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34. Juegos de seducción fallidos


SELINA

Tras beber dos botellas de vino entre los dos y hablar de cosas banales, Ryan me propuso quedarme en el cuarto de invitados debido a la hora que se me había hecho.

En un principio iba a negarme porque pensaba que tenía intención de que pasara algo entre nosotros, pero al comprobar que había sido un caballero durante toda la noche, tomé la decisión de aceptar su propuesta.

Él hizo todo lo que estaba en su mano para que me sintiera cómoda, e incluso me prestó una de sus camisas de seda que usaba como pijama. Como él era tan alto a mi me quedaba como si fuera un camisón; aquel tipo tenía gusto hasta cuando se iba a la cama.

Tras prestarme un cepillo de dientes que tenía sin estrenar en el armario del cuarto de baño, me dispuse a asearme debidamente antes de irme a dormir. Los botes de champú y gel estaban sin abrir como si fuera un hotel, ¿Cuánta gente se quedaba de huésped en su cuarto de invitados?

Tras ducharme y cepillarme los dientes, me coloqué la camisa sintiendo como la suavidad de la tela acariciaba lentamente mi cuerpo desnudo. En aquel momento recordé aquel momento compartido con Ryan en el trabajo. Como su mano se deslizaba por mi costado y me besaba el cuello lentamente como si tomara un delicioso helado que no deseaba que acabase nunca.

Decidí desechar ese tipo de pensamientos porque temía ir a su cuarto y reclamar ciertas cosas indebidas. Mi mente hacía que mi cuerpo se prendiera en llamas y el olor de Ryan en la camisa que llevaba puesta no me ayudaba mucho.

Tras sumergirme en un mar de satén, la comodidad de la cama sumado al olor de Ryan que impregnaba cada rincón del hogar, actuaba como el afrodisíaco más potente. Juro que jamás me había sentido tan atraída por alguien y yo no era alguien que suplicara por las caricias de un hombre.

Pero, en ese momento, hubiera dado mi colmillo derecho porque Ryan me quitara ese calor que tenía instalado en mi bajo vientre.

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No sé durante cuantas horas di vueltas en aquella kilométrica cama hasta que el sueño me venció sin remedio. La luz de la ventana de mi cuarto impactó sobre mis párpados sensibles por causa del sueño donde estaba parcialmente sumergida, viendo que la causa de ello era Ryan que había abierto las ventanas.

Gruñí en respuesta en vez de dar los buenos días lo que le causó gracia. Solo deseaba permanecer en aquel lugar y dormitar unas cuantas horas más.

Pero el concepto "trabajo" era muy importante para Ryan, así que al no levantarme, él me arrebató mi arsenal de mantas suaves que me envolvían en mis dulces sueños.

El frío de la mañana comenzó a recorrer mis piernas desnudas erizando mi piel a su paso. Aquello me hizo gruñir aún más y Ryan se tomó la venganza de su mano tomándome en brazos. Cuando sentí su torso desnudo sobre mi mejilla, mis ojos se abrieron de golpe como si alguien me hubiera dado una gran patada en el culo,¿A dónde me llevaba?

Tras salir de mi cuarto, me llevó al salón donde me depositó en el sofá para servirme el desayuno, vale, ¿Ahora qué escusa me podía montar?

Cuando vi el pequeño buffet que me había preparado, me sentí mal al rechazar toda esa comida. Pero al no ocurrírseme nada, tuve que probar un poco de la tostada que me había servido.

Esperaba que las nauseas atenazaran mi estómago pero me sorprendí como nunca al comprobar que podía comer sin problemas como una humana normal.

Pero, ¿Por qué?

Mi padre me prohibía constantemente acercarme a la comida humana y no entendía el motivo.sabía que aquel día que él y yo nos viéramos de nuevo en persona, sacaría este tema sin escatimar en preguntas.

Los sabores eran increíbles, mucho mejores que la sangre que había tomado durante toda mi vida, ¿Cómo mi padre me había ocultado todo eso?¿Sabía que yo toleraba la comida humana?

Mi cara de sorpresa hizo que Ryan se preocupara al verme tan extraña, no haciéndose esperar sus preguntas:

-Selina,¿Te ocurre algo?

Era extraño que no me llamara por mi apellido sino sobre ni nombre. Aquel trato tan personal no me era del todo desagradable, sobretodo porque acostumbraba a ese tipo de tratamiento demasiado elegante para mi gusto. Sonreí lo más que pude y le dije:

-Hacía mucho tiempo que no comía mermelada; siempre he sido alérgica y veo que ya no.

Ryan parecía alegrarse profundamente por mí, disfrutando por primera vez de un desayuno real. Entonces pensé, ¿Y si dejaba de tomar sangre y tomaba comida humana en su lugar?

Aquella idea comenzó a hacerse atractiva para mí, deseando poder llevar una vida lo más normal posible.

Al terminar de desayunar, Ryan llamó a Jake para que me llevara a casa para cambiarme y poder ir juntos al trabajo. Él supo esperar con paciencia a pesar de que tardé 40 minutos en estar lista.


Cuando llegamos al trabajo, mi buen humor y el haber compartido una buena noche en buena compañía, nos hizo a Ryan y a mí el empezar el día con una sonrisa en nuestras caras.

Ambos trabajábamos a pleno rendimiento y, durante todas esas horas que estuve enfrascada en mi pila de dossiers, no sentí una sola vez la necesidad de beber sangre.

No paraba de sonreír y Ryan me miraba de vez en cuando de reojo con una mezcla entre fascinación e incertidumbre al no saber qué me ocurría pero él no podía saber lo que era el poder disfrutar de la comida humana por primera vez en muchísimos siglos.


Pero cuando la tranquilidad nos envolvía con su capullo protector, una capulla idiota entró al despacho y su mirada intentó perforarme como si fueran dos pistolas cargadas.

Fue directamente al escritorio de Ryan, como era lo normal...

Ryan levantó la vista con expresión aburrida y le preguntó desganado:

-Priscilla, ¿Qué haces en mi despacho?

-Solo vengo a anunciarte que soy la secretaria de la jefa de recursos humanos, es decir, la secretaria de tu hermana Jenny. Vengo a presentar el documento que certifica mis conocimientos además del contrato que me hizo Mark a espera de qué lo firmes y se lo entregues.

Aquella zorra estaba sentada sobre el escritorio de Ryan con varios botones de su camisa abiertos para que se vieran bien sus pechos metidos a presión en ese sujetador de encaje rosa chicle.

Tras firmar el documento con una mirada sombría, Mark entra al despacho con una carpeta entre sus manos.

Ryan le entrega el documento firmado a Priscilla y le dice:

-Por favor señorita Torinni,¿Puede dejarme a solas con el señor Leviels?

Ella asintió dirigiéndome una de sus últimas balas de odio hacia mí antes de abandonar el despacho.

Mark se acomoda las gafas y le entrega su carpeta:

-Señor Carter, los presupuestos de las obras para abrir de nuevo la empresa que usted mismo compró están calculados por nuestros contables. Tenemos estipulados los sueldos, los materiales que se deberán usar, a qué empresas comprarlos... está absolutamente todo aquí.

Ryan comenzó a sonreír como si le hubieran dado la mejor de las noticias, ¿Qué empresa iba a abrir que le ponía tan contento?

-Eso es estupendo señor Leviels. Yo mismo elegiré a los que trabajarán en la empresa así que todo queda aprobado a la espera de la contratación del personal de obras.

-Estupendo señor Carter, entonces me retiro. Que pasen buen día señor y señorita.

Tras una breve reverencia, Mark se marchó dejando a un Ryan con la mirada brillante y cargada de ilusión. Parecía que Mark había instaurado de nuevo el buen humor que traíamos Ryan y yo hasta que Priscilla entró haciendo de las suyas. Quería saber más de aquella empresa que Ryan pretendía reflotar pero no sabía cómo preguntarle porque quizás lo tomaría mal; a fin de cuentas él era mi jefe.

Y yo había dormido en la casa de mi jefe.

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