solo con cada uno de sus problemas y había aprendido a no tener un resentimiento hacia lo que se cruzaba en su camino. De la misma manera, no era una persona que estigmatizase a otra por su pasado, y menos aún si tenía en consideración las circunstancias del mismo.

—Me arrepiento de haber herido a alguien en el camino, a alguien tan importante para mí —continuó Mitsuya—, pero no me arrepiento de haber querido, incluso aunque ahora esté pasando un maldito infierno por ello. Querer a alguien nunca es un error, y tuve que aprenderlo también; lo que pase en consecuencia, quizás es algo de lo cuál uno podría arrepentirse, pero ¿de querer y dar lo mejor de ti? Nunca.

Aquella respuesta provocó que Mikey, por primera vez, ladeara la cabeza en comprensión y se apaciguara del todo. Era de ese tipo de personas que prefería oír sobre la fogosidad y la sinceridad de un afecto honesto, antes que oír lamentos y remordimientos. Porque por primera vez, pudo coincidir en algo con Mitsuya, en algo importantísimo que logró que conectara con él y que, por medio segundo, comprendiese parte de su dolor, aunque fuese una pizca del mismo, e incluso aunque mantuviese su postura por Hakkai. Mikey adoraba a Draken, y nunca jamás se arrepentiría de quererle, por la efervescencia de los sentimientos que causaba en su frío corazón. Y no solo se limitaba a él, sino a sus amigos, a su hermana. Sin importar adónde le llevase la vida, su corazón siempre permanecería con sus seres amados.

Porque uno siempre vuelve a los viejos lugares en donde amó la vida.

-•-•-•-•-•-•-•
Jeje.

He estado toda la semana fuera de casa y he borrado la memoria de mi teléfono, así que me he dejado los separadores de la novela en mi PC. El primero lo había puesto antes de venir.

Estuve ocupadísima con una situación bastante singular que no me ha dejado tiempo de nada, pero aki andamos. De hecho, sigo en ello, pero al menos me he liberado un poco.

Ajsjajwja, recuerdo que esa última frase la vi en un mural cuando tenía dieciséis años y me largué a llorar como bebé en ese preciso momento, porque me dio esperanza en un momento crucial y nefasto. Es hermosa.

Les mando mucho amor, y espero que anden bien. Tomen awa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro