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Capítulo 53

Presente

Ginny me confiesa, la madrugada antes de volver a Hogwarts, que una parte de ella no quiere volver, pero que necesita volver para poder cuidar te todos aquellos que están desprotegidos. Así que en mitad de la noche me cambio a la cama de Ginny para dormir con ella. No paro de decirle lo orgullosos que estamos todos porque quiera luchar así y, le prometo, que no le contaré a nadie que se va a poner en peligro por proteger a los demás. Aunque su familia ya lo sepa porque todos tienen la idea de que el bien grupal es mejor que el individual. Yo también sé que es así, pero a veces es complicado olvidar como te han criado.

El señor Weasley se toma la mañana libre para ir a acompañar a Ginny al andén nueve y tres cuartos, al igual que van Charlie, Fred y George. Por primera vez desde que estoy aquí, me dejan en La Madriguera a solas porque yo no puedo ir y quiero ir. Vuelvo a ser rubia porque no tiene sentido que mantenga el pelirrojo si no puedo salir de casa. Aunque si mantengo el largo. Al menos antes de que ellos se vayan, ya que, en cuanto veo que se han desaparecido, subo al baño con las tijeras en mano. No quiero llevar más el pelo largo. El primer corte me hace chillar al verme en el espejo y me arrepiento durante cinco segundos que se me hacen eternos, luego sigo cortando hasta conseguir tener una melena que me llega un poco por encima de los hombros. Nunca había llevado el pelo tan corto y es extraño. La cabeza me pesa menos, además de que siento la nunca descubierta.

Con un sencillo movimiento de varita recojo todo el cuarto de baño para dejarlo sin rastro del corte de pelo y decido salir al jardín. Había estado viendo gnomos tan solo unas horas antes, mientras desayunábamos y sería un buen entrenamiento para no perder la poca forma que me quedaba. Los gnomos se resistían un poco, pero lanzarlos era un entrenamiento perfecto para sacar brazo. Quizá cuando Harry acabase con el Señor Tenebroso podría intentar hacer pruebas para algún equipo profesional de Quidditch. Convencería a April para que se uniera y las dos podríamos tener una carrera espectacular.

—¿May? —la voz de George me distrae y el gnomo que iba a coger aprovecha para morderme en dedo y salir corriendo.

—¡Te voy a pillar pequeño demonio! —le grito mientras que intento encontrarle, pero se ha debido de meter en una de sus madrigueras, así que suspiro y miro a George, que está con la boca abierta y parece que en cualquier momento se le va a caer la baba—. ¿Cuánto tiempo llevas ahí parado?

—El suficientemente como para haberte observado bien —dice en voz alta, para luego acercarse a mi y cogerme de la cintura. Entonces baja la voz y entiendo que, al menos tiene un límite—. Estas preciosa y si te tuviera ahora mismo en mi cama no sé qué te haría.

—Oh cállate —le digo, poniéndome roja, a los que él se ríe—. Ayúdame con los gnomos, uno me ha mordido.

—Me sorprende que sepas desgnomizar el jardín.

—Estudié Cuidado de Criaturas Mágicas contigo, conozco a Newt Scamander en persona y, por favor, que es coger al gnomo y lanzarlo lo más lejos posible —le digo, y para demostrarselo cojo a uno que ha asomado la cabeza y le lanzo lo más lejos que puedo.

—Buen lanzamiento —dice, después de un silbido—. Y me sorprende porque pensaba que te querrías quedar a los gnomos, no porque no sepas lo básico.

—Tengo un límite con las criaturas mágicas, George, no quiero todo como mascota —él no tenía porqué saber que ya había intentado tener uno en casa, pero había acabado muy mal y por eso había desistido con ellos.

—¿Pretendes que me lo crea?

—Por supuesto —le digo con una sonrisa, y le beso en la mejilla—. ¿Qué hora es? Creo que he perdido la noción del tiempo mientras que estaba ocupada.

—Las doce, casi vamos a comer, así que venga, volvamos dentro —me dice, para luego pasarme el brazo por encima de los hombros y empezamos a andar—. También deberíamos mirar ese dedo, hay que desinfectar esa herida.

—No es para tanto —le respondo, e inmediatamente escondo el dedo. Sigo teniendo algunas cicatrices de la despartición y no me gusta mirarlas. Siempre las ignoro, si estoy lo suficientemente ocupada es fácil y, desde que había huido lo había estado así que, exceptuando los primeros días, conseguía olvidarlo bastante bien.

—¡Menudo corte! —grita Charlie cuando entramos en la cocina y le veo sonreír de oreja a oreja—. Estas espectacular, cuñada.

—Gracias —le digo con otra sonrisa y él continúa llevando todos los platos hasta el comedor. La señora Weasley, por su parte, ni siquiera se gira, pero cuando lo hace, niega—. ¿Qué pasa?

—Después de comer te arreglaré los desniveles, no me puedo creer que hayas hecho esto tú sola —me dice, y mueve la varita para llevar la cazuela hasta el comedor—. ¡Fred, la comida ya está!

—¡Ya bajo, sólo tengo que terminar este pedido! —le oímos gritar todos y a mi lado George se ríe.

—No hay ningún pedido, solo está intentando devolver sus cejas a su color natural, anoche estábamos inventando algo y ha tenido un resultado poco esperado cuando lo ha probado—me aclara George y no puedo evitar reírme—. Esperábamos granos o puntos de colores en la cara, pero no cejas de otro color.

—Y tú has decidido escabullirte en lugar de ayudarle.

—No siempre tengo el placer de ver a mi novia a solas —dice y se inclina para besarme.

—¡Fred, baja ahora mismo! —el grito de la señora Weasley nos interrumpe y el beso que parecía que iba a ser largo se queda en un triste pico. Echo de menos vivir a solas con George y Fred.

—Vamos a comer antes de que mamá nos llame a ambos así —me dice y asiento. No quiero más gritos.

—¿Y esas cejas? —pregunta la señora Weasley cuando Fred baja por las escaleras.

—Está de moda hacer cambios en tu aspecto —le responde, mirándome.

—Yo no tengo las cejas verdes —le respondo y luego sonrió porque es la forma idea para chincharle—. ¿Es porque te gustan las serpientes? No sabía que eras tan fan de los Slytherin.

—Es por la Navidad —dice él, sin dejarse llevar por mi intento de burlarme de él.

—Pues llegas tarde, acabó hace cuatro días.

—Es un producto para la próxima temporada, May, menos mal que te tenemos como dependienta y no como jefa de ventas.

—Eso ha dolido—dice Charlie y yo asiento.

—Tú ganas en esta ronda, Weasley —le digo y sonríe. Parece que poco a poco está volviendo a ser él mismo.

***

—Te digo que no es buena idea decírselo a ninguno de los dos —los susurros furiosos de la señora Weasley llenan el comedor. Estamos jugando una partida de snap explosivo, que queda en segundo plano ante la subida de tono de la señora Weasley. Sabíamos que estaba hablando con el señor Weasley, que ya había vuelto del Ministerio y se había pasado brevemente a saludar al comedor.

—Y yo te digo que sí, son mayorcitos los dos, no podemos ocultarles cosas, no son unos niños, Molly —dice el señor Weasley, que eleva un poco más la voz y entonces Charlie se levanta del suelo para ir hasta la cocina.

—¿Qué está pasando aquí? —les pregunta Charlie nada más abrir la puerta, y ambos le miran como si acabara de cometer un sacrilegio en lugar de haber abierto la puerta de la cocina.

—Nada, Charlie, ¿por qué no volvéis a jugar? —le dice la señora Weasley en un tono que resulta demasiado dulce. Fred y George también lo notan y se levantan del suelo para ir hasta la cocina.

—No sé de qué va el tema, pero formamos parte de la orden, ninguno de nosotros es ya un niño —dice Fred, totalmente serio y aparto la mirada. No es una conversación que me incluya, así que me pongo a recoger las cartas del snap y me levanto para subir hasta la habitación de Ginny, de donde hemos cogido las cartas, para devolverlas a su lugar.

—May, espera, esto va contigo —el señor Weasley me llama y eso me sorprende. ¿Por qué iba a tener que ver conmigo?

—Arthur, no —le dice la señora Weasley, pero él la ignora y entra al comedor para luego sentarse en una de las sillas.

—Fred, May, sentaos —dice, pero no parece ser una invitación, si no una orden, así que ambos lo hacemos. George decide coger una silla y ponerse detrás de ambos, también sentado y mirando, mientras que Charlie se sienta en la mesa—. Ya conté que iba a tener después de Navidades un ayudante y un nuevo empleado.

—¿Y que tiene de importante? —le pregunta Fred.

La cara del señor Weasley cambia a una más seria si es que se puede. Oigo la silla de atrás moviéndose y cuando me giro veo a George de pie, también serio. Pone una mano encima del hombro de Fred, y luego se inclina para darme la mano. Me hace un gesto para que mire de nuevo a su padre y le hago caso, pero me hubiera gustado no hacerlo.

—Tu hermana es mi ayudante —apriento la mano de George con fuerza y él ni siquiera se queja— y, su prometido, Orion Mulciber, el nuevo empleado.

Nuestras reacciones son instantáneas. Yo grito y una mierda mientras que me levanto de la silla y me apoyo en la mesa, y Fred se levanta con tal brusquedad que tira la silla y luego da un golpe en la mesa, que nos sobresalta a todos.

—¿Su prometido? —grita, empezando a ponerse rojo—.¡Casi la viola en el callejón Diagón! ¡Ese gilipollas nunca será nada suyo! ¡Ella no le dejaría acercarse ni centímetro por voluntad propia!

—He tenido que llamarles la atención varias veces hoy, Fred —le responde el señor Weasley, totalmente tranquilo, a lo que él empieza a reírse.

—¿Llamarles la atención? ¡No seas tonto, papá, y fíjate en como reacciona ella! —le grita, para luego irse hasta las escaleras. Parece que va a subir, pero en el último instante se gira y le mira—. Cuando Angelina y yo la encontramos en el callejón Diagón estaba abusando de ella. Conseguimos pararle antes de que llegase a algo más y luego se me ocurrió tratar de tranquilizarla. Lo que hizo fue desaparecerse del terror que la había causado que la tocase. Si permites que Mulciber la vuelva a tocar yo... yo...

—Lo siento, hijo, pero si April está prometida a Mulciber no puedo...

—Tonterías —le interrumpe Fred, y no se molesta en escuchar nada más, sube las escaleras y lo siguiente que oímos es un portazo.

—Voy a hablar con él —murmura George y yo aprovecho para sentarme en la silla, subo las piernas y escondo las piernas en mis rodillas. No puede estar pasándole esto ahora.

—Es curioso, May, tu hermana y tú habéis decidido cortaros el pelo de la misma forma —dice el señor Weasley, a lo que levanto un poco la cabeza para mirarle—. Es increíble lo parecidas que sois.

—Somos gemelas, señor Weasley —murmuro, y él asiente, como si fuera solo un dato sin importancia. Claro que somos parecidas, somos iguales.

—Por supuesto, por supuesto —dice y vuelvo a enterrar la cara entre mis rodillas—. ¿Te quedarías más tranquila si intento que tú hermana no se quede a solas con ese chico?

—¿Haría eso? —le pregunto, con esperanza. Quizá todavía podemos llegar hasta April, sacarla de allí y que vuelva a estar a salvo, que pueda sanar de todo lo que le han hecho.

—Claro —dice y se sube las gafas—. Quizá pueda conseguir meter otra mesa en mi despacho, tendré que reorganizarlo un poco, pero creo que puede funcionar.

—Gracias —le digo y entonces me giro a mirar a la señora Weasley—. A ambos. Sé que no soy lo que esperaban para George, que esperaban a alguien mejor, quizá alguien como Angelina, Alicia o Katie, pero de verdad les prometo que no soy como piensan. Al menos ya no. Tengo todavía muchas cosas que cambiar, pero no soy fiel al Señor Tenebroso, nunca lo he sido ni lo voy a ser. Y sé que April tampoco.

—Deberías intentar no llamarle así —interviene Charlie, sonriendo, para luego acercarse a mi y darme un pequeño abrazo.

—¿Quien-Tú-Sabes? —digo y Charlie asiente, sonriendo.

—Enhorabuena, ya estás totalmente en contra de Quien-Tú-Sabes, eres toda una rebelde, May —bromea Charlie y el ambiente se relaja bastante.

—Sabemos que eres una Avery, conocemos a tu familia y te hemos juzgado antes de tiempo —dice el señor Weasley, y a su lado la señora Weasley aprieta la boca en una línea. Está claro que nunca me va a aguantar, aunque a veces parezca que me tiene aprecio, desaparece en cuanto se menciona a mi hermana o a mi familia—. Pero ya nos has demostrado tus creencias, May, está bien.

—Vamos a cenar, ¿podéis ir a avisar a los gemelos? —dice la señora Weasley y asiento. Siempre que dice algo la hago caso, a pesar de que no sirve de nada. Al menos hoy me ha ayudado con el pelo.

Subo las escaleras lentamente, disfrutando cada paso y observando las distintas fotos que hay en las paredes. Son fotos familiares que reflejan lo que nunca tuvimos April y yo, cariño cercano. Está claro que mamá nos quiere, pero nunca ha sido de demostrarlo. Sólo espero que esté cuidando a April lo mejor que pueda y la deje. Quizá va a verla a la casa de campo y la lleva comida, porque como la tenga que hacer April de olvidará más de un día. Quizá no puede salir de casa por padre y manda a Ambur en su lugar. Los echo de menos.

—¡No me pidas que me calme! —oigo decir cuando todavía me queda un piso por subir y me paro. No creo que deba interrumpir esa conversación, ni escucharla—. Imagínate que fuera May, que todo eso le hubiera pasado a May. ¿Qué harías, George? ¿La dejarías sola? ¿No le pedirías a papá que la intentará alejar de él?

—Claro que lo haría —le responde George y entonces decido quedarme porque la curiosidad era demasiada, así que sigo subido hasta que llego a la puerta—. Entraría al mismísimo Ministerio solo para llevármela de allí.

—Eso es lo que voy a hacer —dice y, por su voz, sé que va totalmente en serio—. Si lo consigo no volveré.

—¿Qué estás diciendo? —algo me dice que no es momento de que Fred hable más, así que llamo a la puerta. Ambos se quedan totalmente callados.

—A cenar, chicos —les digo, y no espero a que me contesten, bajo las escaleras directamente y me pongo a ayudar a poner la mesa.

Bajan a los pocos minutos, ambos serios y se limitan a ayudar. George me abraza y yo le correspondo el abrazo, e incluso habla con todos mientras que Fred parece que ha hecho una huelga de silencio. La señora Weasley empieza a repartir la comida y todos nos ponemos a comer, en silencio. No es agradable, no cuando en La Madriguera siempre hay ruido.

—Intentaré alejar a April de Mulciber, Fred —le dice el señor Weasley y logra que Fred levante la vista del plato y le mire—. Tendrá una mesa en mi despacho, no estará sola en casi ningún momento.

—Es lo mínimo que deberías hacer —le dice, para luego levantarse y coger el plato.

—Fred —la voz de la señora Weasley suena a regaño, pero él la ignora.

—No tengo hambre —dice, mientras que se va a la cocina y nos deja solos allí.

Hay un breve momento de silencio, seguido por un golpe realmente fuerte en la cocina y los señores Weasley de levantan rápidamente y van hacia allí, para ver cómo Fred sale tranquilamente de allí, como si nada. Pero está claro que algo ha pasado ya que tiene los nudillos ensangrentados. Vuelve a subir las escaleras para, a los pocos minutos, venir con una caja.

—¿Puedes darle esto mañana? —le dice, y cuando el señor Weasley asiente, la deja sobre la mesa y vuelve a subir las escaleras para meterse en una de las habitaciones.

El señor Weasley se levanta de la mesa y coge la caja para abrirla. De su interior saca una bufanda, roja y verde y no puedo evitar ahogar un grito.

—Es una bufanda, ¿por qué le iba a dar una bufanda?—el señor Weasley vuelve a guardar la bufanda, doblandola como puede y me levanto para cogerla y doblarla yo misma—. ¿Sabes a qué viene esto, May?

—Creo que esa bufanda es la misma que Fred le regaló a April hace seis años —murmuro, pero con el silencio que hay en la casa, todos me oyen.

Había quedado destrozada por su broma, ¿cómo la había arreglado? Sin duda alguna era la misma, se notaba como no estaba perfecta y, en algunos puntos, tenía alguna mancha que no había salido del todo, pero estaba casi igual que cuando April la desenvolvió en Navidades. Sin duda alguna a Fred le seguía importando mi hermana, y, en base a lo que había escuchado antes, esto no dejaba de ser una promesa para ir a buscarla.

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Lo prometido es deudaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, ¡feliz aniversario de la batalla de Hogwarts! Día en el que conmemoramos que JK se cargó a un montón de personajes y no le dio su arco de redención a Draco Malfoy :))))))))))

Mañana nos vemos en un nuevo capítulo, me vuelvo a escribir jajajajajajaja

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