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Capítulo 28

Presente

Si al menos Draco estuviera en la mansión podría dormir tranquila. Había pasado la noche en la antigua habitación que tenía en la mansión Malfoy, que compartía con May. Ahora May había sido sustituida por Bella, quien roncaba y se reía en sueños. Era imposible dormir con ella, pero no podía quejarme de que tenía un techo sobre mi, al menos por esa noche. Ya había pensado en comprar un pequeño apartamento en el callejón Diagon, perfecto para vigilar a los Weasley y con eso tenía la excusa perfecta. Tenía el dinero en la cuenta de Gringotts que May y yo compartíamos, y de la que esperaba que estuviera sacando dinero. Si no lo había hecho y sobrevivíamos a esto, podría regañarla. 

—¿Cómo has dormido, April? —me pregunta Narcissa cuando me ve bajar por las escaleras de la mansión, lista para desayunar.

—Muy bien, gracias por dejarme quedarme, Cissy —digo, sentandome a la mesa. El elfo doméstico de los Malfoy me sirve un vaso de zumo de calabaza y un té, además de unas tostadas y empiezo a comer—. Aún así, no abusaré de vuestra hospitalidad, tenía pensado comprar un piso en el callejón Diagon, tengo edad para independizarme y...

—No —me interrumpe Bella, que baja el periódico donde la cara de Potter está en primera página— esta es ahora tu casa, April.

—No quiero molestar, Bella, de verdad —insisto, empezandome a agobiar. Si tengo que estar aquí no podré hacer nada, siempre cumpliendo lo que el Señor Tenebroso ordene.

—No hay nada más de que hablar.

—¡Bella, tengo diecinueve años! —me quejo—. Estoy segura de que podría hacerlo yo sola.

—Hoy te quiero en el ministerio, vas a ver unos cuantos juicios contra sangre sucias —me dice, ignorandome—. Luego volverás y, si Dolores me informa de que lo hiciste bien, te dejaré mudarte.

—Hecho —le digo, levantandome de la mesa con una de las tostadas en la mano.

—Termina de desayunar, April —me dice Narcissa, que no aparta de la vista del otro ejemplar de El Profeta que hay en la mesa—. Podrás irte entonces. ¿Te esperamos para comer?

—Comeré allí, Cissy, gracias —digo, volviendome a sentarme.

Bella se levanta de la mesa, dejando el periódico doblado por la mitad y desaparece del salón, por lo que aprovecho para leer el periódico. No hay nada realmente importante, a parte de las múltiples noticias sobre la comisión contra los nacidos de muggle y quienes van a ser juzgados hoy. Para mi suerte ninguno de los apellidos me suena, por lo que no tendré que enfrentarme a nadie que conozca.

***

—¡April, querida! —la voz chillona de Dolores me recibe en cuanto salgo de la chimenea en el Ministerio de Magia. Para mí suerte no he tenido que utilizar la entrada de los empleados, así que no he tenido que meterme dentro de un retrete—. Vamos, empezamos en quince minutos si todo sale bien.
—Lamento no haber llegado antes, me avisaron de improviso —le digo, pero ella sonríe.
—Ministro, como le comentaba, esta es April Avery, una de las mejores alumnas que tuve en Hogwarts durante el curso que impartí allí —dice, hablando a Thicknesse como si fuera verdaderamente consciente y no un mero títere—. Es una gran promesa, una pena lo de su hermana, sí.
—Encantado de conocerle, Ministro —murmuro ante la mención de May, para luego seguir a ambos hasta el ascensor.
—Es una vergüenza lo faltos de personal que estamos, menos mal que April ha venido, esto nos soluciona parte del problema, pero seguimos necesitando a alguien más —las rejas doradas del ascensor se abren y paso junto a Dolores y otros dos empleados más del Ministerio que estaban esperando también al ascensor—. ¡Ah, Mafalda! ¿Te envía Travers?
—¡Sí! —chilla, haciendo incluso daño en los oídos.
—Perfecto, si pueden prescindir de Mafalda en la oficina de Registros está todo solucionado, Ministro —dice Dolores, que empieza a ojear su carpeta—. ¡Ni en el Ministerio nos libramos! Diez personas tenemos hoy, y una de ellas es la mujer de un empleado del Ministerio. Tenemos todos los papeles necesarios abajo, Mafalda, April. Y buenos días, Albert, ¿no te bajas?
—Sí, por supuesto —dice el hombre, bajándose y dejando que las rejas le dejen a solas con el Ministro.
—Hoy será un día duro, chicas, pero podemos con todo —dice Dolores, sonriendo de oreja a oreja.

Le doy una sonrisa que borro en cuanto deja de mirarme y Mafalda le da una temblorosa. Que desaparece en cuanto ve aparecer el patronus de Dolores. Imitándola, muevo mi varita suavemente, pensando en todos los momentos con May y mi patronus acompaña al gato de Dolores, abriendo nuestro paso entre los dementores que andan libremente por el pasillo. El hipogrifo hace que Mafalda de otro chillido, que parece ser de sorpresa al ver la criatura que es mi patronus. May había buscado información sobre ello, encontrando que era verdaderamente extraño tener una criatura mágica como patronus, pero sabiendo porqué lo tenía. Podía recordar perfectamente al Sombrero Seleccionador queriendo enviarme a Gryffindor.

—Mafalda, te sentarás a mi derecha, April, a mi izquierda —dice Dolores nada más entramos a la sala, subiendo hasta colocarse al lado de Yaxley, que observaba a los dementores que había por toda la sala—. Yaxley, querido, ¿te importa ponerte hoy detrás? Quiero que April pueda ver todo con sumo detalle, me han informado de que le encantaría trabajar en el Ministerio.

Yaxley asiente, retrocede un paso y me saluda con un leve movimiento de cabeza. Sabe perfectamente que no tengo ningún interés en estar aquí, pero deja que Dolores piense lo que quiera. Si la hace sentir importante a nosotros nos vale perfectamente,  por lo que cuando veo que realiza un hechizo para amplificar su voz no me sorprendo. Quiere tener todo el protagonismo.

—El primero es... Andrik Alderton —dice Dolores, mirando sus papeles, y luego mirandome fijamente—. April, querida, agradezco tu ayuda, ¿puedes ver si tienes los papeles de Andrik?

—Por supuesto, Dolores —sonrío, y busco los papeles del tan Andrik Alderton, que entra en la sala casi temblando. 

—Esto es un malentendido —empieza a decir nada más estar en el centro de la sala.

—Sientese —le ordena Dolores, y Alderton obedece—. ¿Es usted Andrik Archibald Alderton?

—Sí, lo soy, pero ha habido un malentendido, se lo aseguro —vuelve a insistir el hombre—. Mi padre es Arkie Alderton, tengo sangre mezclada.

—Callese —dice Yaxley, a nuestra espalda, inmponiendo un respeto que Dolores todavía no había conseguido.

—Aquí tienes su cuestionario, Dolores —digo, tendiendo los papeles que por fin había conseguido encontrar. Quien los había colocado había hecho un trabajo espantoso.

—Gracias, April —me dice, sonriente, algo que no puede dejar de hacer porque este es el lugar donde pertenece.

El juicio sigue, los gritos por parte del acusado van en aumento hasta que Dolores se cansa y determina que ha robado la varita a un mago, por lo que será enviado a Azkaban. Y con eso no puedo más, por lo que me levanto de la silla, logrando atraer la atención de Yaxley, pero no la de Dolores, que está muy ocupada murmurando cosas con Mafalda, que no deja de asentir, visiblemente nerviosa.

—Voy al baño, vuelvo cuando termine este jucio para no interrumpir —le susurro a Yaxley, que asiente y toma mi lugar.

—Mary Cattermole —llama Dolores, y la mujer entra a la sala, temblando aún más que Andrik.

No puedo verlo más, por lo que termino de salir de la sala y me siento en una de las sillas, con mi patronus al lado. Puedo ver el frío que están pasando los ocho acusados restantes, sentados en los bancos de madera. Se encogen cada vez que uno de los dementores pasa a su lado, y si por mi fuera extendería el poder de mi patronus para cubrirles a ellos, pero si me pillan estoy muerta. O al menos me quitarían los pocos privilegios que tengo ahora. 

Me tapo la cara con las manos, al igual que hacen todos esos nacidos de muggles y suspiro. Tengo que hacerlo, tengo que seguir con esto hasta el final. Potter podrá hacer algo, sé que está haciendo algo y acabará con el señor Tenebroso. Podré volver a ver a May y sé que me perdonará por haberla dejado sola, aunque al principio estará enfadada conmigo. Quizá hasta Fred pueda... No, él no podrá perdonarme.

Me quito las manos de la cara y me levanto del banco, lista para volver a entrar a la sala, pero la puerta se abre antes de que la toque y primero sale un ciervo plateado seguido de una nutria. El hombre al que ha llamado antes Dolores Albert sale, acompañado de la señora Cattermole y Mafalda, que ahora parece estar incluso más nerviosa que antes.

—April, vamos, ven con nosotros, podemos protegerte, te llevaremos con May y... —dice Malfada, desconcertandome.

—Hermione, no hay tiempo —dice Albert, y no puedo evitar abrir los ojos, entendiendo por fin quienes son los dos. Las historias del patronus con forma de ciervo de Harry Potter habían circulado por Hogwarts cuando realizó su TIMO de Defensa contra las artes oscuras—. Lo siento, April, no puedo dejar que nos sigas o nos delates. ¡Petrificus Totalus!

Mi patronus desaparece a la vez que me quedo totalmente congelada en el sitio.

—¡Harry! —dice Hermione, pero él niega y tira de ella.
—Vamos, Hermione —insiste él, que se gira para mirar a toda la gente que sigue allí parada—. Nuevo plan del Ministerio, todos a sus casas, por favor, sigan a los patronus si son tan amables y saldrán del Atrio.

La gente empezó a obedecer y tanto Hermione como Potter salen corriendo con la gente. Puedo ver cómo se meten en el ascensor, todos bastante apretados, pero para su suerte entrando ya que Yaxley sale corriendo de la sala del juicio, mirando a ambos lados. Mueve su varita en mi dirección y siento que puedo moverme de nuevo. El frío de los dementores es lo primero que siento por lo que convoco mi patronus, sintiendo el calor al instante.

—¿Dónde están? —me pregunta Yaxley, furioso—. ¿Por qué no los has detenido?
—¿Tengo que recordarte que había salido al baño? No sabía que había pasado en la sala, esos dos han salido de golpe y me han petrificado —me defiendo, mintiendo en el camino—. Han cogido el ascensor, vamos, quizá podemos pararlos todavía y no sacarán a todos esos sangre sucia.

La dos palabras salen de mi boca con facilidad, al igual que lo hacen todas las maldiciones que pronuncio a lo largo de los días. Me estoy convirtiendo en una de ellos, poco a poco.

—¿Qué es lo que has visto? —dice Yaxley cuando ya estamos dentro del ascensor, con las puertas cerrandose.
—El patronus de un ciervo —digo, sin molestarme en mentir. Si han sido rápidos han debido de salir ya—. ¿Son ciertos los rumores de que el patronus de Potter es un ciervo?
—Sí —gruñe él—. Sabes que esto nos va a traer un castigo, ¿verdad?
—No necesito que me lo recuerdes —le respondo, temblando de solo pensarlo. Bella va a estar furiosa conmigo, si antes tenía difícil el mudarme a mí propio piso, ahora será imposible.

Seguimos subiendo en el ascensor, lentamente y empiezo a ahogarme. Quiero que Potter este arriba, quiero cogerle. Y voy a pelear por hacerlo. Las puertas del ascensor se abren y salgo corriendo a la vez que Yaxley, que grita órdenes como loco:

—¡Sellad la salida! ¡SELLADLA!

Podía ver a Hermione con el aspecto de Mafalda perfectamente, por lo que corrí contra ella. Si la teníamos Potter no se iría, y ella podría huir, el Señor Tenebroso solo quería a Potter y podría ayudarla a escapar. Yaxley, a mi lado, también corre hacia ellos, con la varita lista para atacar y, cuando lo va a hacer, Potter agarra a Hermione y tira de ella para meterla en una de las chimeneas. Casi no me da tiempo a seguir a Yaxley por su chimenea, pero consigo agarrarle y ambos aparecemos en los retretes que llevan a los empleados del Ministerio a sus trabajos.

—¡VAMONOS! —gritó Potter, agarrando a Hermione y a la otra persona que tenía al lado.

Todo pasó muy deprisa, como estaba agarrada a Yaxley él saltó hacia Hermione, agarrándola del tobillo y haciendo que nos desapareciesemos con ellos. En el momento en el que la desaparición terminó, conseguí soltar a Yaxley a tiempo de evitar el hechizo de repulsión que había lanzado Hermione. Ni siquiera lo pensé cuando volví a agarrarme a ella, desapareciendo de nuevo hasta llegar a un bosque totalmente verde y dorado.

Había aparecido totalmente tirada en el suelo, pero eso no evitó que pudiera ver todo desde ahí. Los efectos de las pociones multijugos que llevaban los tres empezaban a desaparecer, dejando ver la cicatriz de Potter, el pelo castaño de Hermione y un pelo rojo idéntico al de Fred. Ronald Weasley no estaba tan enfermo como decían. A mí lado Potter cogió una gran bocanada de aire y se levantó de golpe, mirando desconcertado a todos los lados. Sería tan fácil tocar la marca tenebrosa. Los beneficios que tendría. Ascendería a lo más alto, podría tener todo lo que quisiera.

A May.

A Fred.

Pero no lo hago. No toco la marca, me levanto del suelo y me acerco a Hermione, que está temblando con Ron en sus piernas.

—No tengo mucho tiempo, ¿qué necesitais? —les digo, viendo Harry y Hermione me miran, sorprendidos.
—Díctamo, está en mi bolso —dice Hermione, temblorosa. Potter se me adelanta y lo coge, sacando la botella de Dictamo con un hechizo convicador—. ¿Sabes hacer hechizos sanadores?
—Es May quien sabe, lo siento —digo, sintiéndome culpable. Los sabe por mí—. Si intento alguno quizá lo mato, ¿por qué no lo haces tú?
—Si lo hago lo mato —dice ella mientras que le echa las gotas de Dictamo—. No puedo hacer más ahora mismo, se recuperará aún así.

Weasley, qué sigue en sus piernas, se despierta de golpe, gimiendo. Abre los ojos y se centra en lo que ve, hasta que da un pequeño salto entre los brazos de Hermione, supongo que por verme.

—¿Qué hace ella aquí? —dice, con una voz débil.
—Hola, Ronald, me alegro de que no tengas Spaguerotti —le digo, sonriendo. Sé que le pongo nerviosa porque no me soporta. Me giro hacia Hermione y la miro fijamente, hasta que me devuelve la memoria—. Tienes que desmemorizarme.
—¿Qué? —se le escapa a Potter, y puedo notar la sorpresa en su voz.
—¿Puedes eliminar todos los recuerdos de hoy? —le digo a Hermione y ella asiente—. Bien, hazlo. Luego dejadme aquí inconsciente e iros lo más lejos que podáis con Weasley así. No deberíais volver a apareceros, pero creo que será lo mejor.
—Estás loca —oigo murmurar a Weasley, qué trata de incorporarse. A Potter le falta tiempo para ir a ayudarle, dejando a Hermione libre.
—No tenemos tiempo, de verdad, empezarán a buscarme —les insisto y Hermione por fin, levanta su varita—. Si veis a May no le digais nada, por favor, no puede saber que no estoy con ellos de verdad. Y si veis a Fred decidle que lo...

Me paro de golpe. Porque sé muy bien que iba a decir. Y no es momento. No tienen que saberlo. Yo no quiero saber que casi lo digo en voz alta.

—Lo siento, hazlo, Hermione —digo, mirándola.

Siempre han dicho que el orden de los factores no altera el producto, por lo que pierdo el conocimiento en el momento en el que Hermione levanta la varita.

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Pensaba que me quedaba un capítulo más, pero no je. Sigo sin saber que hacer, la verdad, a partir de ahora no tengo más capítulos (el siguiente está a medias, mi intención es terminarlo esta semana, pero claro, tengo entrega de práctica en dos y todavía no nos han explicado nada así que .... Estoy un pelín estresada, pero nada, un pelín) así que, espero, que podamos vernos la semana que viene

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