5. Cambios de última hora
RYAN
Había llegado a la oficina a primera hora como cada mañana; adoraba la puntualidad por encima de todo. La secretaria de recepción me saludaba con su habitual sonrisa y sus mejillas ruborizadas. A mi paso, todas las mujeres del edificio me miraban como si fuera de chocolate; todas deseaban darme un buen bocado.
Yo estaba soltero aún por lo que me podía permitir ir de flor en flor ya que aún no me quería enlazar con alguien. Aunque Priscilla comenzaba a gustarme, no me sentía aún seguro para dar un paso más en serio, sobretodo porque evalúo los pros y contras de mi tipo de trabajo. No me veía capaz de llevar una relación seria con un cargo como el que yo tenía; eso de formar una familia no estaba hecho para mí.
Mis padres no eran unos modelos buenos de pareja ya que, en contadas ocasiones, los vi darse muestras de cariño; parecían dos amigos bajo la misma casa que una pareja que llevaba casada más de 40 años.
Mi padre siempre me inculcaba que debía de aprender a "saber estar" en cualquier lugar y ocasión. No se debe de mostrar muestras de cariño delante de nadie, solo en el dormitorio y con discreción. Su relación era bastante artificial admitiendo que esa fue una de las razones por las que hoy pienso que una relación no merece la pena. Temo que si me emparejo con alguien, la pasión se extinga y seamos como dos autómatas que no sienten ni padecen.
Al llegar a mi oficina, cerré la puerta y me serví una copa. La mañana se presentaba bastante movida, así que necesitaba un buen aliciente. Al poco de servírmela, mi teléfono sonó un número desconocido.
-Ryan Carter, ¿Qué desea?
Entonces una voz femenina y seductora sonó al otro lado. Era como el buen vino; despertaba los sentidos.
- Buenos días señor Carter soy la representante de Miyamoto; él no podrá asistir a la reunión por lo que en su lugar iré yo, espero no le moleste.
No me molestaba en absoluto, de hecho, lo estaba deseando. Sentía una enorme curiosidad por mi interlocutora; quería saber si era tan seductora como sonaba su voz.
-Por supuesto que no, ¿Podría saber su nombre?
-Selina Waters; nos vemos en unas horas.
Su voz me había provocado, me había encendido. En unas horas esa mujer cuya cara aún no tenía el placer de conocer, aparecería ante mí y esperaba no sentirme emocionado. Siempre me enseñaron a no mezclar el trabajo con las relaciones, pero un poco de diversión no mata a nadie. Incluso podía salir algo productivo...
Este tipo de mujeres me hacía replantearme lo de Priscilla. Había otras mujeres que también me interesaban y aún no había sentido lo que dicen los enamorados; esa chispa, esa llama que quema, esa necesidad de verla...
Quizás nunca me toque sentirlo pero con mujeres con esa capacidad de seducción me daba por satisfecho.
Un toque en la puerta me hizo sobresaltar; era Matt mi mano derecha y colega cuando salíamos del edificio.
-Buenos días Ryan, vaya cara que me traes-Dijo entre risas.
-No te pases Matt, recuerda que soy tu jefe.
-¡Oh vamos viejo amigo, no seas así de borde!, a ver si voy a tener que ponerme tetas para que me hables mejor.
Comencé a reírme con él, admitía que Matt siempre cumplía con el cometido de templar los ambientes cargados de nervios.
-Sabes que no me gusta que haya favoritismos Matt, pero por hoy te lo pasaré, ¿Qué necesitas?
-Pues vengo a avisarte que la sala de conferencias está casi lista. Quería saber que querías que llevásemos para picar.
-Lleva champagne y unas bandejas de sushi; esta es la dirección del catering donde hay que recoger el pedido.
-Perfecto, yo me encargo amigo mío-Me dijo dándome una palmada en la espalda antes de irse y cerrar la puerta.
Trabajar con Matt era todo un reto. Era un excelente empleado pero, a veces, pecaba de ser demasiado efusivo y con demasiadas confianzas. Él, a diferencia de mi, buscaba a su alma gemela, a su chica perfecta que, como él decía, "le moviera el piso".
Había salido con tantas chicas que había perdido la cuenta, pero no con intención de acostarse con ellas, sino para conocerlas y saber si esa era la definitiva. Pero mi querido amigo no tenía suerte; todas lo veían como un musculitos descerebrado a pesar de haberse licenciado en ciencias de la empresa con honores. El aspecto Matt parecía ser del típico chico malo de gimnasio y eso no atraía a chicas que deseaban relaciones largas sino las típicas petardas que desean un polvo.
Mi querido amigo ha sufrido mucho por amor y me daba pena. Estaba seguro que había una chica especial para él, lo único que a veces tarda en salir. A Matt no le interesaban las modelos, ni siquiera las miraba o les atraía físicamente, porque según él, deseaba una mujer que le rompiera la boca, le hiciera sentir el cielo en el corazón y que fuera sencilla. No deseaba cosas artificiales en su vida porque, según su opinión, el mundo ya lo era de más.
Yo a pesar de ello, siempre intentaba presentarle mujeres pero mis gustos, según él, no eran buenos ya que solo me interesaban las mujeres descerebradas que no tienen nada que ofrecer. Siempre me molestaba con él cuando ni siquiera intentaba hablar con alguna de ellas o bien piropearla por educación.
"Yo no tiro los galgos a las minas, no hago como tú, viejo amigo". Ese maldito de Matt, aparte de su físico; su acento argentino volvía locas a las mujeres y muchas veces él ligaba más que yo, pero el desgraciado no quería nada con ninguna.
Esperaba que algún día consiguiera lo que él quería, él se lo merecía.
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