16. Eso es un perejil, Baji-san
So caught up in you
That I never wanna get myself free
—Muy bien, cariño —adulzó Koko una vez que el espectáculo terminó y cada pareja se encerró sobre sí en el momento en el que Mikey indicó que era hora de volver. Le acarició el cabello a Inupi y ahuecó la palma de su mano en su mejilla—. Tengo otra apuesta para proponerte.
—No pienso volver a apostar contigo —decretó—. ¡Y no intentes seducirme para ello!
Koko rio con sutileza.
—No lo pretendía —le aseguró, propinándole un par de caricias más—. Sin embargo, en este momento, no hay ni una pizca de mentira en mis palabras si te digo que no tengo ni la menor idea del resultado. Es apostar por apostar.
A Inupi le maravillaba la mirada vivaz e intrépida de Koko. Su tacto le mecía el alma, y sus caricias eran agradecidas por su torpe corazón, que tanto deseaba reconocer su aprecio y regodearse bajo el afecto de Kokonoi.
Koko, a ojos de Inupi, era toda una aventura. Era impredecible, burlón, hiriente, manipulador, vendepatrias y jamás plasmaba sus auténticos sentimientos en palabras, ni siquiera en miradas; era como si al observar sus ojos no se pudiese conseguir nada de ellos, como si no hubiese calvario ni paraíso en su alma. Pese a llevar más de un año en pareja, nunca le decía a Inui que le quería, ni solía ser asiduo con sus caricias. Se respaldaba en el sexo y la lascivia y nada más, y su compañía incondicional era la única prueba de que le quería, aunque fuese un poco. Y pese a todo ello, allí seguía Seishu, tan enamorado de él como años atrás, siendo plenamente consciente de esa sarta de defectos y viéndose asimismo incapaz de percibirlas como fallas. Para él, eran particularidades.
Porque así como Hakkai recogía las migajas de Mitsuya, Inui recogía las de Kokonoi. Lo poco que recibía de él, lo tomaba y lo veneraba. La única diferencia entre él y Hakkai, era que Inui estaba en una relación estable y en consecuencia, tenía sexo. Era por ello que había rogado que Koko perdiese la apuesta que habían hecho, porque detestaba la idea de verse reflejado en Hakkai.
Si cabe la remota posibilidad de que Mitsuya aún ame a Taiju, ¿qué puedo esperar yo de Koko?
Y la única diferencia magna que había entre Mitsuya y Koko al respecto radicaba en que Taiju era un hijo de puta y estaba vivo. Y por supuesto, consecuentemente, que Mitsuya había vivido y tenido lo que Koko jamás pudo tener, siendo esto último el sabor de un amor pasional y correspondido. Sin embargo, al final del día, ambos habían tenido que soltarlos de alguna manera u otra.
Si Koko le quería a él, la verdad era que no lo sabía. Si Inui le tomaba de la mano, Koko se dejaba tomar, mas nunca nacía de él. Si Inui juntaba valor para decirle que le quería, Koko evadía la confesión con un manotazo juguetón o un "ah, ¡que te pones cursi, Inupi!", y este último se resignaba a bajar la cabeza mientras sus hombros simulaban la secuencia de una risa. Porque pretendía cualquier cosa, menos presionar a su pareja; le comprendía más que nadie, le admiraba, le adoraba, le divertía estar a su lado, como había sido toda la vida. Conocía a Kokonoi en demasía, y sabía que expresarse y sincerarse no eran de su agrado, y por ello mismo no era partidario de ponerle contra las cuerdas. Se tragaba sus cavilaciones aunque le raspasen la garganta. Había veces en las que deseaba fervientemente que fuesen una pareja de alfa y omega, o mínimamente dos alfas, para que pudiesen tener una conexión más profunda que le permitiese conocer lo que ocultaba Koko dentro de sí con tanto recelo. O mínimamente, que pudiese sentir sus emociones en sus feromonas y pudiese acercarse más a él de alguna manera.
—Eso es impropio de ti —le respondió, ensimismado. No obstante, frío.
—La vida sería sumamente aburrida si solo fuese cálculo e instinto —sonrió, enteramente ajeno a los pensamientos que azotaban la mente de su compañero—. Sin embargo, pese a no saber el resultado, me juego la baraja entera.
—De acuerdo —asintió, dejando que sus ojos se perdiesen en el cielo nocturno mientras ponderaba las opciones. Sonrió y cerró los ojos para dejarse envolver por la sensación de aquel tacto que infrecuentemente se presentaba—. Seré idiota y te creeré. No obstante, asegúrame que no meterás cuchara en el asunto.
—¡Ah! Puedo prometer cualquier cosa menos eso.
—¿Y, Chifuyu? —le preguntó Baji—. ¿Estás satisfecho con las parejas de la medianoche?
—Sí, bueno —analizó distraído—. Estuvimos juntos tú y yo.
—¿Eso es todo? —le consultó, atrayéndole hacia sí para besarle la mano y olisquearle la piel del cuello—. ¿Y los demás?
—Pues, sí —rumió, estremeciéndose bajo el toque ajeno y dando un respingo al sentir la nariz de Baji pegarse a su nuca. No obstante, mantuvo la compostura como pudo y continuó—. Todo ha sido perfecto, pero...
—¿Pero...?
—Me da mala espina —murmuró meditabundo.
—¿Qué cosa?
—Pues, que la pareja de medianoche de Mitsuya no fue Hakkai.
—Bueno, ¿y qué? —le preguntó—. ¿Tú esperabas que lo fuera? Le tienes demasiada fe.
—Bueno, no es como si esa fuese mi expectativa, mas me gustaría que a Hakkai las cosas le saliesen bien aunque fuese una sola vez —respondió, encogiéndose de hombros con lástima.
—¿Fue su hermano? Tampoco es como si hubiesen estado conscientes de que ya era la medianoche, o como si se hubiesen tomado de las manos ni nada de eso —dijo Baji, restándole importancia—. De cualquier forma, me parece que le estás dando demasiadas vueltas al asunto, con esta obsesión tuya.
—No lo sé —respondió, aún sumido en sus pensamientos.
— Además, se fue solito. No creo que vuelva a aparecer en esta novela que se han montado.
—Yo no estaría tan seguro, Baji-san...
Luego de medianoche y sus respectivos festejos y algarabías, retornaron al santuario como si no hubiese pasado absolutamente nada, como si jamás hubiesen abandonado aquel lugar. Mucho y Smiley desaparecieron del grupo con la excusa de que a este último le urgía clavarse unas manzanitas caramelizadas. Angry, avispado como estaba, supo que no vería a su hermano por el próximo par de días. Cuando dio un paso al frente al ver la espalda de su hermano, abocado enteramente a sabotearle la vida sexual, Hakkai le tomó de la muñeca y negó con la cabeza como quien dice déjalo ir, colega.
—¿Tú apoyas eso?
—Se ven bien juntos —se encogió de hombros—. Estuvieron toda la noche con nosotros y cumplieron con la presencia. Tampoco es para tanto que se vayan; ni que Mucho pudiese embarazar a tu hermano ni nada de eso. Déjalos.
Baji, quien justo oyó la conversación por arriba, se echó sobre ellos arrastrando a Chifuyu para realizar su magistral acotación.
—Mi hombre Hakkai tiene razón —exclamó, posando su brazo por encima de los hombros de Angry—. No porque tú no folles los demás no deben tampoco.
—Cuidado, Baji, no vaya a ser que te dé una hemorragia por morderte la lengua —se sumó Draken mientras admiraba el panorama nocturno—, bocón y caradura.
Mientras Baji inauguraba su tanda de improperios, Hakkai aprovechó la distracción para continuar la charla. Observó a Angry y le hizo un ademán para que continuase.
—No se trata precisamente de eso —respondió—. Pero es que, vamos, mi hermano ya tiene diecisiete años. ¡Ya tenemos diecisiete años! No es un quinceañero que está saliendo con su primer noviecito y que necesita meterse mano cada media hora.
Hakkai le observó con detenimiento.
—Me ofende, pero lo tomaré.
—¡Lo siento!
Hakkai esbozó una sonrisa y ahogó una risilla.
—No hay problema.
—Además, siguiendo el mismo hilo, eso es algo que no me gusta —continuó Angry—. Mi hermano no tiene por qué relacionarse de esa manera con alguien tan mayor. Mucho tiene diecinueve y hasta vive solo.
—Pero ustedes dos ya cumplirán dieciocho en unos cuatro o cinco meses, ¿no? No debería haber un problema por ese lado.
—¡Y Mucho tendrá veinte! Es un problema —exclamó.
Angry era particularmente conversador y quejica cuando se embebían en sus charlas, como si solo con él poseyese la confianza suficiente como para expresarse abiertamente.
—¡Son dos años! —alegó Hakkai, tratando fervientemente de defender a Smiley—. Y creo yo que hay más chances de que Smiley utilice a Mucho antes que Mucho a él.
Angry se detuvo en seco y se quedó mirándole, como si aquella posibilidad jamás hubiese atravesado su mente.
—Yo no sé qué pensar —murmuró al cabo de unos segundos.
—Confías en tu hermano, ¿no es así?
—Por supuesto que sí —tajó sin vacilar—, pero yo... no sé qué es lo que quiere.
—¿Se lo has preguntado?
—No —negó—. Yo nunca me meto en sus asuntos de esa manera.
—Ah, pero sí le saboteas la cita —ironizó, burlándose.
—Solo lo hago porque están manoseándose y anunciando abiertamente que irán a sacudir el polvo.
—¿Sacudir el polvo? Pero es que tienes setenta años, Angry —exclamó antes de partirse de la risa en su cara.
—¡Oye, ese no es el punto! —exclamó, frunciendo el ceño aún más. Frunció sus labios en una trompa y se cruzó de brazos.
—Ya, lo siento.
—Lo que quiero decir ese que pedo fastidiarle por ese lado, mas yo jamás he metido mis narices en sus asuntos sentimentales —le explicó—. Sé lo que mi hermano hace, pero no sé qué es lo que siente.
—Yo creo que él tampoco lo sabe —alegó, bajando la mirada—. Bueno, quiero decir, ¡no lo conozco, sabes! Pero me da la impresión de que es así.
—No lo sé —se lamentó—. Y el hecho de no saberlo y ni siquiera tener un indicio de ello me inquieta más. Si ni siquiera él sabe lo que quiere, saldrá herido.
—Y Mucho también, lo sabes, ¿no?
—¡Bah! No es de mi interés —bufó, cruzándose de brazos—. Que cuide a mi hermano. Le patearía el trasero a pesar de que detesto la violencia.
—No le ganarías a Mucho bajo ningún punto de vista. Es una mole.
—Ah, ¿quieres apostar?
La seguridad en las palabras de Angry le crispó los nervios, provocando que negase lentamente.
—No, por las dudas no.
Una vez que Baji finalizó su envalentonado discurso de vulgaridades hacia Draken, se acordó de que aún sostenía a Chifuyu de la mano y que lo estaba arrastrando de lado a lado. Cuando se volteó a verle, este solo le sonrió con dulzura. No obstante, en su mirada había un minúsculo regaño: quédate quieto un rato.
Baji le devolvió la sonrisa y apretó el agarre. Miró sobre su hombro para analizar el ambiente, y decidió que era prudente y aceptable tener su momento de privacidad, al menos por un breve lapso de tiempo en el que fuesen a notar su ausencia; al final del día, la reunión no era año nuevo, y no estaba dispuesta para que todos anduviesen ligando aunque así fuese en su mayoría. Por lo tanto, tiró de Chifuyu una vez más y echaron a andar, admirando los pequeños puestos que se habían montado alrededor del santuario.
Comenzaron a brotar nimiedades de sus labios y una ligera timidez se adueñó del ambiente, como si repentinamente los años de amistad y la confianza absoluta se hubiesen esfumado en la fugacidad de la noche y hubiesen propiciado el momento, por primera vez, para una pareja que estaba teniendo sus primeros momentos de una incipiente intimidad. Se trataba de esa intimidad matizada con vergüenzas y una ternura irrepetible, de aquellas que se perdían con el tiempo en compañía y que caracterizaban los primeros momentos de una relación, tan bellos como limitados.
Era, quizás, por eso que Baji disfrutaba tanto, en parte, el salir con gente nueva semana a semana, debido a que adoraba esa intensidad propia de la excitación de las primeras veces. Aunque su corazón siempre estuvo lejos de esos encuentros y palpitando por alguien más, le era una fascinación de lo más entretenido. Era asimismo uno de sus temores al momento de comenzar a salir con Chifuyu, el conocimiento de que en algún momento llegaría el punto de culminación de aquellos arrebatos de timidez y cohibición que le emocionaban de sobremanera; porque era inevitable, así sucedía en las relaciones. No obstante, a su vez sabía que pese a perder aquellas sensaciones emocionantes, obtendría mucho más a cambio, porque crecerían el uno junto al otro, y aquello le valía inmensamente más.
Chifuyu, por su parte, se descuartizaba de los nervios. Así como Baji adoraba sentir aquellas expresiones puras de dulzura y pieles novedosas, para Chifuyu aquello era lo primero de lo primero. Él jamás había vivido lo que su pareja vivió, por lo que más que disfrutar el momento de un romance de quinceañeros en un manga, deseaba dejar aquella etapa de la relación lo antes posible. Quería dominar la capacidad de sentir el aliento de Baji en la nuca sin ponerse a chillar, quería que sus manos dejasen de sudar durante sus agarres como en aquel preciso instante, anhelaba atreverse a besar a Baji y hundir sus manos bajo el cuello de sus camisas u osar a tomarle del nudo de la corbata en algún momento desprevenido, mas sentía que para aquello le faltaban kilómetros por recorrer. Y eso mismo le irritaba.
Entre risas cómplices y apretones de mano de descarga, se detenían cada tanto para observar el panorama o simplemente largar un "¿recuerdas esa vez en que...?" donde, entre remembranzas, salía a flote aquello que se escondía entre los sonrojos intermitentes y las miraditas, y era el hecho de que había una amistad maravillosa detrás de todo aquello, una plagada de recuerdos, anécdotas y anhelos que se cimentaban aquella noche.
—¡Oh, pero mira lo que pende aquí! —exclamó Baji, aproximándose a un puesto de verduras—. ¿Es esto, acaso, un muérdago? Me veo obligado a besarte, Chifuyu...
—Eso es un perejil, Baji-san.
—¿Y esto?
—Eso es albahaca.
—Oh, bueno, si hubiese sido muérdago, te habría besado —largó con impunidad.
—Oh, pero no, no, es albahaca —aseguró con un asentimiento frenético enfatizando sus palabras.
Ante ello, Baji se rio con ganas y se rindió. Abrazó a Chifuyu y charlaron un rato más hasta que la marea que llevaba a sus amigos les alcanzaron. Baji, en aquel momento, soltó a su pareja para sumarse a bromear con ellos. Ganas de fastidiar a Hakkai y a Angry le sobraban, por lo que eligió aquel par para colarse a la conversación. Chifuyu, por su parte, se desapareció con Mikey al ver hacia dónde se dirigía.
Una vez que Baji socializó lo suficiente, comenzó a buscar a su pareja una vez más. No obstante, se sorprendió de sobremanera al no encontrarle entre la multitud. Ni a él ni a Takemichi.
Comenzó a caminar, empujando a los niños pequeños en su camino y pidiéndole permiso a las señoras. Fue moviendo sus ojos de lado a lado, tratando de imaginar dónde podría estar Chifuyu. Dio unas vueltas más hasta que, lejos de dónde estaban los demás, logró sentir muy sutilmente las feromonas de Mikey; porque a diferencia de los demás y similar a Draken, una vez que sintió el aroma del celo de Mikey, jamás lo olvidó, y había comenzado a sentirlo con frecuencia y de manera involuntaria, por más débil que fuese. Una vez que siguió el olor, encontró lo que buscaba en un puesto.
Sin embargo, la imagen frente a sus ojos le fragmentó el alma en un millón de trozos.
—¿Chifuyu? —le llamó con un hilo de voz—. ¿Mikey?
Mikey se volteó hacia él por medio segundo y le ignoró para seguir con lo suyo. Baji se indignó aún más, y de dos largos pasos llegó a ellos y tomó a Mikey y lo separó de Chifuyu y Takemichi.
—¡Cómo pudiste, Mikey! —exclamó, zarandeándolo de lado a lado y otorgándole miradas enfurecidas esporádicas a Takemichi, quien se encontraba arrodillado entre Chifuyu y Mikey—. ¿Qué pasó con lo nuestro?
—Baji, escúchame...
—¡Tú escúchame a mí! —rabió—. En cada festival juegas conmigo a cazar pececillos. ¡Cómo pudiste jugar con este llorón primero! Yo soy tu mejor amigo, ¡yo!
Takemichi suspiró con la red en la mano y se paró junto a Chifuyu, precisamente junto al estanque en el que estaban jugando. No obstante, al recibir las dagas de los ojos de Baji, dio un paso para mantener una sana y prudente distancia de Chifuyu.
—Oye, Baji, solo estábamos jugando, y tú te perdiste entre la gente...
—¿Así se siente la verdadera traición? —dramatizó, posando el dorso de su mano en su frente—. ¡Ni Kazutora se atrevió a tanto!
Mikey elevó la ceja como si aquello fuese lo más insultante con lo que pudiesen agredirle.
—Estoy seguro de que te duermes y te roba el novio, así que cállate. Se atrevería a mucho más.
—Estoy justo aquí —suspiró Chifuyu, defendiendo su persona mientras frotaba su frente.
—¡Sí, ahí estás tú, Chifuyu, alentando a Takemichi! —exclamó Baji, volteándose hacia él—. ¡Mínimo, alienta por Mikey! Esto duele, hombre.
Mikey tomó ventaja de que Baji desvió su atención de él para escabullirse en busca de Draken. Cuando Baji se percatase de su ausencia y de lo poco que le importaban sus reclamos, se emperraría con él, mas ese problema le esperaba al Mikey del día siguiente.
Cuando arribó al grupo principal y ojeó a cada persona, apretó la mandíbula al notar a Draken, alejado del grupo por unos pasos, conversando con Mitsuya. En el momento en el que sus ojos se clavaron en Draken cual púas, este desvió la mirada de Mitsuya para reconocer a Mikey a la distancia, y Mitsuya asimismo giró la cabeza para verle. En el momento en el que ambos omegas cruzaron miradas, Mitsuya le transmitió su decepción y una frialdad que jamás creyó que le dedicaría a su amigo de tantos años. Acto seguido, bajó la mirada y se dirigió a Draken para decirle un par de cosas más antes de levantarse e irse para no tener que cruzarse con Mikey.
Mikey aguardó en suma quietud hasta que Mitsuya se fuera, inmutado ante la mirada que había recibido. Ambos estaban decepcionados el uno del otro.
Caminó bajo la atenta mirada de Draken hasta que llegó a su lado.
—Así que hablaste con la estrella de la noche —le soltó al llegar.
—Estrella gracias a ti.
—¿Puedo curiosear de qué han hablado? —indagó.
—De cómo se siente —contestó, calmo.
—¿Cómo se siente?
—Deberías saberlo tú, que te metiste en el asunto jurando que sabías sus intenciones y sus sentimientos.
—Ah, diablos, esta noche estás más regañón de lo normal —aligeró el ambiente echándose hacia atrás—. ¿Puedes limitarte a decirme que me veo bien? Al menos por hoy.
—Te ves excelente —asintió—, pero seguiré regañándote cuando lo crea correcto, porque sé lo orgulloso que eres y te conozco mejor que nadie. Sé lo maravilloso que puedes ser, y quiero que lo seas. Tú amas a tus amigos, Mikey; lo que estás haciendo ahora no es propio de ti.
Mikey le observó con detenimiento y suspiró. Sus celos por Mitsuya habían albergado un resentimiento dentro de sí que le había alejado de él, al punto de llevarle en su contra y buscar perjudicarle. Por más que había charlado con Draken al respecto, sus inseguridades con respecto a Mitsuya nunca le abandonaban; definitivamente seguía intimidándole. Si a ello le sumaba el asunto con Hakkai, su opinión de Mitsuya y su relación con él decaían aún más.
—Tienes razón —le dijo—, pero no hay algo que pueda hacer al respecto en este momento.
—Comprendo —le respondió con dulzura.
Permanecieron en silencio el uno junto al otro, mirando el cielo. La mirada de Mikey se perdía en las estrellas como si buscase refrescarse y alejar aquellos pensamientos nefastos, meditando las palabras que le habían sido dichas. La manera en la que Draken le contenía y le comprendía incluso en sus más caprichosas emociones le fascinaba.
Bajó la mirada del cielo para enfocarse en él, disfrutando de ver su rostro de perfil, acariciando aquel tatuaje con la mirada. Sintió la manera en que los latidos violentos de la vitalidad absoluta le atacaban cuando le veía de esa manera, y procedió a acelerarlos al bajar aún más su mirada hacia la mano de Draken que colgaba a su lado. Se mordisqueó los labios con nerviosismo y desplazó su mano con una lentitud mortífera. Cuando su mano rozó el dorso de la de Draken, ambos se sobresaltaron. En aquel momento, Mikey acabó por envolver la mano ajena con la suya, deslizando su muñeca para que se chocase contra la otra y sus dedos pudiesen acariciar los de Draken y entrelazarse sutilmente, sin llegar a un agarre férreo; simplemente un toque, una pretensión.
Draken inhaló y exhaló con lentitud y bajó la mirada del cielo para meterla en el tumulto de gente frente a él, mas incapaz de mirar a Mikey. Sintiendo su corazón desesperarse, correspondió al agarre aflojando la postura de su mano.
—No te comprendo, Kenchin —le soltó—. Por momentos eres la liebre, y por otros eres la tortuga.
—¿Por qué lo dices?
—Cuando quieres besarme descaradamente, lo haces —le dijo—, y cuando te tomo la mano, saltas como si agua hirviendo rozase tu piel —aunque su reacción fue similar.
—Normalmente, prefiero que las cosas tomen su cauce natural y que pasen cuando deban pasar —le explicó—. Sin embargo, contigo eso es en todo momento. Tú me pones contra las cuerdas para que sucedan cuando tú las quieres. No estoy diciendo que me fuerces a nada, pero me provocas a que te busque.
—¿Entonces?
—Entonces, me dejo llevar por la situación y manejar por ti, y cuando recupero la noción de mis valores, ya estoy sometiéndome a situaciones descaradas —se defendió.
—Me parece maravilloso ese contraste tuyo —le sonrió levemente.
—¿Te gusta que sea fácil, dices?
—Me gusta esa dicotomía que te caracteriza —le contestó—. Esa manera arrebatada en la que desordeno tus conceptos.
—A ti porque te gusta el caos —alegó. Al pronunciar aquellas palabras, recordó las de Mitsuya—. Eres un alborotador.
—¿Alborotador? —repitió con dejes de desdén. Definitivamente, no era el adjetivo que esperaba aquella noche—. ¿Qué soy, un maldito infante?
—Bueno, sí.
—Eso no habla bien de ti, lo sabes, ¿verdad?
—Yo no te he puesto ni una mano encima, así que la ley me avala —le dijo, dibujando el nacimiento de una sonrisa en su boca—. Además, biológicamente no lo eres. Si lo fueras, no serías un omega con más deseos de aparearse que de respirar.
—En eso debo coincidir —asintió. No valía la pena negarlo.
En ese momento, ambos rieron. Mikey se acercó más a él y se atrevió, en confianza, a apretar el agarre. La manera en que su mirada anhelante e implorante excavó un pozo en el rostro de Draken, provocó que este sintiese su corazón explotar en su pecho. Lo tenía ahí, enamorado y devoto sin esperanza alguna, y se sentía el ser más bendecido del universo.
Sin embargo, aquella noche había elegido el camino de la tortuga, porque pese a todo, seguía siendo un hombre cuya prioridad era la privacidad en la intimidad. Al menos, en la gran mayoría de las ocasiones.
—Y tú... habías ido a jugar con Takemichi, ¿no?
Mikey asintió con la cabeza en respuesta.
—¿Quién ganó?
—Ninguno —le dijo—. Baji interrumpió a los gritos y los pececillos huyeron despavoridos.
—¿Baji?
—Sí —respondió—. Tal parece que no soy el único celoso insoportable aquí.
—¿Y cómo has escapado de eso?
—Debe estar ahogando a Takemitchy en el estanque, así que aproveché el barullo —confesó con indiferencia—. Y Chifuyu debe estar trepado a su espalda, rogándole que le suelte.
—¿No deberíamos ir a ayudarle?
—¿A Baji? Estoy seguro de que puede solo.
—A Takemichi, Mikey...
—Oh, no, estoy seguro de que puede solo también —le restó importancia revoleando su mano libre—. Esta noche quedémonos los dos, y los dos solos.
Draken le sonrió y sintió los vellos de su piel erizarse ante la oleada de emociones que le asaltaron cuando entrelazó sus dedos con los de Mikey.
Estoy #preocupada. Antes, hasta hace un mes atrás, yo era como "ah, sí, los Haitanis"; ahora estoy como "Rindou arruiNAME LA VIDA". I used to be like "mmmm HAITANIS" as a joke, but bro, I don't think it's a joke anymore.
Ran pegándole a Sanzu hizo que me olvidara de todo lo malo que está pasando en el manga. 10/10. Mejor fanservice del que habría esperado.
#Enfin, vi que mucha gente me pide capítulos del Kokoinu. Si les escribo lo que verdaderamente pienso del Kokoinu, lloramos en grupo porque es el que más me entristece, incluso mucho más que el Bajifuyu, pero voy a intentar no irme de plano(?)
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