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Capítulo 20

Presente

Ir al Callejón Diagon es cada vez más deprimente. Durante las semanas posteriores al golpe que dimos al Ministerio había algo de gente y todavía tenía algo de vida. Ahora el mismo lugar que siempre estuvo lleno está abandonado. Madame Malkin lleva cerrada dos semanas y no tiene pinta de volver a abrir ya que los pedidos los hace a domicilio. La heladería de Florean Fortescue tiene los cristales rotos y nadie se ha molestado en arreglar la puerta que una vez rompimos los mortifagos. Flourish y Blotts ha colgado un cartel en el que avisa que los pedidos se realizarán vía lechuza. Los únicos que todavía no han cerrado son Sortilegios Weasley, donde vamos todos los días a revisar que no están haciendo nada ilegal. Aunque sé perfectamente que lo están haciendo, todos sabemos que traman algo, pero sin pruebas no podemos detenerlos o conseguirán volverse un símbolo de resistencia al igual que Potter, con el que piensan que van a contactar.

O al menos es lo que argumento siempre.

—¿No podemos inventarnos algo para cerrarles el negocio? —insiste Mulciber y yo niego.

—Te recuerdo que es una tapadera para ver si Potter contacta con ellos —le recuerdo y él gruñe. No podían haberme asignado a alguien más inútil—. ¿Voy a tener que repetirlo todos los días? Si les detenemos sin motivo van a ser un símbolo mayor, ¿acaso quieres eso?

—¿Quién es esa? —dice Mulciber y me giro para ver a la pelirroja con el uniforme de Sortilegios Weasley—. Vamos, tenemos trabajo.

Casi no me da tiempo a seguir a Mulciber, en pocos segundos ya está en la puerta de la tienda y tengo que ir rápidamente para poder enterarme de qué está pasando. Oigo el silencio repentino de la gente que está comprando allí, pero los ignoro. Ahora no puedo hacer esto. Ahora no puedo aguantar las miradas. Los susurros.

—¿Puedo ayudaros en algo? —George Weasley sale de detrás de un montón de cajas que hay en mitad de la tienda, como si formasen parte de la decoración.

—La pelirroja, su documentación —le dice Mulciber y George va a la caja para sacar un taco de papeles.

—Ese es su contrato, es una de nuestras primas nuestra, nunca ha tenido trato con muggles, puedo aseguraros su ascendencia mágica —dice como si nada y le quito los papeles a Mulciber para revisarlos.

Miro los papeles y me fijo especialmente en la foto. En ella se mueve sonriendo y colocándose la melena rizada y pelirroja. Por un momento la sonrisa me recuerda a la de May y el corazón me da un pinchazo porque hayan podido ser tan estúpidos como para poner a trabajar a mi hermana aquí, delante de todos ellos.

—Tendremos que hablar con... —empieza a decir Mulciber y se apoya en mi hombro para mirar los papeles—. Pipper.

—No. Me. Toques —le digo, separando bien cada palabra para que llegue a su pequeño cerebro y le quito con asco su mano.

—Sé que conseguiré que estés conmigo, rubia —me dice al oído para luego chuparme la oreja.

Me limpio rápidamente la oreja y me alejo de él lo suficiente como para mirar otras partes de la tienda. No quiero ver a esa tal Pipper, quiero irme de aquí. Me muero del asco. Estamos a finales de agosto, tendríamos que estar vigilando a ver si encontramos a Potter en algún lugar y no aquí, dando vueltas estúpidas a un callejón vacío. Aunque yo había querido hacer esto. Por May. Para protegerla. Por eso dejo que Mulciber haga lo que quiera. No quiero un nuevo compañero más avispado que él.

—Avery, vamos —me grita Mulciber y dejo el paquete de pastillas vomitivas en su sitio—. ¡Avery!

Con su grito cambio de opinión y cojo un par de ellas sueltas. Tienen ambas partes, pero eso es algo que Mulciber no va a saber.

—Me llevo esto —le digo a George lanzándole un galeón—. Vamos, Mulciber, tengo cosas mejores que hacer que perder el tiempo en este sitio.

—Por supuesto, cariño —pasa su brazo por mi hombro y las ganas de vomitar vuelven. No soporto que me toque, aunque siempre que venimos a la tienda lo hace.

—El cambio, Avery —me dice George dándome unas pocas monedas que ni si quiera me molesto en contar.

Guardo todo en el bolsillo de la túnica cómo puedo ya que Mulciber y su brazo a penas me dejan moverme.

—Dime, ¿escuchaste a Bella? —le digo inocentemente a lo que él responde apretándome más—. Creo que te dejó algo muy claro, ¿necesitas que te lo aclare?

—Sé que quieres estar conmigo —susurra.

Su brazo deja de apretarme los hombros y noto como lo baja por mi espalda hasta llegar a mi culo. Aprieta con fuerza con una mano mientras que con la otra me sujeta por la cintura para que no pueda huir y tiemblo.Odio que me toquen. Odio que él me toque.

—¿Qué tal si la dejas en paz? —la pelirroja aparece en la puerta de la tienda, con los brazos cruzados y Verity detrás. La última siempre ha estado asustada cuando veníamos, pero hoy parece realmente enfadada—. ¿No me has oído, mortífago?

—Creo que necesita que le limpien los oídos —dice Verity y saca su varita. Si le ataca le dará una excusa para detenerla y no puedo permitir que tenga algo contra los Weasley o May estará en peligro.

—No he pedido ayuda a dos mestizas como vosotras, si no queréis que os detengamos, volved a vuestro trabajo —les digo de forma borde, pero ninguna se mueve—. ¿No me habéis oído? ¿Acaso sois vosotras las que necesitáis que os limpien los oídos?

Oigo la risa de Mulciber y veo como ambas aprietan los puños. Verity tiene que llevarse a Pipper de la puerta y la deja con George, que la abraza con fuerza, como si temiera perderla. Nosotras no tenemos primos, así que nunca sabremos que es sentir ese cariño familiar a parte del que nos mostramos nosotras en ocasiones. Tío Thorfinn está demasiado entregado a los mortifagos y padre es hijo único.

—Sabía que esto te gustaba —me dice al oído con un tono de voz que pretende ser sexy, pero solo me causa arcadas, al igual que lo hace que ponga su otra mano en mi culo, apretandolo aún más.

Cómo sigue manoseandome aprovecho para hacer la desaparición conjunta. Draco está en la mansión Malfoy, por la hora deben de estar preparándose para cenar. Y sé que esto no le va a hacer ninguna gracia, al igual que sé que si Bellatrix ve que se está pasando conmigo hará algo.

O al menos es lo que espero.

Cuando aparecemos me pongo a llorar mientras que chillo que me suelte y eso llama la atención de los habitantes de la Mansión Malfoy. Mulciber trata de callarme, pero no le dejo. Le muerdo, pataleo y dejo que las lágrimas caigan, todas las que llevo aguantando desde que me ha puesto la mano encima.

—¿April?

—¡Draco, ayuda! —chillo y los pasos de mi amigo resuenan por la mansión hasta llegar al recibidor.

La velocidad con la que aparta a Mulciber de mi es similar a la de la luz. Draco nunca pegaría a alguien de forma muggle, pero el puñetazo que le da a Mulciber en la nariz es espectacular, similar al que Granger le dio a él cuando estaban en tercero.

—¡Tía Bella! —la llama Draco y ella aparece con calma, pero cuando ve a Draco con sangre en los nudillos enloquece.

—¡Tú! —grita y se acerca a Mulciber, levantándole con su varita—. ¿Cómo te atreves a poner una mano encima a mi sobrino?

—No ha sido a mi a quien ha tocado, si no a April —dice Draco, lo cual disminuye un poco la ira de Bellatrix, pero sigue teniendo la misma locura.

—¿Qué había dicho? —le pregunta, amenazante.

No llego a oír lo que responde ya que Draco me saca del recibidor y solo puedo oír el chillido de Mulciber, que suena como un niño pequeño. A los pocos segundos hay un portazo y Bellatrix viene hasta el comedor, donde me ha llevado Draco, que me ha pasado un brazo por los hombros y he aprovechado el momento para relajarme a su lado. Con él sé que estoy a salvo.

—Otra persona te acompañará al callejón Diagon —me dice y veo el momento para fingir en que estoy interesada en la captura de Potter por lo que levanto la cabeza del hombro de Draco y me limpio las lágrimas que tengo en las mejillas.

—Estamos a finales de agosto, todas las tiendas del callejón Diagon están cerradas, Potter no podrá comprar las cosas para las clases si es que va —sé que Bellatrix sabe a dónde quiero llegar y se cruza de brazos—. Bella, por favor, quiero ir a algún sitio donde pueda estar Potter, al menos hasta el uno de septiembre, el día dos volveré al callejón y no me quejaré más, lo prometo.

—¿Y quién vigilará el callejón mientras tanto? —me dice y Draco da un paso adelante.

—Yo, tía Bella, deja que April se libere un poco de lo que le acaba de pasar —dice y ella niega.

—Tú no vas a ningún lado —le dice y se da la vuelta—. Mañana vas a Grimmauld Place, creemos que Potter puede estar allí escondido. Volverás a tu puesto el día dos, no más quejas y tu tío estará contigo en todo momento.

Bellatrix sale de comedor y me quedo a sola con Draco, que parece estar incluso molesto. Sé que no quiere ser uno de ellos, pero supongo que querrá salir de vez en cuando y no le dejarán. Yo también me volvería loca si no pudiera salir de la mansión.

Draco tira de mi y vamos hasta el salón, donde Cissy está sentada mirando por la ventana. Hoy hace un día estupendo, ideal para salir al exterior y tomar un poco el sol. Pero con todo lo que está pasando se hace algo frío salir a tomar el sol. Cissy levanta su varita y un plato humeante de comida llega volando hasta mi.

—Será mejor que te sientes en la mesa, April—me dice Cissy y yo cojo el plato y le sonrió.

—Muchas gracias, Cissy —le contesto y hago lo que me ha ordenado. Porque puede parecer una amable sugerencia, pero en realidad es una orden.

Como primero la carne del plato y me dejo mi parte favorita para el final, las verduras. No sabría decir que estoy comiendo, pero sin duda está buenísimo y me hace olvidar durante un rato todo lo que ha pasado. Hasta que termino, el plato vuelve volando a la cocina y Draco se pone de pie y me tiende un puñado de polvos flu.

—Necesitas descansar, en tu cama, no en la habitación de huéspedes —me dice y acepto a regañadientes el puñado de polvos flu.

—Aquí también tengo una cama, en la habitación de Bella —le contesto y él niega.

—Ve a casa, April.

Debajo de la capa de indiferencia sé que intenta protegerme de algo. No recuerdo ninguna reunión, ya han echado a Mulciber. ¿Acaso queda algo?

—Mansión Avery —digo una vez suelto los polvos flu en la chimenea y pronto estoy en la mansión.

Madre está dormida de nuevo en el sofá, en una posición bastante incómoda. Lleva sin salir de aquí desde que May se fue. Y me prometo a mi misma arreglar eso. Convocó una manta para taparla ya que no importa la estación en la que estemos, en la mansión siempre hace frío. Supongo que es un reflejo de la familia Avery, fría.

—May —madre me hiela el cuerpo con su susurro.

Qué esté soñando con ella no es buena señal. La pone en peligro, me pone en peligro y se pone a si misma en peligro.

—Ambur —llamo al elfo, que se aparece de golpe a mi lado—. ¿Estamos solos?

—Sí, señorita April, el amo no se encuentra en la mansión ahora mismo —me dice el elfo y yo asiento.

—¿Sabes dónde está? —él niega y yo suspiro. Si no sé dónde está todo es más complicado—. Lleva a madre a su habitación, quédate con ella. Asegúrate de que nadie oye con que sueña.

—Sí, señorita April.

Ambur se desaparece con madre y yo me siento en el sofá, aprovechando la manta que Ambur no se ha llevado. Quiero irme a la cama, descansar allí, pero no soy capaz de moverme de aquí. Porque por mucho que haya intentado ignorarlo, Orion Mulciber se ha metido en mi piel, me ha tocado cuando no quería.

Subo corriendo las escaleras y me meto en el baño. Ni siquiera espero a calentar el agua, me meto directamente y dejo que el agua fría me congele el cuerpo y me limpie.

Me siento sucia.

Quiero vomitar.

Cojo la pastilla de jabón de color verde, la que tengo asignada desde que tengo memoria y me froto todo el cuerpo con fuerza. Ten algunos sitios llego a levantarme la piel, pero son lugares menores, en la mayor parte del cuerpo solo lo dejo rojo.

Y con la sensación de suciedad todavía en mi piel.

Odio esto.

Odio a Mulciber. Odio mi cuerpo. Odio la sensación de suciedad. Me odio a mi misma por dejar que me tocase. 


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Las cosas empiezan a ponerse complicadas para April, aunque quizá complicadas no es la palabra correcta...


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