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10. ¿Por qué, Taka-chan? (Parte 2)

Solo quiero recordarles que en el 2o o 3er capítulo mencioné que Hakkai estaba mi top 3 de personajes favoritos. No lo olviden, ahre

I'm living for the only thing I know
I'm running and not quite sure where to go
And I don't know what I'm diving into
Just hanging by a moment here with you

—¿Por qué, Taka-chan? —logró articular en medio de sus hipidos, mientras refregaba sus mangas contra sus ojos una y otra vez. Su voz ya no era acusadora, sino desmoralizada—. ¿Por qué estabas enamorado de él?

Y en aquel momento Mitsuya comenzó a sentir el famoso nudo en la garganta que no había sentido en tanto tiempo. ¿Lo había sentido cuando se despidió de Taiju? No lo recordaba, y no deseaba hacerlo. Sus manos comenzaron a temblar y temió que se trasluciera en su voz.

—Cuando lo besé no estaba enamorado de él —explicó como pudo, evadiendo la verdadera pregunta—. No sé por qué lo besé; estábamos charlando, nos estábamos riendo y me acercó hacia él —recordaba aquel momento con mayor lucidez de lo que hubiese deseado. Tragó duro—. Él solía hacer eso de cuándo en cuándo, pero en ese momento me sentí diferente. Solo eso —se limitó a decir. Sabía perfectamente todo lo que había sentido; su corazón se había alborotado, su instinto de omega le había pedido que se quedara con ese alfa, que era el que quería. Los ojos de Taiju, lejos de espantarle, se entregaban a él y le ofrecían protección. Mitsuya, quien siempre había aborrecido los vínculos, había deseado pertenecerle. Lo quiso en ese momento, y lo supo en cuanto le besó y se prendió de su cuello, porque la conexión entre ellos era inefable, y quería cargar con su dolor y comprenderle. Pero nada de eso podía saberlo Hakkai.

—¿Y luego? —preguntó entre sollozos, cerrando sus ojos solo para que más lágrimas cayeran a trote. Sabía la respuesta, mas necesitaba oírla.

—No importa ya eso, Hakkai —soltó Mitsuya con la voz ahogada. No tenía ni la menor intención de que alguien lo supiera antes que Hakkai, por lo que había pasado los últimos meses superando junio en la frialdad del silencio. No tuvo un hombro amigo para superar aquello que podía llegar a cargar el título de primera ruptura; lo único que tuvo fueron las vocecillas de sus hermanas, preguntándole que dónde estaba el tipo grandote y que por qué no volvía.

—Siento que necesito saberlo —casi le imploró. Sus ojos enrojecidos y sus temblorosos labios hinchados convencieron a Mitsuya—. ¿Te acostaste con él?

—No —respondió Mitsuya, como un autómata.

—¿De veras? —le cuestionó.

—No esa noche —contestó, apenado, sintiendo el rubor colarse en sus mejillas ante el recuerdo.

—¿Entonces, cuándo? —exclamó, exasperado. Se exaltó en su lugar. La tristeza estaba siendo paulatinamente reemplazada por una gran desesperación.

—¡Esto ya es autoflagelación, Hakkai! —le recriminó.

—Quiero saber —suspiró, resignado.

—Eso ya es historia de otro capítulo, olvídalo.

—¿Capítulo? —le cuestionó—. ¿De qué me hablas?

—Es una expresión. Hablo de que no te diré más que eso, al menos por hoy —le explicó—. ¿Por qué quieres saber ese tipo de cosas, además?

—Quiero saber qué hizo Taiju para que lo eligieras a él —le respondió, mirándole con los ojos irritados y llenos de penurias—. No pretendo perder ante él una vez más.

—Esto no es una competencia —negó con la cabeza, aferrado a una burbuja de esperanza al saber que aún le quería—. Y aun si lo fuera, él ya ha dejado de participar.

—¿Él te dejó a ti? —le preguntó, recuperando poco a poco la compostura. La bondad en la voz de Mitsuya y su dulce aroma lograban calmarlo tarde o temprano—. Qué idiota es.

—No —murmuró Mitsuya, sentándose a su lado por fin. La marea había bajado y él podía pisar la arena una vez más—. La verdad es que yo rompí con él. Bueno, romper como quien dice, ya sabes, porque nunca tuvimos un título de nada.

—Hiciste bien —dijo, enfadándose ante la idea de que su hermano le haya hecho algo—. En el fondo sigue siendo alguien incapaz de querer. No tiene corazón.

—Al contrario —objetó, mirando sus manos y dejándose envolver por la ternura de los recuerdos que le mecían—. Él me quería mucho y jamás me levantó la voz siquiera. Aprendió mucho de la soledad y la decadencia.

—¿Fue porque te desenamoraste de él?

—No, de hecho, Taiju me traía de cabeza —se le escapó. Se tapó la boca como un pecador y observó a Hakkai con un claro perdón en sus ojos. Cuando percibió comprensión e indulgencia en su mirada acongojada, continuó—. Si quieres que te sea enteramente sincero, cuando terminamos me sentí desalentado y quise mandar todo a la mierda —declaró. Miró a Hakkai y le sonrió—. Dejé a Taiju por ti.

La quijada de Hakkai se desacomodó de la impresión. Aunque no fuese dicho en el sentido que él hubiese anhelado, le provocaba cierto buen sabor sazonado con la victoria. Sin embargo, su desentendimiento era superior a su pequeña alegría pasajera.

—Le dije que no podía hacerte eso —continuó ante la sorpresa ajena, bajando la mirada y enlenteciendo su voz—. Que te quería lo suficiente como para dejarle ir —murmuró, clavando sus ojos en la tierra del piso—. Sabía que el hecho de que yo me involucrara con él te haría mucho daño.

—¿Y lo comprendió? —le preguntó—. ¿No hizo nada al respecto? ¿Lo aceptó sin más?

—Así es —contestó, asintiendo con la cabeza. Rememoró aquel día y suspiró. No había sido la primera vez que Mitsuya le había transmitido sus miedos sobre Hakkai—. Fue una separación de lo más pacífica. No volvimos a hablar ni a vernos desde entonces.

—Ojalá hubiese sido tan buen hermano como lo era de novio —soltó al oír aquello, repleto de resentimiento por aquellos años perdidos.

Mitsuya suspiró una vez más. En aquel momento de calma, decidió dejar salir algunos de los pensamientos que había recolectado en ese último tiempo.

—Él fue un chico que se refugió en la fortaleza y cuya fortaleza era la violencia —comentó—. Nada de lo que hizo estuvo bien ni tiene defensa alguna, pero es otra persona ahora. Si lo vieras hoy quizás no creerías que es el mismo.

—Quizás —musitó. No aceptaba esa idea, mas tampoco se cerraba a ella.

—Tenías un poco de razón en lo que mencionaste —le dijo, interrumpiendo el hilo de la conversación, mirando el suelo—. Él no era incapaz de querer, pero ciertamente no sabía hacerlo. En eso, ambos se parecen, como cuando yo te conocí a ti.

—Él se enamoró de ti por la misma razón que yo —adujo, solemne—. También le enseñaste que el amor no debe ser doloroso. ¿Verdad?

—Así es —fue su respuesta—. Él era muy arisco. Al principio no me dejaba ni que le limpiara las heridas ni que le tomara de la mano —soltó, con lástima. Recapacitó y le miró con pena—. Lo siento, debe dolerte seguir oyendo esto.

—No te preocupes —le dijo—. Yo he buscado que me lo dijeras —señaló, encogiéndose de hombros. Sin embargo, reparó en una parte de lo que oyó—. ¿Por qué tenía heridas que curar?

—Oh, bueno —Mitsuya sintió un retorcijón de alegría al notar que aunque fuese una pizca de él se preocupaba por su hermano—. Él ya no es nadie más que un retirado en las pandillas. A diferencia de otros ex-líderes, él se alejó de todo eso, y en más de una ocasión intentaron reclutarlo a la fuerza en otras pandillas, o directamente le atacaban por represalias tardías.

—Bueno, supongo que sigue viviendo ese tipo de situaciones.

—Sí —respondió—, y tal vez esa es la razón por la que me aferré a él: el verle así. Él estaba tan solo, tan melancólico, que yo quería estar ahí para él. Le espantaba la idea de aceptar mi cariño. Sabes que yo...

—Tú no puedes dejar a alguien que te necesita —comprendió—. Y siempre buscas lo bueno de las personas y de las situaciones engorrosas. Lo sé, Taka-chan, es por eso también que te adoro a más no poder.

Mitsuya asintió con delicadeza y le sonrió para reconfortarle, incluso aunque ya no fuese su lugar seguro.

Se mantuvieron en un silencio que solo era atravesado por el ulular del viento. Las estrellas aún no se mostraban y Mitsuya seguía sintiéndose inquieto. No obstante, la respiración pesada de Hakkai a su lado comenzó a perturbar aquella paz transitoria.

—Sin embargo, a pesar de todo, he arruinado tu felicidad, Taka-chan —dijo con la voz tomada. Sintió la característica picazón en la nariz y un borbotón de lágrimas abarrotarse en sus ojos de golpe—. De no ser por mí, tú seguirías con él —dejó sus lágrimas caer, no solo por el dolor que le proporcionaba la idea, sino por su propia actitud mezquina—. Mira, quizás y hubiesen seguido por muchos años, porque el hecho de que Taiju quiera a alguien ya es un milagro por sí mismo, sabes, y aunque aún guarde rencor en mi corazón por él, en cierta manera recibí una alegría al saber que había alguien tan dulce que le quisiese lo suficiente para encontrar virtudes en él. Si tan solo no fueras tú. Soy tan egoísta, lo lamento tanto —le respondió entre sollozos, sintiendo su cuerpo sobresaltarse ante cada hipido, hundiendo la tristeza de sus facciones entre sus piernas. Continuó sus lamentos con la voz amortiguada—. Quizás hubiesen seguido mucho tiempo más, tal vez él te habría marcado y no habría tenido que cargar con el peso de las cosas él solo una vez más. Quizás en un futuro habrían tenido una familia, sabes, una con la que tú podrías haber sido feliz y él hubiese aprendido a remendar su pasado y a querer. Soy tan egoísta, tan egoísta. Lo lamento tanto.

Aquello lastimó a Mitsuya más que todo lo demás; no solo por el dolor auténtico en la inocencia de las palabras de Hakkai, sino por la veracidad de las mismas. Quizás nunca sabría lo que habría sido de él y Taiju si hubiesen permanecido el uno junto al otro, y aquella incertidumbre le dañaba sin misericordia.

—No, no lo sé, él sigue siendo un hombre problemático. No sé en qué habría terminado —murmuró ensimismado, quizás mintiéndose una vez más—. No fue más que un amor de verano. No debes preocuparte por mí, no lo merezco.

—Pero el primer amor nunca se olvida —aseveró, sintiéndose culpable y el mayor perdedor del mundo simultáneamente. Le asombraba cómo Taiju aún estando lejos le seguía arrebatando todo lo que anhelaba y le hacía sentir que no se merecía nada de lo que había ganado en la vida.

Mitsuya le miró con dolor y asintió.

—Nunca se olvida —murmuró apenado—, pero siempre puedes volver a enamorarte, ¿no? No es algo determinante.

Permanecieron en un silencio que ambos necesitaban una vez más para terminar de apaciguarse.

—Eres maravilloso, Taka-chan —se lamentó. Porque le quería tanto que le dolía, y pese a todo le costaba procesar la idea de dejarle atrás.

—No lo soy —murmuró, abrazándose a sus rodillas.

Hakkai no respondió. No sentía el encanto suficiente como para discutirle aquello. Una parte de él se deshacía en las ganas de decirle "lo eres, por favor, lo eres".

Y la otra parte se ahogaba en la cizaña de sus comentarios.

Se paró de una vez, determinado y herido, y le dio la espalda. Se alejó un par de pasos, guardó sus manos en sus bolsillos, y su semblante mutó de la tristeza a la frialdad.

—No quiero estar contigo en este momento, pero te por seguro que no me dejaré vencer por él.

Ahí estaba la mayor parte del dilema. Más allá de lo que él consideró una traición por parte de quien más adoraba, más allá del pasado que ya estaba a medio camino de dejar atrás, y más allá del dolor de saber que había querido a alguien que quería a alguien más en un pasado, aquella confesión le había traído todas sus inseguridades en bandeja una vez más.

La cantidad de veces que había lamentado su debilidad, la numerosa cantidad de veces que había deseado superar a su hermano en lo que pudiese; nada de eso era mensurable. Se había regocijado en la victoria de navidad y se había llenado de sí, solo para enterarse que al final del día Taiju seguía venciéndole en cualquier aspecto de la vida incluso sin proponérselo. Mientras él festejaba una victoria que no había sido propia, su hermano le había ganado lo que más le importaba. Había cumplido su sueño por él y se había adueñado del mismo.

No solo le hería como persona y le había hecho retroceder mil pasos en su camino de crecimiento, sino que le disminuía como alfa. Su hermano había nacido para ser superior a él, y su fuerza jamás podría ser alcanzada por un alfa de su calaña, tan débil y mediocre.

Cuando Mitsuya quedó solo, se dejó envolver por la tan anhelada calma. Autorizó al viento a que se colara y desfilara por su piel. Cerró los ojos e inspiró y exhaló con ganas.

—¿Qué haces aquí, Draken? —soltó en medio de su serenidad.

Draken salió de su escondite a la par que respondió. Sonrió ante el hecho de que no podía engañar a Mitsuya.

—Había salido a caminar para refrescar mi mente, debido a que ayer tuve una especie de cita adefesio con Mikey —respondió, acercándosele a paso lento—. Pero veo que hay gente que tiene preocupaciones mayores que las mías.

—Siempre habrá gente que tenga más preocupaciones que tú y cuyos problemas serán mayores —aseguró, mirándole como una invitación.

—Oye, Mitsuya —dijo Draken a modo de saludo, con las manos en los bolsillos—. ¿No te ha enseñado tu madre que mentir es incorrecto e inmoral?

—Te olí llegar hace un rato, pero no podía distraerme —respondió, rascándose los ojos—. Lo que faltaba ahora, que crea que me acuesto contigo también. Solo un tonto creería eso, pero definitivamente me traería problemas.

—Lo sé, o bueno, me lo imaginé. Hakkai no me habrá sentido por estar lleno de mocos —sonrió—. Pero no lo comprendo, ¿con esa boquita mentirosa besas a Taiju?

—Agárrense de sus sillas, que llegó don comedia —bufó Mitsuya, tallándose los ojos con fastidio.

—Increíble —soltó Draken una vez que llegó a su lado dando inicio a su tanda de burlas. Se sentó a su lado, en el lugar opuesto que había ocupado Hakkai—. No creí que te gustaran los tipos al estilo daddy.

—No es que me gusten particularmente los tipos al estilo daddy —suspiró en el repertorio de bromas que le aguardaban.

—Llámalo como quieras —se mofó. Su risita estaba pinchando la paciencia de su amigo—. Pero no te tenía así, Mitsuya. Te gustan los alfas dominantes e imponentes. Eso es una gran sorpresa; te haces el calmo santurrón pero te gusta que te sometan.

—¿Qué puedo decir? —se rio, siguiéndole las bromas—. El tipo de hombre que me enamoraría no necesariamente debe coincidir con el tipo de hombre que me excita.

—Tienes razón —se carcajeó.

—De cualquier manera, en tu caso ambos coinciden —soltó, escogiéndose de hombros.

—¿De qué me hablas?

—De Mikey te hablo —le cortó, girando su cuello para verle a los ojos con un semblante serio.

—¿Qué hay con Mikey? —le cuestionó, evasivo.

—Que te gusta Mikey ¿no? —le preguntó, soltando pequeñas risitas al ver el cambio de porte de su amigo.

—No lo sé —soltó bajo aquella encarnizada mirada.

—Sí te gusta —afirmó, sintiendo la sutileza de una sonrisa bailar sobre sus labios—. Si no te gustara no le seguirías el juego hasta donde le has seguido.

—Quizás —fue lo único que iba a dar su brazo a torcer.

—Y de excitarte, te excita —era su turno de reír con sorna—. Tú eres un tipo casi tan paciente como yo, y Mikey es un alborotador. Es el orden natural de las cosas. Además, claro, de que es un omega.

—¿Cómo lo sabes? —le cuestionó, elevando las cejas ante esa sorpresa. De nada valía intentar mentir cuando se trataba de él.

—Por favor, Draken —se jactó—. Siendo yo un omega ¿me crees incapaz de reconocer a otro cuando lo veo? —fanfarroneó—. Especialmente siendo Mikey.

—Bueno, en eso tienes un punto.

—Además, los alfas piensan con la cabeza equivocada la gran mayoría del tiempo —negó con la cabeza, expresando su clara decepción—. Ustedes son los únicos tontos que se tragan el cuento de que Mikey se enferma cada tres meses.

Oyendo esas palabras, Draken tenía ganas de darse un buen golpe contra la pared del santuario, al reparar en las obviedades que le estaban señalando.

—Pero no le digas nada de esto a Mikey —susurró con gracia—. Si él no quiere que yo lo sepa, deja que siga creyendo que no lo sé. Él debe tener sus razones para no decírselo a nadie, y yo lo respetaré a como dé lugar.

—¿Y por qué me lo dices a mí?

—¿Cómo que por qué? —le cuestionó—. Estoy tratando de ayudar a Mikey. Se te está entregando en bandeja de plata y tú, o eres muy tonto para darte cuenta, o tienes mucho miedo de aceptarlo.

—No soy muy tonto para darme cuenta —suspiró, echándose su cabeza hacia atrás.

—¿Entonces, a qué le tienes miedo? —le consultó, con la comprensión en sus ojos; aquella que Draken admiraba en demasía. Era la única persona con la que se permitía hablar de aquellas cosas que tanto le costaban.

—A lo mismo que tú —murmuró, recostando su cabeza sobre la pared del santuario y bajando la mirada—. A perder una gran amistad y a una persona invaluable por una relación.

Suspiraron al unísono y estancaron el tema ahí. Cada uno miró para otro lado y dio rienda suelta a sus cavilaciones. Mitsuya, particularmente, se consoló en las estrellas que ya brillaban, imperiosas, junto a la luna.

—Tengo una duda —soltó Draken con la curiosidad mordiéndole las tripas; al parecer, sería la primera de muchas—. ¿No se supone que Taiju era un hombre religioso sumamente devoto?

—Así es —asintió, bajando la mirada para encontrar los ojos ajenos—. ¿Por qué?

—Y pues que no es de muy cristiano andar revolcándote con otros tipos —le dijo—. Ya sabes, la iglesia y el sexo, y bueno, y...

—No tengo idea de hasta qué punto las doctrinas cristianas influyen sobre Taiju —le respondió, indiferente—. Pero a veces se llega a un punto en el que ni la religión ni tus valores morales te amparan. Cuando estás en la mierda no te sirven para nada.

—¿Tú crees que él llegó a ese punto?

—Por supuesto que sí —afirmó—. La vida le ha devuelto el daño que ha hecho, y te digo que aún le falta más dolor por recibir.

—¿Entonces, tú no lo defiendes?

—Yo nunca defendí lo que hizo —negó frenéticamente, frunciendo el ceño—. Yo no defiendo ni justifico su pasado, y si tomo partido por Hakkai también es por eso; lo que yo defiendo es el hombre que conocí luego —suspiró—. Sabes, Yuzuha sabe que yo me hablaba con Taiju; si sabe lo que pasó entre nosotros, no lo sé. Lo que sí sabe es que nos llevábamos bien y que éramos amigos.

—¿No te ha saltado a la yugular? —preguntó, impactado por aquella revelación. A lo que Mitsuya respondió con un movimiento de cabeza.

—Cuando le dije a Hakkai que Yuzuha le ha perdonado, no me lo he inventado —le dijo, mirando el suelo—. Ella tenía interés en saber cómo estaba él. Que yo sepa, nunca se vieron ni hablaron, ni siquiera a través de mí, mas me preguntaba por él. Realmente la admiro y la respeto de una manera que no te das una idea.

—Asumo que Hakkai no lo sabe —soltó—. Pero ¿y Taiju?

—Jamás se lo dije.

El silencio llegó y se coló entre ellos. Como Draken sintió que la atmósfera se estaba tornando demasiado melancólica incluso para sus cambios de tema, decidió dar un cambio rotundo de rumbo.

—Oye, Mitsuya, ¿en qué piensan los omegas cuando están en celo?

—Pregúntaselo a Mikey —le tajó, con cara de pocos amigos.

—No necesito preguntarlo; ya lo vi.

—¿Qué hiciste tú con Mikey? —exclamó exaltado.

—¿ qué hiciste con Taiju? —le exclamó en respuesta.

—¡No te lo diré!

—¡Ni yo a ti!

Permanecieron enmudecidos por un rato, cada uno abrazando su intimidad, hasta que Mitsuya decidió soltarse un poco.

—¿Qué viste tú?

—Mikey estaba, bueno, ya sabes, haciendo lo suyo, aferrado al abrigo que le presté la noche anterior.

—Los omegas queremos sentir al alfa que deseamos con nosotros cuando estamos en celo —le confesó—. Que haya tenido tu saco puede significar mucho.

—¿Tú piensas en Taiju?

—Sí, bueno, pero actualmente ya no es precisamente porque esté enamorado de él ni nada de ese estilo —afirmó, desplegando sus palabras con confianza—. Es una cuestión meramente física —aclaró, sintiéndose ligeramente avergonzado—. No se trata tanto de que piense en él, sino que recuerdo lo que hemos hecho, tú me entiendes —insinuó. Recostó su cabeza contra la pared del santuario y suspiró ante el vendaval de recuerdos que llegaron a él—. Para un omega, pasar el celo acompañado del alfa que desea es la mayor de las fantasías. Si acompañas a Mikey en su próximo celo querrá casarse contigo en esa misma semana, así que decide con sabiduría.

—Bueno, tengo entendido que el sexo durante el celo de un omega es algo mucho más íntimo e importante —asintió, recordando la sarta de clases que le había dado Remi—. ¿Tú llegaste hasta ese punto con él? —le preguntó, sumamente sorprendido.

—Sí —confesó—, pero fue una situación particular.

—Oh, eres tan adorable —se mofó—, ¿tan especial era para ti?

—No me refiero a eso —le dijo—. Yo entré en celo cuando lo besé. Se me adelantó un mes.

—Diablos, ¡te tenía a sus pies! —rio a carcajadas como si Mitsuya fuese tan virgen como él mismo—. ¿Cómo es que no saliste preñado de eso?

—Cállate —le escupió—. Existen parejas responsables pese al celo, ¿lo sabes? Lo dudo, si Mikey y tú son como conejos.

—Oh, con que pareja —se regocijó entre sus propias bromas de niño de primaria, ignorándole con una amplia sonrisa. Posterior al dramón que había presenciado, mejor era reírse de ello un poco.

—De todas formas, esa noche él se retiró, diciéndome que si yo necesitaba ayuda con el celo él estaba dispuesto —comentó, recordando—, y pues bueno, al día siguiente lo llamé luego de meditarlo la noche entera entre oleadas de calores insufribles.

—Es tan divertido conocer este lado de ti —le sonrió—. Siento que te conozco de nuevo.

—Tampoco es para tanto.

—Eres el único del grupo que tiene una ex pareja —comentó—. Bueno, además de Pah y Smiley.

—Sí, pero Pah, por su parte, no ha superado a su ex —reveló algo que ambos ya sabían—. Mientras que Smiley ya ni siquiera recuerda a las parejas que ha tenido.

—Bueno, es que Smiley ha salido con muchas chicas —acotó Draken—. Para luego acabar revolcándose con Mucho; de hecho, estoy comenzando a sospechar que podría haber algo más entre ese par. Smiley, el verdadero icono bisexual.

—Baji también sería un icono bisexual —comentó entre risas.

—No, no realmente. Podrá ser bisexual, si es que lo es, porque ciertamente eso solo lo define él, pero no un icono —le respondió—. Tiene alma de reprimido.

—Es verdad —respondió—. Baji es ese tipo de alfa patético que jamás abriría las piernas, ni siquiera para experimentar. Puro alfa orgulloso.

—Así es —asintió Draken—. Ya sabes, lo único que representa su sexualidad es que él acepta cualquier hoyo aunque sea de pollo.

—Y yo estoy en el medio de ellos dos, de Pah y Smiley —aceptó—. Ya lo he superado, pero aún lo recuerdo.

—¿Y dónde entra Hakkai?

—A mí me atrae Hakkai —dijo de una vez, esbozando una tierna sonrisa, de esas espontáneas, cargadas de cariño—. Le quiero mucho.

—Y por qué diablos no haces nada al respecto —le espetó—. Me regañas a mí, pero ¿y tú?

—Yo no merezco el amor de Hakkai —confesó, llenando de amargura aquella sonrisa de segundos antes—. Es tan puro como un niño y me da todo de sí, y mira lo que he acabado por hacer yo.

—Eres tan cursi —le respondió con una sonrisa amplia.

—Me siento Baji por lo que voy a decir, pero comencé a fijarme en él cuando por fin cumplió quince; antes de eso solo lo veía exclusivamente como mi amigo —explicó, clavando su mirada en la oscuridad débil de la noche recién nacida—. Sin embargo para cuando fue su cumpleaños de este año yo ya había estado con Taiju. No tenía las agallas para decirle lo que había hecho y tampoco me sentí digno de darle una oportunidad de nada —mencionó—. Intenté que este último par de meses se rindiera conmigo, pero cada día es más tenaz.

—Sí —respondió—. Y hoy le has hecho llorar como un bebé. No creí que alguien pudiese llorar tanto como Takemichi.

—Ni me lo recuerdes —suspiró, frustrado—. Pero claramente lo entiendo. Debe ser duro.

—Pues claro, no debe ser gratificante que la persona de la cual estás enamorado haya estado enamorado intensamente de alguien más, y menos si sucedió mientras él ya estaba enamorado de ti —dijo—. A su vez, lo que ha pasado entre ellos dos... bueno, verdaderamente entiendo el dolor de Hakkai. De todos los tipos de Shibuya, ¿por qué él?

—Pero es que por supuesto que también le entiendo, Draken, si he escapado de este conflicto tanto tiempo es por eso —le tajó, mortificando su voz y frotándose los ojos—. No es como si yo hubiese elegido a quién querer. Hice lo que pude con lo que tenía. Manejé la situación de la manera en la que mejor pude. Traté de reducir los daños al mínimo, porque vamos, ¿qué hubieses hecho tú en mi lugar? Yo solo quise ayudar a Taiju a mi manera, así como le presto mi ayuda a todo el mundo, incluso con el propósito de que quizás algún día pudiesen reconciliarse —se lamentó, sintiendo que se quebraría. Había tanto que debió tragarse que se estaba asfixiando—. Me enamoré de él en el trayecto, de su fragilidad y sus fachadas, y él me quiso de la misma manera. ¿Por qué debió ser tan problemático todo este asunto? —su voz comenzó a arrugarse. Su nariz se arrugó y sus labios se torcieron hacia adentro, dibujando una fina línea en su boca. Sus ojos se cerraron con violencia—. Intenté buscar la mejor salida para todos, incluso priorizando el bienestar de Hakkai y sacrificando a Taiju y mis propios anhelos, porque bueno, obviamente, si he de elegir un lado, siempre elegiré a Hakkai y velaré por él aunque me parta, porque él ha sufrido horrores y lo último que deseo es ser yo la fuente de más penurias en él —explicó atropelladamente—. Pero no puedes, Draken, no puedes decirme que soy un tipo de mierda por haber querido a la persona equivocada. Yo no actué por maldad, ni siquiera por elección. ¿Es, acaso, tan grave que haya tenido un momento de debilidad en el que me obsequié a mí mismo, por unos días, el poder de sentir la belleza de un amor correspondido?

Draken resultó boquiabierto luego de aquella perorata desenfrenada que se largó frente a él. El discurso de una desesperación fruto de una bandada de sentimientos enterrados se había hecho presente frente a él. Con movimientos ásperos tomó a Mitsuya y le abrazó. Posó una mano en su nuca y con la otra lo envolvió. Percibió los temblores de ese cuerpo y suspiró.

Cálmate —le arrulló, palmeando su espalda—. Yo te creo. Cuando esto se sepa, quizás más de uno te acuse, pero yo estoy aquí ahora, y yo te creo —susurró compasivo. Draken, que solía ser tan frío con cualquier ser humano, enseñó aquella dulzura inherente que salía a flote en situaciones críticas—. Cualquiera saltará del lado de Hakkai sin valorar la situación, pero yo estoy de tu lado, porque eres un hermano para mí. Él está sufriendo en todo su derecho y con razones, pero yo sé lo que has sufrido tú, y lo que sigues sufriendo. Yo nunca te daré la espalda.

Aquel orden, aquellas palabras, aquellas sílabas, habían sido las que Mitsuya había deseado oír con tanto ímpetu durante tantos meses. Se prendió de la camisa de Draken y lloró hasta que sus omóplatos brincaron por sus hipidos.

—Gracias —sollozó.

—No tienes que agradecerme por esto —le dijo—. ¿Tan bajo has caído como para agradecerme por quererte? No eres alguien indigno de cariño, y tu dolor es tan válido como el de los demás.

Mitsuya sonrió una vez más y se soltó de a poco.

—Si Mikey nos viera ahora, me quemarías las pestañas con un mechero —dijo entre hipidos, sonriendo auténticamente en ese último rato.

Draken se rio y asintió. Por más que aquello fuese cierto, Mikey le adoraba. En cuanto le viese así, cierto también sería que correría hacia él, preguntando a quién debía romperle los huesos.

—Él único que te condena eres tú mismo, Mitsuya —dijo—. Tú has visto que Hakkai se sintió culpable al respecto y que hasta se sintió mezquino.

—Yo creo cada palabra que él me dijo hoy —aseguró—. Pero su culpa llegó cuando supo que él fue el motivo detrás de esa ruptura. Antes de eso, a él no le importó el hecho de que yo haya cruzado una separación en silencio —se encogió de hombros—. No lo culpo, claro, puesto que posiblemente mi reacción habría sido similar a la suya si hubiese estado en sus zapatos, pero así son las cosas.

—Tienes razón —asintió, comprensivo—. Pero ¿tú te arrepientes de haber tomado esa decisión?

—Por supuesto que no —respondió—. Tuve meses para retractarme, y aún así no lo hice. Incluso viendo la reacción que él ha tenido hoy, no me arrepiento, puesto que hay una esperanza de que me perdone o que, al menos, lo supere.

—¿Con eso solo descansarás en paz? —le cuestionó—. ¿Tan poco significó Taiju para ti como para que no te arrepientas de eso?

Mitsuya le observó en silencio, en uno de esos en los que flotaban las grandes dudas. Sus ojos se clavaron en el suelo y sus manos se encontraron frente a él.

—Yo solo quiero que Hakkai esté bien —murmuró—, y que siga considerándome su amigo.

A Draken le destrozó verle así. Era la primera vez en tantos años que acompañaba a un Mitsuya tan desarmado y dubitativo. Con lo mucho que le apreciaba, no podía evitar tener una predilección por él y sentir más sus penas.

—Bueno —carraspeó Draken, incapaz de continuar por ese tramo de la conversación—. Todo este rollo suponiendo que Hakkai esté enamorado de ti ¿no?

—Así supongo.

—Pero cómo que supones, con lo obvio que es —le reclamó—. Tú has estado enamorado antes, deberías saber lo que se siente.

—Bueno, es que yo sí estuve enamorado, pero Taiju no quería a nadie más —respondió, pensativo.

—¿Cómo supiste que estabas enamorado de Taiju? —le preguntó; mitad curiosidad y mitad duda propia.

—Lo supe porque me gustaba estar con él más que con cualquier otra persona, y yo quería quererle —respondió con el corazón en la mano—. Deseaba estar para él y verle bien sin que aquello significase una carga para mí, en absoluto. Porque me sentía en mi lugar seguro y con solo verle me hacía sonreír y las tripas se me sacudían. Eso es lo que te sucede con Mikey ¿no es verdad?

Draken analizó cada punto antes de brindar una contestación; amaba estar con Mikey, acompañarle. Ciertamente, era la persona con la que más se relacionaba, lo quisiese o no.

¿Quería querer a Mikey? Esa respuesta la desconocía. Deseaba estar para él, protegerle y acompañarle en cada momento de su vida. No pudo evitar querer tener un dueño de la verdad que le confirmase si esa era la respuesta.

Mikey le hacía feliz, de eso no tenía duda. Estar a su lado era una aventura, y poder reírse hasta que le doliese la barriga a su lado era una bendición.

—Tal vez lo sea —fue su veredicto final—. Pero ¿no te sucede eso mismo con Hakkai?

Algo así, pero se siente diferente, porque ellos son muy diferentes. Con Taiju era muy meloso, pero porque él era frío y solitario; Hakkai es todo lo opuesto, por lo que llega a asfixiarme con su cariño.

—Tienes unos gustos particulares.

—Supongo que sí —asintió—. De cualquier manera, mi culpa me detiene a la hora de permitir que mis  sentimientos hacia Hakkai puedan crecer. Esperaré a que las cosas tomen su curso normal una vez más antes de permitirme intentar quererle de esa manera. Necesito asegurarme de que él esté bien y ambos cerremos ese ciclo.

—¿No te perturba el hecho de que te atraigan dos hermanos? —le preguntó en respuesta a eso—. Quiero decir, es como que te guste la misma persona.

—Hakkai no te perdonaría si oyese que crees que se parece a Taiju. Y viceversa —le dijo—. Y yo tampoco te perdono eso. Lo único en que se parecen es en el apellido que comparten —alegó—. Me parece más grave involucrarse con los hermanos Sano, sabes, porque ellos sí se parecen, y no solo físicamente.

—Oye, yo no me he acostado con ninguno, y Mikey y Emma se adoran; entre ambos se pelean para dejar que el otro salga conmigo.

—Ya veo —finalizó, revoleando los ojos de manera cómica.

—De cualquier manera, debo confesarte que yo ya sabía que tuviste algo con Taiju —le dijo, aguardando la reacción ajena.

—¿Qué? ¿Cómo? —clamó en estupor—. Aunque bueno, lo supuse por la manera en la que reaccionaste el otro día.

—Pues, la vez que me pediste que fuera a cuidar a tus hermanas porque repentinamente te había llegado el celo, te vi irte con él en su motocicleta cuando yo estaba llegando —le comentó, realizando muecas—, y luego, cuando volví a verte días más tarde llevabas un maldito cuello de tortuga en pleno verano. Por otro lado, claramente te había mordido por todas partes, porque emanabas su olor por cada rincón. Era nauseabundo.

Mitsuya se enrojeció ante el recuerdo.

—Gracias por no haber pronunciado palabra al respecto —le dijo, sincero—. Si me hubieses dicho algo en aquel momento me habría muerto de vergüenza. Y si me hubieses preguntado sobre Taiju esa temporada, me habría partido cual ramita.

—No hay de qué —le respondió—. Eres mi buen amigo. De hecho, debería ser yo quien se disculpe, sabes, por haberte puesto contra las cuerdas el otro día con Mikey cuando ya lo sospechaba. Me dolía percibir que cargabas con ese dolor y que no me lo transmitieses, y no poder hacer nada al respecto en consecuencia me frustraba y me cabreaba —soltó, a sabiendas de que tenía la razón absoluta y que lo acababa de confirmar minutos atrás—. Fuimos amigos mucho tiempo, y no comprendía por qué no podías confiar en mí.

—Lamento no habértelo dicho. Me sentía demasiado culpable por mentirte de esa manera —se disculpó, tocando sus zapatos—. Necesitaba que lo supiese Hakkai antes que nadie, al menos de mi parte, y yo no me sentía preparado para ello.

—¿Y cómo es que Koko lo sabía?

—¡Vete tú a saber! —exclamó, recordando la indignación de aquel papelón en el cumpleaños de Chifuyu—. A esa escoria no se le escapa nada. Yo asumo que me ha visto con Taiju en algún lado.

—¿No se lo habrá contado Taiju mismo? —preguntó luego de razonar un breve momento.

—Taiju no le comentaría a nadie sobre lo nuestro, y menos aún a Kokonoi —negó con certeza.

—Bueno, no es que Taiju sea un tipo de mucha palabra —alegó, torciendo el rostro.

—No es porque él me haya prometido o no que no le contaría a nadie; a decir verdad, él jamás prometió semejante cosa, y yo tampoco se lo he pedido —le dijo—. Yo asumo que no se lo ha dicho a nadie porque él, al igual que yo, no comparte su dolor con nadie. Se lo guarda para sí mismo.

—Le tienes una gran expectativa.

—¿Cómo no hacerlo? —le dijo, orgulloso—. Yo he hecho de él un mejor hombre.

—¿Estás orgulloso de lo que has creado? —le preguntó, sonriente.

—Más que orgulloso de quien ha sido objeto de mis desvelos —respondió—. Verle mejor y no hecho un despojo fue lo más bello. Yo quiero que sea feliz, aunque no sea conmigo.

—¿Y si necesitara estar contigo para ser completamente feliz? —le preguntó—. ¿Y tu propia felicidad?

—Mi propia felicidad nace en la de los que me rodean —dijo—. Mis hermanas, mis amigos, mi madre. En cierta forma prioricé mi felicidad, sabes, porque es que perder a Hakkai sería de lo peor que podría acontecer en mi vida. En cierta manera, sería como perderte a ti.

—Qué embrollo, hermano —se quejó—. Hasta me has quitado las ganas de hacer algo con Mikey.

—No pongas excusas —le cortó—. Ve moviendo el culo de una buena vez.

—Ya veré —rezongó. Tenía mucho para cavilar. Decidió cambiar de tema—. Sabes, el baboso de Baji creía que era yo a quien te habías tirado.

Mitsuya, sorprendido, le otorgó una mirada despectiva de arriba abajo.

—Me indigna infinitamente que, además de catalogarme como mal amigo, me acusen de mal gusto.

¡No puedes decirme que Taiju es más atractivo que yo! —le espetó, enderezándose de golpe, más ofendido que él—. Con esas cejas payasas, esa nariz aguileña y ese semblante de demente convicto que se carga. Pero ¿sabes qué? Estabas enamorado, y el amor te deja imbécil y claramente ciego, no te preocupes.

Mitsuya se ofendió aún más, llevando su indignidad a un puesto superior. Sus ojos se expandieron, su boca adoptó una forma ovalada al abrirse y su mano se posó en su pecho.

Cualquiera de los Shiba es más atractivo que tú —le respondió—. Y con cualquiera, ¡me refiero hasta a Yuzuha, esa hermosa mujer!

—A Yuzuha te la puedo aceptar —asintió—. A Hakkai podemos negociarlo. Pero ¿Taiju? ¡Jamás! ¡Estás hablando desde una perspectiva empañada!

—¡No hay nada que negociar respecto a Taiju, yo no me acostaría contigo!

—¡Yo no pienso perdonarte que digas que Taiju es más atractivo que yo, retráctate!

—Definitivamente, me calienta muchísimo más que tú —le escupió—. Y Hakkai también es muchísimo más bonito que tú.

—Déjame que me tatúo la existencia entera cual yakuza y me clavo unos esteroides, y ya verás que te caliento lo mismo.

Mitsuya se cabreó, entrecerrando los ojos y arrugando la nariz.

Era una cuestión de honor; si bien era una verdad auténtica e innegable el deseo sexual apabullante que sentía hacia Taiju, la cuestión principal rodeando aquella discusión era el defender sus propios gustos a capa y espada, porque si había algo que no toleraría era que le tratasen como a un hombre sin refinación ni gusto alguno.

—Creo que sabes bien que hay más factores de atracción física que influyen, especialmente hablando de alfas.

—Ya he dicho yo que soy largo en todo el cuerpo —aseguró, comprendiendo el mensaje subliminal en sus palabras.

—La opinión carece de validez cuando proviene del dueño —alegó, cruzándose de brazos—. La opinión de Mikey es la que me vale.

Draken suspiró con resignación ante ello. Si dependía de lo que Mikey opinase de él, estaba muerto. Sin embargo, si se tenía en consideración los celos de Mikey hacia Mitsuya, era posible que le dijese maravillas, para generar una envidia inexistente en Mitsuya. Más allá de si este último gustase de él o no, y más allá de lo que Mikey le dijese, no existía manera de que Mitsuya sintiese celos o envidia alguna, cuando se había acostado con un alfa de casi dos metros que fácilmente podía tener tres piernas.

—Ya luego pregúntale tú.

—Sería sumamente indecoroso de mi parte reflejar semejante duda —negó con la cabeza—. Le dejaré ese trabajo a Baji.

No me acordaba que fuese tan largo hasta que me puse a corregirlo, lol.

Bueno, en fin, capítulo largo para descansar unos días. El próximo capítulo me está gustando mucho. El fluff y el angst van en parkour acá (?)

El mitsukkai va en angst.
El drakey va en horny mode
Y el bajifuyu va en fluff supremo.
Tienen de todo, como para no quejarse, boe

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