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20. Juegos perversos

RYAN

Estaba encima de esa diosa de porcelana que me miraba de forma seductora e intentaba llevarme al profundo azul de sus ojos. Aquel baile contoneándose impúdicamente con ese traje que dejaba poco a la imaginación hacía que mi sangre hirviera y mis pupilas se dilataran de deseo.

Agarré sus piernas y las acaricié lentamente mientras que ella hacía lo mismo con mi pecho desnudo. Ella se mordía el labio inferior demostrando que yo no le era indiferente haciéndome sentir realmente atractivo al fijarse en mí semejante mujer como aquella.

Aplasté mi cuerpo contra el suyo, tomando sus labios con fuerza y posesión intentando sorber su alma y su esencia para que se quedasen conmigo. Ella abrió más las piernas para que yo tuviera más acceso a ella, haciéndola aún más irresistible que antes. Nuestras lenguas se saboreaban e intentaban conocerse, intentaban escalar la misma cima del placer mientras que nuestras manos se movían libremente por nuestros cuerpos sudorosos.

Necesitaba desnudarla y sentir cada palmo de ese hermoso cuerpo. La tomé de la cintura, deslizando un brazo detrás de su espalda y me senté con ella encima. Ella comenzó a desvestirse lentamente hasta quedar en unas hermosas piezas de encaje que resaltaban su blancura carente de imperfecciones o marcas. Me quedaría horas admirándola con ese hermoso conjunto de lencería tan sexy como la belleza que lo portaba. Realmente ella sería una imagen excelente en una campaña de lencería o de trajes de baño, sin desnudarla podía adivinar sus hermosas curvas.

Selina se levantó como si fuera una pantera y se deslizó entre mis piernas, desabotonando mi pantalón sin que tuviera un ápice de vergüenza. Y no solo me los quitó, sino que también lo hizo con los calzoncillos, descubriendo el gran tamaño de mi pasión por ella.

Ella lo miraba con la mirada oscurecida mientras se relamía los labios, como si quisiera devorarme y no dejar ni las migas. Sin previo aviso, introdujo mi miembro en su boca, haciendo que soltara un juramento mientras que mis manos fueron a su cabeza para alentarla a que siguiera.

Su lengua era realmente experta en la materia, deslizándose suavemente alternando su lengua con pequeños mordiscos en la punta. Su cabello acariciaba mi estómago con suavidad, sintiendo como mi miembro se hinchaba cada vez más conforme Selina lo iba saboreando.

Con su boca y sus manos provocaban que me volviera loco y que poco a poco, mi yo controlado que le gustaba llevar el camino de la pasión de forma estructurada para asegurar el placer, se fuera al carajo.

-Por dios Selina...me matas mi bella...

Era la primera vez que la llamaba por su nombre, sin ningún tipo de formalismos. Sentía como si la barrera de lo profesional la hubiéramos echado abajo y ahora fuéramos unos perfectos amantes que disfrutaban de una noche cálida.

La succión de su boca con la música de fondo era el escenario perfecto para hacerle todas las perversidades que rondaban por mi cabeza estas últimas horas.

Miré sus ojos anhelantes mientras que acariciaba su mejilla y le dije con voz ronca:

-Es mi turno, bella...ven aquí.

-Eso será si yo quiero...-Me dijo mientras acariciaba mi miembro con su dedo índice.

Entonces me levanté con intención de tomarla en brazos y comenzar mi tortura, pero ella se levantó y empezó a huir de mí, corriendo por todo el apartamento.

-Ven aquí mi preciosa muñequita...

Ella comenzó a reírse corriendo por toda la casa mientras que yo la perseguía como si ella fuera mi presa, pero lo que ella no sabía es que yo era su presa porque me tenía en sus manos.

Me tenía embelesado, hechizado por el contoneo de sus caderas y el azul profundo de sus ojos. Intentaba mostrar la mayor entereza delante de mí para que no pensara que era un jovencito que caía preso de los fuegos internos de la pasión.

Arrinconé a Selina en el armario de la cocina, levantándola en el aire para que se enroscara alrededor de mi cintura. La posé sobre la encimera de la cocina y abrí el frigorífico.

-Veo que comer no es lo tuyo porque solo tienes bebidas...

-No debiste de meter las narices donde no te llaman,Carter-Me dijo con cierta malicia y brusquedad en sus palabras.

-Solo quería comprobar si tenías algo de nata para poder comerte mejor...

- ¿Es que eres el lobo feroz? -Me preguntó con una sonrisa seductora mientras que enroscaba su pelo en su dedo índice como una niña inocente.

-Soy algo más que eso, muñequita; soy el deseo encarnado. Soy la mayor de tus fantasías hecha carne y deseo. Voy a ser el que te cause el mayor de los placeres, el que sepa cada uno de tus puntos calientes y sepa hacer gritar. Gritarás mi nombre Selina y querrás repetir una y mil veces conmigo porque soy el mejor para complacerte.

Ella comenzó a reírse como si le hubiera contado un chiste, hiriendo a mi ego y mi masculinidad, ¿Es que no me creía capaz de hacerla disfrutar?

Entonces ella me hizo un gesto para que me acercase. Cuando mi rostro estaba casi rozando su nariz, ella me dijo con voz suave y melodiosa:

- ¿Y si te digo que serás tú el que me pida más?, quizás tú te vuelvas adicto a mí y no quieras dejarme escapar.

- ¿No me crees capaz de llevarte al séptimo cielo? -Le pregunté enarcando una ceja ante su aire de superioridad.

-Solo digo que no creo las palabras sino los hechos, señor Carter.

-Pues entonces, tendré que esmerarme para sorprenderla, señorita Waters.

Entonces, me apresuré a cumplir sus deseos comenzando a quitar la poca ropa que llevaba su suave cuerpo, ansiando poder sentir por fin su piel contra la mía. Aquella noche era nuestra y no la usaríamos precisamente para dormir.

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