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11. Prefiero a Kazutora lejos de Chifuyu

Una personita me pidió que lo subiera luego del sábado, pues #tristeza, pero anduve teniendo la big sad por la uni y pues, se retrasó un poco más el asunto y subo este capítulo, aunque sea cortito, para no hacer esperar más. Ya tenía escrita unas 1000 palabras de la parte Bajifuyu, pero me di cuenta de que me faltaba un montón más y que me iba a quedar un capítulo eterno, y la verdad es que no ando muy en el mood para escribir, así que moví ese fragmento y decidí acortar el asunto para subirlo más rápido. El capítulo este de Bajifuyu es muy importante para mí como para hacerlo a las apuradas🏃🏽‍♀️

I listened to your problems
Now listen to mine

—¡Te juro que esto es urgente! —exclamó la voz al otro lado de la línea.

—¿Qué? —respondió Draken, cauto, escuchando con atención y prudencia—. ¿Qué ha pasado?

Se había despedido de Mitsuya luego de conversar un rato más, y en su camino de vuelta hacia su casa, el teléfono que llevaba en su bolsillo comenzó a sonar.

—Esto es... es que estoy desesperado —su voz solo enfatizaba aquella severa afirmación—. No sé qué hacer.

—Si no me das una explicación, me temo que poco y nada puedo hacer por ti —le respondió, batallando por mantener la calma.

Necesito verte —jadeó. El cansancio se coló en su voz.

—No es muy usual en ti desear verme de esta manera —respondió, vacilante. Sostuvo el teléfono contra su oreja con mayor ímpetu ante el interés que estaba despertando en él.

—No lo deseo, lo necesito —soltó.

—Es un poco tarde para vernos —respondió, suspirando—. Además, hace ya mucho tiempo que no estamos a solas, ya lo sabes.

—Créeme que si de mí dependiese, me aguantaría las ganas —le respondió, gruñendo—. Es una necesidad apremiante.

—¿Qué tanto necesitas verme? Cuéntame —le dijo con una voz cargada de socarronería.

—Más de lo que te imaginas.

—Oh, eres tan adorable, que me tientas —le respondió Draken con una sonrisa burlona que nadie podía apreciar en aquel momento.

—¡Que me ayudes, hijo de la bien nombrada puta madre que ha cometido el error de traerte a este mundo!

—No le hablas así a quien le pides favores, Baji —le respondió entre risas sonoras.

—¡Eres mi última y peor opción! —le bramó—. Mitsuya era la persona idónea para este favor, pero me ha dicho que estaba yendo a su casa para cuidar a sus hermanas a estas horas.

—¿Y tu querido mejor amigo de toda la vida?

—Prefiero cortarme el pelo con una podadora de césped antes que pedirle a Mikey esta ñoñería —siseó—. Se me burlaría un mes entero.

—¿Y Pah, o Kazutora?

—Ninguno dentro de ese par tiene la capacidad intelectual para ayudarme. Además de que prefiero a Kazutora lejos de Chifuyu.

—¿Y tu noviecito? —le preguntó—. Él te conoce mejor que nadie, y si dices que es una ñoñería él es el más indicado.

—Si pudiese pedírselo, no estaría buscándote —le respondió, cabreándose—. No puedo pedirle a Chifuyu que me acompañe a comprarle un regalo de cumpleaños a Chifuyu.

—Sabes tú que Takemichi es el mejor amigo de Chifuyu, ¿verdad?

—¡Claro que no! —exclamó, sintiendo su voz distorsionarse por la indignación—. ¡Ese soy yo!

—No —le dijo—. Si te pones en pareja con él, ese puesto lo pierdes. No puedes pretender ambos títulos.

—¡Yo quiero todo de él!

—Ajá —respondió—. Llama a Takemichi.

—No puedo —le contestó, alterado, antes de que le cortase—. Él no es mi amigo. Me incomodaría estar con él a solas revelándole mis ñoñerías.

—Es un buen punto —asimiló—. Pero estoy exhausto.

—Maldito engendro —le espetó—. Mañana es el cumpleaños de Chifuyu. No seas así.

—¿Es mi culpa que lo hayas dejado para último momento? —le cuestionó—. No puedes decirme que lo olvidaste, puesto que vienes esperando ese día desde hace años. Apuesto que hasta debes tener un maldito cronómetro para hacer la cuenta.

—¡Que no! —clamó—. Vamos, acompáñame. De paso le compras un obsequio de navidad a tu noviecito.

—¿Mi noviecito? —le interpeló.

—Claro —aseguró—. Mikey, Mitsuya, cualquiera que sea. Compras una medalla con la letra M y luego haces tatetí, vamos.

—Eso me ha recordado que por tu maldita culpa he estado teniendo problemas —rabió, recordando cómo estaba Mikey al respecto—. Así que las ganas de acompañarte se van por la canaleta.

—¡Lo siento! —exclamó a regañadientes. Su desesperación era verídica—. Te compraré comida, ¿va?

—Ahí me ha gustado más.

Cuando se encontraron en el centro de Shibuya, suspiraron. Eran casi las diecinueve y treinta pasadas; poco y nada podrían conseguir en el poco tiempo que les restaba previo al cierre de los locales. No obstante, Baji no dudó en arrastrar a Draken a las correteadas a contrarreloj.

—Ya veo por qué jadeabas cual perro en la llamada —comentó Draken—, si estás completamente pasado de rosca. Cálmate un poco.

—¡Para nada! —exclamó, sin siquiera considerar la idea de soltarle. Casi que trotaba por las calles, dirigiendo miradas escasas a los escaparates. Con un solo pestañeo sabía que allí no conseguiría lo que quería, y seguía.

Cuando por fin encontró un lugar de ropa, se echó hacia él sin dudarlo, provocando que Draken se llevase puesta la puerta y el marco de la misma.

—Hijo de...

—Oye, cállate y ayúdame aquí —le cortó, indicándole que le siguiese hacia cierto sector. Por fin le había soltado.

—¿Qué? —cuestionó—. ¿Vas a regalarle ropa? No solo es un regalo aburrido, si te vale mi opinión, sino que dudo que puedas acertarle al talle de Chifuyu.

—Yo que tú no cuestionaría mis habilidades para inspeccionar el cuerpo de Chifuyu. Solo con cerrar los ojos puedo calcular sus medidas, mírame —le dijo, cerrando los ojos y señalándose a sí mismo con su dedo índice.

—Eres un cerdo. No deseo que compartas tu habilidad conmigo, pero te agradezco.

—¿Para qué negarlo? —se encogió de hombros, comenzando a rebuscar entre las perchas—. De cualquier manera, no es para él. Es para mí. Antes muerto que sencillo en su cumpleaños.

—Te juro que con que te bañes le alcanza.

—Por él lo haría —alegó, indiferente.

—Qué romántico eres.

Mientras veía a Baji sumamente enfocado en encontrar un conjunto que le sentase a la perfección, recordó las palabras de Mitsuya.

¿A ti te pasa eso con Mikey?

Pese a que carecía de certezas sobre sí mismo, estas abundaban cuando se trataba de Baji. Él no dudaba ni un segundo de lo que sentía por Chifuyu, y se notaba hasta en el más mínimo detalle. No le aterraba correr el riesgo de dejar de ser su amigo si con eso podía ser todo lo demás.

Draken quería a Mikey, sin dudarlo, y al sentirse alentado por la actitud de Baji, reafirmó lo que había pensado antes. Quería quererle.

Le pareció, dicho sea de paso, un gesto interesante cuanto menos el hecho de vestirse bien para la ocasión. Demostraba interés, preocupación, y generaba una buena presencia. No le pareció una mala idea aplicarlo para cuando saliese con Mikey, quién la última vez que salieron se esmeró de más, para que Draken no le dijese nada.

Es verdad, Mikey se había apretujado en esas ropas para llamar mi atención.

—Oye, Draken, ¿qué opinas de esto? —le interrumpió, enseñándole dos prendas en sus respectivas perchas. Se las encimó intermitentemente y le preguntó—. ¿Y? ¿Cuál me queda mejor?

—Ambas te sientan bien, pero no lo sé, una camisa dice "señora, le he traído flores, y me pregunto si soy bienvenido en su casa en un día de celebración como este" —profesó en una voz elegante. Un poco más y levantaba el dedo meñique—. Y el otro dice "me quiero tirar a tu hijo".

—Creo que ambas dicen "me quiero tirar a su hijo".

—Si las usas tú, seguramente —le dijo—. Lo tuyo viene en la cara, no en la ropa.

—Así es.

Dieron unas vueltas más, Baji entró veinte veces al probador, le coqueteó a la dama que le atendió, se comió un zape de Draken en la cabeza y siguió.

—¿Me sienta bien? —le preguntó cuando salió de los vestidores por octava vez.

—Precioso. Preciosísimo.

—Lo sé, pero te pregunto que cómo me queda —respondió, volteándose para mirarse en el espejo nuevamente.

—Se te marca mucho el culo con esos pantalones —le respondió, ya harto de estar allí. No había reseña positiva que le hubiese servido de algo hasta el momento.

—Entonces me llevo este conjunto —le respondió, volteándose para verse de perfil—. Si tengo algo tan bueno no me lo he de guardar, ¿verdad?

—¡Tienes razón! —exclamó con la emoción de que aquel suplicio terminase.

—Bueno, estamos aquí —dijo, cerrando la cortina para comenzar a cambiarse para pagar e irse. Acto seguido, volvió a entreabrir la cortina y sacó la cabeza—. Oye, y con que andes analizando culos cuando salgas con tu noviecito me enfadaré.

—¡Cámbiate, Baji!

—¡Te advierto! —exclamó desde adentro.

Una vez que tuvieron eso, Draken se espantó al pensar que ni siquiera habían comprado el regalo. Baji leyó su mente y le dijo:

—Tranquilo. Voy a comprarle un manga, así que no hay mucho que recorrer —explicó—. Hay una lugar aquí cerca, pero vendrás conmigo porque aún no defino cuál.

—Vamos, Draken —le reclamó—. ¡Respóndeme!

—¡No sé, Baji, no sé si es mejor un shoujo o un josei!

—¡Esmérate, hombre!

Baji chasqueó la lengua y le dio la espalda para seguir rebuscando entre los estantes. Sacaba uno, lo leía, lo hojeaba, lo olfateaba y seguía.

A Draken, por más hastiado que estuviese, aquello le conmovía. Se notaba a leguas lo mucho que Baji quería a Chifuyu. Pensaba en cada detalle suyo, en cada gusto y disgusto, en cada alegría que podía sacarle. Anhelaba, de corazón, verle feliz aunque fuese por una tontería.

Deseaba verle feliz, como él a Mikey. Con cada cosilla que oía clamar a Baji y con cada sugerencia de manga, pensaba en él.

Esto no le gustaría a Mikey.

Este manga le aburriría.

Este le gustaría porque trata de comida.

Si él hubiese venido, habría hecho un mejor trabajo que yo como asesor, con lo atento que puede ser.

Si estuviese aquí conmigo, estaría colgado de mi brazo.

Ese pantalón que compró Baji le sentaría de puta madre...

¡Oye, atiéndeme! —le clamó Baji en el rostro. A ambos lados de su rostro tenía un manga—. ¿Qué manga crees que tiene más ganas de estar en el estante de Chifuyu?

—Definitivamente el de la derecha.

Baji lo escudriñó y torció sus labios.

—No, no combinaría con los colores de las colecciones que ya tiene —razonó, devolviéndolo al estante.

—Chifuyu no parece ser muy meticuloso con esas cosas —le dijo, tratando de convencerle para que cesara aquel suplicio.

—No lo es —contestó—, pero yo sí cuando se trata de él y sus mangas.

Draken suspiró y se recostó en una pared. No tardó en largar un quejido en cuanto Baji se le aproximó una vez más, pero con cuatro mangas.

—Si tú fueras un manga, ¿cuál te gustaría ser?

—El de la punta izquierda.

Baji observó la elección y sus malditos labios volvieron a torcerse en desazón.

—Tienes un gusto pésimo, hombre.

Si me gusta Mikey no tengo un gusto pésimo. Él es genial, atractivo...

—¡Deja de fantasear! —se quejó. Cuando obtuvo la atención buscada se calmó—. Mira esto.

Le enseñó dos mangas.

—Este de aquí es uno que Chifuyu siempre ha querido leer —dijo, recordando. Movió el otro manga—. Y este es uno de sus favoritos, pero no lo tiene en su biblioteca. Se lo ha prestado Takemichi.

Draken, por fin, consideró aquella una propuesta cuerda.

—Yo... —pensó en Mikey y en lo feliz que era con sus niñerías; y a su vez, recordó lo mucho que le costaba despegarse de lo que amaba y lo complicado que le era soltar. Siguiendo ese hilo, le daba la impresión de que esa podía ser una similitud que tuviese con Chifuyu—. Yo elegiría el manga que es de sus favoritos. Porque es algo que ama y atesora y que no puede tener. Siempre está la posibilidad de que el manga que siempre quiso leer resulte en una decepción, mas el manga que ama de la persona que ama es una elección más emocionante. ¿No lo crees?

Baji, finalmente, sonrió con satisfacción.

—Hasta que has dicho algo sabio.

Una vez que compraron el manga, salieron; Draken prácticamente corría hacia la libertad. Se dirigió hacia una banca en el centro de todo y se dejó caer. Baji llegó unos segundos luego con sus bolsas y sacó unos billetes de su saco para arrojárselos a Draken.

—Lo prometido es deuda. Ve a buscarte algo para comer en el puesto de enfrente.

Draken sonrió e hizo lo dicho sin dudarlo. Aquella paga había salido merecida.

Una vez que volvió con unos snacks y unas bebidas, le dio una lata a Baji, sentado a su lado, y se dedicó a comer con unas ganas auténticas.

—Mañana es el cumpleaños de Chifuyu, ¿no? —preguntó mientras engullía su comida. Necesitaba reponer energías de aquel día tan intenso—. ¿Qué harán?

—¿Mañana? —repitió, con una sorpresa evidente—. Mañana me declaro, hombre, ¿cómo dudas?

—¿Te... declararás? —le preguntó, aún más sorprendido—. Cómo.

—¿Cómo que cómo? —le espetó impaciente.

—Bueno, es que creí que ese tipo de cosas eran implícitas en tu relación con Chifuyu —le explicó—. No pensé que ustedes dos necesitasen una confesión. Con los muchachos dábamos por sentado que ustedes sabían que sus sentimientos eran mutuos.

—Lo sabemos —respondió—. O he hecho mi mejor esfuerzo para que ambos lo sepamos, pero Chifuyu es un chico quedado. Si no le digo las cosas de frente se hace el tonto.

—Es muy tímido cuando se trata de su enamoramiento por ti, pobre —sonrió.

—Sí —asintió—. Así que, te digo, así es. Me declararé mañana —le respondió, cruzándose de brazos y elevando el mentón para cuestionarle—. ¿Y tú?

—¿Y yo, qué?

—Mikey está atrás de ti —le escupió, sin importarle un pepino si Mikey había dado su primer paso al respecto, ni si Draken ya lo sabía—. Y lo sabes. Y sabes que es un omega, así que sabes también que está sufriendo mucho por ese motivo.

—¿Cómo sabes que sé que es un omega? —le respondió, elusivo.

—Porque me di cuenta que te dirigiste a su casa el día que él estaba en celo —le respondió, tajante—. Y con lo tenso que estabas con él días después, lo asumí.

—A ti no se te escapa nada, ¿eh?

—Mikey será un hijo de puta insoportable, pero es mi buen amigo —le tajó—. Si te vas a revolcar con Mitsuya, ten la decencia de decirle a Mikey que deje de comerse la cabeza, porque está ilusionado contigo.

—Baji, carajo, ¡que no he sido yo quien ha dormido con Mitsuya, y si Mikey se sintió mal al respecto ha sido por tu culpa y tu gran bocota!

—¿Entonces, quién fue?

—¡Pregúntale tú!

—¡Que ya le pregunté y me mandó a la mierda, te dije!

—Entonces, aguántate. Yo no te lo diré.

—No tengo más opciones para descartar quién fue, diablos.

—¿Qué tanto te importa lo que haga Mitsuya? —le cuestionó, elevando una ceja.

—No es que me importe, pero me pica la curiosidad, ¡de veras! —exclamó con euforia—. Si se tratara de alguien a quien se tiró Mikey, Pah, Smiley, o tú, me importaría un soberano rábano. Es como un "bueno, Mucho se cepilla a Smiley. Bien por ellos". "¿Mikey se ha tirado a alguien que no es Draken? Bien por él". Pero ¿Mitsuya? ¡Diablos, Mitsuya no se acostaría con alguien a no ser que fuese a casarse con esa persona! —exclamó—. ¿Me comprendes? Él es serio y no tiene tiempo de andar ligando. Si se ha acostado con alguien, es que lo ama, hombre.

Supongo que tienes razón —carraspeó Draken, desviando la mirada. Cargar con un secreto ajeno era terrible.

—Y si le dije a Mikey lo de que tú acompañabas a Mitsuya en su celo, es porque verdaderamente lo creí —se justificó, escogiéndose de hombros—, y prefiero que mi amigo lo sepa antes de decidir si aún así seguirá buscándote. No me malinterpretes, Draken, tú eres mi amigo también, me caes de maravilla y me pareces un tipazo, pero Mikey es Mikey. Él es mi hermano, ese hermano con el que te vas a puñetazos cada día. Prefiero romperle una pierna yo, antes que alguien le rompa el corazón.

—¿Te das cuenta de que tú has roto miles de corazones, y me reclamas esto?

—Jamás a un amigo ni a nadie que verdaderamente me importe —le dijo, implacable—. Suena cruel, pero así es como es.

—Bueno, pero yo no he jugado con nadie —suspiró—. No me he acostado con Mitsuya. Y...

—¿Y?

—Y a mí me gusta Mikey.

—A mí también me gusta, ¿o no? Es un buen chico.

—Parece que el alma de Chifuyu ha entrado en tu cuerpo.

—¿Por qué?

—Ustedes ya se han fusionado.

—¿Qué? —le cuestionó una vez más, incapaz de comprender la burrada que estaba cometiendo. Se había metido tanto en el chisme de que Draken había estado con Mitsuya, que le costaba demasiado asociar las ideas de las verdaderas intenciones de aquellas palabras—. A mí también me gusta Mikey, como me gustas tú, hermano. No te pongas celoso.

—A mí no me gusta en ese sentido, imbécil —siseó, frotando su mano por todo su rostro, agotado. Aquel día había sido agotador.

—¿Quieres decir que correspondes a Mikey? —le preguntó, abriendo los ojos de par en par.

—Sí —asintió, cerrando los ojos para largar un suspiro exhausto—. Desde hace mucho tiempo. Pero es mi amigo.

—¡Amigos son los huevos! —exclamó, golpeando la banca.

—También.

—Ustedes dejaron de ser amigos puros y sinceros en el momento en el que se masturbaron pensando en el otro. Es ley —exclamó—. No lo digo yo, lo dice la ciencia.

—Ya, no me regañes —le frenó—. Mitsuya ya me ha regañado hoy por exactamente lo mismo. Así que ya entendí el concepto —suspiró—. Tienen razón, y hoy al salir contigo me he dado cuenta de que quiero lo que tú tienes con Chifuyu. Y lo quiero con Mikey.

—¡Genial! —clamó, ensanchando su sonrisa hasta mostrar sus colmillos—. ¿Cuándo te declararás?

—¡Alto ahí, emoción! —le paró—. Tómate un té de tilo y luego lo hablamos.

—¡Declárate, carajo! —exclamó, comenzando a mover sus piernas con frenesí—. A juzgar por tu reacción, Mikey ya te ha dejado en claro que quiere que lo empales, ¿no es así?

Su risa estruendosa resonó en el lugar al ver el asentimiento resignado de Draken.

—¡Bien hecho, Mikey, estoy muy orgulloso de ti!

—Cállate.

—¡Declárate!

—¡Déjame procesar las cosas! —exclamó—. Declararse, las relaciones, el compromiso, todo eso es un circo de cosas —alegó, honestamente—. Necesito pensar bien las cosas antes de meterme. Me gusta la estabilidad.

—Eres un aburrido.

—Perdóname por no ser un impulsivo como tú y Mikey que quiere todo ya —le gruñó—. Par de indecentes.

—Pon las excusas que quieras, pero eres un llorón.

—Tú eres un bestia.

—Dime lo que quieras, pero yo mañana vuelvo a mi casa teniendo novio —objetó, altanero y confiado.

—¿Estás seguro de que estás listo para una relación? —le cuestionó—. Quiero decir, siempre has huido del compromiso y demás.

—No tengo idea, lo averiguaré en el camino —le contestó, repentinamente calmo y reflexivo—. Lo que sí puedo asegurarte ahora es que quiero estar con Chifuyu. Es lo único que me importa y de lo cuál no tengo duda alguna.

La sonrisa de Draken se acompasó con su asentimiento de aprobación. Definitivamente quería a Mikey.

Porque Mikey era tan especial para él como Chifuyu para Baji.

Hay cosas que pueden sonar confusas o ridículas, pero ese es el punto, honeys, porque yo las puse así por mis razones. La idea eS que sea estúpido, porque yo ya decidí cómo va a acabar cada pareja, y es por eso que cada cosa está puesta ahí para algo, para resignificarlo más adelante o para que se entienda el verdadero motivo detrás.

Siempre tomo cosas de capítulos previos porque pa eso las puse, así que estoy plenamente consciente de las idioteces que dicen Hakkai y Mitsuya. Tengo más ganas de spoilearles que de escribir(?)

Btw, me generaba tanta ansiedat el no saber cómo iba a ser el capítulo final del ff que me taladré la cabeza todos estos días y... pues ya lo escribí, y lo peor es que me ha fascinado😔😔. Así que no hay vuelta atrás(?) Igual faltan cuarenta millones de capítulos (que aún no he escrito) para terminar esto; lo escribí por pura manija que no me dejaba concentrarme en otras cosas(?). Es un salto en el tiempo, por eso puedo escribirlo sin depender de una continuidad precisa, ajdkqkskqk

Hagan sus apuestas de cómo termina cada pareja aki, así me río un rato con lo que se inventan.

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