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Capítulo 88

Presente

May me abraza tan fuerte que me deja sin aire. No deja de llorar y de insultar al tribunal. Ya sabía que iba a pasar esto, Kingsley también lo sabía y por eso había permitido que la sesión fuera a puerta cerrada. Nuestra única oportunidad era que lo contara todo, las torturas, las cicatrices físicas y psicológicas que me habían dejado y no quería que nadie más lo supiera. No quiero su pena, su lástima. El tribunal había sido otro distinto al que habían tenido Draco y Cissy, uno mucho menos benevolente y al que no le importó nada de lo que había hecho a favor o en contra del régimen del Señor Tenebroso.  Supongo que haberle llamado así más de una vez no había ayudado.

—May, sueltame —le digo, pero ella niega y me abraza aún más fuerte—. Por favor, May.

—No te vas a ir otra vez —no sé como consigo entenderla entre tanto llanto, pero lo hago y supiro—. Me iré contigo.

—No seas boba —la digo, pero ella sigue sin soltarme—. Por favor, May.

—¡No!

Sé que no se mueve por voluntad, al igual que yo no me quedo en la silla queriendo. Las cadenas salen por todas partes y May chilla aún más. Mi varita la tiene el tribunal, así que tampoco puedo alejarla de aquí, no puedo dejarla inconsciente para que no vea esto. Sabía que no tenía que haber venido, tenía que haberse quedado en La Madriguera, como todos los demás.

—Se ha presentado un recurso. La acusada irá a Azkaban mientras que se resuelve.

—¡Déjenla fuera! —vuelve a chillar May, y decido cerrar los ojos e intentar ignorar sus gritos. Su llanto. No puedo seguir escuchandola.

—Por favor, abandonen la sala —dice Kingsley y dudo que les de tiempo a hacerlo porque a los pocos segundos se oye como las puertas se cierran de golpe—. La acusada será llevada a Azkaban hasta que se resuelva el recurso. Una vez se dicte sentencia se volverá a traer a la acusada y se le informará.

Abro los ojos en cuanto noto como me están tocando y quiero chillar, pero cuando veo que es Kingsley me tranquilizo. Es amigo, no enemigo, no hará nada que pueda hacerme daño. Supongo que entiende más por lo que he pasado porque su agarre es realmente suave y solo me dirige por la sala. Hermione, Harry y Ronald siguen dentro, mirando el espectáculo que está ocurriendo ante sus ojos.

Me sacan de la sala con las cadenas puestas y, en cuanto cruzamos la puerta, vuelvo a oír los gritos de May. Que intenta lanzarse hasta mi, pero George consigue sujetarla a tiempo. Ginny intenta sujetar a Fred, pero no llega a tiempo y él sí que llega a mi lado. Kingsley me suelta y levanta la mano para que los aurores que nos acompañan no le frenen.

—Vamos a concederles una breve despedida —dice, rápidamente y todos parecen acatar sus órdenes sin más.

—Nos vamos, tú y yo, a nuestra casa, todavía no he levantado el encantamiento Fiddelio y solo George sabe donde está, no dirá nada, él nos conseguirá comida —me susurra al oído y no puedo evitar reírme entre las lágrimas. Ni siquiera sabía que estaba llorando—. Le daré un papel para que se lo de a May y ella también pueda venir a vernos, estaremos bien, vámonos.

—Dile a May que la quiero y que no se preocupe por mí —respondo en cambio y él niega.

—No, no es una despedida.

—Y a ti también te quiero, lo siento por no haberlo hecho mejor, díselo también —insisto y él vuelve a negar—. Cuida de ella, por favor, cuida de May.

No sé que va a decir porque entonces parece que los aurores se cansan y le apartan a la fuerza. May sigue chillando y ya solo puedo mirarla a ella. La he roto más por no ser lo suficientemente buena con la defensa. Por no ser mejor. Ni siquiera puedo decir nada más porque las cadenas aprietan y me llega un hechizo silenciador. Por mucho que abro la boca no puedo gritarle nada a May, no puedo decirle que no se preocupe por mí. No puedo decirle que viva su vida, que disfrute al lado de George. Tengo lo que me merezco, lo que he provocado yo sola por haberme unido a los mortifagos y no haber huído.

Para llegar a Azkaban utilizan un traslador. Ir en el atada no es la mejor de mis experiencias, pero al menos Kingsley me sujeta cuando llegamos. Solo oigo el mar y algunos gritos. Al menos ya no hay dementores. Solo están el resto de los mortifagos.

Al primero que veo es a Travers, el padre de Alexa. Empieza a preguntarme por ella y no para hasta que nos alejamos, gritando todo lo que piensa hacer una vez salga de aquí. Lo que no se da cuenta es que acaba de gritar sus planes para asesinar a su hija y a su novio delante del Ministro de Magia y cuatro aurores.

Seguimos avanzando por Azkaban y encontramos de todo. El señor Malfoy me saluda cuando pasamos y pregunta por Draco y Narcissa, pero como sigo teniendo el hechizo silenciador solo puedo negar cuando pregunta si han sido condenados. Debería haberselo imaginado ya, supongo, al no verles. Aunque Azkaban es bastante grande y podrían estar en cualquier parte.

Por fin llegamos a lo que parece ser mi nuevo hogar. El tío Thorffin, empieza a reírse cuando me ve. Desde su celda lanza un escupitajo hacia nosotros, dando a uno de los aurores que llevo al lado, que le ignora. El siguiente es padre, que también se empieza a reír sin parar. Y por último, Orión.

—He intentado todo lo posible, April, pero no he podido ponerte en otro lugar —me susurra Kingsley cuando entra conmigo a la celda para quitarme dentro las cadenas—. Intentaré resolver la apelación lo más rápido posible, espero poder venirte a buscar por la noche a más tardar.

Asiento y Kingsley, por fin, me quita las cadenas y el hechizo silenciador. No dice nada más, solo vuelve a salir de la celda y cierran con magia. No me acerco al borde, me voy lo más profundo que puedo e intento ignorar las burlas de padre y tío Thorffin. Los comentarios de Orión. No voy a durar hasta por la noche. Me van a volver loca.

Intento taparme los oídos, pero sus gritos siguen siendo demasiado altos, los oigo a la perfección. No puedo aguantar aquí, no puedo hacerlo. Sé que empiezo a llorar, sé que me falta el aire y también sé que uno de los trabajadores entra en la celda rápidamente y me obliga a beberme un vaso de algo. La calma es instantánea. Las voces se oyen lejanas, me relajo en el colchón duro de la celda y, por fin, puedo cerrar los ojos. Las pesadillas son más agradables que la realidad, porque en ellas al menos veo a May, a pesar de que me diga que me merezco estar aquí y que ojalá nunca salga. Al menos en las pesadillas May es feliz y está bien con George, Fred ha cuidado de ella y todos han seguido sus vidas sin mí sin ningún problema. Sería lo mejor, que no volviera a aparecer por sus vidas. Quizá, si la apelación sale bien, puedo negarme a aceptarla y dejar que me vuelvan a meter aquí. May lo superará, Fred lo superará. Están mejor sin mi.

La noche llega y Kingsley no aparece por ningún lado. La luna sale lentamente y empieza a iluminar todas las celdas y del filtro de paz ya no queda ni rastro en mi cuerpo. Quizá si no vuelvo a moverme padre, tío y Orión no vuelven a gritar. Quizá si estoy lo suficientemente quieta se olvidan de mí. Puedo no comer, no beber, dejar que todo acabe lentamente. Sería lo mejor.

—Espero que mi hija vuelva aquí, conmigo, donde debe estar. Con la familia —oigo decir a padre y luego los pasos apresurados. La celda que se abre y una mano sobre mi brazo.

Reacciono mal. Grito y empujo con fuerza a quien sea que me ha tocado. Y eso parece que le hace mucha gracia a Orión porque se empieza a reír mucho más fuerte.

—Me encanta que mi prometida siga cagándola, espero verte pronto, cariño —dice y solo puedo pensar en vomitar. Y lo hubiera hecho si no me hubieran dejado incosciente.

Cuando vuelvo a recuperarme estoy atada de nuevo en la silla del Ministerio. El tribunal tiene cara de no haber descansado desde hace horas y parecen estar realmente cansados. Quiero moverme para mirar la sala, pero no hay forma de hacerlo porque las cadenas me tienen sujeto también el cuello.

—El tribunal ha decidido, después de la apelación—anuncia Kingsley y oigo movimiento a mis espaldas. No se han quedado aquí todo el día, ¿no?— conceder un indulto.

Las cadenas se aflojan automáticamente y puedo volver a respirar. ¿Indulto? Me giro para mirar a mis espaldas y entonces es cuando les veo a todos. Sentados en los bancos, sin moverse. May y Fred tienen los ojos completamente rojos y George está entre ambos, abrazandoles. Al lado de Fred está Ginny, que sonríe mientras que abraza a Fred y luego están Ronald, Hermione —también con ojos rojos y parece realmente cansada— y Harry. El señor Weasley, al lado de Harry, también tiene cara de estar realmente cansado, pero aún así sonríe.

—Ronald Weasley se ha comprometido, bajo juramento inquebrantable, a responder ante las posibles futuras acciones de la acusada. Con esto dicho, la sesión ha finalizado. Pueden abandonar la sala. La varita de la acusada la tiene Ronald Weasley, puede cogerla cuando desee.

No sé muy bien como pasa, pero de pronto estoy al lado de May y Fred. Sé que mi hermana llora sin parar y habla sin parar, pero la abrazo fuertemente y yo también empiezo a llorar. No puedo más, no puedo aguantar más. No sé cuanto tiempo vamos a poder pasar aquí, así que consigo alejarme como puedo de ambos para ir hacia Ronald. Ahora le debo la vida. Una que tampoco estoy muy segura de querer.

—No tenías que hacer eso, estúpido —le consigo decir entre los sollozos. Le mojo la camisa, pero él solo se ríe, incluso cuando vienen May a abrazarnos también.

—Gracias, gracias, gracias —le susurra, también llorando sin parar.

—Eres la novia de mi hermano, no podía dejar que fueras a Azkaban —dice y no puedo evitar abrazarle más fuerte. Lo que ha hecho es algo que no voy a poder olvidar nunca. Todo lo que haga le afectará, si hago algo que consideran como no bueno le afectará—. Hazle feliz. Y no hagas nada que me mate.

—Gracias, Ron —susurro, y, por fin, le suelto. Fred pasa a mi lado y va a abrazar a Ron justo cuando May se suelta y vuelve a abrazarme, esta vez acompañada de George.

—Haz caso a tu marido, por Morgana—le susurro al oído y ella empieza a reirse a pesar de que no para de llorar.

—Con él tengo toda la vida, a ti pensaba que te perdía para siempre —me dice ella de vuelta, pero después de unos segundos, se aleja y va a abrazarle. Para luego volver con él de la mano.

Vuelvo a mirar a Kinsgley, que está hablando con algunos de los miembros del tribunal. Una de las mujeres señala en mi dirección y Kingsley se gira para mirarme. Es una sonrisa de verdad lo que veo en su cara y no puedo evitar sonreír yo también. También le debo esta libertad. Sigo sin saber si la quiero.

—Voy a hablar un momento con Kingsley, ¿podéis volver a casa? —nos dice el señor Weasley y todos asentimos—. Salid al Atrio y usad la red flu, no creo que os pongan muchas pegas.

Y como bien dice el señor Weasley, no nos ponen pegas para utilizar las chimeneas, pero claro, tenemos que ir de uno en uno. Ginny es la primera y luego deciden que tengo que ir yo.

—Quiero quedarme —digo, intentando escabullirme, pero Fred me atrapa antes de que pueda irme—. Por favor, quiero quedarme con May y contigo.

—Ve, después irá May, ¿vale? —me susurra, abrazandome y luego me empuja hacia la chimenea, pero no le suelto. No puedo hacerlo cuando noto como está tenso, no puedo dejarle así—. April, la marca.

Con sus palabras consigo entender porqué tengo que irme ya. No llevo la túnica, la marca se me ve perfectamente en el brazo izquierdo, todavía demasiado oscura a pesar de que ya han pasado casi cuatro meses desde la última vez que la utilizaron. Me aparto lentamente de Fred para ver como el hombre del Ministerio nos mira, con desagrado. Con asco. Nunca podré vivir en el mundo mágico.

Esto es una pesadilla de la que nunca voy a poder huir.

Salvo en el mundo muggle.

—Maldita mortifaga —le oigo decir.

—La Madriguera —digo, entrando a la chimenea. Tengo que ignorarle. Sigo sintiendo su mirada en la espalda. Siento la de la señora Weasley cuando llego por la chimena. La de de Ginny.

Sé que hablan, pero no entiendo nada. Ginny me pasa un brazo por el hombro, la señora Weasley sigue hablando, pero no entiendo. Llega May, también intenta hablarme. Luego Harry. Todos lo intentan, pero sigo sin entenderles. Hasta que Hermione se pone delante y empieza a hablar lentamente.

—Ya ha pasado todo —entiendo, pero niego y ella asiente—. Está todo bien, va a seguir bien. Tengo algo para ti.

No sé de donde saca un bote, pero lo tiene en la mano y me coge el brazo izquierdo. Mi primer instinto es esconderlo, pero Hermione niega y me lo vuelve a pedir, sin decir nada. Y lo extiendo. Supongo que es la primera vez que ve la marca tan cerca porque da un pequeño respingo.

—¿Puedo? —me pregunta, señalandola y asiento. No sé que quiere hacer. Coge el pequeño bote y sobre mi brazo echa una pequeña cantidad. Es como si fuera una crema pero con color y, poco a poco, Hermione extiende toda hasta que la marca desaparece—. Se llama base de maquillaje, la pedí en el cumpleaños de Ginny, pero con todo lo de los juicios se me olvidó dartela. Es maquillaje muggle, ya he visto que el mágico se reduce a polvos. Con esto puedes tapar la marca y nadie lo sabrá. Ni siquiera tienes que mirarla tú misma.

—Gracias —susurro y la abrazo.Ella tiene cara de no haber dormido. Es de madrugada, mañana se va a Hogwarts y no ha parado en todo el día solo por sacarme de Azkaban—. Gracias por lo que habéis hecho,

—No podíamos dejar que te quedaras en Azkaban —dice, y se aleja un poco, sonriendo.

Nadie dice nada en la cocina, ni siquiera la señora Weasley, que supongo que se esperaba esto. May se acerca lentamente a mi y me abraza suavemente, de nuevo. Sé que me está diciendo que estaremos bien, pero no termino de creerlo.

***

—Pasadlo bien, tened cuidado, aprended mucho, escribidnos, no os metáis en líos —dice la señora Weasley a Ginny y a Hermione, que ya están subidas al Expreso a Hogwarts. Ambas parecen nerviosas, pero intentan disimularlo. Todo el mundo nos mira, no me gusta—. Nos vemos en Navidad.

—O podéis venir a Hogsmeade cuando tengamos una excursión —responde Ginny y la señora Weasley asiente, a pesar de saber que es algo más bien dirigido hacia Ron y Harry.

—O podéis venir vosotras a vernos —les responden Fred y George y no puedo evitar mirarles. ¿Qué tienen pensado ahora? Porque si involucra salir más de casa no sé si quiero unirme. Estar en la estación me está generando demasiada ansiedad, no me gusta estar aquí, hay demasiada gente mirando, siguen mirando y ahora parece que escuchan lo que hablamos.

—¿Cómo vamos a ir a veros si estáis en Londres? —le pregunta Ginny, cruzandose de brazos y ambos sonríen.

—¿De que sirve tener la mayor tienda de bromas del Callejón Diagon.. —empieza a decir Fred.

—...si todos nuestros clientes están en Hogwarts? —termina George y May chilla.

—¡La habéis comprado!

—¿Comprar el qué? —pregunto y ambos vuelven a sonreír.

—La tienda de Zonko —responden ambos a la vez.

Las felicitaciones a ambos no tardan en llegar por todas partes de su familia y no puedo evitar sentime mal porque en lo últimos meses no he hablado nada con ellos sobre la tienda. No le he preguntado nada a Fred en general. No sé in siquiera como está. Me acerco a él y le abrazo, intentando disculparme por no haberle prestado atención en todo este tiempo y parece que él lo entiende ya que me abraza de vuelta. Aún así me prometo disculparme con él. Tengo que mejorar, tengo que ser mejor para todos ellos ahora que tengo la oportunidad. No sé si la quiero.

—¡April, May! 

—¡Daphne! —grita May y me coge del brazo para que vayamos con ellas, que nos abrazan nada más llegar. Quiero soltarme, pero sé que es mi amiga, que no me va a hacer nada, así que intento relajarme. No sé si funciona, pero al menos el abrazo acaba relativamente rápido y me cuesta menos volver a respirar—. Tenéis que escribidnos más.

—Sí, lo haremos —dice Daphne, riendo y Astoria asiente, pero por su sonrisita sé que no lo va a hacer—. Y vosotras también.

—¿Qué tal estáis? —les pregunto y ambas sonríen. Daphne repite séptimo mientras que Astoria va a tener que volver a cursar quinto ya que los TIMOs también habían sido suspendidos. Aunque con el curso que habían tenido era casi imposible aprobarlos, sobre todo el de Defensa Contra las Artes Oscuras.

—Nerviosa —dice Astoria, pero luego se encoge de hombros—. Aunque si ya he hecho esto una vez puedo hacerlo otra. Y siempre tendré vuestros apuntes, ¿verdad?

—No creo que quieras leer eso —dice May, riendose—. Sobre todo los de herbología de April.

—Los tiré al lago cuando acabé el examen —aclaro, viendo que no lo entienden y ambas se ríen—. Por cierto, ¿habéis visto a Draco? No le veo desde el...

—Sí, ya está dentro del tren —dice Daphne después del silencio. No es necesario acabar la frase. Todas sabemos que iba a decir juicio. Eso es algo que nos va perseguir, a ambos, para siempre. Al menos él ha sido absuelto—. Voy a por él, todavía quedan cinco minutos.

—Yo voy a ir entrando, me están esperando —dice Astoria y nos da un abrazo a cada una. No mira atrás cuando entra al tren y ni siquiera dice nada cuando se choca con un Gryffindor, si no que le saluda coordialmente.

—¿Has visto eso? —le pregunto a May y ella asiente.

—¿Quizá ya no hay rivalidad?

—Siempre habrá rivalidad —dice Draco, bajando del tren y nos abraza a ambas a la vez, para luego alejarse y mirarme. Y me mira el brazo izquierdo, porque no lo llevo cubierto. Había sido idea de May, vestir iguales para que la gente no supiera quien de las dos era la gemela mortifaga y cual la gemela traidora—. ¿Te la has quitado?

—No, la sigo teniendo —le respondo y él me lo levanta para mirar. Lo único que tapo con la base es la marca, no la cicatriz de traidora y Draco hace una mueca al verla. Pero es la verdad, es lo que soy—. Es maquillaje muggle, funciona bastante bien.

—Ya lo veo —murmura y luego me mira fijamente—. ¿Me conseguirías algo?

—Preguntale a Hermione —le respondo en cambio y él parece entrar en un poco de pánico, pero niego, sonriendo—. No te va a comer y va siendo hora de que intentéis limar asperezas, ¿no? Con Harry también, Draco. Ellos me han... me han...

—Ya veremos. 

—Ron también —digo, y Draco solo asiente. No hace falta decir más, al menos no por ahora. Quizá cuando nos veamos en Navidades soy capaz de hablar de ello. Quizá en Navidades son capaces de mantener una conversación civilizada.

El silbato del tren suena, haciendo que Draco nos abrace una última vez y se suba al tren. Se despide con un gesto y vuelve dentro, mientras que nosotras volvemos con todos los Weasley. May tira de mi para que nos unamos a ellos, pero se siente totalmente extraño. Estar al otro lado de la plataforma, no estar en el tren, si no viendo alejarse.  No termina de gustarme.

En cuanto se pierde en la primera curva salimos del anden nueve y tres cuartos, desapareciendonos para llegar a La Madriguera. Había estado tan perdida que no me había enterado de que Harry y Ron empezaban su entrenamiento como aurores en una semana y por eso se mudaban hoy, aprovechando la partida de Hermione y Ginny. Así que pasamos la mañana moviendo cajas de un lado a otro. Era extraño estar fuera, estar en la calle y poder caminar por allí. No terminaba de agradarme el estar desprotegida, pero al menos no estaba pensando todo el rato en lo mismo, si no en la forma de evitar que las cajas se rompan y todo caiga en mitad de las calles de Hogsmeade.

—Esa era la última caja, ¿no? —pregunta Fred y Ron asiente—. Estupendo, podría comerme el banquete entero de Hogwarts y seguiría teniendo hambre.

—Creo que te has quedado corto —añade George— también podríamos añadir la comida de Navidad de mamá y seguiríamos con hambre.

—Pues haceos la comida, ahí esta la cocina —dice Ron, señalandola—. Pero que April no se acerque, queremos conservar el piso.

—¿Para que venga Hermione cuando salgan al pueblo? —le digo y viendo lo rojo que estaba sabía que había acertado—. Ahora tiene mucho más sentido que estéis viviendo aquí y no en Londres.

—No ha sido por eso —dice, con las orejas totalmente rojas, pero Harry asiente por detrás de él y May se ríe.

—Que bonito es el amor adolescente —le dice, picandole—. ¿Nos vamos a comer?

—Sí, mamá tiene que estar ya esperandonos —dice George y luego mira a Harry y Ron—. Espero que vengáis a ayudarnos esta tarde.

—¿Por qué iban a tener que ayudar esta tarde? —pregunto y los cinco me miran. ¿Qué me he perdido esta vez?

—Nosotros también nos mudamos, ¿recuerdas? —dice George y niego. ¿Se mudan y no me han dicho nada?—. April, la tienda de Hogsmeade.

—No puedes decirme que os mudáis cuando estamos hablando de la mudanza de estos dos —le digo, pero se ríe y May, la muy capulla, también se ríe con él—. Me estás traicionando, May, por este... este... pelirrojo.

—Sabes que si me mudase te lo diría, boba —responde ella y luego sonríe. Está bien intentar bromear con ella, es extraño, pero es agradable, es un sentimiento bueno—. Lo que me recuerda que... bueno, me mudo. Hoy era, ¿no chicos?

—¿Os vais todos?

—Nos vamos todos —me corrige Fred, sonriendo y viene a abrazarme, pero niego. No puedo irme—. ¿Cómo que no?

—No podéis hacer eso, no podéis cambiar todo de golpe y sin avisar —les digo y los tres se ríen—. No es divertido y lo sabéis. No quiero salir de casa, no puedo.

—Queríamos que fuera una sorpresa, April, no puedes estar siempre en La Madriguera —me dice May. Ya lo sé que no puedo estar ahí, solo esperaba poder estar ahí al un tiempo más, solo hasta que consiguira saber qué iba a pasar conmigo—. Ya eres libre, no tienes que seguir escondiendote allí.

—No me escondo —miento, pero incluso Ron y Harry, que están sacando algunas cosas de las cajas paran y me miran—. ¡No lo hago! Me gusta estar allí, me gusta estar en el jardín y perseguir a las gallinas si me manda vuestra madre.

—Todos oímos al hombre del ministerio ayer, no puedes dejar que eso te haga esconderte en una casa —dice Harry y niego. No lo entiende, no es lo mismo ser el Elegido que ser una maldita mortifaga indultada—. April, todos estamos mal, es obvio, pero no puedes dejar que te supere.

—No iba a dejar que me superase, solo necesito más tiempo—digo y miro al suelo, intentando ver como lo digo—. Y luego me iré al mundo muggle.

—No estás hablando en serio —me dice May, pero asiento.

—Lo visteis ayer, la marca no me va a dejar vivir y...

—Y como solución te vas al mundo muggle, ¿no? —Fred me interrumpe y May se cruza de brazos—. ¿Huir? ¿Eso es lo que vas a hacer? ¿Huir otra vez porque no quieres afrontar esto?

—Nunca he huido y lo sabes, no tenía opción, ya hemos discutido esto, Fred, no otra vez.

—La huida era de ambas, April, me lo dijiste, ibamos a huir las dos —dice May y veo por el rabillo del ojo como Ron y Harry cogen cada uno una caja y desaparecen por un pequeño pasillo mientras que George se aleja un poco, pero se queda apoyado en una pared y Fred... Fred está enfadado conmigo. Vale, genial. Están mejor sin mi, no me necesitan. Solo soy un incordio, solo les hago discutir, estar enfadados. Les he quitado la alegría de la nueva tienda, de la mudanza—. ¿Cuándo cambio el plan?

—¿Qué más da cuando cambiara? No huí, hice lo que tenía que hacer, May, lo sabes. ¿Hubieras preferido ser tú la que iba con Bella todas las noches? —le digo y ella va a decir algo, pero no la dejo. Acabaré yéndome, puedo decírselo, puedo decirle lo que pienso de verdad—. Imagina la tortura de nuestros dulces diecisiete, todas las noches, no una noche si y otra no. Lo único que te salva es pensar que al menos eres tú y no alguien a quien más quieres.

—Nadie te pidió que fueras con Bellatrix —me responde ella y entonces me río. ¿Nadie? Es una forma de decirlo, si no se hubiera encaprichado con George todo hubiera sido más sencillo, si no se hubieran enterado de nada a los diecisiete nos podíamos haber mudado a un piso en el Callejón Diagón. May estudiaría magizoología o pociones y yo lo primero que hubiera visto en el folleto. Probablemente algo relacionado con las transformaciones. Nos podríamos haber ido alejando poco a poco, quizá podíamos haber cambiado de aspecto, de apartamento a otro lugar. Quizá sí que hubieramos conseguido vivir y mamá estaría viva.

—¿Tortura de vuestros dulces diecisiete? ¿De qué estas hablando? —dice George, y mira a May fijamente—. Dijiste que no te había tocado nunca, que siempre estaba April.

—¿Qué más da lo que hiciera conmigo? Ya estaba lejos de él, que era lo que importaba y April no lo estaba —dice May, intentando defenderse, pero no puedo evitar reirme. Es una risa forzada, pero al menos río.

—Somos iguales, por mucho que no quieras admitirlo, tú también te callas las cosas, May —le digo y ella niega—. ¿Cómo que no? ¿Y eso que es? Le mentiste, ¿por qué?

—Es pasado, April, lo sabes tan bien como yo.

—¿Y si es pasado por qué me echas en cara que no me fuera contigo?

—¡No es lo mismo!

—¡Por supuesto, no es lo mismo! ¡No es lo mismo porque no te conviene!

—¡No es lo mismo porque tú te uniste a los mortifagos y disfrutaste con ello! —me chilla, y duele. Duele pensar que cree que disfruté de ello. Aunque lo esperaba, las pesadillas ya me lo decían. Están mejor sin mi. Todos. Quizá debería volver a Azkaban. Quizá lo que ha hecho Ron es una tontería y tendría que haberlo dejado estar.

—Y tú le has ocultado a tu marido que tu padre te torturó un verano entero solo por estar con él —siseo, y me desaparezco. No puedo más con esto. No puedo vivir así.

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Vaya parece que #FreeApril ha sido real jajajajaja Y que... bueno, quizá salir con los gemelos no fue lo mejor que hicieron en Hogwarts. Uy.

Bueno, que nos vemos el domingo y, dependiendo de como esté esta semana con la escritura de nuevos capítulos quizá tengo que hacer un pequeño ajuste y empezar a subir cada cinco días o algo así, el domingo os cuento porque estoy un pelín atascada con esta historia.

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