Los ruidos aumentaban. Regando el valle aquel con gruñidos poco humanos. Por allá apareció la primera bestia, grande como un oso. Cubierta de escamas, de su cola deslavada se alzaba el brillo como de muchos ojos. 

Todos se detuvieron un momento, pero el señor de la cicatriz seguía caminando. Decía por lo alto algo sobre el corazón y el tiempo y luego volteando comento paternalmente: - No sabéis nada de la vida.- y siguió caminando hacia la bestia

Y en verdad que Inti saco sus propias conclusiones de la frase. Porque mientras los otros se alistaban; sacaban y musitaban sus mejores hechizos a fin de recordarlos mejor. Inti miro y miro hasta hallar un tronco ancho y firme. Y recordando sus años de mozo cuando  había escalado por el majestuoso árbol junto a la iglesia Santa María del Tule. Alzo los brazos y trepo, trepo desesperado, porque no había venido a este mundo para quedar en trizas. Subió y se quedo viendo, apoyado entre las ramas. 

Allá abajo veía al muchacho, que de forma paciente y tranquila esperaba a esas bestias temibles y las mataba con su daga. Desgarrándolas, corría la sangre atónita y los monstruos intentaban morderle, pero nunca le alcanzaban. Dos hechiceros, intentaron decir sus encantamientos, pero el aullido de bestias heridas los interrumpía desconcentrándolos y escaparon a esconderse. Inti no alcanzo a ver el poder del señor con cicatriz. Tan alto estaba y era tanto el follaje del árbol. Pero el golpe de esos hechizos atronaba más sobre la tierra. Y para él parecían como destellos en un festival. Inti se avergonzó un poco de sí mismo, más no pensó en bajar.

Recordó entonces aquello de las nubes y el dragón. Y espantado alzo la vista. Y llego hasta a él,  un sonar de aleteo fogoso, que se alzo como torbellino. Y entonces las nubes, como si tuvieran vida, corrieron y giraron hasta posarse por encima del grupo de magos. Sonó un trueno y la gran nube empezó su descenso. Hubo desconcierto. Algunos se detuvieron, precavidos. 

Inti tenía miedo, quería huir. Busco bajar. Pero los árboles también temían y cerraban sus ramas como para protegerse, dejando a Inti atrapado. Fue entonces, que una bestia con alas voló cruzando la nube. Se oyó un gemido horrendo, como si hubiese muerto. Pero no volvió a bajar. Inti trato gritar, más el árbol lo calló asfixiándolo. Y el muchacho perdió el aire también, desvaneciéndose en el suelo, forcejeando por volver a respirar.