Después
En cuanto el oficial dejo de verse. Los dos hombre se le acercaron, Metió uno sus manos dentro de sus pantalones grises y holgados, sacando un objeto pequeño y redondo que deposito en las manos de Inti- No quise mostrárselo al oficial. Ya sabrá usted que vela por los intereses de la comuna y se crearía ideas- le dijo el hombre antes de retirarse.
Inti miro el objeto, lo hizo rodar entre su índice y pulgar. Le pareció tierno. Era de un azul que remembraba a un globo terráqueo y brillante.-Verdaderamente no es mío-pensó mientras lo toqueteaba. Luego se miro a sí mismo. Considero el maltrato que padecían sus ropas, recordó el bosque. Camino y se escondió en el. Recostándose sobre la corteza de un cedro se volvió a ocupar de lo bolita azul. La hacia saltar por los aires, para volverla a atrapar. Lo toqueteo un poquito más y notando una mancha lo froto para limpiarla.
Se escucho un leve ruido y emitió algo de luz. Sin embargo Inti no noto ello. El hambre le agobiaba. Paso otra carreta- ¿Qué no se dignará a pasar un carro?- se dijo Inti para sí, ya exasperado. Se detuvo la carreta, y de ella salto un hombrecito. Con el chal inflamado sobre su barriga, botones de plata y un collar pesado, trastabillándole alrededor del cuello. Traía un muda, prendas dobladas en su mano. Rascándose la cabeza caminaba hacia Inti, dejo la ropa en el pasto fresco y se detuvo como si olvidase algo.
-¿Pedro, se puede saber que haces dejando ropa en el bosque?- chilló su esposa desde la carreta- ¿Es que los cigarrillos de esa posta te han arruinado la cabeza?
-No lo sé, yo juraría que había alguien allí.
-¿Allí donde? ¿Qué dices, que hablas? Tu oyes voces, estas loco. Y ni se te ocurra traer esos trapos de vuelta o le diré al cardenal que te han poseído.
Pedro había hecho ademán de agacharse nuevamente, pero oyendo a su esposa volvió a la carreta. Y batallando, logro subirse poniéndose luego en marcha.
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