Polvito blanco
No se detuvo hasta llegar a un puentecito de ladrillos. Donde se bajo, sentándose a la ribera del río. Necesitaba un respiro.
Saco al cachorro de entre sus ropas, donde lo había echado para huir más libremente. Lo acomodo, acostándolo en su regazo. No se había quejado antes, pero era evidente que le dolía. Respiraba con fuerza, y ya casi ni hacía ruido. Como que el dolor lo tenía adormilado.
-Conque te llamas Rafito ¿eh? comento Inti mientras lo acariciaba- Así dijo la muchacha. Eso oí. ¿Habrán dicho que tu rabito es obra de Rafael? - se rio, encontrando chistosa la ocurrencia. Volteó a ver la marca en su mano.
-¿Que será? ¿Porqué habrá aparecido? ¿y porque todos me lanzan bolsas cuando me la ven? bolsas de dinero, bolsas de mandados! ¿En que me convertirá esta gaviota? Por el cielo santo! - Esto último lo dijo sorprendido, pero muy por lo bajo. Escuchaba pasos sobre el puente. Pensó que le seguían, luego oyó risas tranquilas y se asomó. La mujer de hacia rato, a la que habían querido quitar el medallón, era quién pasaba. Y todavía traía de acompañante al caballero aquel. Inti los vio y refunfuño. Y al refunfuñar le entro algo en la nariz que lo hizo estornudar fuertemente. La mujer y el caballero que charlaban animadamente a la orilla del puente, bajaron la vista y le vieron.
- Usted ¿Qué hace ahora, muy entrada la noche? -Le grito el caballero.
- Mi perro se lastimo una pata saltando- contestó sin añadir más.
-¿Es que lo hizo saltar el puente? - dijo el caballero divertido, y curiosos, queriendo ver la herida, descendió el puente, acercándose. - Las farmacias ya cerraron ¿Dónde vive? Algunos hoteles que conozco dan servicios médicos. Y por un módico precio hasta la más pobre hostería vende su paquete de curación.
-Si vuelvo adonde dormí, me obligaran a pagar por mi habitación y eso no es posible.
- Ya. - dijo el caballero, comprendiendo un poco de la situación. Llegando hasta donde Inti se arrodilló de junto. Inclinándose para ver al cachorro. Miro la mano y la gaviota, pero no dijo nada.
La mujer entonces que lo miraba de lejos, alzó un poco el vuelo de su falda. Y se acercó también. Allí estaban los dos alrededor del perrito, hacían sombra. Comentaban. Ernesto, el caballero, insistía en "el ángel" y metió la mano en su abrigo para sacar algo. La mujer intentaba detenerlo, sin dejarle sacar lo que quería. Miraba a Inti con desconfianza. Habló de conveniencias. Ernesto seguía en su idea. Aunque deseo sacársela de encima, no quería empujarla.
- Mira! pero si él tiene la marca- exclamó de pronto. La mujer sorprendida lo soltó volteando a ver. Entonces, aprovechando, saco de su abrigo un mini frasco. Lo abrió a toda prisa y vertió el contenido entero sobre el perro herido. Cayo como confeti blanco reposando como nieve sobre la herida. La desinflamo y el animal suspiro aliviado, cayendo en sueño. Todos guardaron la respiración un momento, viendo la curación. Inti vio aquel polvo que era como magia. Y su esperanza se reanimo, quizás al final si consiguiera ver dragones.
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