(24)
Magnus.
Habían pasado dos días desde que fue internado y no sabía nada de lo que sucedía fuera de aquellas cuartos paredes, solo lo que Isabelle le contaba, cómo la noticia de que Samuel estaba bien, y que una chica pelirroja había venido con el antídoto a salvarlo sin pronunciar ninguna palabra solo que Jace había confiado en ella sin dudar, pero no sabía más después de esos sucesos, su energía se acababa con rapidez siempre sintiéndose cansado, siempre se sentía un poco cansado ya que eran días donde se había hecho una cantidad de estudios para saber qué sucedería con su salud, el doctor que le estaba atendiendo desde el comienzo de su enfermedad estaba acompañándolo en cada momento y en cada estudio que se hacía, pero a pesar de eso no decía nada de los resultados o como iban, suponiendo que debía de ser algo no bueno ya que debía permanecer internado un tiempo más, pero podía resistir a eso sabiendo que Samuel estaba mejorando muy bien, avanzando sin ningún problema.
Pero aún, algo dentro de él algo molestaba, un mal presentimiento, aunque no sabía que era, Alexander se había marchado y Isabelle le había informado de la llegada de sus amigos a su nuevo hogar estaba bien, así que no sabía que estaba ocurriendo. La puerta de la habitación se abrió mostrando a Samuel entrando por la puerta, con esa mirada de niño pícaro y sonrisa que sabía tener siempre, con la compañía de una chica de pelo rojizo con rizos descontrolados, pecas y baja estatura con ojos verdes saltones, tomándole un poco por sorpresa a no saber quién era.
— ¡Tío Magg!— dijo feliz el niño.
— Samuel— saludo el moreno— ¿Cómo te estás sintiendo?
— ¡Muy bien!— dijo animado el niño— te presento a Clarissa, ella llegó con una bebida que me salvó y quería conocerte, Clary él es Magnus, Magg ella es Clarissa.
Así que esa era la muchacha, el moreno asintió como una forma de saludo ya que no podía moverse por lo acalambrado que estaba, el niño se acercó hasta él, aún con ojeras notables por lo que había sucedido bajo sus ojos pero sin perder esa sonrisa mientras que la chica se acercó también dando a notar una cicatriz en todo su cuello, aunque al parecer no notó su mirada en aquella herida, ya que lo miraba atento, Magnus trató de no devolverle aquello, en cambio miró a su sobrino, se corrió un poco de su lugar para darle espacio para que el niño pudiera sentarse cerca de él y así conversar.
— ¿Ya te han dado el alta?
— Creo que sí, papá está hablando con el doctor, firmará un par de papeles y volveré a casa hoy mismo, pero dicen que aún debo ser cuidadoso con todo lo que haga, ya que lo que tomé no es algo que ellos conocen, y no sabían de lo que hablaba Clarissa que trató de explicarle lo que era.
Miró a la chica que le dedicó una pequeña sonrisa, pero él no iba a caer, sabía que a través de esa figura de chica inocente algo escondía, algo que él quería averiguar, ya que era amiga de Alexander ¿Y si habían ido por el mismo camino? Tenía que averiguar qué relación tenían, la razón del porque el ojiazul había tenido el veneno y ella el antídoto, saber desde cuándo ellos se conocían, pero no podía decir nada delante de Samuel, no quería que culpa de su desconfianza también el niño perdiera el suyo en esa chica que al parecer la agradaba.
— Lo siento por lo que has pasado Sam, pero a no volverá a pasar, esta vez no lo hará— susurró el moreno.
— ¿Qué dices tío? ¡Ha sido muy cool! Fui tu héroe y será una gran historia para contar en la escuela— dijo el niño feliz— solo me gustaría preguntarle a tío Alec porque ha tratado de hacer aquello contigo ¿Acaso no eran el príncipe y el principito?
— ¿El príncipe y el principito?— preguntó la chica curiosa.
Tenía una voz un poco chillona, algo que no se había desarrollado de su pubertad o eso suponía Magnus, pero nadie podía negar que en su voz tuviera un tono donde parecía interesada por aquello, al parecer como él, ella quería averiguar qué había sucedido o qué relación tuvo con Alexander.
— ¡Sí! Magg me contó cuando solía jugar con Alexander cuando eran pequeños, se querían mucho— respondió el niño— vamos tío, cuéntale a Clary algo sobre ustedes, el príncipe y el principito.
— No creo que le interese eso mi pequeño, y tú deberías ya ir hacia donde tú padre para irse a casa, necesitas descansar sacando esas ojeras que tienes, no vas a querer que Annamarie te noté con ello ¿O no?
Se acomodó en el lugar viendo como el niño sonreía, asentía y salía del lugar corriendo, pero la pelirroja no lo hizo, se quedó en el lugar con las manos apretadas, sobándose con fuerza y una mirada un poco nerviosa a estar solos, se sentó en las sillas, cruzando las piernas en forma india y comenzó a ondular su pelo con su dedo, ambos se quedaron callados por unos segundos, mirándose sin saber qué decir ¿Qué podía decirle a una completa extraña? No podía permitirse hablar si era una espía del ojiazul, capaz estaba ahí esperando para hacerle daño, tenía que estar alerta.
— Se lo que estás pensando, puedo leerlo en las facciones de tu cara, no estoy aquí para hacerte daño, sólo estoy supervisando quien eres, me quedaré en este lugar por un tiempo mientras cuido a los Lightwood, tú no lo eres, pero he escuchado que eres una conexión importante para ellos, y al parecer fuiste para Alexander alguien importante en su pasado, así que debo velar por ti también, más con este estado de salud que tienes.
— ¿Quién eres? ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Cómo podríamos confiar en ti?
La chica se paró de su lugar y caminó por la habitación, tocó un jarrón de flores con las yemas de su dedo para después irlo pasando por el fierro de la camilla, Magnus la siguió con la mirada, viendo como se movía con pequeños pasos hasta la camilla de la otra persona que estaba conectada, en un profundo sueño en la cual no podía despertar, miró la máquinas, y cuando comprobó que estaba en coma se dio vuelta para mirarle comenzando a hablar.
— Soy Clarissa Fairchild, pero nadie sabe eso, cambie mi apellido a Fray por seguridad, tuve participación en el círculo junto a Alexander, confíe en ellos creyendo que podrían sanar a mi hermana y a mis padres de aquel pensamiento donde apoyaban a la homosexualidad, me equivoqué, ellos mataron a mi familia, a mi padres y mi hermana, yo y mi hermano mayor sobrevivimos por estar en contra de aquello y fuimos incluidos en ese lugar, nunca pude decir nada, me amenazaron cuando comencé a sentir arrepentimiento y usaron mi habilidades en la ciencia para crear sustancias peligrosas, como sus antídotos, pero me fui de ahí, me escapé y no pertenezco a ellos ahora— dijo la chica— me di cuenta que por mi mentalidad retorcida, por no poder aceptar algo que era mi hermana, tuve culpa de su muerte, ahora trato de hacer todo bien, como contándote esto para que confíes en mí.
Vio como la chica volvía a su lugar para acomodarse mientras tocaba con las yemas de su dedos la cicatriz que atravesaba su cuello como una manía que no le estaba prestando atención, pero el moreno si lo notaba sintiendo curiosidad, aunque sabía que sería incómodo para ambos preguntar aquello, así que solo se dedicó a mirarla hasta que decidió que tenía que hablar ¿Podría confiar en ella? Trató de acomodarse, sintiendo su espalda y cuello un poco adolorido, comenzó a quejarse viendo como la chica asustada le ayudó acomodando la almohada de una diferente manera bajo su cabeza, el moreno le agradeció con la mirada, ya no soportaba aquello, quería salir de esa cama para estirar su cuerpo, dejar de sentir aquella incomodidad.
— Gracias— dijo Magnus— te agradezco, es muy difícil estar así, y con lo que me has contado, lamento todo lo que te ha sucedido, pero necesito tiempo para confiar en ti.
La chica asintió con una sonrisa, había estado esperando esa respuesta al parecer, así que solo se volvió a su lugar sentándose en la silla con sus piernas cruzadas como estaba haciendo desde hace rato, acomodó uno de sus rizos rojizos detrás de su oreja y sonrió como si estuviera pensando algo dentro de ella, el moreno trató de no darle importancia a eso, ya sintiéndose con ganas de dormir.
— ¿Algún día me contarás eso del príncipe y el principito?— preguntó cómo niña pequeña— Alexander siempre fue muy reservado con nosotros y creo que con un poco de ti, de sus historias, podré sentir lo que era el de niño.
Parecía muy interesada en ese tema, y algo dentro del moreno le decía que algo había sucedido entre ellos, eso le molestaba un poco, ninguna persona se interesaría por un chico, el pasado de este, si no fuera porque tuviera sentimientos más que una amistad, se comenzó a tensar sin poder evitar imaginar a la chica besándose con su príncipe.
— ¿T-Tú y él tuvieron algo?— preguntó entre balbuceos Magnus.
— ¡¿Qué?!— Dijo la chica asombrada— ¡No! Diugh, Alexander es como un hermano para mí ¡Dios, qué asco! Tengo una silueta mía y de Alec en mi cabeza culpa tuya, un asco, totalmente un asco.
Suspiró al saber que no era una ex novia del chico, sonriendo apenas, se acomodó ya sintiendo sus ojos pesar por el cansancio, bostezo y notó como la puerta se abría para ver entrar a Isabelle caminando hasta donde estaba él, para arroparlo con la sábana que estaban a sus pies dejándole un beso en la frente, como una madre hacia con sus hijos, no pudo evitar recordar a su madre cuando hacía aquello.
— Descansa muchachito rebelde, vendré enseguida para cuidarte— susurró— es hora de que te vayas Clarissa, Magnus necesita descansar, espérame afuera, tengo que hablar contigo.
Isabelle estaba hablando con un poco de molestia en su voz, como él ambos no confiaban en la chica, y era por una razón justa sabiendo por lo que habían pasado con la presencia de Alexander, la chica se levantó asintiendo caminando hasta la puerta mientras que Isabelle iba detrás de ella para ir a hablar fuera como habían quedado.
— Clarissa, vuelve mañana y te contaré algo del príncipe y el principito.
La chica sonrió emocionada, después de eso ambas mujeres salieron cerrando la puerta detrás de ellas y él comenzó a cerrar los ojos entrando al comienzo de un sueño, uno donde él estaba en compañía del ojiazul, ya mayores, sin ninguna pelea entre ellos, sin algún odio por parte de Alexander, solo hablando bien, siendo amigos como lo eran de pequeño, sonriendo el uno al otro, sentados juntos, compartiendo un lugar sin sentir aquella incomodidad que se había creado. Aún tenía esperanza de recuperarle.
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