12. Mikey igual asaltaría tu heladera
Warning: todo bien si quieren odiar a Mitsuya, pero si bardean a Baji por su derecho pleno al libre albedrío, prepárense para irse a los guantazos conmigo, porque con mi hijo no 🤺🤺🤺🤺
I'd like for you
And I to go romancing
Say the word, your wish is my command
Baji se despidió de Draken y volvió a su casa escondiendo las bolsas. Correteó entre los pasillos y arribó a su departamento, golpeando todo en el camino con las bolsas y echándose atolondradamente sobre la puerta como si fuese un ariete. Maldijo mientras manoteaba las llaves en su bolsillo, y maldijo aún más al no conseguir separar la llave que necesitaba de los doscientos llaveros que tenía. Cuando consiguió meter la llave para abrir la puerta, su madre le abrió desde adentro, con un rostro de esos que gritaban "qué demonios te sucede".
Le saludó con una sonrisa bañada en inocencia como si no llevase consigo unas bolsas que expusiesen su dinero de meses ahorrando gastado de sopetón. Acto seguido, huyó a trote hasta su habitación y se encerró a meditar. Colgó su ropa nueva a un lado de su cama para que no se arrugase y, de paso, para que le motivase. Acomodó el manga sobre su escritorio y lo observó analítico.
Pensó en si debía escribirle alguna dedicatoria, mas desistió ante la idea al recordar que la escritura no era lo suyo; además, sabía lo intenso que podía ser Chifuyu con sus mangas, y desconocía qué reacción tendría si viese uno suyo rayado. Ni podía pensar qué sucedería si tuviese alguno doblado.
Baji agradeció, cuando estuvo frente a la puerta del departamento de Chifuyu, que fuese fin de semana, puesto que le dio tiempo a prepararse, re-prepararse, descansar y mantener la incógnita el día entero antes de hacer su aparición estelar por la noche, que era cuando Chifuyu le había invitado a celebrar con su madre. Una cena, charlas y eso sería todo.
Cuando Baji golpeó la puerta con los nudillos inundados en confianza y sintió la puerta abrirse ante él segundos luego, una sonrisa coqueta surcó su rostro. No obstante, en cuanto vio quién le había abierto la puerta, su sonrisa se esfumó.
La bruja.
Pese a que ninguno lo sabía a ciencia cierta, la madre de Chifuyu no estaba en contra de Baji; estaba en contra de que Baji saliera con su hijo.
Cuando su hijo comenzó a ser un malandro, ella lo dejó ser, aligerando el asunto con un ya se le pasará. Sin embargo, cuando apareció en la puerta de su hogar con un malandro peor que él que, para colmo, era un vecino, a ella no le gustó mucho la idea de que se relacionasen; pese a ello, no se entrometió ni cuando vio que su hijo hasta conformaba una pandilla. Ella seguía viendo en él al mismo ángel de siempre. No obstante, el mundo se le puso de cabeza cuando se percató de que ese mismo angelito suyo se había enamorado del malandro de pelo largo y ojos diabólicos que le había presentado previamente. Porque ella, como madre, no había requerido mayor esfuerzo para conocer los sentimientos que alojaba Chifuyu en su corazón, los cuáles saltaban a la vista por su brío, por aquel ser impuro. Supuso, en aquellos momentos, que haberle permitido leer tantos mangas de romance entre la inocencia y la delincuencia había sido un gravísimo error.
Y para reventar, su bronca hacia Baji cayó estrepitosamente sobre él cuando, en más de una ocasión, lo vio de pasada en el centro comercial con una dama diferente en cada oportunidad; había veces en que, por ser vecinos, se lo cruzaba con menos de dos días de diferencia, y sin embargo, ahí estaba, con una nueva señorita colgándose de su brazo. No obstante, si el hecho de que su hijo se relacionase y posteriormente se enamorase de un bandido, mujeriego con ojitos viperinos, ya era algo a lo cuál se oponía y una fuente de estrés enorme para ella, cuando se percató de las intenciones de Baji con su hijo, enloqueció hasta la estratósfera.
Porque las madres lo notaban y lo sabían. Poseía ella certeza absoluta de que la madre de ese criminal de dieciséis años debía saberlo también. Esas miraditas cómplices que rebotaban entre ellos, la manera en la que su hijo se arreglaba una y otra vez frente al espejo de un día para el otro cuando iba a ir a la escuela; la manera en la que sus fosas nasales fallecían cada vez que ese delincuente pasaba a buscar a su hijo bañado en un nauseabundo perfume. Y en aquel momento en el que lo vio parado frente a ella en la puerta, ataviado en una ropa en la que claramente se había esforzado y con una sonrisa arrogante, solo lo confirmó.
Sin embargo, ella jamás abrió la boca; al menos, no para plantearle sus dudas y su mala impresión de aquel muchacho. Si su hijo, su ángel de luz, era feliz con él, ella no podía hacer más que mirar de lejos y esperar a que se tropezase para sanarle. Incluso aunque le expresase su desagrado por él, no podría evitar que se viesen, ni mucho menos que le quisiese.
—No sabía que era temporada de delincuentes, que caes aquí todos los días.
—No sabía yo que seguíamos en Halloween, que andan las brujas sueltas.
Porque ciertamente, Baji lo había intentado. Había procurado llevarse bien con aquella mujer a la que juró que tendría como suegra en algún momento, mas ella no mostraba colaboración alguna. En un principio intentó presentarse como un muchacho ilustre y dulce, pero jamás logró engañar su ojo crítico ni una sola vez. Desde el momento en el que posó sus ojos en él, sus labios se torcieron en una mueca de desaprobación, por lo que dejó de esforzarse. Sería su suegra, le agradase o no.
Al inicio de aquel circo, Chifuyu había sufrido y le había pedido encarecidamente a ambos que pusiesen voluntad, mas sus palabras cayeron en saco roto una y otra vez. Con el tiempo, se resignó y hasta comenzó a reírse. Nunca supo si sus carcajadas eran reales o de un sufrimiento frustrado.
—Así es —le respondió—. Y como andamos sueltas, andamos conjurando y maldiciendo. Para la poción de hoy necesito un cabello de virgen, así que agradecería que te recogieses el cabello en una coleta. No vaya a ser que largues un pelo cerca de mi cacerola y se incendie mi casa al recibir todo lo opuesto.
No faltará mucho para que los cabellos de su hijo dejen de servirle también.
—Como diga, señora —le respondió con una sonrisilla astuta, colocando la liga de cabello entre sus labios y echando los brazos hacia atrás para recogerse el cabello.
La señora madre de Chifuyu no había comprendido la razón de su sonrisa con matices victoriosos, hasta que vio las expresiones deslumbradas de su hijo.
—Qué mal gusto —masculló para sí antes de irse en señal de derrota.
En el momento en el que los pasos de la madre de Chifuyu se alejaron, Baji dio un paso largo y le tomó de la cintura con un brazo y de la nuca con el otro para pegarle a él.
—Feliz cumpleaños, Chifuyu.
—Muchas gracias, Baji-san.
El asunto fue rápido y hasta cierto punto incómodo a partir de ahí. Baji entró, conversaron un rato en el sofá de banalidades, compartieron la cena en la mesa familiar, la madre de Chifuyu y Baji se arrojaron comentarios abundantes en cizaña y rápidamente se vieron liberados del compromiso social y familiar antes de poder, por fin, charlar como querían y ser ellos mismos. Las charlas sobre la escuela, las notas, las tareas y las familias no eran el tópico favorito de Baji, por lo que necesitaba exhalar con ganas. Para ello, por supuesto, salieron del departamento para hablar en el pasillo, recostados de la baranda de cemento que daba a la vereda y el estacionamiento, como tanto les gustaba hacer.
—Al fin puedo darme un respiro —se desinfló Baji a su lado—. Con esa mujer mirándome todo el tiempo me sentía un acosador. Me escudriñaba con una violencia, como si yo estuviese metiéndote mano debajo de la mesa. Quiero decir, por supuesto que es algo que yo haría, pero no hoy. Además, vamos, que la foto de tu abuela muerta está al lado de la puta mesa, Chifuyu, que no puedo.
Chifuyu estalló en carcajadas hasta que el abdomen le dolió.
—Definitivamente, es algo que harías.
Baji vio una oportunidad y la tomó. Se giró hacia él y se enderezó, acercándosele con aquella sonrisa que tuvo que tragarse cuando la madre le abrió la puerta.
—Es algo que haría —asintió—, mas es un riesgo que solo asumiría si alguien me gusta mucho.
Chifuyu se enserió de golpe y el calor que se coló en su rostro contrarrestó enteramente el frío del viento invernal. Abrió sus ojos de par en par y su corazón se aventuró en una corrida.
—Sí, supongo —respondió, desviando la mirada—. Yo...
Baji, ni lento ni perezoso, supo que era aquel el momento que tanto había anhelado desde que vio a Chifuyu una hora antes. El ambiente había sido propiciado por poco, mas él se apropiaría del mismo y lo extendería. Su corazón se alborotó con agresividad en el momento en el que decidió que ese sería el decisivo. Suspiró profundamente, se acercó y se inclinó ligeramente hacia adelante, uniendo sus manos detrás de su espalda y mirando a Chifuyu con una intensidad de aquellas que relucían por sí mismas de manera natural. Si rebosaba de una falsa confianza, las posibilidades de que saliese bien se agrandaban.
—Me gustas, Chifuyu —le soltó, con una voz que reflejaba su sonrisa forzada. Ciertamente, por primera vez en su vida, los nervios le estaban poniendo contra las cuerdas. Si no esbozaba una sonrisa, le temblaría la voz.
—Baji-san... —balbuceó con una mirada esquiva en su totalidad, moviendo su cabeza de lado a lado, como si buscase una escapatoria.
—Me... me gustas —tartamudeó, inaugurando su primer fracaso como galán. Bajó su cabeza y se enderezó, maldiciendo en voz baja. Hasta ahí llegó la rebosante confianza; esta desapareció en la oscuridad de la noche para darle lugar a la desesperación y el miedo intrínseco de una declaración de corazón.
—Eso ya... eso ya me lo has dicho —respondió, sintiendo que el aire se le escapaba de los pulmones—. Es algo muy bonito, Baji-san.
Aquella fue su escueta respuesta repleta de nervios. Sus dedos temblequeaban y sus palmas sudaban a borbotones. No le habían alcanzado los días que habían pasado en el medio para comprender lo que había sucedido ni lo que Baji le había dicho previamente. Ni siquiera había logrado finalizar el procesamiento del "te quiero" que Baji le había derramado intempestivamente.
—Es que... diablos, qué difícil —se atrevió a tomarle de la mano y bajó la mirada. Su voz, increíblemente, estaba comenzando a atorarse en su garganta y se traslucía en cada palabra—. En la puta vida me ha pasado esto. Yo jamás me tropiezo con mis propias palabras, sabes. Simplemente, abro la boca y sale una miscelánea de mentiras y encantos. Por naturaleza, quizás por instinto. Y sin embargo, mírame ahora —sonrió, aún con la mirada esquiva, y apretó su agarre—. Ahora, las palabras se niegan a aparecer. Hay tanto que quiero expresarte y supongo que es mi propio karma. Le he mentido a tantas señoritas, quizás para ligar o para preservar sus sentimientos, pero lo he hecho; y en este momento, de tantas mentiras que he largado, mi boca se rehúsa a permitirme sincerarme por una vez.
—Puedes mentirme, Baji-san. Puedes mentirme aquí y ahora, en mis narices y a consciencia —le dijo, sintiendo el rubor escalar por su rostro—. Y yo te creeré siempre.
—A ti nunca te mentiré —negó con la cabeza—. No lo hice antes y no empezaré ahora —le dijo, comenzando a realizar movimientos vacilantes—. ¿Sabes qué? Hagamos esto más fácil.
Dicho aquello, dio un paso para acercarse más y, estando a pocos centímetros de él, levantó la mirada a la par que su mano, sosteniendo la de Chifuyu para acercarla a su rostro.
Mientras le miraba con aquellos ojitos cargados de sentimientos que se habían estancado en su laringe, torció con delicadeza el brazo de Chifuyu, bajó la manga de la camisa y depositó una pequeña mordida.
—Sé que para ti, que no eres omega, esto puede resultar insulso y hasta puedes pensar que soy un bestial desconsiderado —le dijo, lamiendo la marca que había dejado y que sabía que no duraría ni siquiera un par de horas allí con lo suave que había sido al realizarla—. Pero esto significa un mundo para mí. Como un sucio alfa, esta es la única manera que tengo de transmitirte lo que deseo. Jamás clavé mis colmillos en nadie, en ningún lado. Para muchas personas, un beso es algo demasiado íntimo como para hacerlo con cualquiera, incluso durante el sexo, pero esta es la verdadera intimidad para mí.
Aprovechó la estupefacción y el sonrojo violento que caracterizaba el rostro de Chifuyu para estirarle de la muñeca y pegarle a él. Cruzó su brazo por detrás de su cuello, le abrazó sin soltarle el sitio donde le había mordido, y posó sus labios junto a la oreja de Chifuyu.
—Te quiero mucho, Chifuyu —soltó, por fin. Si no le miraba, se facilitaba; y con sentir el demasiado sutil aroma que desprendía su cuello, le alcanzaba para que sus palabras saliesen al saber que se trataba de él. El aroma que amaba, y que posiblemente nadie más percibiría—. Muchísimo. Me... me gustas —tartamudeó ligeramente. Chasqueó la lengua y siseó—. Carajo, detesto tartamudear como un imbécil. Es tan humillante. Eres el único que logra dejarme en este estado.
Chifuyu utilizó su temblorosa mano libre para deslizarla por la espalda de Baji y aferrarse a la misma. Comenzó a respirar con dificultad, y Baji no supo si estaba tratando de apaciguarse, o si estaba al borde del llanto.
—Ya me lo dijiste el otro día, y aún así no logro comprenderlo —dijo con el rostro enterrado en el hombro de Baji, en medio de sus temblores. Sus dedos se aferraron a la ropa ajena—. Hubo días en que llegué al veredicto de que aquello no había sido más que un delirio mío, o incluso un malentendido.
Ante aquella respuesta tan adorable y con el nuevo conocimiento de que sus palabras caminaban el sendero correcto, sonrió y su confianza infló su pecho.
—Ya te dije yo que eso no había sido una declaración —le respondió, apretándole más contra sí—. Esto es una declaración. Estoy enamorado de ti, Chifuyu, desde hace mucho tiempo, quizás desde antes que tú de mí.
Chifuyu rio con una dulzura inexplicable, sintiendo el par de lágrimas que peleaban arduamente por salir de sus ojos. Sin embargo, había sentimientos atascados en el medio.
¿Esperarte tanto tiempo valió la pena, Baji-san?
—Dudo totalmente eso, Baji-san —le dijo, alejando su cuello para poder verle al rostro; no obstante, su mirada bajó y se posó en la clavícula de Baji—. Yo te he querido desde el primer día.
—Te conquisté con mis habilidades de pelea, a que sí —se burló, aún sosteniéndole de la nuca con dulzura—. Me solté el cabello y te fleché. A que sí.
—No puedo negarlo —se rio con amargura—. Te he anhelado desde ese día, y no tardé más en también enamorarme de ti.
—¿Podemos afirmar, entonces, que esto es correspondido?
—Aún no lo proceso —fue su contestación dubitativa.
—Alimenta a ese hámster y procésalo más rápido, porque no pienso soltarte bajo ninguna perspectiva —le dijo—. Si eres el último postre de la heladera, haz de cuenta que ya te puse mi nombre.
—No me gusta esa analogía —le dijo, sonrojado de nueva cuenta—. Porque Mikey se comería ese postre aunque tuviese tu nombre en él.
—Mikey se comería el postre aunque estuviesen saliendo gusanos de él —alegó.
—Así es —respondió entre risas.
—No te preocupes —le dijo, profundizando su mirada en él—. Mis postres van a mi heladera.
—Mikey igual asaltaría tu heladera —razonó, torciendo los labios como muestra de sus cálculos.
—¡Por amor a Dios, Chifuyu! —clamó, soltándole el cuello para otorgarle una reprimenda desde sus ojos.
—¡Lo siento! —se disculpó entre risitas nerviosas.
Sin embargo, Baji, por primera vez, no acotó ni alegó nada. Chifuyu se distraía y, por ende, no respondía, y ello le ponía los nervios de punta. Se sentía meciéndose de la confianza a la inseguridad cada dos segundos debido a las respuestas de Chifuyu y sus evasiones. Decidió, entonces, que le dejaría que hablase cuando desease. Carraspeó y se alejó un paso, juntando sus manos frente a su abdomen.
—Sé que me has dado unos días para procesarlo de antemano, pero aún así no esperaba que sucediese hoy, y aún me cuesta asimilarlo —le respondió, esbozando una sonrisa—. Por supuesto que esto es mutuo, Baji-san. Pero...
—¿Pero?
—Pero —repitió, boqueando y suspirando. Sus ojos se entrecerraron y sus labios adoptaron una mueca triste de manera repentina, como si una oleada de incertidumbres hubiesen llegado a él—, ¿tú estás seguro de esto?
—¿Cómo no voy a estar seguro, Chifuyu? —le increpó como muestra de su impaciencia.
—Quiero decir —carraspeó, bajando la mirada—. ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? ¿Estás seguro de que te gusto lo suficiente como para que desees un compromiso? ¿Estás seguro de que te gusto lo suficiente como para dejar de lado a cientos de personas que mueren por una oportunidad contigo? ¿Estás seguro de que te alcanzará conmigo, que no soy ni la mitad de atractivo que las personas con las que has paseado de la mano? ¿Estás seguro de que te alcanzará conmigo, que no soy un omega? —le cuestionó, sintiendo la voz quebrársele con cada pregunta. Largó un suspiro tembloroso que fácilmente podía ser el hermano de un sollozo y se tapó los labios con la manga del abrigo—. ¿Estás seguro de que puedo calzar unos zapatos tan grandes que han llenado tantas personas? ¿Estás seguro de que esto no es un mero capricho, y de que mañana me querrás tanto como dices hacerlo hoy? Es mutuo, Baji-san, pero ¿hasta qué punto?
Oh, así que a eso te referías.
Los ojos de Baji se clavaron en el suelo en un silencio vacilante que enervó a Chifuyu, y formó una trompa de lamento en sus labios. Se mordió las mejillas antes de entreabrir los labios.
—Ojalá te quisieras a ti mismo tanto como te quiero yo.
Chifuyu enarcó las cejas y le observó fijamente, con los ojos reluciendo por la humedad incipiente. Curvó la comisura de sus labios hacia abajo.
—¿Qué es esa respuesta? —le espetó, perdiendo los cabales por primera vez en su vida frente a Baji—. Ojalá me quisiera tanto como te quiero a ti, al menos una mitad de ello.
—¿Quererme es algo malo, me dices? —le respondió, elevando la mirada con indignación.
—Por supuesto que lo es, ¿cómo puedes dudar de ello siquiera?
Y a Baji le dolió. Le dolió enormemente. Abrió la boca y expandió sus ojos como si no pudiese dar crédito a lo que oía. Los bordes de sus cejas tiraban hacia abajo con pena.
—Dime, Baji —continuó, fuera de sí. De tanto que guardó a lo largo de esos años, en aquel momento perdió la capacidad de tragarse sus palabras—. ¿Qué tiene de bueno enamorarse de alguien que sale con doscientas personas? ¿Qué tiene de bueno no poder invitarle a pasar el rato porque tiene una cita con alguien que no eres tú? ¿Qué tiene de bueno no querer salir con esa persona y mis amigos, por miedo a verle irse con otra persona de la discoteca y que se me rompa el corazón una vez más? —le cuestionó, sintiendo el calor de las lágrimas bajar por sus mejillas heladas. Sus ojos iban de lado a lado mientras buscaba las palabras que expresasen su pesar—. He dicho miles de veces que no me importa lo que hagas, que no me duele verte con alguien más; me convencí de ello una y otra vez. Y ¿sabes qué? Lo sigo pensando. Sigo pensando que no es nada más que tú viviendo tu vida y que no me duele. Pero ¡ah, cuando lo veo! Cuando lo veo, solo deseo llorar. Dime qué tiene de bueno eso, Baji.
Baji inhaló profundamente, abrumado por la bomba que le acababan de soltar.
—Siempre quise que me correspondieras, pero no de esta manera —le respondió alicaído—. Deseaba que sintieras lo mismo que siento yo. Yo también tuve miedos, y los sigo teniendo; miedo de que te aburrieras de mí, de que dejara de ser el centro de tu atención, de que encontrases a alguien más de quién enamorarte. Sin embargo, pese a eso, yo nunca vi algo malo en enamorarme de ti; siempre fue un sentimiento con el que estaba sumamente agradecido —le confesó, trasmitiéndole a Chifuyu cada uno de sus sentimientos a través de su mirada, tan adolorida como la suya. Se atrevió a tomarle de la mano una vez más, para que no dudase de sus palabras—. El verte y que automáticamente se me alegre el día, el estar a tu lado y que el corazón se me envalentone, el compartir la más bella de las cosas a tu lado, por más pequeña que fuese, el sentirme afortunado de oírte reír. Eso ha sido lo que yo quería que sintieses cuando me correspondieses, no dolor —sollozó por primera vez—. El amor es lo más hermoso que me has pasado, Chifuyu —envolvió la mano ajena entre las suyas antes de pegarla a su frente y cerrar los ojos—, no me lo quites, por favor.
Chifuyu arrugó su rostro ante aquello y largó las lágrimas que provocaban que le pesasen los párpados. Comenzó a llorar y a hipar como si hubiese estado esperando un permiso. Baji, al oírle, también arrugó el entrecejo y torció los labios, pero no podía llorar en aquel momento decisivo.
—He esperado un millar de días para confesarme de esta manera para tener la certeza absoluta de que era lo que quería; puedo ser impulsivo y atolondrado, pero no cuando se trata de lo que más quiero —continuó—. Puedo ser un hijo de puta con medio mundo, pero no contigo, Chifuyu. Jamás me movería contigo si no hubiesen sentimientos sinceros de mi parte, así que no dudes cuando te digo que te he elegido a ti y que me alcanza y me sobra —afirmó—. Y respecto a lo otro, lo siento. Como tantas veces charlamos sobre lo que yo hacía y hasta me aconsejabas, creí que, aunque no te gustase, no sufrías al respecto.
—Tú no hiciste nada mal, Baji-san —lloró una vez más, sorbiendo por la nariz y lustrándose los ojos con las mangas, arrepentido—. Lamento tanto haberte vomitado todo esto, donde tú no cargas culpa alguna. No quise hacerlo. Me he liberado en el peor momento, lo lamento. Lo siento, de verdad. Lamento haberte cuestionado incluso luego de que me mordieras.
—Está bien —le consoló—. Mi respuesta de hace un rato fue una mierda, pero yo... yo solo quería decir que si tú te quisieras tanto como yo a ti, podrías ver cuán maravilloso eres, maldita sea, y si lo vieras, jamás dudarías de si hay alguien mejor que tú para mí, porque sabrías que no lo hay —le dijo, uniendo sus frentes—. Vamos, Chifuyu, solucionemos esto. Sal conmigo. Sé mi noviecito, el oficial y permanente, el que le quiero presentar a mi madre y con el que quiero criar gatos.
Chifuyu sollozó con fuerza una vez más, pero por una inmerecida alegría. Asintió.
Baji sonrió con los ojos briosos por el llanto que logró evitar, y le besó la frente antes de abrazarle con fuerza.
—Sí, Baji-san, por favor.
Aquello, repentinamente y de manera anticlimática, lo puso a mil. Cuando separó su rostro para, por fin, comerle la boca a Chifuyu como tanto había soñado en una mezcolanza de romanticismo y calentura, la puerta se abrió detrás de ellos. La madre los observó y se cruzó de brazos. Había ido a llevarle un abrigo a su hijo por las altas horas en las que se encontraba a la merced del viento de invierno, mas la imagen frente a ella la tomó desprevenida, y la sonrisa sobrante de Baji, que a pesar de todo no largaba a Chifuyu, solo la encrespó más.
—Qué inoportuna es usted, suegrita.
ME PARTÍ DE LA RISA CON SUS PREDICCIONES; NO PODRÍAN SER MÁS NEGATIVAS, JAJAJAJAJAJAJ. Hay algunas cosas que ni siquiera se me habían cruzado por la cabeza. Qué poca fe me tienen(?)
Les juro que este capítulo iba a ser todo tiernito sin tristeza alguna, pero me puse la playlist de Take me Home de One Direction que no escuchaba hace meses, y bueno, pasaron cosas. Little Things pasó, y mi yo de doce años lo necesitó, asdfkjfhs.
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