9.Lisa, tienes una suerte de mierda
Lisa en la foto(L)
Decir que estaba trabajando era un eufemismo; estaba siendo esclavizada en esos momentos por culpa de una empresa que parecía ser, sabía menos de economía que yo de malos modales. Carter Corp, entre otras cosas, se encargaba de reflotar empresas en bancarrota con el fin de quedarse una parte de dicha empresa como compensación. Yo me encargaba de llamar a los inversionistas de Carter, concertar sus citas y reuniones, además de pelearme cada dos por tres con clientes pesados y ex novias realmente petardas.
Odiaba esa parte de mi trabajo, pero aquella era la vida de Carter, aunque deseaba que sentara la cabeza para dejar de recibir aquel tipo de llamadas.
Digamos que yo no era amiga de Carter pero casi ya que Matt y él eran como hermanos (y también se peleaban como tales). Admitía que, gracias a mi moreno, el trabajo tan pesado que tenía parecía suavizarse hasta ser ligeramente soportable sin perder los estribos.
¡Dios mío quería un café o algo con azúcar por favor!
Y cuando mi estómago estaba tocando la quinta sinfonía de Beethoven, mi amado moreno iba con unas bandejas de sushi de uno de mis restaurantes preferidos.
Corrí hasta él como si fuera mi boya de salvamento:
- ¿Eso es sushi?, oh Matt, ¿Te he dicho alguna vez que te quiero?-Le dije poniendo mis ojitos que ponía cuando quería que algún chico me invitase a una copa.
Matt puso su sonrisa de medio lado cuando se sentía el centro de atención y me dijo:
-No puedo darte Lisa y si, cada vez que quieres un favor me dices que me quieres pérfida muñequita rubia.
Me había pillado...
Pero ambos comenzamos a reírnos como dos críos intentando robarle un bocadito de aquella bandeja sin éxito, ya que Matt parecía un gigante en comparación conmigo.
-Bueno Lisa, me voy a la sala de reuniones que conociendo a Cárter tiene que estar cantando bulerías gritando mi nombre.
-Está bien morenazo, que te sea leve-Le dije guiñándole un ojo y volviendo al trabajo.
Matt se marchó a toda prisa; conocía a Carter y si algo no estaba en perfectas condiciones, la Tercera Guerra Mundial comenzaría aquí en Nueva York..
Cuando terminé de despachar a unos clientes, una de las oficinistas del piso de recursos humanos vino realmente agitada a mi stand.
-Lisa necesito un enorme favor; la maldita de Cassidy me mandó a comprar unos cafés para ella y todo el equipo de recursos humanos, pero no puedo porque me ha surgido un imprevisto de última hora.
- ¿Qué te ha pasado?
Entonces me enseñó su mano envuelta en papel higiénico; estaba sangrando mucho.
- ¡¿Qué narices te ha pasado?!-Exclamé asustada.
-Me corté con la guillotina de papel por culpa de uno de mis compañeros que se creía muy gracioso y me pegó un susto.
¡Oh mierda! ¿Por qué a mí?¡Con todo lo que tenía que hacer!
Pero no podía dejarla tirada; me daba mucha pena y mi mantra era siempre ayudar a mis compañeros.
-Está bien, dime qué he de comprar-Dije con un suspiro.
-Son ocho capuchinos, todos con chocolate y crema. Dos con sacarina y el resto con azúcar. No sabes el favor que me has hecho Lisa-Me dijo con una sonrisa de alivio.
-Tranquila y ahora ve al hospital que puede ponerse la herida peor y ya me contarás-Le dije con amabilidad.
Ella salió corriendo con una expresión de dolor; a veces los compañeros pueden ser unos auténticos gilipollas...
Le dejé mi puesto por unos minutos a una de las becarias que rondaba por la recepción. Ella tembló como una hoja en un vendaval, pero era su oportunidad si deseaba destacar y conseguir su puesto fijo en Carter Corp.
Apreté en paso para tardar lo menos posible y quitarme aquel peso de encima sin percatarme de un hombre que estaba cerca de la entrada, chocándome con él y cayendo al suelo.
Mi nariz se aplastó contra su torso sin apenas inmutarse. Cuando mi vista pudo apuntar sin ver un tanto borroso, una mirada dorada me escaneaba como si intentase averiguar mi estado. Aquel hombre me ofreció su mano con amabilidad sonriéndome cuando se la acepté.
-Discúlpeme, andaba con prisa y no sabía ni donde miraba.
-Discúlpeme a mí; he sido realmente desconsiderado. ¿Me permite invitarla a un café por las molestias?
Y mi racha de mala suerte continuaba; un chico guapo se interesaba en mí y yo tenía que llevarle unos cafés a Cassidy
-Lo siento, pero tengo que volver pronto al trabajo y tengo mucho lío. Quizás en otra ocasión...
Aquel hombre me miró con intensidad sin borrar su sonrisa tan bella como su rostro,¿Pero qué estaba diciendo?
-No se preocupe; nos veremos más a menudo por aquí.
Y antes de poder contestar, se metió en el coche estacionado a su lado y se marchó.
Me quedé clavada en el suelo como si fuera de cemento con la mirada perdida en el horizonte, ¿Qué acababa de pasar?
Pero entonces, miré mi reloj y me percaté que había perdido 12 minutos y aún no había llegado a la cafetería, por lo que comencé a correr por mi vida.
Tras varios minutos, llevaba dos bandejas bien empaquetadas para evitar que, con mi mala suerte, las derramara y con ello mi trabajo se viera afectado. No deseaba ver a la maldita de Cassidy; deseaba poder comer algo porque tenía la sensación de estar sin comer varios días.
Cuando entré al hall principal, una de las de la oficina de recursos humanos estaba esperándome:
- ¡Hola Lisa, mi compañera Rose me ha mandado a recoger los cafés!, mil gracias por el favor; es que tenemos mucho lío en la planta de arriba.
"Y yo también, no me jodas..."
-No pasa nada, espero que sean de su agrado- "Y que aquella zorra poli operada reventara como un petardo en San Juan" pensé para mis adentros.
Al menos me ahorraba ver a aquella mujer venida de los infiernos...
Cuando volví a mi puesto de trabajo no podía evitar pensar: "Lisa, tienes una suerte de mierda,¿Qué posibilidades hay de que te choques con un chico que está como un quesito y que quiera invitarte a un café?"
-¡Maldita sea mi estampa!-Grité sin querer haciendo que algunas de mis compañeras se girasen a verme.
Cuando llevaba diez minutos peleándome con una empresa italiana que deseaba hacer negocios con Carter, Matt apareció pálido cual fantasma. Estaba comenzando a preocuparme...
Estaba claro que tocaba una sesión de Chez Felipe, cosa que necesitaba para contarle lo de aquel moreno de ojos dorados.
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