𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 𝑼𝒏𝒐.
Desorbitado, con su cuerpo entumecido, abrió sus ojos despacio, observando un panorama distinto al que antes había visto. Como si hubiese profundizado en una arboleada, cambiando por completo el paisaje que había admirado antes de aventarse de la colina. La brisa fresca chocando contra su rostro, mientras él intentaba abrir sus ojos y enfocar su al rededor. Quiso pisar la tierra, pero le era imposible desde esa distancia, cuando bajó su cabeza, se dio cuenta que estaba a más de dos metros del suelo, y aunque lo intentó, el broche del parapente parecía haberse trabado. Inclusó tiró, para romperlo, pero evidentemente tenia que estar hecho de un material resistente para evitar tragedias en el aire.
Estaba jodidamente atascado entre las ramas de los árboles, y no parecía haber una sola alma merodeando cerca.
Gritó, desde el fondo de su pobre y seca garganta. Gritó tanto como pudo por alguien que llegara a auxiliarlo. Hasta que, por fin los Dioses tuvieron conmiseración al oir su desesperada petición, enviando a un hombre. Un hombre firme, de mirada severa, y un uniforme que dejaba en claro que se trataba del ejercito. Y gracias al cielo el ejercito de Corea vino por él, porque su estómago podría no soportar más tiempo estando vacío.
-¡Al fin!-Exclamó Jimin, el alivio instalándose en él, pudo relajar su cuerpo y dejar de sacudirse para liberarse (cosa que no estaba funcionando).-¿Puedes por favor ayudarme a bajar?-Suplicó, observando la duda evidente en el semblante del sujeto.-¡Ni si quiera sé cómo terminé aquí!-Lloriqueó, pataleando en el aire.
El oficial miró con desconfianza, pero supuso que, si aquel hombre implicara algún peligro para él, probablemente ya hubiese bajado y atacado. En su lugar, lucía realmente angustiado, a pesar de que ahora había dejado el peso de su cuerpo caer y no hacía movimiento alguno, como si esperara que el oficial trepara por el tronco, llegara hasta él, y lo bajara en sus brazos, su rostro reflejaba la aflicción. Con un corto silbido para llamar su atención, sacó un objeto de su bolsillo que Jimin no alcanzó a detallar, antes de que el hombre posicionara hacia atrás su brazo para tomar impulso.
A duras penas Jimin alcanzó a atajarlo entre sus dedos, siempre resbaladizos como la mantequilla, para percatarse entonces de qué se trataba.
-¡Una navaja suiza!-La elevó en el aire, victorioso.-Bien pensado, señor soldado. Yo también debería de llevar una navaja de bolsillo conmigo, nunca se sabe cuándo puede terminar colgado de un arbol.-Negó con la cabeza, haciendo su máximo esfuerzo para poder estirarse lo suficiente hacia arriba, y comenzar a cortar las cuerdas.-Vas a atraparme, ¿No es así?-Inquirió, mirando de soslayo hacia abajo, donde, definitivamente el sujeto no debería estar ubicado. Jimin detuvo sus movimientos de forma abrupta, con una expresión horrorizada.-No puede dejarme caer al suelo, ¡papá no va a dejarme practicar ninguna actividad extrema otra vez si algo me sucede!
El rostro inmutable del hombre hizo a Jimin preguntarse siquiera si hablaban el mismo idioma. No emitió una sola palabra, pero, al menos dio una zancada hasta estar debajo de su cuerpo, transmitiendo un poco de tranquilidad hacia el castaño, que temía caer y quebrarse un costilla o dos por el impacto.
Continúa pasando el filo contra la cuerda, resultando más dificultoso de lo esperado. El tiempo transcurrió demasiado lento para el oficial impaciente que permanecía con los brazos preparados para la caida. Hasta que, finalmente, ambas cuerdas cedieron, y el cuerpo de Jimin cayó de golpe, soltando un chillido por la impresión, pero siendo atrapado entre dos brazos firmes. Su mirada recayó automáticamente sobre el rostro de aquel hombre que pudo analizar con mayor cuidado de cerca. Rasgos tan perfectos a su perspectiva que dudó que fuera en realidad un militar, y no una celebridad.
-¿Acaso están grabando una película en el bosque?-Sugirió, llevando su mirada hacia todas las direcciones cuando fue dejado sobre sus pies, en busca de algún grupo de personas con cámaras y luces, pero no había nada de ello cerca.-¿Te perdiste en medio de la filmación?
-No sé de qué estás hablando.-Por primera vez, tuvo el placer de oír la gruesa voz del poseedor de aquel rostro, lo que le tomó cinco segundos para procesar, y deslizar sus labios en una genuina sonrisa.
-Incluso tu voz es sexy.-Musita, lo que provoca un ceño fruncido entre las cejas pobladas del contrario.
-Nombre y ocupación.-Exige, Jimin lo interpreta como una invasión a su privacidad.
-¿Por qué debería decírtelo? ¿Acaso es parte de un seguimiento que hacen con todos los ciudadanos, o solo...-Antes de poder terminar la frase, sus ojos, en lugar de apreciar el rostro del hombre, viajaron más allá, justo encima de su cabeza, donde un casco verde con estampado de camuflaje cubría su craneo, y frente a él, una estrella roja brillaba. No pudo evitar exaltarse al caer en cuenta de con quién estaba tratando, y el por qué del interrogatorio. No era un proceso legal de la republica de Corea para devolver a un ciudadano perdido, porque ese, precisamente, no era el uniforme que un soldado común de Corea del Sur portaría.-¿E-eres...-Tartamudeó, corrigiendolo de inmediato para no demostrar debilidad ante él.-¿Es un disfraz? ¿Es parte de la filmación? ¿Eres acaso... del Norte?
-¿Eres del Sur?-Contraataca, y Jimin enmudece, retrocediendo solo un par de milímetros con uno de sus pies.-Tendrás que venir conmigo para que seas investigado.-Sentenció.
Jimin sintió su corazón palpitar con fuerza, pero lo disimuló con una risa forzada.-Estás sumido en tu papel, ¿No es así?-En ese momento, se escuchó el rugir de su estómago emerger, tapó su abdomen con sus dos manos.-Dios, me muero del hambre. ¿Por que no vamos por algo de comer? Yo invito.-Alzó sus cejas sugestivo, pero parece que solo logró colmar la paciencia del soldado.
El pelinegro decidió sacar y empuñar su arma, logrando ahora que Jimin considerara la magnitud de la situación, y que, en él albergaba la sospecha de que estaba del lado equivocado. Que el violento ventarrón lo arrastró hacia el lado erróneo, pero, aunque era seguro que era así, quería pensar lo contrario, y negarse rotundamente a ello.
-¿Cómo llegaste aquí?-El oficial intentó sonsacar un poco de información del sujeto que, a diferencia de minutos atrás, ahora reflejaba en todo su cuerpo, en sus acciones y en su forma vacilante de hablar, el miedo.
-Yo...-Jimin, pudo sentirlo venir. El llanto era invitable en las circunstancias en las que estaba, y aunque intentó contenerlo por mantener a flote un poco de su masculinidad, que, según su padre, se trataba de demostrar fuerza al afrontar una dificultad, el enrojecimiento y la hinchazón que poco a poco iba haciendose más y más evidente, lo delató. Era proveniente de una familia adinerada, esta había hecho muy bien su trabajo a la hora de cuidarlo, y nunca en su vida había sufrido algún daño. Su mayor preocupación podrían ser malas calificaciones, un castigo leve, como el ser obligado a estar en una habitación sin su móvil a su alcance, repasando algunos de los temas de matemáticas que él no lograba entender. Nunca se imaginó el terminar en una situación como esa, y quería oír una confirmación del oficial, solo para saber si tenía verdaderos motivos para perder la cabeza, o solo era paranoia.-¿En serio estoy en Corea del Norte?-Preguntó, de su ojo deslizándose una lágrima involutaria que no escapó de la vista del pelinegro.
-Sí. Por eso debes venir conmigo.
-¡Oh cielos!-De pronto elevó la voz, el oficial dio un respingo.-¿Van a matarme? No ha sido mi culpa, ¡Juro que no quería terminar aquí! Pero el tornado terminó llevándome, y de pronto ya estaba colgando del arbol-Se excusó, dramatizando su situación con una exagerada representación de su caída con sus manos, su llanto solo intensificandose.-No es posible que esté en el norte. No puedo estar aquí ahora.
Al conectar su mirada rota con la del oficial, nota en sus ojos, por fin, una diferencia. Le miraban con pena, pero, siquiera eran los rastros de alguna emoción que se desvaneció en cuestión de segundos. Jimin había intentado regular su respiración y frenar el llanto. Lo mínimo que podía hacer era mantener el control para poder pensar algo racional antes de llegar a dónde fuera que fuese el lugar al que iba ser escoltado.
Jimin se consideraba a sí mismo uno de los seres humanos con la peor suerte existentes. Las posibilidades de que un tornado te arrastre hasta el país donde los surcoreanos no son bienvenidos, son pocas, y Park Jimin fue el jodido desafortunado en volar en parapente aquel día.
Cuando ha llegado la calma, el soldado hace una señal con su rostro para que avance, cosa que Jimin hace sin más remedio. El silencio que se implantó, interrumpido por el simple sonido de viento, los árboles, y algún insecto a lo lejos, hizo que el oficial cuestionara sus acciones. Le vio de reojo, intrigado por el repentino cambio; habia pasado de soltar cien palabra por segundo, a bajar la cabeza sumiso, con una mirada indescifrable y desenfocada. En sus labios había un ligero temblor, y sus mejillas rastros de humedad.
-¿Estás bien?-Le había escuchado musitar al soldado, con cautela, lo cual fue desprevenido, y solo dio cuerda para recobrar un poco de la energía perdida en Jimin. Los minutos silenciosos habían sido más que una tortura, pero no sabía si sería correcto decir algo. No sabía con exactitud el comportamiento del ejercito norcoreano, y temía meter la pata.
-¿Bien?-Preguntó, retóricamente.-Físicamente, estoy bien, aunque creo que en cualquier momento mi estómago comenzará a consumirse a sí mismo por la falta de nutrientes.-El pelinegro lo miró como si hubiese aparecido un tercer ojo en medio de su frente, pero Jimin siguió hablando sin medir sus palabras.-Mentalmente, siempre he tenido un poco de inestabilidad. Ahora creo que mi cerebro podría apagarse en cualquier momento.-Ríe de forma aspirada.-Lo digo porque he visto a mi hermana perder el conocimiento luego de tanto estrés acumulado. Nunca he pasado por ello, pero algo me dice que si tu jefe usa un tono severo conmigo, podría hacer pipí sobre mis pantalones, y luego, me desmayaría.-Negó con su cabeza, proyectando imágenes atroces en su cabeza, como si estuvieran enviándolo al matadero y él fuera un indefenso animal de la granja.-¿Crees que podrían no ser tan rudos conmigo? De verdad que no quise terminar aquí, yo jamás.-Formó una x con sus brazos para enfatizar.-Nunca, tendría intenciones de venir a Corea del Norte.
El soldado simplemente calló, concordando en su totalidad. Él tampoco tendría la intención de poner un pie en Corea del Sur, a menos que se le ordenara como una misión.
-Estoy seguro de que volveré.-Dijo, más para sí mismo que para el soldado del cual sospechaba no estaba prestando real atención a lo que decía. Probablemente buscaba deshacerse de él cuanto antes.-Dime, ¿Me veo acaso como un intruso? ¿Tengo cara de espía?-Elevó las cejas, colocando su dedo índice y pulgar abiertos bajo su mandíbula, sin recibir respuesta.-¡No la tengo! Nunca he sido bueno diciendo mentiras. Mamá siempre me descubría cuando intentaba guardar un secreto.-Chasqueó su lengua, y, estaba por seguir hablando, sin importar si se trataba de una molestia para el oficial, o si estaba siendo ignorado, hasta que, en su campo de vista, un pueblo comenzaba a tomar forma a medida que avanzan. Casas dispersas y personas que en la lejanía que no lograba distinguir con claridad.
Se sorprende, porque no es lo que esperaba, pero de igual forma le sigue los pasos al más alto, que, repentinamente, se vuelven más lentos. Con precaución, se aproximan cada vez más al pueblillo, a lo que Jimin instintivamente pregunta el por qué de su comportamiento, ganándose una mirada recriminatoria que lo hace morderse la lengua y continuar su recorrido.
Aprecia las luces opacas, y las casas de madera. Las personas que aún no se percataban de su presencia, y el suelo de tierra. Es todo un nuevo ambiente para Jimin, pero no le desagrada en lo absoluto. Experimentar es siempre emocionante, mas no lo es del todo si están llevándote a tu posible muerte.
-¿A dónde se supone que estamos yendo?-Cuestionó, queriendo al menos una preparación, pero el pelinegro no parecía estar dispuesto a darle información, lo que lo hizo impancientarse aún más.-¿¡En serio no vas a decírmelo?! ¿Quieres matarme?-No lo dijo de forma literal, pero al darse cuenta de lo que dijo, juntó sus labios fuertemente, casi absorbiéndolos, y volteó para mirar de nuevo el inexpresivo semblante en él.
Llegaron a una puerta metálica que abrió, y sin dar tiempo a réplicas, lo obligó a a travesárla a empujones, hasta que ambos estuvieron adentro, fuera de la vista de los que rondaban por el exterior.
-Nadie va a morir.-Dijo, con un debil tono de seguridad, pues se notaba la inestabilidad en su voz.
-Entonces, ¿no vas a llevarme con tus superiores?-Juntó sus manos, ilusionado, pero antes de poder seguir viendo la expresión del oficial, giró sobre sus talones para contemplar su entorno.
-Vas a volver a tú país.-Declaró.-Y nunca más vas a volver a pisar tierras norcoreanas, si no quieres que yo mismo te decapite.
Jimin sonrió, pese a estar siendo amenazado.-¿En serio volveré?
Él asintió.-No te preocupes, no te va a pasar nada.
Y Jimin, decidió confiar en su palabra.
-¿Esta es tu casa?-Paseó sus ojos por cada rincón, fascinado, aunque su estructura fuese sencilla y minimalista, era hogareño.-Me gusta.-Afirmó, colocando sus nudillos sobre sus caderas.-Si pudiera, le daría unos retoques. Pero dudo que se me permita hacer slgo desde Corea del Sur.-Meditó, llevando la punta de sus dedos sus labios. El pelinegro, que ahora se había despojado de su casco, dejando a la vista su melena despeinada, tenía ambas palmas cubriendo su rostro, ocultando su frustración ante una situación que se había salido de sus manos a causa de sus propios errores.-Me llamo Park Jimin.-Le extendió su mano, revelando su blanca dentadura en una sonrisa amigable que llegaba hasta sus ojos que fromaban dos semicírculos. No le hubiese dado su nombre de no ser porque este, no solo lo bajó del árbol, sino que le ha dejado entrar a su casa y aguardar hasta que pueda volver a casa. El otro suspiró, bajando las manos de su rostro, dubitativo.-Tómala, no te voy a morder.-La sacudió.
Despacio, juntaron sus manos, y Jimin reafirmó el agarre envolviendo sus dedos al rededor de la manos del contrario por completo.
-Min.-Habló por lo bajo. Jimin acercó un poco más su cabeza, emitiendo un sonido interrogativo.-Capitán Min.
-¿Capitán?-Repitió, asombrado, haciendo de sus labios una "o".-No creo que tu nombre sea Capitán.
-No es necesario que sepas mi nombre.-Aclaró, y el castaño rendido, se encogió de hombros. De todos modos dudaba que volvieran a verse alguna vez. Aunque su destino era impredecible, y quién sabe si terminaba jutándolos una vez más. Jimin creía ahora que todo era posible. Quizás un tornado podría traer a Min volando hasta Seúl.
-No importa, mientras pueda volver a mi casa.-Lo tranquilizó, intentando palmear su hombro, contacto que Min rechazó, retrocediéndo para evitarlo.-Vengo de Seúl. Sabes lo que es Seúl, ¿no es así?
Por desgracia, su conversación se vio interrumpida por un toque violento en su puerta. Por reflejo, Jimin se alertó, pero Min hizo un gesto con su mano para que guardara la calma, mientras él salía, pidiendo internamente porque no fuese alguno de los soldados registrando las casas como comúnmente hacían cada cierta cantidad de tiempo. Sí había cometido un par de fechorías con el fin de ayudar a las personas del pueblo, solo que, nunca con la gravedad de ahora. Cargaba con un fuerte remordimiendo por haber fallado a su ejército. Pero había sido más potente el sentimiento que lo inundó al presenciar como Jimin exasperado lloraba desconsoladamente.
Abrió unos centímetros la puerta, solo para encontrarse con la figura de su mejor amigo, Jeon Jungkook, uniformado y con su mano extendida sobre su frente en señal de saludo. Seriedad en su rostro que pronto fue suplantada por una sonrisa sacarrona y ojos pícaros que se dirigieron a él.
Jimin, asomado desde una ventaba intentaba atisbar un poco, curioso de la persona que se encontraba del otro lado.
-Capitán~-Alargó la palabra en un canturreó.
-¿Qué?-Soltó, seco y sin ánimos de llegar a algún lado. Tenía una criatura en casa que debía mantener vigilada por su bien.
-Te vi esta mañana hablando con Hyuna.-Dijo, esperando algún ápice que le indicara que su insinuación era correcta.
-No tengo tiempo para hablar de eso.
-Oh.-El chico puchereó.-Sé que no tienes tiempo para mí ahora. Solo venía a recordarle que mañana temprano tenemos trabajo que hacer.
-De hecho.-Apuntó con su dedo hacia él.-Voy a necesitarte mañana.
-¿A mí?-Llevó sus manos a su pecho, entusiasmado por que requirieran de su ayuda.
Era sencillo. Utilizaría a Jeon para no levantar sospechas ante su ausencia, para que este custodiara a Jimin hasta una embarcación que se daría a cabo en la noche. Un plan que se le había ocurrido en los pocos minutos que había durado de camino al pueblo. El por qué lo había hecho y había decidido con tanta determinación y solo el nerviosismo de ser atrapado, no lo sabía.
Habría sido quizás los ojos cristalinos de Jimin que le hicieron ceder. O habría sido manipulado por su palabrería incesante. No sabía qué era, pero odiaba tener ese jodido corazón sensible incapaz de soltar al muchacho y dejarlo en manos de los profesionales. Conocía a los crueles dictadores que componían el gobierno de Corea Del Norte, y no iban a soltar tan fácil a un invasor, que alegaba haber caído del cielo.
Además, el haberlo dejado entrar a su casa significó despedirse de la oportunidad de dejarlo en el departamento de seguridad. Ya no era una alternativa, pues él también sería castigado severamente por no seguir el protocolo.
Jeon casi, por muy poco, sale corriendo, asustado, porque el favor que Min le estaba pidiendo lo ponía en riesgo a él, a ambos. Pero, al ser un hombre con la sensibilidad tremendamente frágil, tal como Min, entendió sus motivos. No había visto de frente al joven al que se refirió como un simple ciudadano de Corea del Sur, pero por la descripción, solo era un chico desesperado por volver a su país Natal, ni más, ni menos.
No había por qué desconfiar en el razonamiento del Capitán Min, así que, aunque el miedo instaurado estuviera intentado frenarlo, Jungkook acataría órdenes. Después de todo, solo era cuestión de dejar al chico en el barco y dejar indicaciones sobre lo que debía hacer y no hacer para salir del país. Fuera de Corea del Norte le sería más fácil volver a su país de origen.
-Gracias Jeon.-Dijo Min, sincero, lo que el chico respondió con un gesto para restarle importancia y un recordatorio de que le costaría una buena comida.
Concretado el acuerdo, el Capitán volvió al interior de la casa, encontrando al surcoreano husmeando en los al rededores, solo hasta que se percató de Min, salundándolo con su mano, y siguiendo con lo suyo, hurgando entre libros que desconcía. Política, novelas dramáticas, psicología, e incluso poesía. El oficial guardaba toda clase de escritos en una repisa, para el asombro de Jimin, y quiso por un momento, entablar una amistad lo suficientemente cercana para pedir prestado algunos de sus libros y leerlos. Por desgracia, aquello no era posible.
-¿Eres un aficionado a la lectura?-Comentó, dejando de lado los libros para encarar a Min.-Si pudiera llevarte conmigo, te invitaría a uno de los cafés con bibliotecas, ¿Has ido a uno alguna vez?-Él negó con su cabeza, encaminándose hasta su habitación, seguido por el castaño.-Seguro que han de tener aquí. No acostumbro a leer novelas, estoy muy ocupado con los estudios, asuntos familiares, y un intento por mantener mi vida social a flote, pero algunos de tus libros suenan interesante, ¿Podría llevarme uno?
-No.-Negó de inmediato, borrando de golpe las esperanzas del más bajo.
-Vaya.-Resopló, decepcionado.-¿Dónde se supone que dormiré?-Abrió sus brazos, a la espera de que el oficial ofreciera la comodidad de su cama para que Jimin pasara una buena estadía en su primera noche en Corea del Sur, pero en su lugar, ofreció una colcha y cojín que tendió en el suelo, dejando a Jimin boquiabierto.
Luego, se dirigió a la cocina para preparar un platillo rápido, y sin muchas complicaciones, que dejó en una mesa ubicada en medio de la estancia, insitando a Jimin a tomar asiento y comer.
-¿En serio me vas a dejar dormir en en el suelo?-Insistió, doblando sus piernas para sentarse y comenzar a degustar una comida insulsa, que a pesar de ellos, devoró debido a la gran falta de alimento que había sufrido por horas.
Cinco minutos más tarde, el pelinegro sale de su habitación con un cambio de ropa para él, y con una camisa y pantalones holgados en su cuerpo. La diferencia en él es notable, pues ahora puedía caer en detalles menos visibles que el uniforme disimulaba. Los músculos en sus brazos, incluso si su silueta es delgada, cicatrices en el antebrazo, quizás provocadas por un enfrentamiento, y el cabello mojado cayendo sobre su frente, generando un aspecto más juvenil. El hombre intimidante se había esfumado, y Jimin lo sentía más como una persona común.
Tal vez los norcoreanos sí eran personas comunes.
-En serio agradezco lo que estás haciendo por mí.-Confesó Jimin, deslizando un poco el plato vacío al centro de la mesa, para apoyar sus brazos sobre esta.-Aún no digiero muy bien todo lo que ha sucedido.-Corrió sus manos por su estómago, con una leve sonrisa.-Aunque he digerido muy bien tu comida.
-Está bien.-Contestó. Incómodo, palmeó sus manos sobre sus piernas y miró hacia los lados, sin saber qué más decir.
-Al menos tuve la suerte de toparme con una persona amable.-Dijo, intentando atraer la mirada de Min, pero fallando. De pronto, las luces se apagan y la oscuridad absorbe todo a su paso, a penas una luz muy tenue que atraviesa las cortinas. Jimin se sobresalta, desconcertado.-¿Qué sucede?
-No te alarmes.-Calmó.-Es solo un corte de luz, puedo traer una vela y...
-¡No!-Exclamó, deteniendo cualquier movimiento del oficial. -Estoy bien así, no necesitamos luz para comunicarnos, ¿Cierto?-Min titubeó, debatiéndose en si seguirle la corriente, o cortar con cualquier tipo de interacción y encerrarse en su habitación hasta el día siguiente.-Toma asiento, he tenido un largo día, y me gustaría tener alguien con quien hablar.
-Hablarás incluso si no hay alguien escuchándote.-Se burló. Y Jimin asintió.
-Tienes razón.-Sintió al pelinegro sentarse, como había pedido.-¿Algo que necesites saber sobre el sur antes de que me vaya?
Min se lo pensó durante unos segundos, pero nada venía a su mente. Por lo poco que había escuchado del país enemigo, no tenia interés alguna acerca de su cultura.-No.
-Entonces déjame hablarte un poco sobre mí, seguro debes tener curiosidad sobre mi vida.-Dijo, seguro de sí mismo. Min se limitó es escuchar, ya que, aunque lo contradijera, Jimin seguiría hablando.-Mi familia dirige una compañía de seguros, y yo soy el heredero.-Hizo una pausa, Min asintió, aunque la oscuridad no les permitía ver sus gestos del todo.-Para ello estoy estudiando, y para ello estoy siendo educado en casa también. Por eso tengo tan poco tiempo libre, y tampoco tengo mucho espacio para tener una relación.-Lamentó.-En primer lugar, no he encontrado a nadie que quiera formalizar una relación conmigo, dicen que hablo mucho y que dejo expuesta mucha de nuestra privacidad.-Rió, recordando como reveló la primera vez que tuvo sexo ante el salón, y eso acabó con mi primer noviazgo.-Además, papá jamás aceptaría que trajera una pareja a casa. Probablemente sería desheredado.
-¿Por qué?-Inquirió, sintiendo un poco de intriga por el camino que estaba llevando la historia.
-Porque me gustan los hombres.
Min enmudece. Las palabras perforan en su cabeza y se implantan. Aquello era una idea descabellada que nunca en su vida había pasado por su cabeza porque era un tema que simplemente no era mencionado. Fue una sorpresa, pero la inocencia e ignorancia ante aquello le hizo dejarlo pasar por alto, para el alivio de Jimin, que esperaba un comentario despectivo. Para él, era desconocido, pues solo conocía el concepto de una relación amorosa entre hombre y mujer, el resto era inexistente. Nunca se le habría pasado por la mente preguntar a su padre acerca de una posible atracción hacia un hombre, pues sería inverosímil.
Ahora se daba cuenta que era posible, y que de seguro se debía a la inusual forma de vivir de los surcoreanos.
-Entonces ¿no puedes casarte?
-Probablemente no. No lo sé-Suspiró. Nunca consideró el matrimonio de gran importancia, pero supuso que algún punto de su vida le haría falta algo de compañía. Algo de amor.-¿Tú vas a casarte?
-No.-Declaró.-No creo que haya una sola mujer con la me imagine viviendo bajo un mismo techo...-Hizo un pequeño sonido pensativo.-Tampoco un hombre.
Jimin sonrió, comprensivo. Si lo tuviera a su lado, habría palmeado su hombro, pero sabía que era algo a lo que Min no estaba acostumbrado.
-Está bien, no estamos obligados a casarnos.-Dijo, y el capitán no pudo evitar elevar las comisuras de sus labios. Su padre siempre le recordaba que pronto debería comenzar a buscar una mujer para casarse. Podría terminar siendo obligado si no mostraba ningún tipo de atracción por alguna dama de su entorno.
Jimin continuó hablando sobre sus padres, sobre el matrimonio, y sobre cómo jóvenes como él tenían una visión diferente sobre su futuro a la que tenían los adultos mayores con pensamientos de un siglo atrás.
Min tenía gran parte de esos pensamientos que le fueron inculcados, pero parte de las palabras de Jimin fueron para él, verdaderas. Sus ideales eran únicos, algo a lo que le era dificil acoplarse. Hablaba de su país con mucha admiración, y hablaba de su futuro con grandeza, como una fantasía en la que terminaba triunfando, nadando en riquezas y disfrutando de los placeres de la vida a su antojo.
Y, el Capitán Min, por breves momentos, anheló un poco de la libertad con la que Jimin soñaba.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro