(18)
Magnus.
En los anochecer era más pesado dormir cuando sentía un dolor en su cuerpo que le molestaba hasta el punto de quejarse, pero no era lo único que le hacía mantenerse despierto, si no pensar en Alexander cada noche, preocupado por lo que se había convertido y él no podía ayudar a que se encontrará el mismo, para que fuera feliz, sabía que el ojiazul no estaba en vandalismo o era alguien que le gustaba matar para su diversión, pero se había vuelto intimidante y ya hasta le había prohibido acercarse a él, aunque Magnus no quería, lo que menos quería era estar lejos de Alexander sin poder hacer algo, aunque con esa enfermedad que tenía no podría hacer nada más que hablar pero el ojiazul haría cualquier cosa antes que escucharle ya que había dejado en claro que le aborrecía.
— Magnus Bane mira esas ojeras—dijo Isabelle— hoy iremos a la iglesia, te llevaré conmigo.
Sabía pasar las noches entera despiertas o solo despertaba al amanecer, dándose cuenta que ya dejaba de descansar como se debía comenzando a tener notables ojeras, pero es que no podía descansar cuando muchos de sus pensamientos le atacaban dejándole horas perdido en el, sin ver que el amanecer estaba cerca, ya había recibido cantidades de retos por los hermanos sobre que debía descansar o iban a tener que avisarle al doctor, algo que le hacía acordar a su niñez, porque así lo estaban tratando, como un niño más.
— Solo quiero volver a trabajar, mis clientes ya tenían un lazo conmigo— susurró el moreno— ¿Quién otro acompañante ahí tan bueno como yo?
Veía a la chica moverse en la pieza, buscando ropa y colocándola frente a su vista para elegir y así dejarlo en la cama, Isabelle se encargaba de vestirlo cada mañana, algo que le divertía ver cómo la chica fruncía el ceño por la vestimenta de bajo recursos, ella había prometido ir de compras para renovar el placar y Magnus quien ya sentía que estaba abusando de la hospitalización solo negaba explicando que se sentía bien con su vestimenta. Después de unos minutos viendo como Isabelle al fin se decidía por cual ropa le pondría, Magnus tuvo que sentir las manos de la muchacha tocando su cuerpo para sacarles la prendas del pijama y ponerle las nueva, el moreno no podía dejar de pensar cómo se sentiría las manos del Lightwood ojiazul en su piel, solo iba a quedarse con las dudas.
— Tú dejaras de trabajar en eso, tus clientes me importa un pepino y el lazo que tengan, Raphael ya lo dijo, él está sustentando tu vida desde ahora y eso harás, te vas a portar como niño bueno para dejar mimarte por un buen tiempo.
Magnus se quejó, no era de aceptar plata o caridad si no la ganaba por su cuenta, le hacía sentir incómodo e incapaz de conseguir algo por sus propios medios, le hacía sentir inútil. Vio como Jace aparecía por la puerta preparado para cargarle desde la cama hasta la silla, ninguno de ellos tenía alguna queja de lo que hacía por él y eso le hacía sentir incómodo más de lo que sabía estar ya que no era nadie importante para ellos, no era parte de la familia, y con Alexander por su acciones malas no era igual, aunque Jace siempre salía cada tarde diciendo que pasaría tiempo de hermanos con el ojiazul, pero Isabelle no, evitando el tema cuando se hablaba del chico.
— ¿Extrañas a tu hermano?— preguntó Magnus.
Iban en el auto con Samuel ya que Jace se había ido en el suyo porque debía pasar a hablar con uno de sus alumnos de boxeo antes de ir a la iglesia, así que era un buen momento para sacar el tema y demostrarle al pequeño que lo que había visto en la comisaría no era el Alexander que ellos conocían, el anterior, que no todo el tiempo se había definido por las acciones malas que estaba teniendo, no quería que el sobrino del ojiazul tuviera ese rencor, aunque Samuel consideraba a Raphael como un amigo más, así que era inevitable cambiarle una opinión cuando el que había sido víctima y casi pierde la vida era alguien importante para él.
— ¿A Alexander? Claro que lo extraño, pero me duele que se haya convertido en lo que es ahora, no le reconozco para nada y si no cambia entonces no lo consideraré alguien de mi cercanía—dijo Isabelle sin quitar la mirada de la carretera— no es que le odie, solo que yo no le enseñé a que sea así, él se fue y debe retener el rencor de no haberle acompañado, pero Alexander es terco, sólo se centra en lo que él sufrió y no ve a su alrededor, no ve si las otras personas la pasaron peor que el, solo considera que siempre fue el que peor que la paso y no es así.
— ¿Pero él va a recapacitar o no?— preguntó Samuel.
Magnus se dio media vuelta y acarició el pelo del niño con una sonrisa pequeña, nadie iba a poder contestar esa pregunta porque no tenían el conocimiento si ya era tarde para que el ojiazul dejará de ir por el camino que iba, solo acabó con esa manía de revolver el pelo del chico y se dio media vuelta para volver su vista hacia adelante, Samuel era inteligente, no le iba a costar reconocer aquello como una respuesta de que no sabrían qué sucedería, cambiaron de tema por orden de la chica y llegaron después de unos minutos a la iglesia donde gran parte de la ciudad sabía ir, era enorme como para que muchas personas fueran, aunque no todos iban. Al llegar al estacionamiento Magnus pudo ver a lo lejos como Jace venía trotando hacia el auto para ayudarles, pero no fue eso que le hizo poner la piel erizada si no que Alexander Lightwood, el chico que le trataba de hacer una vida miserable venía caminando más atrás, cuando Jace llegó y sacó la silla de rueda del baúl fue cargado viendo como ya todos estaban a lado de él, como un escudo cuando el ojiazul ya estaba cerca.
— ¿Qué haces acá tío, vienes a querer herir a tío Magnus?— preguntó el niño.
Vio como Alexander retrocedía un paso por el golpe de las palabras de su sobrino, Magnus comprendía, un sobrino era algo importante para cualquier persona que se definía como tío, el ojiazul había visto la admiración de los ojos del niño la primera vez que le vio y ahora solo veía miedo, preocupación algo que podría herirle.
— Sam lleva a Magnus dentro y busca un lugar para todos— dijo Jace— iremos en un segundo.
El moreno quien no había sido capaz de levantar la vista del suelo para mirar al ojiazul siguió así hasta que sintió al niño empujándolo hacia adentro, cuando ya estuvo lejos suspiró llevando su mano a su pecho para parar aquellos latidos que estaban resonando como loco en su pecho ¿Qué hacía Alexander ahí? ¿Por qué aún no le había insultado? Por un momento se imaginó a Jace convenciendo a Alexander de dar una oportunidad más, aunque solo debía estar soñando. Después de media hora, ya todos acomodado, los tres hermanos Lightwood llegaron acomodándose en sus lugares, Magnus quedó de lado del pasillo, Samuel a su lado, después Isabelle, Jace y al último Alexander quien no le había dirigido la mirada, el moreno suspiró escuchando como el cura salía a su altar y saludaba para comenzar con la misa.
— ¿Tío prometes que después de aquí vas a ayudarme a convencer a papá para ir a comer fuera de casa?— susurró por lo bajo Samuel— ya me he cansado de la comida de tía Isabelle.
— Haré todo lo posible mi pequeño Sama.
Vio como Alexander desde su lugar los miraba como establecía una conversación, lo que menos quería ahora era que el ojiazul se molestara con él por tener un mejor lazo con su sobrino que el mismo, solo quería poder hablar con el chico y explicarle que no quería generar su odio, a cambio solo quería ser su amigo, como en los viejos tiempo, sin incluir esos sentimientos que compartían de niño, solo quería llevarse bien, volvió la vista hacia adelante viendo como el cura estaba relatando un sermón cuales todos estaban prestando atención.
— A la conclusión que quiero llegar es que no te limites al demostrar amor a tu prójimo— dijo el cura— debemos de darlo todo con excelencia al tomar la buena decisión de amar a nuestro prójimo apoyándolo en su necesidad, pero no quedarnos ahí si no que llegar hasta verlo restaurado. Haciendo esto Dios te compensará y te bendecirá.
Sin darse cuenta ya estaba mirando al ojiazul, a quien consideraba su prójimo y se sorprendió cuando vio que el ojiazul le miraba con una sonrisa, algo que le pareció raro y le incómodo en cierto punto porque el Alexander nuevo que él conocía no era así, aunque mirándole a los ojos sabía que detrás de esa sonrisa no había más que algo planeando, Isabelle se acercó hasta su oído.
— Alexander prometió ayudarte a mejorar, le daremos una oportunidad si tú quieres, yo respetaré tu decisión, aún no me creo que él quiera hacer un bien por ti cuando desde que ha llegado solo ha sido más que acciones contra tu vida— susurró Isabelle.
Él asintió, tragando con dureza y cerrando los ojos para volver su atención adelante, como si quisiera olvidarse lo que había dicho Isabelle y que Alexander había dicho aquello, porque a pesar de que lo quería no podía aceptar que había cambiado de buena manera un día para el otro.
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