(34)
Magnus.
Después de haber escuchado esa historia, de ver a Alexander, de ver cómo buscaba el perdón contándole todo a Sammy, estuvo pensando en él una gran parte de su día, la inseguridad aún estaba presente en el, exigiendo que no creyera en ese chico, pero otra parte le exigía ayudar a una persona que quería volver al camino correcto tratando de superar aquellas maldades que había hecho, a alguien que conocía desde pequeño.
—Papá Magnus.
Había comenzado a dar una ojeada otra vez a la biblia buscando una respuesta a aquello que había sucedido, una respuesta si debía intervenir o no en lo de Alec, pero siempre leía lo mismo "Ayudar al prójimo" era la respuesta que el señor le estaba dando, o del destino le decía, debía superar sus miedos y ayudar a alguien que lo necesitaba.
— ¿Si?— preguntó.
— ¿Y tus padres? Quiero saber más de ti.
Dejó la biblia a un lado dejándolo con un separador que era una rosa seca, miró al niño, estaba recostado en su cama y Rafa estaba sentado a sus pies, de seguro esa noche dormirían juntos como las demás noche, solo tendría que preparar la cama para el niño una vez más.
—Solo tenía a mi madre y a Ragnor, mi hermano mayor ¿Ellos eran geniales sabes?— dijo un poco nostálgico— seguramente si supieran de que alguien me llama padre, estarían sorprendido, muy sorprendido y felices si me llamaran padre.
— ¿Qué pasó con ellos?— preguntó curioso.
—Fueron asesinados— susurró aguantando el llanto.
Aún era mucho más doloroso cuando sabía quiénes habían asesinado a sus padres, cuando podía recordar como los había encontrado culpa de aquella gente, y aún sin saber si era por lo que habían cometidos ellos, Magnus y Alec, o por la razón que no le agradaba la familia que eran. Vio como el niño desparramaba una lágrimas, sin saber lo que había sucedido, alzó su mano para limpiarlas con su pulgar.
— ¿Por qué lloras mi niño? No lo hagas.
—Tú y papá Alec han sufrido mucho, los padres de él murieron y los tuyos también— dijo el niño entre sollozos— y mi madre murió.
—No llores mi niño, no lo hagas— susurró— el señor tiene el destino preparados para ellos y para nosotros, nuestros caminos se han unido y yo como Alexander prometemos estar para ti ¿Entendido? Solo debemos mirar hacia adelante.
—Si papá—respondió el niño— ¿Pero me prometes algo?
—Lo que quieras mi niño, pero después arreglaremos tu cama para dormir, y nada de peros...
Vio como el niño asintió cruzando las piernas y acomodándose como si fuera a decir algo importante, Magnus también se acomodó para mostrarle que como él también iba a estar serio a tal asunto importante que el niño quería decir.
—Prométeme que ayudaras a mi padre— susurró— Sam me contó todo, pero a pesar de eso yo sé qué el me salvó y quiero estar para el también, pero los niños no podemos hacer nada, yo no puedo hacer nada por él.
Miró al pequeño, se veía muy afectado con la situación de Alexander, pero estaba sorprendido por la fuerza de no temer a aquel hombre después de lo que se había enterado, si no que estaba buscando la forma de poder apoyar a su padre de otra manera. No podía decirle que no a la cara de ese niño.
—Prometo que haré lo que pueda ¿Si? No es tan fácil— dijo Magnus parándose— no tengo la mejor relación con tu padre, y fue muy tensa antes, pero por ti prometo hacer lo que pueda, porque eres mi niño. Ahora a prepararnos para dormir.
—Está bien, gracias papá.
Ambos acomodaron todo y el niño después de una larga charla se quedó dormido, pero Magnus no lo hizo, no pegó ni un ojo en todo el poco tiempo que llevaba de la noche sin poder dejar de pensar que haría, no quería defraudar el niño, pero no debía ni tenía el derecho de estar para ayudarlo después de lo que había hecho.
<<Cuando seamos grandes tú y yo seremos muy unidos Principito, viviremos juntos y nos daremos muchos besitos. >>
<< ¿Seremos novios? Como Ragnor y Fran mi príncipe. >>
<<Si, seremos novios. >>
Comenzó a respirar con dificultades, era muy débil sentimentalmente para darle vuelta la cara a alguien que fue importante en su vida, pero no podía olvidar el daño que le había producido a todo a su alrededor, Alexander Lightwood había sido una bomba que había hecho daño en el lugar que paraba, pero al último segundo había parado, antes de explotar completamente. La puerta fue golpeada con delicadeza, era tarde y parecía querer no despertarle.
— ¿Magnus?— susurró la persona fuera.
Se levantó tomando el bastón que estaba a su lado para caminar hasta la puerta para abrirlo y ver a Clarissa esperándole, llevaba un bolso y le indicaba con la cabeza que le siguiera, y él lo hizo, hacía calor y llevaba unos pantalones cortos así que le siguió, saliendo hacia afuera de la casa, viendo la chica como se sentaba en las escaleras, el hizo lo mismo, sentándose a lado de ella.
—Me iré a la casa donde Alec y Merliot se quedarán, pertenezco con ellos— dijo la chica— y creo que debo alejarme de aquí por un tiempo.
— ¿Por qué?— preguntó Magnus.
Si la chica lo había llamado era por algo, al parecer quería hablar con él, así que iba a escucharla y por lo menos preguntar para que dijera todo lo que estaba evitando.
—Porque creo que estoy enamorada de Jace— suspiró la chica— pero personas podridas como nosotros no merecen estar con gente tan buenas, además Jace aún no supera a su ex amor y me duele.
—Te entiendo ¿Pero seguirás pasando por aquí? Sammy y Rafa le gusta estar contigo, dice que eres muy creativa en sus juegos— dijo el moreno.
—Sí, seguiré viniendo por estos lados— dijo la chica— pero Alec y Merliot me necesitan más, los ayudaré a reponer todos sus actos.
—Me alegro de que le ayudes, ellos necesitan de eso— respondió el moreno— no conozco al otro chico, pero si a Alexander, Rafael está preocupado por él, ya sabe todo sus actos.
—Alexander se lo quiere llevar a su casa.
—No se lo voy a prohibir— dijo Magnus— Rafael es su niño a pesar de haber estado conmigo este tiempo.
Magnus miró hacia arriba, donde el cielo estaba, no había señales de la luna, pero las estrellas parecía resplandecer en el cielo azul, esa era las únicas veces que miraba aquel paisaje porque muchas veces no prestaba atención, el clima estaba perfecto, no estaba fresco ni caluroso, y la gente ya estaban durmiendo dentro de su casa, pero ahí estaban ellos dos, hablando en el anochecer como dos amigos, aunque no lo eran del todo.
—Te extrañaré Magnus, más tus historias y todos los que me has contado.
—Siempre andabas con una grabadora ¿Te acuerdas? tendrás para recordarme— dijo Magnus sonriendo.
Un auto se estacionó al frente de la vereda viendo como Alexander salía, Clary se paró y el también lo hizo viendo como el ojiazul caminaba hacia ellos para agarrar el bolso, el moreno se tenso.
—Alexander ahora tiene esa grabadora ¿O no Alec?
Enrojeció cuando vio como el ojiazul asentía, había contado tantas cosas, recuerdos, teorías, situaciones que nadie debía escuchar y ahora todo eso lo tenía ese chico, en su posesión.
—Debemos irnos Clary, no quiero que Isabelle salga y arme un escándalo a estas horas— dijo el chico— y gracias Magnus por devolverme algunos recuerdos.
No pudo decir nada, porque no tenía palabras para ello, pero si saludó con la mano cuando el motor del auto arrancó y desapareció de ahí, se sentía extraño a aquello, muchas emociones florecían de él, preguntándose una vez más ¿Debía ayudar a aquel chico?¿En verdad había cambiado? Y una vez más no sabía que responderse. Esa misma noche recibió una llamada de Raphael, donde le había contado de que Alexander había ido al trabajo, una vez más se sorprendió cuando le contó que había ido para pedirles disculpas, pero como él, como Isabelle no le creyó, pero la duda estaba, todos dudaban ya...
¿En verdad venía a hacer las cosas bien?
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