Capítulo 41
Presente
—No vamos a atarla, ¿tengo que recordártelo? —le repito a George otra vez, y él vuelve a negar. Llevamos discutiendo esto desde que hemos llegado, April sigue inconsciente tumbada en el colchón que Fred arrastra siempre al sofá y no hay rastro del nombrado a pesar de que había dicho que iba a estar aquí—. ¿Y dónde demonios está Fred? ¿No iba a volver a quedarse aquí?
—Vamos a atarla porque no sabemos como va a reaccionar cuando vea que la hemos secuestrado después de dejarla inconsciente —me repite George, copiando mi tono.
—No vamos a estar de acuerdo en esto, por favor, no la atemos —le suplico y él suspira.
—Elige, varita o que la atemos, no podemos arriesgarnos a que nos ataque.
—Varita.
Primero busco en las mangas, primero la izquierda, que era donde la llevaba siempre, pero está vacía. Miro la manga derecha y tampoco, así que solo me queda mirar los bolsillos interiores.
—Vamos, May, al final va a acabar despertando —George me mete prisa y miro en el otro bolsillo. La tiene ahí guardada, pero al sacarla tengo la mano un poco roja.
—Está sangrando —digo y entonces le abro la túnica.
April siempre lleva camisetas bajo la túnica, al igual que pantalones, lo que siempre ha puesto nerviosa a mamá porque ese no era un comportamiento de señoritas en sus palabras, pero a ella nunca le había importado. Siempre decía que mamá tenía que agradecer que llevase la túnica porque, por muy bruja de sangre limpia que fuera, las túnicas nunca habían sido de su agrado, y menos cuando se dio cuenta de que era imposible volar bien en escoba con una. Ahora, la que maldice que lo lleve soy yo porque no puedo acceder rápidamente a la zona que sangra.
—Trae agua caliente y trapos —le digo a mi novio, que rápidamente desaparece para traer lo que le pido mientras que yo aprovecho para quitarle la camiseta a mi hermana. No quiero realizar nada de magia hasta que no esté segura de qué es lo que le pasa.
—Eso no se ve nada bien.
April tiene una herida en el costado totalmente abierta y sin tratar desde hace meses. También tiene la zona de las costillas totalmente morada, como si las tuviera dañadas de nuevo.
—Necesito mi libro de pociones y todos mis ingredientes—murmuro y George suspira, sabiendo que significa eso— tenemos que volver al apartamento.
—No vamos a llevarla allí, May, te traeré lo que necesites.
—¡Necesito todo, no seas idiota! —chillo, ya totalmente de los nervios—. Tengo que hacer un filtro para dormir, un bálsamo de asclepias tuberosa y otro removedor de golpes. También necesito el díctamo y hacer otra poción para limpiar la herida. Y me vendría bien una poción tranquilizante.
—Te traeré todo, de verdad —me repite George y sale del apartamento para poder desaparecerse. Una de las primeras cosas que hicimos fue proteger el apartamento para que nadie se pudiera aparecer aquí y, aparentemente, está funcionando.
Cojo uno de los trapos que me ha dado George y lo pongo cerca de la herida mientras que voy echando un poco de agua para ir limpiandola, pero tiene bastante mala pinta y es muy probable que la tenga infectada. April no es buena con la sangre ni las heridas, así que tengo mucho trabajo por delante con ella. Limpio la herida como puedo y luego le toco las costillas, buscando la fracturada hasta que doy con ella, o más bien ellas. Muevo la varita suavemente y al instante está arregladas. Hasta que April me sobresalta al quejarse.
—¿April? —susurro, pero ella no contesta así que supongo que sigue inconsciente.
El moratón de su costado es aún más amplio y morado que antes, así que vuelvo a tocar la zona para encontrarme de nuevo las costillas rotas. Vuelvo a intentarlo y ella vuelve a quejarse y sus costillas partirse, quizá más que antes.
—¡Ya he vuelto, he encontrado a Fred! —mi novio entra seguido de mi cuñado, los dos con todas mis cosas en los brazos y haciendo que vuelva a dar un salto por el susto.
—Saben lo de la radio —dice Fred, cerrando la puerta con uno de sus pies. Él es quien lleva mi caldero, por lo que le tapa la vista y por eso está tan tranquilo. Deja el caldero en el suelo y entonces se fija en mi—. ¿La habéis traído hasta aquí? ¿Estáis locos?
—¿Cómo que saben lo de la radio? —le pregunto, ignorando lo que me dice, aunque es complicado porque lo ha dicho casi gritando. George me deja el libro de pociones al lado, a pesar de que me las sé de memoria prefiero mirarlo antes que fastidiarla por estar tan nerviosa—. Vamos, necesito vuestra ayuda, George empieza a sacar ingredientes, Fred necesito una contramaldición, creo.
—¿La han maldecido? —pregunta mi novio y yo asiento y luego niego.
—No lo sé, he intentado curarle las dos costillas que tiene rotas, pero se le han vuelto a romper y creo que más que antes —digo, y empiezo a morderme las uñas—. Tenemos que despertarla para que nos diga que ha pasado.
—No la vamos a despertar para que nos ataque —dice Fred rápidamente, todavía lejos de nosotros y de brazos cruzados—. Deja que tenga las heridas, si no las ha curado será por algo.
—Voy a ignorarte o quien va a estar maldito vas a ser tú —le digo y él me mira desafiante—. Si crees que no sé maldecir a nadie creo que te has olvidado de donde he crecido, Fred.
—¿También te ibas a unir a ellos? ¿La señorita perfecta no es tan perfecta? —sé que me está provocando porque está enfadado, por eso le ignoro—. Dime, May, si no hubiera sido porque ella organizó toda tu huída, ¿serías ahora una mortifaga? Una traidora a la que no le importa nada ni nadie.
—Enervate —digo, apuntando a mi hermana con la varita, que rápidamente abre los ojos y le falta tiempo para retroceder hasta que choca contra la pared. George, al mismo tiempo, grita un no y puedo ver como Fred se queda pálido—. Preguntale, Freddie, si me hubiera convertido en una mortifaga como ella.
—¿Pero qué cojones os pasa? —chilla mi hermana, totalmente fuera de si. Se lleva las manos rápidamente hasta la túnica, pero entonces se da cuenta de que no la lleva, al igual que no lleva camiseta y la ve en el suelo, la lado de su ropa.
A April le falta tiempo para lanzarse a por la varita, pero a Fred tampoco le falta tiempo para convocarla hasta tenerla en sus manos, lo que hace chillar más aún a April, que se levanta rápidamente para ir contra él.
—¡Devuelvemela ahora mismo! —grita mientras empieza a golpear a Fred en el pecho para que baje el brazo y le devuelva la varita. George, por su parte, suspira y se levanta del suelo después de mirarme de una forma en la que sé que vamos a acabar discutiendo más tarde.
—April —la llamo, pero ella no escucha ya que mi novio la coge en brazos y la separa de Fred, que ni siquiera se ha inmutado—. ¡April!
—¡Dejame en paz, May! —chilla ella, revolviendose todavía más—. ¡Dejadme en paz todos!
Como pasaba cuando eramos muy pequeñas y April tenía una rabieta, todo a su alrededor sale volando hasta el otro extremo de la habitación, lo que incluye a George, que se golpea la cabeza con la pared por la fuerza de la magia. Y por primera vez en diecinueve años, también me incluye a mi. Ella empieza a hiperventilar y veo como se resbala hasta el suelo y empieza a llorar.
—Solo queremos ayudarte —murmuro mientras que intento acercarme, pero George tira de mi para evitar que me acerque a ella—. Es mi hermana.
—Y nos acaba de mandar a todos por los aires.
—La estábais poniendo nerviosa —la defiendo y mi novio niega, pero le ignoro y me dirigo a Fred—. Su varita.
—Ni de coña —me dice él, y puedo ver como la sujeta con más fuerza.
—Pues entonces le daré la mía —le respondo. Después de esto pienso hacer una poción laxante y echarsela en las próximas comidas.
George me sujeta con más fuerza y entonces le apunto con mi varita. Él levanta una de sus cejas y entonces afloja su agarre, lo que hace que me deje irme hasta llegar a April, que sigue llorando sin parar. Me siento a su lado y la intento mover para poder abrazarla, pero ella solo se agarra más fuerte las rodillas y sigue llorando, así que le paso el brazo por los hombros y trato de acercarme a ella lo más que puedo.
—Accio túnica —murmuro, y la túnica de mi hermana viene rápidamente, por lo que se la echo rápidamente sobre los hombros.
—Lo siento —murmura ella—. Lo hago por nosotras, vete.
—¿Qué? —April me quita la varita y antes de que pueda reaccionar toda una marca bastante extraña que tiene en el brazo derecho. No es la marca tenebrosa, pero tiene un ligero parecido—. Los has llamado.
—Desaparecete —dice ella, poniendome la varita en la mano y levantandose del suelo para ir de nuevo contra Fred—. ¿Ahora no eres tan valiente?
El primero en llegar es uno de los motifagos más inútiles que conozco. Llega en su nube negra y cuando aparece ni siquiera lleva la varita en la mano, por lo que George le hechiza fácilmente. El siguiente en llegar aparece demasiado cerca de mi, y reacciono pegandole un puñetazo en la nariz, que empieza a sangrar. Los más inútiles y menos preparados para esta tarea, probablemente porque no tenían nada que hacer son los que siguen llegando sin parar y pronto nos superan en número.
—¡May, vamos! —me grita George y después de hechizar a unos cuantos mortifagos consigo llegar hasta mi novio y su hermano.
—Crucio —oigo decir a Fred, que sigue apuntando en dirección a mi hermana y ella chilla algo que no llego a entender, llamando la atención de todos a nuestro alrededor.
—¡No! —chillo, lanzandome contra él y empujandole contra George. Él es el único que parece tener la cabeza funcionando en estos instantes y nos desaparecemos los tres de golpe, para llegar a nuestro apartamento y caer encima del sofá—. ¡Eres gilipollas, Fred! ¡Tengo que volver!
—¡Tú no vas a ningún lado! —me grita George, tratando de agarrarme, pero empujo a Fred del sofá, que se agarra a George y tira de él para que los dos caigan al suelo—. ¡May!
Intento desaparecerme, pero el aire a mi alrededor se siente muy pesado y me ata al suelo. Me giro para mirar a mi novio, que sigue en el suelo y me está apuntando y sé que me ha hechizado para evitar que me desaparezca.
—Finite incantatem —digo, apuntandome mientras que le miro desafiante—. Es mi hermana y no pienso dejarla sola.
—No puedes ir a una casa que está ahora llena de mortifagos que creen que estás muerta —me dice mi novio, levantandose por fin del suelo—. Por favor, escuchame, lo volveremos a intentar si quieres, pero no vayas ahora.
—¡No va a haber más oportunidades! —le chillo mientras que noto como se me llenan los ojos de lágrimas. He estado muy cerca de ella—. ¡No va a volver a confiar en si la llamo porque alguien ha decidido estropearlo todo quitandole su varita!
—Y eso es lo que va a hacer que haya otra oportunidad —Fred se levanta del suelo y me lanza un palo, que no consigo coger y cae al suelo. La varita de April—. De nada.
—¿De nada? —le digo, sin creerme lo que ha dicho—. ¡Está en una casa llena de mortifagos, sin varita!
—¿No querías que volviese? —dice, con agresividad, agachandose después para coger la varita de April, que sigue en el suelo porque sigo sin creerme que no se la haya devuelto.
—¡No así! ¡Y mucho menos después de que la hayas lanzado ese Crucio! —le contesto, para luego empujarle y hacer que caiga de culo al suelo.
—¡No la he torturado! —me responde—. ¡Y si lo hubiera hecho se lo habría devuelto!
—¿Y por qué ha chillado?
—¡Y yo que sé!
—No deberías haber usado la maldición —le dice George, tranquilamente. Es el único que está manteniendo la calma ante todo este lio. Aunque bueno, también es el menos afectado—. Tenemos que avisar a los demás que ya no es un lugar seguro y buscar uno nuevo.
—Cambiaremos de lugar con cada emisión, no podemos estar quietos, saben lo de la radio —le responde Fred, que se levanta del suelo y empieza a irse hacia la puerta.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunto, consiguiendo que se quede parado y quieto durante unos instantes. Ahora mismo nuestra relación es de todo menos cordial porque, sencillamente, no le soporto.
—Me han dado un chivatazo —dice, después de un rato de silencio—. No voy a venir a dormir.
—Sí, vete, como siempre haces, no asumas las consecuencias de tus actos y sigue huyendo —le contesto pese a la mirada de George, que suspira y se va hacia la cocina, supongo que a preparar la cena.
Fred ni siquiera se molesta en decir nada, abre la puerta y se va de nuevo a donde sea que está siempre, que claramente no es el apartamento de sus tíos. Probablemente no haya dormido nunca allí.
—¿Has visto contra quien ha lanzado la maldición? —le pregunto a mi novio y él niega—. ¿Crees que estará haciendo alguna locura?
—No creo, pero lo que sea que pasó con April la otra vez le ha afectado bastante —contesta y suspiro—. Dejale que haga lo que quiera, mientras que no utilice la maldición asesina estará bien.
—¿Y quién te dice que no vaya a utilizarla?
—Todos lo haremos en algún momento, May, habrá que enfrentarse a los mortifagos cuando Harry nos llame.
—No me refiero a ese momento y lo sabes, digo ahora. ¿Dónde va siempre? ¿Por qué no nos quiere decir nada? Se supone que somos su familia, ¿no? Los gemelos no tienen secretos, al menos a ti te lo tendría que contar, ¿no?—empiezo a decir. Me gustaba la idea de tener una familia que se preocupara por mi y no por las apariencias. April siempre lo iba a hacer, claro, pero me hubiera gustado crecer con más amor por parte de mamá que normas.
—Quizá ha encontrado a otra chica y no se atreve a decirtelo por si te sienta mal —me responde mi novio mientras que está calculando la cantidad de pasta que vamos a cenar—. ¿Te sentaría mal?
—Claro que no, es su vida, salió con mi hermana y salió mal —le digo, siendo sincera. Me dolería más que no nos lo hubiera contado. Mi hermana es complicada, y eso es algo que tengo muy claro, así que sería lo más normal del mundo que decidiera seguir con su vida.
—No creo que esté con nadie, quizá intenta encontrarla.
—Ahora sabemos donde está —le contesto, distraída. Claro que sabemos donde está April. Puedo ir a devolverle su varita y así no estará desprotegida.
—Pero él no lo sabe porque nunca le hemos llevado a la casa de tu madre —responde George—. Estará bien, ya vendrá cuando deje de estar enfadado y nos contará que le pasa.
—Al menos sabes que no te va a dejar —murmuro y George deja de remover la pasta unos segundos para pasar su brazo por encima de mis hombros.
—Sé que no es lo mismo, pero estoy aquí, no me voy a ir —dice contra mi sien para después darme un pequeño beso en el que cierro los ojos, disfrutando el cariño, que acaba mucho antes de lo que necesitaría y vuelve a vigilar la cena—. Y Fred, aunque ahora os llevéis como un perro y un gato, también estará para ti si lo necesitas.
—Te quiero, George.
El efecto en mi novio es inmediato. Nuestra cena acaba en el suelo por la velocidad con la que George mueve la cuchara de madera, haciendo que la cazuela salga volando del fuego.
—¡Cuidado! ¿Estás bien? —le digo, mirando los espaguetis que ahora están en la pared y el agua caliente que llena todo el suelo. Muevo la varita rápidamente para arreglar el desastre, pero aún así la marca de los espaguetis se queda en la pared.
—¿Qué? —pregunta todavía con la cuchara en la mano y mirandome fijamente.
—Que si estás bien, George —le repito, lentamente.
—Eso no, lo otro.
—Oh —noto como empiezo a ponerme roja, pero ya lo he dicho y no hay vuelta atrás—. Te quiero.
Ahora es la cuchara la que sale volando y George tarda apenas unos segundos en cogerme en brazos y levantarme para después empezar a girar mientras que ríe y yo chillo porque no me esperaba esto.
—Por las barbas de Merlín, estaba tan asustado de haberlo imaginado —murmura cuando frena y vuelve a dejarme en el suelo—. Te quiero, May, muchísimo y desde hace tanto que...
Interrumpo a mi novio y le beso hasta que ambos nos quedamos sin aire, para luego volver de nuevo a besarle una y otra vez. Me late el corazón muy deprisa y, a pesar de todo, estoy feliz.
—Casate conmigo.
____________________________________________________________
Je. Jeje. Jejeje. Jejejeje. Creo que nada más que decir, ¿no?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro