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Capítulo 24

Presente

—¿Dónde crees que vas? —la voz de padre consigue que un escalofrío recorra todo mi cuerpo. He podido evitarle desde el incidente con Mulciber hace dos días, pero no hoy—. Responde.

—Bella me ha dicho que tengo que ir a Grimmauld Place —finjo la seguridad, finjo el no tener miedo, finjo que no tengo ganas de salir corriendo.

—Tú no vas a ninguna parte —me dice y cuando me quiero dar cuenta me está sujetando del pelo y tirando de mí.

Me tropiezo, pero no le importa, sigue arrastrándome por la casa. Da igual que grite o trate de soltarme, sigue avanzando hasta que llegamos a mi habitación. No ha tenido piedad al subir las escaleras y menos cuando me ha levantado.

—Yo cubriré tu puesto en Grimmauld Place —me dice después de darme el empujón que me mete en mi habitación—. ¡Ambur, April no sale de su habitación, nadie habla con ella!

—¡No puedes hacer eso! —chillo con todas mis fuerzas cuando cierra la puerta en mi cara—. ¡Ambur abre la puerta ahora mismo!

—No puedo hacerlo señorita —oigo decir al elfo al otro lado de la puerta—. El amo me castigará.

—¡Yo te castigaré si no me abres la puerta ahora mismo!

—La señorita April no hará tanto daño a Ambur como el señor Avery —dice el elfo y noto el miedo en su voz—. Ambur sabe que la señorita April no hará daño a Ambur.

—¡Madre! —grito, dando golpes a la puerta, pero no sirve de nada—. ¡Madre!

Grito hasta quedarme sin voz, esperando a que madre se de cuenta de lo que está pasando y me deje salir. Draco se va a Hogwarts en unas horas y no queda nadie más que pueda llegar a echarme de menos. Quizá Bellatrix, después de que no aparezca en unos días. O Cissy, cuando vea que ya no paso por su casa. Aunque conociendo a padre tratará de hacer creer a todo el mundo que estoy enferma y no puedo salir de casa.

—¡Ambur, sácame de aquí! —grito de nuevo, pero el elfo ni siquiera aparece en la habitación—. ¡Madre!

Estoy sentada al lado de la puerta, donde mejor puedo gritar para que me oigan y donde los golpes se oyen más. Aunque no sirva de nada ninguna de las dos cosas.

—La varita —susurro, y empiezo a buscar en todos los bolsillos de la túnica. No ha podido quitármela, no ha estado tan cerca—. El empujón.

Siempre llevo la varita en la manga izquierda, menos hoy, que había decidido guardarla en uno de los bolsillos de la túnica. Me la tenía que haber quitado en el empujón o quizá se  me cayó mientras que me arrastraba por la casa. Se suponía que no haría mucho ya que Potter no es lo suficientemente listo como para no salir hoy, el uno de septiembre. Si salía tenía su capa de invisibilidad, era imposible que le viéramos, además de que tendría que ser mucha coincidencia que estuviera escondido en Grimmauld Place. Todos sabíamos que la tenía en herencia y no podía haber sido tan idiota de esconderse allí, sabiendo que Snape conocía donde estaba la casa y él estaba con nosotros.

Vuelvo a gritar con todas mis fuerzas, por la rabia acumulada, por el odio hacia mi padre. No tardo mucho tiempo en empezar a destrozar la habitación, empezando por el escritorio. Tiro todo lo que tengo encima, rompiendo los frascos de tinta sobre la alfombra y manchando las paredes. Golpeo la pared, tiro la silla contra la pared, logrando que se rompa una de las patas y entonces voy a la cama.

Recuerdo el día que nos dieron habitaciones separadas. Recuerdo como siempre habíamos pedido tener doseles en la cama y como se cumplió cuando volvimos de Hogwarts en nuestro segundo año. Recuerdo la emoción, recuerdo el abrazo a padre porque había cumplido nuestros deseos y en esos momentos me dió igual la tortura. Agarro con fuerza los doseles y tiro de ellos, logrando arrancarlos. Hago lo mismo con las cortinas, pero en este caso también rompo la barra que las sujeta.

Y tengo la idea.

Mi habitación está en la primera planta, a unos siete metros del suelo. A siete metros de la libertad. Y tengo tela suficiente como para poder escapar.

Cojo las cortinas y como puedo hago un nudo ya que son bastante gordas. También cojo los doseles de la cama y los ato entre sí para luego atar un extremo a la cama y otro a las cortinas. Lo único que me queda es empujar la cama hasta que esté suficientemente cerca de la ventana.

Empiezo a empujar la cama, pero solo consigo hacerla tambalearse. No tengo la suficiente fuerza como para mover la cama, y si la hago más ligera no aguantará la cuerda. Abro la ventana y lanzo las cortinas para ver cuantos metros me quedan hasta el suelo, pero ya se ha hecho de noche y apenas veo nada. Distingo como puedo que llega hasta la parte superior de las ventanas de la planta baja y eso debería ser suficiente como para no hacerme daño. O al menos no mucho.

Cojo todas las túnicas y ropa interior que puedo y meto todo a presión en mi maleta, que gracias a Merlín tengo guardada en la habitación. Tengo que sentarme encima de ella para poder cerrarla ya que no me he molestado en colocar nada. Y ahora la maleta pesa bastante, pero no será un problema cuando recupere mi varita, que debe de estar abajo.

—Tienes esto, April, vamos —murmuro mientras que miro por la ventana hacia abajo.

Pero está demasiado alto.

Nunca he tenido miedo a las alturas porque tenía mi escoba. Había algo que me impedía caerme, aquí no. Si tengo un fallo no podré irme de aquí.

Y tengo que irme de aquí.

—¿¡Dónde está!? —el grito hace que me sobresalte, y al reconocer la voz de Bellatrix me alejo rápidamente de la ventana y vuelvo a la puerta.

—¡Bella! —grito mientras que golpeo la puerta con las fuerzas que me quedan. Tengo la garganta destrozada, al igual que los nudillos—. ¡Bella, sácame de aquí!

—¡No sé dónde está! —oigo gritar a mi padre, y luego su grito. Bellatrix debe estar torturandole—. ¡Se fue está mañana, debería haber ido a Grimmauld Place Como la dijiste!

—¿¡Fuiste a Grimmauld Place y no avisaste de que no estaba allí?! —grita Bellatrix y yo sigo golpeando la puerta, a pesar de que no sirve de nada—. ¡Eres un traidor, Rigel!

—¡No sé dónde está! —vuelve a gritar.

—En su habitación —oigo decir a madre, con la voz suave—. La encerró allí está mañana.

—Gracias, Carina —oigo decir a Bellatrix de una forma bastante amable—. El señor Tenebroso se encargará de darte un castigo.

Oigo un golpe seco en el suelo y luego pasos que suben las escaleras. El carácter de Bellatrix es impredecible, por eso me aparto rápidamente de la puerta por si acaso se le ocurre hacerla explotar y no abrirla con un sencillo alohomora. Pero me sorprendo cuando a quien veo al otro lado de la puerta es a mi madre y no a Bella. 

—¿April? ¿Qué es todo esto? —me dice, con la voz débil—. ¿No te habías escapado con ese novio tuyo? 

—¿Qué novio, madre? —le digo y fruzo el ceño cuando veo a padre detrás de ella—. ¿Cuál es la versión real? ¿Qué me he escapado o que estoy enferma? 

—April, coge tus cosas —oigo la voz de Bellatrix desde el pasillo y no dudo en hacerla caso—. Te vas de aquí, despídete. 

—Tiene mi varita, Bella —le digo y entonces es cuando ella entra a la habitación, ve el desastre que he hecho y sonríe—.  Me ha encerrado aquí cuando me iba a vigilar Grimmauld Place, no sé que mentiras te habrá contado. 

Bellatrix se acerca a mi padre y le quita su varita. Padre no necesita más para salir de la habitación y volver a los pocos segundos, con mi varita en la mano. Se la quito en cuanto está cerca y me siento igual que la primera vez que la tuve entre mis manos. La agito suavemente y la habitación empieza a recogerse sola, las cortinas vuelven a su sitio, las manchas de la alfombra desaparecen y los doseles vuelven a estar sobre la cama. 

Bellatrix me hace un gesto con la cabeza y cojo mi maleta para seguirla. No puedo seguir aquí, no cuando va a tratar de impedirme hacer lo que yo quiera. 

—No mientas, April, te habías ido con el pelirrojo ese que ayudaste a levantarse después de la tortura, yo solo te  he traído a casa para evitar que nos lleves a la ruina —miente padre cuando estamos saliendo por la puerta de la habitación—. Vi el beso cuando le levantaste, April.

—¿De qué está hablando, April? —me pregunta Bellatrix con el ceño fruncido y una mirada bastante perturbada—. ¡Contesta!

—¡No lo sé, Bella! —le digo, contestando a su grito—. Te prometo que no sé de que está hablando, cuando me iba a ir esta mañana a Grimmauld Place me ha cogido por el pelo y me ha arrastrado hasta la habitación, le ha ordenado a Ambur... ¡Ambur!

El grito que pego hace que el elfo se aparezca delante de mí, totalmente asustado. Se inclina ante Bellatrix varias veces, pero ella ni siquiera le mira.

—¿Qué es esto? —dice y yo le señalo.

—Él sabe la verdad de lo que ha pasado esta mañana porque Rigel le ha ordenado que no podía salir de aquí —le digo y me siento liberada cuando llamo a mi padre por su nombre—. Ambur, di la verdad, es una orden.

—¡Ambur no puede! —empieza a chillar el elfo y se golpea la cabeza contra el suelo varias veces.

—Ambur, para —la voz calmada de mi madre le hace quedarse quieto de golpe y la mira fijamente—. Di la verdad, ¿April se estaba escapando o Rigel la ha encerrado aquí?

—El amo Avery ha encerrado a la señorita April aquí, ama Carina —murmura el elfo y yo respiro aliviada—. Ambur quería ayudar a la señorita April, pero el amo se lo había prohibido.

—¿Por qué haces esto, Rigel? —dice madre y veo las lágrimas que empiezan a salir—. ¿No tenemos bastante con haber perdido a May que quieres que perdamos a April también?

—Cállate, Carina —ordena padre y Bellatrix me empuja en esos momentos para que alga de la habitación—. Bellatrix, pregúntala por su novio, por su verdadera lealtad. Besó a ese traidor a la sangre, se acostó con él más de una vez, la vi como se reunía con él cuando tenía que estar en Grimmauld Place. May era la única de las dos que merecía la pena y ella la llenó la cabeza de esas ideas que le ha dicho su novio, por eso está muerta.

—Eres un mentiroso —gruño, pero todos en la habitación me ignoran. 

—April ha demostrado lealtad al Señor Tenebroso—dice Bellatrix, pero noto como es demasiado breve y sé que ha logrado sembrar la duda en ella—. Despídete de tu madre, April, te vienes conmigo. 

—¡No se va a ir de casa! —grita padre y yo muevo mi varita para silenciarle.

—Tengo diecinueve años, si quiero irme de casa lo haré, Rigel —le contesto y él sigue intentando hablar, pero le ignoro y me giro a hablar con madre—. Si necesitas algo manda a Ambur, vendré cuanto antes. 

—Ten cuidado, April —me dice madre y me abraza, logrando que Bellatrix empiece a reírse y a imitarla—. May está viva.

El susurro logra darme un escalofrío porque lo ha dicho en una habitación llena de gente que piensan que ella está muerta. Porque le dije que nadie podía saberlo y aún así me lo ha dicho. Trato de ocultar que me ha puesto nerviosa con lo que ha dicho y que solo me ha susurrado algo totalmente normal. 

—Yo también te quiero, madre —le contesto lo suficientemente alto como para que me oigan ambos y Bellatrix decide que es momento de imitarme a mí—. Vendré a cenar por Navidad, no te preocupes.

Madre asiente y yo salgo de la habitación con la maleta flotando detrás de mí. Bellatrix tarda unos minutos en salir de la habitación y cuando lo hace me aprieta el hombro y me desaparezco con ella cuando estamos en la entrada. 

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